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Catálogo de la exposición Tipos móviles de Pablo Sycet

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PABLO SYCET

Tipos Móviles

De Pablo Sycet tengo ideas preconcebidas, hermosos pre-juicios. Como conozco su trabajo desde finales de los años 70, me he ido forjando con razones y simpatías una imagen que precede a la experiencia de ver sus cuadros nuevos. La mirada tiene memoria.

Mi memoria de Pablo Sycet se relaciona con la energía ge-nerosa de un pintor que desde los años 80 ha sido un puente imprescindible entre la Movida madrileña y la vida cultural de Andalucía. Tiene que ver también con el amor por la pintura y con la tensión creativa que se produce cuando la figuración dialoga con el expresionismo abstracto. Si los espacios de José Guerrero son habitados, si la invitación al simbolismo de la mancha y a la geografía del color se llenan de objetos o de cuer-pos, se produce un orgullo del poder abierto de la pintura, una reivindicación frente a cualquier abandono. Yo he sentido esta reivindicación, y la considero casi una signo generacional, en la obra de artistas como Pablo Sycet, Julio Juste o Juan Vida.

Añado a estas ideas, barriendo para mi oficio, la atención que Pablo ha prestado siempre a la poesía. Muy cerca siente los versos de poetas como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma. Y me gusta pensar que la dimensión lírica de sus realizaciones, que marca el sentido de la fantasía y el tiempo en su diálogo con la realidad, es una consecuencia de esta sensualidad lírica, un deseo de entrar en materia o de trabajar con la materia para encontrarle emoción humana a la vida. Hasta los mundos oní-ricos llegan así a convertirse en piel más que en obsesión.

T i p o s M ó v i l e sLuis García Montero

En 1997 presentó una exposición, “Después de la batalla”, en la que incorporaba en sus cuadros el interés por la tipografía. Paisajes abiertos cobraban perspectivas inquietantes con letras clavadas en sus noches, sus naufragios o sus estados de ánimo. Las letras venían para quedarse. Es normal que la tipografía se instalara con naturalidad en la pintura de alguien que ha de-dicado una parte considerable de su trabajo artístico al diseño gráfico.

El camino andado desemboca ahora con toda naturalidad en “TIPOS MÓVILES”, una exposición que asume el conflic-to, no sólo entre la figuración y el expresionismo abstracto, sino también entre la mirada del artista y los tiempos que corren. Las letras y los tipos móviles, que nacieron para fijar las palabras en las páginas gracias a la imprenta, se asoman hoy a un mundo de migraciones, en el que los viejos oficios desaparecen y los seres humanos pierden su tierra y su identidad por culpa una condena trágica al nomadismo.

Yo no desconfío del progreso por instinto de conservación, sino como ejercicio de vigilancia. Hay modos de progresar que suponen un deterioro de la vida y una contaminación de la idea futuro. Me preocupa que los supuestos avances sociales borren la imaginación moral y la conciencia del arte para abrirle las puertas a la ocurrencia superficial y el entretenimiento zafio. Me preocupa el abandono de los talleres y las imprentas. Me preocupa la conversión de los seres humanos en mercancía y la condena de millones de personas a la expulsión, el desamparo, el éxodo, las aguas mortales y las fronteras llenas de alambradas. Totalitaria en el fondo del mar es cualquier sociedad que con-funde la movilidad con la clandestinidad y los pasos ilegales.

Por eso me identifico con la melancolía vitalista de Pablo Sycet. Pablo corazón, Pablo escalera, Pablo banderín, zapato de tacón, sombrero, enredadera, libro, Babilonia, torre de Babel y confusión de lenguas, Pablo dueño de su fantasía para dar respuesta, Pablo artista que aspira a hacer equilibrios y colocar el giro de los planetas sobre palos de billar mientras la historia es recorrida por una bola de fuego.

La pintura de Pablo Sycet lleva por mandato generacional una celebración escondida en su mirada. El abecedario busca esta vez espacios íntimos para enfrentarse con la fotografía de la realidad en el albergue de un mundo artístico muy personal. No hay automatismo en los sueños, sino voluntad de orden en el misterio, deseo de creación, necesidad de juego con el color y las formas, necesidad de una pasión suavizada por la lírica…, y la apuesta por el equilibrio como reacción doméstica del artista, o mejor, apuesta por el “equilibro” según se nos dice desde un mundo de objetos tambaleantes que aspiran a recobrar su per-manencia a través de la belleza y la cultura.

La mirada de Pablo Sycet despierta la emoción de las cosas y asume una sensualidad civilizada. Aunque el drama define el tiempo conflictivo de estos Tipos Móviles, la energía de la vida pasa por debajo de los fondos de color y de la vocación metafó-rica de las imágenes. Es esa energía la que da sentido al trabajo del artista y al vitalismo melancólico de sus celebraciones.

Un paso coherente y leal, una exposición con memoria de cuatro décadas de trabajo artístico, una evocación de los princi-pios en cada paso nuevo del camino.

Babelia, 2015. Técnica mixta sobre cartón. 61 x 91 cm

Equilibro, 2015. Técnica mixta sobre cartón. 61 x 91 cm

Otros mundos, 2016. Técnica mixta sobre cartón. 61 x 91 cm

En la casa del señor, 2015. Técnica mixta sobre cartón. 61 x 91 cm

A tiempos revueltos, 2015. Técnica mixta sobre cartón. 61 x 91 cm

En Babel, 2016. Técnica mixta sobre cartón. 100 x 70 cm

Hay un universo literario que propuso J. L. Borges en su célebre opúsculo “La Biblioteca de Babel ” que, como el que propone la física compuesto de átomos, lo imaginó formado de tipos móviles. Recordemos la pesadilla: una biblioteca en una torre hexagonal de la que no se conoce donde comienza por mucho que bajes ni se vislumbra el término por mucho que subas, cuyas paredes están simétricamente forradas de li-bros iguales que guardan todas las variaciones posibles de la combinación de los veintidós tipos del alfabeto, el espacio, la coma y el punto. El número de libros para contener ese big bang de letras tiene que ser un número finito, pero inconce-bible, y debía ser custodiado en la Biblioteca aplastando con el enorme peso de sus paradojas a los tristes y frailunos biblio-tecarios, de los que somos equivalentes todos en el universo físico. La historia toda y sus largas generaciones estaban atadas a la certeza matemática de que aquella interminable espiral de libros contenía todo lo que era posible conocer, por lo tanto la tarea de la humanidad era encontrar entre aquella hojarasca las precisas hojas impresas que traían escrito su destino. Pero era un trabajo en el que se agotaría la especie de los biblioteca-rios sin resultado alguno, porque la ciega combinatoria de los tipos móviles con las variabilidades de cuatrocientas diez pá-ginas cada libro, de cuarenta renglones cada página y de unas ochenta letras de color negro cada renglón, habían producido tal confusión de libros que las probabilidades de encontrar

So b re l o s t i p o s m ó v i l e sJuan Angona

en alguno de ellos una frase con sentido quedaban al arbitrio del azar. La frustración que ocasionaba a los servidores de la Biblioteca saber que en algún anaquel de algún hexágono es-taba la página que justificaba su vida y no poderla encontrar hizo, cuenta Borges, que proliferaran las heterodoxias entre las que no eran las más inmoderadas las que atentaban contra la propia Biblioteca, puesto que la destrucción de unos pocos miles de libros era insignificante entre millones que sólo dife-rían en una coma, en una letra, en la posición de una letra. Al igual que los astrónomos asomados a sus asombrosos catalejos anotan los brillos lejanos del firmamento o, al contrario, las sombras que pasan delante de esos brillos, para catalogar los planetas que reúnen condiciones para albergar vida a sabien-das de que no llegaremos a ellos jamás, así los bibliotecarios de la Biblioteca de Babel examinaban libro tras libro esperan-do que la casualidad en algún renglón hubiera reunido unos cuantos tipos móviles que brillaran con algún significado.

Los chinos, que inventaron el papel, la tinta, la prensa, la impresión y la imprenta, no tenían tipos móviles aunque, naturalmente, los concibieron y los materializaron cientos de años antes que en Europa, pero el enorme número de sig-nos tipográficos del idioma chino desanimó a sus impresores. Los bibliotecarios chinos de la biblioteca total, en su apresu-rado hojear, verían con asombro en sus renglones verticales pictogramas abstractos, con significados que todavía no han sido concebidos, que al combinarse con los vigentes y con los arcaicos que ya perdieron o cambiaron su sentido, los lleva-rán a contextos delirantes, psicodélicos, alucinantes, y toda la

proverbial paciencia con la que hacen su trabajo o iluminan sus libros, todos los exámenes imperiales que debieron sortear para acceder a sus tristes covachuelas, no les salvará de la locu-ra de sus colegas occidentales.

Porque, metamos la mano en la manchada talega y saque-mos al azar un tipo móvil del juego de veintidós. La T. Ha salido la T. La T es un ideograma donde está tintineando un significado, como esas lejanas estrellas que titilan diciéndo-le al astronauta: estoy, no estoy; estoy, no estoy. La T está a punto de ser un toro, un tren, una torre o un candelabro, (pero cuando se esconde en la niebla es el mástil partido de un barco, el ‘Holandés Errante’, dando vueltas confundido en los mares del Sur) y los cabalistas la asocian al ‘finis te-rrae’ por su sugerente trazo horizontal superior representando el muro infranqueable tras el que ni los astrónomos ni los bibliotecarios pueden atisbar nada, mientras, la astrología, esa ciencia embrionaria como la alquimia medieval que aún debe refrendar su sistema teórico y su deontología, pero que lo hará, no nos quepa duda, ha elegido a la T como símbolo del Tarot, otro vértigo donde los demonios, los ahorcados, las lunas menguantes y las crecientes, las brujas, la estrella Polar, la muerte, el caballero, duques y arzobispos, desfilando en un críptico orden estricto, van empujando a los astronautas y bi-bliotecarios a un incierto futuro.

Así, sacando tipos móviles de la grasienta bolsa os puedo demostrar que son ideas, son arquetipos. Mira, la G. La G es una galaxia con un misterioso brazo señalándose el ombligo,

donde debe haber un agujero negro sorbiendo el verdadero querer decir de las palabras que se ven obligadas a soportarla. Ver la G es pensar en la garganta y en largos y enroscados pescuezos. Llega la M que es el mar y basta. Y ahora viene la J, que de toda la vida de Dios ha sido la jirafa en el método de lectura onomatopéyico. La revolución de los tipos móviles radica precisamente en su movilidad, en su recurrencia ciega y desprovista de propósito, que, alimentada con una inagotable fuente de energía, desembocaría inevitablemente en la biblio-teca total. Sabemos que los inventó Bi Sheng en la China, en-tre 1041 y 1048, y no Juan Gutenberg en la Europa del siglo XV. Pero la agotadora complejidad de su funcionamiento (un tipógrafo tiene que moverse entre media docena de cajas de caracteres y subir y bajar escalones para encontrar las piezas necesarias) entorpeció el movimiento de los tipos chinos. Y qué decir de los colosales tipos del viejo Egipto, en perma-nente bajorrelieve sobre las caldeadas losas parando el tiempo en el valle perfecto. Cada jeroglífico en su inmovilidad era un conjuro que momificaba para siempre jamás al cocodrilo, al faraón, al escarabajo, al gato, al ibis, al hipopótamo y a la palmera, porque al no moverse los tipos el tiempo se paraba. Lo habían comprobado atando las estrellas a las troneras que había en lo alto de los pórticos puestas allí por geómetras, astrólogos y astrónomos. Las líneas de luz recorrían el eterno perfil del faraón siglo tras siglo cada solsticio y cada equinoc-cio sin variar un ápice sus cosenos ni las hipotenusas.

Pero rápido se movieron los tipos: de la bolsa pringosa sale ahora la R, una letra que corre y la V, un tipo que vuela.

El tiempo pasaba por encima de las pirámides y de los la-pidarios que por todas partes sembró Roma con sus manías en letras gruesas y cuadradas, la ‘Quadrata’, base de las escrituras latinas, cincelada con entalladuras profundas en las que oportu-namente jugaban la luz y la sombra. Luego la ‘Rústica’, que fue la primera cursiva, cuando la caligrafía avanzó hacia las curvas. Vino después la ‘Carolina’, que puso orden y claridad en la es-critura dando a las minúsculas forma definitiva y que es la que se emplea hoy en nuestros libros y periódicos. Pero cuando con el auge de las universidades empezó en Francia a escasear el per-gamino se inventó una nueva caligrafía que ocupaba el mínimo espacio, la ‘Gótica’, angulosa y estrecha como el arco roto del re-creo de la escuela catedralicia. Esta escritura, que era como una cuadrícula por donde avanzaba cautelosamente el pensamiento escolástico, dio dos grafismos básicos: la ‘Textura’ o letra de for-ma, vertical y rígida, utilizada en los textos litúrgicos, y la ‘Ro-tunda’ o redonda, reservada para las obras profanas. En el siglo XV, esta cursiva, propia de letrados, se miniaturiza gracias a la invención de las antiparras y se convierte en la ‘Bastardilla’. Al-berto Durero pensaba que la caligrafía también debía someterse a las leyes matemáticas e impuso a la letra gótica una disciplina que fue definiendo con nitidez los tipos. Así que el mérito de Gutenberg sólo fue el de organizar los métodos de impresión: confección de las matrices, fundición de los caracteres, imposi-ción, prensa de brazo. El ‘Spécule humanum salvationis’ se im-primió con caracteres de plomo, colados en la arena y después retocados con buril. Su Biblia es la primera gran producción de la imprenta occidental, con sus 42 líneas por columna, estaba impresa aún con caracteres góticos.

Los humanistas italianos nunca se sintieron cómodos con los tipos góticos. Petrarca los despreciaba arguyendo que en-turbiaban la visión de lejos y cansaban la vista de cerca. De modo que regresaron a las fuentes de la antigüedad clásica dando a los signos el minimalismo que caracteriza a los tipos actuales.

Un hecho revulsivo fue el saco de Maguncia que provocó la estampida de colaboradores de Gutenberg por las principa-les ciudades extendiendo por todas partes los secretos del arte de imprimir. Nicolás Jenson se instala en Venecia y desarrolla la ‘Romanilla’. Aldo Manuzio, heredero de su taller y una de las glorias de la edición europea, creó la ‘Itálica’.

El siglo XVI es la edad de oro de la caligrafía con calígrafos como Ludovico degli Arrighi, Ugo da Carpi, Giovannianto-nio Tagliente y Palatino en Italia, Jean Beauchenne en Francia y Roger Ascham en Inglaterra.

La tipografía francesa, dominada por las bellísimas obras de Geoffroy Tory, conoce el encargo que Robert Estienne, impresor de Francisco I, hizo a Claude Garamond de unas ediciones griegas para uso real: los célebres Grecs du Roi. Para ellos compuso una letra redonda y cursiva que quedará ya como uno de los tipos más bellos y armoniosos de la historia caligráfica: el ‘Garamond ’. Es el idóneo para esa catarata de ti-pos que confluye en el océano tipográfico de la biblioteca total; es el que estoy sacando de este mugriento saquito, porque lo que sigue entre grabadores y tipógrafos es parecido una ancha

arborescencia que brota de la letra y la esconde como en un teatro, con telón y todo, o la hacen representar en el escenario caracteres del imaginario humano, personificándola como si fueran los dibujos de una tabla de gimnasia. Así, y resumien-do, la ‘Romain du Roi ’ romanilla majestuosa y fría reservada a la imprenta real, cuyo grabado realizó Philippe Grandjean. En el tiempo de los enciclopedistas François-Amboise Didot implanta el sistema de medida de los caracteres tipográficos a base de puntos; el alfabeto Didot fue la redonda del Imperio napoleónico. A finales del siglo XVIII el escritor checo Aloys Senefelder, que no encontraba editor para sus obras y decidió imprimirlas él mismo, inventa la litografía, un procedimiento de impresión en piedra que va a rizar el rizo. En fin, el poeta inglés William Morris a principios del siglo XX regresa con la bolsa de tipos a la Edad Media y, en Francia, el pintor y grabador Eugène Grasset con el apoyo del fundidor Georges Peignot, dominarán la tipografía hasta el advenimiento de la fotocomposición en 1956.

La inmediata aparición de la ciencia cibernética, que ha llevado las ingenuidades de la teoría combinatoria a un pa-roxismo cósmico, nos ha acercado la probabilidad de la biblio-teca total. Es hasta posible que algún filántropo multimillo-nario esté poniendo secretamente los medios para que exista. Las aplicaciones anexas que se están inventando aliviarán el trabajo de los pobres bibliotecarios y los emancipará de su condición frailuna, del mismo modo que el Hubble ha favo-recido el trabajo de los astrónomos y les ha evitado pasar un montón de noches al relente mirando en el cielo unas cuantas

estrellas para encontrar las que posibilitan la vida, aunque sea imposible llegar. Gracias a ese portentoso Cíclope que en per-manente circunvalación a la Tierra mira muy lejos dándonos la espalda (mejor sería decir el culo en virtud a su forma cilín-drica), sabemos que cada vez hay más estrellas que consienten la vida y que cada vez es más imposible llegar. ¿Pasará algo parecido con la digitalización de la Biblioteca Total?

Pasemos a considerar prioritariamente los medios mate-riales, los recursos de este planeta que gira en la órbita exacta: no había madera para esa biblioteca ni aunque Lorenzo de Médicis se lo propusiera, ni tinta, ni plomo bastante para los tipos móviles ni volviéndolos a fundir cuando se desgastaran. Ahora el tipo móvil ha adoptado la velocidad de la luz y un modesto Garamond, cualquiera, pongamos para esto a dos, al A, que representa a alfa, y al Z, que era omega, viajarían por el espacio hacía esas imposibles estrellas más rápido que la vista del Hubble. Un Garamond es ahora un bit y un bit no es nada, como esos electrones que dicen los físicos que pueden estar y no estar. El peso planetario de ese himalaya de papel impreso ha pasado a levitar.

Examinamos ahora el gasto de la máquina en ciernes que permutaría los veinticinco tipos con las variabilidades ya apuntadas de número de letras por renglón, etcétera, con una velocidad (que se supone que la evolución técnica irá hacien-do progresiva) que dé a la operación un horizonte de no más allá de unas cuantas docenas de milenios. Pues una demora excesiva haría inútil el proyecto por mucha buena voluntad

que se le ponga. La mejor computadora actual no gasta prácti-camente nada, una chispa de electricidad, sin contar que entre la multiplicidad de operaciones informáticas, la de percutir tipos móviles para que salten y se alineen aleatoriamente, es la que menos consumo tiene. Además no se pueden descartar soluciones imaginativas, como la de poner a trabajar a todos los ordenadores del mundo en la caótica redacción de la Bi-blioteca Total. El gasto, pues, es asumible.

Queda valorar lo último y más difícil: el colosal expurgo de la biblioteca hasta ceñirla a lo inteligible. La misma má-quina, ya en su último diseño, en el umbral mismo de su au-tocomplaciente perfección, el mismo equipo de argonautas ya experimentados navegantes en la Galaxia Gutenberg, y les damos órdenes precisas del estilo que se eliminen todos los términos que incluyan grupos vocálicos o consonánticos que sean extraños a todas las lenguas, o a determinada lengua. Borges, desde sus más allá me diría que estamos destruyendo trillones de libros encriptados o en clave (que son los verda-deramente jugosos e interesantes), pero no vamos a atender a sus minucias, presento ejemplos y trato de no perderme en laberintos. Seguiríamos eliminando sintagmas y asertos absur-dos del tipo: ‘penumbra de la paloma llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde’, ‘convencidos de caducidad por tantas no-bles certidumbres del polvo’, ‘siempre es conmovedor el ocaso por indigente o charro que sea’ o ‘no arriesgue el mármol temerario gárrulas transgresiones al todopoder del olvido’, etcétera. Con esta técnica y otras que se inventen ad hoc se puede eliminar sin nostalgias todo lo que resulte retórico, farragoso o deliran-

te. Y punto. Una vez aquí empezaría el pesadísimo debate de si rescatar o no lo resultante (que incluye los listines telefóni-cos desde finales del XIX, los tutoriales del Windows 3.1 y todos los recetarios de la nueva cocina por ejemplo) en las len-guas muertas. Pienso que se podría llegar al compromiso de elegir algunas, unas cuantas, las más cultas o significativas, el sánscrito, el latín, el arameo, como curiosidad, qué sé yo, pero desde luego descarto que traduzcan al lunfardo o al garaman-ta. Sospecho que alguien propondrá dejarlo para lo último y se aprobará por unanimidad. Sorteado este escollo, de entre el maremágnum de libros que dicen algo lo lógico sería sacar los urgentes, vale decir, los que no están escritos. ¿Y quién los escribió?, me preguntará Borges. Pues vaya usted a saber, la gente que todavía no ha nacido, los que se perdieron en el incendio de Alejandría, los libros que no se escribieron por pereza o indecisión, los que debieron escribir los deportados a Auschwitz, los que debieron escribir los hijos y nietos que no tuvieron esos deportados, ésos los escribieron. En la biblioteca total no consta el autor porque contiene todos los libros po-sibles. Que en su catálogo figure las Guerras Galas de César es una pura casualidad que sólo afecta a César. También esta-rían las Guerras Galas si César no hubiese nacido o si en vez de ser asesinado por Bruto lo hubiese asesinado Astérix. Hay que entender que en la biblioteca están pormenorizadamente descritas guerras que nunca tuvieron lugar, verbigracia, la con-quista de Inglaterra por la Armada Invencible o la miserable derrota en Hasting de Guillermo el Bastardo. De este modo resulta que entre los libros no escritos hay cientos de trillones que nada más que dicen mentiras, a nuestro humilde enten-

der y, para qué los queremos. Creo que ese buscador de última generación que filtra el formidable caudal de tipos móviles debe evitar toda evocación a lo abstracto o las generaciones venideras que estudien en la Biblioteca se verán sumidas en grandes perplejidades. Mucho más acertado y provechoso es ir a lo concreto probando con la lista de prefijos y sufijos grie-gos que tradicionalmente han servido para nominar las nuevas realidades que iban apareciendo o, mejor aún, aventurar la búsqueda de palabras que todavía no existen: ‘tele-’, ‘ultra-’, ‘mega-’, ‘coseno’, ‘hipotenusa’, ‘hubble’, ‘quásares’, ‘quarz’, ‘quan-tum’, ‘quanta’, ‘quain’, ‘quid’, ‘cud’, ‘kum’, ‘tlön’, ‘uqbar’, ‘orbis tertius’, ‘…alef,’ mejor que intentarlo con ‘superpoblación’, ‘ex-traterrestre’ o ‘ecológico’ y muchísimo más recomendable que probar con ‘unicornio’ o ‘jinetes del apocalipsis’.

La empresa es desaforada, pero una vez asumido por las Academias y la alta erudición, luego por los poderosos gru-pos de opinión, y por último, por la gente del común, que la Biblioteca nos contiene junto con todo lo que no fuimos ni seremos nunca, hay que convencerse de que es pretencioso abarcarla entera o justificarse en ella para avanzar hipótesis que ella misma descarta, y de que hemos de adaptarnos y evo-lucionar junto a ella dejándonos embriagar en el caleidoscopio de sus profundidades, ya la imaginación para siempre abolida.

A B E C E D A R I O

Flor de pasión, 2016. Acrílico sobre papel. 21 x 12 cm. [Ilustración para el libro Palabra bajo palabra]

< Pablo Sycet por Jose Carlos Nievas. 2016.

PABLO SYCET

1953. Nace en Gibraleón (Huelva).1980. Beca del Ministerio de Cultura.1985. Beca para Nueva York del Comité Conjunto Hispano Norteamericano para la Cooperación Cultural y Educativa.

EXPOSICIONES INDIVIDUALES

1978. “Gestos”. Galería Antonio Machado, Madrid. 1979. Galería La Naya, Alicante. 1980. “Especulaciones y variaciones sobre un tema de Giorgione”. Galería Laguada, Granada. Galería Sen, Madrid.. 1981. Sala Barbasán, Zaragoza. 1982. “Los papeles de Olont”. Galería Palace, Granada. Galería Palmo, Málaga. 1983. “Geografía”. Galería Sen, Madrid. “Occidental”. Galería Fúcares, Almagro. Galería Val i 30, Valencia. 1984. “Última Europa”. Galería 11, Alicante. Galería Palace, Granada. La Casa del Siglo XV, Segovia. Itinerante por Huelva, Almería y Jerez de la Fra, Salas de la Caja Postal. 1985. “Memorial”. Tossan-Tossan Gallery, Nueva York 1986. “Pinturas para un cuerpo”. Galería Sen, Madrid. Galería Alameda, Coín.

1987. Casa de Cultura, Fuengirola. 1988. “Por vivir aquí”. Palacio de la Madraza, Granada. “Austral”. Tossan-Tossan Gallery, Nueva York. 1989. “Memorias del corazón”. Galería Sen, Madrid. Galería Palace, Granada. 1992. “Épica de cámara”. Galería Sen, Madrid. 1993. Salas de la Diputación Provincial. Huelva. Galería Trazos Tres, Santander. 1996. Galería Debla, Bubión. 1997. “Después de la batalla”. Galería Sen, Madrid. Galería Félix Gómez, Sevilla. Sala del Triunfo, Granada. 1998. “De un mundo raro”. Galería Fernando Serrano, Moguer. 1999. “Una tirada de dados”. Galería Debla, Bubión. 2002. “Memoria del olvido”. Galería Sen. Madrid. “Para volver a vivir”.Galería Cercle 22, Barcelona. Galería Félix Gómez, Sevilla. 2003. “Olvidando que olvido”. Museo Cruz Herrera. La Línea de la Concepción. Cádiz. 2005. “Entre dos mundos. 1986-2001”. Palacio de los Condes de Gabia. Granada. 2006. “Doblemente”. Galería Sen, Madrid. Galería Sandunga, Granada. 2007. “Corazonadas (1981-2006)”. Sala Inmaculada, Pto. de Sta María. Cádiz. “Doblemente”. Galería Félix Gómez, Sevilla. “Los papeles de Olont”. Convento del Vado. Gibraleón. Huelva. “Los pasos pintados”. Museo Vázquez Díaz. Nerva. Huelva.

2008. “Los pasos pintados. Museo Provincial. Huelva. “Corazonadas”. Centro de las Artes. Alcorcón. Madrid. “Una travesía del horizonte”. Sala Pescadería Vieja. Jerez, Cádiz. “Mano a mano de su mano”. Neilson Gallery. Grazalema, Cádiz. 2009. “Lembranzas y otras pinturas recientes”. Galería Félix Gómez. Sevilla. 2010. “Corazonadas”. Sala Hotel París. Diputación Provincial. Huelva. “Lembranzas y olvidos”. Galería Fernando Serrano. Trigueros, Huelva. 2011. “Lembranzas y olvidos”. Galería Sandunga. Granada. “Una travesía del horizonte”. Vychodoslovenska Galeria, Kosice. Eslovaquia. 2012. “Una travesía del horizonte”. Museo Vázquez Díaz. Nerva, Huelva. “Variaciones sobre temas mexicanos”. La Fresh Gallery, Madrid. Galería Félix Gómez. Sevilla. Sala DBAT, Gibraleón, Huelva. Espacio Hazme el milagrito. México DF. “Las horas del día”. Sala Vuelapluma, Madrid 2013. “Ten. Pinturas de una década [2001-2010]. Centro de Arte Tomás y Valiente. Fuenlabrada 2014. “Geografía del amor doliente”. Galería Binomio, Madrid. “Dos visiones de un mismo paisaje” [Con Rafael Gª Tejero]. Colegio de España, París. “Variaciones sobre temas mexicanos”. Galería Hazme el Milagrito, MéxicoDF.

“Geografía del amor doliente”. Galería Rafael Ortiz, Sevilla. “Variaciones sobre temas mexicanos”. Espacio Suberviola, Bilbao. 2015. “Geografía del amor doliente”. Casa de Colón. Huelva. “Dos visiones de un mismo paisaje” [Con Rafael Gª Tejero]. Galería Ra del Rey, Madrid. “Una travesía del horizonte [Paisajes 1982-2007]”. Instituto de América. Santa Fe. Granada. “De amor y de muerte” [Con Rafael Gª Tejero]. Espacio Brut, Madrid. 2016. “Un patrón japonés”. Espacio Hazme el Milagrito. México DF. “Tipos Móviles”. Galería Antonio de Suñer. Madrid.

EXPOSICIONES COLECTIVAS Desde 1976

OBRAS EN MUSEOS Y COLECCIONES PÚBLICAS:Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Museo Vázquez Díaz (Nerva/Huelva), Diputación Provincial de Alicante, Fundación Gerardo Rueda (Madrid), Ayuntamiento de Granada, Diputación Provincial de Huelva, Banco Exterior de España, Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), Centro Olontense de Arte Contemporáneo (Gibraleón/Huelva), Diputación Provincial de Granada, Museo Zabaleta (Quesada/Jaén), Caja de Ahorros de la Inmaculada (Zaragoza), Museo Nacional Postal y Filatélico, (Madrid), Ayuntamiento de Huelva, The Hispanic Society of América (Nueva York), Escuela de Hacienda Pública (Madrid), Fundación La General (Granada), Museo de los Ángeles (Turégano/Segovia), The Paul Keppler Library, Queens University (Nueva York), Vychodoslovenska Galeria (Kosice/Eslovaquia), Colección Visible de Arte Contemporáneo (Madrid), y Colec.ció Testimoni de la Caixa (Barcelona).

Este catálogo,editado con motivo de la exposición

Tipos Móviles, de Pablo Sycet, se terminó de imprimir

el día 20 de julio,festividad de

Sta. PaulaMadrid

20 16

Diseño: Pablo SycetMaquetación: Aurelio Sol

Producción gráfica: Sercom, Madrid.Fotografía personal: José Carlos Nievas

Fotografías de pinturas: Moisés Fernández Acosta

Gracias a Eva de la Rocha [Familia Plómez] por la composición tipográfica de portada/contra de este catálogo, con mi deseo de prosperidad para todos los proyectos

de recuperación de las tradiciones tipográficas.