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MARCELA DEL RÍO REYES
de nuestra portada
pluma o bandera de huelga (primera parte)
La historia oficial y la participación de la mujer
s sabido que la historia de una batalla la escri-
ben los vencedores, sólo que los vencedores no
son sólo los partidarios de uno de los bandos en
lucha, sino también el «hombre» esto es, el género masculi-
no. Por eso en la historia oficial, el papel jugado por las mu-
jeres se minimiza hasta dimensiones microscópicas.
En la Revolución Mexicana, las «desobedientes» com-
batieron en todos los planos: lo mismo con el fusil en la ma-
no y las cananas cruzadas al pecho, que con la pluma diri-
giendo periódicos subversivos o escribiendo proclamas, cartas
o artículos en los que explicaban las injusticias o incitaban
a la lucha. Lo mismo servían de correo en la conspiración
clandestina, que tomaban la aguja, para coser banderas, o el
bisturí para amputar miembros heridos, en las filas de com-
bate. Para ellas, era igual cocinar para alimentar a los revo-
lucionarios, que fabricar o contrabandear armas para ali-
mentar a la revolución misma.
Sin embargo, para saber de su lucha hay que escarbar
en archivos polvorientos, preguntar verbalmente a los sobre-
vivientes, deducir de frases perdidas entre los libros de his-
toria escritos sobre la Revolución, en la que parece que los
hombres fueron los únicos que combatieron. Sólo un movi-
miento revolucionario dio su lugar a la mujer: el magonis-
mo. Los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, funda-
dores del Partido Liberal, comprendieron la igualdad de
los dos sexos y dispusieron puestos directivos de acuerdo
a los méritos y no al sexo de los combatientes. Lamenta-
blemente, como también los hermanos Magón fueron ven-
cidos en la lucha, el propio papel del magonismo ha sido tan
disminuido en la historia oficial de la Revolución, como lo
ha sido el de las mujeres.
En la entrevista que hizo Samuel Kaplan a Enrique Flo-
res Magón, éste narra algunas conversaciones entre él y su
hermano Ricardo:
–Ahora mira, Enrique –dijo Ricardo– la capacidad para
servir debe ser la primera condición para la dirección. ¡Sin
importar el sexo!
–La subordinación de las mujeres a los hombres en
México –dije a Ricardo–, es una humillante herencia de los
siglos. Debe ser suprimida.
Movió su cabeza.
–¿Por qué no? Disgusta ver a maridos que tratan a sus
mujeres como si fueran ellas de un orden inferior en la
creación. (Kaplan, 1958, 168)1
Así, durante la primera década del siglo XX, en la que se
luchaba contra el régimen del dictador Porfirio Díaz, Sal-
vina Rembao y su hermano Manuel, sostuvieron el movi-
miento rebelde magonista en Chihuahua y en casi toda la
región de La Laguna. En la ciudad de México y en parte del
Estado de México, fue Modesta Abascal quien lo dirigió. Su
oficina era el cuartel general de recibo para transmitir co-
rrespondencia a otros jefes. En el estado de Veracruz, la
delegada de los magonistas era Donaciana Salas. Ella no
mantenía residencia fija: iba de un lugar a otro, tanto para
no llamar la atención de la policía secreta, como para ser-
vir de contacto entre los liberales. Igual que los dirigentes
masculinos, ellas usaban pseudónimos para no ser identi-
ficadas. La lucha clandestina era tan peligrosa para el hom-
bre como para la mujer. La propia esposa de Enrique Flores
Magón, Teresa Arteaga, fue una de las activistas del movi-
miento magonista, aún desde antes de casarse con él. Ella
viajaba por varios estados de la república llevando instruc-
E
ciones. De acuerdo al relato de Enrique, las misiones que
ella desempeñó fueron muy delicadas y peligrosas. En reco-
nocimiento, los partidarios del partido liberal del Estado de
Veracruz la fueron ascendiendo de un grado militar a otro,
hasta que alcanzó el de capitán primero. En 1908 fue dele-
gada general de la Junta Organizadora del Partido Liberal, y
en esa calidad entregó instrucciones de la Junta a todos los
delegados que asistieron. El partido recibió auxilio de las
mujeres en muchas formas, inclusive trasladando armas de
los Estados Unidos a México, Enrique explica a Kaplan có-
mo pasaban las armas de Estados Unidos a México:
Nuestras camaradas femeninas las contrabandeaban
(las armas) de El Paso. En el pecho del vestido, bajo el cor-
sé, ocultaban revólveres; alrededor de la cintura, cartuchos.
Otras llevaban entre las piernas un Winchester, desarmado
en mitades, suspendido de una cuerda fuerte alrededor de
la cintura. El método de las jóvenes para vencer la oposi-
ción era directo y devastador. Al acercarse primero a los hom-
bres de la aduana americana, y luego a los mexicanos, abrían
las baterías de sus negros y grandes ojos, la coqueta curva-
tura de sus sonrientes y rojos labios, el encanto de sus
esbeltos cuerpos. Ofuscados hasta la impotencia, los hipnoti-
zados oficiales les permitían pasar sin registro físico. Las
mujeres a quienes la atolondrada Naturaleza les había con-
cedido un pecho plano, se ponían bombas de dinamita
en el corsé, lo cual, por el momento, corregía las distracciones
de la Naturaleza. Y capacitaba a estas valientes camaradas a
servir noblemente a la causa. (Kaplan 1958, 206-07)
En 1959, la desaparecida escritora Ángeles Mendieta
Alatorre, entonces investigadora del Instituto Nacional de
Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, se dedicó a
buscar datos sobre la participación de la mujer en el movi-
miento rebelde, publicando un valioso libro: La mujer en la
Revolución Mexicana que vino a ser el primer paso serio
para el reconocimiento de las actividades patrióticas de la
mujer en la Revolución.
Un psicoanalista, Santiago Ramírez, habrá de recono-
cer que es en el movimiento revolucionario, cuando por
primera vez en la historia de México la mujer puede parti-
cipar codo con codo con el hombre en su lucha por derro-
car la dictadura:
…durante la Revolución, época en la cual podemos
expresar socioculturalmente que se lucha contra el padre, el
mexicano se vincula a la mujer otorgándole una jerarquía
de compañera. Por primera vez en la historia de México, la
mujer desarrolla sus posibilidades al lado del hombre, en
una lucha social, separándose de la cuna del hijo. En la lírica
revolucionaria, «La Adelita», «La Valentina», etcétera, son
cantos a la compañera. La posibilidad de un contacto entre
el hombre y la mujer, adquirió su máxima expresión duran-
te la Revolución.” (Ramírez 1959, 124)2
Pero si bien la documentación fotográfica de la Re-
volución ha mostrado a las soldaderas, luchando con el
fusil en la mano, haciendo imposible el negar su participa-
ción, la historia oficial ha tratado de crear una idea folkló-
rica y romántica de esa participación de la mujer en la
Revolución, llamándola con frases como “compañera de los
Juanes” u otras parecidas, para ocultar así su papel de lu-
chadora consciente y cuántas veces heroica, a nivel iguali-
tario con el hombre. En las novelas de la Revolución suelen
aparecer fugazmente las mujeres, como enfermeras o como
combatientes en los campos de batalla, como ejemplo, pue-
de citarse este diálogo entre dos soldados federales huer-
tistas en Tropa vieja:
–¿Qué quere?’ no me jale, que voy de prisa.
–¡Quién se ocupa de usted! ¿Dónde están las demás
mujeres?
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Marcela del Río
–Por ai vienen atrás, todas regadas. Suélteme, que voy
a buscar a mi viejo.
–¿Oiste? –me dijo Carmona– las mujeres también se
salieron; ¡que machas son! (Urquizo 1971, 450)
Distintas formas de heroísmo de la mujer
Desde las precursoras clandestinas y las periodistas, hasta
las combatientes que perdieron la vida en los campos de
batalla o que fueron golpeadas, torturadas o violadas, las
mujeres que lucharon por cambiar la explotación, por justi-
cia social, fueron tan capaces de heroísmo, como los hom-
bres revolucionarios.
Tanto en las luchas clandestinas que precedieron al
estallido revolucionario, como en el campo de batalla, o en
el combate político que siguió, una vez que llegó al poder
el primer caudillo revolucionario, la mujer cumplió misio-
nes delicadas y heroicas, muchas veces con sacrificio de su
vida. Imposible hablar de todas, porque además la historia
ha olvidado la mayoría de sus nombres, sin embargo, pue-
den señalarse ejemplos de algunos de los campos en los
que la mujer dejó el mullido bienestar de la inconsciencia,
para luchar con las posibilidades a su alcance en la lucha
revolucionaria en contra de la dictadura.
Las precursoras: Carmen Serdán y las hermanas
Narváez Bautista
Un estudio sobre la participación de la mujer en la Revo-
lución Mexicana no puede estar completo sin el nombre de
la figura relevante de Carmen Serdán, hermana de Aquiles
Serdán, cuyo asesinato fue el detonador que prendió la me-
cha que hizo estallar la Revolución en todo el país. Y junto
a Carmen, el nombre de dos de las activistas más destaca-
das de la Revolución, las hermanas Guadalupe y Rosa Nar-
váez Bautista.
Desde que su hermano Aquiles vivía, Carmen Serdán
fue una trabajadora incansable en la campaña antirreelec-
cionista de Francisco I. Madero. Su pseudónimo en las acti-
vidades clandestinas era masculino, la llamaban: Marcos
Serrato. Cuando su hermano salió del país, en 1910, ella
viajó a San Antonio Texas para llevarle fondos. Al regreso de
los hermanos a la ciudad de Puebla, se encontraba con su
hermano cuando la casa de la familia Serdán fue atacada
por el ejército federal porfirista y por la policía del propio
estado de Puebla. Llevando el rifle en la mano, ella salió
al balcón de la casa para lanzar una arenga a la voz de
“¡Viva la no reelección!” Fue allí cuando recibió una bala
y así herida fue conducida junto con su madre y la espo-
sa de Aquiles a la cárcel de La Merced, pasando de allí al
hospital municipal de San Pedro. Muerto Aquiles, alivia-
da de su herida y de regreso en su casa, continuó su labor
en las filas antirreleccionistas. Dentro del ejército consti-
tucionalista, en las filas de Carranza, se dedicó a la enfer-
mería.
En los documentos conservados en los archivos de la
Secretaría de la Defensa de México, se consignan hechos
que la historia se ha cuidado muy bien de ocultar, por ejem-
plo la actividad revolucionaria de las hermanas Narváez
Bautista. Ellas coordinaban operaciones estratégicas de
enlace entre el Centro Antirreleccionista de Puebla y la línea
de fuego de la ciudad de México, además, fabricaban armas
y las enviaban a los combatientes.
…hay una tarjeta fechada por el correo el 5 de agosto de
1914 dirigida a “María Gómez”, seudónimo de Guadalu-
pe Narváez Bautista (D/112/213, Sría de la Defensa), que dice
textualmente; «México, agosto 5 de 1914. Señorita María
Gómez. Puebla. –Mucho agradeceré mande hacer inmediata-
mente 200 bombas dobles «impermeables» y las remi
ta por express, pues urgen mucho. Sin más por ahora, de-
seando estén bien, se despide su amiga que las estima.–
Soledad P. de Vizcaíno. (Mendieta 1961,54-55)
De acuerdo a la información testimonial de su herma-
na Guadalupe, el mecanismo clandestino de enlace se hacía
a través de la iglesia. Rosa Narváez Bautista se dirigía a un
confesionario de la Catedral con un paquete conteniendo
pólvora, melenita y dinamita que les proporcionaba un tío
de los hermanos Aquiles y Carmen Serdán, su nombre era
Miguel Rosales, y era dueño de una tlapalería llamada «El
Candado». Una mensajera tomaba el paquete y lo llevaba a
la sierra de Puebla y de allí volvían las bombas ya prepara-
das en un tren de entrego de carbón. La fabricación era
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completamente rústica. Estaban hechas con perillas de ca-
ma de latón, o con barro. Las armas y bombas eran escon-
didas entre alfileres, botones, pasadores para el cabello y
otras mercancías inofensivas. La contraseña de identifica-
ción, para reconocer al contacto, era que la persona que
pidiera la mercancía se pusiera un fistol en la boca. Esa
actividad revolucionaria fue desarrollada por las herma-
nas Narváez desde 1909, esto es, desde antes de iniciar-
se la lucha armada. En otra acta inédita, encontrada por
Ángeles Mendieta en los archivos de la Secretaría de la
Defensa Nacional, figura la siguiente información:
En la ciudad de Puebla, el día veinticinco de diciembre
del año de mil novecientos diez, a las once horas de la
noche, presentes en el Instituto de las señoritas profesoras
Rosa y Guadalupe Narváez Bautista, ubicado en las calles
de Iglesias número nueve, se procedió a la organización de
una Junta con el fin de seguir la lucha revolucionaria para
ponerse de acuerdo con el señor Francisco I. Madero por
haber caído asesinado el valiente y patriota Aquiles Serdán,
quien dirigió todos los trabajos de la conspiración para el
derrocamiento de la dictadura porfiriana. No teniendo otro
asunto que tratar se procedió a firmar el acta respectiva.
Guadalupe Narváez B., Gilberto Carrillo, Celsa Magno, Luz
Mejía, Juan Cuamatzi, Andrés Campos. (Mendieta 1961, 55)
Un manuscrito original de Carmen Serdán se encuentra
en el mismo archivo (Exp. D/112/314) y ella es la primera en
reconocer la actividad revolucionaria de las hermanas
Narváez:
Certifico que la señorita profesora Guadalupe Nar- váez
Bautista viene desempeñando trabajos revolucionarios
desde el año de 1909, de acuerdo con el farmacéutico,
Diódoro Suárez, correligionario de Aquiles (…) uno de sus
primeros trabajos que se llevaron a efecto, fue la unificación
del movimiento de algunos correligionarios que se queda-
ron dispersos con motivo del asesinato de mi hermano
Aquiles. – Carmen Serdán. (Mendieta 1961, 55-56)
La documentación demuestra que Carmen Serdán y las
hermanas Narváez fueron de las primeras colaborado-
ras del movimiento maderista y que ante la dispersión y
desorientación originadas por el asesinato de Aquiles Ser-
dán, ellas no sólo conservaron su sangre fría sino que fue-
ron capaces de reorganizar el trabajo clandestino y la dis-
tribución de armas, correos de noticias y órdenes. Como
verdaderas conspiradoras, tenían sus seudónimos. Así co-
mo Carmen Serdán era “Marcos Serrato,” Guadalupe
Narváez era “María Gómez” y Rosa Narváez se hacía llamar
“Rosa Nervo.” También realizaron trabajo de imprenta, impri-
miendo proclamas. Una de éstas fue redactada por Carmen
Serdán mientras ella se encontraba prisionera en la cárcel de
Puebla. Otra fue publicada en el periódico El independiente,
con fecha 11 de julio de 1913, por ella se sabe del cateo que
se hizo a la casa de Carmen por orden de Huerta. Se cono-
ce otra proclama posterior, fechada el 21 de abril de 1914 que
fue repartida en los campos revolucionarios cuando la inva-
sión norteamericana.
Venustiano Carranza llegó a comisionar a Guadalupe
Narváez para transportar a los familiares de algunos revo-
lucionarios y para gestionar la posibilidad de hablar per-
sonalmente con el Gral. Emiliano Zapata.
Todas estas actividades prueban que las mujeres no
sólo fueron «compañeras de los Juanes», que es el papel al
que la historia quiere reducir a las soldaderas, sino que tam-
bién tomaban parte directa en la lucha armada. En la Junta
Revolucionaria presidida por Carmen Serdán figuraban
numerosas mujeres, entre ellas Isabel Cuamatzi, Victoria J.
Zelén y María Velasco de Cañas, que era la secretaria. En un
artículo de El Universal, los autores Enrique y Jesús Flores
Magón nombran, además de a Carmen Serdán, a Margarita
Ortega y a Rosaura Gortari que fueron arrastradas por el de-
sierto a cabeza de silla en Mexicali y fusiladas en el Paso del
Púlpito por no haber revelado los secretos de la Junta Or-
ganizadora del Partido Liberal Mexicano. Nombra también a
Lucrecia Toriz, a Silvina Rembao de Trejo, a Modesta G. Abas-
cal, a Donaciana Salas y a Teresa Arteaga de Flores Magón,
entre otras.
NOTAS
1El volumen Combatimos la tiranía, de Samuel Kaplan lleva como sub-título: Un pionero revolucionario mexicano cuenta su historia a SamuelKaplan. Ese pionero es Enrique, el más joven de los tres hermanos: Jesús,Ricardo y Enrique Flores Magón. Trad. Jesús Amaya Topete. México: InstitutoNacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1958.
2Texto también citado por Ángeles Mendieta Alatorre en su libro Lamujer en la Revolución Mexicana. México: UNAM, 1961, 26-27.
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ALBERTO DALLAL
a perennidad y eternidad de la literatura (por lo
menos hasta que la especie humana se autoin-
mole en la destrucción total del planeta Tierra,
tal como lo conocemos) radica en el universo de capacida-
des que le ofrece y le otorga al ser humano para sobrevivir
entendiendo su vida histórica, es decir, su cultura. Cierta-
mente, la literatura, no importa cuáles sean sus capacida-
des de abstracción y de expresividad subjetiva, surge y
“habla” de lo concreto.
La literatura “se nos da” a través del lenguaje discursi-
vo (hablado o escrito) y su evolución, desarrollo y perfec-
cionamiento es una de las más altas cimas alcanzadas por
el ser humano. Al “consumir” literatura (al aprender a leer-
la e interpretarla, al “decirla”, al hacerla “nuestra”) percibi-
mos, asimilamos y al fin entendemos, mediante intuiciones
e imágenes internas, a veces colectivas, a veces personales,
aspectos parciales o completos de nuestra realidad y de la
realidad del que la crea. Incluso percibimos la realidad
misma, en bloque, a través de las obras literarias paradig-
máticas y señeras.
La invención del lenguaje discursivo es el hito sagaz
de nuestro deambular como especie: el reflejo manipulable
y práctico que nos permitió, en palabras y sus combinacio-
nes con sentido, comenzar a crear en la mente individual, en
la mentalidad colectiva de la comunidad, el reflejo objetivo
de la realidad. Aunque la historia de los pueblos también ha
quedado registrada en los movimientos y secuencias de la
danza y en las variadísimas imágenes pictóricas y plásticas,
y aun en las musicales, la escritura de la historia resulta el
más manipulable y comprensible de los medios utilizados
por los seres humanos para “hacerse de”, familiarizarse
con su propia historia. Si en el ámbito de la ciencia el paso
al establecimiento de un registro matemático culmina la
comprobación de una propuesta, de un descubrimiento, de
una observación, la historia y las leyes básicamente pueden
ser registradas mediante medios literarios, es decir, escritu-
rales.
Naturalmente, este eficaz instrumento nació con todas
las características de subjetividad posibles pero en su mis-
mo seno brotaron los métodos y medios de objetividad
indispensables para entrar en el verdadero conocimiento de
todos los aspectos de la realidad también posibles. Por
ejemplo, al ponerle un nombre a cada dios, a cada repre-
sentación trans-real, el ingenio primitivo permitió agrupar,
en ese nombre y dios, un grupo de fenómenos o un fenó-
meno entero que adquiría así, mediante representación aun
simbólica, una estructura descriptiva, un registro “manipu-
lable”, una primera clasificación de elementos integrantes e
integradores. Walter Benjamín afirmó contundente: “La es-
critura se ha convertido, junto con la lengua, en un archivo
de semejanzas no sensibles, de correspondencias inmate-
riales…”
Desarrollamos tan sorprendente y hábilmente (como
otras actividades) esta veta-reflejo-registro de nuestra civi-
lización que aun en las culturas primitivas, en los “prime-
ros pasos” de cada grupo humano, resulta posible percibir
la transformación de sonidos inclasificables o gruñidos en
claves de comunicación inmediata que con el tiempo ad-
quieren su ubicación plástica, su representación en imagen,
su clave visible, a su vez con cualidades combinatorias que
le permiten convertirse, paulatinamente, en sistema utiliza-
Fenomenologíadel merequetengue
L
ble de registro y comunicación. De esta manera, en el arte
literario se multiplica, combina, transfigura históricamente
un universo pleno que, al principio de manera local, va uni-
versalizando sus procedimientos. En la actualidad pertene-
cemos simultáneamente a una literatura local, nacional y/o
universal que a la vez que nos contiene y nos justifica,
nos ubica culturalmente: semejantes nuestros podrán
entendernos, aun sin observarnos directamente, aquí y/o
ahora, pero también en distintas y muy variadas coordena-
das del tiempo y del espacio.
El enriquecimiento de las lenguas (hasta convertir en
logros sus adiciones) resulta ejercicio espontáneo de los
grupos humanos, ya sean estos clases sociales, camarillas,
miembros de pandillas o gente del pueblo a secas. Pero asi-
mismo y aun simultáneamente los escritores especializados
y profesionales (periodistas, literatos, merolicos, declama-
dores, actores, vendedores, albureros) resultan inventores
de vocablos, frases, exclamaciones (y por tanto “represen-
taciones”, símbolos o vocablos descriptivos e interpretati-
vos) que a veces se incrustan, se diseminan, a veces se ad-
hieren suavemente a la lengua local o nacional con su carga
expresiva y con su caudal de claves para el conocimiento de
aspectos culturales y sociales del emisor y del usuario. Son
la venganza popular a los esfuerzos de encasillamiento y
“sistematización” que los académicos de cada lengua impli-
can y producen, funciones que, también afortunadamente,
se convierten en los datos básicos de la historia de cada
lengua, sus yuxtaposiciones culturales, sus explosiones
creativas.
La cotidiana lectura de los géneros literarios tradi-
cionales (locales, nacionales, internacionales: cuento, no-
vela, poesía, ensayo, arte dramático, crónica y todos sus
machihembrados y variaciones posibles) resulta, por lo an-
terior, no sólo una costumbre aconsejable para todo ser
humano sino también una especie de obligatoria “entrada
en materia” para descifrar, entender, interpretar los aconte-
cimientos y las “culturas” que día con día se desenvuelven
en la realidad social que todos, auténticamente la totalidad
de los seres humanos que habitamos hoy el Globo Te-
rráqueo, vivimos, gozamos y sufrimos. Esta “instrumenta-
ción literaria” la necesitamos e invocamos no sólo en vista
de las habilidades que adquiere el lector por el hecho mis-
mo de hacerse de un operativo, agradable y hasta poderoso
instrumento de comprensión; en ella asimismo se reflejarán
sistemática y aun inesperadamente los conocimientos, las
habilidades, las certezas de un escritor o de un grupo social.
Serán elementos suficientes para indicarle, describirle, in-
terpretarle al lector y a los otros, a los demás, la historia y
ubicación de la vida personal y de la realidad social.
Pero la acumulación de datos, cifras, modos de acción,
naturaleza de cometidos, descripción de escenarios, etcétera,
que la asimilación literaria propicia también se convierte en
sistema personal de acción mental y cultural de análisis,
toda vez que la realidad misma, anterior o actual a la vida
del lector “pensante” o intuitivo, va a reflejarse en este “ins-
trumento” funcional: será indispensable para el trabajo de
pensar y aun de pensarse; se convertirá en instrumento
invaluable incluso para descifrar los demás lenguajes: ma-
temático, astral, geométrico, visual, etcétera. Puede este pro-
tagonista de la realidad inmediata completar, echar mano
de otro tipo de lenguajes y de conocimientos (imágenes,
fórmulas matemáticas, ciencias, expresiones artísticas) pa-
ra su cotidiano transcurrir, toda vez que la manipulación de
las “claves” literarias completan, hacen nacer, describen,
“dan pie”, instrumentan algunos de los otros lenguajes. De
todas maneras, aun en su manipulación aislada (y hasta
secreta porque la llevamos en la mente), el “sistema” literario
les basta a muchos (¿la mayoría?) para entrar comprensible-
mente en contacto con una realidad objetiva y subjetiva, inme-
diata, histórica en la cual nos movemos en todo momento y la
cual, aun con los embates desproporcionados de la publicidad
y de los medios masivos de comunicación actuales, nos expli-
ca y nos permite pensar y actuar con lógica histórica y refe-
rencial, es decir, centrándonos en lo concreto.
Se inventa filosofía y, por tanto, visión del mundo por
medio de la manipulación de este lenguaje convertido en
literatura o traspasado por ella. No es otro el logro de Jorge
Portilla en su Fenomenología del relajo. Nos demostró este
autor que era una conducta, una forma de comportamiento
lo que en México “lleva el nombre de relajo”. Una manera
de ser, un “tratamiento” de la realidad. Portilla explicó cla-
ramente que “el relajo suspende la seriedad, es decir, can-
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cela la respuesta normal al valor, desligándome del com-
promiso de su realización…” Y explicó las tres etapas del
relajo cuando nos echamos a cuestas la tarea de “echar
relajo”: 1 “un desplazamiento de la atención”; 2 “una toma
de posición (en que ocurre) una desolidarización del valor
que le es propuesto…” y 3 “una acción… con gesto o la
palabra… una invitación a otros… para que participen con-
migo en esa desolidarización…” ¿Y quién en México no sólo
no ha “echado relajo” sino no ha observado cómo en actos
vacuos o trascendentales surge el relajo? Incluso en situa-
ciones de suma importancia para la política, la historia, el
futuro del país surgen las actitudes y los términos del mexi-
cano relajo: “los malosos”, “apuesto dos por uno”, “¿y yo
por qué?”, “cañonazos de…” que logran que la población se
aparte de la solución del problema y, sobre todo, de su
capacidad de conciencia para ella misma poner o imponer
las soluciones.
Siguiendo los pasos de Portilla y en una especie de ho-
menaje al habla y al lenguaje del mexicano me permito pro-
poner ahora que se hagan estudios sobre la verdadera natu-
raleza en el alma nacional del Merequetengue. Apunto una
posible definición: “Fenómeno que se refiere a la acción de
uno o de muchos para conducir una propuesta, un proyec-
to, una sugerencia o un plan de acción, o bien a su disolu-
ción en la nada, o bien al logro de exactamente lo contrario
de lo establecido o propuesto.”
Resulta muy difícil construir un Merequetengue; no
cualquier profesional, político, dirigente, empresario, crítico
o estudioso mexicano posee las capacidades innatas y cul-
turales que se requieren para lograr un Merequetengue. Se
necesita un especial auxilio incontrolable de las circunstan-
cias y de la historia para alcanzar tal cometido. Y no nece-
sito mencionar la base secular y hasta de ayuda divina para
acertar en un Merequetengue pues la racionalidad de la
especie humana misma es, a estas alturas, un portentoso
ejemplo: tras de desligarse, gracias a su racionalidad, de la
incontrolable e incontrolada naturaleza, la especie está por
lograr sus propias autodestrucción y extinción.
La historia de México se halla repleta de Merequeten-
gues evidentes: el proyecto de Moctezuma de tratar bien a los
teules; la invitación y traída de Maximiliano, emperador, para
que gobernaran las derechas y los conservadores; el logro
carrancista de al fin establecer una Constitución de avanza-
da que habría de acabar con imposiciones presidencialistas;
el tan predicado ahínco de Calles para acabar con caudillos
y caciques; la nacionalización de los bancos por López
Portillo; el Tratado de Libre Comercio con los Estados Uni-
dos; la erección, por los gobiernos revolucionarios, de sin-
dicatos centralizados y confederados; la extinción, por
ley, del ejido y del reparto de tierras; el “Programa Enciclo-
media”; elevar hasta el desconcierto los salarios y preben-
das de los diputados y senadores para lograr su “leal” con-
centración profesional.
Tal vez habrá que realizar una más profunda investiga-
ción en torno a esta enorme capacidad de algunos mexicanos
para idear, dirigir, implantar, conseguir un Merequetengue
pues las cualidades del fenómeno se hallan excelentemente
contenidas en el propio término y, además, en el contenido
casi ilimitado de cifras, reglamentos, leyes, estadísticas, no-
ticias, comentarios, etcétera, en el periodismo y en los me-
dios de comunicación masiva en México. Podríamos incluir-
los como operativo ejemplo de Merequetengue. ¿Destino o
sencilla aplicación de características innatas?
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MARÍA LUISA MENDOZA
osotros vivimos en la calle del Indio Triste, os-
curos los tiempos, solitarios los cuartos, con-
tados los peces y los panes. Pero afuera el sol
que no tiene madre, brilla como loco y hace enluzar las
hojas de los árboles; me gusta mucho asomarme al balcón
y recargada en el barandal pasarme las horas espiando a
los pájaros hacer su hermosa breve vida de saltarines pro-
digiosos, de perritos alados, de canicas celestiales, de men-
sajitos de Dios interrumpidos en una distracción divina.
Van, vienen, se enamoran, se pían pico a pico, se trepan el
uno en la otra, y las ramas nomás se balancean sonrientes.
El cielo es igual al de mis bisabuelos, quiero pensar al de
Tenochtitlan, o la capital del Virreinato, o la simple y llana
ciudad de México. Los conquistadores vinieron a ver el
mismo azul, las nubes socarronas, y en la noche la negru-
ra apedreada de estrellas entonces, entonces… Cuando voy
al centro siempre me viene la alocada certeza de atisbar la
misma sombra de los edificios, de la raya asoleada sobre
la banqueta, de la grandeza abierta del zócalo a lo lejos, o
las esquinas torciendo a mi derecha o a mi izquierda como
burlándose de mí o de mi abuela, o de mi chozna, o del
español de mi sangre, o del criollo o de los mestizos que
somos todos nosotros los Mendoza y los Romero. La mis-
ma ciudad, y en su sala de candil y carpetas, de tazas con
chocolate y pastas, doña Josefa Ortiz de Domínguez pien-
sa como yo haciendo tiempo al arribo de su marido el ex
Corregidor de la muy noble y bella ciudad de Querétaro.
Toda esta inútil entrada para hacer un pensamiento
amoroso por el montón de ángeles que es Ángeles Gon-
zález Gamio como cronista de la ciudad de México, dueña
de una prosa clara de agua en vaso, la cual hace entender
como si lo estuviéramos viviendo el Centro de la República
Mexicana hoy, y ayer describiéndola a fuerza de ir a entre-
vistar a la Corregidora doña Josefa, la hermosota señorona
de Querétaro que descorrió la cortina para hacer la Inde-
pendencia de nuestra patria teniendo en sus haberes la
conducción de una corregiduría de alta clase con alacenas
repletas, cuartos enjoyados, salas regias, comida del otro
mundo, y ella siempre señora, bien vestida, perfumada, gua-
pa como ella sola, recibiendo a los que iban a ser los héroes
de nuestra patria con todo y la oposición de su marido
y del clero, y de la milicia, pero cobijada por su concien
cia y por el sacerdote santo Miguel Hidalgo y Costilla y mi
amoroso guapo y varón Miguel Allende cuyo nombre habría
de cubrirme en una encomienda política con la cual me
bendijo Dios y la Nación.
Ángeles es El Montón de Ángeles, como yo le di-
go. Bella, inteligente, culta, trabajadora, suave, bondadosa,
N
Como está usted,
etcétera. Por eso, por ser quien es, la nieta preclara, la hija
perfecta, la madre diamantina y la compañera de todos
nosotros para gloria del Señor. Ese Montonal ha escrito un
libro precioso titulado Josefa Ortiz de Domínguez, donde va
a entrevistar a doña Josefa ya grande, viviendo en El Indio
Triste, después, mucho, de la Independencia, la cárcel, el
convento, el parto de una hija, y el regreso a la Capital al
lado de su esposo que parece “perdonar”, entre comillas, los
devaneos patrióticos de su esposa a la cual nunca compren-
dió bien a bien pero tuvo la hombría de seguir a su lado pese
a aquellos sismos políticos cambiantes del perfil de la Co-
lonia a un país libre y casi, digo, es un decir soberano. Hay
que recordar que faltaban cien años para la mera verdad…
Ángeles tiene un gran estilo suave que es tan difícil,
claro casi imposible, el bien educado, pocas veces leído es-
crito… Nos conduce a una ciudad metropolitana también
pocas veces vista. No quiero hacer la lista de los grandes rela-
tores-cronistas de a de veras, desde Hernán Cortés has-
ta Salvador Novo, pero mi Montoncito no les pide nada, es
una insólita hermandad con la prosa maravillosa del novelis-
ta Manuel Echeverría, él hablando del D.F. de hoy y Montón
del de doña Josefa. Hay que caminar en ambas prosas, por
favor. Ahora quedo con las “Charlas de Café” (que también así
se llama el libro) y la trasmutación que viví con su lectura y
sigo viviendo en la obsesión de un pasado único.
marialuisachinamendoza@yahoo.es
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El
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JORGE BRAVO
urante los nueve años que ha gobernado
el PAN no se ha otorgado una sola conce-
sión en radiodifusión que permita ampliar
la pluralidad y la competencia. Frente al desgano gu-
bernamental por impulsar una tercera cadena nacio-
nal (ya no para que ofrezca otras alternativas de en-
tretenimiento sino para que le permita al régimen sumar
al actual duopolio televisivo un tercer interlocutor) la
única medida que encontró el presidente Felipe Cal-
derón para impulsar el sector de las telecomunica-
ciones (el más dinámico de la economía y con un enor-
me valor de mercado) es la licitación de dos hilos de
fibra óptica de los 24 disponibles de la Comisión Fe-
deral de Electricidad (CFE), así como las bandas de
1.7, 1.9 y 2.1 GHz para los servicios de telefonía móvil
(que buscará ganar alguna Televisa para completar su
plan de negocios y su oferta de servicios), y de 3.4-3.6
GHz para el acceso inalámbrico fijo.
El tema de la fibra óptica ha sido colocado por el
Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) como la
manzana de la discordia y la causa del actual conflic-
to que se exacerbó con la liquidación de la compañía
de Luz y Fuerza del Centro el 17 de octubre. Lo cier-
to es que se trata de un tema delicado y complicado
técnicamente; apenas el 26 de octubre se dieron a
conocer las prebases para la licitación del par de
hilos de fibra óptica. Además, el tema se presta a la
tradicional especulación y sospechas de corrupción:
¿se resolverá la licitación una vez que se haya acor-
dado al operador ganador que, se presume, será la
española Telefónica Movistar, la única capaz de com-
petir con Telmex?
Cuando el Ejecutivo anunció el 18 de mayo la lici-
tación de dos hilos de fibra oscura (aquellos que no
tienen luz y, por lo tanto, no son utilizados por la
CFE), lo hizo para que el país contara con tres redes
troncales de cobertura nacional, “con lo que se incre-
mentará sustancialmente la competencia, la cobertu-
ra, la calidad y la convergencia en ese sector”.
Telmex posee la red de fibra óptica más extensa
del país con 105 mil kilómetros, seguida de los 19 mil
647 kilómetros de líneas de la CFE. Bestel posee la
tercera infraestructura más importante, con 6 mil ki-
lómetros de cableado óptico. Como consecuencia de
la accidentada orografía del país, no se cuenta con
una red de telecomunicaciones que cubra todo el
territorio nacional. A diferencia del espectro radioe-
léctrico, que es propiedad de la nación, la infraes-
tructura física y las redes que opera Telmex le perte-
necen a Carlos Slim. De ello se derivan los obstáculos
para propiciar la competencia entre redes y los eleva-
dos costos de interconexión. Además, el trazado de la
red, como es de esperar, obedece a razones de mer-
cado y de rentabilidad, y no a objetivos de cobertura
social.
La infraestructura eléctrica ya se ha utilizado en
otros países como Estados Unidos, Australia o Ar-
gentina para proveer servicios de telecomunicaciones
a bajos costos. En esas y otras latitudes se trata de
aprovechar la infraestructura existente erigida duran-
te décadas por empresas públicas y con cuantiosas
inversiones y recursos igualmente públicos. Puesto
que las telecomunicaciones, por definición, permiten
D
Fibra ópticay nuevas redes
la interconexión de redes, sería absurdo –aunque ocu-
rre en las zonas centro y norte de México– que cada ope-
rador construyera su propia infraestructura sobre las
rutas de un operador precedente. Quienes buscan com-
petir con Telmex ambicionan la red de fibra óptica de la
CFE porque ya está instalada y sólo hace falta la última
milla para proveer todo tipo de servicios de telecomuni-
caciones, principalmente de banda ancha, a través de
los tendidos del fluido eléctrico.
Desde luego, los nuevos operadores no son más
generosos que Telmex: buscan la menor inversión posi-
ble y el máximo de rentabilidad (aunque las prebases
exigen que el ganador de la licitación deberá construir
34 segmentos complementarios de mil 739 kilómetros).
Tampoco les interesa llegar a los lugares donde no exis-
te acceso a Internet o cobertura de telefonía móvil; ni
siquiera crear nuevos mercados sino competir en los ya
existentes, tratando de arrebatar al monopolio los clien-
tes que durante años han estado cautivos.
La infraestructura de la CFE constituye una red de
transporte alternativa a la de Telmex. Se origina en las
centrales eléctricas, viaja por las torres de alta tensión
que sirven, precisamente, como redes de transporte, y
continúa por los postes interurbanos de luz que fun-
gen como redes de reparto, hasta cierta distancia
donde se ubican los llamados “hoteles de telecomu-
nicaciones”, de donde se conectan los operadores que,
finalmente, harán llegar el servicio a los clientes con
sólo enchufarse a la corriente eléctrica, con base en
protocolos compartidos.
Lo anterior significa que el operador que gane la
licitación requerirá hacer la inversión necesaria para
instalar infraestructura adicional que permita proveer
los servicios al consumidor final. Se denomina “últi-
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Antonio Tadeo
ma milla” al tramo existente entre la última central
del operador de telecomunicaciones y el domicilio del
usuario, ya sea doméstico o de negocios.
Actualmente, la red de la CFE no cuenta con la
última milla, pero sí con puntos de entrada a la red u
hoteles de telecomunicaciones.
Por la enorme capacidad de transmisión de datos
que soporta la fibra óptica, se convierte en una red
que abarata los costos de transmisión de información
en comparación con las tradicionales líneas de cobre,
además de que es más veloz para descarga de archi-
vos. Sólo en México el acceso resulta más costoso y
la descarga más lenta. Recientemente, Brasil (que ya
superó en competitividad a nuestro país) definió co-
mo un factor de desarrollo la ampliación universal de
la banda ancha, beneficiándose de los esfuerzos que
realizó en su momento la dictadura por desarrollar
las telecomunicaciones por motivos de seguridad na-
cional. México, en cambio, permanece estancado en
penetración de banda ancha en los hogares, supera-
do por países como Chile (que ha implementado una
auténtica política pública de desarrollo de la sociedad
de la información), Argentina y el mismo Brasil, que
se planteó el año 2015 como meta para alcanzar la
cobertura universal de Internet de banda ancha.
Lo que está en el horizonte ya no es la batalla por
el famoso triple o cuádruple play, sino la conforma-
ción de redes de próxima generación (Next Generation
Network) o redes convergentes. Las NGN incluyen
redes 1) multiservicio, capaces de conducir voz, datos
y video, es decir, aplicaciones y contenidos; en esta
red o “capa” colocan dichos contenidos, aplicaciones
y servicios los proveedores. 2) Redes de transporte;
son una especie de nube que facilita el tránsito de los
contenidos y a la cual pueden tener acceso los consu-
midores. 3) Al mismo tiempo son redes de acceso y
conectividad que funcionan con base en el principio
de neutralidad tecnológica, de tal manera que po-
drían funcionar como proveedores de última milla y
los concesionarios podrán utilizar cualquier tecnolo-
gía para interconectarse, desde cable coaxial, WiMax
o fibra óptica.
Las redes o “capas” de aplicaciones, transporte y
conectividad están formalmente separadas pero, al
mismo tiempo, ofrecen interfaces abiertas. Así, los
usuarios podrán acceder a cualquier servicio que se
encuentre disponible en la capa; es decir, los provee-
dores autorizados facilitarán al usuario una vía de
acceso irrestricto a los servicios, con calidad y ubicui-
dad (a través de línea fija de banda ancha cuando
se encuentre en el hogar o trabajo, mediante infraes-
tructura inalámbrica cuando se ubique fuera del do-
micilio u oficina, siempre y cuando el cliente pague por
ello). Servicios de telefonía, televisión restringida, pelí-
culas, aplicaciones médicas por celular, diarios y revis-
tas digitales, descargas de música y archivos, etcétera.
Dichas NGN ya operan de manera natural. Telmex
posee la suya propia. El reto, en todo caso, consiste
en hacer valer el principio de neutralidad tecnológica,
no crear barreras a la competencia ni tolerar prácticas
discriminatorias, así como otorgar certidumbre jurídi-
ca. Además de incursionar en el terreno de la regula-
ción de contenidos.
Así concebido el modelo de convergencia de re-
des que va más allá de la disputa por el triple play, la
tendencia es la conformación de unos cuantos opera-
dores gigantes a nivel mundial, interconectados a
muchos otros proveedores que, a su vez, cubrirán la
demanda de contenidos y servicios de telecomunica-
ciones de los usuarios. Enormes tiburones de la
comunicación y las telecomunicaciones acompaña-
dos de sus inseparables y siempre útiles rémoras.
beltmondi@yahoo.com.mx
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MARIO CASASÚS
n entrevista con El Búho, Julio Ortega (Perú,
1942) reinventa la noción de literatura latinoa-
mericana, habla de su amistad con Nicanor
Parra y Gabriel García Márquez y contextualiza los proyec-
tos que emprendió en el Fondo de Cultura Económica; por
supuesto revalora el alba del boom: “En la década de 1940
está la semilla de todo, que es la poesía, las grandes revis-
tas de poesía: Orígenes (Cuba), Contemporáneos (México),
Las moradas (Perú) y Sur (Argentina), ahí nacen los narra-
dores del boom”.
Debutó con el libro de poesía: De este reino (1964) y es
autor de varios títulos de crítica literaria, compilador de la
poesía de Rubén Darío y Nicanor Parra; escribió el prólogo del
Canto general de Neruda (2004) y el epílogo de Por la noche los
gatos de Antonio Cisneros (1989); como entrevistador editó:
Taller de escritura (2000) y El hacer poético (2008). El Fondo de
Cultura Económica publicó: Crítica de la identidad: la pregun-
ta por el Perú en su literatura (1988); El principio radical de lo
nuevo: Postmodernidad, identidad y novela en América Latina
(1997) y coordinó, junto a Celia del Palacio: México trasatlán-
tico (2008); de igual forma, ha preparado las ediciones críticas
de Rayuela de Cortázar, Trilce de Vallejo y la Obra Reunida de
Carlos Fuentes. Julio Ortega es profesor en la Universidad
de Brown y ha impartido cátedra en las universidades de
Cambridge, Salamanca, Granada, Pompeu Fabra de Barcelona,
Monterrey, Guadalajara y en la Universidad Central de Ve-
nezuela, entre otras. Durante los ratos de asueto actualiza su
La ciudad literaria.
MC.- Julio, siempre has creído que el Fondo de Cultura
Económica inventó a Latinoamérica, ¿de qué forma contem-
plas el alba de sus 75 años?
JO.- La metáfora de que el Fondo de Cultura Económica
inventó a Latinoamérica, que he propuesto en este coloquio
sobre el Libro y su Mundo, tiene que ver con la lectura, que
es la forma de nuestra biografía. Cuando yo era estudiante
en los años 60, en Lima, descubrí la literatura latinoameri-
cana fundamentalmente a través de los libros del FCE. Es
inolvidable el primer encuentro con Pedro Páramo de Rulfo,
Libertad bajo palabra de Paz, La muerte de Artemio Cruz de
Fuentes, Confabulario de Arreola… Si Latinoamérica desa-
pareciera se la podría reconstruir a partir del catálogo del
Fondo.
MC.- Transfiguraste de lector a editor y crítico.
JO.- Como todo lector del Fondo uno termina siendo
autor del Fondo. Hay unas transiciones, como escribir so-
bre los libros del Fondo. El primer artículo mío en un perió-
dico mexicano fue sobre Confabulario. A Juan José Arreola
le gustó mucho mi colaboración y le dictó a un amigo pe-
ruano unas líneas: “Carta de Juan José Arreola a Julio Or-
tega dictada a Manuel Mejía Valera en un taxi” el título era
más largo que la carta, la que, lamentablemente, perdí.
Insisto, la lectura es del todo biográfica. Los libros que lees
te llevan a los autores. Mi amistad con Carlos Fuentes viene
del año 1969 a partir de mi ensayo sobre Cambio de piel. Yo
vine a México el año que el hombre llegó a la luna. Y des-
cubrir México fue más interesante que ese viaje literal.
MC.- El gran problema del mundo editorial es la distri-
bución del libro, sin embargo el FCE armó un modelo de
filiales en Latinoamérica; entre los hallazgos publicados
simultáneamente destaca la primera antología internacional
de Nicanor Parra.
JO.- Mi relación con Nicanor Parra se remonta a 1968,
cuando visitó Lima invitado por José María Arguedas. Es-
cribí una nota en La Prensa hablando de la antipoesía y José
María Arguedas, a quien yo aún no conocía, me escribió
una carta que decía: sé que usted es muy joven pero es un
descubridor. Esa carta me animó a escribir sobre Nicanor
en la revista Mundo Nuevo. Después, lo he visitado varias
veces en Chile. Parra había estudiado de joven en mi
universidad, la de Brown, que le otorgó un doctorado
Honoris Causa. Y fui jurado en el primer Premio Juan Rulfo
en Guadalajara, que ganó Nicanor en 1991. Cuando termi-
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né la antología de su poesía, le dije: -“Nicanor, el título lo
tienes que poner tú”, y él me dijo: “Se llamará Poemas para
combatir la calvicie”. Me explicó que ese título declaraba
que la poesía tiene que ser hecha por los jóvenes y tiene que
servir para algo; además, añadió, es un título que no pon-
dría Octavio Paz.
MC: Julio, me fascinó una teoría que escribiste: “la litera-
tura es la genealogía de una conversación” y fue inevitable apli-
carla a tu oficio como entrevistador de poetas y narradores.
JO.- Grabé una serie de conversaciones extensas, al
comienzo de la década de 1980, casi impublicables por su
extensión, que transcribí y publicó Siglo XXI. Taller de escri-
tura (2da. ed. 2009). Siempre me interesó el género de la
conversación literaria, que en inglés es popular. Me gustaba
ese formato porque explora la creatividad, el taller íntimo
de un autor. Acabo de editar otro tomo, El hacer poético
(2008), basado en una encuesta de doce preguntas a cien
poetas del ámbito iberoamericano, sobre su concepción del
arte poético. Todo ello me llevó a descubrir que uno de los
rasgos de la identidad literaria de mi tiempo, que yo creo
haber explorado, se resume en una hipótesis: “La literatura
es conversación”. Porque cuando uno conversa con un libro
lo que se despliega es una genealogía de conversaciones. El
modelo del diálogo supone la fluidez del lenguaje entre los
escritores y sus obras, y por supuesto sus épocas. Se puede
construir el árbol genealógico de la conversación como un
presente simultáneo, porque cuando dos escritores dialo-
gan ese árbol despierta. ¿Cuáles son los protocolos de este
diálogo literario?, ¿cómo en esta conversación hay una
secuencia de presentes inclusivos? Ésas son preguntas por
resolver. Coetzee sostiene la tesis de que los clásicos hablan
a través de nosotros, se apoderan de nosotros y nos hacen
leerlos para seguir vivos –una tesis vampirista. Me gusta lo
que dice Coetzee, pero mi tesis va por otro lado. También
me interesa la tesis de Borges, según la cual todo escritor
inventa a sus precursores, aunque yo creo que más
bien inventa a sus lectores. Pero la teoría supone, más bien,
que la naturaleza humana es el lenguaje y por lo tanto
la imaginación. La literatura revela la necesidad de que las
palabras humanicen el espacio, casi siempre contrario y
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muchas veces violento. El corazón de la literatura, la pala-
bra, circula en la conversación. La entrevista literaria es un
metadiscurso, en ella la conversación habla de sí misma.
Pero es más interno el modelo que propongo. Por ejemplo,
Alfonso Reyes nos hace conversar con los griegos porque
piensa que nos pertenecen, como a todos los hombres. Re-
yes tenía la noción de la cultura como un ágora, donde se
forja la civilidad, para humanizar la violencia, que como
todo gran escritor él no tolera, y contra la violencia ejerce el
lenguaje de la conversación desde su maravillosa escritura.
MC.- Neruda escribió el Libro de las preguntas, imagino
que te hubiera encantado entrevistarlo junto a César Vallejo y
Rubén Darío, que parecen ser tus tres poetas fundacionales.
JO.- En realidad Neruda no es uno de mis poetas prefe-
ridos. Octavio Paz tenía razón cuando habló de “la monoto-
nía geográfica de Pablo Neruda”, quien sin duda escribió
grandes poemas, sobre todo Tercera residencia (1947), pero
a veces es redundante, prolijo y sobre-metafórico, y no es
muy analítico. Claro, es una poesía que celebra al mundo
y los sentidos, no tiene la obligación de ser analítica. Mis
poetas fundacionales son Rubén Darío y César Vallejo.
También Nicanor Parra, Jorge Luis Borges, Juan Sánchez
Peláez, Rafael Cadenas, José Emilio Pacheco, Antonio Cis-
neros, Tamara Kamenszain, entre otros. Creo que tiene que
ver con quién conversas mejor, y como te decía: la conver-
sación es un protocolo de intercambios, no solamente ne-
cesitas escuchar a un poeta y tener respuestas, también
quieres tener preguntas, quieres intervenir en esa textuali-
dad. Con Rubén Darío tengo especial intimidad, porque
edité la poesía completa. Darío es extraordinariamente do-
tado, se puede decir que es un milagro: no hay cómo expli-
carse la aparición de este poeta, porque es de un sentido rít-
mico y musical de la lengua tan pleno y realizado. Se puede
ensayar algunas explicaciones parciales. Leyó a los clásicos
españoles muy bien y tenía un repertorio flexible de formas,
ritmos y lenguajes; es el poeta que más formas rítmicas del
español ha utilizado. Luego, Nicaragua es uno de los países
latinoamericanos de lenguaje más democrático, porque tie-
ne un coloquio más horizontal, menos vertical; es una co-
munidad que ha negociado su diálogo, y esa fluidez de la
comunicación me hace pensar que es la matriz del lenguaje
dariano. Existen en español tres grandes momentos de diálo-
go mayor: uno es Garcilaso que universaliza la poesía españo-
la al hacer suya la lengua poética italiana; el otro es Darío, que
introduce la música del francés; y Borges, que hace lo propio
con el inglés sucinto, antilírico, no confesional. Con Garcilaso,
Darío y Borges la poesía cambia de rumbo.
MC.- Si somos lo que leemos, ¿por qué te iniciaste en
la poesía y a partir del boom te especializas en la narrativa?
JO.- Todos los escritores latinoamericanos somos mul-
tigenéricos, solamente haces más una cosa porque te la
piden. Yo escribí poesía porque Los Juegos Florales de mi
Universidad premiaban con libros y los gané dos años se-
guidos, en poesía y cuento, así que tenía la mejor bibliote-
ca de mi generación. Cuando publiqué mi primer cuaderno
De este reino (1964), estaba con el poeta Antonio Cisneros
en el patio de la Universidad de San Marcos y vimos pasar
al gran poeta Emilio Adolfo Westphalen, a quien admirába-
mos, y corrimos a regalarle nuestros libros; pero Cisneros
se adelantó y yo me detuve, preguntándome ¿cómo le voy a
regalar mi libro a Westphalen? Ése fue mi primer acto críti-
co, ahí nació el crítico Julio Ortega.
MC.- Julio, ¿qué harás con las cartas inéditas que tienes
de Cortázar, Fuentes, Parra, Arreola, Lezama?, ¿editarás una
antología con anotaciones críticas?
JO.- Las cartas de Lezama Lima las perdí en una mu-
danza. Pero en una revista cubana editada por la Biblioteca
Nacional, publicaron una carta de Lezama como si estuvie-
se dirigida a Julio Cortázar, pero es evidente que se dirige a
mí, porque habla de una obra de teatro mía. Me di cuenta
que Lezama hacía copias a carbón de sus carta, y me queda
la esperanza de que las cartas que he perdido, al menos las
que fueron escritas a máquina, aparezcan en La Habana. De
Cortázar perdí también varias cartas, y sólo conservo tres,
una de ellas, del 24 de agosto de 1976, se publicó en la
Revista de la Universidad de México.
MC.-¿Conservas correos electrónicos y cartas de García
Márquez?
JO.- Con García Márquez nunca me he escrito, con
Borges tampoco; tengo muchísimas cartas inéditas de Al-
fredo Bryce Echenique, algunas de Julio Ramón Ribeyro,
conservo cartas de otros poetas de mi generación.
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MC.-¿La última vez que conversaste con Gabo fue sobre
la novela póstuma de José Donoso que tú editaste?
JO.- Lo que hice con Gabo fue una broma literaria, edité
un libro que se llama La Cervantiada, cuando se cumplió el
IV Centenario de Don Quijote, para contradecir esta nube
tan burocrática le propuse a varios escritores que hicieran
una interpretación de su lectura preferida del Quijote,
entonces Gabo me dijo: –“encantado colaboro, mi parte
favorita es cuando se pierde el burro de Sancho”, yo sabía
que Gabo no lo iba a hacer por sus múltiples ocupaciones,
así que hice un montaje de todas las secciones de Cervantes
donde aparece el episodio que le gusta a Gabo y lo titulé: La
libranza del Rocín por Gabriel García Márquez, le envié mi
propuesta por fax, preguntándole si me autorizaba publi-
carlo así, claro en las notas del autor digo que es un texto
compuesto en base a Cervantes, no soy tan bromista; pero
extraordinariamente en la edición de Cien años de soledad
publicada por Cátedra, el prólogo dice que Gabo está muy
influenciado por Cervantes como lo demuestra el libro edi-
tado por Julio Ortega, cuando vi a Gabo le regalé el libro
y sonrió, al punto que me pidió se lo dedicara: “Para Gabriel
García Márquez de su mejor lector, Miguel de Cervantes”.
MC.- El reciente territorio explorado en tu ciudad litera-
ria es México trasatlántico (2008). ¿Habrá una lectura tras-
atlántica de Chile?
JO.- Podría haberlo. El Proyecto Trasatlántico es una
iniciativa de reflexión y diálogo entre escritores y académi-
cos que no se resignan a la melancolía de la literatura na-
cional. Por mi formación siempre he visto a la literatura
como un fenómeno internacional, transfronterizo, de diálo-
gos abiertos. Este Proyecto lo que hace es mostrar una con-
versación más allá de las barreras disciplinarias, porque la
profesión académica ha estado muy dividida, entre hispa-
nistas dedicados a España e hispanistas dedicados a La-
tinoamérica. Nosotros hemos propuesto, hace más de diez
años ya, un nuevo hispanismo internacional basado en es-
tas contaminaciones mutuas, disciplinarias, teóricas, cultu-
rales y materiales. Esta propuesta de una lectura teórica
más internacional del texto iberoamericano ha tenido im-
pacto en la academia universitaria norteamericana, y hay
especialistas, grupos de trabajo, coloquios, y crítica que am-
plían este diálogo. Yo estoy trabajando ahora sobre la tra-
ducción, que no se puede entender sin protocolos de inter-
cambio, diálogo y representaciones mutuas. La traducción
es un fenómeno trasatlántico; y las vanguardias no se en-
tenderían sin la traducción, y por ello son totalmente in-
ternacionales. Incluso algunas literaturas no se entienden
sin su diálogo transfronterizo, es el caso de las letras ar-
gentinas, constitutivamente modernas y atlánticas. Mé-
xico trasatlántico es uno de los libros que busca proponer
un mapa de la literatura nacional desde su trama interna-
cional.
MC.- Desde esta perspectiva, ¿cómo explicarías el géne-
sis del boom Latinoamericano?
JO.- El boom es un fenómeno de coincidencias de una
generación privilegiada por dos cosas: primero por el de-
sarrollo extraordinario de las comunicaciones de los años
sesenta, que posibilita la existencia de grandes revistas, pe-
riódicos y editoriales circulando entre los países, hay una
internacionalización evidente de la literatura latinoamerica-
na, sobre todo en la novela. En la década de 1940 está la
semilla de todo, que es la poesía, las grandes revistas de
poesía: Orígenes (Cuba), Contemporáneos (México), Las mo-
radas (Perú) y Sur (Argentina), ahí nacen los narradores del
boom. Luego vendrían las ideas revolucionarias de Cuba, la
crítica política, el intelectual público que se desarrolla en
la década de 1960; aparte está el talento de cada uno: Gabo,
Cortázar, Fuentes, Donoso, Vargas Llosa, entre otros.
MC.- Finalmente, otros críticos literarios se abstienen
de emitir opiniones políticas, en tu caso eres solidario con
las causas sociales de Latinoamérica.
JO.- Toda escritura es política. Y yo concibo mi trabajo
como radicalmente político. Porque pretendo abrir espa-
cios, acompañar la innovación, apostar por el futuro, pen-
sar articulaciones que contextualicen la escena internacio-
nal de nuestra literatura. Y así ampliar la concurrencia de
las escritoras, los narradores y críticos jóvenes, y también
los escritores indígenas. Creo que la crítica tiene esa fun-
ción antiautoritaria: extender el diálogo y democratizar la
cultura.
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