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La leyenda del Teyú Yaguá:
Un día un sacristán de la Iglesia paseando por los senderos abiertos, cercanos del poblado, se
encontró con un claro entre medio del monte, allí había una laguna, pero le llamó la atención,
que algo se movía en el agua, y cuál fue su gran sorpresa, ver salir del agua y dirigirse hacia él,
una especie de lagartija, con una cabeza no muy bien definida, era una especie rara.
El sacristán la tomó en sus manos y la colocó adentro de una guampa y se lo llevó a su
vivienda.
Allí lo alimentó, y un buen día, al llegar a su humilde vivienda, y al entrar en su dormitorio, se
encontró con una hermosa mujer, que con dulces palabras le hace una propuesta diciéndole:
“si quieres oro, plata y diamantes y mucha riqueza, vuelvo a entrar en la guampa, y me
llevarás adónde yo te indique”.
Los Padres de la Compañía, venían observando en el sacristán un extraño comportamiento, y
lo siguieron y le descubrieron, y lo metieron preso. Y el animalito desapareció.
Lo juzgaron y le condenaron, y cuando se aprestaban a someterle al castigo corporal, como era
costumbre en la época, atarlo a un tambo de espalda y darle unos buenos latigazos, sintieron
un fuerte ruido y que la tierra tembló, que los edificios cercanos todos se sacudieron, esto no
solo sintieron ellos sino también todos los habitantes del poblado, sintieron unos extraños y
agudos gritos, todos se persignaron y se arrodillaron a rezar parecía que era el mismo diablo
era el que estaba haciéndose notar. En el poblado chico corrió la voz como reguero de pólvora,
que eso era un aviso del diablo que si castigaban al sacristán, Santo Tomé se iba a hundir.
Los sacerdotes echaron bendiciones, y exorcismos para combatir al espíritu maligno que
rondaba por allí, y decidieron dejar sin efectos el castigo que le iban a aplicar al pobre
sacristán, y le dieron la libertad con el correspondiente perdón al acusado.
El sacristán asustado se alejó rápidamente del poblado y se internó por un sendero desde
dónde provinieron los extraños gritos y temblores, para encontrarse con el bicho extraño que
había él criado, y lo encontró distinto, había crecido enormemente con un cuerpo de un gran
lagarto con una gran cabeza igual que la de un perro pero de mayores dimensiones, y en el
camino vio que por dónde el animal se arrastró se abrió en el suelo una gran zanja. El sacristán
trepó en su lomo y el Teyú Yaguá, dio media vuelta y regresó por el mismo surco que abrió y se
encaminó por el al río Uruguay y atravesó a nado el río llevando prendido en su lomo al
sacristán, así es que nunca más se supo de ninguno de los dos. Esas profundas huellas que
quedaron y que hasta hoy se ven en unas manzanas de la ciudad, por donde salen las aguas de
vertientes se convirtieron en un pequeño arroyuelo con desagüe al río Uruguay, según la
tradición que se fue transmitiendo de generación en generación los pobladores. Esto se
transformó en “La Famosa Leyenda del Teyú Yaguá”.
Hoy Santo Tomé es una ciudad encaminada en el progreso, y como consecuencia de eso con
aperturas de calles y rellenos de terrenos, ya esas huellas van desapareciendo producto de la
modificación del ambiente, el viejo poblado se transforma y crece y ya se ha convertido en una
ciudad grande y bien poblada.
Leyenda adaptada en mis relatos, en el mes Aniversario de mí querida ciudad, Santo Tomé en
la provincia de Corrientes
Profesor Jorge Acuña.