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Lic. Luis Giovanni Casasola Ruiz

MANEJO DE LIMITES

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Lic. Luis Giovanni Casasola Ruiz

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¿Qué son límites?

Los límites, con respecto a los(as) hijos(as), son reglas claras de convivencia por las cuales no solo se rige el comportamiento, sino también las consecuencias relacionadas con estas reglas.

Los límites deben ser claros en cuanto a lo permitido, lo no permitido, los premios y sanciones.

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¿Por qué son importantes los límites?La falta de límites hace que los(as) hijos(as) no

sepan cómo deben comportarse ante determinadas situaciones.

Nuestra vida cotidiana está llena de distintos ambientes y nos relacionamos con distintas personas.

No es igual el comportamiento que se puede tener en el colegio, al que se espera en una fiesta familiar. Así como el comportamiento que los(as) hijos(as) tienen con los amigos no es igual al comportamiento que ellos tienen con sus padres.

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Con respecto a los adolescentesFrecuentemente los adultos

damos por obvio los comportamientos aceptados y los no aceptados, sin embargo, los adolescentes atraviesan por una serie de cambios (a veces se comportan como niños y otras veces se comportan como adultos).

No hay que olvidar que la personalidad llega a formarse aproximadamente a la edad de 20 años. Por lo cual, los(as) adolescentes no tienen una personalidad estructurada y necesitan encontrar su identidad.

Todos estos cambios pueden provocar que se comporten diferente con los padres de cómo lo hacían antes y que irrespeten la autoridad.

Cuando suceden estas cosas con una hija o hijo, nos sentimos que ya no tenemos el mismo control sobre ella o él.

Frecuentemente se trata de recuperar este control por medio de castigos. Sin embargo, los castigos aparentemente no nos ayudan a mejorar la relación, la cual más bien se va haciendo peor.

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¿Cómo controlar la relación con los hijos?Antes de intentar controlar la relación con

otras personas debemos aprender a controlarnos a nosotros mismos. En algunos casos, los hijos nos sacan de quicio con mucha facilidad. Sin embargo, debemos ser conscientes que no controlaremos nuestra relación con los hijos (ni con alguna otra persona) mientras nosotros mismos estemos emocionalmente descontrolados.

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Control de las emociones.Controlar las emociones no significa “no sentir”,

por el contrario, significa darme el derecho de sentir sin que ese sentimiento me controle.

Se puede comparar el control de las emociones con una olla de presión, en donde esta deja salir la presión en forma controlada, sin explotar.

No se trata de “tragarnos todo”, tampoco se trata de “explotar con cualquier cosa”; se trata de lograr un equilibrio entre las dos actitudes. Por ejemplo: si estamos enojados, tener la libertad de expresarlo y expresar nuestros motivos, sin que esto signifique una confrontación con el otro.

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¿Por qué controlar las emociones?Las emociones son parte

nuestra y nos hacen humanos, pero si ellas nos controlan a nosotros harán que “no podamos hacer lo que predicamos”. Cuando se tiene problemas con un hijo o hija, podemos enojarnos mucho y castigarlos duramente, pero cuando nos tranquilizamos nos sentimos mal por lo que dijimos o hicimos mientras estábamos enojados, y terminamos retirando el castigo que habíamos impuesto.

Es bueno tener la capacidad de sentir enojo así como compasión. Pero esta capacidad de sentir no nos debe hacer demasiado duros a la hora de castigar, ni mucho menos nos debe hacer retractarnos de las consecuencias que imponemos, ya que nuestros hijos aprenderán a “negociar” las reglas (o más bien a manipularlas a su conveniencia).

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Con respecto a las conductas de las(os) hijas(os).Casi siempre que

pensamos en reglas, pensamos solo en las cosas que no se deben hacer. Las reglas también deben incluir cosas que se pueden y/o deben hacer.

Si nosotros pensamos únicamente en lo que nuestros(as) hijos(as) no deben hacer, también es probable que pensemos en el castigo como la única forma de corregirlos.

Sin embargo, el castigo debe ser usado sólo como último recurso, cuando no estemos enojados, y con poca frecuencia, ya que el que es castigado frecuentemente se acostumbra, y el castigo pierde su efecto.

En lugar de castigar lo que no debe hacerse, debe premiarse lo que se debe hacer en el momento en el que se hace.

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Reforzar conductasA veces se cree que no

es necesario premiar a una persona cuando hace lo que debe hacer, “no querrá una medallita por hacer su obligación”, pero (contradictoriamente) si estamos atentos a castigar cualquier falta.

Los castigos pueden ser burla, desprecio, humillación o ignorar a alguien (en psicología se le llama extinción).

Las recompensas pueden ser desde una sonrisa, una felicitación, un abrazo, hasta las que nos podamos imaginar.

Debemos tener en cuenta que cuando sólo castigamos, estamos enseñando que la única forma de sobresalir es hacer lo que está mal, puesto que cuando se hace lo que está bien, se pasa desapercibido.

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Tenga buena comunicaciónSi sucede que uno de los padres es muy estricto

y el otro muy blando, el (la) menor aprenderá a manipular la situación a su conveniencia. Por lo tanto, es importante tener una buena comunicación en cuanto a las reglas, y las consecuencias de obedecer o desobedecer las reglas.

La buena comunicación también debe incluir a los hijos de tal forma que ellos estén conscientes de las reglas. Si son varias las personas las que se responsabilizan por un(a) menor, estas personas deben ponerse de acuerdo con los padres.

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Lo más importanteLas reglas se hacen por

el bien de quien las sigue y de los que le rodean.

Las reglas no deben ser rígidas, pueden cambiar dependiendo de las circunstancias, pero tampoco pueden ser en exceso maleables.

Con respecto a los castigos, nunca siga el juego de “no me dolió”. Si su hijo(a) cumple el castigo, ya es “libre de toda culpa”.

Las reglas, con sus respectivos castigos y recompensas son para educar, no para controlar.

Compórtese en forma consistente con las reglas que impone. Si una de las reglas es “no mentir”, no espere que su hijo(a) siga la regla si lo ve mintiendo (los adolescentes no tienen problemas para ser directos a ese respecto).

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