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Dos frases constituyeron en distintos momentos de mi vida una orientación potente que me dio luz a la hora de seguir mi camino. La
primera es de Claudio Naranjo que cuando me debatía entre la necesidad de ser dueño de mi vida y no intérprete de una falsa existencia, me
dijo: “Nunca el viento sopla a favor de quien no tiene izadas sus velas”. Rebelarme por lo que no dependía de mí, no servía de nada. No
asumir la responsabilidad de mi propio trabajo personal, desde mi rabia, me convertía en un ser pasivo e inerte. La segunda me fue dada
por Marie Sophie Hellinger que en un momento de oscuridad, tristeza y llanto incontenible sentí que me zarandeaba con “¿Quién paga un
más alto precio, perpetrador o víctima?”
Aprendí que a veces la simpleza y brevedad de una frase puede remover más que mil razonamientos. Son dardos de verdad para quien está
en condiciones de tomarlos y al mismo tiempo cuestionan de forma apacible al resto. Por eso, titulo breviario a este manojo de
pensamientos. Son inquietudes emocionales, cada una de las cuales se instaló en mi corazón durante algunos días hasta que finalmente,
caminando, siempre caminando, tomaron cuerpo como pensamiento y se concretaron en su brevedad haciéndome sentir un pellizco en las
tripas.
Nunca tuve pretensión de que fueran más allá del lenguaje oral donde adquieren de forma natural y espontánea su fuerza, pero ante el reto
lanzado por mis niñas (o más bien, recogido por mí) fueron publicadas en la red desde Nahual semana tras semana y ahora agrupadas para
ofrecerlas como parte de la conmemoración de los diez años de existencia de este centro. Son un acto de transparencia, nunca de vanagloria
ni afán educativo. Si acaso, dan fe del caminar de quien estas palabras suscribe.
Finalmente decidí que siguieran la secuencia de su aparición y no ordenarlas temáticamente, pues no hay pasos mejores ni peores y solo
unos siguen a otros.
Julia: No quiero comer eso !Qué asco!
P.H.: No digas no sin probarlo.
Vero: ¿Por qué juzgar lo que no conoces?
P.H.: No necesito probar la mierda para saber que no me gusta.
Soy el centro de mi contradicción. Acción me define.
Somos lo que hacemos. Por eso estoy aquí (en la red).
Lo que me inquieta de la red es que cuanto más grande es,
más amplios son los huecos de la trama
y por ellos se escapa el pez de la verdad.
Mierdancolia:
estado de aquellos que se regodean, con gusto, en penurias y fracasos
anteriores convirtiéndolos en un obstáculo para mirar
hacia la vida presente.
Si esperas que te ame como tú quieres,
al menos ten el detalle de decirme como quieres que te quiera.
Cuando vuelvo a casa por navidad traigo en la cabeza una familia de
anuncio. Cuando me voy me llevo en el corazón una familia de
“penícula”. Lo único cierto es que juntos comimos un poquito de turrón.
Penícula: contracción de pena y película.
Es fácil querer a una pareja cuando muestra lo mejor de sí,
sin embargo el amor a la pareja se pone a prueba cuando la quiero
aunque muestre lo peor de sí misma.
La ansiedad tapa la realidad que no quiero ver y es tan eficaz que en un
momento determinado se convierte en el centro y ya no puedo ver
ninguna otra realidad.
A partir de ese momento no puedo ignorarla porque cuando me ataca
siento que muero.
Muchas personas utilizan el aislamiento como conducta agresiva
hacia los otros, sin embargo, antes que nada,
es una forma de autocastigo.
Mantenemos los síntomas, no sanamos,
por miedo a que al soltarlos vuelva la realidad inaceptable que tanto
daño me hizo.
A la llave que abre todas las puertas la llamamos llave maestra.
Gracias a todos mis maestros y maestras que me dieron
la posibilidad de abrir todas las puertas.
La tierra es la base que me enraíza y me sostiene.
El agua es la experiencia en la que me sumerjo.
El aire, viento que me zarandea.
El fuego es la insatisfacción que me caldea y que puede consumirme.
A todos necesito.
Con todos soy.
Construir un muro entre nosotros no solo nos separa.
Nos condena a ver solo la cara del lado en el que estamos
y nunca ver la del otro.
Esto nos aísla definitivamente.
Encarcelar nuestro/a niño/a interior dificulta nuestra madurez.
Comportarnos solo como niños/as en la vida
impide nuestra madurez irremisiblemente.
Invitar a los necios a que quien esté libre de pecado
tire la primera piedra es exponernos a que,
desde su inconsciencia
acabemos apedreados.
Cuando no respeto los límites del otro,
ni respeto los míos propios, mi conducta es impulsiva y egoica.
Cuando lo hago mi conducta es espontánea y auténtica.
El valor de lo que me das no depende del valor de lo que recibo.
Depende del esfuerzo que tienes que hacer para dármelo.
Amplitud de miras y profundidad de campo.
Dos ejes que se cruzan para captar la realidad.
Cuando me sitúo en el centro de ese cruce,
comprendo la esencia de lo que es.
El agua mansa del pantano posee la misma energía contenida
que tuvo cuando fue impetuoso río de montaña.
Quien solo vive para arrimar el ascua a su sardina,
acaba perdiendo el placer de la comida compartida.
“Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Es fácil vivir por y para otros,
lo más difícil es sacar la propia vida adelante.
A todos nos gusta el canto y el vuelo de las aves.
Sin embargo no conozco a nadie que se haya puesto contento
cuando le ha cagado un pájaro.
Compasión no tiene que ver con lástima.
Compadecer es “padecer con”.
Es la empatía con el que sufre un dolor.
La justicia es un constructo creado por el hombre.
Sin embargo, es estrictamente necesaria
ante la realidad de la convivencia.
Descubrir la auténtica dimensión del silencio
es parar la charlatanería mental.
Eso solo lo consigo cuando, sin palabras, hablo contigo.
Descubrir la auténtica dimensión del silencio
es parar la charlatanería mental.
Eso solo lo consigo cuando, sin palabras, hablo contigo.
Soy vulnerable cuando muestro mi fragilidad,
y esa es la única forma que conozco de conseguir mi fortaleza.
Priorizar es más que ordenar. Todos sabemos que lo primero va antes que
lo segundo, y lo segundo antes que lo tercero.
Lo importante es el criterio para saber que lo primero es lo primero, lo
segundo lo segundo y lo tercero, lo tercero.
La conciencia duele.
Cuando soy consciente de mi felicidad, me duele el miedo a perderla.
Cuando soy consciente de mi infelicidad,
me duele el no poder salir de ahí.
Aspiro a una conciencia que acepte plenamente lo que es,
y que disuelva el dolor.
Lo que termina no siempre está acabado.
Lo inconcluso llama una y otra vez a la puerta de nuestra conciencia.
A veces los hijos pelean por tomar el mayor
y mejor trozo del corazón de los padres.
No se dan cuenta de que los padres tienen un corazón entero
para cada uno de ellos.
Quien busca ayuda de otro para sancionar positivamente o
reforzar lo que está haciendo, no va a salir de la situación en la que se
halla.
Por eso, la relación de ayuda no puede basarse en la complacencia.
Vivimos una experiencia juntos.
Comprometernos es la condición para compartir.
Compadecernos es la única forma de poder convivir.
Algunos, para vivir, para sentir que están vivos,
necesitan poner sus capacidades al límite,
de esta forma se hacen a la idea de que amplían
los límites de sus capacidades.
La fragilidad es patrimonio de lo vivo.
Hasta Cristo la sintió y pidió: “Aparta de mí este cáliz”.
No es extraño que los hombres, ante las dificultades de la vida, pidamos:
“Aparta de mí este cáliz”.
“Así no puedo seguir. Necesito cambiar”.
Esta frase, en labios de la pareja, da miedo.
Cuando es la mujer la que se pronuncia,
el hombre se aterroriza.
Lo que haces no concuerda con lo que me has enseñado.
Hoy he descubierto que los maestros no siempre están iluminados
por la luz con la que nos enseñan.
Mi exigencia rabiosa se trocó en amor compasivo.
Esto me acerca más a ti.
Gracias por una nueva enseñanza tuya.
Claro que el dinero es un valor de cambio.
Cuando lo utilizamos para comprar o vender fidelidades o afectos,
cambia nuestros valores.
En mi afán animoso, digo a mi anciano padre: ¡Papá, un año más!
Él, me replica como siempre: ¡No, un año menos!
No sé cual es la mejor posición.
El hecho irrefutable es que él, en este año, entró en los 90.
Cuando la palabra se hace verbo se convierte en acción y
desnuda al prepotente y viste al que se desprecia.
Palabras:
afiladas como un bisturí que sana y cortantes como una navaja que hiere.
Una opción: callar.
La otra: mirar a tus ojos y verte cuando hablo.
Necesité que me vieras.
Posteriormente, busqué tu admiración.
Finalmente, no soy nadie si no me adoras.
En esto consiste mi ceguera:
esta es la frustración que no me permite ver.
Después de la caminata
Este es el momento de agradecer lo vivido mientras se caminó.
En este sentido gracias a mis niñas, Vero y Julia, que impulsaron la necesidad de hacer públicos estos pasos y a su mamá Lola, que las trajo a la vida y a mi vida.
Gracias también a ti Pedro Lendínez que facilitaste la aparición continuada y el agrupamiento en forma de libro.
Jaén, en mayo de 2019.
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