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1 002.- Yahweh no oye a los pecadores “Y sabemos que Yahweh no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de EL y hace su voluntad, a éste oye” Jn. 9:31 En cierta ocasión, Yahshua, nuestro amante Salvador, saliendo del templo encontró a un ciego de nacimiento. Era uno de tantos que arrastraba sobre sí las consecuencias del pecado. Era uno más de los que sentían que la transgresión de la ley de Yahweh causaba estos efectos dañinos en la naturaleza humana. Era uno más que quería ser liberado de la lepra del pecado. Rabí: ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?Estas palabras demuestran que en aquella época, una persona enferma, como en este caso ciega, la podían considerar como un castigo de Yahweh. Ellos creían que la violación a algunos de los mandamientos de Adonay traía sobre el transgresor el castigo divino. Entre los judíos, se creía generalmente que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Yahweh, pero esta verdad había sido falseada. Satanás el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes del mismo Creador del Universo, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador. Sin embargo, las tradiciones habían hecho posible que el pueblo de Adonay se olvidara de la realidad de las cosas. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento es infligido por Satanás y que éste con sus métodos quiso que este “hombre perfecto, recto, temeroso de Adonay y apartado del mal” Job 1:1 llegase a renunciar a su fe maldiciendo a su Creador y apostatara de su fe. Israel se había alejado tanto de Su Creador que estaban siguiendo las tradiciones e interpretaciones de los hombres en lugar de seguir escudriñando las Escrituras para ver si coincidían con “un escrito está”. La pregunta formulada por los discípulos: “¿quién pecó este o sus padres?” no podía esperar. Ese hombre ciego iba a ser una demostración del amor de Yahweh por cada uno de aquellos que sufren. Ese hombre ciego iba a convertirse en un prototipo de cuantos estamos enfermos y deseamos ser sanados de la lepra del pecado. Era evidente de que no había virtud sanadora en el lodo, o en el estanque, el lugar donde el ciego fue enviado para lavarse, sino que la virtud, el poder sanador estaba en Yahshua dado por Yahweh para mostrar su misericordia con cada uno de nosotros. El Salvador hizo lodo con su saliva, le untó los ojos con ella y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es enviado). El ciego obedeció a la voz de su interlocutor y al obedecer pudo por primera vez ver las hermosas obras de la creación de aquel que le había sanado. El ciego podría haber cuestionado las palabras de aquel hombre que le había untado los ojos y dicho: Vé al estanque de Siloé”. Podría haber dudado y haberse quedado quieto. Podría haber dicho,

002 yahweh no oye a los pecadores

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002.- Yahweh no oye a los pecadores

“Y sabemos que Yahweh no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de EL y hace su

voluntad, a éste oye” Jn. 9:31

En cierta ocasión, Yahshua, nuestro amante Salvador, saliendo del templo encontró a un ciego de

nacimiento. Era uno de tantos que arrastraba sobre sí las consecuencias del pecado. Era uno más de los

que sentían que la transgresión de la ley de Yahweh causaba estos efectos dañinos en la naturaleza

humana. Era uno más que quería ser liberado de la lepra del pecado.

“Rabí: ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” Estas palabras demuestran que

en aquella época, una persona enferma, como en este caso ciega, la podían considerar como un castigo

de Yahweh. Ellos creían que la violación a algunos de los mandamientos de Adonay traía sobre el

transgresor el castigo divino. Entre los judíos, se creía generalmente que el pecado era castigado en esta

vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o

por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Yahweh,

pero esta verdad había sido falseada. Satanás el autor del pecado y de todos sus resultados, había

inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes del mismo Creador del

Universo, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le

sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran

pecador.

Sin embargo, las tradiciones habían hecho posible que el pueblo de Adonay se olvidara de la realidad de

las cosas. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento es infligido por Satanás y que éste con

sus métodos quiso que este “hombre perfecto, recto, temeroso de Adonay y apartado del mal” Job

1:1 llegase a renunciar a su fe maldiciendo a su Creador y apostatara de su fe.

Israel se había alejado tanto de Su Creador que estaban siguiendo las tradiciones e interpretaciones de

los hombres en lugar de seguir escudriñando las Escrituras para ver si coincidían con “un escrito está”.

La pregunta formulada por los discípulos: “¿quién pecó este o sus padres?” no podía esperar. Ese

hombre ciego iba a ser una demostración del amor de Yahweh por cada uno de aquellos que sufren. Ese

hombre ciego iba a convertirse en un prototipo de cuantos estamos enfermos y deseamos ser sanados de

la lepra del pecado. Era evidente de que no había virtud sanadora en el lodo, o en el estanque, el lugar

donde el ciego fue enviado para lavarse, sino que la virtud, el poder sanador estaba en Yahshua dado por

Yahweh para mostrar su misericordia con cada uno de nosotros.

El Salvador hizo lodo con su saliva, le untó los ojos con ella y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de

Siloé (que traducido es enviado)”. El ciego obedeció a la voz de su interlocutor y al obedecer pudo por

primera vez ver las hermosas obras de la creación de aquel que le había sanado.

El ciego podría haber cuestionado las palabras de aquel hombre que le había untado los ojos y dicho:

“Vé al estanque de Siloé”. Podría haber dudado y haberse quedado quieto. Podría haber dicho,

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primero sáname y después iré al estanque o incluso llegar hasta el estanque y desanimarse o

simplemente desobedecer o haber pensado y hecho algunas otras cosas contrarias a la orden dada por

aquel hombre que tenía delante de sí y a quien no conocía.

Algunos dicen que sólo debemos tener fe para que Adonay pueda actuar. Tan sólo uno debe de creer

para tener la seguridad de que EL responde a las promesas registradas en Su Palabra. Tan sólo tienes

que tener fe para que El pueda actuar. Tan sólo “cree y serás salvo” dicen la gran mayoría de los así

llamados cristianos. Sin embargo, en todos los casos registrados en la Historia Sagrada nos muestran que

para que Adonay actúe en el ser humano, éste tiene una parte muy importante que cumplir. El hombre

tiene que cooperar con el poder Divino para que Adonay pueda actuar de acuerdo a su voluntad. El

apóstol Tiago 2:20,26 nos dice que “la fe sin obras es muerta”. La misma fe tiene que llevarnos a

actuar, a obrar, a obedecer, tal como lo hizo el personaje de esta reflexión.

Veamos algunas cosas que tuvo que hacer aquel hombre que nació ciego. Primero, tuvo que dejarse que

le pusieran lodo en sus ojos. Segundo, tuvo que ir al estanque de Siloé y Tercero, además de ir con el

lodo en los ojos, tuvo que terminar de cumplir con la orden recibida y lavarse.

Adonay desea la salvación de todos los seres humanos, entonces, si El lo desea, ¿por qué no todos están

dispuestos a recibirle y obedecerle? Si todo dependiera de EL no habría ningún pecador, ningún

transgresor de su santa ley, todos serían obedientes a esos preceptos que deben regir nuestra vida. Si por

otra parte tan sólo hace falta creer, ¿por qué entonces encontramos siempre en los registros sagrados que

el hombre/mujer, tiene una parte muy importante que hacer? Nosotros con nuestra decisión, elegimos

nuestro propio destino: vida eterna o muerte definitiva. Moisés, bajo inspiración divina escribió para

cada uno de nosotros: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal …

escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” Dt 30:15-20

No hay término medio. No hay alternativa posible. No podemos ser laodicenses. O buscamos la vida,

amando a YAHWEH nuestro Adonai “que andes en sus caminos y guardes sus mandamientos, sus

estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado y YAHWEH tu Adonai te bendiga en

la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella” Id 16 Acaso, ¿no estamos preparándonos para

tomar posesión de la tierra nueva? Debemos escoger el bien, la vida para vivir junto al Creador por toda

la eternidad, porque de lo contrario, si seguimos con el mal, con el pecado, con la muerte, nos habremos

perdido eternamente y sufriremos finalmente la ira de YAHWEH contra el transgresor a su ley.

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por

la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza… y el que piense estar firme,

mire que no caiga” Ro. 15:4; 1 Cor. 10:12

Estamos llegando al clímax final. Pronto se celebrará la última gran batalla. El último acto del drama,

cuando sea quitado el sábado y puesto en su lugar el domingo y debemos abandonar el pecado para ser

vencedores o el pecado nos vencerá “porque la paga del pecado es muerte” Ro 6:23