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Muñeca muertaAuthor(s): Liliana RamírezSource: Letras Femeninas, Vol. 22, No. 1/2 (PRIMAVERA-OTOÑO 1996), p. 291Published by: Asociacion Internacional de Literatura y Cultura Femenina HispanicaStable URL: http://www.jstor.org/stable/23021218 .
Accessed: 17/06/2014 02:36
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Resenas
Muneca muerta
Liliana Ramirez Colombia
Tia Teresa esta triste. Solo se despierta a llorar. Tiene los ojos hinchados, hinchados y ya la luna cafe casi no se le ve. Se ha puesto amarilla como el carton y yo creo que es porque a su pieza no le ha
entrado en todo el dia ni una gotica de sol. Parece que no viera ni
oyera. No le importa que el telefono no deje de sonar y la sala este
llena de gentes y de flores. jMi prima Mariana es muy mala! Hacerle
esto a la tia, jsolo por una muneca muerta!
Yo no vi a la Juanita meciendose en el estanque de lavar la ropa. Dicen que se veia muy bonita con sus ojos casi abiertos, la falda como
un globo y su pelo suelto y largo, regado por toda el agua. Nadie sabe
como atardecio ahi.
Mariana se levanto de la siesta y comenzo a buscarla. No estaba
en su pieza con los otros munecos, ni en el cuarto de costura de tia
Teresa, ni en la cocina. Siguio buscando en la sala del televisor, en el
comedor, en el patio. Oyo el goteo en el estanque, vio el agua
cayendo, cayendo y se asomo. Entonces, comenzo a llorar.
Nadie la pudo consolar. No valieron los Mariana ten este bombon; si quieres vamos ahora mismo a ver los payasos; te prometo que manana mismo te conseguimos otra igual a Juanita, con el mismo
vestido y todo; pero nina, si tienes un centenar de munecas mas.
No. Ella no quiso comer y no dejo de llorar hasta que se quedo dormida. Tia Teresa estuvo a su lado la noche entera, haciendole
cosquillitas en la cabeza. Cuando me sacaron del cuarto, estaban
todavia recostadas a lo media luna.
Esta manana, nadie tuvo tiempo de darse cuenta de que Mariana
no estaba en su cama. No nos habiamos terminado de despertar
siquiera, cuando llego el hombre del lago con que la muneca estaba
alia. Nadie alcanzo a prohibirme que saliera corriendo a verla, cuando
ya la habia encontrado. Mariana estaba alia en el medio. Se mecia
blanca, blanca, con su camisa de dormir hasta el talon, su pelo sin
trenzas y sus brazos extendidos, como recibiendo a Dios.
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