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009.- El llamado de Yahweh a la reforma
“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea diciendo:
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Mt. 3:1,2
Juan el Bautista durante su vida en el desierto aprendió de Dios. Estudiaba las revelaciones
de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del Espíritu divino, estudiaba los rollos de los
profetas. De día y de noche estudiaba a Yahshua; él era su meditación; hasta que su mente,
su corazón y su alma estaban llenos de la gloriosa visión.
Contemplaba al Rey en su hermosura y perdía de vista al yo. Consideraba la majestad de la
santidad y reconocía su incapacidad e indignidad. Debía anunciar el mensaje de Dios.
Debía permanecer de pie con el poder y la justicia de Dios. Estaba listo para salir como
mensajero del Cielo, impávido frente a los hombres, porque había contemplado al Divino.
Podía comparecer sin temor frente a los monarcas terrenales, porque se había inclinado
tembloroso ante el Rey de reyes.
Juan proclamó su mensaje sin recurrir a argumentos complicados ni teorías alambicadas.
Sorprendente y enérgica, pero llena de esperanza, su voz se oyó en el desierto diciendo:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” Mt. 3:2. Conmovió a la gente
con un poder nuevo y extraño. Toda la nación fue sacudida. Multitudes acudían al
desierto... Y todos, aun los fariseos y los saduceos, los fríos e indiferentes burladores, se
retiraban con su burla acallada y el corazón herido por el sentimiento de sus pecados...
En esta época, precisamente antes de la segunda venida de Yahshua en las nubes del cielo,
debe hacerse una obra como la de Juan. Yahweh llama a hombres para que preparen a un
pueblo que permanezca de pie en el gran día del Señor... Como pueblo que cree en la pronta
venida del Salvador, tenemos un mensaje que dar: “Prepárate para venir al encuentro de
tu Dios” Amós 4:12 Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. Reprendió a
reyes por su iniquidad. Aunque su vida corría peligro, no vaciló en declarar la palabra de
Dios. Con la misma fidelidad debemos hacer ahora nuestra obra. A fin de dar un mensaje
como el de Juan, debemos tener una experiencia espiritual semejante a la suya. Debe
hacerse en nosotros la misma obra. Debemos contemplar a Dios y al contemplarlo, perder
de vista al yo”. Mar 114
Juan tenía por naturaleza las faltas y debilidades comunes a los seres humanos; pero el
toque del amor divino lo había transformado... Al contemplar por fe al Redentor, Juan se
había elevado a la altura de la abnegación. No trataba de atraer a sí mismo a los hombres,
sino que trataba de elevar sus pensamientos cada vez más alto, hasta que reposaran en el
Cordero de Dios... Los que sean fieles a su vocación de mensajeros de Dios no buscarán
honra para sí mismos... Reconocerán que su obra consiste en proclamar como lo hizo Juan
el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Exaltarán a
Yahshua, y con él la humanidad será exaltada...
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El alma del profeta, despojada del yo, se llenó de la luz del Ser divino... Dio testimonio
acerca de la gloria del Salvador. En esta gloria de Yahshua todos sus seguidores han de
participar... Podemos recibir la luz del cielo sólo en la medida en que estemos dispuestos a
despojarnos del yo. Podemos percibir el carácter de Yahweh y aceptar a Yahshua por fe
sólo si estamos dispuestos a someter todo pensamiento a la obediencia a EL. A todos los
que lo hacen, se les da el Espíritu Santo sin medida. En Yahshua “habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él” Id. 115
Juan el Bautista salió con el espíritu y el poder de Elías, para preparar el camino del Señor
y para hacer volver el pueblo a la sabiduría de los justos. El fue un representante de los que
viven en estos últimos días, a quienes Dios ha confiado verdades sagradas para presentar
delante del pueblo con el propósito de preparar el camino para la segunda aparición del
Salvador ... Los que deben preparar el camino para la segunda venida de Yahshua están
representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías a fin de preparar el
camino para su primera venida. El gran tema de la reforma debe ser puesto sobre el tapete,
y la mente del público debe ser sacudida. La temperancia en todas las cosas debe estar
relacionada con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería y su
extravagancia en el vestir y en otras cosas.
Debe presentarse a la gente la abnegación, la humildad y la temperancia que se requiere de
los justos, a quienes Dios guía y bendice especialmente, en contraste con los hábitos
extravagantes y destructores de la salud de los que viven en esta época tan degenerada.
Dios ha mostrado que la reforma sanitaria está tan íntimamente relacionada con el mensaje
del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. No puede encontrarse en ninguna otra
cosa una causa tan grande de degeneración física y moral como en el descuido de este
importante asunto. Son culpables ante Dios los que satisfacen sus apetitos y pasiones, y
cierran los ojos a la luz por temor de percibir complacencias pecaminosas que no están
dispuestos a abandonar...
La Providencia ha estado dirigiendo al pueblo de Dios para que se aparte de las
costumbres extravagantes del mundo, de la satisfacción de los apetitos y pasiones, a
fin de ocupar su lugar en la plataforma de la abnegación y la temperancia en todas las
cosas. El pueblo que Dios guía debe ser peculiar. No debe ser semejante al mundo.
Pero si sigue la dirección de Dios, cumplirá sus propósitos y someterá su voluntad a la
voluntad de Dios. Yahshua morará en el corazón. El templo de Dios será santo.
Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es templo del Espíritu Santo. Mar 114-116
Ernesto Farga Gadea