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Il- ' 3ilbaobilbao en el cine (39)
«Amalur» o «Lo que la censura nos dejó»Alberto López Echevarríeta
E1 N 1964 se gestó una de las producciones vascas más im portantes de la historia de
nuestro cine, «Am a Lur». Tal vez hoy, quienes no vivieron aquella aventura -porque de una aventura se tra tó -, consideren esta afirmación como demasiado contundente y a la película en sí como un documental sin la relevancia histórica que le doy. Pero hay que haber vivido aquella época para com prender bien lo que significó en su momento.
En pleno franquismo, un grupo de vascos relacionados con el m undo de las artes pensó que había que utilizar el cine como medio de expresión. Se formó una Junta de Honor consultiva form ada por Ricardo de Apraíz, conservador del Museo de Vitoria; José Miguel de Barandíarán, arqueólogo; Jesús Bilbao G arbizu (J. B. G.), crítico cinematográfico de «La Gaceta del Norte»', Julio Caro Baroia, etnólogo; ím acio Elz- mendí «Basarri», «bertsolari»; A ntonio Esparza, industrial; M anuel de l^cu o n a , euskeró- logo; Luis Mitxelena, lingüista; Jorge de Oteíza, escultor; Fernando Redón Huici, arquitecto; Luis Rodríguez Gal «Luis de Uranzu», historiólogo; y Juan Zaragüeta, filósofo.
En noviem bre de 1964, y siguiendo el ejemplo de financiación de Jean R enoír en su película «La Marsellesa», se envió una carta a cuatro mil personas con poder económico y sentimientos vasquistas para que entre todas se pudiera producir la película, presupuestada inicia mente en cuatro millones de pesetas. Se ofrecieron aportaciones que iban de 25.000 a1.000 pesetas, pero sólo cuarenta y cinco respondieron afirmativamente. Este primer
N. Basterretxea y F. Larruquert en «Ama Lur»
fracaso motivó la creación de una sociedad anónim a formada por José Luis Echegaray, Iñaki Hendaya, Cástor de U riarte -e l que fue arquitecto municipal de Gernika durante el bom bard eo - y Andoní Esparza. Más tarde se unieron Jesús Idoeta y Jesús Atxa como impulsores del proyecto. «Ama Lur», por tanto, se hizo con pequeñas aportaciones populares de los 2.200 accionistas que tuvo.
Pero los principales problemas de este filme no llegaron emanados de la cuestión crematística, sino de la censura. Presentar en aquella época un guión para la realización de un documental que ensalzara al País Vasco y a los vascos en general era toda una temeridad. La Comisión de Censura hiló fino en esta ocasión y no sólo leyó una y o tra vez el guión, sino que se aventuró entre líneas por si encerraba algún mensaje subliminal, que evidentemente los tenía. En el libro «**Ama
L u r” y el País Vasco de los años 60» se cita una frase del entonces delegado del Ministerio de Información y T\irismo -<le quien dependía la censura- en Gipuzkoa, Felipe Ugarte: «Esta película no saldrá adelante mientras yo no lo autorice, porque está hecha por rojo-separatistas».
U na vez rodada, se presentó a la Comisión de Censura, form ada entonces por Carlos María Stahelín, M anuel Villares, Pedro Cobetas, Juan Miguel Lamet, Pedro Rodrigo, Luis Góm ez Mesa y M arcelo Arroi- ta-Jáuregui. Ya de entrada les molestaron los planos del «Guernica» de Picasso y las voces de los reyes de España cuando juraban los fueros en la Villa foral, pero más adelante surgieron otros problem as com o por ejemplo la obligación de citar la palabra «España» al menos tres veces en el transcurso del filme y que el Arbol de Gernika debía mostrarse en
el esplendor de la primavera o verano y no nevado como pretendían los realizadores. Las citas a nuestros escritores tampoco se libraron de modificación. A sí cuando el narrador citaba a Pío Baroja había que añadir «renovador de la poesía española» y cuando le tocaba a Unam uno se le apellidaba como «Rector de la Universidad de Salamanca».
Los miembros de la censura se volcaron con «Am a Lur»: uno, el P. M anuel Villares, decía que «deben variarse los comentarios en el sentido de hacer resaltar que Vasconia forma parte de España...». O tro apostaba porque «... en los títulos de crédito deberán figurar los nombres propios con grafía castellana» y suprimirse «los cuadros de ¡barróla», entre otros detalles.
El permiso de exhibición se consiguió el 17 de setiembre de 1968 después de múltiples negociaciones y pintorescas pre
la boina parabólica
El monstruoLucio Araluce
S A B E perfectamente, por experiencia propia y dilatada, que nadie es perfecto. Lo sabe casi todo de los juguetes rotos. Ha
jugado con ellos con ternura, efectismo, desvergüenza y amor, nadie puede negarlo. Les quiere, ha logrado sacarles lo mejor; lo m ejor para él y lo mejor, tam bién hay que admitirlo, para los ocupantes del patio de butacas.
Ha sido un aplicado director de circo, más cerca de Felüni que del gran Ramón. Cerca, tam bién, de su inmenso paisano G urruchaga. Sólo que su paisano, como hom bre de arte.
ha term inado consecuentemente -é ticam en te- sum ándose a La Parada de los monstruos, que viene a ser lo serio, lo difícil y lo comprometido: seguir el viaje dentro del carromato. Pero para eso, claro, hace falta ser monstruo de verdad. Y él no lo es. El iba para monstruo de 1a televisión, pero en la caja luminosa no hay monstruos, no caben monstruos, no admiten monstruos. La caja luminosa es el único monstruo, el único gallo, el único chulo.
Tampoco es que haya sido la mejor del puerto, pero ha sabido marcar la diferencia. Ha suplido su falta de talentos con
cretos con un talento de gene- ralista alicatado con sensibilidad y olfato. Y eso basta. Porque ninguno de sus detractores, que son legión de envidias,
Eodrá negarle su personalidad, a personalidad, que es de lo
que carecen los inquiUnos de la Trinitron, es lo que le ha valido. Q ue guste o que no guste es lo de menos.
Ahora, igual que los enanos del Bombero torero, ha dado el salto. Ha entrado en TVE, en la tele grande. Y la TV grande lo ha m etabolizado sin problemas. Entre Loles León y Lola Flores se lo han fagotizaáo. Da lo mismo que regale jam ones o que le haga leer versos postis-
siones. «Ama Lur» se estrenó el 10 de julio de 1968, es decir, cuando aún no se sabía a ciencia cierta si la película se iba a poder proyectar en los cines comercialmente. Fue en el transcurso del XVI Festival Internacional de Cine de San Sebastián. La reacción del público en el Victoria Eugenia fue de compromiso, pero cuando inmediatamente se pasó en el Astoria se caía la sa a de em oción. Unos meses después, el24 de noviembre, la pe ícula se proyectó en el X Certam en Internacional de Cine Docum ental de Bilbao, previo almuerzo conmemorativo en el Club M arítimo del Abra, acto al que asistí como crítico de cine. Y aún recuerdo la especie de pacto de silencio o complicidad que había entre los comensales )ara no tratar ciertos tem as re- acionados con «Ama Lur».
U no de ellos podía ser la colgadura que tuvieron los sesudos censores que en su celo que escuchar atentam ente a Angel M aría Baltanás y Lurdes Iríon- do en las locuciones en castellano y euskera, dejaron pasar, evidentemente sin querer, una ikurriña en la esquina superior de un plano que corresponde a la D anza del Corpus en H eleta y un juego de colores rojo, blanco y verde en las fiestas de Irún.
«Ama Lur» sigue siendo un canto emocionado a Euskadi con fondos de música popular y «bertsolarismo». En su banda sonora se escucha la «txalapar- ta» de los H erm anos A rza y la música de autores vascos como Guridi, Sorozábal y Bello Por- tu. Huelga decir que sus responsables, tanto del guión como de la dirección, fueron Néstor Basterretxea y Fernando Larruquert. y que para el cartel de promoción se utilizó al Apóstol núm ero 9 creado por O teiza en 1953 para el Santuario de Aránzazu.
tas a G loria Fuertes. E n la televisión el casticismo pierde todo su posible valor revulsivo. Es cuestión de concepto. Lo kitsh tam poco existe en la TV: en la TV lo kitsh es simplemente hortera. Lo castizo es simplem ente populachero, cutre, analfabeto.
Por eso «Nadie es perfecto», el program a de A ntxon Urro- solo en la Primera de TVE, ha ido bajando. No hacía falta que se pusiera castizo, porque en la T v grande eso es o único que nunca se puede dejar de ser. En la TV grande hasta Jünger saldría castizo. Ese ha sido el e rro r de nuestro monstruo: que se ha pasado para no llegar. Antxon Urrosolo
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