Palabras de Agradecimiento

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Directores presentes, autoridades, profesores, médicos invitados, caballeros, damas, familias, amistades y

conocidos, buen día a todos.

Es un honor poder estar el día de hoy aquí frente

a todos ustedes, en representación de los 60 médicos

internos que conformamos la generación de internos

del Hospital Juárez en este año 2005.

El motivo que nos trae a todos a este auditorio es

la celebración simbólica del final del ciclo médico universitario en este hospital, conocido tradicionalmente

como Internado médico de Pregrado.

Hace unos días mis compañeros me encomendaron la delicada labor de hacer una reflexión, a 11 meses, de esta etapa formativa trascendental pero efí-

mera. Por supuesto lo que a continuación pronunciaré

no queda exento de discordar con opiniones encontradas; sin embargo, en la búsqueda del consenso rescato

a continuación el sentir del grueso de mi comunidad

y de no ser cierto, espero que ellos al final lo hagan

notar.

Los aquí presentes, prometedores médicos del ma-

ñana, en este año que aconteció llegamos al Juárez con

imágenes idealizadas sobre lo que es la vida intrahospitalaria, afrontamos desde el primer día la realidad que

cada sitio, cada servicio y cada persona nos puso de

frente y comprobamos hoy, cuando este 2005 alcanza

su fin, las oportunidades verdaderas que ofrece a los

médicos internos, un sitio como éste.

Enumerar todo ello no es sencillo y no es mi propó-

sito en esta ocasión hacerlo. Ya cada uno de nosotros

lleva para si sus historias, sean éstas multicolores o

crudas, simples, tristes amorosas o inimaginables. Ya

contarán dentro de poco –como otros tantos médicos

han hecho– todo lo que entregaron de su vida a este

sitio y de ello, qué tanto se llevan a cambio. En cambio sí he considerado de gran valor ofrecerles a todos los aquí presentes el contexto, la trama

en la que todas estas historias de vida se dieron y

seguirán dando. Porque a lo lejos siempre resultará

sencillo recordar lo que hace meses fue duro y cansado, pero cuántas veces usaremos como marco para la

transformación el origen de lo que hace del internado

una etapa sumamente difícil e injusta, porque no es

verdad que todo en el internado debe seguir como lo

es hasta ahora. Si nuestra generación, como otras

tantas, termina con éxito este periodo, no traduce ello

que el Internado médico de Pregrado esté en su punto

y de hecho resulta evidente que hasta el día de hoy

dista mucho de ello.

Las muestras de lo que digo están sobradas y para

no permitirle a nadie de los presentes la duda, permí-

tanme enterarlos.

Que desde la concepción de nuestra figura, la NorMa Oficial Mexicana dice, por ejemplo, que debe haber

un médico interno por cada cinco camas censables

cuando nosotros aquí nos desarrollamos en un sitio

que supera continuamente esta proporción dando como

consecuencia servicios saturados, exceso de trabajo

y consecuentemente descuido en la academia y mala

calidad en la atención.

O cuando al definirnos en función del rol que ocupamos, tratan de emplearnos como becarios que reciben

por cada 185 horas de trabajo quincenal tan solo 425

pesos, es decir 2.30 pesos por cada hora de trabajo

en este sitio.

Con la jerarquía más baja en el ámbito médico, con

el trabajo más duro, con el menor tiempo de experiencia y entrenamiento en la vida intra hospitalaria y

escasa vida académica, llegamos aquí hace más de 11

meses a cubrir un sitio fundamental para el desarrollo

diario de este gran hospital; a realizar el trabajo que

ningún otro médico quiere hacer.

No se me olvida que en nuestra agenda están programadas sesiones académicas, que estamos presentes en lo tradicionales pases de visita, que atendemos

partos y revisamos pacientes en urgencias, perotambién ocupamos gran parte de nuestro tiempo en

rellenar papelería, recoger, tramitar, traer, llevar, buscar,

acomodar y tener a la mano todo lo que el resto de

los médicos necesitan para seguir haciendo su trabajo

sin complicaciones.

Ahí, en ese contexto, en ese sitio es que existimos,

no en las notas, en los censos, en las listas de los uniformes nuevos o en el control del personal medico que

puede autorizar un estudio, pedir un equipo o indicar

alguna medida terapéutica a los pacientes.

Que nos dejen de mentir las altas autoridades, no

estamos aquí para lo que ellos hacen creernos. Se nos

llama médicos pero nadie o muy pocos cree en nosotros como ello. Porque sobra en este hospital gente

que nos menosprecia, que nos ven sólo como un

instrumento y si nos dicen médicos es para pedirnos

un favor o para enviarnos con alguien más a resolver

algún asunto.

Del internado médico nadie quiere hablar porque a

nadie conviene saber cómo es que se sigue, generación

tras generación, heredando tan ambigua situación.

Lo que resulta claro sin temor a equivocarme es que

las altas autoridades se han preocupado por diseñar la

forma de que no libremos un sólo día de trabajo en el

hospital, más que por garantizar un desarrollo pleno de

nosotros mismos con los componentes de academia,

investigación y servicio en la proporción justa que necesitamos para ser los médicos que el país necesita.

Pero basta de evidencias, afortunadamente hoy

tengo, al igual que todos ustedes, el gusto de presenciar un gesto de interés a los internos, por parte de

mis autoridades.

Se me invitó aquí para decir en breves palabras lo

que ha significado este año de internado en el hospital

y despedirme de él a nombre de mis pares.

Compañeros internos, una disculpa desde el fondo

de mi persona si es que hoy no he dicho lo que esperaban. A ustedes les debo mucho, con ustedes padecí

de tanto en este hospital. En el hombro de ustedes

me he apoyado y bajo su brazo he sentido el calor del

compañerismo y la fraternidad. A ustedes me dirijo

cuando creo que las cosas pueden transformarse hacia

rumbos mejores. Porque aún los veo como el primer

día, cuando no nos conocíamos, cuando cada uno

de nosotros traía dentro de sí sus propios sueños y

utopías, esperanzas y anhelos intactos, bajo el pulcro

uniforme blanco.

Compañeros míos, aunque hoy no haya dicho lo

que se esperaba, demuestro que somos consecuentes, que no seremos nosotros de las generaciones que

con hipocresía dicen a todos “gracias”, pero se van con

grandes dolencias escondidas, con temores y frustraciones, como muchos de los otrora médicos internos

de generaciones pasadas que hoy ocupan lugares en

la residencia con trampas; que callan, que temen y que

no se atreven ni han atrevido a nada.

Autoridades presentes, los invito a la reflexión

constructiva del Internado médico de Pregrado en su

hospital; porque a estas alturas del conocimiento y los

logros alcanzados por las Universidades y la sociedad,

un Internado médico de Pregrado no tiene por qué

ser así.

Sé que desde hace 35 años la matrícula de médicos

ha crecido de forma exponencial y de manera proporcional ha disminuido la cantidad de profesionales que

auxilian al médico, principalmente enfermería y trabajadores sociales, por lo que tenemos los más jóvenes

que cubrir cada vez más esos espacios.

Sé que a estos días las políticas de salud, tras ser

solo promesas incumplidas, se encuentran en la encrucijada de su derrumbe o radical transformación.

Se que la población crece y además exige alta

calidad en su atención sobre marcos legales cada vez

mas imbricados.

Pero sépase que nosotros seremos los principales

factores de transformación para el país, en materia de

salud, en los años por venir.

Por eso hoy, ante esta prometedora generación

de médicos que culminaron su período formativo con

éxito, frente a estas autoridades que llegan a darle

fuerza a un centro de gran asistencia sanitaria de la

altura del Hospital Juárez, invito a que nos atrevamos

a reiniciar el autojuicio y la transformación propia y

colectiva en su justa medida para ofrecerle a la población, nuestros verdaderos dirigentes, los médicos

generales, especialistas, investigadores, profesores y

profesionales que el país necesita.

Ex-médicos Internos, ya Pasantes en Servicio Social, lleven con ustedes sus anécdotas para ser experimentados, sus conocimientos para retar a la enfermedad prevalente, sus destrezas y habilidades para

devolver la homeostasia al paciente atormentado.

Lleven consigo también esos momentos de alegría, de

tristeza, de dolor, de asombro, y lleven consigo este

humilde y franco mensaje que nace de vivirlos, de vivirnos juntos en este año que, sin embargo, valió la pena

como ningún otro año en nuestra etapa formativa.

A punto de revolucionarse la clínica con la nueva

medicina que trae este siglo veintiuno, con paradigmas

biopsicosociales imbricados y complejos, con la altí-

sima tecnología que está alcanzando cada vez más

espacios, bajo un entorno global que exige la preparación profesional más completa en toda la historia de

las profesiones es que estamos aquí, sobre un punto

parados a punto también de ser parte de esa gran

oleada de cambios que llegan gracias al desarrollo

pleno del ser humano en la búsqueda de la integración y el entendimiento amplio de la practica medica

cotidiana.

Por mi raza hablará el espíritu. Universidad Nacional

Autónoma de méxico.

Bien, verdad y justicia. Centro Cultural Universitario

Justo Sierra.

mazan moquetzacan, nicnihuan in calli ixcahuicopa.

Universidad Autónoma metropolitana.

Despedir a un colega con el cual se han compartido desafíos, logros y fracasos es siempre triste, pero

cuando el colega, además es amigo, la despedida

resulta doblemente triste. Gracias.

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