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SÍNODO DE OBISPOS SOBRE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Intervenciones en las que han hablado de la pastoral de la salud
Rev.do P. Renato SALVATORE, M.I., Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilos) (ITALIA)
El cuidado a los enfermos es esencial en la misión evangelizadora de la Iglesia, por fidelidad a Jesús “que recorría todas las ciudades y aldeas... proclamando la Buena
Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 9, 35).
La Iglesia es una comunidad de personas que el Señor ha “sanado” y, por tanto, se convierte en una comunidad “que sana”. Cristo, médico de las almas y los cuerpos,
ofrece la salud, la salvación, al hombre en todas sus dimensiones: cuerpo, psique y espíritu. De hecho, Él “vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo” (CIC 1503).
El beato Juan Pablo II afirmaba: “La Iglesia ...está obligada a buscar el encuentro con
el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento” (Salvifici doloris 3). “La conciencia de que el servicio a los enfermos y los que sufren es „parte integrante de la misión de la Iglesia‟ exige que incorporemos en el proyecto evangelizador la
promoción de la salud y el compromiso de aliviar el sufrimiento de los enfermos y de cuidarlos, obedeciendo al mandato de Cristo, cuyas obras unen estrechamente la
tarea de la evangelización y la curación de los enfermos” (Conferencia Episcopal Italiana, Nota pastoral, nº 2).
S. E. R. Mons. Filippo SANTORO, Arzobispo de Taranto (ITALIA)
La Nueva Evangelización necesita encontrar a los cristianos que se han alejado y dialogar con la cultura actual del mundo. Pero el mundo muchas veces no tiene
ningunas ganas de dialogar con nosotros, y si lo hace es sólo en contiendas fijadas por él según el espíritu del tiempo.
También al principio de la Evangelización nadie tenía interés en dialogar con los
cristianos, con ese pequeño grupo de hombres extraños que creían que un hombre crucificado había resucitado. Pero era precisamente a este mundo al que se dirigían,
mostrando a quienes los ignoraban o los perseguían la experiencia de una vida cambiada y la propuesta de la salvación. A ese mundo no se respondía con un
discurso, sino con el milagro de una humanidad transformada.
Después de 27 años de misión y de servicio a la Iglesia en Brasil, he vuelto a Italia, a
una diócesis de antigua evangelización, en el contexto de una religiosidad popular extendida y sentida, en la que la fe está siendo provocada duramente por la
secularización. Debido a los efectos contaminantes de la mayor fábrica siderúrgica de Europa, doce mil personas (veinte mil con las fábricas satélites) corren el riesgo de
perder el puesto de trabajo y otras muchas personas ya han sido víctimas de tumores y otras graves enfermedades debidas a la contaminación ambiental.
La Iglesia no se ha quedado mirando, sino que ha salido enseguida en defensa de la vida atacada por la dioxina y otras sustancias tóxicas, a la vez que ha defendido el
trabajo que permite el desarrollo de la vida. Como no tenemos a disposición una
receta para la solución de este grave problema, hemos ofrecido una presencia solidaria y un apoyo concreto a los afectados por los efectos desastrosos de esta triste
alternativa en este período de recesión económica mundial. No ofrecemos
soluciones, sino la proximidad, conscientes de la misión de ser peregrinos junto a los que sufren, favoreciendo el diálogo y la concertación por el bien común. Por
eso he visitado a los obreros del alto horno 5 que hacían huelga a 60 metros de altura y he encontrado a los enfermos de tumores, he visitado la liga contra la leucemia, la
esclerosis múltiple, la asociación nacional contra los tumores y otras asociaciones, como la de los niños contra la contaminación. Pero el conflicto continúa abierto y vemos la profunda crisis humana y social de este modelo de desarrollo económico.
Jesús abrazó al necesitado, se puso de parte de los pobres, los pequeños, los pecadores, los marginados. Los amó y con eso reveló el rostro del padre.
S. E. R. Mons. Zygmunt ZIMOWSKI, Arzobispo-Obispo emérito de Radom,
Presidente del Pontificio Consejo para los Operadores Sanitarios (CIUDAD DEL VATICANO)
La Iglesia, de acuerdo con el mandato de Jesús “Euntes docete et curate infirmos” (Mt 10,6-8), a lo largo de su historia ha percibido siempre el servicio a los enfermos
como parte integrante de su misión evangelizadora. En este sentido, el mundo del sufrimiento y la enfermedad en sus distintas articulaciones constituye un ámbito específico y un camino imprescindible de evangelización, que exige por ello ser
reconsiderado constantemente, como demuestra el reto que, sobre todo hoy, la evangelización afronta en el diálogo con la ciencia y la biotecnología aplicada, en el
que se juega radicalmente la posibilidad de un desarrollo humano integral.
La pastoral de la salud tiene, por tanto, un campo de acción en múltiples y complementarias articulaciones, que van desde el hospital hasta las relaciones con las
diferentes figuras profesionales del oficio sanitario (médicos, enfermeros, capellanes adecuadamente preparados, administradores de los recursos financieros a beneficio de las políticas sanitarias, políticos comprometidos en la formulación legislativa
sobre delicados asuntos de bioética, etc.); desde el encuentro personal con las personas marcadas por el misterio del dolor, y desde el diálogo con sus familias,
hasta la pastoral en las parroquias; desde la colaboración con el variado mundo del voluntariado hasta la gran obra de misericordia y de esperanza que se lleva a cabo en
los Santuarios -sobre todo marianos- donde confluye a menudo el mundo del sufrimiento, también durante la Jornada Mundial del Enfermo.
Concretamente el hospital debe ser considerado como un espacio privilegiado de evangelización, porque allí donde la Iglesia se vuelve “vehículo de la presencia de
Dios” se convierte al mismo tiempo en “instrumento de una verdadera humanización del hombre y del mundo” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA
DE LA FE, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, n. 9): el hospital, „evangelizado‟ sobre todo por obra del capellán es, por tanto, el “lugar en
donde la relación de curación no es oficio, sino una misión; donde la caridad del Buen Samaritano es la primera cátedra; y el rostro del hombre sufriente, el Rostro mismo de Cristo” (BENEDICTO XVI, Discurso a la Universidad Católica del Sagrado
Corazón de Roma, 3 de mayo de 2012).
Fiel al mandato de su Señor y justo en el ejercicio del ministerio de curación, la
Iglesia, en su acción pastoral en el mundo de la salud, está llamada por tanto a hacerse intérprete y a dar testimonio de manera elocuente y siempre actual de la
“diaconía de la caridad, que es central en la misión de la Iglesia” (BENEDETTO XVI, Mensaje a los participantes en la XXV Conferencia Internacional promovida por el
Pontificio Consejo para la Pastoral de la salud, 18 de noviembre de 2010).
Relación después de la Discusión
Intervino el Relator General, S. Em. R. Card. Donald William WUERL, Arzobispo de
Washington (EEUU), para la lectura de la Relatio post disceptationem ().
En su segunda relación, como conclusión de la discusión general sobre el tema sinodal en el Aula, el Relator General sintetizó las varias intervenciones que se
sucedieron en estas jornadas en las Congregaciones Generales y ha ofrecido algunas líneas de orientación para facilitar la labor de los Círculos menores.
……….
Otros han vuelto a recordar al Sínodo que el cuidado de los enfermos y de los que
sufren es parte de la verdadera esencia de la evangelización. Los enfermos, las personas con minusvalías o necesitadas de cuidados especiales pueden ser también agentes de evangelización.