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Lección 12

12 oracion sanidad restauracion

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Lección 12

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros,y orad unos por otros,

para que seáis sanados. La oración

eficaz del justo puede mucho”

Santiago 5:16

Texto clave:

INTRODUCCION

LO MILAGROSO Y MÁGICO FASCINA A LA GENTE. A menudo es atraída a espectáculos o asuntos curiosos, y nada más. Así que, cuando a Jesús le pidieron que hiciera un milagro como entretenimiento (Luc. 23:8, 9), o como señal de ser el Mesías (Mat. 12:38-41) o aun para satisfacer una necesidad propia (Mat. 4:2-4), él se rehusó. El Espíritu, por medio del cual Jesús enseñaba con autoridad y efectuaba curaciones milagrosas, no es sencillamente un poder para usar; nosotros debemos ser instrumentos en sus manos. Dios sanaría a todos los enfermos, pero está más interesado en una curación más sustancial y duradera.

En este contexto, consideramos algunas preguntas vitales: ¿Cómo entendemos las palabras de Santiago acerca de sanar a los enfermos? ¿Hay una relación entre la curación y el perdón en respuesta a la oración? Se presenta a Elías como un importante modelo de oración en una época de apostasía generalizada. ¿Qué podemos aprender de su vida de oración, y de su obra de llamar a Israel a volver a Dios y a la adoración verdadera?

«¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas» (Santiago 5:13)

Las personas cambiamos muy fácilmente de estado de ánimo. Santiago quiere que, sea cual sea nuestro estado de ánimo, sintamos siempre la presencia divina con nosotros.

¿Estamos afligidos? Hablemos con Dios a través de la oración. ¿Estamos alegres? Hablemos con Dios a través del canto.

¿Y, además de esto, cuántas veces se ha convertido nuestra tristeza en gozo y alegría cuando hemos comenzando a cantar un himno?

La palabra “aflicción” en Santiago 5:13 viene de la misma raíz que se usó para referirse al sufrimiento de los profetas (Sant. 5:10) y se refiere tanto al sufrimiento físico como al mental: “primero y principalmente, el peligro y el trajín de la guerra” (Ceslas Spicq, Theological Lexicon, 2:239), pero también al trabajo manual agotador y al esfuerzo costoso.Se usa en 2 Timoteo 2:9 y 4:5 para describir “la ardua labor apostólica que no se detiene ante las dificultades” (ibíd., 2:240). Nos volvemos a Dios cuando vienen las aflicciones. La oración es esencial al afrontar dificultades, pero el cantar y tocar música sagrada (la palabra psalléto puede significar ambas cosas) es también útil.

“Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración” (Ed 168). ¿Cuántos de nosotros hemos estado deprimidos hasta que recordamos las palabras de un himno que nos elevó? Hay mucha gente que sufre o necesita ánimo, y se alegraría con una visita llena de oración y canto.“Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom. 12:15). El libro de los Salmos es un tesoro de oraciones y cantos que pueden inspirar y animar cuando no sabemos a dónde volvernos por ayuda.

Todos sabemos cómo el sufrimiento nos acerca al Señor y nos induce a la oración.

Pero ¿cuáles son los peligros espirituales que vienen cuando las cosas son favorables para nosotros? ¿Por qué en esas ocasiones es tan importante la

alabanza? ¿Qué no debemos olvidar nunca?

REFLEXIÓN

«¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados» (Santiago 5:14-15)

Los ancianos, siguiendo el ejemplo de los apóstoles comisionados por Jesús, ungen al enfermo y oran por él.

«Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban» (Marcos 6:13)

El caso presentado por Santiago parece ser el de un creyente al que le ha sobrevenido una enfermedad (grave) cuya curación desea poner en manos divinas.

«¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados» (Santiago 5:14-15)

Observa el doble sentido que parece tener aquí la expresión «el Señor lo levantará».

En última instancia, es Dios el que sana al enfermo (lo «levanta» de su lecho), o permite que éste vaya al descanso, esperando ser «levantado» el día de la resurrección.

Por último, la oración por sanidad debe ir siempre acompañada del deseo de vivir en armonía con las leyes divinas. Por tanto, debe haber sincero arrepentimiento, que irá siempre acompañado del perdón de los pecados.

El pedido de intervención divina y el llamado a los ancianos de la iglesia sugieren que la enfermedad limita los movimientos de la persona y tal vez es demasiado urgente para esperar que se realice en una reunión regular de la iglesia. Se usan aquí dos palabras griegas diferentes para el enfermo: la primera (asthenéo, en el versículo 14) también se usa para hablar de Dorcas, quien “enfermó y murió” (Hech. 9:37); la segunda (kámno, en el versículo 15) se refiere en general a un paciente, pero también para quienes están muriendo, y en este contexto parece significar alguien que está agotado o muriendo.

Puede ocurrir una curación milagrosa en respuesta a “la oración de fe”, que implica sumisión a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14), sea que incluya la curación o no. Sin embargo, las referencias a “salvará” y “levantará” al enfermo (comparar con “salvará de muerte” en Sant. 5:20) apuntan a la resurrección como representando la única curación completa, “cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad” (1 Cor. 15:54).

Muchos de nosotros hemos conocido servicios de ungimiento, o hemos participado en ellos, en los cuales

el enfermo no se sanó, sino que murió. ¿Por qué la esperanza de la resurrección,

implicada en estos textos, es nuestra única certeza?

REFLEXIÓN

«Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros,

para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho»

(Santiago 5:16)

Una vez que se ha ocupado de la sanidad del cuerpo, Santiago nos habla de la sanidad del alma.

La confesión mutua de las ofensas y la oración intercesora de unos por otros dará sanidad al alma, que repercutirá también en la sanidad física.

El justo, cuya oración es eficaz, no es justo porque sea perfecto. Es justo porque ha perdido perdón por sus pecados, ha confesado sus ofensas, y ora por sus hermanos. Su oración es eficaz.

«Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto»

(Santiago 5:17-18)

Para reafirmar la importancia de la oración en la sanidad, Santiago nos presenta el ejemplo de un «justo» que ascendió al cielo en un carro de fuego.

Dios escuchó la oración de un hombre como nosotros para realizar prodigios maravillosos. Este es el ejemplo de oración que tiene poder para sanar.

Según Malaquías 4:5-6, Elías representa también al precursor del Mesías (tanto en su primera como en su segunda venida).

Como pueblo de Dios, estamos llamados a una obra de reavivamiento y reforma para preparar al mundo para la Venidadel Salvador.

«Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (Santiago 5:19-20)

El final de la epístola de Santiago está especialmente escrito para los Elías del último tiempo.

«He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición» (Malaquías 4:5-6)

Éste es un llamado a restaurar las relaciones rotas y a conducir a la gente de regreso a Dios.

«Cristo es el mismo médico compasivo que cuando

desempeñaba su ministerio terrenal. En él hay

bálsamo curativo para toda enfermedad, poder

restaurador para toda dolencia. Sus discípulos de

hoy deben rogar por los enfermos con tanto empeño

como los discípulos de antaño. Y se realizarán

curaciones, pues “la oración de fe salvará al

enfermo.” Tenemos el poder del Espíritu Santo y la

tranquila seguridad de la fe para aferrarnos a las

promesas de Dios. La promesa del Señor: “Sobre los

enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos

16:18), es tan digna de crédito hoy como en tiempos

de los apóstoles, pues denota el privilegio de los hijos

de Dios, y nuestra fe debe apoyarse en todo lo que

ella envuelve. Los siervos de Cristo son canales de su

virtud, y por medio de ellos quiere ejercitar su poder

sanador. Tarea nuestra es llevar a Dios en brazos de

la fe a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a

creer en el gran Médico»

E.G.W. (El ministerio de curación, pg. 171)

SANTIAGO, EL HERMANO DEL SEÑOR

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