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Una revolución en la que puedes creer

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Page 1: Una revolución en la que puedes creer

Ensayo para la materia de Comunicación Política y Opinión Pública

Licenciatura en Comunicación Social

“Una revolución en la que puedes creer”

por

Nelson Mauricio Rauda Zablah

Carnet: 00284709

Catedrático: Marlon Hernández Anzora

En la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

presentado el 13 de noviembre de 2012

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A los valientes y a los disidentes de la realidad que, en lugar de quejarse por la situación de su

país, quieren explorar su potencial para transformarlo.

“... las ideas que se expresan aquí tan laboriosamente son en extremo simples y deberían ser

obvias. La dificultad estriba, no en las nuevas ideas, sino en escaparse de las viejas, que se ramifican

en cada rincón de las mentes de aquellos que han sido educados como la mayoría de nosotros”.

-John Maynard Keynes (Wilhelm, 1981: 7)

Introducción

Este ensayo intentará ampliar sobre el marco establecido desde la izquierda, un marco que

lucha contra sí mismo porque sus principales propulsores se han ocupado de debilitarlo en su intento

de atacar el marco contrario.

Sartori afirma (Sartori, 1993: 65-66) que nuestro tiempo es el tiempo de la negación. Y coincido

con él. “El ideologismo- prosigue- se ha visto agravado por la crítica sin pensamiento por un ataque

desordenado y a ciegas que desemboca, en su forma extrema, en un delirio de autodestrucción”.

Dicho de otra manera, vivimos en tiempos muy peligrosos, en las que el pueblo, facultado por las

redes sociales, se convierte en un determinante, jurado, juez y muchas veces parte de las decisiones

políticas. Eso no es lo peligroso, eso es bueno. El peligro real yace en ser tan rápido de la mente al

labio que nos convertimos en críticos irreflexivos. Simple: el que puede hace y el que no, critica.

El espectro político tiene suficientes voces críticas. La innovación sería proponer algo. Eso es lo

que intento desde mi perspectiva. Empezaré con una definición de los marcos de referencia actuales

de la izquierda salvadoreña y una pregunta sencilla: ¿para qué sirve este marco? ¿es válido todavía?

Me involucro después en lo que puede ser una camisa de once varas, pero la vida es riesgo y

de riesgo se nutren las revoluciones. Me pregunto si existe una alternativa, una contrapropuesta a la

manera de ser de izquierda: ¿podemos hacer algo mejor de lo que ya hemos hecho? ¿Cómo sería esta

otredad en la otredad, esta reforma adentro de la reforma? Y más importante, ¿qué valores existen de

fondo en la mentalidad de izquierda que pueden volver a ilusionar a la gente -y a recompensar esa

ilusión- con un cambio menos utópico que verdadero?

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La negación equivocada

Es un día hermoso y soleado. Antes de salir de tu casa, probablemente agarras de forma

automática el estuche con tus lentes de sol. Sin embargo, este acto normal, cotidiano encierra en sí

mismo toda la complejidad tecnológica que conllevan unos lentes de sol. Hay cuatro funciones básicas

que un buen par de lentes de sol tiene que cumplir, según Jeff Tyson (Tyson, 2012):

Proteger de los rayos ultravioleta

Proveer protección de la luz intensa

Proveer protección del brillo

Eliminar ciertas frecuencias específicas de luz

El cumplimiento de estos requisitos está determinado por la calidad de los lentes. En una

manera, el usar uno u otro tipo de lentes condiciona la manera en la que percibimos el mundo. Al

igual que Sir Winston Churchill, yo soy optimista porque no me parece muy útil ser otra cosa.

Supongamos que la vida es ese día soleado del que hablábamos al principio. Los lentes a través de los

que vemos la realidad, los que nos “protegen” de ciertas luces -que bien pueden ser hechos o

noticias-, y que “eliminan” ciertas frecuencias específicas de luz -como pueden ser opiniones o voces

alternativas a las oficiales del status quo- se conocen como marcos. George Lakoff, en su libro “No

pienses en un elefante”, nos dice que un marco es una estructura mental que conforma nuestro modo

de ver el mundo: nuestras metas, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y lo que

entendemos como bueno o malo.

“Los marcos de referencia no pueden verse ni oírse pero los conocemos a través de sus

consecuencias: nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común. También

conocemos los marcos a través del lenguaje” (Lakoff, 2004: 17)

Durante el siglo XX y hasta 1989, la política mundial pudo interpretarse como una

confrontación entre dos marcos: derecha e izquierda. Con la caída de la URSS, esta diferenciación fue

diluyéndose de forma paulatina. En El Salvador, este fenómeno también es observable en el

monopolio bipartidista de la política: derecha (representada por la Alianza Republicana Nacionalista

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ARENA) e izquierda (legitimada como partido en el Frente Farabundo Martí para la Liberación

Nacional FMLN), únicos partidos que han ostentado el poder ejecutivo desde el advenimiento de la

democracia electoral, post guerra civil en el país centroamericano. Cada bando es, más o menos, un

expositor de los marcos liberal y conservador que con tanta maestría define Lakoff en su libro, claro,

con algunos matices propios de su salvadoreñidad. Cada lado cuenta con su propio set de ideas bien

diferenciadas y que los hace, en esencia, distintos.

O al menos eso creíamos. Pero el mandato del presidente Mauricio Funes, un popular

periodista devenido outsider del FMLN en la más pura línea de los telepresidentes que menciona

Omar Rincón (Rincón, 2008), se ha encargado de borrar, re- trazar, y volver a delinear los límites de lo

que pensábamos era la izquierda en confrontación con la derecha, hasta hacerlos prácticamente

irreconocibles. De la pregunta ¿tenemos realmente un gobierno de izquierda en El Salvador? causada

por las prácticas sociales, económicas y políticas de Funes, pasamos a una pregunta de igual

importancia: ¿qué es la izquierda en El Salvador?

Yo creo que, dentro de las múltiples causas a que se puede atribuir esta zozobra del modelo de

izquierdas a nivel global, el lenguaje utilizado es una de las columnas principales de la construcción de

la incertidumbre. Me explayo: Lakoff va a explicarnos que “negar un marco es evocar un marco”. Si yo

les digo no piensen en un dinosaurio, provoco que piensen en él. Por esto, considero que la izquierda,

en específico la salvadoreña se ha equivocado de negación. Si estamos de continuo escuchando al más

grande referente de la izquierda salvadoreña -como supondríamos es el primer presidente “de

izquierda” en la historia del país- hablar de que tal o cual cosa “es culpa de los 20 años de gobierno de

ARENA”, cómo lo hace Mauricio Funes de forma estratégica y constante, solo podemos pensar en

ARENA. Más allá de las ventajas políticas y de tipo comunicativo que le ha supuesto este hecho de

refugiarse en los fracasos de gobiernos anteriores, este camino discursivo le ha permitido encontrar

un enemigo en el relato, pero le ha impedido forjar su propio cuento. Funes se ha equivocado en la

negación: niega a ARENA, cuando debería negarse a sí mismo y a su partido.

“La izquierda está a la defensiva porque carece de una concepción propia. Lo que necesitamos

son ideas y concepciones de una vida futura diversa”. Rainer Wagner. Dice también René Peréz, el

Residente del grupo musical Calle 13, que “el que lee poco, dispara mucho”. Es cierto, el problema es

que ni Funes, ni los pensadores de izquierda en El Salvador “leen poco”. Ellos leen mucho y, por lo

tanto, ¡saben mucho! Pero cómo podríamos darnos cuenta de esto si nuestros dichosos intelectuales

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de izquierda se pasan toda la vida hablando de lo mal que gobernaron los otros, en vez de decir,

contar, educar, comunicar e instruir acerca de la forma alternativa de gobernar que están ejecutando.

¿Habrá alguien en El Salvador que pueda establecer las diferencias sustanciales entre la forma de

gobernar de ARENA y la del Frente? No, simple y llanamente porque el Frente no se ha preocupado

por establecerlo. Pecan de miopía. Si la política es como un juego de billar, en el que cada tiro debe

calcularse no solo en función de meter una bola en la buchaca, sino también de posicionar la bola

blanca para el siguiente movimiento, parece que el Frente se olvidó de trabajar en el posicionamiento

estratégico una vez que le prestaron el taco. Todo ha sido tirar, tirar y tirar. Mal, por cierto.

“Deberíamos inventar un nuevo vocabulario. ¿Qué cambiaría en realidad si cambiasen nuestras

palabras?... Nuestros problemas serían sustancialmente los mismos, la carga de este siglo continuaría

pesando sobre nuestras espaldas. Seguiremos teniendo que considerar injusta la sociedad capitalista e

intolerables sus desigualdades, debería seguir repugnándonos su ética de la avidez, deberíamos seguir

tratando de imaginarnos una sociedad mejor”. Quién escribe lo anterior es Irving Howe (Bosetti,

1996: 57). Howe coincide con Lakoff en este punto, sobre la necesidad del cambio de marco, de

formulaciones en positivo (nosotros proponemos un sistema de salud más socialmente justo...) en

lugar de en negativo (durante 20 años, ARENA quiso privatizar el seguro social...). Cambiar el marco es

cambiar el lenguaje: hablar diferente para pensar diferente.

Es necesario aclarar en este punto que yo no creo que la izquierda salvadoreña sufra de

hipocognición , es decir, que le haga falta un marco. El FMLN cuenta con un marco nutrido de ideas

marxistas, leninistas, estalinistas, abuelistas... ¿quién sabe? El problema, me parece, es el

estancamiento tan propio de las que una vez fueron (o se creyeron) estructuras comunistas. El

problema es el enquistamiento de lo viejo adónde se necesita lo nuevo, la prolongación agónica de

formas de ser partido, símbolos y personas. El miedo a la eutanasia. El terror al cambio en el partido

del cambio. La ironía en carne viva. La paradójica inmovilidad en el disque partido de la revolución.

¿En dónde está ahora mismo el FMLN? Pasemos a un análisis rápido antes de continuar con la

propuesta del cambio en el Cambio.

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De paseo por “Jurassic Park”

“Partido Comunista Cubano y delegados del FMLN se reúnen en La Habana: El

vicepresidente de Cuba, José Ramón Machado, y el secretario general del Frente Farabundo

Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, Medardo González, analizaron en La

Habana cómo profundizar los nexos entre sus partidos, informó este domingo la prensa local.

Durante el "amistoso" y "fructífero" intercambio, realizado el sábado, "se abordaron

temas de interés bilateral, dadas las estrechas e históricas relaciones entre ambos partidos", y

otros de la 'actualidad internacional', reseñó el diario Juventud Rebelde.

Destacó que la delegación del ex guerrillero FMLN cumple una "invitación del Comité

Central" del gobernante Partido Comunista cubano (PCC, único), del cual Machado es segundo

secretario.

'La parte salvadoreña se refirió a los empeños del FMLN por contribuir, desde el

gobierno, con las añoradas transformaciones sociales de su población', añadió el periódico”.

La noticia parece sacada de cualquier periódico de los 80's. Pero no: el periódico digital El Faro

la fecha con 8 de abril del 2012. Espeluznante. ¿Es que el FMLN no ha aprendido nada tras fracasar 20

años en acceder al poder? ¿Es que no se dieron cuenta que llegaron al poder gracias a un candidato

que no es partidario, ni comunista, ni marxista, ni histórico ni nacido en mil novecientos ayer? ¿Es que

no leen las encuestas del IUDOP (IUDOP, 2008) en las que la gente responde que en una escala del

uno al diez, donde 1 es la posición más a la izquierda y 10 la posición más a la derecha, la media

nacional es 5.19, y que en ningún grupo demográfico esa misma media baja de 4 excepto por su

propio voto duro? ¿Por qué, en el nombre de Engels, Marx o quién quieran nombrar, siguen usando

palabras como “proyecto revolucionario”, “comunismo”, “cuadros”, “militancia”, “clases”? ¿Nadie les

dijo que la Guerra Fría se acabó y que ha menester actualizar sus marcos?

No es solo mi opinión. “La izquierda no es ya o, en todo caso, no puede continuar siendo cosas

como éstas: la planificación centralizada, la abolición de la propiedad privada, el colectivismo, la

supresión de las libertades individuales, la pretensión de enderezar el leño retorcido kantiano, de

plasmar al hombre y la sociedad de acuerdo con el proyecto elaborado por una vanguardia

intelectual”. (Bosetti, 1996: 16)

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Si hasta la mismísima Martha Harnecker escribe en 1991 acerca de la necesidad de renovarse.

“A la izquierda le cabe una responsabilidad particular porque posee la mayor acumulación de

experiencias y argumentos para impulsar- desde una perspectiva popular revolucionaria- el análisis de

la realidad actual, la búsqueda de soluciones y la elaboración de una estrategia para efectivizar las

transformaciones (…) Esto replantea y amplía el mapa social y político del proyecto revolucionario,

haciendo necesario profundizar en la estructura de clases existente en la sociedad latinoamerican

asumiéndola en toda su diversidad y complejidad. No causa extrañeza que tanto el sujeto social

definido como tal en los sesenta y setenta, como el esquema clasista aplicado entonces, resulte

inaplicable hoy en un proyecto que forzosamente involucra a diversos sectores sociales”. (Harnecker y

Rauber, 1991: 57) ¿Alguien tiene el teléfono de Medardo?

Como Jurassic Park, el marco “actual” de la izquierda salvadoreña implica tratar de reproducir

el pasado en el presente. Constituye una anacronía. No solo eso, constituye una mala idea. Si estas

ideas no se impusieron en una época de ebullición social, como la América Latina de hace 50 años,

con una mayor movilización de masas, ¿por qué habrían de imponerse ahora? ¿No se han parado a

preguntarse por qué no funcionó en primer lugar? ¿Qué han hecho en estos 50 años para preparar

culturalmente a la población para un cambio de este tipo? Más bien, se han ido desconectando de las

nuevas generaciones. Pregunto yo: ¿dónde está la Juventud Comunista para la Liberación Nacional?

Porque yo tengo un montón de amigos de la Juventud Republicana Nacionalista (JRN) del partido

ARENA, así como conozco jóvenes involucrados en los tanques de pensamiento de derecha (leáse

CREO, Medio Lleno, Alianza por la Democracia, FUSADES, etc). Más aún, ¿de qué sirve tener dos

tanques de pensamiento de izquierda y de formación de “cuadros” -si quieren usar esa palabra-

tirados, como la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y la Universidad de El

Salvador, si la estructura del partido no se abre? La Escuela Superior de Economía y Negocios,

propiedad de la acaudalada familia Poma, forma ahí a sus cuadros, inculcándoles lógicas capitalistas

que perpetrarán en el futuro su dominio y hegemonía en los negocios. ¡Qué envidia! Mientras tanto,

el Frente sigue de paseo por Cuba. ¿Por qué no van a Brasil, a Chile, a Venezuela, aunque sea!

Maldita sea “la inercia ideológica que los empuja a aferrarse a los viejos criterios ordenadores,

como salvavidas en un naufragio- como dice Bosetti-, la nostalgia comunista, el hechizo del pasado. El

refuigarse en un abrigo ideológico que no les garantiza un futuro mayoritario, pero sí una estrategia de

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nicho que, con ayuda de sistemas electorales proporcionalistas y benévolos hacia las formaciones

menores, puede durar mucho tiempo en la vida política”. (Bosetti, 1996: 21-22).

Daniel y Gabriel Cohn- Bendit, citados en Wilhelm (Wilhelm, 1981: 61), me acompañan en una

diatriba que nace de mi propia frustración con lo que identifico como la falta de alternativas ante la

voracidad del sistema capitalista. El FMLN, como el Partido Comunista Francés, “representó una vez la

conciencia revolucionario del proletariado, pero desde ese entonces se ha convertido en un mero

apéndice de la burocracia soviética”. Ser de izquierda sigue siendo vigente, pero ya no es una cuestión

exclusiva de la clase obrera. Los tiempos han cambiado: ahora hay empresarios de izquierda. Habemos

estudiantes, progresistas socioeconómicos, mujeres, progresistas de politica identitaria, ecologistas,

mujeres, progresistas de las libertades civiles, religiosos, miembros de la clase media, hasta

antiautoritarios. El problema es que, en su enclaustramiento, “los partidos de izquierda no parecen

funcionar ya ni siquiera como válvula de escape del descontento. Los votos de la izquierda se van,

pues, reduciendo, sin que necesariamente aumenten las adhesiones a los partidos conservadores”.

(Bosetti, 1996: 25)

Los Cohn- Bendit nos unen a todos enarbolando el estamento: “cada uno de nosotros tiene

derecho a presentar su propio punto de vista y queda enteramente libre para actuar en cualquier

forma que crea que es la mejor en su propia fábrica. Creemos en la resistencia espontánea a todas las

formas de dominación, no en la representación a través de los sindicatos y de los partidos políticos”.

(Wilhelm, 1981: 62)

Esta resistencia tan latinoamericana es una fuerza latente que bien podría ser aglutinada bajo

la bandera de un partido más abierto, renovado y con un liderazgo conectado. Fallar en hacer eso

puede significar que, como Jurassic Park, el marco creado se destruya a sí mismo, ayudándole, otra

vez, a la lógica de derecha que tanta animadversión nos despierta, a imponerse. Greg Calvert, un

estadounidense que estudió en la Universidad de París, aporta lo siguiente: “Si no se llena el vacío

político de la sociedad capitalista avanzada con una política de Nueva Izquierda que sea sinceramente

'nueva', entonces no podemos esperar más que una continua frustración y confusión en el cuerpo

político. En el peor de los casos, podemos esperar que la 'nueva derecha' que se cierne en las alas

llenará el vacío con un resurgimiento fascista” (Wilhelm, 1981: 63-64). Insisto, ¿alguien tiene el

teléfono de Medardo?

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Una especie en peligro de extinción

“Para hablar de nuevo de la izquierda de manera comprensible y útil, ésta tiene que

desembarazarse de los escombros que han sepultado a la vieja izquierda, dejando lisiados a los

supervivientes, y qué son un obstáculo para la aparición de una nueva época, caracterizada por

nuevos personajes y tal vez con alguna idea nueva”. (Bosetti, 1996: 12-13)

Lo primero que hay que aceptar en la persecución de la nueva izquierda es el fin de la era de

las ideologías. Giovani Sartori explica: “El fin de las ideologías fue una profecía prematura de

comienzos de los años sesenta. Pero ahora la profecía está madura. El fin del comunismo es el fin de

su ideología (…) Aunque el fin de la ideología marxista no sea el fin de la ideología como categoría (o

como pseudocategoría) del espíritu, incluso así el homo ideologicus es hoy un animal extraviado, un

ánima perdida” (Sartori, 1993: 28-29).

Lakoff nos explica de manera magistral que, por encima de las ideologías, la gente va a votar,

va a creer, va a movilizarse por los valores y estereotipos culturales en que cree y no necesariamente

por lo que le convenga. Solo así se explica que, según la encuesta del IUDOP (IUDOP, 2008) en el

estrato marginal y en el estrato rural la gente se describa como más alineada a la derecha en una

escala del 1 al 10 donde 10 es la posición más de derecha: 5.21 en el primer caso y 5.71 en el postrer.

Sabemos que muchas de las políticas económicas y sociales de los gobiernos de derecha no benefician

a estos sectores excluidos. ¿Entonces, por qué no votan por la izquierda? Dice George Lakoff: “El

cerebro humano sencillamente no funciona así. Uno de los descubrimientos fundamentales de la

ciencia cognitiva es aquel según el cual la gente piensa en términos de marcos y de metáforas-

estructuras conceptuales como las que se han descrito. Los marcos están en las sinapsis de nuestro

cerebro, presentes físicamente bajo la forma de circuitos neuronales. Cuando los hechos no encajan

en los marcos, los marcos se mantienen y los hechos se ignoran” (Lakoff, 2004: 110).

¿Quieres que la gente se movilice y crea en ti? Deja de darles hechos, propuestas, planes de gobierno

y candidatos. Mejor dales algo en qué creer, porque ellos ya no creen más en ti.

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Revoluciona la revolución

En este punto, espero haber explicado lo suficientemente bien por qué la revolución necesita

una revolución. Me apoyaré ahora en el pensamiento de uno de los políticos que, a mi modo de ver

las cosas, está haciendo precisamente esto: infiltrando el sistema y explotando desde adentro. Escribe

el flamante alcalde de Nuevo Cuscatlán, Nayib Bukele:

“Con la caída del muro de Berlín, y la disolución de la URSS, las izquierdas y las derechas

volvieron en el mundo a ocupar el lugar que les corresponde. El de 2 visiones diferentes de cómo debe

de funcionar una sociedad. Entre los que creen que la empresa privada, como única vía de generación

de riqueza, hará ricos a sus dueños y después este excedente de dinero rebalsará de sus manos

cayendo sobre los desposeídos (teoría del rebalse). O los que creemos que el Estado (como

representante de toda una nación) debe evitar abusos, prácticas monopólicas, regular la explotación

de los recursos naturales y tomar una parte (hago hincapié en “una parte”) de este excedente de

dinero para invertirlo en salud, educación, infraestructura, etc. (que no se confunda “etc.” con

corrupción o fiestas con caviar).

Soy de izquierda porque me considero del segundo grupo. Los que creemos que el Estado debe

de velar por todos, y con más énfasis aun en los desprotegidos. Y no como ha funcionado hasta ahora

en nuestro país, como un garante de que las cosas sigan como están, o peor. Que el que tiene más

utilice su influencia para crear leyes a su favor, que se repartan los pocos bienes que nos quedan entre

el mismo grupo de siempre y que se paguen estas prestaciones con el sudor de un pueblo que ya no

aguanta más. Que ha sido explotado durante demasiado tiempo.

Soy de izquierda por que no considero que invertir en sacar de la pobreza a nuestra gente sea

"asistencialismo" o "despilfarro". Porque no creo que ese excedente debe de estar en manos de

privados quienes no necesitamos más, pero si debe de estar en las aulas de nuestras escuelas y las

manos de nuestros médicos. Soy de izquierda porque creo que hasta que no dejemos de aplicar

recetas fracasadas del tercer mundo sino las de los países desarrollados o al menos en vías de

desarrollo, vamos a poder progresar un poco” (Bukele, 2012).

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Puesta así, la izquierda enamora. Estamos hablando ya de una propuesta alternativa a la forma

de gobernar y hacer Estado. Llevado a la práctica, el cambio significa: “el apoyo de la acción pública

para corregir los resultados del mercado en defensa de los más débiles, la extensión y profundización

de la democracia, de las libertades, de los derechos, de la atenuación del peso de la jerarquía en la

organización económica, la actitud en favor del cambio frente a los defensores del statu quo en la

economía, en el ordenamiento de las instituciones, en la vida de la sociedad”. (Bosetti, 1996: 16-17).

Es el propósito de la nueva izquierda, siempre según Bosetti:

a) Consolidar la democracia

b) Ampliar la participación política

c) Presionar en favor de la puesta en práctica de los derechos políticos

d) Y extender los derechos sociales

Lo que hay de fondo de estas propuestas concretas que bien pueden convertirse en políticas

públicas donde haya voluntad reformista (la Santa Tecla de Oscar Ortiz, otro representante del ala

renovadora o el Nuevo Cuscatlán de Bukele, por ejemplo) son valores. Cosas en las que la gente sí

puede creer. Más aún, cosas en las que yo creo.

“El socialismo posee valores y principios propios: un compromiso con la reciprocidad y con los

modos de vida solidarios, y en particular con la idea de que las energías, los talentos, las capacidades

de los privilegiados deben ponerse al servicio de los pobres, los i ndefensos, los incapaces y

desorganizados, pero también los incapaces y los excluidos”. (Bosetti, 1996: 54)

“Ser de izquierda significa sentirse ligados a todos aquellos que luchan por la propia liberación,

que no aceptan sin más la determinación desde arriba de metas y objetivos y luchan, juntos o solos,

por la eliminación de todas las formas de dominio y por el derrocamiento de todo aparato de poder”.

André Gorz. (Bosetti, 1996: 109)

Nayib Bukele habla de “estar del lado correcto de la historia”:En el pasado, cuando había

esclavitud, hablar de abolirla era ser “de izquierda” (imagino lo incomodo que era para los dueños de

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gran cantidad de esclavos hablar de eso). Cuando se propuso el voto de la mujer, apoyarlo era ser “de

izquierda”. En los 60’s, abogar por los derechos civiles era ser “de izquierda”.

Ahora el mundo debate nuevos temas, económicos y sociales. Nuestra generación, queramos o

no, será la gestora del mundo nuevo que vendrá. Y los cambios “hacia la izquierda” se volverán a dar,

al igual que la abolición de la esclavitud y el voto de la mujer. En lo personal, cuando esté viejo, si

algún día llego ahí, quiero mirar para atrás y saber que estuve del lado correcto de la historia” (Bukele,

2012).

No basta con rezar... pero tampoco caería mal

Quiero terminar dando un ejemplo de cómo esta nueva izquierda puede convertirse en un gran

contenedor aglutinante de las diversas fuerzas de resistencia que ya hemos enumerado. En particular

lo daré con una causa a la que estoy afiliado: el cristianismo.

Hablar de revolución en Latinoamérica es impensable sin pensar en la Iglesia Católica. El aporte

de la Teología de la Liberación, las comunidades eclesiales de base, el pensamiento de la cruz y el fusil

y el surgimiento de figuras tan importantes como Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría y el mismo Óscar

Arnulfo Romero fue incalculable para el levantamiento insurgente de los 80's en El Salvador. Ahora, sin

desmerecer el devenir histórico de estos actores, yo coincido con el pastor Ulises Oyarzún en que la

Iglesia sí debe meterse en la resolución de conflictos de carácter vinculante, pero no para politizar la

Fe -como paso en aquel entonces- sino para evangelizar la política. Esta es la misión primordial de la

Iglesia después de todo.

Hijo de Dios es la etiqueta más definitiva de mi vida. Como tal, siempre me he sentido

identificado con las políticas económicas y sociales de izquierda más que de derecha. “Izquierda es

hacer el bien a los demás, derecha el bien para sí”, afirma Giovani Sartori, lo cual está en completa

consonancia con mis creencias bíblicas. Pero como cristiano evangélico, siempre me he sentido

excluido de los partidos de izquierda en mi país por su marxismo- leninismo ateo. Estoy de acuerdo

con muchas de sus posturas, pero su insensibilidad con un tema tan esencial de mi self y valores

personales como es mi creencia en Dios me imposibilita darles un apoyo que me siento tentado a

darles. Lo que necesitan hacer es una apertura del espectro político que aglutine a diversos grupos

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que se identifican con la resistencia y el espíritu revolucionario, pero son detenidos por los apestosos

cadáveres de los mastodontes ideológicos que mantienen.

Por otro lado, siempre me ha molestado el pensamiento de derecha que afirma que como

cristiano debo apoyar las políticas capitalistas. Esto está vinculado al pensamiento de Calvino y de

Weber sobre la ética profesional y el llamado “espíritu del capitalismo”. Pero, como afirma Augusto

Hortal (Hortal, 2002), nada hay más lejos de Lutero. Según mi forma de entender el cristianismo, éste

encierra en sí mismo un componente muy fundamental de revolución. Desde el “no se conformen a

este siglo” del apóstol Pablo, pasando por el Jesús histórico que volcó las mesas y sillas del templo,

que se peleó con todas las autoridades religiosas de su tiempo -por una causa más profunda que la

política, valga aclarar- pero que aprobó la legitimidad de las civitas con aquel dicho archifamoso de

“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, hasta llegar a otros grandes

revolucionarios como Martín Lutero en tiempos de la Reforma Protestante desde Alemania, o Martin

Luther King en la época de la segregación racial estadounidense, inspirados estos dos últimos en los

escritos de San Agustín. Todos estos personajes son profundamente cristianos, pero también

profundamente subversivos, tildados de herejes y próscritos. ¿Eso no es revolución?

El pensador cristiano contemporáneo Lucas Leys (Leys, 2012) escribe lo siguiente: “ Junior

Zapata escribía el otro día en su twitter que la mitad de la población humana en condición de suma

pobreza está conformada por jóvenes, adolescentes y niños. ¿Puede la iglesia hacer algo al respecto?

En muchos países de América Latina como por ejemplo mi Argentina va creciendo la tasa de

analfabetismo y la tasa de desempleo de los jóvenes en sus 20 años es más alta que nunca en la

historia. ¿Puede la iglesia hacer algo? En Chile hoy hay una crisis educativa como nunca antes en la

historia, y en México el narcotráfico emplea a más adolescentes que ninguna multinacional. ¿Puede la

iglesia hacer algo? ” ¿No son todas estas propuestas: planes sociales de reducción de la pobreza,

mejoramiento en la educación pública, creación de oportunidades de empleos con asocios público-

privados, colaboraciones con la empresa privada, inversión en la seguridad, desarrollo de programas

de valores, políticas públicas netamente asociadas a una mentalidad izquierdista? De la nueva

izquierda, sí.

“Luchar por justicia social es el resultado de abrazar el evangelio de Cristo como un estilo de vida”,

afirma el pastor argentino Lucas Leys. Ahora, vayan a decirle eso a un conjunto de jóvenes cristianos,

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preséntenles una alternativa coherente con ese pensamiento, junto con un candidato representativo y

un plan de gobierno estructurado de manera medianamente lógica y me cuentan los resultados.

¿Funcionaría? ¡No sé! Porque nunca se ha hecho, pero podría apostar a que sí.

Lo que la izquierda necesita es organizar una nueva correlación de fuerzas. Yo no pido que

acordemos en todo. Pero pido que pensemos. Organicemos un debate en la campaña entre grupos

feministas y grupos de representación cristiana y discutamos el aborto con el candidato. ¿Cuál es el

miedo a pensar? Hablemos de ecología, de derechos humanos fundamentales, de quitarle el IVA a las

medicinas. Sentémonos con grandes empresarios y cuestionemos su responsabilidad social

empresarial más allá de liberar tortugas o regalarle pelotas a un equipo de fútbol rural. Saquemos al

ruedo las palabritas mágicas: “redistribución de la riqueza”, pero no con una mentalidad robin-

hoodesca, anticuada, ingenua y francamente, tonta. Hablemos de que el rico subsidie al pobre, y que

ya deje de ser al revés. Yo lo que pido es que pensemos con apertura, con conciencia social, con

valentía, con resolución y, sí, con revolución. Una revolución en la que puedas creer. Ya en serio,

¿alguien tiene el teléfono de Medardo?

Conclusiones

1. El tiempo de las ideologías ha fenecido. La gente ya no vota por banderas, partidos ni

proyectos políticos, porque el cerebro humano no está diseñado para poder mantener esa

estructura de decisión. Vota por valores y metáforas, ergo, las propuestas deben ir elaboradas

en ese lenguaje.

2. La izquierda erra en formular un discurso considerándose “el otro”. Debe establecerse en sí

misma y dispone de un marco suficientemente vasto de intelectuales y pensadores a los que

debe apoyar con sentido estratégico para fortalecer sus valores en la sociedad.

3. La izquierda necesita organizar una nueva correlación de fuerzas que aglomeren a todas las

fuerzas que se resisten al status quo. Esto le puede aportar una nueva vitalidad a sus proyectos

políticos, además de encontrar votos que por lo demás están perdidos, y a encontrar apoyos

que otorguen legitimidad a sus propuestas gubernamentales y públicas. Estos apoyos son un

conjunto abigarrado que puede unirse, aunque ya no bajo una bandera, si bajo una causa lo

suficientemente amplia y extensiva para continuar captando adeptos, seduciendo indecisos y

enamorando a los revolucionarios, no solo a los ideologistas de voto duro, sino a un nuevo

movimiento social que sea ejemplo del poder del enmarcado.

Page 15: Una revolución en la que puedes creer

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