Copia de Geymonat

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    LA LIBERTAD DE LOS SENTIMIENTOS

    1. A primera vista, se dira que no existe nada ms

    libre que los sentimientos: son libres por naturaleza. En

    un examen ms riguroso se advierte, por el contrario, quetambin a propsito de los sentimientos se puede hablar

    de mayor o menor libertad y, por tanto, de autntica

    dialctica entre sentimientos ms o menos libres.Para adentramos en el tema del captulo, ante

    todo es necesario echar una rpida mirada a lafenomenologa de los sentimientos, sin pretender,

    obviamente, proporcionar sobre ellos una razn

    exhaustiva, sino tan slo establecer algunos puntos dereferencia para las sucesivas discusiones.

    A este propsito, empezaremos recordando unaclara diferencia, aunque precise de alguna

    profundizacin: la diferencia entre sentimientos privados

    o individuales y sentimientos colectivos.Los primeros son simples estados de nimo del

    individuo singular, y sera fcil proporcionar

    innumerables ejemplos de ellos: amor, simpata,

    antipata, devocin,

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    ira, etc. Tienen una gran importancia para cada uno denosotros, en cuanto ejercen una profunda influencia so-

    bre nuestros comportamientos y tambin sobre nuestros

    programas de accin inmediata o futura.

    La existencia de sentimientos colectivos seprueba con mayor dificultad, en cuanto no existe un

    nimo co-lectivo que pueda constituirse en portador de

    los mismos. Sin embargo, en tales circunstancias existensentimientos difusos, que se propagan tan rpidamente de

    un individuo a otro que suscitan la impresin deconstituir algo supraindividual. Ejemplos de ellos son: los

    sentimientos religiosos, la adoracin a un personaje

    poltico o deportivo, etc. En algunos casos existe unarelacin muy estrecha entre los dos tipos de sentimientos;

    se da, por as decirlo, un intercambio entre ellos, en elsentido de que un sentimiento individual estimula uno

    colectivo o viceversa.

    Otra distincin fundamental, indispensable paradescribir fielmente la realidad, considera por el contrario

    la intensidad de los sentimientos: consiste en la distincin

    entre sentimientos dbiles y sentimientos fuertes. Apro-

    ximadamente, a todo sentimiento dbil corresponde en

    nosotros uno fuerte, de manera que los dos constituyenuna pareja estrechamente unida. Fcilmente se pueden

    encontrar diferentes ejemplos: amor-pasin, deseo-

    anhelo, afecto-adoracin, etc. Entre los sentimientos que

    constituyen una pareja tambin puede haber, sin em-bargo, una diferencia de cualidad, de modo que uno de

    los dos puede aparecer de inmediato como encomiable y

    el otro, por el contrario, reprobable: por ejemplo, afecto-devocin. En cualquier caso, no resulta siempre fcil

    establecer una clara demarcacin entre los dos com-ponentes de un par, de donde se sigue que la dialctica de

    los sentimientos puede resultar con frecuencia muy

    intrincada e incluso confusa.

    Pero la distincin ms importante, aquella quecon-cierne ms directamente al problema de la libertad de

    los sentimientos, radica en la distincin entre sentimien-

    tos espontneos o naturales y sentimientos provocados o

    condicionados. Las primeras preguntas que nos podemoshacer son: en qu consiste la espontaneidad o na-

    turalidad de un sentimiento?, se puede hablar adems de

    sentimientos naturales colectivos? Las siguientes pre-guntas son: en qu sentido se puede hablar de senti-

    miento provocado o condicionado?, hasta qu gradollega este condicionamiento?, por qu puede estar con-

    dicionado un sentimiento?, slo por otro sentimiento o

    bien por algo completamente distinto, como la razn o lafantasa? Aqu aflora manifiestamente el problema

    bastante complejo de la causalidad y de sus diversasgradaciones, ya afrontado en los captulos precedentes,

    pero aqu de forma mucho ms compleja, porque ahora se

    refiere al mbito de los sentimientos.

    2. Sin duda un sentimiento puede provocar otro, y no es

    ni siquiera necesario que el primero y el segundo

    pertenezcan a una misma pareja (en el sentido poco an-tes sealado). Por ejemplo, un sentimiento de compa-

    sin puede provocar uno de ira; un sentimiento de dolor

    puede provocar uno de amor, como todos hemos tenido la

    ocasin de constatar muchas veces a lo largo de nuestravida.

    Una simple observacin sobre la relacin que co-

    necta los dos sentimientos considerados nos mostrar, sinembargo, que no podemos calificar al primero como

    causa del segundo, en el sentido usualmente atribuidoal trmino causa. Ms bien podemos decir que el pri-

    mer sentimiento favorece que surja el segundo, en un

    sentido un tanto vago del verbo favorecer: un tanto

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    poco refinado, pero que constituye en buena medida unelemento ineliminable de la civilizacin moderna.

    Advirtase que en otras pocas la propaganda se

    efectuaba bajo formas diferentes: por ejemplo, en los

    pases catlicos, con la predicacin de las indulgencias,con la representacin terrorfica de la vida ultraterrena,

    con el relato de milagros ms o menos verosmiles.

    Aquello en lo que tal tipo de propaganda diferade la ms difusa de nuestro tiempo radica en el objeto de

    la propaganda misma, pero no en el diseo del discursopropagandstico; aquella consideraba, de hecho, como su

    objeto especfico, al mundo ultraterreno, mientras hoy

    remite al mundo terreno (por ejemplo, el aspecto comer-cial de nuestros actos, aspecto que estaba, por lo dems,

    no raramente presente tambin en la propaganda de lasindulgencias).

    Respecto a los sentimientos privados

    (individuales), el condicionamiento de quizs mayorrelieve se origina, sin duda, mediante la lectura (en

    especial de la lectura de novelas), que sensibilizan el

    nimo de los individuos colocndolos frente a situaciones

    particularmente con-movedoras. Este condicionamiento

    se vuelve todava ms relevante cuando tal lectura noslleva a identificamos con los protagonistas del relato en

    cuestin. Recurdese, por ejemplo, cmo Dante Alighieri

    introduce (en el V canto del Infierno) el relato de cmo

    surge la pasin entre Paolo y Francesca: leamos un da,por pasa-tiempo, las aventuras de Lancelot...

    El encanto de la poesa, de la msica, etc., es

    verdaderamente lo que modera los sentimientos del sercompletamente libre.

    Otro tanto puede repetirse con respecto a laoratoria: no sin razn, el sofista Gorgias pudo mantener

    que la famosa Elena no haba sido culpable del pecado

    que habitualmente se le atribuye, en cuanto lo haba

    cometido mientras estaba subyugada por el poder de laoratoria. Pinsese, por otra parte, en la eficacia de los

    discursos de los predicadores religiosos y de los

    abogados pena-listas (por lo menos de aquellos de hace

    algn tiempo). En todos estos casos est explcita laintencin del orador de hacer surgir en el nimo de todos

    los oyentes los sentimientos que l desea. En algunos

    casos, utiliza atrevidas comparaciones; en otros, se valeincluso de la lisonja que estimula el orgullo de la

    audiencia. As, por ejemplo, cuando llegan a decir:Otros, menos inteligentes que vosotros, no entenderan

    mi argumentacin. Pero, vosotros s!.

    Podemos afirmar, en conclusin, que tambin enel mbito de los sentimientos la libertad sufre no pocas ni

    ligeras restricciones. Si quisiramos considerar, comocon frecuencia se afirma, que la libertad constituye la

    nota ms caracterstica de la vida del espritu, deberamos

    concluir que gran parte de los sentimientos estn fuera detal vida.

    4. Pero la verdadera, la ms profunda resistencia al

    predominio de los sentimientos es la opuesta por la razn;precisamente por referencia a esta resistencia se suele

    hablar de anttesis entre una vida guiada por los

    sentimientos y una vida guiada por la razn. As, se suele

    recomendar a cada individuo: fuera los sentimientos!,comprtate como un hombre racional!.

    En qu sentido debe entenderse tal recomenda-

    cin? Hombre racional es aquel que prepara sus propiasacciones, calculando framente las consecuencias, los

    obstculos que se puede encontrar, la probabilidad dexito o de fracaso. Al contrario, quien obra basndose en

    los sentimientos, se abandona a la espontaneidad, al

    entusiasmo, a la improvisacin (recurdese lo dicho en el

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    captulo tercero, pargrafo 3).Estando as las cosas, est claro que, si por

    libertad de los sentimientos entendemos va libre a sus

    manifestaciones ms incontroladas, entonces apelar a la

    razn establece un lmite a la libertad de los sentimientos.Pe-ro no se ha dicho que la libertad de los sentimientos se

    haya entendido de este modo, y en consecuencia la gua

    de la razn no podr interpretarse como una disminucinde la libertad de los sentimientos, sino ms bien como su

    perfeccin.La cuestin se inserta en el siguiente problema

    ge-neral: se desarrolla mejor la libertad en el orden o en

    el desorden?, puede identificarse como a primeravista parecera natural con el desorden? En otras

    palabras: equivalen caos y libertad? O bien, acaso lalibertad no coincide en modo alguno con el caos, sino que

    se realiza por el contrario en el orden?, es lcito o no

    hablar de un orden que no se enfrente a la libertad?Si queremos introducir tambin la libertad de los

    sentimientos en el concepto general de lucha, anloga-

    mente a lo que se ha hecho con la libertad de accin o

    con la libertad de pensamiento, deberemos interpretar la

    libertad de los sentimientos como lucha contra el ordenracional o como lucha contra el caos de la vida

    puramente sentimental (esto es, como lucha contra el

    desorden)?

    Luchar por la libertad de los sentimientossignifica luchar para que un sentimiento considerado

    superior (por ejemplo, el sentimiento del amor o, al

    contrario, el de la venganza) pueda prevalecer sobreotros, esto es, no disiparse en el mar de los otros

    sentimientos. Si aceptamos este significado, entonces sedebe admitir que el ambiente ms favorable para la

    realizacin de la libertad es un ambiente en el que los

    sentimientos estn ordenados, en el que no se amontonen

    caticamente varios de ellos, de manera que no se sepacul prevalece sobre los otros. Lo importante es que este

    orden no sea fijo, no est rgidamente establecido de una

    vez por todas.

    Se deber entonces concluir que la libertad de lossentimientos admite una lucha contra un frente doble:

    contra el desorden (el caos) de los sentimientos y contra

    el agarrotamiento de su orden. Una situacin anloga nosencontramos en el mbito de las teoras cientficas, donde

    todos reconocemos la necesidad de construir teoras bienordenadas (en el lmite, teoras axiomticas), pero

    reconocemos al mismo tiempo la licitud de aban-donar

    una teora para sustituirla por otra. Se trata, porconsiguiente, de combatir contra el puro caos en favor de

    un orden, pero de un orden provisional que puedeininterrumpidamente ser sustituido por otro, en el sentido

    de que el sentimiento (o el grupo de sentimientos) que

    prevalece hoy, no puede decirse que deber prevalecertambin maana.

    5. El sentimiento que, en general, deseamos que

    prevalezca sobre todos los otros es el llamadosentimiento moral; nos hemos referido a l cuantas veces

    se trataba de decidir si un determinado sentimiento

    debera ser tolerado o no, si era mejor o peor que otro, si

    era digno o indigno del espritu humano. Se trata de uncaracterstico sentimiento colectivo, que tiene una

    indiscutible objetividad, aun no siendo exactamente lo

    mismo para todos los pueblos y para todos los tiempos.Pero, qu significado podernos atribuir a la

    afirmacin que tiene una indiscutible objetividad? Estaafirmacin significa que cada individuo la siente como no

    creada por l, esto es, como independiente de su voluntad

    personal. En efecto, a su formacin concurren diversos

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    factores bien determinados histricamente. La tradicin(diferente de un pueblo a otro), los mitos religiosos

    (tambin ellos diversos de un pueblo a otro), la estructura

    econmico-poltica de cada uno de los estados, las

    guerras que han sostenido en su historia, los sacrificiosafrontados, las persecuciones sufridas, etc. Todos estos

    factores constituyen, en su conjunto, una conciencia que

    forma la base tanto de la conciencia de cada uno de losindividuos como la de la colectividad de los pueblos.

    El concepto de civilizacin est totalmenteconecta-do con este concepto de conciencia colectiva de

    los pueblos, y con referencia al mismo se formulan las

    valoraciones del carcter ms o menos civilizado denuestros sentimientos y de nuestras acciones.

    Ahora bien, la valoracin civilizada y la moral deun acto, de un pensamiento, de un sentimiento, son entre

    s diferentes aun estando estrechamente conectadas.

    Cuando analizamos un acto, un pensamiento, unsentimiento, y declaramos querer dar de l una valoracin

    civilizada, aquello que consideramos estar examinando

    consiste en la confrontacin de tal acto o pensamiento o

    sentimiento, con el tipo de cultura que habamos asumido

    como punto de referencia. As, diremos que tal acto opensamiento o sentimiento eran civilizados si son

    juzgados con referencia a la cultura ateniense o espartana

    o romana o renacentista, etc., sin pretender que lo sea

    igualmente para todas.La valoracin moral es ms sutil y, aun variando

    tambin ella segn el punto de referencia por el que

    juzgamos, posee una pretensin de generalidad que laotra no tena. Esta pretensin depende del hecho de que el

    sentimiento colectivo moral aspira a tocar la cuerda msprofunda de nuestro espritu. Sin duda, tambin influyen

    sobre ste los factores que poco antes hemos catalogado,

    pero todo individuo, desde el momento en el que lo

    experimenta, lo siente como absoluto y postula que seasentido como tal por toda la colectividad a la que

    pertenece. Sin este sentirlo como absoluto, el

    sentimiento moral no se distinguira del sentimiento

    cvico.Se observar que con ello no se quiere decir que

    el sentimiento moral sea absoluto y que por tanto sean

    absolutas (esto es, vlidas para toda circunstancia y paratodo tiempo) las valoraciones hechas con referencia al

    mismo, sino que se afirma simplemente que talsentimiento y tales valoraciones son sentidas como

    absolutas.

    Aquello que induce a cualquier individuo asentirlo como absoluto radica en el hecho de que resulta

    comn a todos, o a casi todos, los individuos de lasociedad a la que pertenece, o sea en la que vive y acta.

    Se trata de un absoluto no metafsico pero histricamente

    determinado, como histricamente determinadas son lasmotivaciones sentimentales de todos nuestros actos y de

    todos nuestros pensamientos.

    Falta ahora por preguntamos si el sentimiento

    mo-ral, del que hace poco hemos hablado, constituye o

    no un freno para la libertad de los otros sentimientos.Des-de un cieno punto de vista la respuesta es s, puesto

    que ofrece una base para la valoracin de todos los

    sentimientos, y, si esta valoracin es negativa, nos induce

    a combatirlos. Pero desde otro punto de vista la respuestaes no, porque, si la valoracin es positiva, nos estimula a

    exaltarlos y a profundizar en ellos, pero sin de-

    terminarlos de modo mecnico. En un caso como en elotro, el sentimiento moral contribuye a nuestra libertad,

    porque vivifica la dinmica de todos nuestrossentimientos, agudizando la lucha entre sentimientos

    diversos y convirtindola cada vez en ms radical.