Ciclo B Hoy en el evangelio veremos la aparición de Jesús a los apóstoles en la noche del domingo...

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Ciclo B

Hoy en el evangelio veremos la aparición de Jesús a los apóstoles en la noche del domingo de resurrección, la misma que san Juan nos contaba el domingo pasado. Hoy quien nos narra esa aparición es san Lucas. Como habían pasado bastantes años y cada evangelista tenía su propia catequesis, hay detalles diferentes, pero no contradictorios.

Nos dice san Lucas que acababan de llegar corriendo los dos discípulos que venían de Emaús. Contaban entusiasmados cómo en la ida un extraño se les había unido.

Y después cómo, de forma maravillosa y siguiendo las Escrituras, les explicaba que el Mesías debía padecer para luego resucitar.

Cómo le tuvieron que insistir para que se quedase a cenar con ellos.

Pero lo más interesante fue cuando en la cena el “extraño” partió el pan: Era Jesús realmente vivo.

Y desapareció. Dice así el evangelio: Lc 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo." Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."

Comienza el evangelio recordando lo que les había pasado a aquellos dos discípulos que iban a Emaús. En realidad no buscaban a Jesús, pero sí le tenían en el corazón. Jesús sale al encuentro principalmente de aquellos que le tienen en el corazón.

Así había hecho Jesús con san Pedro en la mañana de la resurrección.

Así había hecho con la

Magdalena, que le buscaba de

todas las maneras.

En nuestra vida muchas veces estamos desalentados y nos sentimos como vacíos. Jesús sale a nuestro encuentro y nos da la paz.

Y así quiere hacer Jesús con nosotros.

Era un signo de paternidad que hacía quien presidía la mesa. Jesús lo debía realizar con un amor especial, el partir y el repartir.

Dice que le habían reconocido “al partir el pan”.

Era un signo de Jesús que la primitiva comunidad guardaba de modo tan especial que la Eucaristía comenzó a llamarse “la fracción del pan”. Era un gesto no sólo para recordar sino para estimular a realizar otra serie de gestos en sus discípulos: el de partir y compartir el pan y las diversas necesidades.

Es decir; Que si nosotros conocemos a Jesús en el “partir el pan”, él también quiere conocernos cuando partimos y compartimos el pan, el dinero, el tiempo, la inteligencia y la misma fe.

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Andando por el camino te tropezamos, Señor.

al partir el pan.

Tu nos conoces, Señor, al partir el pan.

Te conocimos,

Señor,

Tu nos conoces. Señor, al partir el pan.

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Hoy Jesús sigue partiendo el pan principalmente en la Eucaristía. Él se parte para todos; pero para que aprendamos a compartir nuestros bienes materiales y espirituales. Jesús se parte para que también nosotros nos partamos en bien de los hermanos.

Si una comunidad parte el pan con Jesucristo en la Eucaristía y luego, al convivir, no se hablan unos con otros o se pelean, ¿Cómo puede decir que ha conocido de verdad a Jesús en la Eucaristía?

Una comunidad que celebra bien “la fracción del pan”, debe aprender a servir. Y aquí entran todas las conocidas “obras de misericordia”.

En verdad que la necesitaban, pues estaban bastante desorientados. Ya se lo habían oído a varios testigos de la resurrección, especialmente a Pedro. Pero no es lo mismo el oírlo que la experiencia personal.

Jesús se presenta en medio de los apóstoles y les dice: “La paz sea con vosotros”.

En realidad todavía no creían por el miedo; pero san Lucas les disculpa y dice que es por la alegría. Algo así como cuando uno “llora de alegría”.

Es curiosa una frasecita que dice san Lucas, el evangelista de la misericordia: “Y como no acababan de

creer por la alegría”.

Algo que vemos hoy en el evangelio es el empeño del evangelista en mostrar que verdaderamente Cristo resucitó. Por eso nos dice que Jesús presenta sus manos y pies y come delante de los discípulos.

Las manos suelen

mostrar la

identidad de las

personas.

Las manos de Jesús eran al mismo tiempo delicadas y fuertes: acariciaban a las personas y

expulsaban los demonios.

Las manos de Jesús eran protectoras y liberadoras, dispuestas a curar a los enfermos.

Las manos de Jesús eran serviciales, dispuestas a lavar los pies al necesitado.

Las manos de Jesús eran generosas y amistosas, repartiendo el pan que multiplicaba.

Lo mismo podíamos decir de los pies de

Cristo: infatigables

recorriendo los caminos para evangelizar y

predicar el Reino.

Los pies gastados en busca de la oveja perdida, como era la mujer samaritana.

Hoy también Jesús quiere mostrar sus manos y pies al mundo. Pero quiere hacerlo a través de la Iglesia, a través de nosotros. Nosotros somos los pies y manos del Señor. Debemos prolongar los gestos y la entrega de Jesús.

Jesús no

tiene manos.

Automático

Tiene sólo nuestras manos para construir.

Tiene sólo nuestras manos

Necesita nuestras manos

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Si queremos con nuestra manos realizar la presencia de Cristo resucitado, no pueden ser egoístas o cómodas. Mucho menos pueden ser violentas o amenazadoras. Y dice un autor que, si son manos para servir a Jesús, no pueden estar llenas de joyas o perfumes, porque deben ser manos trabajadoras y serviciales.

Y lo mismo podíamos decir de los pies. Manos y

pies nuestros, cedidos a

Jesucristo, para servir a los demás.

Y no para ser honrados nosotros, sino para honrar a

los demás.

Jesús les dice a los apóstoles que sean sus testigos. Hoy la 1ª lectura nos trae una alocución de san Pedro como testigo de la resurrección.

San Pedro y san Juan acababan de sanar a un paralítico. La gente se había amontonado y san Pedro aprovecha para dar su testimonio.

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: “El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” (Hechos 3,13-15.17-19).

Si hoy nos hablase san Pedro no nos diría que hemos entregado al Justo a Pilato; pero sí nos puede decir que

muchos justos e inocentes siguen muriendo injustamente.

No nos diría san Pedro que hemos pedido el indulto para Barrabás; pero sí que no defendemos suficientemente la vida y nos acostumbramos demasiado a los hechos violentos.

No estaremos de acuerdo con Pilato

que “se lavó las manos”; pero

también nosotros nos las lavamos o

nos desentendemos

ante los problemas de los demás, de la

Iglesia, de la comunidad.

San Pedro quizá nos recuerde que él pecó negando al Señor, pero se arrepintió. Por eso hoy nos pide que nos arrepintamos para que se nos perdonen los pecados.

Ser testigos de Jesús es seguirle: Primero arrepentidos del mal, y luego procurando seguir el modelo de amor y entrega de Jesús hacia todos.

Automático

Seguirte sólo a

Ti, Señor,

Seguirte sólo a Ti, Señor, y no mirar

atrás.

Seguir tu caminar, Señor,

seguir sin desmayar,

Señor,

postrado ante tu altar, Señor, y no mirar atrás.

seguir sin desmayar,

Señor,

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San Pedro decía a la gente, especialmente a los jefes: “Matasteis al autor de la vida”. Habían matado a quien iba dando vida, material y espiritual; pero, como es el autor de la vida, vive para siempre. De la vida espiritual con Cristo nos habla san Juan hoy en la 2ª lectura.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por

los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice:

"Yo lo conozco", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de

Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

1Juan 2,1-5

Vivir la vida en Cristo resucitado es vivir en el amor. Una comunidad que se ama de verdad vive la vida de Cristo resucitado. Y la vida en el amor, aunque haya dificultades, nos reportará una verdadera alegría.

Los primeros cristianos daban testimonio de que Cristo Jesús había resucitado con su vida de amor comunitario. Nosotros con el ejemplo permanente de una caridad “sin límites” seremos testigos de que “en verdad resucitó el Señor”.

En verdad, resucitó el Señor.

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A Él la gloria y el poder por siempre.

Estando todos reunidos se apareció el Señor.

“Paz a vosotros, no temáis, ved que en verdad soy yo”.

En verdad resucitó el Señor.

A Él

la gloria y el

poder

También sea nuestra gloria, unidos a María, en Jesús resucitado.

AMÉN

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