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En el 2009 el oficialismo obtuvo 59 de 124 curules legislativas y después de las elecciones de febrero de 2013 su influencia creció a 100 de 137. En este primer periodo tuvo un poco menos de los 63 votos que le permitían consolidar una mayoría absoluta, mientras que para el siguiente tiene 31 votos de más. El oficialismo consiguió tal éxito modificando la fórmula de distribución de escaños y consolida un poder jamás imaginado.
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Diario La Hora, domingo 14 de abril de 2013 Sección de Opinión, p. A5
Correa y su
nueva mayoría En el 2009 el oficialismo obtuvo 59 de 124 curules legislativas y después de las elecciones de febrero de 2013 su influencia creció a 100 de 137. En este pri-mer periodo tuvo un poco menos de los 63 votos que le permitían consolidar una mayoría absoluta, mientras que para el siguiente tiene 31 votos de más. El oficialismo consiguió tal éxito modificando la fórmula de dis-tribución de escaños y consolida un poder jamás imaginado.
Autores latinoamericanistas como Shugart y Carey, o Cox y Morgenstern recomiendan una fórmula intermedia, que equilibre de influencia entre el ejecutivo y
el legislativo. Se entiende que sea así porque si el presidente gobierna en minoría está obli-gado a negociar en una situación de desventaja con la legislatura, mientras con una mayoría estable puede imponer su agenda de reformas políticas. Pero en caso de una mayoría apabullante el escenario es otro.
A partir de su posesión en julio de este año tendremos una Asamblea subordinada al Ejecu-tivo. Sí, y esto no se trata de una ofensa. Esto significa que un alto porcentaje de los asambleístas escogidos en las elecciones esta-rán en deuda con el Presidente y por tanto aceptarán cualquier propuesta que les haga en materia legislación. Es necesario decirlo. Ninguno de los asambleístas triunfó por sus méritos y por tanto serán opacados por la imponente figura del presidente. Eso estaba previsto: una legislatura sin autonomía, a la sombra del presidente, sin capa-cidad de liderar su connatural
productividad legislativa y mu-cho menos de fiscalización, y un ejecutivo que se frota las manos frente a tales ventajas.
Para la posibilidad de reacción tardía de la legislatura el oficialismo encontró una solu-ción brillante. Inundó los cuadros electorales de futbolistas, cómicos, modelos de pantalla y gente de pobrísimo nivel de lide-razgo. Con esto se evitará que los flamantes legisladores entiendan la auténtica problemática de lo que legislarán, que ignoren los temas de las discusiones, que tomen conciencia, que lideren alguna reacción de oposición a las órdenes del ejecutivo, y que se ocupen únicamente en levantar la mano. Se viene la peor época de producción legislativa y de fiscalización en la historia republicana y un riesgo enorme de corrupción e impunidad. Históricamente los ejecutivos
ecuatorianos se han mantenido al
margen de la producción le-
gislativa. Hoy se invierte la ba-
lanza y es el ejecutivo el que
lidera los procesos de expedición
de leyes. Lo inconveniente es que
el gobierno en funciones busca
imponer un modelo de estado
anacrónico en donde el
presidente de la república tiene
un papel omnisciente y
omnipresente. La realidad de las
tendencias de gobernanza
mundial están conducidas en
sentido inverso: a descentralizar
las funciones y recursos, a
tranversalizar las organizaciones
públicas, a permitir mayor
participación ciudadana en la
gestión de obras, y a producir
interdependencia entre
organismos del Estado. Esta no
es la idea correísta. La idea es
acaparar todo y atribuir el poder
absoluto a uno solo. Lo lograrán
con estos asambleístas bien vo-
tados, pero también equivocados
de lugar.