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De Santos Y Muertos

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Page 1: De Santos Y Muertos

De santos y muertos: no confundir

El catedrático de Historia de la Universidad de Alcalá, Javier Paredes, escribió “Santos de

Pantalón Corto”, una delicia de libro, acerca de los niños santos, con una idea muy clara

en la cabeza: sin los santos niños no podríamos celebrar sino el día de “casi todos los

santos”.

No es broma o, al menos, se trata de una broma muy seria. Durante tiempo, el derecho

canónico exigía 10 años de virtudes heroicas para ser proclamado santo, algo que excluía a los

chavales. Se modificó, cómo no, con Juan Pablo II y así pudieron ascender a los altares, por

ejemplo, los videntes –yo preferiría llamarles oyentes- de Fátima, Jacinto y Francisca, y la

chilena Laura Vicuña –aún beata-.

La fiesta del 1 de noviembre viene a demostrar algo tan sencillo como olvidado: cristiano

no es el que cree en Dios sino el que ama a Cristo; cristiano no es el bueno, sino el santo.

Lo que quiere decir que a lo mejor estamos perdiendo demasiado tiempo en demostrar la

existencia de Dios, de la ley natural y de la moral objetiva, tiempo que robamos a la

caridad. A fin de cuentas, a Dios no se le demuestra, se le muestra. A lo mejor es por esto

por lo que un pontífice intelectual como Benedicto XVI se ha desprovisto de sus vestes

profesorales para repetir eso mismo, que “Dios es amor”, el mismo Papa que ha zanjado

la discusión sobre el origen de la vida con su “Dios ama al embrión”.

Y el día 2 de noviembre, lunes, pasamos de los santos a los muertos. Dejando a un lado la

peligrosa horterada del Halloween, el miedo actual a la muerte resulta muy peligroso para la

vida. En otras palabras por el miedo a morir perdemos la libertad y, con ella, la vida. Con el

miedo a la muerte, el único valor que prima es el de la seguridad a toda costa y los nuevos

tiranos utilizan el abalorio de nuestra seguridad para robarnos la joya de la libertad. Nos dicen

qué debemos comer, qué debemos evitar, lo que debemos hacer, con quién y cómo debemos

tratar, la terminología a utilizar, cómo educar a nuestros hijos, nos indican nuestra dieta, nos

roban nuestras propiedades y hasta nos obligan a movernos según las reglas de la seguridad

vial que ellos marcan. El poder sabe que aceptaremos cualquier tiranía con tal de que nos

alargue la vida una hora y aunque ese alargamiento, desde luego falso, convierta toda nuestra

vida en mera e insufrible supervivencia. Mucho hablar de calidad de vida y el miedo a la muerte

hace que reduzcamos esa calidad a mínimos a favor de una prometida cantidad que, encima, es

una estafa.

Precisamente, la tontuna anglosajona de Halloween no es otra cosa que una forma inútil, y cursi,

de conjurar a la muerte intentando, no ridiculizando a la muerte sino ridiculizando el pavor que

nos produce. Pero la muerte no se deja ridiculizar porque es tenazmente real e insoslayable.

La receta de la Iglesia ante el temor al más allá es sencilla: confianza en Dios y en lo que

nos tiene preparado, pues ni ojo vio, in oído oyó… Pero la palabra clave es esa:

Confianza, que no deja de ser el medio más eficaz de conocimiento.

Eulogio López

[email protected]

http://www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=132150

Madrugadores de Buenos Aires