Este titulo nos invita a analizar como fue la

etapa infantil del Salvador.

“Los primeros años de la vida del Salvador son más que un ejemplo para

la juventud. Son una lección, y deberían alentar a todos los padres.

Los deberes para con la familia y para con los vecinos constituyen el primer campo de acción de los que quieran empeñarse en la elevación moral de sus semejantes. No hay campo de

acción más importante que el señalado a los fundadores y protectores del

hogar. Ninguna obra encomendada a seres humanos entraña

consecuencias tan trascendentales como la de los padres y madres” (El Ministerio de Curación, pág. 270).

La etapa del desarrollo de Cristo es verdaderamente un ejemplo. Él crecía en sabiduría, y a medida que se

hacía mayor adquiría más fuerza por medio de la gracia divina. Pero para llegar a comprender su edad adulta, debemos ahondar en esos primeros pasos que dio al inicio de su vida. Empecemos por recordar que Cristo nació sin pecado concebido. ¿Qué quiere decir

esto? En realidad, se trata de un misterio, pero la Palabra del Señor nos revela que él no nació de un gen

de hombre, sino que por gracia del Espíritu Santo, nació sin pecado en este mundo. Esto no quiere decir que al haber nacido sin pecado no tendría que pasar por pruebas en su niñez y adolescencia, pues esta

etapa es precisamente donde se forma el carácter del ser humano y Cristo supo afrontar humanamente la

situación. La opción de pecar estaba presente, pero su dependencia y obediencia hacia Dios, las cuales

habían sido inculcadas por su madre desde pequeño, lo conducían a soportar toda clase de tentaciones.

Muchos de nosotros hemos nacido en el mensaje Adventista por lo tanto hemos recibido las mismas oportunidades que Cristo en su educación, pero la

pregunta seria ¿Por qué entonces nosotros si pecamos y Cristo no? La razón es porque María y José si

dependieron de Dios para la educación de su hijo, nosotros como padres no hemos realizado esa labor.

José y María vivían alejados de la ciudad de Jerusalén casi a un día de camino y cada año subían

a la Fiesta de las Pascuas. Esto lo realizaban para que Jesús se fuera incorporando en cada una de las actividades y de paso como prueba de la fidelidad de

ellos hacia Dios.

José y María se confiaron en que algún familiar o amigo podría llevar a Jesús, pero al no encontrarlo les tocó regresarse a buscarlo. Luego de tres días,

por fin lo hallaron en el templo, donde estaba rodeado de maestros de la ley, es decir, lo que

llamamos hoy en día teólogos o pastores. Cristo departía con cada uno de ellos y estos personajes

quedaban absortos de oír las palabras de aquel muchacho quien explicaba con tanta fluidez la palabra de Dios. Cristo se había detenido en el

templo para observar por primera vez en su naturaleza humana, el sacrificio de animales y todo lo que representaba los ritos del servicio pascual. Por tal motivo, prefirió estar en soledad y luego departir con los sacerdotes sobre las Escrituras.

Cuando los padres le encontraron y le reclamaron, Cristo les respondió, ¿Acaso no sabéis que en los negocios de mi padre me

concierne estar?... ¿Cuáles eran los negocios de su padre? ¿No consistían a caso con

brindarles salvación a la humanidad perdida?.. ¿A qué había venido a este mundo? Era claro y

contundente que ya había entendido que él era el hijo de Dios y sabía claramente cuál era su misión, pero aún no era el momento. Por lo

tanto, como hijo obediente volvió con sus padres, no sin antes mostrarles que por

encima de ellos estaba su obligación con el Padre Celestial. Este debería ser ejemplo para

cada uno de nosotros que normalmente colocamos a Dios en un segundo lugar.

Muy poco se dice en las Sagradas Escrituras acerca de Cristo durante sus primeros 30 años. Solamente

se nos resume que crecía en sabiduría, estatura y gracia para

con Dios y los hombres. Cuando la Biblia nos dice para con Dios y

para con los hombres ya se estaba cumpliendo parte de su labor, la

cual era la de mediador.

El poder criar a nuestros hijos como fue criado Cristo, sí se puede. Ejemplo tenemos en

Samuel, y en Juan el Bautista, dos hombres que fueron obedientes a las instrucciones de sus madres porque éstas se dejaron guiar por el

poder de Dios. El Señor Jesús en cada etapa de su desarrollo fue perfecto, con la gracia sencilla y natural de una vida sin pecado. Murió por ti y

por mí para que por intermedio suyo lográramos llevar una vida como la suya.

Este material fue preparado por el Hermano: José Magdiel guerra Carrillo

Con la colaboración de la Hermana:Johanna Liseth Muñoz

deptojovenesasonor@gmail.com

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Bucaramanga –Colombia