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Esperanza E. De Azuela
Y… EL TIEMPO SE DETUVO
Tercera parte de
aqUELLOS DOraDOS añOS 30’S
e
Historia de un gran amor
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Primera edición en español, 2001.
Consta de 2,000 ejemplares
D.R.© Esperanza E. de Azuela.
Derechos de autor reservados
conforme a la ley.
Editorial
MIPLIFORMAS DE GRUPO PLIAHT MINERVA, S.A. de C.V.
20 DE Enero 206. Tel. 7-16-73-06
León, Gto.
4
Dedico toda mi obra literaria:
aquellos Dorados Años 30’s
Historia de un Gran Amor y
… Y el tiempo se detuvo,
a la memoria de mi amado esposo
y compañero de mi vida,
Don Ricardo Azuela M.,
En mi promesa de escribir
la historia de nuestro gran amor.
5
Agradecimiento
En el camino de la luz, de la vida, de la historia, el rostro del
tiempo y de los hombres queda para siempre en el arte de la
fotografía. Es el caso de la Fotografía Ruíz de León, Gto., fundada
el 25 de mayo de 1911 por el señor don Rafael L. Ruíz, misma que
se encontraba en la calle Álvaro Obregón número 107, casi frente a
la catedral. Hoy en día, se ubica en la calle Donato Guerra número
110.
Hace 62 años, en 1937 nos tomamos, mi esposo Ricardo
Azuela y yo, varias fotografías, entre otras, las que aparecen en mis
libros, encarnadas en los personajes de Mariana y Alejandro de
“aquellos dorados años 30’s”, de “historia de un gran amor” y
ahora, en este libro “Y… El tiempo se detuvo”.
El estudio fotográfico, lo atendían don Rafael L. Ruíz y su hija
María de la luz Ruíz, y hoy sigue a cargo de su hijo el señor don
armando Ruíz O. Y de su esposa.
Expreso para todos ellos, el mejor de mis recuerdos y mi más
sincero agradecimiento por haberme permitido consultar en su
ordenador y maravilloso archivo histórico.
Cordialmente
Esperanza E. de Azuela
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CAPÍTULO I
LA FAMOSA FERIA DE SANTIAGO APÓSTOL
Las sonoras campanadas y repiques de la Parroquia, así como
numerosos cohetes y cohetones despertaron a todo el pueblo de
Silao, anunciaban con alegría que había llegado el esperado día en
que se festejaba a su Santo Patrono, el Señor Santiago Apóstol,
como cada 25 de julio de todos los años.
Era el año de 1965 y, por primera vez, le tocaría a Mariana y a
su familia tomar parte en esta gran fiesta tradicional y bella. Mariana
se levantó muy temprano y le pidió a toda su familia que hiciera lo
mismo. Al cuarto de su vieja cocinera escolástica y también la invito
para que los acompañara la misa, que sería concelebrada por varios
sacerdotes de las iglesias vecinas de Silao y que encabezaría el señor
obispo de la ciudad de León, quien fue invitado por el señor cura,
monseñor don Antonio Funes y Ramírez, que era el párroco titular
de Silao, con sus vicarios, los reverendo padres don Agustín García
y don Celso Méndez.
Cuando salimos de misa y vamos felices y llenos de paz en el
corazón, por haber presenciado una preciosa ceremonia.
Al mediodía los jóvenes de la asociación A.C.J.M., cuyo
presidente, en ese tiempo, era el joven Juan Durán Reina, que tenía
talento organizador, ofrecieron una comida al señor obispo y a todos
los sacerdotes, misma que cerraron con “broche de oro” con una
bonita velada literaria.
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Silao estaba de fiesta, su alegre jardín principal de verdes
árboles que se llenan de pájaros al atardecer, con sus trinos intensos,
estaba muy asistido de gente.
En el portal de enfrente, que es el vello colonial portal
Zaragoza, se encontraba la tradicional nevería del famoso Juan
Farías, personaje silaoense muy prestigiado desde muchos años
atrás, por su delicioso secreto de elaborar riquísimas nieves.
Su negocio se llenaba de jóvenes que se daban cita para iniciar
sus noviazgos y hablarse palabras de amor. En la nevería también se
disfrutaba de ricas “puchas” y oloroso café.
Por las noches, al igual que los jóvenes que se hablaban de
amor, acudían a la nevería las familias silaoenses para disfrutar el
ambiente y los exquisitos manjares de don Juan Farías. Los jóvenes
se daban gusto echándole 20’s a las cinco no la para escuchar a los
cantantes de la época que estaban de moda, como Alberto Vázquez,
Enrique Guzmán, César costa, Angélica María y muchos más.
En el kiosco del jardín principal y vamos a deleitarnos y
escuchar las bonitas serenatas que brindaba el grupo musical “Los
dragones de Silao”, que pertenecía a la XIV zona militar. También
este grupo tocaba en las tardeadas del salón de Trigueros y en otros
lugares.
La familia de Mariana se retiró a descansar con las mejores
imágenes de sería, como el desfile de carros alegóricos que pudieron
disfrutar desde la mañana y que encabezó la asociación de charros
de Silao y en el que también participaron carros adornados de flores,
donados por los bancos, la Cruz Roja y el comercio. Ese año la reina
de la ciudad fue la guapa Ernestina I, que lució bellísima. Era una
chica inteligente y atractiva, muy apreciada por la sociedad.
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Al día siguiente, las fiestas de Santiago apóstol siguieron con
toda su programación: la rueda de la fortuna y juegos mecánicos de
toda índole; las peleas de gallos en el Palenque; las carreras y las
famosas charreadas.
Los habitantes de Silao son muy alegres y tradicionales, es
gente muy amable y sociable. Alejandro y Mariana, así como sus
hijos muy pronto se fueron abriendo un rinconcito en esta alegre
sociedad. Hicieron sus amistades con familias conocidas como la del
doctor Ángel Rocha y su amable esposa Doña Carmelita González
de Rocha.
Ricardo, Lupe Licha, Estela y Francisco llevaron muy buenas
relaciones con los hijos e hijas de esta familia: Carmen, Rocío,
aurora, Claudia, Javier, Juan José, Víctor y el inolvidable como el
elegante cadete militar Antonio Rocha y otros hermanos más chicos.
Otra de las familias era la de los Durán, hijos de don Alberto
Durán. Una familia muy alegre, unida y artística era la Barquín, así
como también la familia Rodríguez. Con esta familia Mariana y sus
hijos cultivaron una intensa amistad; sus hijos Jorge, Marta,
Angélica y Carlitos eran encantadores, este último llegó a ser un
gran amigo de la familia, en las buenas y las malas. Otra familia, era
la Heredia, a la que pertenecían Lupita y la Chata, que llegaron a
convertirse en las amigas inseparables de Mariana. Fueron muchas y
muy buenas las amistades que se cultivaron en Silao.
Se juntaba un grupito de amistades para realizar tardeadas y
paseos al rancho de don Chole Pérez. También iban al Capulín y a
otros lugares. En la asociación de charro se encontraban algunos
buenos amigos que se unían al grupo, entre ellos don Pepe Navarro,
famoso ya puestos charro, distinguido por sus poemas, sus refranes y
sus galanteos; así como don Manuel Navarro, otro famoso charro, al
igual que sus hijos. En ese tiempo, el arrogante charro y presidente
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de la asociación era Paco Rivera, muy apreciado al igual que su
simpática familia. La señora Rivera, sus queridas hijas y Malicha,
esposa de Manuel Navarro, les daban vida a las charreadas
preparando las sabrosas comidas para todos los charros. Todas ellas
le daban alegría, calor y entusiasmo a los paseos y a las fiestas.
Alejandro quiso cooperar con la asociación y gestionó ante la
superintendencia de los ferrocarriles nacionales de México, la
donación de los terrenos para construir el lienzo charro, mismos que
logró conseguir con éxito, por medio de la firma de un convenio de
comodato por 99 años gracias a ese lienzo, la asociación de charros
de Silao se convirtió en una de las más famosas del Estado de
Guanajuato.
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CAPÍTULO II
LA FAMILIA
A las dos de la tarde, era la hora en que se sentaban a la mesa a
comer. Toda la familia estaba reunida, Alejandro ya había llegado de
la ciudad de León, en donde se desempeñaba como jefe de la
estación del ferrocarril. Saboreaban la exquisita comida que
preparaba escolástica, con las recetas de Mariana. Se oían todo tipo
de comentarios sobre las primeras impresiones y de lo felices que se
sentían en esa ciudad. Ricardo, el mayor de los varones, decía que se
sentía muy contento en la escuela secundaria Miguel Hidalgo y
costilla, de la que en esa época era director el doctor Verver y
Vargas y perfecto, el señor Lorenzo Ortiz. Comentaba que lo habían
atendido muy bien, así como las señoritas Asunción Gutiérrez y
Margarita, que eran muy finas personas.
Alejandro lo felicitó por sentirse a gusto en la secundaria y le
aconsejó que pusiera todo su empeño para realizar con éxito sus
estudios. Seguía la conversación abierta sobre muchos temas. Sergio
armando, el tercero de los varones, dijo de pronto:
--papá, esta ciudad es histórica y muy famosa, ¿verdad?
--Sí hijito -- le contestó Alejandro -- pero, dime ¿A qué te refieres
con eso?
-- Bueno -- respondió Sergio Armando -- al venir de clases pasaba
frente a casa de don ángel Ruiz, en la calle 5 de mayo y al llegar a la
esquina, sobre la pared está una placa.
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--¿Y qué dice la placa? -- Preguntó con interés Mariana
-- aquí traigo escrito lo que dice -- contestó el adolescente sacando
de la bolsa de su camisa un papelito.
-- Bueno, pues darle lectura -- le dijeron todos.
“En esta casa estuvo prisionero el 27 de octubre de 1817 el
general Francisco Javier mina, héroes de nuestra
independencia”. La junta patriótica del centenario le consagra este
recuerdo, el 27 de septiembre de 1901. J. Aguirre e hijos (grabaron)
Alejandro y Mariana se le quedaron viendo con ternura y
Alejandro le dijo:
-- ¡Muy bien!, Te felicito por ser un buen observador y fijarte en
detalles tan interesantes.
-- Yo también me fije en otro -- terció Carlos, que era el cuarto de
los varones, con su personal estilo de penoso adolescente, sencillo y
humilde.
-- En que otro te fijaste -- le preguntó Alejandro.
Carlos se tomó su tiempo y con calma dijo:
-- Arriba de la parroquia, cerca del reloj, está el escudo del señor
Santiago apóstol, patrono de la ciudad. Investigue el que es un
escudo tallado en cantera con el apóstol montado en su caballo.
Todos aplaudieron, pues era el más chico de los cuatro
varones. Francisco, el segundo de los varones, ni tardo ni perezoso,
se puso de pie y con solemnidad, ya que siempre quería impresionar
a su papá, dijo:
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-- Yo también observé dos cosas, no son muy importantes, pero son
históricas y creo que tienen algo de interés.
Todos pusieron mucha atención y Alejandro le dijo:
-- desde el momento que tú dices que son históricas quiere decir que
algo importante notaste en ellas, dinos que fue.
La plática de sobremesa estaba muy animada y Francisco, con
esmerado acento, contestó:
-- al pasar por la calle pino Suárez, se encuentra una placa que dice:
“aquí nació la gran escritora Catalina D’ Erzell Dulché”.
-- Efectivamente - afirmó entusiasmado Alejandro -era una famosa
escritora.
--¿Y cual es la otra cosa? -- Preguntó Mariana con curiosidad.
-- Bueno -- continuó Francisco -- al llegar al jardín principal me
encontré con otros compañeros y estaba un anciano cantando una
bella canción, nos detuvimos para escucharlo y me gustó mucho. La
acompañó con una guitarra viejita, pero lo que más me gustó fue la
letra. Le preguntamos el nombre de la canción y nos dijo que era una
composición muy antigua, escrita por un autor de Silao y que esa
obra era un orgullo para la ciudad, por ser tan bonita y por haberla
escrito uno de aquí, de nombre Antonio Zúñiga.
--¿La apuntaste? -- Le preguntó Mariana con mucha curiosidad.
-- Sin mamá -- respondió Francisco sacando un papel -- la letra dice
así:
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MARCHITA EL ALMA
Marchita el alma
triste el pensamiento
mustia la paz
y herido el corazón
atravesando la existencia mísera
sin esperanza de alcanzar su amor.
Yo quise hablarle
y decirle mucho, mucho
pero al intentarlo
mi labio enmudeció
nada le dije
porque nada pude,
pues era de otro ya
su corazón.
Nuevamente, todos con alegría le aplaudieron. En ese
momento, Alejandro se fijó en el semblante de Ricardo, estaba muy
pensativo y callado dirigiéndose a él con interés le preguntó:
--¿y qué nos platica mi hijo Ricardo, tú también tienes algo que
decirnos hijito?
-- Sí papá -- le respondió inmediatamente.
-- Bueno, pues dínoslo.
-- Cuando salí de clases me encontré a un amigo y decidimos entrar
juntos un rato a la biblioteca para consultar algunos datos para
preparar nuestras clases y encontré algo muy importante, había un
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periódico de tamaño mediano que empecé a leer, aquí traigo anotado
lo que decía.
HOMBRES Y MUJERES ILUSTRES DE SILAO
Juan de Dios Hernández de Souza – Historiador
José Guadalupe Romero – Historiador
José María Liceaga – Insurgente
Miguel Borja – Insurgente
Joaquín Parres – Insurgente
Vicente de Jesús Fernández R. – Científico
José Fernández R. – Poeta
Francisco Domenzáin – médico
Severo Navia – Médico
Juan González Coss – Poeta
General Cándido Navarro
Lic. J. Natividad Macías
Catalina D’ Erzell Dulché
Lic. Luis I. Rodríguez
Sr. Feliciano peña
Efraín Huerta – Poeta
Sr. Raúl Balleres padre de Alberto Balleres ambos empresarios
exitosísimos
Tomás Chávez morado – Escultor
José Chávez morado - Pintor
Cuando Ricardo terminó la lectura, muy serio y con mucha
formalidad les dijo:
-- éstos son los grandes hombres de Silao en la historia.
Un fuerte aplauso lo interrumpió y Alejandro y Mariana lo
abrazaron para felicitarlo por la lectura y la investigación que había
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hecho de sus importantes datos históricos, dignos de un estudiante
de secundaria.
-- No cabe duda -- dijo Alejandro-- que esta es una ciudad
histórica y con nueve tantos hombres y mujeres ilustres. Sigan hijos
míos adelante, visiten bibliotecas, documéntense y tomen todos los
datos que encuentren sobre esta ciudad de Silao de la victoria, los
felicito a todos por esta agradable y amena convivencia donde el
cariño y el amor familiar nos unen con el pasado, con el presente y
con el porvenir.
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CAPITULO III
ALEJANDRO
Para Alejandro la vida se complicó un poco, pues como jefe de
la estación de la industriosa ciudad de León, tenía que levantarse
casi de madrugada, ya que para él lo primero eran su trabajo y su
familia y le gustaba cumplir con sus responsabilidades y
obligaciones. Tenía 30 años trabajando para los Ferrocarriles
Nacionales de México. Su residencia en Silao le implicaba un doble
esfuerzo; después de bañarse y de desayunar tomaba su automóvil y
se trasladaba la ciudad de León. Era muy apreciado por todos los
compañeros de trabajo de la estación del ferrocarril, su generosidad
y camaradería le habían permitido cosechar muchos y buenos
amigos; varias personas la admiraban desde tiempo atrás, ya que en
el año de 1937 había trabajado en esa estación, cuando fue ayudante
del oficial mayor, don Jesús Garibay. Por ello, los empleados de ese
entonces lo recibieron con los brazos abiertos. Alejandro era un
hombre muy trabajador industrioso; en las ciudades o pueblos donde
había trabajado como interino del servicio ferroviario, siempre
procuraba tener algún negocio particular, además de su empleo y
contrataba personas para que se dedicaran atender sus asuntos, bajo
su supervisión.
Alejandro poseía también otras habilidades, se le reconocía
como un gran orador en las reuniones sindicales del ferrocarril, era
un hombre muy preparado, encantador y elegante, incluso en el
andar. Su singular y agradable carcajada era muy conocida,
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contagiaba de entusiasmo y alegría el ambiente; era de un porte muy
distinguido.
Su vida transcurría viajando diariamente de Silao a León. A las
dos de la tarde estaba reunida toda la familia esperando a que llegara
para pasar al comedor.
En Silao les puso sus hijos y a sus hijas un negocio de
fertilizantes, del que Lupe Licha era gerente; tenía algunas
empleadas que le ayudaban, sus hermanos también lo hacían cuando
salían de sus clases y cuando estaban de vacaciones.
Mariana Estela ayudaba su madre en las cosas de la casa y
también atendía y ayudaba a sus pequeños hermanitos, todos la
respetaban y la querían, era para ellos como una segunda madre.
Por las tardes, Mariana y Alejandro se dedicaban a vigilar y a
corregir las tareas de sus hijos y por las noches, después de
dormirlos, salen a tomar nieve y café en la nevería; se les veía como
dos enamorados llenos de ilusiones y de amor.
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CAPITULO IV
GRUPO DE TEATRO EXPERIMENTAL
“CATALINA D’ ERZELL”
Un día, estando reunidos varios amigos en la casa de Mariana,
su esposo se dio cuenta que ella estaba muy pensativa y le dijo:
-¿en qué piensas morena? Yo veo que aquí, con esta simpática
juventud hay mucha alegría, todos se ven felices, menos tú, estás
callada y pensativa, ¿qué te pasa?
-- Pensaba que en esta importante y alegre ciudad hay algo que falta
- le respondió Mariana, con un destello de tristeza.
--¿Qué es lo que falta? - Le pregunto Alejandro con mucha
inquietud e interés.
-- Un poco de entretenimiento para los jóvenes - dijo Mariana y
agregó - falta algo más activo, más creativo; falta el arte, en el
género que sea. Falta un centro cultural, donde la juventud se
desenvuelva. Aquí sólo se dedican a organizar bailes, paseos y
tardeadas, eso es todo. Creo que se necesita una distracción más
creativa.
-- Carlitos Rodríguez, uno de los amigos que estaban cerca de
Mariana y Alejandro, había escuchado parte de la conversación y de
un modo muy sutil irrespetuoso le sugirió lo siguiente:
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--¿por qué no formamos un grupo cultural donde todos los jóvenes
que quieran y que les guste puedan participar en alguna actividad
artística?
Mariana se vio a los ojos con Alejandro, quien asintió
inclinando la cabeza; ella no lo pensó dos veces, pues los primeros
que saldrían beneficiados eran sus propios hijos. Se desenvolvería
dentro del arte, haciendo teatro y poesía, ya varios de ellos
inclinaban por este tipo de manifestaciones con muchas aptitudes.
Melchor Horta Catache, que también estaba allí, al escuchar las
palabras de Mariana se entusiasmó y se le alegro la cara y
dirigiéndose a Mariana, le dijo:
-- Señora, ¡vamos a organizar un buen grupo de teatro!
Ya con esta segunda opinión, Mariana muy entusiasmada
volvió sus ojos nuevamente a los de su esposa buscando una opinión
en su semblante. Alejandro comprendió en la dulce mirada de su
esposa que necesitaba su aprobación y le dijo claramente:
-- si morena, puedes volver al teatro y cuenta con todo mi apoyo y
mi consentimiento. Yo no me perdono que un día, por mi egoísmo,
te puse “entre la espada y la pared” cuando te limite a dos
opciones y te dice: el teatro oyó. Y tú, por el amor que me
confirmaste siempre, dejaste el teatro por mí. Siempre te estaré
agradecido porque en aquel momento me demostraste cuánto me
amabas, pero en este momento, yo te pido que vuelvas al teatro, te lo
pido con todo mi amor; volverte a ver actuar es lo que más deseo y
ahora, a lado de tus hijos, se que serás más feliz que nunca.
Mariana se le salieron las lágrimas y con una gran emoción le
dijo a su esposo:
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- gracias Alejandro, me hace sentirme muy dichosa -- lo abrazó
con mucho sentimiento y le di un beso en la mejilla -- quiero volver
hacer teatro experimental y a dar funciones de beneficio para los
templos, asilos, graduaciones, etc., como lo hacía en aquellos
tiempos. Me haces volver a vivir con una ilusión que se me había
perdido.
Mariana se limpió las lágrimas de su rostro y dirigiéndose a todos
los jóvenes que llenaban la estancia de la sala de la casa, como todas
las tardes, les habló largamente sobre los valores de la vida y sobre
las actividades artísticas. Los invito a deliberar sobre la posibilidad
de organizar algo importante, algo de provecho.
Finalmente, se nombraron a Carlos Rodríguez, a Melchor Horta y
a Baudelio Zamora, para organizar la integración del grupo de
teatro. Antes de las ocho de la noche de ese día, ya se habían inscrito
algunos aficionados, tanto jóvenes varones como señoritas. Mientras
esto sucedía, Mariana estaba hablando por teléfono a la ciudad de
Querétaro con el señor Edmundo de la Isla, que administraba la
librería del sagrado corazón, para pedirle que le enviara lo mejor
que tuviera de obras teatrales.
No habían pasado muchos días cuando le llegó a Mariana por
correo, un paquete que contenía lo mejor en obras de teatro. Ella
escogió una preciosa obra romana: “la perla escondida”, estaba
escrita en varios actos y el tema central trataba sobre una víctima del
secreto de confesión.
La Chata Heredia fue nombrada por Mariana como su secretaria
particular. Ella aceptó gustosa y empezaron a seleccionaría preparar
los papeles y los libretos de los personajes. La obra arrancó con los
primeros ensayos en los que participaron los jóvenes Jesús
Bocanegra y Ricardo, que tuvieron los papeles principales.
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El grupo ya se había organizado muy bien; hubo elecciones y
fueron escogidos como presidente Carlitos Rodríguez, como
secretario Melchor Horta Catache y como Tesorera Lupita Barquín.
En vestuario quedaron como responsables, Angelita Rodríguez y
Lupe Licha y como portadora se nombró a Rosita Arévalo.
Mariana fue elegida como directora de escena y directora general
del grupo. Para difusión fue designado Jesús Bocanegra y como
coordinadores quedaron Ricardo, Francisco, Jorge Rodríguez,
Héctor Araujo, Ernestina González, Edit Chávez y Leticia Barquín.
Muchos más quedaron en otras actividades, pues todos estaban muy
entusiasmados y querían participar para hacer crecer un poco más la
cultura y el arte en Silao, como lo habían hecho otros grupos en
tiempos pasados, destacándose los de las señoritas Leizegui y
Mayagoitia, que fueron grandes artistas y directoras.
Sólo faltaba algo muy importante, ¿qué nombre llevaría el grupo
de teatro? Para decidirlo se citó a una junta General. Pasaban las
horas y se oían las propuestas de nombres de personajes locales,
regionales y nacionales que se someten a discusión. Finalmente,
todos coincidieron en que el nombre célebre que más identificaba y
que era afín al espíritu del grupo, era el de la famosa escritora
Silaoense CATALINA D’ERZELL. Esa noche nació el nuevo
grupo de teatro experimental de Mariana, que los llevaría a una
temporada de alegría y de farándula.
La casa de Mariana y Alejandro se convirtió en un verdadero
centro cultural; había ensayos de teatro, de poesía, de declamación y
de oratoria.
En las noches que no tenían ensayo, también se organizaban
bonitas veladas bohemia si literarias, muy culturales, en las que unos
decían un poema como otros cantaban y algunos improvisaban unas
palabras. Todos ponían su “granito de arena”. Alejandro, además
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de ser un excelente poeta, era un magnífico declamador y recitaba la
poesía “reto”; Mariana recitaba la “serenata de Schubert”,
Ricardo “la chacha Micaela”, Francisco “los motivos del lobo” y
Miguel Angel Córdoba “el rebozo”.
Muy pronto se estrenó en el auditorio de la escuela secundaria
Miguel Hidalgo y costilla de la ciudad de Silao, la obra romana “la
perla escondida”, donde todo el grupo dio la gran sorpresa de sentir
profundamente el arte.
Después, se presentaron otras obras en el teatro anexo al templo
del perdón, como “el cuarto mandamiento” y “amor de madre”.
Las funciones fueron a beneficio del templo.
Llegaron las vacaciones y el grupo tomó un tiempo de descanso,
pues tenían en mente preparar, en su momento, una obra de alta
comedia titulada “la enemiga” de Darío Nicodemi.
Cuando la obra estuvo lista, se estrenó en el teatro Juárez de la
ciudad de Guanajuato. También esta obra se presentó varias veces
en el teatro principal de la Universidad de Guanajuato y las
funciones fueron a beneficio de varias escuelas preparatorias.
Igualmente, “la enemiga” fue solicitada para presentarse en el
teatro José rosas moreno, de la ciudad de Lagos de moreno, Jalisco,
así como en el auditorio de la ciudad de Irapuato, Gto., con dos
funciones seguidas. Todas estas presentaciones fueron un
acontecimiento porque en esa obra, Mariana alternó con sus dos
hijos mayores, Ricardo y Francisco, ella haciendo el papel de madre
y ellos como sus hijos. El éxito fue muy grande, pues también se
lucieron otros actores como Carlos Rodríguez, Lupita Barquín y
Marta Azuela.
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Así, uno por uno, todos los actores del grupo “Catalina
D’Erzell”, dieron lo mejor de su esfuerzo y de su talento, en la
intensa actividad que realizaron en 1965 a 1968.
CAPÍTULO V
BODAS DE PLATA DE
ALEJANDRO Y MARIANA
Un anhelado y alegre acontecimiento se acercaba. Alejandro y
Mariana, la siempre enamorado y romántica pareja cumplirían 20
años de casados y sus hijos estaban decididos a festejarles con “toda
pompa” sus bodas de plata.
¡En grande!, La pareja y sus hijos, llevaron a cabo los
preparativos. El grupo de teatro y muchos amigos ayudaban
voluntariamente con gusto. Elaboraron flores blancas para el adorno
del salón y con cedro y globos blancos lo dejaron bellamente
arreglado. Lupe Licha, Mariana Estela, Ricardo y Francisco se
encargaron de repartir bonitas invitaciones.
La víspera, comenzaron a llegar familiares de México,
Guadalajara, Lagos de moreno, León y otras ciudades. Entre las
visitas encontraban, las familias Echegollén, Espinosa, Azuela,
Hernández, Martín del Campo, Alvarado y muchas más. Llegaron
con mucho cariño y entusiasmo para celebrar las Bodas de plata
rezos queridos familiares, Mariana y Alejandro.
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CAPÍTULO VI
EL DÍA DE LA BODA
A las cuatro de la mañana del esperado día, los acordes de una
hermosa serenata, que los hijos y sus amigos habían llevado a la
casa, empezaron a escucharse. También estaba reunido todo el grupo
de teatro que entonó “las mañanitas”. Enseguida se escuchó un
repertorio de boleros selectos de los años 30’s, como “la
consentida”, “buenas noches mi amor”, “la rondalla”, “noche de
ronda” y junto con otras preciosas piezas de los años 60’s.,
Alegraron el ambiente y enardecieron el corazón de todos.
La feliz pareja recibió el amanecer con bellísimos recuerdos de
sus años de amor. Ese amanecer fue inolvidable, Alejandro abrasaba
Mariana, a su amada esposa y le daba las gracias por haberlo amado
durante 25 años, que nunca creyó ninguno poder llegar a cumplirlos.
Era como un sueño, recordaron cuando se conocieron y cuando se
casaron aquel 17 de abril de 1941, en la hermosa parroquia del
Sagrario de León, donde les dio la bendición divina el señor cura
don Reynaldo puente. 25 años habían pasado, pero cuando una
pareja se ama con todo el corazón, en las buenas y en las malas, no
se siente el paso del tiempo.
A la una de la tarde, en el templo del perdón, que estaba
exquisitamente arreglado, se dieron cita familiares, amigos y demás
invitados. El reverendo padre Odilón, salió a recibir a la pareja que
esperaba en la puerta. Entraron los esposos y detrás de ellos sus
hijos, de dos en dos, pues eran los padrinos. También integraron la
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comitiva de honor Mariana Estela y su esposo don José Chávez
Negrete, que tenían poco de casados.
En la grata y célebre ceremonia religiosa, la pareja volvió a
colocarse los anillos y se juró una vez más, ante Dios y ante sus
hijos, parientes y amistades, su amor eterno. Se oyó el canto del ave
María, interpretado por la señorita soledad Gutiérrez. Después de
dar muchas gracias a Dios salieron al compás de la “marcha
nupcial”, colmados de bendiciones, de satisfacción y de amor.
En la puerta del templo, recibieron el tradicional baño de arroz,
entre aplausos y felicitaciones. Se sentía mucha alegría y felicidad.
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LA GRAN FIESTA
Al llegar al salón, los esperaba la gran fiesta. Fueron recibidos
con música y abusos. Mariana y Alejandro bailaron el vals “Dios
nunca muere”.
El señor Lorenzo Ortiz, prefecto de la escuela secundaria Miguel
Hidalgo y costilla, fungió como maestro de ceremonias durante la
fiesta y el banquete, que estuvo lleno de grata convivencia. A todas
sus intervenciones les dio un toque de armonía y de buen gusto.
Así fueron de inolvidables y hermosas las bodas de plata de
Mariana y Alejandro, que celebraron acompañados de sus 13 hijos y
de sus numerosos familiares y amistades.
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CAPÍTULO VII
“NACHITA”
Pasaron los días y los meses y en la mente de todo seguía grabada
la fiesta de Mariana y de Alejandro. Había mucha energía y deseos
de trabajar y estudiar. Todos los hijos pensaban que en un lejano día
también ellos podrían llegar a la hermosa meta que alcanzaron sus
padres, que con esmero y sacrificios lo habían logrado felizmente.
Un día se presentó en la casa, pedir trabajo, una humilde señora,
de aproximadamente 45 años de edad, muy sencilla y acompañada
de una niña de tres años. Mariana la recibió en la observó con
atención, la vio tan triste que no tuvo inconveniente en contratarla
después de preguntarle si sabía de cocina, además, en ese momento
no tener cocinera y se aprendía pronto sus gustos no habría ningún
problema. Esta señora de nombre Ignacia, había trabajado en varias
haciendas.
Mariana la admitió con su niñita y las pasó al cuarto de servicio
para que se instalarán de inmediato se pusieran cómodas. La casa era
muy grande, de tal manera que la niña podría jugar tranquilamente
en el patio.
Mariana se dedicó a enseñar a su nueva empleada el manejo de la
cocina y las recetas que ella le gustaban, así como los horarios de las
comidas. Doña Ignacia, en tres días se había convertido en un
personaje interesante, se le apreciaba una humilde santidad en sus
actos. Empezó a llevar muy bien la cocina, conoció muy pronto los
gustos de todos y llena de bondad los aprendía.
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Mariana le fue tomando aprecio y un día le dijo:
-- mire señora, usted ya no va a seguir aquí doña Ignacia, usted es
tan buena y tan sencilla que, de hoy en adelante, para todos, será
“Nachita”.
Ella sonrió con toda su humildad y su sencillez y sólo le contestó:
-- como ustedes dirán.
Alejandro se levanta muy temprano para irse a trabajar a la
ciudad de León y Nachita, en su primer día de trabajo ya tenía
encendida la cocina, le ofrecen café calientito y oloroso y le dijo:
-- señor, ya está el almuerzo por si gusta almorzar de una vez.
Alejandro se le hace muy temprano y le contestó:
-- mire Nachita, es muy temprano, nada más tomar el jugo de
naranja y algo de fruta. Pero, al sentarse a la mesa y ver que Nachita
representaba un sabroso chicharrón con chile verde y exquisitos
frijoles rancheros con queso y chiles toreados, no pudo resistirse ni
negarse a disfrutar el almuerzo con verdadero apetito, pero al
terminar la regañó por levantarse tan temprano, le dijo que no tenía
por qué sacrificarse ya que él acostumbraba almorzar a las 10 de la
mañana en la ciudad de León.
Nachita le sonrió con amabilidad y le dijo:
--¡Ay señor!, Las 6.30 de la mañana para mí ya es tarde, en las
haciendas donde trabajé me levantaba las cuatro para tener todo listo
y darles de almorzar a los peones, así es que con usted estoy en la
gloria.
29
Alejandro le dio las gracias y salió a tomar su automóvil, todavía
Nachita lo siguió como si fuera su madre le preguntó si no se le
olvidaba nada, si ya llevaba su pañuelo. Él le contestó cortésmente
que ya llevaba todo y le volvió a dar las gracias. Partió pensando que
Dios les había enviado esa buena persona, que sería una gran
compañera para su esposa.
Muy pronto, Ricardo, el hijo mayor, terminó sus estudios en la
escuela secundaria. Ahora tendría que irse a estudiar la preparatoria
a la ciudad de Guanajuato, así como la mayoría de sus compañeros,
ya que en Silao todavía no había una escuela preparatoria. Ricardo
partió a Guanajuato y la familia se quedó muy triste con su ausencia,
pero así tenía que ser para poder lograr hacer algo en la vida.
El tiempo transcurrió y pasó otro año, Nachita seguía firme en sus
labores, haciéndose cargo no solamente de la cocina, sino que estaba
pendiente de todo lo que ocurre en la casa, como una verdadera
“ama de llaves”. También atendía con mucho amor a doña
Margarita, mamá de Mariana, que se encontraba muy delicada de
salud. Vivía pendiente de los gustos de la familia y los consentía
todos, desde el más grande hasta el más chico.
Cuando Mariana violó mucho que estaba trabajando, le llamó la
atención y le dijo muy seriamente que no estaba de acuerdo en que
atendiera tantas cosas al mismo tiempo. Nachita lloro de sentimiento
y le dijo:
-- señora, déjeme ser como soy, son todos tan buenos conmigo y
tratan amiga como si fuera de ustedes, yo ya soy de esta familia,
déjeme ayudar a mi gusto, así soy feliz.
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Mariana se conmovió al escucharle y le dijo que estaba en
libertad de hacer lo que quisiera, pero que le doblaría el sueldo. De
esta manera, las dos quedaron conformes.
Nachita, con el tiempo, llegó a convertirse en una segunda madre
para todos, de doña Margarita para abajo. Después de Mariana, era
el eje de la casa.
Una mañana que Alejandro estaba desayunando, Nachita se
quedó observándolo con mucha atención y lo vio demacrado y
pálido.
-- Señor -- se dirigió a él con mucho respeto -¿le pasa algo?, No
sé por qué me da la impresión de que usted está enfermo.
Alejandra sintió inclinando la cabeza y le dijo:
-- Si Nachita, creo que me pasa algo, me siento decaído, sin ganas
de trabajar y no duermo bien; me duele mucho el cuerpo y
principalmente la cintura.
--¿Ya lo sabe la señora? -Continuó preguntándole con
preocupación en el semblante.
-- No, de ninguna manera-- le respondió con firmeza -- ella tiene
demasiados problemas con tantos hijos y con su mamá enferma, que
yo no debo darle otra pena más y también porque ya la conozco, se
afligía mucho. Así es que yo le suplico Nachita, que por favor me
guarde el secreto en lo que veo al médico.
Nachita guardo silencio se quedó muy preocupada, no sabía qué
hacer. De pronto, se le ocurrió buscar en un bote sito que guardaba
con hierbas medicinales y estaba pensando, que le podría hervir al
señor, para que se mejorará un poco del dolor del riñón mientras
31
veía al doctor. Encontró “taray” y le preparó una gran olla vete para
estarle dando en ayunas y durante el día. Nachita le tenía mucha fe a
sus hierbas y a sus plantas.
A los pocos días, Alejandro, efectivamente con el famoso té de
taray empezó a sentir algo de mejoría. Ya no tenía tanta violencia y
estaba mates inflamado. Le volvió el apetito, sin embargo, dos
meses después volvió a ponerse muy mal, las molestias seguían
avanzando, el té de taray sólo fue un calmante.
32
CAPÍTULO VII
ENFERMEDAD DE ALEJANDRO
Alejandro empezó a desmejorarse mucho de salud, su palidez,
con ciertas manchas rojas, cada día se hacía más notoria y tenía los
labios secos. Todavía quería seguir con el secreto de su
padecimiento, pero Nachita ya no aguanto más y ese día, en cuanto
Alejandro salió de la casa parece trabajar, entro corriendo la
recámara y le dijo a Mariana con voz grave:
-- Señora, me urge hablar con usted.
-- Como no Nachita, ¿qué se le ofrece?, ¿Que necesitas?.
-- Señora, ¿no se si usted habrá notado que el señor Alejandro se
ha puesto muy enfermo? Él me tiene prohibido que se lo haga saber
a usted y a sus hijos. Desde hace dos meses está muy enfermo, yo sé
que me puede correr si sabe que se lo he dicho, pero en mi
obligación hacerlo.
Nachita le contó a Mariana con detalle todos los pormenores de
las dolencias y malestares que padecía Alejandro. Ella la abrazó
agradecida por su lealtad y le dijo angustiada:
-- si Nachita, yo también empecé a notar su decaimiento y oí que
lo vi tan pálido, me alarme mucho; he estado pensando llamar al
doctor Vieyra para decírselo. Hoy cuando Alejandro se marchó, le
33
pregunté si se sentía mal y me contestó con mucha tranquilidad que
no, que él siempre ha sido muy sano. Sé que no me quiere angustiar,
pero yo me quedé muy preocupada, también he notado que duerme
muy mal y toda la noche se levanta. ¡ah!, Pero esto lo vamos a
aclarar hoy mismo, en este momento hablaré con el doctor para
pedirle una visita. Si es posible Nachita, hoy mismo sabremos el
diagnóstico.
El doctor Vieyra en el médico familiar y en cuanto Mariana hablo
con él, se formalizó la visita para ese mismo día, por la tarde. Eran
las seis cuando Alejandro se extrañó al ver llegar al doctor a su casa
y muy sorprendido volvió a ver a Nachita a los ojos, pero ella se
hizo la disimulada. Mariana se dirigió a su esposo con palabras de
preocupación y de aliento y le dijo:
-- Alejandro, te he estado observando y no sé, te veo mal, muy
mal, no me gusta ese color tan pálido que tienes; tv muy decaído y
sin ánimo, por más que tú trates de ocultarlo. Déjame atenderte bien
mi amor y que te revisa el doctor, ¿o es que ya no me tienes
confianza?.
Alejandro, que jamás perdió la compostura ni la cortesía, después
de escuchar a su esposa, aceptó que el doctor le hiciera una revisión
cuidadosa para ver que le recetaba. Le habló del fuerte dolor que
tenían la cintura y de los malestares que sentía.
El examen se llevó su tiempo y el doctor, para poder diagnosticar,
le ordenó que se hiciera una serie de estudios especiales. Se le quedó
bien un largo rato y con mucha afabilidad le hizo la siguiente
recomendación:
-- don Alejandro, existe trabajen los ferrocarriles nacionales de
México y tiene a su disposición el famoso hospital colonia, que es
uno de los mejores del país y que cuenta con tantos adelantos
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científicos, aparatos, equipo y especialistas de los mejores, ¿porque
no hace lo posible por internarse allí unos días? Se pone en manos
de esos especialistas le harían los mejores estudios. Yo le
aconsejaría que se tomara 30 días sin ir a trabajar y que se vaya
tranquilo atenderse con los mejores médicos.
Alejandro, al escuchar esta larga exposición del doctor de la
familia, se quedó muy pensativo. Mariana y el doctor
intercambiaban algunos comentarios sobre lo mismo, esperando con
inquietud la reacción del enfermo. Varios minutos después,
Alejandro en una firme decisión le dijo:
-- tiene razón el doctor, ahora mismo voy a salir para enviar un
mensaje mis superiores y aprovecharé para hacer las reservaciones
del coche pullman del tren, para el viaje a la Ciudad de México, hoy
mismo en la noche.
El doctor abrió su maletín y sacó un calmante para Alejandro, con
el propósito de que tuviera un viaje más tranquilo. También elaboró
una receta preventiva, lo felicito por su decisión y le deseo suerte. Al
despedirse, le recomendó a toda la familia que tuviera calma y
mucha fe.
El médico se retiró y la familia quedó muy agradecida y
reconfortada. Alejandro se dedicó a lo que tenía que hacer y cuando
regresó a la casa, traía las reservaciones para el tren de las 10 de la
noche. Los boletos eran para él, Mariana, la prima Chelo Echegollén
y Carmelita Ajo Esquer, esposa de Ricardo, con quien recién se
había casado.
Esa noche partieron con el corazón lleno de esperanza y el día
siguiente, 19 de julio de 1968, después de los trámites
correspondientes, Alejandro quedó internado en el hospital colonia y
estaba haciendo bien atendido por varios especialistas.
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Era muy visitado por parientes y amigos del ferrocarril, como su
compadre don Max Contreras, antiguo superintendente de los
ferrocarriles en Aguascalientes y quien un día lo ayudó en su
carrera, dándole grandes oportunidades para llegar a ser jefe de
estación y telegrafista.
Don Max se desempeñaba en ese momento, como oficial mayor
de la superintendencia de los ferrocarriles nacionales en la Ciudad
de México, y al enterarse que su querido amigo y compadre estaba
enfermo en el hospital colonia, y sobre los inmediatamente, para que
tanto Alejandro como su familia recibieron las mejores atenciones.
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CAPÍTULO IX
Y… EL TIEMPO SE DETUVO
Pasaron los primeros 10 días, le hicieron muchos estudios
Alejandro, análisis y radiografías, pero no mostraba ninguna
mejoría, a pesar de estar recibiendo una buena atención médica. En
lugar de mejorar se iba poniendo cada día más enfermo, más pálido,
demacrado y ojeroso; la fuerza se le iba acabando poco a poco y su
voz era más débil. Se encontraban con el Mariana y sus seis hijos
mayores, Lupe Licha, María Estela, Ricardo y su esposa Carmelita,
Francisco, Sergio y Carlos, así como su madre doña Lolita, sus
hermanos Francisco y Chevita y sus mejores amigos, don Isidro
Lozano y don Max Contreras; su cuñado Paco, acompañado de su
esposa Pachita; sus tiernos Pepe y Gonzalo y el hermano de ellos,
doctor David Chávez; su primo político don Miguel Echegollén, con
su familia. Así, el pasillo del cuarto uno estaba siempre lleno a la
hora de visitas, tanto de parientes como de amistades que quería
mucho a la pareja. Mariana se sentía acompañada en esos días de
angustia y de incertidumbre, esperando la mejoría del ser amado, tan
querido por todos.
Todas las mañanas se reunían y visitaban juntos la villa de la
virgen de Guadalupe para implorarle por la salvación de Alejandro.
Los días y las torturantes noches seguían pasando y el no daba trazas
de mejoría.
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Todos sufrían en los corredores angustiosamente y en silencio, se
veían los ojos hinchados de llanto, de dolor y de pena. Esperaban
ansiosos que apareciera el especialista después de revisar, una vez
más al enfermo grave, y nada… No mejoraba.
Entre Mariana y sus hijos vivían estos momentos de aflicción, en
Silao, la joven señorita Edith Chávez, altruista y bondadosa, puede
gran ayuda para todos, pues cuando se enteró que la familia de
Mariana se vio en la necesidad de cerrar el negocio de los
fertilizantes para viajar a la Ciudad de México, ella con valor lo
abrió y se hizo cargo de que no faltara nada en la casa de Mariana y
de Alejandro. También les enviaba dinero por giro postal para los
gastos en la Ciudad de México.
Ya habían transcurrido 25 días desde que Alejandro se había
internado y su estado empeoraba. Mariana, acompañada de sus hijos,
de su nuera Carmelita y de su yerno Pepe, se turnaban en la vigilia
de la noche para estar cerca del enfermo. Repentinamente, Alejandro
abrió los ojos, se quedó viendo a su esposa y asustado le preguntó:
--¿quién eres tú?
Mariana, con lágrimas en los ojos le contestó:
--Soy yo, Mariana, tu esposa ¿no me reconoces Alejandro?
Él se quedó pensativo un rato como si estuviera recuperando
fuerzas y se puso a reflexionar quién podría ser ella. De repente, su
mente prodigiosa le regresa la memoria y con los ojos todavía muy
tristes buscón los ojos de Mariana, levantó débilmente suya delgada
mano y la acarició con ternura. Ella sentía el corazón oprimido, al
darse cuenta que ya no la había reconocido. Alejandro, con una voz
opaca, apenas audible, poco a poco se fue poniendo en sus cinco
sentidos. Unas horas más tarde, a todos los que entraban a verlo lo
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saludaba con cariño y con afecto. Fue como un gran momento de
lucidez.
Muy pronto observó, con terror en el rostro, la cantidad de
aparatos médicos que lo rodeaban, los veía asustado, con una gran
angustia, pues no sabía que él estaba sucediendo. Cuando sintió que
Mariana lo abrazó y que estaba su lado, le volvió la calma, pero la
veía con una tristeza profunda. Ella lo lleno de caricias y le dijo que
no se asustara, que todo ese equipo de aparatos médicos había en
todos los cuartos. Alejandro se fue tranquilizando y siguió
contemplándola sin quitarle la vista y con su mano en la de Mariana
le dijo, cuando se quedaron solos:
-- Amorcito, quiero que tu carácter, que ha sido siempre tan
optimista, hoy entre junto conmigo en esta terrible realidad. Vamos
a ser realistas los dos, cabrita que no hay testigos, quiero que
hablemos con valor. Yo vengo de caminar un camino muy largo y
luminoso… Le pedí a Dios que antes de seguir por ese camino,
pudiera hablar contigo y mira, milagrosamente lo estamos haciendo.
Sabes que yo… Me estoy muriendo, poco a poco, lo siento, lo sé, lo
percibo… En mis sentidos…
Mariana lo interrumpió y le dijo con desesperación:
-- no, no te estás muriendo Alejandro, debes tener fe en Dios.
Alejandro, con suavidad y con amor le tapó la boca y le dijo con
una voz muy queda:
-- Mariana mía, quiero pedirte que no me interrumpas… Por
favor… Porque siento que, de momento a otro, tal vez, ya no me
salga la voz, pues ahorita sufro mucho para hablarte. Quiero que
recuerdes que todos tenemos que morir y, a mí, ya me toca… Quiero
que lo comprendas por favor… Y que no sufras, hasta fuerte… Muy
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fuerte porque vienen para ti momentos sumamente difíciles, te
esperan días muy penosos y eso, es lo que más me duele, te quedarás
sola, sin apoyo, sin ayuda, con 13 hijos… Sin capital, pero, me voy
con la certeza absoluta de que dejo a mis hijos en unas manos
maravillosas, en las manos benditas de una madre que vale mucho y
que tiene un gran corazón. Sé que lucharás para sacarlos adelante,
tengo fe en Dios y en ti, mi amor y… Otra cosa, muy importante, te
lo pido encarecidamente, al morir yo, no trates de llevarme a Silao a
“enterrarme” … aquí hay muchos cementerios, no tienes que ir a
gastar… no tienes dinero suficiente, no quiero que sufras más por
favor, aquí hay muchos donde… prométemelo.
Mariana con gravedad le contestó:
-- No puedo prometerte nada, porque sé de antemano que, si llega
a sucederte lo que dices, no podré dejarte aquí e irme, yo también
me moriría…
Alejandro hablaba con mucho trabajo, cada instante que pasaba,
subo se oía más cansada y le repetía Mariana:
-- tú, no tienes… Dinero para esos gastos sin importancia,
morena, por favor… Por favor.
Mariana ya no contestó, ya no dijo nada, se quedó en silencio
viéndolo, aguantándose y deteniendo sus lágrimas de dolor, lo más
que pudo.
-- Yo quise darles a mis hijos carrera, era… Mi más grande
ilusión… -- Le dijo tristemente Alejandro.
-- Pero les diste la vida, les diste amor y buena educación -- le
expresó Mariana.
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Alejandro tenía los ojos humedecidos y se veía muy abatido, una
lágrima cayó por sus marchitas mejillas.
-- Alejandro, - le dijo Mariana con dulzura - quiero que estés
tranquilo, yo con la ayuda de Dios luchare y lucharé hasta donde
esté a mi alcance por nuestros hijos, no te preocupes, tengo a Dios y
a la santísima virgen que me acompañarán siempre; ellos me
ayudarán a sacar adelante nuestros hijos. Los cuidaré con todo mi
amor en nombre de los dos y trataré de darles la carrera que tú
soñaste, a los que quieran y puedan, hasta donde me alcancen las
fuerzas.
Cuando Alejandro escuchó las palabras de Mariana, se le iluminó
el rostro, volvió a verla con un amor grande y profundo y sin soltar
su mano le dijo:
-- no alcance a escribir la historia de nuestro amor, como te lo
prometí, ¿tú podrías hacerlo por los dos?, Lo harás, ¿verdad?
-- Aunque no soy escritora -- le contestó Mariana -- te prometo
escribir lo que pueda con todo mi amor.
Alejandro se veía complacido al escuchar a su amada esposa.
-- Hay algo más -- le dijo - quiero que pidas ayuda mi compadre y
amigo don Max Contreras, él te apoyara y te aconsejará y… Siete
las veis negras… Con nuestros hijos mayores… Hablarle a mi
hermano Francisco, para que te ayude a que hagan carrera, por lo
menos dos, en el colegio militar…
En esa sensible conversación, entre lágrimas y recomendaciones,
se encontraban Mariana y Alejandro cuando se abrió la puerta de la
habitación y entra un niño pequeño de dos años de edad, que
buscaba a su mamá, era Eduardo Evaristo, el menor de los hijos de
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Mariana y Alejandro, Mariana lo abrazo maternal mente y se le
acerco a su esposo diciéndole:
-- Alejandro, bendice a tu hijo, el más pequeñito.
Alejandro puso la mano sobre su cabecita para acariciarlo, lo
abrazó, le dio la bendición ingresándolo con ternura le dijo:
--Mi adorado Lalito, mi Gengis Kan, mi amado Benjamín…
Al pronunciar estas palabras y ya casi sin aliento, pero con mucho
amor y sentimiento, Alejandro se quedó dormido con llanto en los
ojos y con la cabecita del niño entre sus brazos.
Mariana, poco a poco retiró la cabecita del niño, cómodo
Alejandro con cariño y salió de la habitación con su niño para llorar
su profundo y gran dolor donde él no pudiera escucharla. Todos la
abrazaban y trataban de consolarla, pero para Mariana no había
consuelo, lloraba desesperadamente. En ese momento, llegó la güera
Echegollén, prima de Miguel Echegollén y muy amiga de Mariana.
Al verla llegar, se abrazó de ella y le dijo sollozando:
-- Güera, ¡qué bueno que viniste!, Yo te necesitaba mucho.
La güera era una señorita muy respetable y buena, un poco mayor
que Mariana, y de una intachable moral cristiana.
-- Yo quiero pedirte por favor -- le dijo Mariana - que busques un
sacerdote lo traigas pronto, deseo que Alejandro se confiese porque
se está muriendo… Güera, se está muriendo…, Pero primero vamos
a hablar con él para saber si acepta.
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La güera y Lupe Licha acompañaron a Mariana a la habitación
para hablar con Alejandro. Ya había despertado, las escuchaba con
muy poca atención. Mariana se acercó a él y le dijo:
-- aquí anda un sacerdote visitando a los enfermos, ¿quieres tú
que te visite?, ¿Te gustaría confesarte para que estés más tranquilo?,
Tú verás… Lo que tú quieras.
Alejandro se quedó meditando nanosegundos, vio los ojos de
Mariana y movió la cabeza afirmativamente, sus ojos seguían
húmedos. La güera salió en busca de un sacerdote y dos horas
después llegó con él. Lamentablemente cuando llegaron, Alejandro
ya no podía hablar, por más que quería, la voz ya no le salió. El
sacerdote pidió quedarse a solas con él, lo iba ayudar con los
pecados mencionándose los y le pediría al enfermo que se había
cometido alguno de ellos, le hicieron expresión en el rostro como
señal de aceptación o negación. Así, Alejandro quedó confesado y
recibió los santos óleos y la bendición de Dios. Ya estaba muy grave
y no volvió a abrir los ojos, sin embargo, se veía en su rostro, en
medio de aquel dolor de la agonía, la inmensa calma de la paz de
Dios.
Por la noche llegaron varios especialistas, toda la familia esperaba
muy inquieta alguna esperanza de vida, pero al salir el médico de
cabecera de Alejandro les dijo:
-- les aviso, con mucha pena, que don Alejandro ha entrado en
coma.
Se quedaron todos en silencio, llorando, sumergidos en una
angustia desesperante. Mariana entró rápidamente a la habitación,
quería estar al lado de su amado esposo. La Güera y los otros hijos
mayores de Alejandro y Mariana entraron de uno en uno, todos con
el corazón destrozado y los ojos llenos de lágrimas. También entró
doña Lolita, madre de Alejandro, se sentó frente a su hijo ya no se
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movió de allí, lloraba y con un rosario en la mano hacia rodar las
cuentas con los ojos cerrados.
Al día siguiente, Miguel Echegollón, Paco, el hermano de
Mariana y la güera hablaron con ella en privado.
-- Mariana- le dijeron - es necesario que te vayas a descansar hoy,
estás deshecha, tienes 29 días sin reposo, hazlo por tus hijos.
-- De ninguna manera - contestó Mariana - perdónenme, pero no
podría dejarlo.
Trataron de convencerla y le hicieron ver que a lo mejor
Alejandro no amanecería vivo y si moría, a Mariana le esperaban
horas muy agotadoras. Nadie podía convencerla hasta que se
acercaron sus hijos y, a petición de ellos, Mariana aceptó irse a
descansar cuando llegara la noche.
Todo ese día Mariana no se separó de su esposo, sabía que en
cualquier momento ya no lo volvería a ver. Se dedicó a orar por el a
un lado de la cama y sin soltarle la mano lo veía agonizar.
A las nueve de la noche, entraron a la habitación la güera y los
hijos de Mariana para llevársela, casi desmayada. Lo mismo hizo
don Francisco, hermano de Alejandro, con doña Lolita, que se
encontraba en las mismas condiciones de Mariana. ¡Las dos habían
sufrido tanto ese día!
La güera, que en ese difícil momento era el apoyo moral de la
familia, les pidió a todos los hijos de Mariana que se fueran a
descansar. Solamente se quedaron Ricardo y Sergio armando
haciéndole compañía su papá; pero no les permitieron quedarse en la
habitación, tuvieron que pasar la noche en el pasillo.
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Todos salieron en silencio del hospital, caminaban lentamente,
llenos de dolor, para tomar los automóviles que los llevarían hacia
las casas de familiares donde estaban hospedados.
Mariana estaba agotada, se quedó profundamente dormida
durante varias horas. A la una de la madrugada sonó el teléfono y
Francisco, el hijo de Mariana, que estaba cerca del audífono, lo tomó
y escucho con ansiedad, esperando una mala noticia; eran sus
hermanos Ricardo y Sergio, quedaban la terrible y desgarradora
noticia: Alejandra acababa de morir. Carlos y Francisco poco a
poco, con calma, empezaron a despertar a toda la familia; pero nadie
se atrevía a hacerlo con Mariana, hasta que, por fin, Estela, con
mucha cautela y suavidad la despertó y ella, asustada, todos los vio a
todos vestidos y en torno suyo. Pregunto con una angustia que le
cerraba la garganta:
--¿por qué están todos levantados y vestidos?
Los rostros de los hijos y de otros parientes cercanos se veían
sombrías, desalentados, dibujados de pena.
--¿Se murió Alejandro? - Preguntó Mariana sobresaltada y con
desesperación; tenía el rostro descompuesto.
--Miguel Echegollén inclinó la cabeza en señal afirmativa y le
dijo que sí. A partir de ese momento, Mariana enmudeció, Mariana
Estela, en silencio la vistió con amor. Se la llevaron abrazada al
automóvil, no lloraba, caminaba como sonámbula, con una grave
serenidad de su dolor oprimido; se daba cuenta que todos sus hijos
estaban pendientes de ella y de sus reacciones; caminaban a su lado
con mucha resignación y pesar.
Cuando llegaron al hospital, el cuerpo de Alejandro ya estaba la
capilla ardiente. Ricardo, Sergio y la güera habían estado muy activo
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se habían preparado todo, ya estaban velando a su ser querido llenos
de pena.
Servicio a toda la familia y a los hijos menores de Mariana, que
estaban en las casas de parientes cercanos. Todos fueron llegando
para entrar en la terrible realidad: ¡su padre había muerto!. El dolor
que allí se percibía, era grande, profundo, sin gritos ni
desgarramientos; en todos los ojos se veían lágrimas sin llanto
lastimeros ni escandalosos. Era el dolor del silencio de la muerte…
La voluntad de Dios. Mariana se hacía fuerte por sus hijos y los
hijos se hacían fuertes por su madre. En la capilla ardiente hubo
muchas familias, parientes y visitas. También llegaron los hermanos
Salvador y Toño Azuela Rivera, primos hermanos de Alejandro.
Y… El tiempo se detuvo para Alejandro y para todos, ese 19 de
agosto de 1968, día doloroso y nefasto para toda la familia. ¡Qué
gran dolor, dolor… Terrible…!, La pérdida de un esposo tan amado,
de un padre ejemplar, de un hermano excelente, de un hijo generoso,
de un Parente tan querido, de un amigo excepcional, de un hombre
visionario, de un poeta.
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CAPITULO X
REGRESO Y DUELO EN SILAO
Al día siguiente, después de la misa de cuerpo presente, salió de
la capilla ardiente el cortejo fúnebre con un féretro gris plateado que
contenía el cuerpo de Alejandro. Lo llevaban a la estación del
ferrocarril en buena vista, para trasladarlo a Silao en un coche
especial en el tren número 13. En otro coche del mismo tren,
viajaban sus hijos varones mayores y amigos personales, como el
señor Isidro Lozano, originario de Jalisco y residente en la ciudad de
León. Mariana, con los demás miembros de la familia abordaron
varios automóviles para regresar por carretera. Fue un
acontecimiento muy doloroso para todos; la comitiva partió llorando
en silencio rumbo a su destino.
Cuando la familia llegó a Silao, lo primero que escucharon fue el
doblar doloroso de las campanas de la parroquia de Santiago
apóstol, que estaban llamando a duelo por la triste partida de
Alejandro. Cada 30 minutos se oían doblar con un sonido lastimero.
Al llegar Mariana su casa con sus hijos pequeños, la esperaban su
madre doña Margarita, Nachita, la señora Edith Chávez y muchas,
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muchísimas personas que estimaban grandemente Alejandro es
familia, que vinieron de regiones aledañas.
Por la noche llegó el tren número 13 procedente de la Ciudad de
México, en donde venía el cuerpo sin vida de Alejandro. En la
estación lo esperaban la carroza fúnebre de una agencia y muchísima
gente de todos los niveles sociales.
El tren con su faro de luz encendida en la oscuridad, anunció su
llegada haciendo sonar su silbato. Trasladaron el féretro hasta la
casa donde lo esperaban muchas personas hasta en la calle.
Alejandro fue velado esa noche con devoción y cariño.
Al día siguiente, le hicieron las honras fúnebres en la parroquia de
Santiago apóstol, donde la señorita Edith Chávez se encargó de
hacer los preparativos y envió las esquelas.
Sus cuatro hijos varones montaron la primera guardia. Mariana se
hizo acompañar al templo de uno de sus hijos menores, José de
Jesús, de 10 años de edad, lo tenía abrazado cerca del altar y del
féretro, quería sentirse consolada y, a la vez, mantener a su hijito
cerca de su esposo, por última vez.
Mariana no abría los ojos durante la ceremonia religiosa y sin
soltar a su hijo no se movió, estaba entregada totalmente a orar en
silencio con su profundo dolor.
Al terminar la misa de cuerpo presente, el cortejo fúnebre partió
rumbo al panteón municipal. En la comitiva iban muchos de los
empleados del ferrocarril que quisieron y admiraron Alejandro,
llevaban coronas adornadas con listones y con saludos del sindicato
de los ferrocarrileros; otras personas llevaban ramos de flores.
Cerca del cementerio pasa la vía del tren que es el entronque a la
ciudad de Guanajuato; los empleados y amigos de Alejandro
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consiguieron una locomotora de las que se guardan en la “casa
redonda”, que es un taller y en el momento en que estaban
depositando en el sepulcro el gran féretro gris plateado, tachonado
de figuras doradas y con un hermoso Cristo, que contenía el cuerpo
de Alejandro, paso esta locomotora haciendo sonar su silbato con su
sonido agudo y largo que impregnó de tristeza todo el ambiente, era
como una señal de despedida a uno de sus hombres, a un compañero
valioso.
En pocos minutos el camposanto se quedó en silencio, la gente
empezó a retirarse. Mariana y sus hijos fueron los últimos en
alejarse del sepulcro en donde se quedaba el ser amado. Desarrolle
la cripta y pronunciaron un Padre Nuestro antes de abandonar la
última morada de Alejandro.
Vinieron días tristes, desolados, de duelo; oraciones, misas,
rosarios, novenas y una gran cantidad de visitas tanto de otras
ciudades como de Silao. Seguían llegando parientes cariñosos, tanto
de Mariana como de Alejandro, querían estar con la familia para no
dejarla sola. A los 18 días terminó el duelo, las visitas se fueron
retirando a sus lugares de origen y Mariana se quedó sola,
únicamente acompañada de sus hijos, de su madre doña Margarita
de Nachita y de su nuera carmelita.
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CAPITULO XI
¿Y… AHORA QUÉ?
A pesar de que Mariana quedó muy abatido emocionalmente y
agotada físicamente, empezó a reflexionar y con mucho valor sexual
templo muy temprana y se postró ante el santísimo Sacramento del
altar, para pedirle que le diera fuerzas y poder enfrentarse a la vida y
educar a sus hijos que acababan de quedar sin su padre.
-- Señor-- le dijo fervientemente dirigiendo sus ojos afligidos al
rostro del santísimo - desde este triste y doloroso momento me
pongo en tus manos, no tengo otro padre más que tú, no tengo
esposo ni a quién acudir; pero estás tú, que eres todo para mí. Desde
este instante pongo en tus divinas manos mi nueva vida para que la
dirijas, yo haré tu voluntad en todo, dame valor, dame fuerzas; mi
esposo ya está contigo, ya resucitó para hatillos feliz. No quiero
empañarle con mis penas su felicidad y la dicha de estar contigo; te
pido tu ayuda, por favor señor apóyame, aconséjame, guíame.
Después de orar con mucha devoción durante una hora, Mariana
se despidió del santísimo y salió del templo con otro semblante, con
otro ánimo, estaba dispuesta a enfrentarse a la vida.
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Llegó a su casa y con la ayuda de Lupe Licha, retomó el negocio
de los fertilizantes y dispuso que sus hijos retomarán la escuela.
Ricardo segura la universidad a la ciudad de Guanajuato y poco a
poco todo fue tomando la tranquilidad necesaria para poner en orden
la desestabilidad emocional de la familia.
Y así, con mucha actividad, tanto comercial como familiar, la
nueva vida empezó a florecer con la ayuda de todos. Era un reto y
una gran responsabilidad. A las dos de la tarde llegaban los más
jóvenes de la escuela y todos se reunían en la mesa para comer,
conversaban sobre distintos aspectos, especialmente de las clases y
del trabajo. Contaban anécdotas, trataban de distraerse y por todo
recordaban Alejandro ya los momentos alegres vividos con él; pero
todos estaban pendientes de su madre, de su rostro de sus
reacciones. Había algo de simulación, fingían entusiasmo
recordaban lo mejor de su padre. Ya no había llantos, los hijos
nuevamente ocultaban su dolor por el bienestar de su madre y la
madre hacía lo mismo por sus hijos; todos se hablaban con mucho
cariño y comprensión. Después de comer, se retiraban a sus
habitaciones a descansar; pero, la verdad es que no siempre lo
hacían para eso, pues se retiraban para estar solos y poder llorar sin
que su madre los viera, extrañaban demasiado su padre. Más tarde se
reincorpora van al ambiente familiar de la casa; unos hacían sus
tareas, otros se dedicaban a realizar alguna actividad, algún
quehacer, pero se les veía en los ojos que habían llorado, se les
notaba el dolor, la pena por el ser ausente y nadie hacía comentarios.
Mariana se entregaba a su misa y comunión, que siempre
dedicaba a su esposo, era lo único que la mantenía con fuerza sin
pie. Si no hubiera sido por eso, no habría podido soportar la misión
que Dios le había encomendado, al dejarla sola con toda la
responsabilidad de sus hijos.
51
Hay vacíos en la vida difíciles de llenar y el ser humano es tan
frágil, que de pronto, cuando lo sorprende la soledad o la pérdida
irreparable de un ser querido, de un ser amado, puede sucumbir sin
esperanza alguna.
Mariana y sus hijos, a pesar de encontrarse con sus corazones
destrozados, siguieron dando lo mejor de sí mismos; ya habían
transcurrido cuatro meses desde el tráfico y fatigoso día, en que
como una sombra, la inesperada y repentina muerte de Alejandro
había invadido el sentimiento de todos y se acercaba la Navidad.
-- Se acerca la Navidad, ¿qué vamos hacer?
Una de sus hijas mayores le contestó:
-- mamá, vayamos los lejos de aquí para olvidar la Navidad, ya
que era la fiesta más grande que hacíamos con mi papá, cuando
éramos tan felices, vayámonos mamá, por favor.
Mariana, con energía y a la vez con ternura, le contestó:
-- hija, hemos pasado Navidades inolvidables y hemos disfrutado
mucho, fuimos muy dichosos. Pero, ahora piensen en la familia
chica, que tiene una vida por delante, no sería justo que les
amarremos sus ilusiones, yo opino que la llegada del redentor del
mundo no tiene nada que ver con nuestra gran pena, es decir, al
contrario, será un gran consuelo para todos celebrar la Navidad en
casa. Por eso, desde hoy les digo que mientras yo viva y pueda
hacerlo, el nacimiento del niño Dios se festejará con todos nosotros
en nuestra casa. Haremos la Navidad con mucho entusiasmo y en la
cena de Nochebuena, su padre, estoy segura, estará muy contento
acompañándonos. Así es que vamos a ponernos de acuerdo para
empezar a hacer los preparativos para la fiesta y poder recibir al
Salvador, nuestro señor.
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Después de escuchar a su madre, con aquellas palabras tan llenas
de vida y de amor, toda la familia cambió repentinamente, nació una
ilusión, surgió un entusiasmo familiar que habían olvidado;
empezaron hablar sobre los arreglos de la casa, de cómo iban a
preparar cada uno los detalles para la gran noche. La familia se llenó
de paz y de consuelo, todos tenían ideas y proyectos, había el ánimo
necesario para iniciar los preparativos navideños.
CAPITULO XII
NAVIDAD 1968
Y… Llegó el esperado día. Fueron invitados Miguel Echegollén y
su familia de México; Paco, hermano de Mariana y su familia; de
Lagos de moreno, Jalisco, doña Lolita, madre de Alejandro y su
familia, así como don Francisco, hermano de Alejandro y su familia.
Entre los invitados no podía faltar el querido primo de Alejandro,
Fidel Villalobos, al que cariñosamente le decía “mis leliófonos”.
Así, con un nuevo espíritu de acercamiento y de unión familiar
recibieron la noche buena. De alguna manera, todos sentían que
Alejandro estaba presente. Hubo cantos, poesía, villancicos, ojos
llenos de lágrimas y abrazos de alegría. Nació el niño Dios y les
trajo un ambiente de armonía que habían olvidado.
Cuando miraban al niño Dios en su nacimiento, lo contemplaban
y le pedían fortaleza, amor y consuelo.
Pasaron las fiestas navideñas y la vida siguió su curso, habían
transcurrido dos años desde la muerte de Alejandro y sus hijos
Francisco, Sergio, armando y Carlos ya se encontraban estudiando
en la escuela preparatoria de la Universidad de Guanajuato. Mariana
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les había conseguido un departamento y contando a Ricardo, ya eran
cuatro los que se encontraban estudiando en esa ciudad.
Mariana se quedó en Silao con el apoyo de sus hijas mayores y de
Nachita. Lupe Licha, como gerente del negocio de los fertilizantes;
Mariana Estela, como una segunda madre, se hizo cargo de toda la
familia chica y Nachita, como siempre, ayudando en todo. Pero,
pronto la situación se puso muy difícil con tantos gastos de estudio y
con pocas entradas en el negocio de los fertilizantes. Los gastos ya
no eran sostenibles, Mariana empezó a darse cuenta que tenía que
hacer algo más para solventar la situación de la manutención de sus
hijos en las dos ciudades, a fin de que siguieran estudiando.
Tomó la decisión de que toda la familia se trasladara a vivir en la
ciudad de Guanajuato para hacer un solo gasto y poder salir
adelante. Puso en venta negocio de los fertilizantes y su casa de
Silao. En menos de un mes, Mariana y toda su familia tomaron
residencia en la ciudad de Guanajuato. Rentó una casa grande en el
centro de la ciudad, junto al jardín de la unión. Otra vez estaban
todos juntos, luchando. Lo más importante de todo, era que Mariana
quería atender personalmente a sus hijos.
Muy pronto tuvo a su cargo el comedor estudiantil de la
Universidad de Guanajuato. Con este trabajo logró costear varias de
las carreras de algunos de sus hijos varones y de sus hijas Marta y
Marisela, que recibían clases de danza moderna en el teatro principal
con el maestro Carlos Gaona. Además, abonaba para los alimentos a
jóvenes estudiantes en su casa, que era grande y espaciosa. Nachita
y Lupe Licha le ayudaban.
Los hijos de Mariana se acomodaron muy bien y se dedicaban a
diferentes actividades culturales; unos entraron al grupo musical de
la “trova bohemia”, otros pertenecieron a la estudiantina de oro y al
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teatro universitario. Eran sanas agrupaciones juveniles de la
Universidad de Guanajuato, llenas de alegría y entusiasmo.
Con estas actividades tan emocionantes, la familia se fue
tranquilizando; pasaban ocupados aprendiendo poesía, teatro,
música, danza moderna, canto, etc. poco a poco les fue llegando la
resignación, más nunca el olvido de la irreparable pérdida de su
amado padre.
Por su lado, Mariana pudo reencontrarse con viejas y queridas
amistades, como el señor Agustín Lerma y su muy apreciada esposa,
Teresita, así como otras entrañables amigas.
Cuando Mariana se dio cuenta que sus hijos estaban
desenvolviendo bien dentro de la cultura y de la educación, empezó
a alegrarse y hacer feliz y decidió, con sus hijos más chicos, volver a
formar otro grupo de teatro. El grupo lo conformaron algunos de sus
hijos y otros jóvenes estudiantes. Mariana le puso el nombre de
grupo de teatro “Dr. Mariano Azuela”.
Después de un tiempo de preparativos y de ensayos, este grupo de
teatro se presentó en el teatro principal con la obra “Tres en
espera”, escrita por el licenciado Salvador Jaramillo. El joven Juan
Lerma, hijo de sus apreciados amigos, le ayudó con la propaganda y
con la impresión de los boletos.
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CAPÍTULO XIII
SEIS AÑOS DESPUÉS
Nachita seguía fiel a Mariana, ayudándola en todo y doña
Margarita, su madre, seguía en pie apoyando a Mariana. Pero la vida
pasa y cuando todo estaba en calma, un buen día, Lupe Licha le
anunció a su madre que sería pedida en matrimonio por el señor
Gonzalo Chávez Negrete, hermano del esposo de Mariana Estela.
Mariana, al principio, se puso muy triste; le hacía falta Alejandro
para hablar sobre este importante y delicado asunto. Lupe Licha era
su brazo derecho en los negocios. Pero, después de mucho pensar
sola, llegó a la conclusión de que los padres deben dar estado a sus
hijos cuando se lo piden. Mariana estuvo de acuerdo y empezó a
ahorrar para cazar bien a su hija que lo merecía todo y que había
sacrificado tantas horas, tantos días y tantos años para ayudar a su
madre y a sus hermanos.
Se hicieron los preparativos y muy pronto se realizó la ceremonia
nupcial en la basílica Colegiata de Nuestra Señora de Santa Fe de
Guanajuato. Fue un 12 de diciembre, en el aniversario de nuestra
santísima virgen de Guadalupe.
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La vida siguió su marcha y Mariana tenía todavía que resistir otro
dolor, el más grande, el de la muerte de su adorada madre, doña
Margarita. Quien había sido su fortaleza moral, su gran consuelo y
su fuerza en las penas, un día dejó de existir.
Mariana, con su gran devoción le dio a su querida madre,
cristiana sepultura. Como siempre, afortunadamente contaba con el
apoyo de todos sus hijos. En ellos y en la vida, encontraba
resignación y paz, haciendo la voluntad de Dios.
El patio central de la Universidad de Guanajuato, tiene una
particular resonancia, tal vez por ello la llaman “la colmena
universitaria” y desde el comedor estudiantil, cada vez que un
estudiante era aprobado en su examen recepcional, se oía la
campana de la Universidad se quemaban cinco mil cohetes en su
honor. Era un momento especial, muy particular. Mariana lloraba de
emoción por el triunfo de aquel estudiante pensando en la felicidad
de los padres de ese joven y rezaba por él dando gracias a Dios. Así,
escucho muchos cohetes por otros estudiantes que terminaban su
carrera y por cada uno daba gracias.
Llegó el día en que Mariana oyó que tocaban la campana y que
tronaron los cinco mil cohetes más fuertes en su corazón, que en
otras ocasiones. Lloraba con un sentimiento más profundo, pues
Ricardo, su primer hijo, acababa de ser aprobado en su examen
recepcional como licenciado en derecho y notario público y quien
poco tiempo después fue Presidente municipal de Silao. Mariana
sentía que Alejandro estaba con ella, sus esfuerzos se habían
Coronado. ¡Qué gran satisfacción!
Así, poco a poco se fueron recibiendo de profesionistas otros de
sus hijos, como Carlos y José de Jesús que presentaron sus
exámenes el mismo día, en la carrera de ingeniero topógrafo e
hidráulico. Ese día se escuchó la campana, pero no fueron cinco mil
57
cohetes los que tronaron sino diez mil; fue un momento muy
impresionante y emotivo.
Después la familia viajó a la ciudad de Querétaro, en donde
estudiaba su hijo Sergio armando, quien iba a presentar también su
examen recepcional en la carrera de Licenciado en derecho. Todos
esperaban, como es costumbre en la Universidad de Guanajuato,
escuchar la campana y la quema de los cinco mil cohetes; pero la
sorpresa fue que después de haber presentado un brillante examen,
sus compañeros lo estaban esperando afuera de la Universidad y lo
bañaron a coletazos de agua, de acuerdo a su tradición estudiantil.
Sergio armando también recibió de sus compañeros, amistades y
parientes muchos abrazos y felicitaciones.
Francisco, el hijo poeta, siempre estaba ausente en estos
maravillosos acontecimientos de la familia. Siendo muy joven ocupó
el cargo de secretario particular del rector de la Universidad de
Guanajuato y luego se fue a estudiar a la ciudad de México y al
extranjero.
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CAPÍTULO XIV
REGRESO AL TERRUÑO
La familia chica, como Mariana les decía a sus hijos menores,
seguía entregada a sus estudios. Un día Mariana empezó a pensar en
el futuro de ellos. Mariano, el mayor de la familia chica, estaba muy
adelantado en sus estudios, quería ser arquitecto y no tardarían
recibirse, al igual que otros de sus hermanos.
Como Guanajuato es un centro de estudios, pero no de trabajo,
muchos de los jóvenes que se van graduando tienen que irse otras
ciudades para buscar colocarse en alguna actividad laboral que tenga
que ver con su carrera. Ella se dio cuenta que sus hijos,
necesariamente, tendrían que buscar otros horizontes en cuanto
presentarán su examen recepcional y esto los dispersa haría. Se puso
a orar y le pidió a Dios que la iluminara para encontrar una solución
que beneficiara a la unidad de la familia.
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Había llegado otro de los momentos decisivos de su vida; en sus
pensamientos bellas ciudades grandes como México, Guadalajara,
Monterrey, León. Le preocupaba mucho que la familia se
desintegrara.
Ésa misma semana tomó una decisión; sería la ciudad de León el
lugar de la nueva residencia de la familia, allí estaban las raíces de
Mariana, allí vivieron sus padres y todavía tenía familiares.
Mariana, todavía nerviosa inquieta tomó el teléfono y habló a
Centroamérica, la República de Costa Rica, con su hijo Francisco,
que era diplomático y trabajaba en la embajada de México en aquel
país. Ella le dijo que una institución gubernamental de la vivienda le
había ofrecido una casa en la ciudad de León y que necesitaba los
documentos de uno de sus hijos que trabajara con el gobierno para
formalizar la entrega. Su hijo le expresó que no se preocupara, que
inmediatamente le enviaría todos los papeles para que le entregara la
casa, inscrita a nombre de su madre.
Se hicieron todos los trámites necesarios, la casa le fue entregada
a Mariana sin ningún problema. Ella reunió a toda la familia para
darles la gran noticia y sus hijos aceptaron gustosos trasladarse a su
nueva residencia. Sólo había una nostalgia, se quedarían solos en la
ciudad de Guanajuato tres de los hijos de Mariana que estaban
estudiando en la universidad. Tomaron un departamento pequeño,
todavía les faltaban algunos años para terminar sus carreras.
Mariana estaba muy entusiasmada, no había tiempo que perder,
quería tener una casa base para instalarse con mayor tranquilidad y
poder ofrecer a sus hijos una situación más sólida, sobre todo, un
lugar más propicio para los que quisieran trabajar cuando terminarán
de estudiar. La ciudad de León ofrecía muchas facilidades y
opciones en este sentido, ya que se trataba de un lugar con un gran
desarrollo económico.
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Así, la familia retornó a León, para fundar nuevamente la casa
paterna. Mariana y sus hijos estarían unidos para siempre, mientras
así fuera la voluntad de Dios.
La familia pasó su primera noche sin dormir, muy contenta
convivió compartiendo sus emociones. Llegó un hermoso amanecer.
Mariana tenía en su corazón grandes recuerdos, el ánimo de su vida
estaba lleno de ternura y de lágrimas; en su desbordante alegría,
añoraba sus grandes amores ausentes: su madre, su padre, su esposo,
su hijo, sus hermanos, especialmente la señorita Conchita exquisita
pintora que se perdiera en la Ciudad de México para siempre y que
había sido su segunda madre.
Su elevado espíritu religioso tocó su alma y lo primero que hizo
fue visitar el camposanto, el cementerio donde se encontraban
algunos de sus seres queridos. También visitó la casa que fuera por
más de 20 años su hogar, ubicada en la calle general Emiliano
Zapata número 404.
Caminó con tristeza por las calles de sus recuerdos en las que
paseo del brazo, enamorada de su esposo. Visitó a San Sebastián en
la parroquia del Sagrario, donde en abril de 1941 contrajo
matrimonio con Alejandro. También entró a la imponente catedral,
como lo hacía desde que era pequeña cuando al oír sus sonoras
campanadas que llamaban a misa de 12, se sentía atraída por la
imagen de la virgen de la luz, Patrona de León.
Mariana se postró ante el altar para consagrar a toda su familia los
pies de la Virgencita. La misa a la que asistió fue bellísima; muchas
personas comulgaron, había una gran devoción. Un noventa por
ciento de los habitantes de León practica la religión católica.
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A Mariana se le llenaron los ojos de lágrimas al ver a tanta gente
dedicando su amor a Dios. Ahora, ella viuda y con sus 13 hijos, que
eran todo en su vida, estaban siendo encomendados al corazón y a la
sabiduría de Dios, porque sentía que él estaba con su pueblo y con la
virgen de la luz. Sólo él sabía de los planes y del futuro que les
deparaba a las nuevas generaciones.
Los hijos de Mariana seguían creciendo y luchaban con amor
desde la ciudad de su madre y de sus mayores. León ya se
encontraba muy distinto, pues ya habían transcurrido 33 años desde
el día en que Mariana se había casado para seguir a su amado esposo
Alejandro.
La ciudad contaba con nuevos excelentes colegios, escuelas,
secundarias, preparatorias, tecnológicos y universidades; magníficas
avenidas, glorietas, fuentes y pasos a desnivel. El progreso y la
actividad se manifestaban en todo su esplendor. Se habían abierto
cientos de fábricas de calzado y de otros productos, así como
grandes y pequeños talleres; tenerías y mercados de piel. Había
mucho trabajo. Se trabajaba con una gran intensidad; pero los
leoneses también se saben divertir y cultivar con gran alegría. Hay
muchas salas cinematográficas, estadios de deporte, restaurantes,
parques, zoológicos y centros ecológicos, teatros y casas de la
cultura.
Mariana se sentía muy satisfecha de haber escogido la ciudad de
León para vivir, veía la ciudad con el gran futuro para sus hijos. Sus
hijos mayores, ya profesionistas, empezaban a organizarse y instalar
sus despachos en distintos lugares, unos casados y otros solteros.
Pasaron algunos años, se veía en la casa de Mariana una gran
organización y mucha actividad. Le había llegado el anuncio de que
su hijo Mariano, el mayor de los chicos, había terminado sus
estudios de la carrera de arquitecto en la Universidad de Guanajuato
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y pronto presentaría su examen para recibirse. El 16 de agosto de
1986 llegó el día esperado en que Mariano presentaría su examen
profesional. Todos asistieron y volvieron escuchar la campana y la
quema de los cinco mil cohetes. El nuevo arquitecto había sido
aprobado y a partir de ese día se convertía en otro hijo profesionista.
Mariana derramó lágrimas de alegría, de ternura y de
agradecimiento a Dios.
Los años siguieron pasando, la familia se había consolidado. Sus
hijos ocupan nuevas posiciones, cada día se hacen más hombres de
su tiempo y dueños de sus vidas.
Llegamos al año 2001 y Mariana acaba de cumplir 81 años de
edad. En su larga viudez, sigue pendiente de las vidas de sus 13
hijos, tiene 45 nietos, 18 bisnietos, cuatro tataranietos, más otros que
vienen en el vuelo de la cigüeña.
Ahora en el otoño de su vida, cerca de sus hijos, se dedica a
escribir en este bello León que la vio nacer, recordando la historia de
su gran amor y añorando el pasado…
Una lágrima cae del ojo invisible de una estrella, no la dejó nunca
su gran amor, Alejandro, sólo tomó otro punto geográfico del
inmenso universo donde las mortales heridas fueron a curarse en las
manos de Dios.
Por él y por ella; aunque fuera un instante, de sólo es la vida, el
tiempo se detuvo… por amor.
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ÍNDICE
Capítulo I
La famosa feria de Santiago Apóstol………………….……….6
Capítulo II
La Familia ……………………………………………..……..10
Capítulo III
Alejandro ……………………………………………………..16
Capítulo IV
Grupo de teatro experimental “Catalina D’Erzell”…….……..18
Capítulo V
Bodas de plata de Alejandro y Mariana………………………23
Capítulo VI
El día de la boda………………………………………..……..24
Capítulo VII
“Nachita”………………………………………………...……27
Capítulo VIII
Enfermedad de Alejandro……………………………………..32
Capítulo IX
Y… El tiempo se detuvo………………………………….…..36
Capítulo X
Regreso y duelo en Silao………………………………….…..46
Capítulo XI
Y… ¿Ahora qué?.......................................................................49
Capítulo XII
Navidad 1968………………………………………………….52
64
Capítulo XIII
Seis años después………………..……………………………55
Capítulo XIV
Regreso al terruño……………………………………………..58
65
66
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