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TESTIMONIOS DE SANTA CRUZ POR: JOSUE CRUZ HUARANGA Y ESPOSA: GENOVEVA ONOC DURAN
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EL GUARDA NUESTRA VIDA
Santa Cruz es un pueblo rodeado de grandes y hermosas
montañas. En el distrito misionero teníamos 68 iglesias y
congregaciones a nuestro cargo. Cuando fuimos cambiados para
trabajar en este lugar, Mi esposo y yo decidimos ir a visitar a
todas las iglesias sin dejar ninguna de ellas. Esto nos costaría
muchos días libres pero aun así, asumimos el reto.
Muchas veces salíamos de casa y regresábamos después de 2 semanas de haber estado en diferentes
lugares. Nunca olvidaré los rostros de esos hermanos con sus gestos de agradecimiento y de felicidad al ser
visitados.
Era un viernes en la noche y nosotros habíamos acabado de visitar una de las iglesias que quedaba a 8 horas
de viaje de Santa Cruz (4 horas en carro y después 4 horas en caballo porque el camino era pegado a profundos
abismos y es imposible el ingreso de carros). La iglesia se llama El Palmo. Esta era una de las últimas iglesias que
nos faltaba visitar. El viernes salimos muy de madrugada y cuando llegamos fuimos bien recibidos por la iglesia. Al
finalizar el programa de noche, los hermanos querían que nos quedásemos con ellos. Pero al día siguiente teníamos
una concentración en otra iglesia que quedaba a 4 horas de ese lugar. Por ello, Esa misma noche decidimos ir a la
próxima iglesia por razones de ganar al tiempo y para poder descansar tranquilos. El hermano que nos llevaba había
alistado 3 caballos que nos llevarían: 1 para cada uno.
Nuestro viaje comenzó siendo las 9:00 de la noche. Avanzamos con los caballos en medio de la jungla de la
sierra mesclada con una intensa oscuridad que no dejaba casi nada. Parecía que en algún momento algo podría pasar.
Fue entonces cuando el caballo donde yo iba se asustó con algo que pisó y a la vez hizo corcoveos. Yo que estaba
lleno de miedo me aferré al estribo y vi que el caballo se tropezó y comenzó a caer al abismo. En ese momento cerré
los ojos y me encomendé al Señor. Mientras caía para el abismo me cogí de una rama. Fue allí que sentí una mano
que se extendió hacia mí. Me jaló con fuerza y me saco del mismo abismo. Era tan oscura la noche y el miedo tan
grande que no me puse a pensar en lo sucedido.
En esos momentos se apareció el hermano quien preocupado alumbro con la linterna. El caballo había caído
al abismo pero comenzó a salir sorpresivamente poco a poco. El hermano me ayudo a subir nuevamente en el
caballo para continuar nuestro viaje. El hermano nos contaba asombrado que en una situación así, cuando un caballo
cae al abismo, es difícil su regreso al camino y aún más cuando es de noche.
Ahora al recordar ese incidente me sigo preguntando como fue que un brazo me cogió y me ayudo a salir
de esa situación en segundos mientras que yo caía al abismo. Si hubiese sido el hermano ¿Cómo habría bajado de su
caballo, ir por el abismo y sobre todo ayudarme a salir de un lugar que era muy vertical? Y ahora puedo decir con
gran alegría y llena de emoción: fue el Ángel del Señor quien vino en nuestra ayuda. Solo cuando vaya al cielo
podré conocer a ese ser celestial que me cuido en esos momentos.
El Señor te guardará de todo mal, él guarda tu vida (Salmo 121:7-8). Nunca dejemos de confiar en él.
El cuida de aquellos que lo aman y que quieren hacer su voluntad. El guarda nuestra vida.
El Palmo – El lugar más alto de Santa Cruz. Al fondo: grandes abismos cubiertos por la neblina de la mañana
FIEL ES EL SEÑOR
Después de haber visitado las iglesias que quedaban cerca de la ciudad y sobre todo
las que quedaban en climas muy templados, ahora nos tocaba visitar las iglesias que
estaban ubicados en los partes más frías de Santa Cruz. En esos lugares teníamos
alrededor de 16 iglesias. Mi esposo y yo habíamos decidido ir 2 semanas por esos
lugares. Fue así que alistamos las mochilas con lo necesario.
Era tiempo de lluvia. Las alturas de santa cruz tienen algo peculiar. Los suelos de esos lugares son muy arcillosos.
Durante los meses que llueve ningún carro sube. La mayoría de la población camina o algunos llevan los caballos
hasta donde es posible.
Era martes de noche y había llovido toda la tarde. Mientras que culminábamos el programa en la iglesia
donde estábamos, llegaron los hermanos de la otra iglesia que nos tocaba visitar al día siguiente. Su emoción por
querer que ya estemos con ellos en su iglesia había hecho que vengan ese mismo día a llevarnos con 2 caballos más.
Los vimos emocionados mientras que nos saludaban con las manos totalmente mojadas por la lluvia. Ellos querían
llevarnos en esa hora para su iglesia que estaba a 3 horas y media de donde estábamos. Estuvimos de acuerdo ir para
valorar el esfuerzo que habían hecho los hermanos.
Así que salimos esa misma noche. Mientras avanzábamos pensábamos que la lluvia se iba detener. Sin
embargo la lluvia comenzó a aumentar al punto que comenzaron a correr como pequeños ríos entre las quebradas.
Ya habíamos avanzado regular como para volverse. Hubo una cima que teníamos que llegar pero para ello teníamos
que subir por en medio de un camino de herradura (se le llama así a los caminos que el hombre mismo los hace) que
estaba lleno de barro arcilloso. El hermano que iba en mí delante trataba de mantenerse en pie mientras que el
caballo patinaba de vez en cuando mientras trataba de avanzar. Era noche y lo poco que podíamos ver era por las
luces de las linternas de los hermanos. Llegamos a cierto lugar donde había un riachuelo de 2 metros de ancho que
dividía el camino. El hermano me dijo: sujétese bien hermana. El caballo donde iba logro pasar con dificultad. Sin
embargo, el caballo donde iba montado mi esposo dio un salto muy alto que cuando piso el suelo se resbaló y cayó
de costado con violencia. Mi esposo que no sabía sujetarse bien del caballo, Salió volando por los aires en medio de
la oscuridad. No pudimos ver como cayo en el suelo. Baje desesperada del caballo como pude. Alumbre con la
linterna y vi a mi esposo que había caído al suelo de espalda embarrándose casi toda la ropa. Alumbre alrededor de
mi esposo y note que donde había caído la cabeza se encontraba a 2 centímetros de una piedra grande, filuda y
puntiaguda. Me di cuenta que a pesar del accidente, Dios había protegido a mi esposo para que no le pasase algo
peor.
Yo me pongo a pensar: ¿Dónde podríamos ir si hubiera pasado algo peor como la rotura de la cabeza o del
brazo o de un corte muy filudo a la piel que conllevaría un desangro? En esos lugares que se encuentras a horas de
un puesto de salud. En esos lugares donde el pueblo más cercano se encontraba a 4 horas en caballo. En esos lugares
es donde el único quien te protege y puede mostrarte su amor es el Ser divino que entregó su vida por nosotros en la
Cruz del calvario. La promesa de Dios es cuidarnos en las adversidades. No evitarnos las adversidades.
“Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal” (2 Tés. 3:3) Yo creo en ese Dios que aun en
lo difícil y oscuro del camino, él nos muestra su rayos de luz y de amor con la vida que nos da. Y siempre nos
guardará del mal. Porque él es fiel con los que son fieles a él.