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Contratiempo Revista de cultura y pensamiento Las ciudades del deseo Otoño – Invierno 2006 Metáforas de la modernidad en Batman Returns (·) Los espacios simbólicos de Ciudad Gótica CARLOS A. GADEA Cada cual es el destino del otro y, sin duda, el destino secreto de cada cual es destruir al otro (o seducirlo), no por maldición o alguna otra pulsión de muerte, sino mediante su propio destino vital. Jean Baudrillard. I. La ciudad es un estado de espíritu, un cuerpo de costumbres y tradiciones, de sentimientos y actitudes organizadas. En una palabra, como decía Park (1979, orig. 1916), la ciudad no es meramente un mecanismo físico y una construcción artificial, no es únicamente una serie de edificios, calles, hospitales o escuelas. Una ciudad está envuelta en los procesos vitales de las personas que la componen; es un producto de la naturaleza humana, es el escenario y el guión principal de quienes la transitan, la desean y la piensan. La ciudad posee una organización física y un orden moral que interactúan, se moldean y se modifican mutuamente. Es esta sinergia entre ambiente urbano y temperamento social la experiencia de la modernidad que Georg Simmel (1977) analizó de forma magistral. Para él, la existencia urbana parecería exigir un creciente distanciamiento entre el individuo y su entorno, una especie de distanciamiento psicológico y de "reserva interior", propios de la objetivación de las relaciones sociales exigida en forma indispensable por la vida moderna y urbana. Nostalgia, vida nerviosa, indiferencia, hastío vital, masificación, auto-preservación individual, pueden ser algunas metáforas de la vida en la metrópolis moderna según el impresionismo sociológico de Simmel. Así, la ciudad condena y somete al anonimato, al feliz o perverso anonimato, y logra descubrirse en la curiosa reserva de cada historia de vida de quienes se tornan personajes para nuestros sentidos. Todo se presenta como un juego de máscaras que nunca caen, que no deben caer. La ciudad es el escenario y la escena, hombres y mujeres que luego de encontrarse, se distancian. Así le sucedió a una secretaria, a un magnate industrial y a un joven punk reciclado por sus desventuras personales. Estos tres personajes vivían en la imaginaria Ciudad Gótica de fines de siglo XX. Lo que continúa es un intento por indagar algunos aspectos de la vida urbana moderna a través del film Batman Returns. II. La racionalidad panóptica y sus oscuros colores parecían haberse adueñado de Ciudad Gótica. No obstante, en los momentos previos a los festejos de la esperada Navidad, algo consigue desafiarla. El colorido de "La banda del circo" del Pingüino irrumpe violentamente, dejándola profundamente desconcertada. Ese hombre de 33 años, socializado entre pingüinos y habitante de los alcantarillados de la ciudad, evidenciaba el doble deseo de "querer ver" y de "querer ser visto" por todos. Ese sería su desafío. Era un destino trazado desde mucho tiempo atrás, desde el momento que había sido abandonado por su familia, a pocos días de su nacimiento. Su subjetividad parecería haberse constituido desde "la diferencia": "yo no estoy hecho como nadie que haya visto" (1). Lanzarse hacia la

Metaforas de la modernidad en Batman Returns

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Contratiempo Revista de cultura y pensamientoLas ciudades del deseo

Otoño – Invierno 2006

Metáforas de la modernidad en Batman Returns (·)Los espacios simbólicos de Ciudad Gótica

CARLOS A. GADEA

Cada cual es el destino del otro y,sin duda, el destino secreto de cada cual

es destruir al otro (o seducirlo), no pormaldición o alguna otra pulsión de muerte,

sino mediante su propio destino vital.Jean Baudrillard.

I.

La ciudad es un estado de espíritu, un cuerpo de costumbres y tradiciones, de sentimientos y actitudes organizadas. En una palabra, como decía Park (1979, orig. 1916), la ciudad no es meramente un mecanismo físico y una construcción artificial, no es únicamente una serie de edificios, calles, hospitales o escuelas. Una ciudad está envuelta en los procesos vitales de las personas que la componen; es un producto de la naturaleza humana, es el escenario y el guión principal de quienes la transitan, la desean y la piensan.

La ciudad posee una organización física y un orden moral que interactúan, se moldean y se modifican mutuamente. Es esta sinergia entre ambiente urbano y temperamento social la experiencia de la modernidad que Georg Simmel (1977) analizó de forma magistral. Para él, la existencia urbana parecería exigir un creciente distanciamiento entre el individuo y su entorno, una especie de distanciamiento psicológico y de "reserva interior", propios de la objetivación de las relaciones sociales exigida en forma indispensable por la vida moderna y urbana. Nostalgia, vida nerviosa, indiferencia, hastío vital, masificación, auto-preservación individual, pueden ser algunas metáforas de la vida en la metrópolis moderna según el impresionismo sociológico de Simmel.

Así, la ciudad condena y somete al anonimato, al feliz o perverso anonimato, y logra descubrirse en la curiosa reserva de cada historia de vida de quienes se tornan personajes para nuestros sentidos. Todo se presenta como un juego de máscaras que nunca caen, que no deben caer. La ciudad es el escenario y la escena, hombres y mujeres que luego de encontrarse, se distancian. Así le sucedió a una secretaria, a un magnate industrial y a un joven punk reciclado por sus desventuras personales. Estos tres personajes vivían en la imaginaria Ciudad Gótica de fines de siglo XX. Lo que continúa es un intento por indagar algunos aspectos de la vida urbana moderna a través del film Batman Returns.

II.

La racionalidad panóptica y sus oscuros colores parecían haberse adueñado de Ciudad Gótica. No obstante, en los momentos previos a los festejos de la esperada Navidad, algo consigue desafiarla. El colorido de "La banda del circo" del Pingüino irrumpe violentamente, dejándola profundamente desconcertada. Ese hombre de 33 años, socializado entre pingüinos y habitante de los alcantarillados de la ciudad, evidenciaba el doble deseo de "querer ver" y de "querer ser visto" por todos. Ese sería su desafío. Era un destino trazado desde mucho tiempo atrás, desde el momento que había sido abandonado por su familia, a pocos días de su nacimiento. Su subjetividad parecería haberse constituido desde "la diferencia": "yo no estoy hecho como nadie que haya visto" (1). Lanzarse hacia la

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visibilidad y la exhibición urbana representaba una suerte de "recuperación" de su condición perdida o negada; liberarse, en definitiva, de la "condena de las apariencias". Para eso, procurará constatar entre los documentos públicos cuál es efectivamente su nombre, sin poder ocultarse que la ironía desbordaba esa trivial tentativa.

Seline Kyle era la secretaria de Max Schreck. Detrás de un par de lentes que debía acomodarse continuamente, de un despreocupado aspecto en el peinado, del puntillismo y prolijidad de su vestimenta, se advierte a una solitaria y bella joven, a una eficiente y algo torpe secretaria, que encuentra en el hecho de trabajar su sosiego cotidiano e invulnerable. A los ojos de todos, una mujer herméticamente estructurada por sus rituales y actos cotidianos: consulta diariamente su contestador telefónico y sólo parece intercambiar gestos y palabras con su gata. Al entrar en su apartamento, ingresa a su refugio celosamente organizado, a su tranquilidad y distanciamiento de la "vida agitada y nerviosa" de la ciudad.

Mientras tanto, Bruce Wayne, contemplando la ciudad a través de un gran ventanal de su casa, parece esperar "la señal" que le permitirá practicar su ansiedad utópica. Introspectivo, de movimientos lentos y algo vacilantes, el joven magnate de Ciudad Gótica ya no aparenta poseer la firmeza que lo había caracterizado. Este Bruce Wayne-Batman se perdía, prácticamente, en el universo simbólico del medio que lo había creado. Su voluntad del "bien" ya no marca más las pautas del conjunto social, ya que nada parece probar, a los ojos de todos, su supuesta cooperación en la lucha contra el "mal".

A pesar del recurso de la "máscara", de una eventual liberación en la apariencia y la simulación, Bruce Wayne-Batman se presenta más vulnerable que Gatúbela y que el Pingüino. No puede distanciar con exactitud qué hay de originario y de artificial en su naturaleza. En la pulcritud de su mansión y en la constante atención de su mayordomo Alfred, se evidencia conmovido por "conocer bien un estado que ya no existe, que tal vez nunca haya existido, que probablemente no existirá jamás (…)" (2) de su individualidad. Para esto, procura continuar "siendo lo que él era", permanecer semejante a sí mismo como forma de alcanzar la promesa de "la salvación", ilusión ridícula a los ojos del Pingüino y de Gatúbela.

Pero Ciudad Gótica no se presentaba ingenua. El escenario al cual el Pingüino mantenía en constante tensión y el que Gatúbela abandonó para exiliarse en las azoteas se caracterizaba por un proceso general de inevitable deshumanización. Max Schreck sería el metafórico personaje que encarnaría el dominio de la técnica y la ciencia en la vida de los ciudadanos. Este aparece obsesionado por construir una planta nuclear de generación de energía eléctrica, lo que ocasionaría un irreversible colapso ecológico y energético para la ciudad. Más allá de este aspecto puntual, será fundamentalmente un proceso de acentuada racionalización y tecnificación de la vida que permite detectar las características de una sociedad donde las instancias de subjetividad parecen perderse en los mecanismos de la objetividad científica y tecnológica, en el discurso del progreso material y social. Ciudad Gótica, así, no parecía resistir a tales fatalidades. No obstante, el Pingüino podría llegar a convertirse en un activista político que denunciaría los escándalos de corrupción de Max Schreck, mientras Gatúbela deambulará por las azoteas con su ansioso deseo por desenmascarar a su ex jefe, a quien, por casualidad, le descubrió sus ocultos y egoístas intereses. ¿Batman? Continuaba reflexivo, más temeroso que agitado, una especie de accesorio decorativo en momentos críticos de la ciudad.

III.

Si existen transformaciones verdaderamente camaleónicas en el tejido urbano, la que protagoniza la secretaria Seline Kyle goza de una belleza conmovedora. La aparente lucha por su auto-afirmación, encontrada en el exceso de reserva, fastidio y excentricidad de Gatúbela, parte de la imposibilidad de

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"reconocerse a sí misma". Parece proponer, tal cual el "iluminista" Rousseau, la "tarea de volver a lo inmediato". Cuando descubre las oscuras pretensiones de Max Schreck, éste la lanza por un ventanal desde uno de los pisos más altos de las oficinas de la empresa. Al caer, parece estar muerta. Sin embargo, una decena de gatos, rodeando y mordiéndola, escenifican su "nuevo nacimiento". Moría la disciplinada y eficiente secretaria, para dar paso a la gran debilidad psicológica de Batman. Rápidamente, ese personaje intermediario y transitorio que camina hacia su casa, con aspecto visiblemente desaliñado, comienza a destruir todos los objetos-símbolos referentes a la secretaria y, con una mezcla de agresividad y ternura, la mujer-gato da inicio a "su producción". Reestructuración previa de su entorno hogareño en una suerte de estética techno, diseñará personalmente una nueva indumentaria típica del "lado oscuro de las tecnologías": cuero negro revistiendo su cuerpo, agujas como prolongación de sus uñas y "máscara" simulando el rostro de una gata. Gatúbela, interpretada como el "encuentro consigo mismo" de Seline Kyle, coincide con el encuentro de lo imaginario y la conciencia de sí íntimamente ligada a la posibilidad de convertirse en otra: "ha cambiado de apariencia, por así decirlo, hasta el punto de ser irreconocible" (3).

A todo esto, el Pingüino consigue secuestrar hacia las profundas y sórdidas imágenes subterráneas de Ciudad Gótica al poderoso Max Schreck. Bajo la protección de su entorno físico, y rodeado de pingüinos gigantes, lo somete a un interesante interrogatorio. Una simple pregunta sería sintomática para advertir el juego de contrasentidos de la situación que se estaba viviendo. Por un lado, la pulcritud y la arrogancia del corrupto Schreck, política y económicamente poderoso en la ciudad; por el otro, una deformidad obscena, una imagen de lo no deseado simbolizado en el Pingüino y su mundo aislado y seudo-rebelde de los alcantarillados. El mundo "real", el de Schreck y el de Batman, repercutía en el mundo "artificial" y subterráneo del Pingüino. Lo que uno desechaba, el otro lo recibía. Los líquidos contaminantes de la ciudad eran el entorno físico y cultural del mundo subterráneo del trastornado Pingüino. Así, la situación de eventual cautiverio parecía inducir a la siguiente pregunta: ¿Ironía trágica o justicia divina? Max Schreck se ve presionado, mientras el Pingüino preparaba su triunfal aparición en el mundo de los "iguales" en destino y apariencia.

El Pingüino había nacido no en la desesperación hard de Gatúbela, sino reciclado entre los desperdicios y desechos de los habitantes de Ciudad Gótica. Es con su historicidad, representada en el largo y oscuro túnel de los alcantarillados, donde da comienzo esta especie de fabulación de la realidad. 33 años después, los periódicos comienzan a hablar de su enigmática presencia. Al hacer aparición, se puede contemplar cómo la injusticia existe, cómo "los márgenes" de la vida urbana conviven en el silencio cómplice de los movimientos cotidianos de una ciudad. Nihilista consumado, el Pingüino llama a vivir una experiencia fabulizada de la realidad, a una bulimia de placeres, al capricho adolescente escondido en quien parece exigir sin concesiones ser resarcido por un pasado injusto e infiel al derecho de una identidad. En Batman ve el espejo de un éxito e idolatría envidiada: es "su otro integrado" en la Ciudad Gótica. Batman es la materialización de lo que, tal vez, el podría haber sido, si tan solo hubiese podido tener los medios necesarios para ello.

El primer diálogo frente a frente entre el Pingüino y Batman se ve interrumpido por una fuerte explosión. Entre el escándalo visual aparece Gatúbela. Los observa. Gemido irónico y sorpresa de Batman. El Pingüino decide irse. Gatúbela, con un movimiento de acrobacia, se aleja de la escena. Batman queda sólo, asombrado, titubeante, profundamente conmovido. Percibe que no es solo él quien lleva máscaras. Reflexivo, advierte que las cosas han cambiado de aspecto. Comienza a darse cuenta que en él la máscara es un artificio que lo libera de su introspección y compleja personalidad, de sus miedos y continuas dudas. También, que en el Pingüino no existe una máscara como muchos sí lo consideran y que, en Gatúbela, la máscara no es una simple ocultación o negación, sino una especie de "inversión de lo femenino", de pos-feminismo irónico, en el que la posible liberación de la feminidad no deja de ser un horizonte complejo y seductor. Nihilista, la mujer-gato encontrará en las azoteas su

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única posibilidad de libertad. En Batman verá al ridículo caballero de los cuentos de hadas, a aquél que toda mujer espera para que la "salve" de los sinsabores de la vida.

Bruce Wayne no sería Batman, sino que éste sería su máscara. Batman era una máscara más. Triunfo de la dualidad. Como el Pingüino y Gatúbela lo saben, intentan continuamente desenmascarar en Batman a "la realidad". De esta manera, ¿qué es lo que, en definitiva, el Pingüino y Gatúbela quieren evidenciar? Simplemente que "el Batman" del "sentido", del "bien", de "lo justo", no debe confundirse con el sustituto que ahora se ofrece: no es más que un disfraz, una máscara… simulación.

IV.

En el ambiente acogedor de su mansión, Bruce y Seline conversan. Batman y Gatúbela no parecen estar presentes. Sin embargo, están en estado de latencia, ya que existe una especie de complicidad irónica en sus diálogos. Parecen no olvidar un anterior encuentro que habían tenido sus máscaras. No así, este momento no sería tan tenso como aquél, lo que no impide a Seline-Gatúbela hostigar psicológicamente a Bruce-Batman. Si antes Seline jugaba a buscar su identidad y la de Bruce preguntando ¿quién estaba detrás de la máscara?, en esta ocasión conseguirá evidenciar la dualidad estructurante de Bruce. Cuando, en un determinado momento de la conversación, éste le responde que "existen dos verdades", le descubre su fragilidad, se enamora de Bruce Wayne y cree poder odiar a Batman. La despedida de ambos, en esta oportunidad, es tan accidentada y confusa como aquella que dejó a Batman herido y a Gatúbela en un camión de comida para gatos. Sólo un beso apasionado logra sellar el encuentro.

Pero un nuevo encuentro tendrían Seline y Bruce. Esta vez en un baile de disfraces. En él, la secretaria Seline y Bruce Wayne son los únicos que no usan máscaras. Convierten la ocasión en un dramático movimiento de descubrimientos mutuos. Un segundo beso permitirá el descubrimiento de Batman y Gatúbela bajo las identidades de Bruce y Seline. No hubo sorpresa alguna, sino confirmaciones. Si Seline llora frente a Bruce y a Batman, éste se confunde y conmueve por el fuerte desencanto que envuelve a Seline y a Gatúbela. Finalmente, Batman contempla en la hermosa y frágil Seline a la enigmática mujer-gato de las azoteas de Ciudad Gótica. Todo parece interrumpirse nuevamente, al hacer aparición en el baile los bufones de "La banda del circo" del Pingüino. Escándalo y confusión en Ciudad Gótica. El caos se sobrepone a la indiferencia cotidiana, a la masa anestesiada y a los grises de la vida urbana, ascética y disciplinada. Para Batman, si Seline era Gatúbela, es porque "ya nadie se atreve a parecer lo que es", inclusive él mismo.

Tal cual un diagnóstico weberiano, Gatúbela parece ser el producto de un fuerte desencanto consecuente con la transformación de las acciones y conductas a meros criterios de instrumentalidad y racionalidad. El amor y la esperanza no parecen gobernar sus acciones. Aunque reconoce esos sentimientos, los subvierte a fuerza de una rebeldía que ironiza la posibilidad de su existencia. Ella es quien advierte el paulatino cambio que vienen protagonizando los habitantes de Ciudad Gótica: la vida urbana cada vez más sometida a una "jaula de hierro" de racionalidad instrumental. En Gatúbela parecen expresarse los anónimos ciudadanos de Ciudad Gótica. De aquí el ambiguo respeto hacia Batman, ya que es él quien representa el guardián del status quo y la continuidad de la trivialidad existencial. Si Batman custodia el desencanto, Gatúbela quiere reencantar a Ciudad Gótica.

La energía rebelde de Gatúbela es producto del eventual horror de pensarse como Seline Kyle, una secretaria que estaba siendo devorada por la lógica mezquina de la instrumentalidad. Ella servía a los egoístas intereses de poder de Max Schreck, quien se aprovechaba de su ingenuidad y buenas intenciones. Lo que parecía restarle era un desafío a lo socialmente instituido y oponerse al mecanismo de la vida moderna, para poder conservar una porción de "humanidad libre" de ese "encarcelamiento

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del ser", de ese dominio de la forma burocrática de vida. Mientras la hora de la supuesta redención del Pingüino se aproxima, Batman y Gatúbela se muestran hartos de las máscaras. Y mientras llega el momento de la ironía del Pingüino hacia los signos de lo político y los valores de la sociabilidad urbana (realizando una campaña electoral para ser prefecto de la ciudad), Gatúbela y Batman se reconocen profundamente vulnerables.

V.

Batman inicia su última ofensiva. Ciudad Gótica todavía parecía depositarle su confianza. Menos vacilante que en los últimos tiempos, emprende su último ataque hacia el subterráneo universo del Pingüino. El hogar del Pingüino estalla en varias explosiones. Si su deslegitimación como posible político de la ciudad representó una primera muerte simbólica (le fueron arrojados tomates por la multitud), su segunda muerte se traduciría en la trágica e irónica desaparición de un ser que comienza a ocultarse porque "la verdad" se había ocultado antes para él -no olvidar que la infancia del Pingüino no había sido confianza ni transparencia, sino abandono y ausencia de identidad (4). Ritualista por excelencia, el Pingüino no deja de hacer de su muerte una suerte de tragicomedia. Acompañado por sus fieles pingüinos, cae al agua, perdiéndose entre las múltiples explosiones de su refugio subterráneo. Mientras tanto, una sola vida prefirió guardar para sí la mujer-gato. Desaparece sin una posible reconciliación con Batman. Para éste, la utopía era que Seline reapareciese entre la máscara de Gatúbela.

Batman representa el universo terrenal urbano de Ciudad Gótica. Se mueve en la superficie, en "la realidad", no sin sentirse vulnerable al manifestar que "existen dos verdades". ¿Crisis de Batman? ¿Crisis de realidad? Contrariamente, el Pingüino representa el espacio subterráneo de lo social, lo contracultural, "los márgenes" de "la realidad", el silencio de las mayorías. Mientras tanto, Gatúbela deambulará en las noches por las azoteas, vivirá en las sombras de "la realidad", jugará con ella. En su exilio, se convertirá en la amenaza mercadotécnica más fuerte que tendrá Batman. Quedan diseñados, de esta manera, los tres espacios simbólicos, representados en cada uno de ellos, de Ciudad Gótica. La interacción de estos espacios hace a la vida urbana un entramado de intersecciones sociales. Como diría Simmel (1977), el laberinto de la sociedad es iluminado estéticamente y no políticamente, algo observable en las constantes interacciones cotidianas y en el "tejido de filiaciones de grupo" que componen el todo de la vida urbana.

El Pingüino parece manifestar que en Ciudad Gótica se evidencia un social caricaturesco, en el que los hombres y mujeres han perdido su carácter faústico para convertirse en individuos temerosos, incapaces de sacudirse de la "condena de las apariencias". Batman refleja la frágil certeza de que ya no es posible la existencia de aquella Navidad colorida y llena de sentimentalidad, sino una fría y oscura noche rigurosa. Batman parece preguntarse: ¿los habitantes de Ciudad Gótica seguirán convirtiéndose en seres mordaces, en indiferentes y mecánicos individuos? ¿Habrá otras Gatúbelas y otros Pingüinos detrás de otros rostros? Sombra de Gatúbela en las azoteas. Huye. Batman desea verla una vez más. Bruce Wayne entra al auto. Parece pensar, junto con Nietzsche, que "el mundo verdadero se ha convertido en fábula".

* Film (EE.UU, 1992) producido por Denise Di Novi y Tim Burton, dirigido por éste último y con la excelente música de Danny Elfman. Actuaciones principales: Michael Keaton (Batman), Danny de Vito (Pingüino), Michelle Pfeiffer (Gatúbela) y Christopher Walken (Max Schreck).

NOTAS1. Palabras de Rousseau que recuerdan a varios de los diálogos del Pingüino; citadas en Starobinski (1983, 16).

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2. Palabras de Rousseau citadas en Starobinski (1983, 26).3. Idem anterior.4.Analogía extraída de Starobinski (1983, 19). Bibliografía

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Madrid.Weber, Max. (1964), Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México.

CARLOS A. GADEA es uruguayo (1969). Doctor en Sociología Política por la Universidade Federal de Santa Catarina UFSC, Brasil. Integrante del Núcleo de Pesquisas en Movimientos Sociales, UFSC. Actualmente Profesor del Programa de Pos-grado en Ciencias Sociales de la Universidade do Vale do Rio dos Sinos UNISINOS, Brasil. [email protected]