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8/12/2019 Copia de Geymonat
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LA LIBERTAD DE LOS SENTIMIENTOS
1. A primera vista, se dira que no existe nada ms
libre que los sentimientos: son libres por naturaleza. En
un examen ms riguroso se advierte, por el contrario, quetambin a propsito de los sentimientos se puede hablar
de mayor o menor libertad y, por tanto, de autntica
dialctica entre sentimientos ms o menos libres.Para adentramos en el tema del captulo, ante
todo es necesario echar una rpida mirada a lafenomenologa de los sentimientos, sin pretender,
obviamente, proporcionar sobre ellos una razn
exhaustiva, sino tan slo establecer algunos puntos dereferencia para las sucesivas discusiones.
A este propsito, empezaremos recordando unaclara diferencia, aunque precise de alguna
profundizacin: la diferencia entre sentimientos privados
o individuales y sentimientos colectivos.Los primeros son simples estados de nimo del
individuo singular, y sera fcil proporcionar
innumerables ejemplos de ellos: amor, simpata,
antipata, devocin,
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ira, etc. Tienen una gran importancia para cada uno denosotros, en cuanto ejercen una profunda influencia so-
bre nuestros comportamientos y tambin sobre nuestros
programas de accin inmediata o futura.
La existencia de sentimientos colectivos seprueba con mayor dificultad, en cuanto no existe un
nimo co-lectivo que pueda constituirse en portador de
los mismos. Sin embargo, en tales circunstancias existensentimientos difusos, que se propagan tan rpidamente de
un individuo a otro que suscitan la impresin deconstituir algo supraindividual. Ejemplos de ellos son: los
sentimientos religiosos, la adoracin a un personaje
poltico o deportivo, etc. En algunos casos existe unarelacin muy estrecha entre los dos tipos de sentimientos;
se da, por as decirlo, un intercambio entre ellos, en elsentido de que un sentimiento individual estimula uno
colectivo o viceversa.
Otra distincin fundamental, indispensable paradescribir fielmente la realidad, considera por el contrario
la intensidad de los sentimientos: consiste en la distincin
entre sentimientos dbiles y sentimientos fuertes. Apro-
ximadamente, a todo sentimiento dbil corresponde en
nosotros uno fuerte, de manera que los dos constituyenuna pareja estrechamente unida. Fcilmente se pueden
encontrar diferentes ejemplos: amor-pasin, deseo-
anhelo, afecto-adoracin, etc. Entre los sentimientos que
constituyen una pareja tambin puede haber, sin em-bargo, una diferencia de cualidad, de modo que uno de
los dos puede aparecer de inmediato como encomiable y
el otro, por el contrario, reprobable: por ejemplo, afecto-devocin. En cualquier caso, no resulta siempre fcil
establecer una clara demarcacin entre los dos com-ponentes de un par, de donde se sigue que la dialctica de
los sentimientos puede resultar con frecuencia muy
intrincada e incluso confusa.
Pero la distincin ms importante, aquella quecon-cierne ms directamente al problema de la libertad de
los sentimientos, radica en la distincin entre sentimien-
tos espontneos o naturales y sentimientos provocados o
condicionados. Las primeras preguntas que nos podemoshacer son: en qu consiste la espontaneidad o na-
turalidad de un sentimiento?, se puede hablar adems de
sentimientos naturales colectivos? Las siguientes pre-guntas son: en qu sentido se puede hablar de senti-
miento provocado o condicionado?, hasta qu gradollega este condicionamiento?, por qu puede estar con-
dicionado un sentimiento?, slo por otro sentimiento o
bien por algo completamente distinto, como la razn o lafantasa? Aqu aflora manifiestamente el problema
bastante complejo de la causalidad y de sus diversasgradaciones, ya afrontado en los captulos precedentes,
pero aqu de forma mucho ms compleja, porque ahora se
refiere al mbito de los sentimientos.
2. Sin duda un sentimiento puede provocar otro, y no es
ni siquiera necesario que el primero y el segundo
pertenezcan a una misma pareja (en el sentido poco an-tes sealado). Por ejemplo, un sentimiento de compa-
sin puede provocar uno de ira; un sentimiento de dolor
puede provocar uno de amor, como todos hemos tenido la
ocasin de constatar muchas veces a lo largo de nuestravida.
Una simple observacin sobre la relacin que co-
necta los dos sentimientos considerados nos mostrar, sinembargo, que no podemos calificar al primero como
causa del segundo, en el sentido usualmente atribuidoal trmino causa. Ms bien podemos decir que el pri-
mer sentimiento favorece que surja el segundo, en un
sentido un tanto vago del verbo favorecer: un tanto
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poco refinado, pero que constituye en buena medida unelemento ineliminable de la civilizacin moderna.
Advirtase que en otras pocas la propaganda se
efectuaba bajo formas diferentes: por ejemplo, en los
pases catlicos, con la predicacin de las indulgencias,con la representacin terrorfica de la vida ultraterrena,
con el relato de milagros ms o menos verosmiles.
Aquello en lo que tal tipo de propaganda diferade la ms difusa de nuestro tiempo radica en el objeto de
la propaganda misma, pero no en el diseo del discursopropagandstico; aquella consideraba, de hecho, como su
objeto especfico, al mundo ultraterreno, mientras hoy
remite al mundo terreno (por ejemplo, el aspecto comer-cial de nuestros actos, aspecto que estaba, por lo dems,
no raramente presente tambin en la propaganda de lasindulgencias).
Respecto a los sentimientos privados
(individuales), el condicionamiento de quizs mayorrelieve se origina, sin duda, mediante la lectura (en
especial de la lectura de novelas), que sensibilizan el
nimo de los individuos colocndolos frente a situaciones
particularmente con-movedoras. Este condicionamiento
se vuelve todava ms relevante cuando tal lectura noslleva a identificamos con los protagonistas del relato en
cuestin. Recurdese, por ejemplo, cmo Dante Alighieri
introduce (en el V canto del Infierno) el relato de cmo
surge la pasin entre Paolo y Francesca: leamos un da,por pasa-tiempo, las aventuras de Lancelot...
El encanto de la poesa, de la msica, etc., es
verdaderamente lo que modera los sentimientos del sercompletamente libre.
Otro tanto puede repetirse con respecto a laoratoria: no sin razn, el sofista Gorgias pudo mantener
que la famosa Elena no haba sido culpable del pecado
que habitualmente se le atribuye, en cuanto lo haba
cometido mientras estaba subyugada por el poder de laoratoria. Pinsese, por otra parte, en la eficacia de los
discursos de los predicadores religiosos y de los
abogados pena-listas (por lo menos de aquellos de hace
algn tiempo). En todos estos casos est explcita laintencin del orador de hacer surgir en el nimo de todos
los oyentes los sentimientos que l desea. En algunos
casos, utiliza atrevidas comparaciones; en otros, se valeincluso de la lisonja que estimula el orgullo de la
audiencia. As, por ejemplo, cuando llegan a decir:Otros, menos inteligentes que vosotros, no entenderan
mi argumentacin. Pero, vosotros s!.
Podemos afirmar, en conclusin, que tambin enel mbito de los sentimientos la libertad sufre no pocas ni
ligeras restricciones. Si quisiramos considerar, comocon frecuencia se afirma, que la libertad constituye la
nota ms caracterstica de la vida del espritu, deberamos
concluir que gran parte de los sentimientos estn fuera detal vida.
4. Pero la verdadera, la ms profunda resistencia al
predominio de los sentimientos es la opuesta por la razn;precisamente por referencia a esta resistencia se suele
hablar de anttesis entre una vida guiada por los
sentimientos y una vida guiada por la razn. As, se suele
recomendar a cada individuo: fuera los sentimientos!,comprtate como un hombre racional!.
En qu sentido debe entenderse tal recomenda-
cin? Hombre racional es aquel que prepara sus propiasacciones, calculando framente las consecuencias, los
obstculos que se puede encontrar, la probabilidad dexito o de fracaso. Al contrario, quien obra basndose en
los sentimientos, se abandona a la espontaneidad, al
entusiasmo, a la improvisacin (recurdese lo dicho en el
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captulo tercero, pargrafo 3).Estando as las cosas, est claro que, si por
libertad de los sentimientos entendemos va libre a sus
manifestaciones ms incontroladas, entonces apelar a la
razn establece un lmite a la libertad de los sentimientos.Pe-ro no se ha dicho que la libertad de los sentimientos se
haya entendido de este modo, y en consecuencia la gua
de la razn no podr interpretarse como una disminucinde la libertad de los sentimientos, sino ms bien como su
perfeccin.La cuestin se inserta en el siguiente problema
ge-neral: se desarrolla mejor la libertad en el orden o en
el desorden?, puede identificarse como a primeravista parecera natural con el desorden? En otras
palabras: equivalen caos y libertad? O bien, acaso lalibertad no coincide en modo alguno con el caos, sino que
se realiza por el contrario en el orden?, es lcito o no
hablar de un orden que no se enfrente a la libertad?Si queremos introducir tambin la libertad de los
sentimientos en el concepto general de lucha, anloga-
mente a lo que se ha hecho con la libertad de accin o
con la libertad de pensamiento, deberemos interpretar la
libertad de los sentimientos como lucha contra el ordenracional o como lucha contra el caos de la vida
puramente sentimental (esto es, como lucha contra el
desorden)?
Luchar por la libertad de los sentimientossignifica luchar para que un sentimiento considerado
superior (por ejemplo, el sentimiento del amor o, al
contrario, el de la venganza) pueda prevalecer sobreotros, esto es, no disiparse en el mar de los otros
sentimientos. Si aceptamos este significado, entonces sedebe admitir que el ambiente ms favorable para la
realizacin de la libertad es un ambiente en el que los
sentimientos estn ordenados, en el que no se amontonen
caticamente varios de ellos, de manera que no se sepacul prevalece sobre los otros. Lo importante es que este
orden no sea fijo, no est rgidamente establecido de una
vez por todas.
Se deber entonces concluir que la libertad de lossentimientos admite una lucha contra un frente doble:
contra el desorden (el caos) de los sentimientos y contra
el agarrotamiento de su orden. Una situacin anloga nosencontramos en el mbito de las teoras cientficas, donde
todos reconocemos la necesidad de construir teoras bienordenadas (en el lmite, teoras axiomticas), pero
reconocemos al mismo tiempo la licitud de aban-donar
una teora para sustituirla por otra. Se trata, porconsiguiente, de combatir contra el puro caos en favor de
un orden, pero de un orden provisional que puedeininterrumpidamente ser sustituido por otro, en el sentido
de que el sentimiento (o el grupo de sentimientos) que
prevalece hoy, no puede decirse que deber prevalecertambin maana.
5. El sentimiento que, en general, deseamos que
prevalezca sobre todos los otros es el llamadosentimiento moral; nos hemos referido a l cuantas veces
se trataba de decidir si un determinado sentimiento
debera ser tolerado o no, si era mejor o peor que otro, si
era digno o indigno del espritu humano. Se trata de uncaracterstico sentimiento colectivo, que tiene una
indiscutible objetividad, aun no siendo exactamente lo
mismo para todos los pueblos y para todos los tiempos.Pero, qu significado podernos atribuir a la
afirmacin que tiene una indiscutible objetividad? Estaafirmacin significa que cada individuo la siente como no
creada por l, esto es, como independiente de su voluntad
personal. En efecto, a su formacin concurren diversos
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factores bien determinados histricamente. La tradicin(diferente de un pueblo a otro), los mitos religiosos
(tambin ellos diversos de un pueblo a otro), la estructura
econmico-poltica de cada uno de los estados, las
guerras que han sostenido en su historia, los sacrificiosafrontados, las persecuciones sufridas, etc. Todos estos
factores constituyen, en su conjunto, una conciencia que
forma la base tanto de la conciencia de cada uno de losindividuos como la de la colectividad de los pueblos.
El concepto de civilizacin est totalmenteconecta-do con este concepto de conciencia colectiva de
los pueblos, y con referencia al mismo se formulan las
valoraciones del carcter ms o menos civilizado denuestros sentimientos y de nuestras acciones.
Ahora bien, la valoracin civilizada y la moral deun acto, de un pensamiento, de un sentimiento, son entre
s diferentes aun estando estrechamente conectadas.
Cuando analizamos un acto, un pensamiento, unsentimiento, y declaramos querer dar de l una valoracin
civilizada, aquello que consideramos estar examinando
consiste en la confrontacin de tal acto o pensamiento o
sentimiento, con el tipo de cultura que habamos asumido
como punto de referencia. As, diremos que tal acto opensamiento o sentimiento eran civilizados si son
juzgados con referencia a la cultura ateniense o espartana
o romana o renacentista, etc., sin pretender que lo sea
igualmente para todas.La valoracin moral es ms sutil y, aun variando
tambin ella segn el punto de referencia por el que
juzgamos, posee una pretensin de generalidad que laotra no tena. Esta pretensin depende del hecho de que el
sentimiento colectivo moral aspira a tocar la cuerda msprofunda de nuestro espritu. Sin duda, tambin influyen
sobre ste los factores que poco antes hemos catalogado,
pero todo individuo, desde el momento en el que lo
experimenta, lo siente como absoluto y postula que seasentido como tal por toda la colectividad a la que
pertenece. Sin este sentirlo como absoluto, el
sentimiento moral no se distinguira del sentimiento
cvico.Se observar que con ello no se quiere decir que
el sentimiento moral sea absoluto y que por tanto sean
absolutas (esto es, vlidas para toda circunstancia y paratodo tiempo) las valoraciones hechas con referencia al
mismo, sino que se afirma simplemente que talsentimiento y tales valoraciones son sentidas como
absolutas.
Aquello que induce a cualquier individuo asentirlo como absoluto radica en el hecho de que resulta
comn a todos, o a casi todos, los individuos de lasociedad a la que pertenece, o sea en la que vive y acta.
Se trata de un absoluto no metafsico pero histricamente
determinado, como histricamente determinadas son lasmotivaciones sentimentales de todos nuestros actos y de
todos nuestros pensamientos.
Falta ahora por preguntamos si el sentimiento
mo-ral, del que hace poco hemos hablado, constituye o
no un freno para la libertad de los otros sentimientos.Des-de un cieno punto de vista la respuesta es s, puesto
que ofrece una base para la valoracin de todos los
sentimientos, y, si esta valoracin es negativa, nos induce
a combatirlos. Pero desde otro punto de vista la respuestaes no, porque, si la valoracin es positiva, nos estimula a
exaltarlos y a profundizar en ellos, pero sin de-
terminarlos de modo mecnico. En un caso como en elotro, el sentimiento moral contribuye a nuestra libertad,
porque vivifica la dinmica de todos nuestrossentimientos, agudizando la lucha entre sentimientos
diversos y convirtindola cada vez en ms radical.
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