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Simone Boué habla de Cioran

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SIMONE BOUÉ HABLA SIMONE BOUÉ HABLA SIMONE BOUÉ HABLA SIMONE BOUÉ HABLA

DE CIORANDE CIORANDE CIORANDE CIORAN

(FRAGMENTOs)*(FRAGMENTOs)*(FRAGMENTOs)*(FRAGMENTOs)*

SIMONE BOUÉ: […] En París había un hogar para estudiantes al que se podía ir a comer. Fue allí donde me encontré con Cioran por primera vez. Me acuerdo muy bien, era el 18 de noviembre de 1942. Yo lo había advertido antes pues era diferente al resto y además era de más edad que la media de estudiantes, tenía 31 años. Yo estaba en la cola para la comida del mediodía y era preciso rellenar un cupón. Había que poner la fecha, el nombre…, y al pasar por caja había que presentar el cupón. Él, en vez de esperar, se puso a mi lado y me preguntó qué significaba la date. Fue por eso por lo que me acuerdo: era el día de mi cumpleaños. Mi madre tendría que haberme enviado el pastel de rigor. Yo le dije a qué día estábamos, y ya luego… NORBERT DODILLE: ¿Entonces, él se le acercó para colarse o para ligar? S. BOUÉ: Para las dos cosas, creo. N. DODILLE: ¿Y ya vivieron juntos desde ese momento? S. BOUÉ: Ah, no, enseguida no. Entonces él vivía en la calle Racine, en un hotel, tenía una buena habitación. Yo abandoné el Foyer International gracias a una amiga suya, que se llamaba Mlle. Klein, y que creo que era lituana y que tenía una habitación en la calle Cujas. Ella vino un día y dijo a Cioran: ¡Vivo en un burdel! Y, efectivamente, su hotel comunicaba con un antro nocturno que tenía un tráfico extraordinario. Sin embargo, la habitación de la tal Klein era muy buena porque estaba arriba del todo y daba sobre el patio con árboles

de una escuela. Cuando ella anunció que dejaba la habitación la tomé yo y la habité durante algún tiempo. A veces me inquietaba vivir allí en aquel ambiente y acabé por irme a otro sitio. Luego, vino el fin de la guerra y saqué la oposición de enseñanza secundaría (inglés) en 1945 y fui destinada a Mulhouse. N. DODILLE: ¿Cioran no fue nunca a verla a Mulhouse? S. BOUÉ: Sí, sí, por supuesto. Su gran afición era la bicicleta. Mis primeras vacaciones de Navidad las pasé en París con Cioran. Pero cuando llegó Semana Santa, me dijo: Voy con mi bicicleta y vamos a hacer la Alsacia a bicicleta. E hicimos la Alsacia en bici. Yo acabé agotada. Cioran impertérrito. Yo no podía con el Alto Rin, ¡sube mucho! Luego, gracias a la intervención de Lupasco fui trasladada a Orléans, a una hora y pico de París. N. DODILLE: ¿Vivió entonces con Cioran en París? S. BOUÉ: Yo tenía una habitación en Orléans e iba dos veces por semana a París. Sólo estuve un año en Orléans, hasta 1947… Lupasco se movió de nuevo y me destinaron a Versailles. N. DODILLE: ¿Y ya vivió en París? S. BOUÉ: Sí y no. Pasaba dos noches por semana en Versailles. N. DODILLE: ¿Y en París vivía con Cioran, dónde? S. BOUÉ: En el hotel Majory. Él se cambió del Racine al Majory. Hacía esquina con la calles Racine y Monsieur le Prince.

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N. DODILLE: Entonces los hoteles no eran caros, ¿no? S. BOUÉ: No, se pagaba mensualmente. Allí, Cioran encontró dos habitaciones pequeñas, luego alquiló otra justo al lado porque me venía bien tener una dirección propia de cara a mis padres. Usted sabe, entonces ese tipo de convivencias no estaba totalmente admitido. N. DODILLE: ¿En qué punto de su vida literaria se encontraba Cioran en 1947? ¿Tenía el Breviario de podredumbre detenido en Gallimard? S. BOUÉ: Cuando lo conocí escribía en rumano. Fue, en efecto, en 1947 cuando tomó la decisión de escribir en francés. El Breviario apareció dos años más tarde. Lo reescribió dos o tres veces al menos. N. DODILLE: ¿Lo ayudó cuando comenzó a escribir en francés? S. BOUÉ: No, entonces yo estaba en Orléans. Sabía que había escrito eso, el Breviario, pero no recuerdo haber estado mezclada en aquello. Todo lo que sé es que había escrito una primera versión, que la había llevado a Gallimard y que se la había enseñado a un amigo francés, este le había dicho: “Hay que reescribirlo, huele a meteco”. Y Cioran se sintió muy tocado por eso, pero al final se dio cuenta de que su amigo tenía razón, y se puso a reescribirlo. A este respecto, yo sé que se veía con una mujer a la que llamaba “la gramática” como apodo, según se acostumbraba en Rasinari. Así que parece ser que fue la que lo ayudó. Yo sólo he intervenido como mecanógrafa de sus textos. Todos los textos suyos los he pasado a máquina. Y eso ha sido un mérito porque mis fallos de teclado lo ponían loco. Yo no fui la que mecanografió la primera versión del

Breviario. Había tomado una dactilógrafa, pero salía muy cara y hacía muchas faltas. Entonces ya me puse a la máquina, incluso aprendí a hacerlo con los diez dedos.

N. DODILLE: ¿Le daba sus manuscritos y usted le sugería incorrecciones o inconveniencias en la manera de formular? S. BOUÉ: Él no escribía nunca más de una página. Escribía poco de una tirada. En cierto modo se podría decir que casi no escribía, sus libros eran muy cortos. Cuando yo volvía del instituto, a menudo me enseñaba su página escrita. No estaba contento, nunca estaba satisfecho con lo que escribía y me pedía que lo leyera. Y cuando yo lo leía encontraba que estaba muy bien. Era preciso que yo lo leyera. Entonces se le pasaba el malhumor. Yo hacía casi de voz de sirena. A menudo pienso que fue

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Cioran quien casi me enseñó el francés. En todo caso fue el que me hizo tomar conciencia de lo que era mi propia lengua. A veces, yo hacía objeciones, pero él tenía sus ideas. Recuerdo un texto que escribió sobre Ceronetti para la traducción de su obra El silencio del cuerpo. Trató de evitarlo de muchos modos. Al final, dijo que no quería hacer un prefacio al uso, que iba a hacer una carta, una carta al editor. Fue lo que hizo. Me enseñó la susodicha carta. Leí el texto y se me cambiaron los esquemas. Yo estaba habituada a lo que Cioran solía hacer, no hablaba nunca del autor en cuestión, pero, en este caso, comenzaba con la narración de Cioran en el Luxemburgo que se oculta tras un árbol para ver pasar a Ceronetti seguido de su hija adoptiva. Entonces le dije que era insensato publicar semejantes cosas. Él me respondió que tenía fiebre. Insistí. Y me respondió en un tono irreplicable: ¡No cambiaré ni una coma! Y así fue. Era poco accesible a mis observaciones. N. DODILLE: ¿Los textos que le daba a leer eran hojas sueltas? S. BOUÉ: No. Escribía en papel de bloc y con letra grande. Al principio lo hacía

a tinta y con plumín de acero. Eso es lo que recuerdo de los momentos en que escribía en rumano. Después, se compró una estilográfica, y muy, muy tarde comenzó a escribir con bolígrafo. Es por estos detalles que yo he podido datar el manuscrito Mi país. No era muy difícil leerlo desde el momento en que se sabía la forma de

ciertas letras. En concreto, él hacía la R como una N. Decía que era incapaz de pronunciar una R, incluso le costaba escribirla. Cuando yo hablaba, se me acercaba y me vigilaba la boca para intentar comprender cómo lo hacía. N. DODILLE: ¿No había rituales para escribir, momentos privilegiados? S. BOUÉ: No. En el fondo creo que no le gustaba tanto escribir. Después del Breviario de podredumbre vino Silogismos de la amargura, que fue un fiasco. Y ahora es el libro que mejor se vende, el que más se reedita. Cuando apareció sólo hubo un artículo, en el magazine Elle. Y la editorial Gallimard lo arrumbó. Después de este asunto como que renunció a escribir, y lo habría hecho si Paulhan, director de la Nueva Revista Francesa no le hubiera pedido textos. Y así fue como se vio presionado a escribir pequeños ensayos. Varios de sus libros están constituidos por pequeños ensayos que ya habían aparecido en la NRF. Cioran protestaba y se decía: “¿Por qué habré prometido esto?”, mientras se acercaba la fecha de entrega sin haber escrito nada. Entonces se volvía a decir, “Nunca podré escribir ese artículo”. Luego, de golpe, se

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encerraba en su habitación y escribía. Yo me pasmaba al ver algo tan sorprendente. De hecho, cuando se observan sus manuscritos apenas hay tachaduras. N. DODILLE: ¿Nunca estuvo tentado de escribir otra cosa que ensayos, por ejemplo, teatro, ficción…? S. BOUÉ: Me deja usted atónita con lo que dice. Cioran jamás habría imaginado eso. Él no ha escrito nunca más que variaciones sobre el mismo tema. N. DODILLE: Aparte de sus textos que le daba a leer y a mecanografiar, usted ha descubierto, tras su muerte, que él tenía un diario. S. BOUÉ: No era un diario. Es…, no sé cómo describirlo…, son cuadernos. Yo no sabía de su existencia. Los descubrí cuando hice reordenación de todo, cuando decidí donar los manuscritos de Cioran a la biblioteca Doucet. Entonces me di con esos cuadernos que Cioran había conservado. Estaban apilados de costado y sobre no pocos había escrito en las tapas: “para destruir”. En vez de donarlos a Doucet, me puse a leerlos y me encontré ante algo extraordinario: un Cioran distinto. Aquello participaba también del carácter de borrador: había mucho de lo que él luego ha retomado en sus libros, a veces hasta palabra por palabra. Incluso había varias versiones de las mismas frases, eso mostraba su deseo de perfección en la formulación. Pero también había otras muchas cosas. En cualquier caso, no abundan las fechas, y generalmente cuando hay fecha es la de una anotación del tipo “noche atroz”, “dolores terribles”… Cuando descubrí esta serie de cuadernos, le dije al director de Doucet que eso se lo donaría más tarde.

N. DODILLE: Y usted se volvió a poner a mecanografiar sus cuadernos, como antes… S. BOUÉ: Sí. Es una manera para mí de seguir estando con Cioran.

* Fragmentos extraídos y traducidos de la entrevista que Norbert Dodille mantuvo con la compañera de Cioran (Lectures de Cioran: L’Harmattan, 1997). Selección y traducción: José Ignacio Nájera. http://emilmcioran.blogspot.com