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A casi dos años del memorable trunfo de Francisco De Narváez sobre Néstor Kirchner, en las elecciones legislativas de 2009, se reimprime un artículo donsde se analizaban las razones de dicho triunfo.
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Algunas claves para comprender el triunfo de Francisco De Narváez
Lic. Federico González – Director de Opinión Autenticada
La elección ya finalizó, las incógnitas se despejaron y el resultado fue claro: Francisco De
Narváez logró lo que apenas un tiempo atrás parecía improbable, contribuyendo a dejar
gravemente herida a la causa Kirchnerista.
En estas líneas se intenta bosquejar algunas claves para avanzar en la comprensión de ese
hecho que –sin duda– marcará un hito en la agitada vida política de nuestro país.
1. Aciertos en la estrategia de la fórmula De Narváez-Solá
En primer lugar, hubo un acierto primario y estructural: la idea misma de fusionar al Pro y al
Peronismo disidente. Aunque, como en todo acuerdo entre fuerzas con cierto grado de
disimilitud dicho acuerdo originó tanto ganancias como pérdidas, la ecuación final pareció
claramente favorable en términos del caudal electoral resultante.
En segundo lugar, Francisco De Narváez habría acertado también en posicionarse
tempranamente como alguien que aparecía especialmente preocupado por el flagelo de la
inseguridad. La creación del “mapa del delito”, más allá de las reservas que se le pueda
objetar, operó como una acción que permitió tangibilizar la idea, transmitiendo la sensación de
que el candidato no sólo “discurseaba” con el tema, sino que estaba realmente decidido a
pasar a la acción.
Otro acierto de importancia radicó en posicionarse como un político que se plantaba ante el
poder Kirchnerista “de igual a igual” atacándolo en varios frentes que -en cierta forma y en
términos del imaginario discursivo- parecían desbordar el ámbito de injerencia propio de un
legislador, para discutir sobre temas puntuales que, desde ese imaginario, parecían más
circunscriptos al ámbito de la gestión del ejecutivo.
Más específicamente: De Narváez tuvo la inteligencia de mostrarse como un líder propio (o
como su propio líder) capaz de enfrentar de igual a igual al líder poderoso (Kirchner) que
parecía invencible e infalible. Esto, contribuyó a posicionarlo como un “rival poderoso” y, por
ende, influyó a su favor en la medida en que para la “dramática” o el “imaginario” con que
parte de la opinión pública opositora seguía la elección, la mejor garantía para vencer a un
rival poderoso era aparecer como igualmente poderoso.
En consonancia con lo anterior, otro probable acierto de De Narváez radicó en mantener
dentro de su objetivo a un adversario único (el Kirchnerismo). No haber caído en la tentación
de atacar a la fórmula de Stolbizer-Alfonsín, al menos durante la mayor parte de la campaña,
pareció arrojar un saldo positivo.
En otro nivel de análisis, la campaña de De Narváez pareció haber sido encarada de modo
altamente profesional, lo cual supone un despliegue orgánico de estrategias y acciones
tácticas; hecho contrastante con el típico carácter asistemático e improvisado que suele
caracterizar a la mayoría de las campañas políticas en el país.
Por último, no puede soslayarse lo que constituyó una de las principales fortalezas a favor de
la candidatura De Narváez-Solá: su omnipresencia mediática. Por supuesto, resulta
problemático dirimir si se trató de un acierto o –simplemente– de una simple fortaleza basada
en el poder económico del candidato, que derivó en una ventaja superlativa respecto a otras
fuerzas políticas que tuvieron que resignarse a acciones más “artesanales”.
2. Factores exógenos que favorecieron a la fórmula De Narváez-Solá
Entre los factores externos que habrían operado a favor de la fórmula De Narváez-Solá, en
primer lugar, debe destacarse la “pequeña ayudita” generosamente dispensada por Néstor
Kirchner y sus socios políticos, al encumbrar la figura de De Narváez a la categoría de “víctima
inocente del arbitrario poder kirchnerista”.
En efecto la tan burda como frágil maniobra de adelantar oportunistamente los tiempos de la
justicia para vincular a De Narváez en la causa por la efedrina generó que, a modo de “efecto
boomerang, el candidato empresario terminara sumamente fortalecido. Y todo porque el ex
Presidente volvió irreflexivamente a incurrir en el mismo error de agigantar a su oponente,
desacierto ya cometido en 2007 durante la campaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires (cuando con su recurrente y obstinada descalificación de Mauricio Macri -
“Mauricio es Macri” y otras perlitas por el estilo- terminó contribuyendo a la creación del
enemigo que luego lo devoró a través de increíbles guarismos de 45% y 60% obtenidos,
respectivamente, en primera y segunda vuelta)
Por otra parte, y aunque parezca un dato menor y/o discutible, no debería descartarse el
“pequeño empujoncito inesperado” producto de la presencia en “Gran Cuñado”. Por supuesto,
muchos puristas del análisis político tenderían a soslayar la existencia de tal efecto
esgrimiendo la cuasi muletilla que reza “eso no es determinante del voto de la gente”. No
obstante, parafraseando esa sentencia filosófica de que “todo lo que existe, existe en alguna
medida”, no parece demasiado desatinado conjeturar que alguna porción de esos 2.5% de
diferencia a favor que permitieron el triunfo, pudieran deberse a la presencia mediática de ese
émulo, que con su tremenda simpatía quizás complementó cierta “distancia” del candidato
verdadero.
Ante ese fenómeno mediático no intencionado, tampoco puede dejar de considerarse la
sinergia positiva dada por cierta amalgama entre azar e inteligencia del candidato para
capitalizar un efecto a su favor. Quizás De Narváez tuvo bastante suerte en que su parodia
quedara en manos de alguien que no sólo evidenció una clara capacidad para transmitir alegría
y humor sin menoscabar la figura del candidato real imitado, sino que –además– se reveló
como un eximio co-creador espontáneo de eslóganes pegadizos capaces de propagarse en
tiempo record por efecto contagio (ie: “votame-votate”, “alica-alicate”). Por supuesto, un
último destello de acierto permitió a De Narváez saber capitalizar a su favor este efecto
inesperado, incorporando con perspicacia al discurso de campaña real aquello que ya había
sido consagrado por un vasto sector del público televidente que, a la vez, era también público
votante.
3. Desaciertos de la fórmula de De Narváez-Solá
Por supuesto, también hubo falencias en la campaña de quien se erigiera como ganador el
pasado 28 de junio:
En primer lugar, el manejo de la denuncia por el caso de la efedrina fue algo ambiguo. El más
elemental sentido común prescribe que, cuando alguien es totalmente inocente y tiene una
conciencia limpia, sus respuestas deberían ser naturalmente simples, serenas y explicativas. En
contraposición, lo último que se debería hacer ante dicha situación es escudarse en el latiguillo
de no decir nada porque “ya he puesto toda la documentación a disposición de la justicia”. Si
bien las respuestas posteriores de De Narváez se encuadraron en aquel estilo simple y llano, al
inicio pareció enredarse en ese supuesto “error por omisión” que al escamotear la respuesta
certera genera una resonancia ambivalente y, por lo tanto, resulta una estrategia defensiva
bastante deficiente.
Otro desacierto fue el “ninguneo” hacia la figura de Felipe Solá. En este aspecto quizás hubo
dos errores: primero, el hecho mismo y, segundo, la negación casi pueril del mismo:
Respecto de lo primero, la supuesta estrategia de “desperonizar la campaña” a costa de cierta
“traición” a compromisos previamente pactados resultó una maniobra riesgosa cuyos efectos
negativos resultan difíciles de precisar pero que, prima faccie, parecen mayores a lo que
supuestamente se habría obtenido a cambio.
Adicionalmente, cabe señalar que podrían haber existido modos más inteligentes y sutiles de
“desperonizar la campaña” sin incurrir en la evidente maniobra de esconder al compañero de
fórmula Felipe Solá.
En cuanto a lo segundo, el más elemental conocimiento de la lógica intencional de la opinión
pública indica que una de las peores afrentas que se le puede realizar a la ciudadanía es la
negación de lo evidente (en la que los Kirchner son especialistas), dado que se percibe como
un insulto a la inteligencia. Ese, fue uno de los errores más importantes de la campaña de De
Narváez y proyectó –en un algún segmento de votantes– una imagen negativa de poca
seriedad asemejándolo a la figura del típico político (“versero”, poco creíble y, además, capaz
de traicionar a su propio aliado por un afán protagonista).
4. Síntesis: ¿Por qué ganó De Narváez?
Como en cualquier ámbito de la acción humana, en la estrategia de campaña de la fórmula de
De Narváez-Solá hubo aciertos, errores e imponderables fuera del control, por parte de
quienes diseñaron y ejecutaron dicha estrategia.
Quizás la clave del triunfo surja de considerar que los aciertos propios junto a factores
externos que jugaron a favor, contrarrestaron ostensiblemente algunos errores que podrían
haberse evitado.
En este artículo se ha intentado analizar con cierto detalle y desde una óptica con afán de
ecuanimidad el modo en que se expresó cada uno de esos factores.