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Enseñanzas del Papa Francisco No. 199
El 13 de septiembre dijo en su homilía: a menudo he observado cómo “las personas se cruzan
en la calle, pero no se encuentran”. Cada uno “piensa en sí, ve
pero no observa, siente pero no escucha”.
“Estamos habituados a una cultura de la indiferencia y debemos trabajar y pedir la gracia de hacer una
cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia
dignidad de hijo de Dios, la dignidad del viviente”.
“estamos habituados a esta indiferencia, cuando vemos las calamidades de este mundo o las
pequeñas cosas: ‘Pecado, pobre gente, cuánto sufren’, y seguir como si nada”.
Es importante “mirar” y no solo “ver”: “Si yo no me detengo, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no
puedo tener un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro”.
El mensaje de hoy “es el encuentro de Jesús con su pueblo” y que “todos estamos necesitados de la Palabra de Jesús”.
“En la mesa del comedor, en la familia, cuántas veces se come,
se ve la TV o se escriben mensajes en el celular. Cada uno es indiferente a ese encuentro.
Tampoco en el núcleo de la sociedad, que es la familia, hay encuentro”.
“Que esto nos ayude a trabajar por esta cultura del
encuentro, así sencillamente como lo ha hecho Jesús". "No solo ver:
mirar. No solo sentir: escuchar.
No solo cruzarse por la calle con alguien: pararse.
No solo decir ‘pecado, pobre gente', sino compadecer al
otro. Y después acercarse, tocar y
decir en el lenguaje que a cada uno le venga
en ese momento, el lenguaje del corazón: ‘No llores’, y dar al menos una gota
de vida”.
“El encuentro es otra cosa, es eso que el Evangelio hoy nos anuncia:
un encuentro, un encuentro entre un hombre y una mujer,
entre un hijo único vivo y un hijo único muerto; entre una muchedumbre feliz, porque había encontrado a
Jesús y lo seguía, y un grupo de gente, lloraba, acompañaba a aquella mujer,
que salía de una puerta de la ciudad; encuentro entre esa puerta para salir y la puerta de
entrada. Un encuentro que nos hace reflexionar sobre el modo de
encontrarnos nosotros”.
“Siempre se ve “la fecundidad de un encuentro”. “Cada encuentro es fecundo. Cada encuentro restituye las
personas y las cosas a su lugar”.
El 14 de septiembre en recuerdo del P. Jacques Hamel, el sacerdote francés asesinado por dos jóvenes yihadistas
mientras celebrara Misa, dijo en su homilía: El sacerdote “forma parte de esta cadena de mártires”. “Los cristianos que hoy sufren por no renegar de Jesús
hacen ver la crueldad de esta persecución. Y esta crueldad que pide la apostasía
–digamos la palabra– es satánica”.
“¡Qué bueno sería que todas las confesiones religiosas dijeran:
‘Matar en nombre de Dios es satánico’!”.
“En la cruz de Jesucristo –hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Cruz– entendemos plenamente el misterio de Cristo, este
misterio de aniquilación, de cercanía a nosotros”. “Este es un misterio que se hace martirio para la salvación de los hombres. Jesucristo, el primer mártir, el primero que
da la vida por nosotros”.
“De este misterio de Cristo comienza toda la historia del martirio cristiano, desde los primeros siglos a nuestros días. Los primeros cristianos han hecho confesión de
Jesucristo pagando con su vida. A los primeros cristianos era propuesta la apostasía, es decir, ‘Digan que nuestro
Dios es el verdadero, no el vuestro. Hagan un sacrificio a nuestro dios o a
nuestros dioses’, y cuando no hacían esto, cuando rechazaban la apostasía
eran asesinados”.
“Esta historia se repite hasta hoy, y hoy en la Iglesia hay más mártires cristianos que en los primeros tiempos.
Hoy hay cristianos que son asesinados, torturados, encarcelados, degollados porque no reniegan de
Jesucristo”.
El P. Jacques Hamel “fue degollado en la cruz, exactamente mientras celebraba el sacrificio de la cruz
de Cristo. “Este hombre bueno, manso, de hermandad,
que siempre buscaba la paz, fue asesinado como si fuese un criminal.
Este es el hijo satánico de la persecución. Pero hay algo, en este hombre
que ha aceptado su martirio ahí, con el martirio de Cristo, en el altar,
hay algo que me hace pensar mucho: en medio del momento difícil
que estaba viviendo, en medio de esta tragedia que él veía venir,
un hombre manso, un hombre bueno, un hombre que hacía hermandad,
que quería la paz, no ha perdido la lucidez de acusar y decir claramente
el nombre del asesino, y ha dicho claramente: ‘¡Apártate satanás!’”.
“Y que este ejemplo de coraje, pero también el martirio de su propia vida,
de vaciarse de sí mismo para ayudar a los otros, de hacer hermandad entre los hombres,
nos ayude a nosotros a avanzar sin miedo.
Que él desde el cielo –porque tenemos que rezarle, ¡es un mártir!,
y los mártires son beatos, tenemos que rezarle– nos de mansedumbre,
la hermandad, la paz y también el coraje de decir la verdad:
matar en nombre de Dios es satánico”.
El 15 de septiembre dijo en ocasión de la memoria de
Nuestra Señora de los Dolores:
la Virgen María nos cuida porque es madre de todos los
cristianos y bajo su manto
“no puede entrar el diablo”.
Los místicos rusos de los primeros siglos aconsejaban buscar refugio
en el manto de Santa María, pues
“es madre y defiende como una madre”.
“Luego el Occidente tomó este consejo
e hizo la primera antífona mariana ‘Sub tuum praesidium’ (Bajo tu amparo), ‘Bajo tu manto, bajo tu
amparo, oh Madre, estamos seguros’”.
“nosotros los cristianos tenemos una Madre, la misma de Jesús.
Tenemos un Padre, el mismo de Jesús. ¡No somos huérfanos!”.
La Virgen María, al pie de la cruz de Jesús,
“nos da a luz en ese momento
con tanto dolor. Es un verdadero martirio”.
“Con el corazón atravesado”, Santa María “acepta darnos a
luz a todos nosotros en ese
momento de dolor. Y, desde ese
momento, Ella se vuelve nuestra Madre,
desde ese momento Ella es nuestra Madre, aquella
que nos cuida y no se avergüenza de
nosotros: nos defiende”.
...Mientras María se encontraba al pie de la cruz escuchaba cosas
como “¡esa es la madre de este
delincuente! ¡Esa es la madre de este
subversivo!”.
“Y María oía estas cosas. Sufría humillaciones terribles.
Oía también a los grandes, a algunos sacerdotes, a los que Ella respetaba,
porque eran sacerdotes: ‘Si eres tan hábil y capaz ¡baja! ¡Baja!.
Con su Hijo, desnudo, allí”.
“Y María tenía un sufrimiento tan grande, pero no se fue. ¡No renegó de su Hijo! Era su carne”.
“En un mundo que podemos llamar ‘huérfano’, en este mundo que sufre la crisis de una gran orfandad, nuestra
ayuda es decir: ‘¡mira a tu Madre!’”. “Tenemos a una Madre que nos defiende, nos enseña, nos acompaña; que no se avergüenza de nuestros pecados.
No se avergüenza, porque Ella es Madre”.
“¡Que el Espíritu Santo, este amigo, este compañero de camino,
este Paráclito abogado que el Señor nos ha enviado, nos haga comprender este misterio tan grande de la
maternidad de María”.
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