037 La Iglesia Misionera

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  • 7/25/2019 037 La Iglesia Misionera

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    037. La Iglesia misionera

    Cuando nos remontamos al primer da de la Iglesia al primer da oficial, vamos a

    hablar as, al da de Pentecosts, vemos que la Iglesia ha captado inmediatamente su

    vocacin misionera. Se ha sentido, desde el primer instante, empujada por una fuerza

    irresistible a llevar el Evangelio a todo el mundo.Sin embargo, constatamos otro hecho lacerante: Cmo es que, despus de dos mil

    aos, una gran parte del mundo no conoce todava a Jesucristo?

    Seguimos discurriendo, y nos preguntamos: No se remediaran muchos males de los

    que padece el mundo si el Evangelio se extendiera ms rpidamente?

    Y nos hacemos una pregunta ltima, nacida espontneamente en nuestra conciencia:

    no puedo hacer yo tambin algo con la Iglesia y por la Iglesia misionera?...

    En un Oratorio Salesiano observaba cada tarde el Director a un nio que realizaba

    una accin extraa. Al llegar, lo primero que haca era alargarse a la iglesia, dirigir una

    rpida oracin al Seor, irse directamente a una de las alcancas, echar unas moneditas y

    salirse corriendo a jugar. Hasta que un da le pregunta:- Qu haces siempre ante esa alcanca?

    - Padre, es la alcanca de las Misiones.

    - S, ya lo veo. Y qu?...

    - Me da mucha pena que haya tanta gente que no conoce a Jess, y yo quiero ayudar

    lo que pueda a los misioneros que se van tan lejos para ensearles la doctrina

    cristiana. Por eso echo en la alcanca el dinero que me da mi mam para comprar la

    merienda.- Y no te da hambre cada da sin comer nada en el Colegio hasta que vuelves a tu

    casa?- S, a veces noto cosquillas en el estmago, pero me pongo a jugar fuerte y as las

    olvido.

    Semejante nio del Oratorio, con este hecho que debi hacer llorar de emocin a

    Jess en el mismo Cielo, nos ha dicho todo lo que puede decir una leccin muy sabia

    sobre la Iglesia misionera.

    No hay hijo de la Iglesia que no deba sentir la vocacin misional.

    No hay uno que no deba rezar cada da por la expansin del Evangelio.

    No hay uno que se vea exento de cooperar con los medios a su alcance a la difusin

    de la fe.Conciencia misionera, oracin misionera, generosidad misionera, enseadas por un

    nio de mirada limpia que capta todo el mensaje del Seor en el Evangelio, cuandodice:

    - La mies es mucha y los obreros son pocos; rogad, pues, al Seor de la mies que

    enve operarios para recoger tan gran cosecha (Mat. 9,37-38. Luc. 10,2)

    Cuando Jess vio delante de s todo un mundo que conquistar para el Reino, para

    entregarlo a Dios Padre, no se descorazon. Al revs, se llen de una ilusin divina.

    Resucitado, mand a los apstoles con palabras enardecedoras:Id por todo el mundo, y

    predicad el Evangelio!...

    Los apstoles, recibido el mandato del Seor, se llenaron de entusiasmo juvenil, y no

    se les ocurri decir: Es demasiado..., no hay nada que hacer!Sino que se dijeron:Est

    todo por hacer. Empecemos!...

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    Y ste ha sido siempre el espritu misionero de la Iglesia. No se ha desanimado

    nunca ante las dificultades ingentes que supone la evangelizacin de todo el mundo.

    Sabe la Iglesia, y lo sabemos todos, que Dios no nos pide resultados, sino esfuerzo. El

    resultado queda en la mano de Dios...

    El Concilio nos dijo y repiti insistentemente que la obra de las Misiones es de todosnosotros:

    - A todo discpulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe segn su condicin...

    Por lo cual, todos los hijos de la Iglesia han de tener viva la conciencia de su

    responsabilidad para con el mundo, han de fomentar en s mismos el espritu

    verdaderamente catlico y consagrar sus esfuerzos a la obra de la evangelizacin (AG,

    23 y 35)

    Esto es lo que nos dice el Concilio a todos los hijos de la Iglesia.

    La obra evangelizadora no es privativa de los Obispos y de los misioneros que

    marchan a tierras lejanas para consagrar a las gentes su vida llevndoles la luz de

    Jesucristo.Hemos odo al mismo Jess cmo lo primero que pide al contemplar la enorme

    cosecha que tiene ante los ojos es rogar antes que trabajar. El trabajar le toca a cada uno

    hacerlo segn sus medios y su vocacin concreta en la Iglesia.

    Por ejemplo, podramos preguntar: Por qu nuestra Amrica abraz tan pronto y tan

    generosamente la fe catlica? Pues, porque junto con los conquistadores vinieron

    misioneros formidables. Y sabemos quin fue uno de los misioneros ms importantes?

    Nadie lo dira: fue el rey Carlos V, que manda a los Obispos de Panam y Cartagena de

    Indias, dicindoles:

    - Miren que les he echado aquellas almas a cuestas; fjense que han de dar cuenta deellas a Dios, y as me descargan a m.

    El rey era misionero en su trono, como era misionero el nio en el Oratorio salesiano,

    igual que eran misioneros los Obispos en aquellas dos sedes suyas tan gloriosas...

    Las misiones y los misioneros no piden admiracin, sino ayuda. La Iglesia pide

    conciencia misionera, a cada uno en su condicin. Jesucristo pide oracin y ardor en los

    obreros que trabajan en la cosecha. Nosotros, en qu puesto estamos?...