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SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA (Ciclo B) DOMINGO Lecturas bíblicas: a.- Gen. 22, 1-2. 9-13.15-18: El sacrificio de Isaac. La primera lectura nos narra el gesto heroico de Abraham, que no dudó en entregar a su hijo Isaac en sacrificio a Yahvé porque se lo pedía en holocausto. Toda la estructura del relato es un anuncio de la pasión de Cristo Jesús: subir al monte, llevar los instrumentos para el sacrificio, la leña, y la víctima está dispuesta. El mandato de Yahvé es claro: Abraham debe sacrificar a su hijo Isaac (vv. 1-2). La obediencia de Abraham es admirable, confía tanto en Dios, que sabe que lo que pida el Señor, será lo mejor para él. La obediencia quedó plasmada cuando Isaac se acuesta sobre la piedra y la leña; el ángel del Señor detiene la mano del padre y se

Segunda Semana de Cuaresma, Fr Julio César González Carretti OCD

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SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

(Ciclo B)

DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.- Gen. 22, 1-2. 9-13.15-18: El sacrificio de Isaac.

La primera lectura nos narra el gesto heroico de Abraham, que no dudó en entregar a su hijo Isaac en sacrificio a Yahvé porque se lo pedía en holocausto. Toda la estructura del relato es un anuncio de la pasión de Cristo Jesús: subir al monte, llevar los instrumentos para el sacrificio, la leña, y la víctima está dispuesta. El mandato de Yahvé es claro: Abraham debe sacrificar a su hijo Isaac (vv. 1-2). La obediencia de Abraham es admirable, confía tanto en Dios, que sabe que lo que pida el Señor, será lo mejor para él. La obediencia quedó plasmada cuando Isaac se acuesta sobre la piedra y la leña; el ángel del Señor detiene la mano del padre y se oye la voz divina: “Entonces le llamó el Ángel de Yahveh desde los cielos diciendo: ¡Abraham, Abraham! Él dijo: «Heme aquí.» Dijo el Ángel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.» Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.” (vv. 11-13). Concluido el sacrificio, Dios le promete multiplicar su descendencia por haber sumisamente obedecido. El autor sagrado,

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quiere resaltar cómo ese hijo tan amado, tan deseado, en quien se habían de cumplir las promesas mesiánicas se le manda sacrificarlo para probar su obediencia. Será premiado en la vida de Abraham el temor que demuestra ante Yahvé, dejando con vida a Isaac. Este fue salvado, del sacrifico y de la muerte, Cristo conoció el sacrifico de la vida y la muerte pero fue rescatado de la muerte eterna.

b.- Rom. 8, 31-34: Dios no perdonó a su propio Hijo. Himno al amor de Dios.

El apóstol San Pablo, luego de dar las certezas de la esperanza cristiana, eleva su cántico o himno al amor de Dios. Fruto de su fe en Cristo Jesús, y su misterio pascual, desahoga su espíritu proclamando, que las tribulaciones no deben provocar miedo a los poderes del mundo, puesto que nada, ni nadie, nos puede separar del amor que Dios ha manifestado en Cristo Jesús (v. 39). Al hablar a los elegidos de Dios, el apóstol, menciona una razón fundamental el amor de Dios por los cristianos, les recuerda que nos dio a su propio Hijo, cómo dudar, entonces, ahora que Dios no nos dará todo lo que necesitemos para alcanzar la glorificación final (v.32; cfr. Gál.3,12; Tit.1,1). Al mencionar la justificación se entiende que los que están en Cristo Jesús no conocerán la condenación, es decir, que si ÉL murió y resucitó por nosotros, es nuestro abogado ante el Padre. Esta confianza, se extiende también al Juicio final. Finalmente, el apóstol enumera una serie de obstáculos o dificultades que el mundo, la sociedad en general, pondrá al cristiano con el fin de apartarlo de Dios, y del amor del amor de Dios en Cristo (v.39). Hay que destacar que el apóstol quiere mostrar que el Padre nos ama en Cristo, no aisladamente, es decir, unidos a nuestra Cabeza, nuestro Redentor, como hermanos. Los términos usados por el apóstol, tribulación, angustia, potestades, ángeles, espíritus malignos, principados, parecen aludir a los espíritus contrarios a Cristo, lo mismo la altura y profundidad, fuerzas misteriosas del cosmos, fuerzas hostiles al hombre según la mentalidad de la época (cfr. 1Cor.15, 24; Ef. 6,12; Col. 2, 15). Pablo con este mensaje de júbilo, quiere señalar al cristiano, que todas las persecuciones que puedan venir en el futuro,

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no influirán para que Dios deje de amarnos, como puede suceder con los seres humanos, sino que nos unirá más a ÉL, al vernos oprimidos, convirtiendo todo ello en ocasión de victoria, gracias a Aquel que nos ha amado (v.37). Aquí encontramos las raíces de la esperanza cristiana, el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús; de parte de Dios nada podrá faltar para nuestra salvación, quizás de parte nuestra pueda faltar algo, no así de parte de ÉL.

c.- Mc. 9,2-10: La Transfiguración. Este es mi Hijo amado, escuchadle.

Marcos, coloca la Transfiguración entre el primer y el segundo anuncio de la pasión y resurrección de Jesús (cfr. Mc. 8, 31-33; 9, 30-32). Es la voz del Padre, quien da sentido a todo el texto (v.7). Le acompañan: Pedro, Santiago y Juan, que serán testigos de esta teofanía, los mismos, que en el Huerto de los Olivos, vivirán la versión dolorosa de este misterio (cfr. Mc.14, 32-42). La Montaña, es lugar del encuentro de Dios y del hombre, convocado a dialogar con Dios (cfr. Ex. 19,20). En el hecho de la Transfiguración, está el germen de la Pascua. A ellos, Jesús quiere hacerles comprender el misterio de la Cruz, que les acaba de anunciar, confirmar su autoridad por la voz del Padre, que les manda escuchar a su Hijo. Sólo a ÉL hay que escuchar, porque es constituido en único Maestro para ellos. Seguirlo a la gloria pasa necesariamente por la cruz, de ahí la importancia que da el evangelista a los signos de la trascendencia: la luz, la blancura de sus vestiduras, la nube, la voz del Padre (cfr. Ex.24,16; 34, 29-35). Al anuncio de la humillación y el anonadamiento, la Resurrección querida por el Padre, convierte la Transfiguración en gozoso anuncio de su glorioso triunfo sobre la muerte. La presencia de Elías y Moisés, dotados de gran autoridad ante Dios y los hombres, y como la ley judía exigía que se comprobara un hecho mediante el testimonio de dos testigos, esta es la primera razón que justifica su presencia en este hecho (cfr. Dt. 19,15) Son los máximos representantes del AT., la ley y los profetas, precursores y testigos de la Antigua Alianza (cfr. Dt.18,15; Mal.3,23). Ellos testifican que han llegado los tiempos del Mesías; ambos hablan con Jesús (cfr. 1Re.19,14ss). Ahora Yahvé se

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manifiesta en Jesús, el Padre se dirige a los discípulos, con lo que se quiere dar a entender, que desde ahora el AT., ya no les hablará, sino a través de Jesús de Nazaret. Las palabras de Pedro, pretenden detener el tiempo, olvida el sentido de la cruz, piensa sólo en sí cfr. Mc.8, 32). La Transfiguración es un hecho divino y sólo el Padre da la clave para leerlo: escuchar al Hijo. Sólo después de escucharle, se puede dar una respuesta a Dios. Envueltos en la nube entran en la manifestación de su gloria y de su presencia (cfr. Ex. 24,15-18), toda una disposición para escuchar la voz divina, que como en el bautismo, proclama a Jesús su Hijo amado, pero que ahora añade: “Escuchadle” (v.7; Mc.1,11). Jesús, es el profeta a quien todos deben ahora escuchar (cfr. Dt.18, 15), el Hijo amado, mayor que Moisés y Elías. El mandato del Padre revela que la ley y las profecías hablaban de su Hijo, el AT, llevaba en sus entrañas al Hijo, que es su Palabra, hacia la que están orientadas, todas las palabras dichas antes por Yahvé y los profetas. EL Padre se dirige aquí su voz va dirigida a los apóstoles, cumplimiento de las antiguas profecías (cfr. Dt. 18,15.19). El Padre se complace en su Hijo, lo que habla de su estrecha relación, como Hijo único, el Amado por excelencia (cfr. Sal. 2, 7; Is. 42,1). Finalmente, todo desaparece y queda Jesús sólo, lo único importante, lo que cuenta, entra en la vía del dolor y del sacrificio que conocerá en Jerusalén. Sólo de Él viene la salvación para sus discípulos y todos los hombres, como proclamará más tarde Pedro ante el Sanedrín (cfr. Hch. 4,12). La experiencia de la montaña les habló a ellos y a nosotros a las claras de quien es Jesús, como camino para alcanzar la gloria, pasando por el Calvario, y de cómo la Transfiguración es germen de resurrección. Sólo después de las apariciones pascuales, y que sean enviados, los discípulos hablarán de la Transfiguración del Señor Jesús, como acontecimiento salvífico.

Santa Teresa de Jesús, “De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy día, porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta merced!” (V 37,4).

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LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Dn. 9, 4-10: Hemos pecado cometiendo iniquidad.

La plegaria de Daniel, es una verdadera oración cultual. Está hecha de mucho realismo por destacar la culpa y las consecuencias dolorosas que han provocado en el pueblo de Israel. Pero también se vislumbra la maldad y perversidad de los opresores. La oración comprende el reconocimiento de la culpa y la confesión de la misma, la súplica confiada en la misericordia de Dios, y el anhelo de restaurar Jerusalén, lugar donde se manifestará el Nombre y la gloria de Yahvé. En el fondo, esta oración de Daniel refleja la piedad judía, pero también ser responsable de la culpa personal y social de todas las generaciones, pero confiando en que es propio de Yahvé perdonar y ser misericordioso.

b.- Lc. 6, 36-38: Perdonad y seréis perdonados.

Este evangelio, nos presenta una serie de sentencias de Jesús que nos invita a ser: compasivos (v. 36), no juzgar (v. 37-38), perdonar (v. 37), y a compartir (v. 38). Misericordioso es aquel que se deja afectar por la miseria del hombre pobre, enfermo, necesitado, etc. La misericordia del Padre llega a los hombres por medio de Jesús de Nazaret, por el anuncio del reino de Dios, tiempo de gracia porque los pecadores se convierten y vuelven a ÉL (cfr. Lc. 5, 11-32; 7, 36-47; 15, 4-10; 18, 10-14; 19, 1-10). El discípulo deberá aprender de Dios a imitarlo siendo misericordioso y clemente, viste al desnudo y visita al enfermo en Jesús como lo es el Padre (cfr. Gn. 3,2; 18,1). El amor se comprueba por el amor al prójimo que nace del propio corazón y la misericordia del Padre. El discípulo es hijo del Altísimo, hecho a su imagen y semejanza, Jesús redescubre la imagen de Dios en el hombre, iniciando en los corazones el reinado de Dios en la sociedad. No juzguéis (v.37). Si se ama al prójimo, no se puede constituir también, en su juez. Quien mide si merece amor y misericordia el hermano, está faltando al precepto del amor. Jesús no quiere que

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juzguemos, ni condenemos con el pensamiento, ni con la palabra. Quien juzga, provoca el juicio de Dios sobre sí mismo. Como nos comportemos con el prójimo se comportará Dios con nosotros. El amor al prójimo, es quizás uno de los temas centrales de la enseñanza de Jesús. Aquí se trata de entregar la propia vida por los demás. Dios Padre ama a la humanidad que les entrega lo más querido: su propio Hijo, con el deseo de salvar a los hombres del pecado. Amar al prójimo es lo que distingue al cristiano, sólo cuando se da sin esperar recompensa, cuando se ama sin que el otro lo merezca, quiere decir que se ha llegado a vivir el amor que Jesucristo nos ofrece y propone como estilo de vida. Perdonar para ser perdonados (v.37), y ser caritativo, son dos formas de romper los muros con quien tiene una culpa contra nosotros. Cuando se abre el hombre al perdón, caen las barreras entre los hermanos, se trate de crear puentes de reconciliación. Dios asemejará su juicio a nuestro comportamiento con el prójimo. Viene el día de la paga, de la cosecha, para quien fue generoso, la recompensa será abundantísima. Dios es el mejor pagador, es decir, su recompensa es fruto de su generosidad, por eso se debe estar alegres, porque la recompensa será grande en el cielo (cfr. Mt. 5,12). La infinita misericordia de Dios, no quita que tenga condiciones: a quien mucho perdonó, recibirá el don y el perdón, sin embargo, a quien no dio, ni perdonó, no espere nada de parte de Dios. Se le pagará, según la medida, que se usó en esta vida.

Teresa de Jesús invita a que el orante, perdone las ofensas recibidas. Enseña: “Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar, sí. No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y queda allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno.” (CV 36,12).

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MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Is.1, 10. 16-20: Contra la hipocresía.

Isaías, nos presenta la situación religiosa e histórica de su pueblo y los invita a juzgarla objetivamente. Se reconocen pecadores y el culto que brindan a Dios es mera exterioridad, tanto que el mismo Dios aborrece tales sacrificios. Pero será el mis Yahvé quien les recuerde lo que deben hacer (vv. 16-20). La invitación “si aceptáis” es un acto de fe abandono en la voluntad de Dios que se le pide a los hombres, y disfrutarán de los bienes de la tierra, lo contrario será sufrir una derrota respecto de los asirios que acechan el territorio y una clara rebelión contra Dios. Si obran el bien los bienes de la tierra serán suyos, si no lo hacen, la espada será el castigo a su comportamiento. Cada parte debe situarse desde la sinceridad frente a la alianza, Yahvé conserva su fidelidad, ahora le corresponde al pueblo dar su respuesta.

b.- Mt.23, 1-12: Hipocresía de los escribas y fariseos.

Este evangelio, es un ataque durísimo de Jesucristo contra los escribas y fariseos en que Mateo, recoge todas las recriminaciones que tiene contra ellos. Los escribas eran los intérpretes oficiales de la Ley de Moisés, encargados de enseñarla, doctores de la Ley. Hombres de enorme influencia en el pueblo pues conducían el actuar moral y religioso de los israelitas. Los fariseos eran hombres que consideraban la Ley de Moisés como el motor que guiaba la vida civil y religiosa de Israel y ellos se consideraban los puros, los separados, que cumplían hasta los detalles de la norma. La crítica de Jesús a unos y otros, es por la opresión que ejercían en el pueblo aplicando el peso de la Ley, y los fariseos por su puritanismo exclusivista, que olvidada lo humano de la Ley y las necesidades del prójimo. Esas actitudes Jesús las considera hipocresía religiosa, porque lo que enseñaban, no lo cumplían ni siquiera ellos en sus vidas; hacen de la Ley un yugo insoportable (vv.3-4; cfr. Hc. 15, 10), para los demás.

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Como especialistas en ella, encontraban resquicios para no observarla. Además, vivían la religión para ser vistos y alabados sin principios sólidos que nacieran de lo interior, una actitud frente a Dios y al prójimo honrada y auténtica. Les gustaba ser llamados Rabbí, Maestro, Jesús lo prohíbe porque en los tiempos del mesías todos serán enseñados por Dios como había anunciado el profeta (vv.5-7; cfr. Jr. 31,34). Dios es el único Padre, y por lo mismo, todos hermanos; los discípulos de Jesús son hermanos, porque hijos de Dios (v.9). Los judíos llamaban padre a los profetas, desde ahora sólo a Dios se le puede llamar así con la revelación de la paternidad de Dios y nuestra filiación. El único dirigente o Instructor es Cristo, entendido como camino hacia Dios Padre (v.10). La máxima señal de dignidad entre los discípulos de Jesús será el servicio. “El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.” (vv. 11-12). Será la humildad, la que el discípulo deberá cultivar, para entrar en el Reino de los Cielos.

Santa Teresa, mujer cuya entereza moral y espiritual se funda en la fe cristiana, une admirablemente la vida de oración con vivir en la verdad que es Cristo. “Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado.” (CV 40,3).

MIERCOLES

a.- Jer. 18,18-20: Complot contra el profeta Jeremías.

El texto del profeta, narra la conspiración contra él, es el enemigo en acción. Es su predicación, la que provoca esta situación (cfr. Jr. 11, 18-23). ¿Quienes le acusan? Las instituciones de Israel: sacerdocio, sabios y profetas, por su mensaje, por su palabra. Jeremías, como Jesucristo más tarde, es el ejemplo del profeta y justo doliente (cfr. Mt.

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12, 13). Su predicación, era una blasfemia contra la enseñanza tradicional, confirmada por Isaías y la historia: la inviolabilidad de Sión y el Templo. Jeremías amenazaba con la destrucción y el destierro, y por esto, se forma la conjura, la opinión pública condena al profeta. Jeremías se ve sólo, indefenso, su refugio es Yahvé. Sabe que las instituciones son expresión de la voluntad de Dios, Jeremías no las ataca, pero sí su desempeño. Sólo Dios sabe cómo ha orado por ellos, ha suplicado alejar de ellos la inminente ira divina, y así y todo, es acusado de traidor y sacrílego. Es la tragedia íntima de Jeremías, que tiene que anunciar una palabra que nadie quiere escuchar, porque hay intereses creados de personas e instituciones.

b.- Mt. 20,17-28: El cáliz que yo he de beber.

El evangelio nos presenta, el tercer anuncio que hace Jesús de su pasión (vv.17-19), acoge la petición de la madre de los Zebedeos y la enseñanza de Jesús, sobre el servicio de los que son autoridades (vv.24-28). Jesús sube a Jerusalén, su Hora se aproxima, mientras tanto, prepara a sus discípulos y les anuncia su pasión y el escándalo de la cruz que tendrán que vivir. Este tercer anuncio, es mucho más preciso que los precedentes, no sólo dice que será entregado a los sumos sacerdotes y escribas, sino que será crucificado (v.19). En su anuncio, se vislumbra el Rostro del Mesías Sufriente de Isaías. Los discípulos, parecieran no sentirse parte del anuncio, ya que están pensando en tener las primeras responsabilidades en el futuro Reino de Dios, cuya manifestación pareciera inminente. En un segundo momentos tenemos la petición de la madre de los Zebedeos. Jesús responde con dos preguntas, que debiera iluminarlos, abrirles la mente, del compromiso que están asumiendo, pero su respuesta está orientada por un pensamiento mundano, piensan en Jesús como un mesías político; están imbuidos de nacionalismo judío, quieren poder para su Maestro y para ellos (v. 22). No comprenden el anuncio de la pasión. La misión de Jesús en la tierra no consiste en dar premios, sino que sufrir para salvarlos (cfr. Jn.3, 17; 12,47). Lo curioso, es que los otros discípulos se enfadan con estos dos, lo que manifiesta la ambición de todos ellos. Como buen Maestro les da una nueva

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doctrina, antes de sufrir la pasión. Si quieren seguirle, deberán aprender, un modo de ser totalmente diferente a lo que propone el mundo. Los grandes señores, los jefes, oprimen con su poder, la dominación romana, en concreto, por el contrario, para sus discípulos, mandar significará, servir con humildad, ahí encontrarán su grandeza, no en el poder. La verdadera humildad se encuentra en la entrega, no en el dominio despótico (cfr. Lc. 22, 25). El Hijo del Hombre, ha venido como Siervo sufriente, para redimir a la humanidad, ofrece su vida en favor de todos, expiar los pecados de los hombres. Su doctrina es su experiencia cuyas huellas hay que seguir (cfr. Jn.13, 15; 1Pe. 2, 21). Contemplemos a Jesús, como sigue sirviendo a sus hermanos, en cada Eucaristía donde nos habla por su evangelio y nos prepara el Banquete eucarístico, su Cuerpo y Sangre, para nuestro alimento. Beber el cáliz, en cada celebración Eucaristía, es decir, comulgar con su muerte y resurrección gloriosa para la salvación del mundo y nuestra, para luego servir a los hermanos y alcanzar así la palma de la victoria y sentarnos a su derecha en el Reino de los cielos.

Santa Teresa nos invita a tener ánimo para superar los trabajos que supone ser discípulo de Cristo. “Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que se ofrecen, para probar a sus amadores, y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria, primero que nos las dé, porque no nos acaezca lo que a Lucifer.” (V 11,11).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Jer. 17,5-10: Bendito quien confía en el Señor.

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Si bien este pasaje es nuevo en Jeremías, no lo es por su contenido sino por su estilo sapiencial, trabajo de algún discípulo del profeta que en forma tardía dio forma a sentencias y aforismos de su maestro. Se habla de la verdadera justicia, pero también de la aparente desproporción entre fidelidad y felicidad. Se presentan el paralelismo antitético, es decir, el contraste de una verdad y su contrario. Lo contrario, aquí es la excesiva confianza en la carne, es la debilidad del hombre, su contingencia e impotencia. Maldito lo llama el profeta (vv.5-6). La imagen del árbol raquítico del desierto, sirve al profeta para hablar del hombre abandonado a sus propias fuerzas. Lo positivo, es el hombre puesto en las manos de Dios, que como árbol plantado junto al arroyo, está frondoso y fecundo, no teme el estío, ni la sequía (vv.7-8). El agua, es siempre símbolo de vida y fecundidad. La intención del profeta, es crear los cimientos espirituales, de una verdadera participación de Israel en la vida de Dios, como los sarmientos en la vid. El contrapunto es la política exterior de Israel hecha de alianzas con Egipto y Asiria, como el fracaso de la reforma emprendida por Josías. Israel debe saber que Dios es su única fuerza, la participación en la verdadera religión, la gratuidad del espíritu es la esencia de la misma. ¿Por qué, entonces prospera el impío, mientras el justo sufre? Jeremías se remonta a los juicios divinos y a la malicia del hombre. El mal del hombre radica en su corazón, sólo Dios sondea lo interior del hombre, y puede dar lo que a cada uno le corresponde, lo que merece, aunque el hombre no logre comprenderlo. De ahí que el profeta destaque la interior como fuente perenne del conocimiento de Dios y del hombre en su misterio.

b.- Lc. 16,19-31: El rico malo y el pobre Lázaro.

El evangelio, propio de Lucas, nos habla de la riqueza y la pobreza, el destino del rico y del pobre Lázaro en la vida eterna. Nos presenta la vida que ambos tienen en este mundo, luego su situación después de la muerte, y finalmente el diálogo entre Abraham y el rico. Vemos como el rico pertenece a la clase alta judía, viste de púrpura, banqueteaba cada día. El contraste lo pone un pobre que yacía a su puerta, cubierto de llagas, que lamían los perros, que lo convertían en

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impuro respecto a la Ley. Primero muere el pobre, llevado por los ángeles al seno de Abraham, luego murió el rico, y sólo se señala que fue sepultado en el Hades (cfr. Gn. 15,15; 49, 33). La petición del rico para aliviar su suerte, la eleva a Abraham a quien llama Padre, porque se considera heredero de la promesa (v.24; cfr. Lc. 3,8). Sigue viendo a Lázaro como un servidor, si conocía su nombre, era porque sabía de su existencia antes de morir ambos, lo que agrava su culpa. El fuego y la sed son la angustia interior de haber obrado mal (cfr. Mc. 9,48; Is. 65,13; 66,24), si bien Abraham no accede, lo trata como hijo, si sufre ahora es por haber sido egoísta y haber mal usado sus bienes en su vida terrena. Su condena no es por haber sido rico, sino por no compartir (v.25; cfr. Lc. 16,9; 12, 33-34; 14,12-13; 18,22). El rico se condena por no temer a Dios, a quien no necesita y lo más grave se negó a compartir lo suyo con un hambriento. Como en vida, el rico seguirá separado de Dios, sólo que ahora es consciente de ello. Un abismo los separa, nada se puede hacer. Entonces el rico ruega a Abraham, por sus hermanos: que vaya Lázaro a avisarles, si ven un muerto, cambiarán de vida, y aumentará su generosidad (cfr. 1Sam. 28, 7-20; Is. 8, 9). La respuesta del Patriarca es categórica: sólo la Torá y los profetas pueden abrir los corazones de los hombres. El problema es más hondo, son corazones endurecidos, cerrados para Dios, que no escuchan la Torá, aunque resucite un muerto, seguirán en su increencia (cfr. Lc.11, 29-32; Dt. 30,11). Clara alusión a la resurrección de Jesús, en la que sólo creyeron los apóstoles, lo que aumentó su fe en Cristo Jesús.

Santa Teresa tiene una máxima que le define, su famosa letrilla, que termina diciendo: “Sólo Dios basta”. En el libro de la Vida canta la riqueza de haber optado por Dios en la vida religiosa: “¡Qué rico se hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! ¡Qué honrado el que no quiso honra por El, sino que gustaba de verse muy abatido! ¡Qué sabio el que se holgó de que le tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! ¡Ya, ya parece se acabaron los que las gentes tenían por locos, de verlos hacer obras heroicas de verdaderos

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amadores de Cristo! ¡Oh mundo, mundo, cómo vas ganando honra en haber pocos que te conozcan!” (V 27,13-14).

VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Gén. 37, 3-4. 12-13. 17-28: José es vendido por sus hermanos.

La vida de José, es una de las más bellas historias que nos presenta la Biblia. Vendido como esclavo por sus hermanos, envidiosos a causa de sus sueños, pero Dios que es quien guía la historia de la salvación, lo constituye en primer ministro de Egipto, salvador de sus hermanos. Encontramos la idea de superioridad de José, a causa de sus sueños, sobre sus hermanos, por una parte y por otra, la preferencia de Dios por el menor (Abél sobre Caín, Jacob sobre Esaú). José, es el hijo predilecto de Jacob, lo que provoca la ira de sus hermanos y deciden deshacerse de él. La idea de matarlo, cede a la de venderlo como esclavo, y así es conducido a Egipto. Ser hijo de Raquel, la esposa preferida de Jacob, la más amada, crea conflictos; sus sueños lo hacen superior en clave de promesas hechas a los patriarcas de tierra fértil y dominios, lo que se cumplirán en sus hijos Efraín y Manases, respecto de las otras tribus en el futuro. Hay claras reminiscencias de la historia de Abel, que muere a manos de su hermano Caín, con la diferencia que el proyecto homicida se lleva a cabo por intervención de Rubén, José es vendido como esclavo, una muerte sin derramamiento de sangre, pero queda la esperanza de redimirse por parte de José.

b.- Mt. 21, 33-43.45-46: Parábola de los viñadores homicidas.

La parábola de los viñadores homicidas, que matan al hijo del dueño de la viña, es figura de Cristo en su pasión. Esta parábola se presenta como una amplia confrontación de Cristo, con las autoridades religiosas de Jerusalén. Tiene como trasfondo el cántico de Isaías, la figura de la viña, que representa a Israel, aunque la intención de Jesús va en otro sentido (cfr. Is. 5, 2-4). Israel es la viña, no ha dado frutos,

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Yahvé es su dueño, mientras tanto ha llegado el tiempo del Juicio. Aquí la viña ya no es Israel, sino el Reino de Dios (v.43), el Reino se ha confiado a nuevos arrendatarios. La parábola se abre con una alusión a la viña de Isaías (5,1-7), donde se recuerda la infidelidad de Israel y el amor solícito de Dios en invitarles a la conversión y la reconciliación (cfr. Jr. 7,24ss; 9,13ss). Luego de enviarles sus profetas, el propietario, les envía a su propio Hijo, pero también es rechazado y muerto fuera de la viña (v.39). ¿Qué hará el propietario con los arrendatarios? La sentencia es trágica: el propietario los matará y arrendará la viña a otros viñadores (vv.40-41). La aplicación a Israel es evidente: no han escuchado, ni obedecido a los profetas, ahora tampoco escuchan al Hijo de Dios, más aún, la malicia se concentra especialmente contra ÉL, lo matan fuera de la viña, como antes a los profetas. Pero su malicia, caerá sobre ellos mismos (cfr. Jer.7, 24-26; Lc. 23, 34-36; Lc. 27, 25). La viña fue entregada a los nuevos arrendatarios, al pueblo, para que produzca los frutos en la vida. Los frutos son los del Reino de Dios, la viña tiene nuevos arrendatarios que no frustrará el querer de Dios. El asesinato del Hijo es la mayor rechazo de Israel, pero precisamente, el nuevo pueblo, se funda en la alianza hecha con la sangre de Jesús (cfr. Mt. 26, 28). La piedra desechada resulta que es ahora la piedra angular del edificio (cfr. Sal.118). La Iglesia comprendió este significado con la luz de la Resurrección de Jesús, enaltecido como Señor (cfr. Hch.2,36). Los frutos que Dios espera de la humanidad redimida, su plan de salvación, no se ve impedido por el veto de Israel, porque el Espíritu (cfr. Gál. 5,22), es el que guía y acompaña a este nuevo pueblo de Dios.

La Santa Madre Teresa, nos habla de cómo Dios sube un alma de la simple oración mental a alta contemplación, fruto de su deseo de unirla a Sí. Dios visita su viña es decir el alma para regocijarse en el jardín de las virtudes, que el alma al sol de la gracia, hace geminar por doquier. “Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación que Él se da a nosotros, harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña;

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mas estos son hijos regalados, ni los querría quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su mesa, dales de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele. (CV 16, 4-5).

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Miq. 7, 14-15. 18-20: Dios no perdona el pecado.

El final del libro de Miqueas, es una oración contra las naciones y una llamada al perdón. Es el salmo de un pueblo pobre que ha regresado del exilio y está en Jerusalén. Encuentran problemas, para asentarse en la tierra de sus antepasados, miran al horizonte esperando que Dios cumpla sus promesas, y sus anhelos, muy humanos se hagan realidad. El Mesías se identifica con el pastor de Israel, porque regirá con su cayado, como lo hace Yahvé. Su pastoreo, en esta oración es oración y profecía mesiánica, de un pueblo que busca rehacer su vida y su historia. Se saben heredad de Yahvé, su propiedad que se escogió de entre muchos pueblos. Como exiliados, quieren recuperar las tierras del Carmelo, de Bassán y Galaad, porque son fértiles, y de buenos pastos para sus rebaños. Así como había actuado en Egipto con brazo poderoso y mano extendida, también hoy se necesita una intervención parecida, en este nuevo éxodo de su pueblo. Dios les recuerda que sólo ÉL perdona los pecados y los arroja en el mar, no porque el pueblo lo merezca sino por su fidelidad a Jacob y Abraham. El pueblo confía en la misericordia divina. El profeta ve en el pecado, la causa de separación de su pueblo con Dios; no habrá amistad sin borrar el pecado de la sociedad. Cristo Jesús, quitó el pecado del mundo en la Cruz, donde dio muerte a la misma muerte, al pecado y al poder de Satanás sobre el hombre que impedía la comunión perfecta entre Dios y el hombre.

b.- Lc. 15, 1-3. 11-32: Parábola del hijo pródigo.

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La parábola del hijo pródigo, nos presenta a un hijo menor que pide a su padre lo que le corresponde de la herencia, que recibiría a la muerte de su padre, se marcha (cfr. Dt. 21,17; Sir. 30,20-24). Llama la atención que no dé razones de su ida ni el padre se las pida. Vivió como un libertino, malgastó su capital, vino la recesión económica en el lugar y comenzó a pasar hambre. Acepta como empleo cuidar cerdos, animales impuros (cfr. Dt. 14,8; 1Mc.1, 47; Is. 65,4), lo que supone que trabajaba para gentiles; quería comer las algarrobas de los cerdos pero eran amargas, incomibles. Hambre y soledad hacen más amarga su existencia; de la abundancia a la pobreza, del cariño de su familia a la indiferencia. De lo externo, pasamos a la reflexión por parte de joven, a su mundo interior. En casa estaba mejor, si bien no tenía la libertad que quería, no pasaba hambre; olvida su condición de hijo, para compararse con los jornaleros de casa que contaban con pan, se atreve a contarse entre ellos. Concibe un plan: volver a casa, confesar su pecado contra el cielo y su padre, no honrar a sus padres dilapidando la herencia que podía ayudarles en su ancianidad. El verdadero pecado del hijo fue querer ser libre más que hijo, más dueño de su destino que hijo de Dios. Se siente indigno, por ello, quiere que le acepten como jornalero, más que como hijo. La reacción del padre al verlo regresar, es correr y abrazarlo con efusión, olvida su ancianidad y dignidad (cfr. Gn. 33,1-4; Eclo. 19,30). La atención de la parábola se desplaza del hijo menor al padre. Con semejante recibimiento, pronuncia las primeras palabras de su confesión, pero omite ser jornalero en casa de su padre. El hijo recupera sus privilegios: vestir la túnica, el añillo, y las sandalias, los signos de poder y dignidad (cfr. Gn. 41, 40-42; 1Mac. 6,14-15; Est. 6,8). El reencuentro merece una gran celebración familiar, como matar el novillo cebado, porque este hijo mío había muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado (v.24). La ausencia del hijo para el padre, significó no tener vida, su hijo ha regresado, es lo único que importa, a vivir como su hijo amado. El motivo de la celebración es lo que irrita al hijo mayor: el regreso de su hermano. El padre le suplica que regrese a casa, no le importan humillarse, con tal de recuperar la unidad familiar. El hijo mayor expresa lo que siente, pensando no en

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su hermano sino en sí mismo, reprocha a su padre que premie la vida disoluta de su hermano y no honra la vida honesta que él ha llevado (cfr.Prov.29,3), con lo que se siente postergado. Jamás le ha organizado una fiesta para sus amigos. No asistirá a la fiesta, con lo que se resiente el honor debido a su padre, es más, las relaciones con su padre, no están presididas por el amor, sino por el deber. Subyace la envidia entre hermanos por el cariño de los padres y la preferencia por el menor (cfr. Gn. 27, 5-30; 1Sam.16,4-13); donde se exalta la humildad del menor y la arrogancia del mayor, el que estaba fuera ahora celebra en casa, el que siempre estuvo permanece fuera. El padre argumenta, que si bien ha permanecido siempre con él, en casa, no ha sabido ser generoso, debería alegrarse por el regreso de su hermano. El propósito final de la parábola, es llevar a los justos a alegrarse del regreso de los pecadores, que no perdieron su dignidad de hijos y hoy se hace fiesta porque han regresado a la casa del Padre.

Santa Teresa de Jesús nos pide que si rezamos el Padre Nuestro consideremos lo mucho que nos da el Señor Jesús en sus primeras palabras. Une oración y conversión a Dios y a los hermanos: “¡Oh Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera palabra? Ya que os humilláis a Vos con extremo tan grande en juntaros con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y miserable, ¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos tornamos a Él, como al hijo pródigo hanos de perdonar, hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en El no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos participantes y herederos con Vos.” (CV 27,2).

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P. Julio González C.