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SERIE ESPECIAL: Una reciente encuesta inglesa reveló que en Gran Bretaña un 28% de la población espera terminar su vida en una clase social dife- rente que la que tuvieron sus padres. Y más de dos tercios piensa que ni ellos ni sus hijos abandonarán la clase donde nacieron. En Estados Unidos, por su parte, un 56% de los norteamericanos cree que sus hijos tendrán un nivel de vida superior al que ellos han obtenido. El centro de encuestas de La Tercera les hizo las mismas pregun- tas a los chilenos. ¿Creen que en Chile es posible el ascenso social? ¿Piensan que a sus hijos les espera un mejor futuro del que ellos han tenido? Las respuestas son sorprendentes: un 70% de la población -más del doble de los británicos- espera cambiar de clase a lo largo de su vida, y un 92% cree que sus hijos tendrán un mejor nivel de vida, cifra muy superior a la estadounidense. Aunque las disímiles realidades entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Chile podrían explicar tales diferencias, es un hecho que las expectativas de los chilenos han cambiado radicalmente en los últimos años. Hoy muchos creen que la posibilidad de surgir radica en el esfuerzo personal y que su futuro no depende de su origen. Muchas veces se ha dicho que lo que las sociedades creen de sí mismas es tan importante como la propia realidad. Sin embargo, en el caso de los chilenos el sueño que tienen hoy ya no es un impo- sible: cuatro de 10 vive en mejores condiciones que sus padres. A tra- vés del segundo capítulo de esta serie se relata -con estudios e histo- rias de carne y hueso- cómo en los últimos años ha aumentado la movilidad social y cómo el masivo acceso a la universidad se ha con- vertido en el principal pasaporte para la prosperidad. El nuevo escenario, sin embargo, tiene sus sombras. Aunque no hay estudios concluyentes, los jóvenes que provienen de la pobre- za o clase media baja no estarían llegando a las universidades de elite. El sorprendente y desconocido ascenso social en el Chile de hoy CAPITULO II Luces y sombras de la nueva sociedad chilena

La Tercera Reportaje Movilidad Social[1]

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Page 1: La Tercera Reportaje Movilidad Social[1]

S E R I E E S P E C I A L :

Una reciente encuesta inglesa reveló que en Gran Bretaña un28% de la población espera terminar su vida en una clase social dife-rente que la que tuvieron sus padres. Y más de dos tercios piensa queni ellos ni sus hijos abandonarán la clase donde nacieron. En EstadosUnidos, por su parte, un 56% de los norteamericanos cree que sushijos tendrán un nivel de vida superior al que ellos han obtenido.

El centro de encuestas de La Tercera les hizo las mismas pregun-tas a los chilenos. ¿Creen que en Chile es posible el ascenso social?¿Piensan que a sus hijos les espera un mejor futuro del que ellos hantenido? Las respuestas son sorprendentes: un 70% de la población-más del doble de los británicos- espera cambiar de clase a lo largo desu vida, y un 92% cree que sus hijos tendrán un mejor nivel de vida,cifra muy superior a la estadounidense.

Aunque las disímiles realidades entre Estados Unidos, GranBretaña y Chile podrían explicar tales diferencias, es un hecho quelas expectativas de los chilenos han cambiado radicalmente en losúltimos años. Hoy muchos creen que la posibilidad de surgir radicaen el esfuerzo personal y que su futuro no depende de su origen.

Muchas veces se ha dicho que lo que las sociedades creen de símismas es tan importante como la propia realidad. Sin embargo,en el caso de los chilenos el sueño que tienen hoy ya no es un impo-sible: cuatro de 10 vive en mejores condiciones que sus padres. A tra-vés del segundo capítulo de esta serie se relata -con estudios e histo-rias de carne y hueso- cómo en los últimos años ha aumentado lamovilidad social y cómo el masivo acceso a la universidad se ha con-vertido en el principal pasaporte para la prosperidad.

El nuevo escenario, sin embargo, tiene sus sombras. Aunqueno hay estudios concluyentes, los jóvenes que provienen de la pobre-za o clase media baja no estarían llegando a las universidades de elite.

El sorprendentey desconocido

ascenso social enel Chile de hoy

C A P I T U L O I I

Luces y sombras de la nueva sociedad chilena

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LA TERCERA Domingo 15 de octubre de 2006REPORTAJES1 6

POR CARMEN GLORIA RAMOS

El abuelo materno de loshermanos Sauré, JuanAngel Valenzuela, trabajótoda su vida de carabinero.

Nacido en un fundo de Lautaro,tuvo una infancia muy dura, yaque desde niño debió desempeñarlabores de campo junto a sus 14hermanos. Por ello, sólo aprendióa leer después de los 13 años y lle-gó hasta cuarto básico. Pero cuan-do él tuvo sus propios hijos, nuncadejó de predicarles: “La educaciónes lo único que los puede salvar”.Su hija Eva logró estudios técnicosy hoy sus dos nietos están radica-dos en el extranjero haciendo undoctorado. Ambos ingenieros titu-lados de la Universidad de Chile,Antoine Sauré (30) realiza un Phden la Universidad British Colum-bia de Vancouver, Canadá, mien-tras Denis Sauré (28) lo hace en laEscuela de Negocios de la Universi-dad de Columbia de Nueva York.

El recorrido de la familia Sauré esuna historia de éxito. Si en tresgeneraciones el abuelo obtuvo unoficio, los padres una carrera técni-ca y los hijos alcanzaron estudiosde posgrado, fue porque la educa-ción era la gran meta. Pero tam-bién es un reflejo de la sociedadque ha emergido y de un fenóme-no que se ha instalado en Chile: elascenso social ha aumentado -yseguirá aumentado- a través de laeducación universitaria. El viejoparadigma de “donde naces, tequedas”, parece diluirse para unaporción significativa de chilenos.

En todas las sociedades siempreha habido ricos y pobres, pero enla medida que exista la posibilidadde cambiar de condición, y que elfuturo no dependa del lugar dondese nació, se produce la llamadamovilidad social. Y aunque este esun camino de dos vías -se puedetanto subir como bajar-, en Chileel ascenso ha sido vigoroso.

Según un estudio de VicenteEspinoza, sociólogo y profesor de

la Universidad de Santiago, el año2000 un 44% de los santiaguinoshabía ascendido de clase social, sise comparaba su ocupación con lade sus padres. Un año después,otra investigación a nivel nacionalrealizada por Florencia Torche yGuillermo Wormald, sociólogos dela UC, reveló cifras parecidas: sietede cada 10 chilenos se han despla-zado socialmente, de los cualessólo el 10,5% había “caído”. A ini-cios de los ‘70, el primer estudiosobre el tema constató que sólodos de cada 10 capitalinos habíaascendido.

En lo que parece ser el viejo dile-ma del vaso medio lleno o mediovacío, no hay acuerdo entre los

S E R I E E S P E C I A L : L U C E S Y S O M B R A S D E L A N U E V A S O C I E D A D C H I L E N A

�El ascenso social se ha convertido en el cambio más silencioso de la sociedad chilena. Hace 30 años,sólo dos de cada 10 santiaguinos lograba ascender, si se comparaba su ocupación con la de sus padres.El año 2000 lo había hecho el 44% de los habitantes de Santiago.

� La educación universitaria es el principal pasaporte para cambiar de condición socioeconómica. Lascifras revelan que los jóvenes de hogares con ingresos menores a $ 200 mil han triplicado su presenciaen los estudios superiores.

expertos sobre el dinamismo de laactual movilidad social. Si se lacompara con la de otros países,hay quienes sostienen que aún eslenta. Otros afirman que ya es sufi-cientemente dinámica. “La pre-gunta es simple”, dice el doctor enpolítica social Ignacio Yrarrázaval.“¿Los chilenos creen que están des-tinados a vivir siempre en las mis-mas condiciones económicas ysociales, o pueden soñar que unhijo o un nieto llegue a ser Presi-dente de la República?”. Aunquehasta ahora todos los mandatariosen la historia de Chile han prove-nido del 10% más rico de la pobla-ción, los cambios sociales de los

últimos años hacen aparecer esaalternativa como cada vez menosimposible. Según una encuesta deLa Tercera, el 92% de los chilenoscree que sus hijos tendrán mayoresingresos de los que ellos han teni-do y un 63% confía en que sushijos subirán de clase social.

El primer escalónAl terminar el colegio, en 1969,

la hija mayor de Juan Valenzuelano quería seguir estudiando, pese ahaber sido siempre la mejor alum-na de su curso. Las dificultadeseconómicas de la familia, que vivíaen una pequeña casa de Recoletacon el exiguo sueldo de un carabi-nero y cinco hijos que alimentar,

empujaban a Eva a emplearse.“Había vivido una infancia concarencias, aunque nunca nos faltóla comida gracias al empuje de mimamá”, cuenta. Mientras la madrevendía huevos en la población yuna tía, dueña de un puesto en elMercado Central, los ayudaba conla fruta, Eva pensaba que lo mejorpara todos era que no soñara conseguir estudiando.

Pero Juan Angel Valenzuela, supadre, tenía otros planes. “Comoél llegó sólo hasta cuarto básico, sele había metido en la cabeza quedebíamos avanzar”, relata Eva. Ellafue obligada a seguir estudiando, yentró a la carrera de Técnico Esta-dístico en la Universidad de Chile.Con el correr de los años, de loscinco hermanos Valenzuela el quemenos estudios logró fue educa-ción media completa. Cuatro rin-dieron la Prueba Aptitud Académi-ca. El primer gran salto del escalón-y el más difícil- se había dado.

Cuando los dos hijos de EvaValenzuela accedieron a la univer-sidad -en la segunda mitad de los‘90-, en la sociedad chilena yabullían los cambios que hoy ali-mentan la movilidad social. Elperíodo de bonanza, que encum-bró a Chile a tasas de crecimientosólo comparables con el llamado“milagro asiático”, hizo que la eco-nomía requiriera de más profesio-nales. El salario promedio de loschilenos creció en un 30% entre1992 y 2003, ampliando el abani-co de los que podían soñar conmandar a sus hijos a la universi-dad. Y se creó una amplia y hetero-génea clase media que, cuantifica-da sólo en términos de ingresos,hoy abarca al 45% de la población.Pero sobre todo, fue la expansióndel sistema universitario lo queabrió las puertas al ascenso social.

“En Chile no existe otro vehícu-lo para recorrer el camino delascenso social más que los estudios

En una década, el salario promedio de loschilenos creció en un 30%, ampliando el abanicode quienes podían soñar con hijos universitarios.

Cifras e historiasde un sueño que

ya no es imposible

Juan Angel Valenzuela (1926-1982) fue hijo de un capataz de un fundo deLautaro a la costa. Tuvo estudios formales hasta cuarto básico, y despuésde hacer el servicio militar entró en Santiago a la Escuela de Carabineros,oficio que desempeñó toda su vida. Obsesionado por el estudio, les inculcóa sus cinco hijos que la educación era el único pasaporte a la prosperidad.

El abueloEva Valenzuela (56) es la hija mayor de Juan Angel y técnico estadístico. Secasó con Jorge Sauré, compañero de carrera, quien también era primerageneración en su casa en alcanzar estudios técnicos. Se abocó a educar asus dos hijos, a los que nunca pensó en poner en un colegio industrial. “Yosabía que ellos iban a llegar a la universidad”, dice.

La hija

Cuando los hijos de Eva Valenzuela accedieron a launiversidad -en la segunda mitad de los 90- yabullían los cambios que hoy alimentan lamovilidad social.

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día es que el ascenso es indivi-dual”, sostiene el sociólogo.

“Me he superado tanto”El desafío de pagar la universi-

dad lo vivió año a año Eva Valen-zuela durante los ‘90. Sin embargo,en las décadas anteriores una rela-tiva holgura económica imperó ensu casa. Casada a los 22 años conJorge Saure -compañero de estu-dios e hijo de un sastre-, ambos seinstalaron en una casa en SanMiguel, la que pocos años despuéscambiaron por una en el paradero31 de Gran Avenida, donde ellavive hasta hoy. Mientras Jorge Sau-ré construía una carrera en laempresa Madeco, llegando a seranalista de sistemas, Eva se dedicóa cuidar a sus dos hijos, Antoine yDenis, quienes nacieron con dosaños de diferencia. Como no

tenían grandes problemas econó-micos, los niños entraron al LiceoManuel Arriarán Barros, el colegiosalesiano de La Cisterna, “el mejorde la zona”, dice Eva.

Los hermanos Sauré no sóloresultaron buenos deportistas; tam-bién fueron siempre los primerosdel curso. “Creo que salí del cole-gio con un 6,9 o un 7 de prome-dio”, cuenta Denis desde NuevaYork. Y ambos supieron que la uni-versidad era la meta. “Mi mamásiempre nos decía: ‘Nosotros llega-mos hasta acá, y tuvimos educa-ción técnica por falta de recursos.Ustedes pueden llegar más allá”,relata Antoine desde Vancouver.

En 1993 Antoine dio la PAA yentró holgadamente a estudiarIngeniería en la Universidad deChile. Pese a que ese año la econo-mía del hogar cambió drástica-mente (ver nota secundaria), surendimiento fue siempre bueno.Dos años después llegó a la misma

superiores”, dice Torche. A diferen-cia de lo que ocurre en otros paí-ses, quienes logran ingresar al 10%más rico de la población sin uncartón universitario son unaexcepción (ver pág. 18).

Pasaporte a la prosperidadLas cifras del explosivo aumen-

to de planteles universitarios enChile son ampliamente conocidas(si en 1980 había ocho institucio-nes de educación superior, el 2003existían 229 instituciones, de lascuales 64 eran universidades)También se sabe que el númerode estudiantes se ha cuadruplica-do en los últimos 13 años. Sinembargo, para la historia de lamovilidad el dato clave es quiénesy de qué sectores sociales, son losque hoy ingresan a los estudiossuperiores.

De acuerdo a un análisis realiza-do por La Tercera, en base a cifrasde la encuesta Casen 2003, todoslos sectores sociales, desde los máspobres hasta los más ricos, hanaumentado su presencia en laeducación superior en 13 años. Sien 1990 sólo el 4,4% de los jóve-nes de hogares con ingresos fami-liares menores a $ 200 mil men-suales continuaba estudios supe-riores, en el 2003 la cifra se empi-nó al 15%. La clase media másque duplicó su llegada, pero losmás ricos siguen manteniendo laprimacía: el círculo virtuoso serepite y dos tercios de los hijos delos profesionales van a la universi-dad (ver gráfico).

Un estudio del Consejo de Rec-tores ilumina la nueva realidad: el45% de los alumnos que se matri-culó el 2006 en universidades tra-dicionales reportó ingresos men-suales inferiores a los $ 278 mil.

“Estamos viviendo la tercerarevolución de la movilidadsocial”, dice Espinoza. Si a iniciosdel siglo XX la migración delcampesinado a la ciudad mejoróenormemente las condiciones devida de ese sector, en la décadadel ‘50 los gobiernos radicalesmasificaron la escolaridad y seconstruyó una sólida clasemedia. “La gran diferencia hoy

facultad su hermano, quien obtu-vo uno de los cinco mayores pun-tajes de ingreso. Hoy, desde Van-couver y Nueva York, ambos dicenque quieren terminar el doctorado,vivir un tiempo en el extranjero yvolver a Chile. “Yo miraba paraatrás y pensaba: me he superadotanto respecto de mi familia, mispadres son técnicos, mis abuelostenían un oficio… y yo soy un pro-fesional que me gusta la carreraacadémica. Por eso decidí hacer undoctorado”, cuenta Antoine.

Hoy el 70% de quienes estudianen la universidad tienen una histo-ria similar a la de Antoine y Denis:sus padres no son profesionales. Laexplosión de la educación superior,sin embargo, abre nuevas interro-gantes sobre la sociedad chilena.La primera es si a futuro la gran olade profesionales va a disminuir laenorme desigualdad económicaque hay Chile, donde muy pocosse llevan gran parte de los ingresos.Aunque no existen estudios con-cluyentes, una investigación da

luces sobre el tema. El economistade la UC Claudio Sapelli analizó avarias generaciones y comprobóque era la más joven, nacida en1977, la que tenía una distribuciónde ingresos más igualitaria.

La segunda pregunta apunta a laigualdad de oportunidades. Si bienen las últimas décadas la gran clasemedia y los sectores pobres acce-dieron a la universidad, ¿tienenlas mismas posibilidades que losmás acomodados de llegar a unaeducación de elite? (ver pág.18).

El principal cambio de la socie-dad fue que mudaron las expecta-tivas. Hoy las personas creen quela posibilidad de surgir radica en supropia capacidad. Y cuando se lespregunta cuáles son las herramien-tas más eficaces para salir adelante,un 97% menciona a la educación.Incluso, hoy son más los chilenosque creen que ésta es más indis-pensable que el trabajo duro.

Antoine (30) y Denis Sauré (28). El primero terminó cuarto medio con unpromedio siete y entró a estudiar Ingeniería en la Universidad de Chile. Unaño después, Denis le siguió los pasos. Hoy ambos están haciendo un docto-rado en el extranjero. Antoine en la Universidad British Columbia de Vancou-ver, Canadá, y Denis en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Los nietos

El 45% de los alumnos matriculados el 2006 en lasuniversidades tradicionales pertenece a hogares con ingresosmensuales inferiores a $ 278.000 mensuales.

La segunda mitad de los ‘90 nofue fácil para la familia Sauré. Laseparación de los padres hizo queEva Valenzuela y sus dos hijostuvieran que vivir con ingresoscercanos a los $ 450 mil mensua-les, la mitad de lo que acostum-braban. “Como yo siempre temíque una cesantía dejara a losniños sin universidad, había aho-rrado lo que podía. Cuando ellosentraron, tenía cómo pagarle unaño a cada uno”, cuenta Eva.En 1996 Denis ingresó, al igual

que su hermano, a Ingeniería en laChile. Los dos universitarios seconsumían $ 320 mil mensualesentre aranceles, movilización ycolación. Eva no volvió a trabajaren forma estable hasta el 2000,pero se las ingeniaba: trabajaba

en una institución deportiva cer-cana, y en los partidos de bás-quetbol vendía café y sándwiches.En el verano, cuando no pagabauniversidad, destinaba la plata deenero para que los hijos tuvieranvacaciones, y la de febrero, ahacer arreglos en la casa.

“Yo soy de gustos sencillos ymis hijos también”, dice. El dineroalcanzó, incluso, para que Antoinetomara cursos de inglés, los quenecesitaba si quería estudiar en elextranjero. Lo único que Eva noaceptó fue que sus hijos pidierancrédito universitario. “Yo no que-ría que si ellos pensaban en estu-diar fuera de Chile estuvieranendeudados. Siempre visualicéque iban a hacer algo más…el doc-torado era lo que seguía”, dice.Apenas Antoine se tituló en

2002 -con nota siete- empezó atrabajar como profesor auxiliar enIngeniería. Paralelamente siguió unmagíster en Gestión de Operacio-nes. Un año más tarde Denis obtu-vo su cartón. Con su primer sueldo,Antoine le compró a Eva un come-dor, refrigerador, cocina, “y hastaun pijama de raso”, cuenta. Hoyella tiene una tarjeta adicional de lacuenta corriente de Antoine, y suhijo le pagó el pie para un departa-mento en La Cisterna. “Yo les hedicho que hay cosas mucho másimportantes que la plata”, dice Eva.“No importa a dónde lleguen, perono tienen que olvidarse de dóndevienen y sentirse orgullosos de loque son, sin esconderlo”.

Vivir y educarcon $ 450 milmensuales

Lo único que EvaValenzuela no aceptófue que sus hijospidieran créditouniversitario.

Hoy el 70% de losuniversitarios tieneuna historia similar alos hermanos Sauré: suspadres no sonprofesionales.

“En Chile no existe otro vehículopara recorrer el camino delascenso social más que losestudios superiores”, diceFlorencia Torche.

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MARIODAVILA

S E R I E E S P E C I A L : L U C E S Y S O M B R A S D E L A N U E V A S O C I E D A D C H I L E N A

� A medida que aumenta el stock deuniversitarios, cada vez será más relevanteel prestigio de la universidad en que seestudió para ingresar al sector de altosingresos.

� La gran pregunta es si existe igualdad deoportunidades para los más pobres en elacceso a los planteles de elite. Los estudiosrevelan las dos caras de la medalla.

Las dos carasdel club

universitarioC.G.RAMOS

Para los que salieron delcolegio en los años ‘40no era tan importanteentrar al club de los uni-

versitarios. Se podía vivir bienhabiendo terminado la secunda-ria y ni siquiera era tan rentabletener un cartón. Sin embargo,para los jóvenes de los ‘60 elescenario cambió: aquellos quequerían ser parte del grupo demás altos ingresos tuvieron quepisar la universidad. De allí enadelante la meta se hizo impera-tiva: cada vez fue más rentableser profesional y las aulas uni-versitarias se convirtieron en elgran pasaporte del ascensosocial. El 2000 los profesionaleschilenos estaban entre los mejorpagados del mundo, y mientrasen Europa un universitarioganaba 1,8 veces más que unapersona con primaria, en Chilela diferencia era de 5,5 veces.

Hoy el cartón universitariosigue siendo retribuido por lasociedad. De hecho, el sueldopromedio de un titulado es de$ 1.055.000, mientras que losque alcanzaron sólo educaciónmedia reciben un promedio de$ 257 mil mensuales. Sin embar-go, tras la explosión universita-ria algo está cambiando. En tér-minos económicos, el stock deprofesionales ha ido creciendo ya medida que esto suceda, larentabilidad de ser titulado des-cenderá. “Ya hay indicios de queello está empezando a ocurrir”,dice el economista de la UC,Claudio Sapelli.

Cuando el solo título deje deasegurar el ingreso al 20% más

rico de la población, los exper-tos creen que serán dos loshechos que marcarán la diferen-cia entre un universitario y otro:los estudios de posgrado -que yacrecen aceleradamente entre loschilenos-, y el plantel en que seestudió. “El camino para alcan-zar mejores posiciones en laescala social estará dado conmás fuerza que hoy por el presti-gio de la universidad”, dice lasocióloga de la UC FlorenciaTorche.

Por ello, para lograr la igual-dad de oportunidades, no basta-rá con que los más capaces detodas las clases sociales lleguen ala universidad. Lo importanteserá dónde llegar.

¿Dónde estudianlos más pobres?

Hoy los jóvenes ricos y pobresse reparten a través del enormemapa de universidades del país.Aparentemente, no existe ningu-na institución tradicional que no

tenga un porcentaje de estudian-tes que provenga de hogares coningresos menores a $278 milpesos. Sin embargo, un estudiodel Consejo Superior de Educa-ción de 2006 revela cómo es laconcentración de alumnos segúnsu estrato socioeconómico en lasuniversidades tradicionales.

De los 10 planteles que reciben

a los mejores puntajes en la PSU-una medida escogida por La Ter-cera para evaluar prestigio- laUniversidad Católica aparececomo la institución más elitista.El 46% de los jóvenes que sematricularon este año en la UCproviene de hogares con salariosde más de $ 1.400.000 y sólo el14% son hijos de familias queviven con $ 278 mil pesos almes. Un 70% de sus alumnos tie-ne padre universitario y siete decada 10 proviene de colegios par-ticulares.

La Universidad de Chile, porsu parte, figura como una institu-ción de clase media. Seis de cada10 jóvenes que ingresaron a susaulas este año provienen defamilias que ganan menos de$ 834.000 al mes. Y aunque hayun 23% de alumnos que viene dehogares con menos de $ 278 milal mes, un dato es revelador: másde la mitad de los jóvenes tienepapá con educación universita-ria, cifra muy superior a la media

de los universitarios del país.Si la UC y la Chile se llevan

entre ambas al 60% de los mejo-res puntajes de la PSU cada año,la gran pregunta es en qué por-centaje los más pobres estánaccediendo a las universidades deelite.

La respuesta es de dulce y deagraz. El estudio del Consejo deRectores revela que existen uni-versidades de larga tradición -yque reciben una significativa por-ción de los mejores puntajes- quetienen un gran porcentaje dealumnos provenientes de los sec-tores con menos ingreso. Elmejor ejemplo de ello es la Uni-versidad de Concepción, donde

En Chile, el 60% de la riqueza estáconcentrada en el 20% más rico dela población. Una familia que perte-nece a ese porcentaje de ingresosgana -en promedio- 17 veces más queuna del 20% más pobre. Esta distan-cia entre el segmento más alto y elmás bajo -que incluso duplica la deEstados Unidos, donde es 8,9 veces-transforma al país en una de las 10naciones más desiguales del mundoen la distribución de sus ingresos.Los expertos coinciden en que no

son muchos los países de Occidenteen donde sólo el 10% de los hogaresse lleva más del 40% de la torta.Pero un país desigual no es sinónimode inmóvil. Las posibilidades de subiro bajar en la escala social pueden

darse con fuerza incluso en unanación que tiene indicadores de desi-gualdad como Chile. En cambio, pue-de haber estados con una distribu-ción de ingresos mucho más equita-tivas, como Perú, pero donde lasposibilidades de cambiar de estratosocioeconómico sean pocas.La distribución de la riqueza en

Chile ha ido variando durante lasúltimas cuatro décadas, estrecha-mente relacionada con el acceso a laeducación universitaria. Ello porqueen Chile desde hace más de 30 añosse ha pagado -y se paga- muy bien alos que tienen estudios superiores. Sia inicios de los ‘70 el país tenía unindicador de distribución de 0.4(mientras más alto, peor la desigual-

dad), desde mediados de esa décaday hasta 1987 la cifra se empinó lle-gando a 0.6. En esa época también laescasez de universitarios hizo quesus salarios fueran muy altos.Desde finales de los ‘80 la desi-

gualdad en los ingresos ha ido des-cendiendo y ahora el país se encuen-tra en un nivel un poco superior a laque registraba en los ‘60 (0.5). Casi ala par, la “rentabilidad” de tenerestudios universitarios fue disminu-yendo junto con el aumento de pro-fesionales. Pese a ello, hoy el ingresopromedio de un profesional universi-tario supera el millón de pesos, sala-rio que le permite posicionarsecómodamente en el 20% más rico dela población.

casi la mitad de sus matriculadosel 2006 proviene de hogares conmenos de $ 278 mil al mes.

Por otra parte, si se hace elejercicio a la inversa y se mira alas instituciones que recibenuna ínfima cantidad de mejorespuntajes, el resultado es másdesolador: en todas, la propor-ción de alumnos de hogarespobres es ampliamente mayori-taria. La vieja y perniciosa cade-na de la mala educación públicagatilla que los hijos de los secto-res más prósperos, que estudianen colegios privados, obtenganlos mejores puntajes e ingresena las universidades de mayorprestigio en el país.

Un país desigual pero no inmóvil

Medido sólo por ingresos de los padres, laUniversidad Católica es la más elitista de lasuniversidades tradicionales. La Chile se haasentado como un plantel de clase media.

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LA TERCERA Domingo 15 de octubre de 2006 REPORTAJES 1 9

Según la encuesta de La Tercera,cuatro de cada 10 chilenos han sentidoalguna vez que están en riesgo de bajarde clase social. Esa percepción, que enmuchos casos llega a hacerse realidad,es el rostro más amargo de la movili-dad social.

Si bien el país hoy es mucho más flui-do que hace dos décadas, y las posibili-dades de mejorar económicamente sehan abierto, sobre todo para la clasemedia y media baja, la fragilidad haaumentado. El riesgo de descender,incluso a la pobreza, está más presente,y cuando se cae, se hace sin paracaídas.

A diferencia de los años 60 y 70, laclase media ya no cuenta con los man-tos de protección del pasado, dondefuncionarios estatales, obreros califica-

dos y profesionales medios contabancon recursos públicos a su disposicióny sindicatos poderosos. Hoy es una cla-se más sola y está consciente que elúnico camino para mejorar en la escalasocial radica en su esfuerzo personal.Por eso han apostado fuerte por la edu-cación. Pero, para un grupo grande deestas familias, perder el empleo, aun-que sea transitoriamente, o sufrir unaenfermedad grave puede llevarlos a unescenario desastroso.

El año 2001 el economista de la Uni-versidad de Chile Dante Contreras diri-gió una investigación donde se volvió aencuestar a cinco mil familias quehabían sido entrevistadas media déca-da antes por la Casen. Los resultadosrevelaron la enorme vulnerabilidad de

las clases sociales: un 11% de quienesno eran pobres el 96, sí lo eran cincoaños después. Y un 47% de los indigen-tes del 2001 -que subsisten con menosde $ 16 mil pesos per cápita mensual-ni siquiera estaba catalogado comopobre el 96.

La fragilidad de la clase media ymedia baja contrasta con la de los sec-tores más acomodados en Chile. Segúnun estudio de Javier Núñez, director delDepartamento de Economía de la Uni-versidad de Chile, un 50% de los hijosdel estrato más alto seguirá ocupandoese mismo sitial económico en su vida.Una cifra que contrasta con la de otrospaíses, donde sólo entre el 20% y el30% de los hijos de la elite tiene asegu-rado que mantendrá la misma posición.

El lado amargo de la movilidad: el descenso social

S E R I E E S P E C I A L : L U C E S Y S O M B R A S D E L A N U E V A S O C I E D A D C H I L E N A

Jóvenes y clasemedia baja lideran

expectativas deascenso

El 70% confía en que terminará su vida en una clasesocial diferente a la que tuvieron sus padres y el 87% creeque aumentará sus ingresos. El optimismo se traslada tam-bién para el futuro de los hijos: el 92% siente que tendránun nivel de vida superior al de ellos. Los resultados dimen-sionan hasta qué punto las expectativas de movilidadsocial se han instalado en el país, especialmente entre losmás jóvenes y las personas pertenecientes a los grupossocioeconómicos C3 y D. En casi todas las preguntas fue-ron ellos quienes demostraron más confianza de que enChile existen las oportunidades para surgir y el principalcamino elegido es la educación.