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TERCERA SEMANA DE CUARESMA (Año Impar. Ciclo B) DOMINGO Lecturas bíblicas: a.- Ex. 20,1-17: La ley fue dada por Moisés. El decálogo se convierte, en el contexto de la Alianza, es lo que define, de algún modo al pueblo de Dios. Es la norma que conduce al pueblo de Dios y por la que responde, a lo que quiere y debe ser. El Decálogo presenta diez preceptos absolutos, revelación de Dios para los que lo conocen. Quiere prolongar la relación que comenzó en Egipto en la servidumbre, en la esclavitud, es su palabra para los salvados. Los mandamientos poseen dos tipos de preceptos: los que ordenan la actitud frente a Dios, y luego, los que regulan las relaciones con el prójimo. No se cumplen unos, sin observar los otros. Se exige reconocer a Dios como el único Dios, que se ha revelado a su pueblo, que no se use su Nombre en vano y se lo recuerde como Creador y Salvador. Se pide el respeto a la vida del prójimo, de la familia, evitando todo daño a la persona y sus bienes hasta no pensar mal de ellos. Estos

LECTURA ORANTE Tercera Semana de Cuaresma, Fr Julio González Carretti OCD

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TERCERA SEMANA DE CUARESMA

(Año Impar. Ciclo B)

DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.- Ex. 20,1-17: La ley fue dada por Moisés.

El decálogo se convierte, en el contexto de la Alianza, es lo que define, de algún modo al pueblo de Dios. Es la norma que conduce al pueblo de Dios y por la que responde, a lo que quiere y debe ser. El Decálogo presenta diez preceptos absolutos, revelación de Dios para los que lo conocen. Quiere prolongar la relación que comenzó en Egipto en la servidumbre, en la esclavitud, es su palabra para los salvados. Los mandamientos poseen dos tipos de preceptos: los que ordenan la actitud frente a Dios, y luego, los que regulan las relaciones con el prójimo. No se cumplen unos, sin observar los otros. Se exige reconocer a Dios como el único Dios, que se ha revelado a su pueblo, que no se use su Nombre en vano y se lo recuerde como Creador y Salvador. Se pide el respeto a la vida del prójimo, de la familia, evitando todo daño a la persona y sus bienes hasta no pensar mal de ellos. Estos mandamientos, más que preceptos abarcan a toda la persona, porque lo que exige son actos, que se convierten en actitudes interiores profundas. Exige amor a Dios y al prójimo (cfr. Dt. 6, 5; Lv. 19, 34), esto es lo que constituye al pueblo de Dios: la ley y la alianza. El Señor Jesús, definió que toda la ley y los Profetas, se resumen en estos dos mandamientos: amor a Dios y al prójimo (cfr. Mt. Mc. 12, 28-34).

b.- 1Cor. 1,22-25: Predicamos a Cristo Crucificado.

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El apóstol Pablo, contrapone la sabiduría del mundo, con la sabiduría de Dios, la pretensión humana y religiosa de buscar a Dios, con la sabiduría expresada en la sabiduría de la cruz, la de la evangelización. Luego, señala las diversas posturas del pagano y del judío, mientras éstos últimos piden signos, aquellos piden sabiduría. No encuentran que Dios se manifieste por medio de la evangelización, les sabe a poco, porque claro, poseen una larga tradición de prodigios en el AT. Lo que no comprenden, es que estamos en una nueva etapa de la economía de la revelación. Los griegos, quieren poner la fe cristiana a la altura de sus sabios y filósofos de este mundo. Sin embargo, la predicación apostólica, no consiste más que en Cristo Crucificado, para los que creen, es fuerza de Dios, sabiduría de Dios. El hombre ha sido convocado a la fe, sin grandes raciocinios. Dios ha escogido lo débil del mundo, para confundir a los fuertes. Por lo tanto, la actitud que corresponde es la humildad, Dios no es producto del hombre, sino que está por sobre él, y permanece en su misterio inefable, manifestado precisamente, en Jesucristo Crucificado.

c.- Jn. 2,13-25: Destruid este templo y en tres días lo levantaré.

La purificación del templo tiene en Juan, una gran importancia. Jesús comienza su vida como predicador y lo hace días antes de la Pascua de los judíos. La vida de Jesús, está regulada por el calendario de fiestas judías, que como hombre piadoso vivía, y que llevará a su plenitud cuando ÉL se convierta en nuestra Pascua (cfr.1 Cor. 5,7). La Pascua se celebraba en el templo con sacrificio de animales para conmemorar la liberación de la esclavitud de Egipto llevada adelante por Yahvé. Jesús expulsa no sólo a los comerciantes, sino también a los animales del templo, con lo que se declara como la verdadera víctima (cfr. Jn. 2,15; Mc.11, 15s; Mt. 21,12s; Lc.19, 45s). Jesús lleva a cabo la purificación del templo anunciada por Zacarías (v.16; cfr. Zac.14, 21). Proclama su divinidad, cuando declara que su cuerpo glorioso, resucitado, suple al antiguo templo, abandonado por Dios debido a la infidelidad de Israel, para el nuevo culto en espíritu y en verdad que el Padre quiere (v.21; cfr. Ez.10,18ss; Jn. 4,23). Jesús tomo posesión del templo y se revela como signo, anunciándose como

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nuevo templo, con lo se concluye el tiempo de los sacrificios, del sacerdocio, de los lugares de culto, etc. ÉL es el único Cordero sacrificial agradable a Dios; el único Sumo Sacerdote cuya muerte, nacida de un obediencia amorosa al Padre, liberó a la humanidad de la condena del pecado; el Maestro que enseñó, no el lugar donde rendir culto a Dios, sino el cómo hacerlo: en espíritu y en verdad. Jesús, es el lugar la nueva tienda del encuentro, morada de la presencia de Dios, el Santo de los Santos. Dios en Jesús tienda no hecha por manos de hombre, baja del cielo, para convertirlo en adorador como ÉL del Padre, nuevo templo. La tienda del desierto, el templo de Jerusalén, fueron anuncio del verdadero templo que es Jesús, donde se da culto al Padre, ejerce su sacerdocio como sacrificio, que consiste en dar la vida en servicio de amor por los hombres.

Santa Teresa de Jesús une admirablemente la vida espiritual o de oración y la santidad de la Iglesia, porque ella está al servicio de la comunidad eclesial. La oración del Carmelo es por y para la Iglesia. “Porque me he alargado mucho en decir esto en otras partes, no lo diré aquí. Sólo quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos no le ofender y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia católica. Estas son las señales del amor, y no penséis que está la cosa en no pensar otra cosa, y que, si os divertís un poco, va todo perdido.” (4 Moradas 1,7).

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- 2 Re. 5,1-15: Curación del leproso Naamán por Eliseo.

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En la primera lectura encontramos la curación de Naamán, obra del profeta de Eliseo. Si bien, su tarea se desarrolla en Israel, esta vez sana a Naamán, un sirio, un extranjero. Luego de varias mediaciones, finalmente llega a Israel, buscando la salud en las aguas del Jordán. Lo central del relato está en la confesión de Naamán: “Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó, se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.» (v. 15). Es interesante como el autor destaca la figura del profeta Eliseo, como único profeta en Israel: “Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.» (v. 8). Se quiere destacar que la curación, como otros milagros, las resurrecciones hechas por Elías, responden a una acción salvífica del Dios Israel y no de un ritual mágico (cfr. 1Re.17, 17-24; 2Re. 4,18-37).

b.- Lc. 4, 24-30: Jesús es enviado a todos los hombres.

El evangelio nos presenta la última parte, de la visita de Jesús en Nazaret. Se ha revelado a los suyos, como el Mesías de un mundo nuevo, como lo anunció el profeta (vv.18-19; cfr. 61,1-2), es decir, una liberación de los oprimidos y de los pobres. Sus paisanos pasan de la admiración al rechazo. El Hijo del carpintero, no puede ser el Mesías, por lo tanto, es rechazado. Aparecen las dudas en el corazón de sus oyentes, porque consideran que el mensaje es demasiado grande para tan poco mensajero. Hay un crescendo, de la admiración al rechazo, de la indignación a la hostilidad. Jesús siente ese rechazo y por ello, cita que los profetas, no son bien recibidos en su tierra (v.24). Sus paisanos hacen una comparación entre Cafanaún y Nazaret, ya que han escuchado los milagros que ahí realizó y quieren que confirme sus palabras con signos deslumbrantes, signos para creer en el Mesías (cfr. Lc. 4,9; 1Cor.1, 22). Jesús responde, a su vez, con otra comparación entre Nazaret y los tiempos de los profetas Elías y Eliseo que tampoco, encontraron fe en las gentes de su pueblo, de ahí que socorrieran a los extranjeros, como la viuda de Sarepta y Naaman, el

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sirio (cfr. 1Re.17, 8-16; 2Re. 5, 14). Jesús como profeta ha venido a los suyos es rechazado, en adelante la salvación será de los gentiles. Las comparaciones de por sí son odiosas, pero más cuando alaban a los enemigos, es decir, ser considerados peores que esos paganos, como la viuda y el leproso. Lo sacaron de la sinagoga con el intento de lanzarlo a un precipicio o para lapidarlo por falso profeta (cfr. Dt.13,5). Se cumple que Jesús es luz para unos, y signo de contradicción para otros (cfr. Lc.2, 30-34), pero sabe, que no es todavía la hora de su pasión, y se abre camino entre los nazarenos. La invitación en esta Cuaresma es a profundizar en el misterio de Jesús en la propia vida. El mejor signo de Dios es Jesucristo, es su testimonio, su evangelio, su misterio pascual. ¿Cuántos rechazan hoy a Jesús y su doctrina, su Iglesia? No vaya a ser que también, lo rechacemos desde nuestra vida.

Santa Teresa de Jesús nos enseña a pedir la venida del Reino de Dios con la oración que Jesús nos enseñó. “Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino». Mas mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es: ya no tener cuenta con cosas de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una santificación grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser; mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos si le conociésemos.” (CV 30,4-5)

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Dn. 3, 25. 34-43: El sacrificio agradable a Dios.

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La primera lectura, nos presenta la oración de Azarías. El sacrifico agradable a Dios es un corazón humilde y contrito, es lo que ora y canta Azarías en el horno al que había sido arrojado por Nabucodonosor. La oración narra la triste situación de un país sin guías y en completa ruina. Se acentúa el sacrificio espiritual de expiación, que compromete más al hombre que los ritos religiosos. “Señor, que somos más pequeños que todas las naciones, que hoy estamos humillados en toda la tierra, por causa de nuestros pecados; ya no hay, en esta hora, príncipe, profeta ni caudillo, holocausto, sacrificio, oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, y hallar gracia a tus ojos. Mas con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos, como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos pingües; tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te sigamos, porque no hay confusión para los que en ti confían.” (vv. 37-40). La auto - oblación del siervo paciente de Isaías se realizará plenamente en Cristo Jesús, de ahí que todo cristiano debe comprender su vida como una oblación, un sacrificio espiritual, a Dios, unido a la Víctima por excelencia Jesucristo el Señor en la liturgia cotidiana de la existencia diaria.

b.- Mt. 18, 21-35: Perdón de las ofensas.

El evangelio nos presenta la pregunta de Pedro que ayuda a esta reflexión, aunque es un resabio de la casuística judía (vv. 21-22). Es una contraposición a la sentencia pronunciada por Lámek: setenta veces siete (cfr. Gn. 4, 24). La pregunta de Pedro, era una inquietud en la comunidad, y por lo tanto, hacerla resuelve el problema. La ley judía, establecía que se podía perdonar la misma culpa tres veces, si Pedro lo extiende a siete veces hablamos de un perdón generoso. Sin embargo, lo que propone Jesús, es un perdón ilimitado, más allá de la ley, hay que perdonar siempre, como forma real de romper la cadena del odio y la venganza. Este perdón, encuentra su cimiento en el actuar de Dios con cada uno de sus hijos que los perdona con amor. Se trata, de un cambio radical de mentalidad, en que el hombre, pasa de ser el centro de sí mismo y de la reivindicación de sus derechos, al amor gratuito y desinteresado por el otro. Es lo que restaura la imagen

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de Dios en su vida, haciéndole perfecto, como el Padre, misericordioso más allá de todo cálculo. Jesús propone la parábola del siervo sin entrañas. El deudor de la parábola, que debe una gran suma a su rey y al que es perdonada toda la deuda, debería haber tenido la misma actitud con el compañero que le debía una pequeña cantidad. Al no actuar como debía, pierde el favor de su señor y el perdón recibido. Hay una clara presentación de dos posturas que se pueden tomar frente a un deudor: la misericordia para con el otro, aunque sea en perjuicio personal, o la dureza extrema de quien hace aniquilar al otro en beneficio propio (vv.24-27; 28-30). Finalmente, el malvado recibe el castigo de quien no fue benévolo en esta vida. El mejor testimonio que podemos dar del perdón recibido de Dios, es perdonar con largueza a nuestros hermanos las ofensas que nos hacen. Está dentro de las actitudes del cristiano, porque experimenta la misericordia divina y se sabe reconciliado con Dios. Por lo mismo, capacitado para amar y perdonar al hermano con el mismo amor y perdón con él es aceptado en la comunidad. En la oración que Jesús nos enseñó, para obtener el perdón del Padre, debemos perdonar a los hermanos. Por nosotros mismos no podemos perdonar como Dios quiere, porque estamos heridos por el pecado, pero fue el propio Jesús, perdón del Padre para la humanidad, quien clavó en la cruz, el protocolo de nuestra deuda y derramó el Espíritu Santo de su amor divino (cfr. Col. 2,14). Cada confesión que hacemos nos capacita para perdonar a los hermanos, ese perdón recibidos debemos creer que tiene la fuerza para brindar perdón al hermano. El examen de Cuaresma debería consistir en pensar ¿a quién le he retenido el perdón? Esto hay que orarlo en la presencia del Señor Jesús.

Santa Teresa de Jesús, conoce lo que es el perdón divino, por ello en su comentario del Padre Nuestro insiste también en perdonar al prójimo. “Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las perdonamos a nuestros deudores». Miremos, hermanas, que no dice: «como perdonaremos»; porque entendamos que quien pide un don tan grande como el pasado y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho; y así dice: «como nosotros las

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perdonamos». Así que, quien de veras hubiere dicho esta palabra al Señor: «fiat voluntas tua», todo lo ha de tener hecho, con la determinación al menos. Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias y persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían. ¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto que se me perdone? Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en ella; que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro Señor nuestras culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdone con tan baja cosa como es que perdonemos; y aun de esta bajeza tengo tan pocas que ofrecer, que de balde me habéis, Señor, de perdonar; aquí cabe bien vuestra misericordia. Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís, que lo que vuestro Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he de salir de la cuenta.” (CV 36, 1-2).

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Dt. 4, 1. 5-9: Guardad y cumplid los mandatos del Señor.

La primera lectura, nos presenta un discurso de Moisés donde prepara al pueblo para la entrada en la tierra prometida y tengan una vida dichosa en ella. La exhortación es a la obediencia a toda la ley, preceptos y normas, no imponiéndola sino inculcándola como vía de una existencia dichosa. Se insiste en la posesión de la tierra vinculado a la observancia de la ley de Dios. Desde fuera de la tierra se ve como condición para la su entrada, una vez dentro, como garantía de su permanencia. La tierra es promesa cumplida, y espacio de vida dichosa, porque ahí está presente Yahvé. La tierra es don y compromiso, es futuro para Israel. Se evoca el recuerdo de un acto de idolatría de una parte del pueblo en Baal-Peor, pero también de obediencia de otros a la ley (cfr. Num.25), mientras unos experimentaron la muerte, los obedientes, la vida. También hoy la obediencia a la ley conduce a la vida verdadera. Otra característica de

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la obediencia a la ley, es que hace sabios y prudentes a los israelitas. Este pueblo está llamado a ser un pueblo sabio entre todas las naciones: saben lo que son, saben lo que quieren ser y adonde quieren ir. Se trata de caminar con Dios, vida dichosa y plena para Israel. El pueblo cuando camina y obedece avanza en la unión con Dios y es este el modo como se acerca al hombre como Salvador en la su historia. Es Dios quien le muestra el camino recto y justo. Finalmente, se recomienda la obediencia a la ley por su vinculación con la memoria de los hechos en que Yahvé ha mostrado su favor con acciones salvíficas. Esas obras son el fundamento de la ley; son hechos que revelan como Dios busca la vida verdadera para su pueblo. Surge, entonces, la necesidad de perpetuar la memoria para las nuevas generaciones, para que sepan donde, se encuentra el fundamento de la ley y su razón de existir. La trasmisión de la memoria, es propio del Deuteronomio y la conexión de la ley con la sabiduría encuentra eco en los libros Sapienciales (cfr. Sal.78; Eclo. 24). La vinculación de Yahvé con su pueblo por medio de la ley, hace referencia al Arca de la alianza que se encuentra en medio de su pueblo.

b.- Mt. 5,17-19: No he venid a abolir, sino a dar plenitud.

El evangelio nos habla de la verdadera justicia, la que está en el cumplimiento de la ley. La ley fue dada por Yahvé, para ordenar santamente la vida de Israel. También, fue dada para que el hombre tuviera un pensamiento ético y religioso suficiente que le permitiera vivir con cierta tranquilidad. Es la voluntad de Dios, que se ha hecho patente en cada una de sus leyes. Junto a la ley, están también los profetas. Jesús viene de parte del Padre, no ha venido a abolir la ley sino que a darle cumplimiento. Lo nuevo, se refiere aquí no a lo distinto, sino a darle cumplimiento a lo antiguo. La ley y los profetas, son revelación de Dios, pero no definitiva, es su voluntad pero no todavía en su forma más pura. La ley y los profetas siguen en vigor, pero en cuanto que su máximo significado y profundidad, su nuevo espíritu, ha sido dado por Jesucristo, el Señor. ÉL ha enseñado, cómo hay que llevar a cabo la voluntad de Dios de modo efectivo. Es la

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resurrección de Jesús, su misterio pascual, el que ilumina toda la revelación anterior al evangelio. Sólo desde la revelación hecha por Jesús, se puede leer la ley y los profetas. Para los judíos, el velo sigue sin descorrerse, en cambio, para el cristiano el velo ha sido quitado porque cree en Cristo Jesús (cfr. 2 Cor. 3, 14-16; 4,6). La palabra de Dios permanece siempre, porque por ella ha hablado Dios, la palabra del hombre es fugaz y pasajera, se acabará el mundo, pero su palabra permanece. Yahvé habló por medio de la ley y los profetas, ahora habla por medio de su Hijo, es su última palabra, ya no dirá otra cosa con la misma autoridad. Esta palabra perfecciona todo lo anterior, y da luz a todo lo anterior; la ley perdura pero necesita perfeccionamiento, que comienza ahora con la palabra y doctrina de Jesús. Pero Jesús no sólo enseña el cumplimiento de la ley en el presente, sino que en su persona, su vida y muerte alcanza la ley su plenitud. Quién falte al más mínimo mandamiento de la ley de Dios, no hace la voluntad de Dios, ni considera en serio lo enseñado por Jesús. Se recalca el cumplimiento de la voluntad de Dios, porque en definitiva, es lo que verdaderamente importa, pero también se exhorta a enseñarlos como lo proclamó Jesús. Se trata de cumplirlos con amor y entrega generosa, con lo cual se preserva, se cuida el hombre de tener una mirada demasiado amplia, incluso arrogante, de no darle importancia a lo pequeño. Cada uno será en el Reino de Dios, como haya vivido y enseñado con la vida, con el testimonio de la fe, dado en la Iglesia y sociedad. Así como en la tierra, también en Reino de los cielos, hay cosas grandes y pequeñas, como la solicitud y preocupación por las cosas verdaderamente importantes, son las que determinan el futuro en el cielo. Esta palabra se debe aplicar a los que ejercen autoridad en la familia, como los padres sobre sus hijos, y en la comunidad eclesial, al obispo, párroco, fieles en general, porque se les ha confiado el tesoro de la fe, en el que incluso, la parte más pequeña, tiene su importancia.

Santa Teresa de Jesús como maestra de vida espiritual pone en el amor a Dios y al prójimo el centro de toda vida de oración. “Y de estas amistades querría yo muchas donde hay gran convento, que en esta

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casa que no son más de trece, ni lo han de ser aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades, por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña y ningún provecho en ello; y si son deudos, muy peor: es pestilencia. Y créanme, hermanas, que aunque os parezca que es este extremo, en él está gran perfección y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes; sino que, si la voluntad se inclinare más a una que a otra que no podrá ser menos, que es natural y muy muchas veces nos lleva a amar lo más ruin si tiene más gracias de naturaleza que nos vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de aquella afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con estudio traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior.” (CV 4,7).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Jer. 7, 23-28: Pueblo que no escucha al Señor.

La primera lectura, nos presenta la crítica que hace el profeta al culto que se celebra en el templo. El profeta mira más allá de lo prescrito por el libro del Levítico respecto a los sacrificios y se fija en los tiempos, en que las relaciones de Dios con su pueblo estaban en sus comienzos para recordar, que lo único que les pidió fue obediencia, que escucharan su voz, que caminaran según la voluntad de Dios. Se puede afirmar que la religión hebrea al comienzo era interior, obediente a la voz de Yahvé, plasmada en la le ley de Moisés. La proximidad de los cultos egipcios y cananeos, hicieron de Israel en un pueblo, con un culto litúrgico público y estable. Lo malo que critican los profetas, no eran tanto los sacrificios hechos en el templo, sino no escuchar a Yahvé a través de sus profetas. Jeremías sabe que no lo escucharán, pero seguirá predicando, comunicando con toda claridad la voluntad de Yahvé, señalando el camino de la salvación. Se trata, de recalcar la necesidad de las actitudes interiores, por sobre el formalismo del culto litúrgico. Culto y liturgia, deben ser reflejo de una

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vida interior, trasparencias de una fe, signo de una comunión con Dios. Este es el mensaje del profeta, que el pueblo no quiso escuchar, porque la sinceridad ha sido arrancada de sus vidas. Toda su vida litúrgica es pura hipocresía, una mentira a los ojos de Yahvé, a Jeremías no le escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz. El profeta, confirma que el pueblo con sus males acciones, está no sólo en una situación de pecado, sino dentro de un espiral de verdadera maldad. Jeremías es el profeta que descubre por primera vez, la verdadera conciencia de pecado, en su pueblo, como situación, más allá de las acciones puntales.

b.- Lc. 11,14-23: Jesús y Beelzebul.

El evangelio nos habla de un exorcismo hecho por Jesús, el poseso que era mudo, comenzó a hablar (cfr. Mt.12,2-30.43-45; Mc.3,22-27; 9,32-34). El demonio ha sido expulsado por Jesús, causa admiración, pero ¿cómo es posible que Jesús expulse a los demonios? Pareciera que lo hace con el poder del príncipe de los demonios (vv. 18-20). Jesús no produce la señal esperada, grandes signos, para convencer a los hombres. Conoce los pensamientos de sus enemigos, les da razones, para refutar sus argumentos: el príncipe de los demonios no puede combatir contra sí mismo, lo que traería la ruina a su reino (vv.17-18). Otro argumento. Si ellos, exorcistas judíos, expulsan demonios, con oraciones, conjuros, viene a significar que no hay que recurrir a Beelzebul (v.19). ÉL expulsa a los demonios con el “dedo de Dios” (cfr. Ex. 8,15; Sal. 8,4), es decir, con la fuerza de Dios. El triunfo sobre Satanás, es signo que ha llegado la fuerza del Reino de Dios, tiempo de salvación. La acción del Mesías, se entiende como un combate entre Jesús y Satanás, mientras éste dominaba en paz, ahora llegó el más fuerte, por lo mismo, debe entregar su botín, los hombres a quienes dominaba. Jesús comenzó este combate en el desierto donde venció a Satanás, lo ve caer del cielo (cfr. Lc. 4,13; 10,18). Sólo Jesús podía herir el poder Satanás (cfr. Gn.3,15). Repartir el botín (v.22), viene a significar, que Jesús como vencedor despoja al vencido de sus armas, y reparte el botín (cfr. Is.49,24-26; 53,11s), que son los contenidos de la salvación: el perdón de los pecados, el

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Espíritu Santo, la vida eterna junto al más Fuerte, el Rey de la gloria. El cristiano ahora depende de la soberanía de Dios vencedor. Este combate, exige optar por Cristo, no hay posibilidad a la neutralidad, si no se opta por ÉL, se está contra Jesús. Jesús se pone en el corazón de la escatología, la aceptación o el rechazo de su persona trae consecuencias definitivas de salvación o condena. Estar con ÉL es formar parte de su Reino. Si el pastor no reúne a las ovejas las desparrama (cfr. Ez. 34,5s), es decir, los discípulos recogen, como pastores de la Iglesia, para cosechar los frutos para el Reino de Dios, en cambio sus enemigos desparraman.

Santa Teresa de Jesús, en una revelación del Señor Jesús que mucho de los males del hombre, era por no conocer las Escrituras. “Esta Majestad se me dio a entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades; no sé yo decir cómo, porque no vi nada. Dijéronme, sin ver quién, más bien entendí ser la misma Verdad: No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes; porque todo el daño que viene al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella. A mí me pareció que siempre había creído esto, y que todos los fieles lo creían. Díjome: ¡Ay, hija, qué pocos me aman con verdad!, que si me amasen, no les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a Mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes en lo que aprovecha a tu alma.” (Vida 40,1).

VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Os. 14,2-10: No llamaremos dios a los ídolos.

La primera lectura, nos presenta la denuncia del profeta Oseas, que de parte de Dios, exhorta a Israel a volver a su Dios como esposa infiel, que se ha prostituido con sus amantes, los ídolos de los paganos. La conversión se transformará, en bendición y nueva prosperidad. Oseas, es el profeta que comprendió la alianza de Dios

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con su pueblo en clave nupcial, de ahí que este texto, canta el amor que perdona y reconcilia. Con este pasaje cierra Oseas su profecía, con esta palabra de esperanza, es quizás el final de su ministerio, expresión de su fe en el amor exclusivo de Yahvé por su pueblo. Es el último llamado a la conversión, el retorno al verdadero Dios y Señor Yahvé. En medio de esta verdadera liturgia penitencial, hay que ofrecerle a Yahvé, no sacrificios, ni holocaustos, sino un corazón sincero, reconocer la propia culpa, el sacrificio de abandonar la idolatría y las alianzas extranjeras. En un segundo momento, entra en acción el amor misericordioso de Dios, reconciliador y salvador. Con el uso del lenguaje asimilado por los cultos de fecundidad y de la naturaleza Yahvé, describe su amor generoso, que será como rocío sobre la tierra, florecerá como el lirio, será profundo como las raíces del Líbano, se desplegará como las ramas de un árbol frondoso, fragante como exquisito perfume del Líbano. Finalmente, una invitación a los sabios y los prudentes, a los temerosos de Yahvé a escuchar al profeta. Los caminos del Señor son rectos, por ellos caminan los justos, son una bendición, en cambio, para los pecadores es perdición. La palabra, es camino de Dios para acercarse al hombre, pero también, por el que vuelva a ÉL, si la observa con fidelidad.

b.- Mc. 12,28-34: Amarás Señor y al prójimo.

El evangelio nos muestra la inquietud por saber acerca del mandamiento principal de la ley de Dios. La pregunta es de uno de los escribas, le parece a Jesús sincera, y la responde con los argumentos que todo judío conocía. La respuesta era: amar a Dios por sobre todas las cosas… pero también al prójimo como a sí mismo (cfr. Dt. 6,4-5; Lv. 19,18). Ahora bien: amar a Dios sobre todas las cosas estaba claro: consistía en conocerlo, como ÉL se ha dejado conocer, donarse a Dios, entregarse a ÉL, como lo ha hecho a lo largo de toda la historia de la salvación. El tema del prójimo, era lo que no estaba tan claro, porque se entendía sólo otro judío o el prosélito, pagano que se hacía judío. Jesús, une los dos preceptos, amor a Dios y al prójimo, y los define como uno solo, lo que significa, que no se puede observar uno sólo y dejar el otro, para que alcancen su plenitud y

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madurez en el creyente. Éste último en labios de Jesús, hay que comprenderlo desde su mensaje entendiendo por prójimo, todo hombre y mujer, no sólo el judío, ni tampoco el solo pariente, sino todo ser humano necesitado. La respuesta del letrado, amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios (vv. 32-33), respuesta que aprobó Jesús, encierra el sentido pleno de toda esta inquietud. El amor a Dios es más importante que el culto y su práctica, porque es él quien da sentido y valor salvífico al culto mismo. La honestidad, la sinceridad al momento de celebrar la fe es fundamental para examinarnos en el amor que llevamos en el espíritu, núcleo de la religión cristiana. La intuición del escriba, la idea de vincular el cumplimiento del amor al prójimo, con el culto a Yahvé, es todo un aporte teológico, sino que también, un criterio sólido para reconocer la santidad de vida del creyente. Jesús reconoce que entre los escribas, había hombres que no estaban lejos del reino de Dios (v. 34). La vida de la Iglesia, para quien mira desde fuera, puede parecer fría, si sólo contempla personas que cumplen preceptos, pero, si entra en ella como cristiano, contemplará el amor que hay en el corazón de la asamblea, la dedicación por el culto divino y su preparación, la participación en la Palabra y su culmine es la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo; todo vivido en clave de fe y oración. Mas esta celebración litúrgica se prolonga en un enorme número de obras de caridad que las parroquias y comunidades realizan a favor de los pobres, ancianos, jóvenes y niños, es decir, compartir la propia experiencia de fe en la pastoral sacramental y de todo tipo de servicios que nacen del amor a Dios y al prójimo. El hombre que busca sentido y visión de grandeza espiritual, amará a Dios con toda su capacidad de amar y a su prójimo dando cohesión a su existencia, liberado de ídolos y de la burda dispersión que desdibuja el Rostro divino en su alma hasta no saber quién es, ni para qué está en esta vida. Sólo el amor es la salud del alma, enseña Juan de la Cruz, es más, cuando ese amor sana y robustece esa condición de amigo de Dios y de los hombres.

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Santa Teresa de Jesús comprendió bien que en esos mandamientos estaba encerrada toda la perfección cristiana que buscaba para sus hijos e hijas. “Lo que aquí pretende el demonio no es poco: que es enfriar la caridad y el amor de unas con otras, que sería gran daño. Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo y, mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas. Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto con más perfección. Dejémonos de celos indiscretos que nos pueden hacer mucho daño; cada una se mire a sí. Porque en otra parte os he dicho harto sobre esto, no me alargaré.” (1Moradas 2,17)

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Os. 6, 1-6: Quiero misericordia y no sacrificios.

La primera lectura, es una invitación del profeta a volver a Dios, en el contexto de una liturgia penitencial, ante el peligro inminente de una invasión asiria. Querer el perdón divino será no sólo reconocer las culpas cometidas sino reconocer la preocupación constante del Señor que los ha castigado y sanado para volver a tener vida (v.2). Querer conocerle mejor, significa que ÉL venga a su pueblo, como aurora y lluvia temprana, se deja conocer, de quien le busca con amor. Yahvé reconoce que el amor de su pueblo ha sido como nube mañanera y rocío que pasa (v. 4). Finalmente, les recuerda la acción de sus enviados los profetas: “Por eso les he hecho trizas por los profetas, los he matado por las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.” (vv. 5-6). La intención del profeta, es que el pueblo, retorne a la verdadera religión, que nace de la adhesión interior. Dios quiere misericordia y conocimiento de ÉL de parte de Israel, más que holocaustos y sacrificios. No se trata de condenar los sacrificios ofrecidos en el templo, si no la falta de interioridad, cuando está vacía de contenido espiritual. En el fondo, se trata de una formalidad que sustituye a la verdadera fe. Por esto Dios exige mayor conocimiento y

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amor, quedando claro que primero será el amor y luego el sacrificio. En el evangelio encontramos nuevas luces de este pasaje del profeta (cfr. Mt. 9,13; 12, 7).

b.- Lc. 18,9-14: El fariseo y el publicano.

El evangelio, nos presenta a Jesús que se dirige a quienes se creen mejores que los demás, despreciando al resto, creyéndose ellos justos. Si bien hablará de un fariseo, se puede incluir también a los apóstoles que buscaban mayorías dentro del grupo (cfr. Lc.9, 46-48; 22, 24-27). Dos hombres oran en el templo, judíos ambos, pero distantes socialmente, mientras el fariseo ora de pie delante del altar, hombre respetado y poderoso, el publicano ora postrado a la entrada, menos preciado se le consideraba un pecador. La oración del fariseo, consiste en alabar y agradecer a Dios, fuente de la vida, pero luego se vanagloria de no ser como los demás: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano que subió con él al templo (cfr.1Cor. 5, 10-11; 6,9-10; 1Sam.1,13; Sal.17,3-5). Se cree superior a los demás porque ayuna, dos veces a la semana, cuando la ley mandaba una sola vez al año (cfr.Lv.16,29-30; Ex.24,28; Dn.10,3; Jdt.4,9), paga los diezmos, etc.. Todo lo dicho es cierto, lo negativo es considerarse superior a los demás, por lo tanto, su amor a Dios no es auténtico, porque no lo impulsa a amar a sus hermanos. En cambio, la oración del publicano, describe de algún modo su vida, relación con Dios y el prójimo. Como publicano no se atreve ir muy allá porque un auténtico arrepentimiento le llevaría a renunciar a su oficio o devolver dinero mal habido. La vergüenza cubre su rostro, no alza la mirada, se golpea el pecho en señal de dolor y arrepentimiento. Si bien su oración es corta, es intensa, busca la misericordia, restablecer la amistad con Dios, no se compara con nadie porque sólo quiere el perdón del Altísimo (cfr. Sal.50). A la arrogancia del fariseo, se contrapone la humildad del publicano, a la singularidad del primero, habla en primera persona, el segundo lo hace refiriéndose a Dios, fuente de todo perdón. El fariseo se considera cumplidor de la ley, el publicano delante de Dios, no encuentra nada de que se pueda vanagloriar. El publicano bajó a su casa justificado, porque subió al templo y fue perdonado (cfr. Rm. 3,

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28; Sal.2,2). Sólo quien se humille será enaltecido (cfr. 1Cor.1, 27-29), el fariseo, que no entra en esta órbita, no será ensalzado. Sólo la humidad abre el corazón misericordioso de Dios a los hombres con el espíritu del publicano.

Teresa de Jesús a los que se inician en la oración de quietud les recomienda no dejarse llevar tanto por el uso del entendimiento con consideraciones muy compuestas sino por la humildad el publicano. “También se mueve el entendimiento a dar gracias muy compuestas; mas la voluntad con sosiego, con un no osar alzar los ojos con el publicano (Lc 18, 13), hace más hacimiento de gracias que cuanto el entendimiento con trastornar la retórica por ventura puede hacer. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental, ni algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o pudieren; porque si la quietud es grande, puédese mal hablar, si no es con mucha pena.” (V 15,9).

P. Julio González C.