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DEBATE: MAYO, CARLOS Y OTROS GAUCHOS, CAMPESINOS Y FUERZA DE TRABAJO EN LA CAMPAÑA RIOPLATENSE ANUARIO IEHS, N° 2 TANDIL 1987 Mayo, Carlos, “Sobre peones, vagos y malentretenidos: el dilema de la economía rural rioplatense durante la época colonial”. Amaral, Samuel, "Trabajo y trabajadores rurales en buenos aires". Garavaglia, Juan Carlos, “¿Existieron los gauchos?” Gelman, Jorge, “¿Gauchos o campesinos?”. Respuesta de Carlos Mayo, “¿Una campaña sin gauchos?”. SOBRE PEONES.VAGOS Y MALENTRETENIDOS: EL DILEMA DE LA ECONOMIA RURAL RIOPLATENSE DURANTE LA EPOCA COLONIAL Carlos A.Mayo UNLP/CONICET Es hora de abordar a fondo la aparente paradoja de la economía rural rioplatense durante la época colonial (y no sólo durante ella), la paradoja de una economía castigada a un mismo tiempo por una escasez de brazos y una abundancia dé vagos. El pro-, blema de la escasez de mano'de ■ obra-era-particul ármente grave para la agricultura pero también la explotación ganadera se habría visto afectada por ella. A los casos citados en un, trabajo anterior agreguemos esta otra queja proveniente de Chascomús: en 1809 el comandante del fuerte asegura "no ha- llarse peones ni aún para las precisas faenas y atenciones de sus estancias pues los más de ellos (los estancieros) deian de marcar los ganados por no hallar peones a ningún precio"!. Escasez e inestabi1idad.¿Inestabi1idad por qué? Por la es- tacional idad de la demanda, asegura Samuel Amaral en su exce- lente estudio sobre la estancia de López Osornio; por un problema que hay que buscar en las situaciones que condicionan la oferta de trabajo, decimos nosotros (que, como se recordará no negamos la incidencia de la estacionalidad de la producción agraria^). Sin duda, Amaral ha puesto el dedo en uno de los ^ Archivo General de ln Nación |rn ndnlnnte AGN ] , IX-l-fe-3, Cotaandancia , de fronteras y Carlos A. Mayo, "Er.Lancin y peonaje en la región pa/npeana en la segunda mitad del siglo XVIII" en DESARROU j O ECONOHICO, 92, 198*., p. 610. F.n Carlos A. Mayo»"Estancia., op.rit.» decíamos "Sin duda, dadas las caracterial«cas y los ciclos do 1a pruducrión agropecuaria era esperable que se diernn recurrentemente situaciones ilt» desocupación estacional...", p. 609. zS

190-Mayo_gauchos Sobre Peones.vagos y Malentretenidos

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DEBATE: MAYO, CARLOS Y OTROS

GAUCHOS, CAMPESINOS Y FUERZA DE TRABAJO EN LA CAMPAÑA RIOPLATENSE

ANUARIO IEHS, N° 2TANDIL1987

• Mayo, Carlos, “Sobre peones, vagos y malentretenidos: el dilema de la economía rural rioplatense durante la época colonial”.

• Amaral, Samuel, "Trabajo y trabajadores rurales en buenos aires".

• Garavaglia, Juan Carlos, “¿Existieron los gauchos?”• Gelman, Jorge, “¿Gauchos o campesinos?”.• Respuesta de Carlos Mayo, “¿Una campaña sin

gauchos?”.

SOBRE PEONES.VAGOS Y MALENTRETENIDOS:

EL DILEMA DE LA ECONOMIA RURAL

RIOPLATENSE DURANTE LA EPOCA COLONIAL

Carlos A.Mayo

UNLP/CONICET

Es hora de abordar a fondo la aparente paradoja de la economía

rural rioplatense durante la época colonial (y no sólo durante

ella), la paradoja de una economía castigada a un mismo tiempo

por una escasez de brazos y una abundancia dé vagos. El pro-,

blema de la escasez de mano'de ■ obra-era-particul ármente grave para la agricultura pero también la explotación ganadera se

habría visto afectada por ella. A los casos citados en un,

trabajo anterior agreguemos esta otra queja proveniente de

Chascomús: en 1809 el comandante del fuerte asegura "no h a ­

llarse peones ni aún para las precisas faenas y atenciones de

sus estancias pues los más de ellos (los estancieros) deian de

marcar los ganados por no hallar peones a ningún precio"!.

Escasez e inestabi1i d a d .¿Inestabi1 idad por qué? Por la e s ­

tacional idad de la demanda, asegura Samuel Amaral en su exce­

lente estudio sobre la estancia de López Osornio; por un

problema que hay que buscar en las situaciones que condicionan la oferta de trabajo, decimos nosotros (que, como se recordará

no negamos la incidencia de la estacionalidad de la producción

agraria^). Sin duda, Amaral ha puesto el dedo en uno de los

Archivo General de ln Nación | rn ndnlnnte AGN ] , IX-l-fe-3, Cotaandancia , de fronteras y Carlos A. Mayo, "Er.Lancin y peonaje en la región pa/npeana en la segunda mitad del siglo XVIII" en DESARROU jO ECONOHICO, 92, 198*., p. 610.

“ F.n Carlos A. M a y o » " E s t a n c i a . , op.rit.» decíamos "Sin duda, dadas las caracterial«cas y los ciclos do 1a pruducrión agropecuaria era esperable que se diernn recurrentemente situaciones ilt» desocupación estacional...", p. 609.

zS

términos clave de la ecuación: la estacionalidad de la demanda

de trabajo. Pero allí no termina el problema, digamos que es

justamente allí donde comienza. Si no hay un problema por el lado de la oferta,¿cómo explicarnos, en un contexto de escasez

de brazos, el vagabundaje rural, aludido hasta el cansancio en

bandos, acuerdos capitulares, correspondencia y procesos

judiciales? ¿Cómo explicarnos la- papeleta de conchabo que ya

el Virrey Sobremonte quiso introducir? El problema es que los

empleadores rurales tienen, a veces, serias dificultades para

reclutar y estabilizar mano de obra libre. Claro, las cuentas

estudiadas por Amaral no reflejan directamente el primer

problema, esto es, la dificultad para reclutar trabajadores

libres en ciertos pagos bonaerenses como la misma Magdalena

donde tenía su estancia Don Clemente López y no lo reflejan

porque en rigor ningún libro de contabilidad la espeja direc­

tamente; la contabilidad sólo registra los peones una vez que

han pactado conchabarse pero nada nos dice de los procesos

previos al de contratación, del regateo, de la búsqueda de

peones. Y, sin embargo, bien miradas las contabilidades y las

cuentas de estancias coloniales revelan el fenómeno de la

escasez indirectamente. Amaral advirtió y advirtió bien, que

en su caso.el 6 % de los nombres de los.peones contratados no

se repiten- año»tras..año3 .. Revisando - la contabilidad betlemita-

de la estancia, de- Arrecifes- nosotros-encontramos el mismo

fenómeno-. Sobre-un total de 24 peones . que sirvieron- en -la

estancia conventual entre 1767 y 1770 sólo dos figuran en la

contabilidad como trabajando los tres años y sólo cuatro que

sirvieron en 1769 vuelven a estar presentes en 1770. ¿Por qué no se" repiten los mismos nombres? ¿Por qué rotan tanto los

peones? Pues no por otra razón que por la dificultad que para

reclutarlos y estabilizarlos tienen los estancieros coloniales

r i o p l a t e n s e s * .

La pregunta es ¿por qué tienen, en ocasiones, los estancieros

problemas para reclutar y estabilizar peones en sus explota­

ciones rurales. Al responder a este interrogante nos permitirá

el lector que reiteremos nuestra tesis.

En la campaña rioplatense la oferta de trabajo se encuentra

profundamente condicionada por: ,

»éase Samuel Amaral, "Producción y mano de obra en la estancia colonial'Mag­dalena' 1785 - 1795", en VI J o m a d a s de Historia Económica, Córdoba, p. 17

^ Amaral, op. cit., p. 18u Carlos A. Hayo, CONVENTO, ECONOMIA Y SOCIEDAD EN EL RIO DE LA PLATA,

Ph. D. Dissertation, University of California at Los Angeles, 198t, p. 201.

1) El acceso directo a los medios de subsistencia;2) la existencia de una frontera abierta;

3) circuitos clandestinos de comercialización;

4) acceso; a la tierra y por consiguiente a una economía

agropecuaria paralela a la de los grandes -y medianos productores;

5) la actitud del peón rural ante el trabajo.

Nadie ignora que hasta la aparición del alambrado las estan­

cias carecían de cercos y el ganado se alzaba. En la campaña

rioplatense el acceso a la carne era, por ende, directo. La

carne no se negaba a nadie, recordaba el cabildo porteño, y en

el peor de los casos se carneaban reses ajenas, como hacía

Silvestre Coronel, acusado de vago, que "se m a n t e n í a ... con

matar bacas a j enas"6 . El acceso directo a la carne y a la

vivienda permitía al habitante rural retraerse del mercado de

trabajo por temporadas y era una de las causas del vaga b u n d a ­

je-

La existencia de una frontera abierta con los indios fue otro

factor que afectó, • quizás-indirectamente;-.-la:oferta-de trabajo-- rural. Los trabajadores-.rurales eran uno' de los sectores-que

con mayor - frecuencia- set pasaban--^; los> indios. La. experiencia--?

de Martín Fierro era bastante familiar en la frontera-col o - -

nial. Así en 1703 se fue a vivir a las tolderías Miguel Grane­

ros, peón de Juan José Arrióla, vecino del fortín de Lobos6 .

El mundo aborigen no sometido era una clara alternativa para

el personal en relación de dependencia. Sin duda, no conviene

exagerar este ¡aspecto de la cuestión pero tampoco es conve­niente pasarlo-por alto,

i

En la campaña rioplatense había circuitos clandestinos de

comercialización que permitían- al habitante rural acceder a

los medios de subsistencia sin pasar por el mercado de traba­

jo. Pulperos y mercachifles ambulantes compraban cueros sin preguntar su procedencia y entregaban ropa a cambio de ellos.En la zona de Carmen de Areco, por ejemplo:

"...andan -decía un testigo en 1701- unos m e r c a c h i ­

fles que son los hombres más perjudiciales que pueda

darse porque trahen Ponchos, calzones, Bretaña, y

otros generos que cambalachan por cuero, charque,

grasa y otros comestibles, sin duda para los Barcos

^ AGN-IX-12-6-9, Sumarios militares.AGN-IX-l-fc-21 Comandancia de Fronteras.

Z.T-

del C o n trabando y lo que sucede es que infinitos

G aud e r i o s que no tienen otro oficio que robar,

quando necesitan alguna ropa matan de noche el

ganado q ue-enquentran sea del Rey o de los vezinos y

cambalachan los cueros y la grasa con dichos M e r c a ­

chifles... "7

No todos escogían esta vía de la misma manera que no toda la

sociedad contemp o r á n e a se dedica al narcotráfico, se trataba

de una vía ilegal y comportaba cierto riesgo.

Pero hay otra cuestión que no ha sido planteada hasta hoy: el

acceso a la tierra, no a la propiedad, pero sí al usufructo de

pastos y parcelas cultivables. Había por lo menos, dos vías de

acceder a la tierra al mar g e n de la propiedad; asentarse_en

' t i e r r a s fiscal es ( la" frontera abundaba en e 11" ) ¿_¿‘aqreqar-_

•se" a un e s t a blecimiento rural. El acceso a la tierra permite

a un número aún indeterminado de pobladores rurales y m i g r a n ­

tes del interior dedicarse en pequeña escala a la actividad

agropecuaria sustrayéndose del mercado de trabajo. Son los

squatters que se afincan en la frontera^ o más frecuentemente,

1 o s •a g r e gados:-que-a cambiovdel-\ usufructo de • una parcela de­

tierra pagan -un arrendamientoy- realizan-prestaciones laborales

o aseguran,-., al propietario-,.- los.- 1-ímites.de; su-propiedad-;..

Cuando hablába m o s - d e este sector decíamos -que se trataba de una economía de semisubsistencia^. Nos habíamos equivocado;

este sector de pequeños productores rurales está también

orientado hacia el mercado. La presencia de los agregados, que

registraban l acónicamente censos y padrones, es fundamental

para entender el problema del mercado de trabajo rural. ¿Quié­

nes son? “se encuentran también muchos que no teniendo domici­

lio fijo -se queja el párroco de Lobos en 1805- o avitación

permanente siembran agregados, y lo mismo es recoger sus

granos que los venden o se alzan con ellos —

Mejor aún y má s despectivamente los caracterizó Pedro Andrés

García cuando hace referencia a esa "multitud de familias

establecidas en terrenos realengos que ocupan a su arbitrio o

^ Citado por Helli, Oscar Ricardo, en HISTORIA DE CARKEH DE ARECO, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1971., p. 65.

° Véase Carlos A. Mayo y Amalia Latrubesse, SOCIEDAD, TIERRA Y VIDA EN LA FRONTERA BONAERENSE, La Plata, 1985, MS inédito, p. 99 - 100.

9 Carlos A. Hayo, "Estancia...", op. cit., p. 61<*.10 AGN-rX-1-4-5, Comandancia de Fronteras.

bien que los arriendan por un ínfimo precio. Estas-"familias se

dicen labradoras porque envuelven en la tierra una o dos

fanegas de trigo al año; y son en realidad la polilla de los

labradores honrados y de los hacendados a cuyas.espensas se

mantienen..." Son esos "agricultores honorarios" que! según le

confesaba un vecino a García "empiezan... a arar por mayo, y

concluyen en julio y aún en agosto. ¿Y qué comen' en este

tiempo estos hombres sin recursos? Díganlo nuestros ganados.

¿Con qué alimentan sus vicios? Con los productos de aquellos.

¿V cuál es el resultado de una operación de cuatro meses?

Haber arañado la tierra que por mal cultivada no produce ni

aún el precio necesario para una familia industriosa"!!. Los

labradores “honorarios", concluye el informante de García, "venden a precios ínfimos sus c o s e c h a s . . . " ^ , £ste sector,

rural es el que "compite con la economía de mercado por el control de hombres y ganado"!^. • ‘ j

La existencia de un sector productor sobredimensionado es

también visible en los censos. En el, partido de San Vicente,

hacia 1815, los ganaderos y los labradores representan algo

más del 40 % de la población activa efectiva, en tanto que los

peones no. exceden el-27,66 % ! . Es evidente que como-.decíamos

en nuestro ■ trabajo a n t e r i o r , en la llanura pampeana-sobran losganaderos-, • y también,, "los. agricul tores--honorar.ios"15;u

La existencia de este ampl io .sector de pequeños productores,

rurales está en la base de la restricción de la oferta de

trabajo rural. Estos son uno de los grupos que las autoridades

persiguen como vagos en un- intento por empujarlos a alquilar

su fuerza de trabajo. No sólo son competidores molestos, sino

también hombres que viven buena parte del año o todo el año al

margen del mercado de trabajo. Los estancieros y las a u torida­des quieren proletarizarlos. ¡

En la campaña rioplatense pues, hay acceso a la tierra y por

eso hay gauchos. Sostenemos la tesis contraria a la tradicio­

nal; hay gauchos porque hay tierra disponible. Cuando: ésta ha

11 Pedro A. Garcia, DIARIO DE UN VIAJE A S AL INAS GRANDES EN LOS CAKPOS DEL SUD DE BUENOS AIRES, Buenos Aires, EUDEBA, 1975, p. 25.

Ibidem.13 Carlos A. Hayo, " E s L a n c i a . , op. cit., p. 61fc.

Hayo y Latrubesse, op. cit., p. 113.15 Hayo,. "Estancia.. op. cit., p. 616.

sido total y afectivamente apropiada sólo hay peones.

Veamos ahora la actitud del peón ante el trabajo. El trabaja­

dor rural carece de disciplina laboral y es inestable en el

empleo.i Las' fuentes cualitativas son coincidentesten este sentido. El testimonio de Félix de Azara, que conocía como

pocos la llanura litoral y a quien no se puede acusar de

connivencia con los estancieros, no deja lugar a dudas:

"Mas como ellos están acostumbrados constantemente a

no hacer sino lo que mas les agrada, no se les ve

contraer apego ni a la casa ni al dueño, aunque les

pague y trate bien: lo abandonan asi que se les da

la gana, y las mas de las veces sin despedirse; y

cuando mas dicen 'me v o y porque ya hace mucho tiempo

que sirvo a U d .’. Es inútil rogarles ni hacerles

observación alguna, porque no responden sino repi­

tiendo lo mismo y jamas dejan de irse"!*?

El convento betlemita de Buenos Aires, que poseía dos estan­

cias en la campaña bonaerense se queja privadamente, de que

los peones, de..sus establecimientos-rurales--se. "iban-- y venían.-

cuando mejor '1 es-acomoda", . los trabajadores,, aseguran fasti­

diados, los--frailes.-en: otra-ocas i ónv ."si rven: c u a n d o - . quieren", y

acto' seguido - deciden' comprar' más esclavos'para sus estan­c i a s 1 7 . El testimonio de los Betlemitas es particularmente

revelador porque pone de manifiesto que una de las razones de

los estancieros para comprar esclavos era la inestabilidad del

peón rural. El Cabildo de Buenos Aires se queja, por su parte, de que los peones abandonan al labrador por el servicio de un

mate o cuando éste los exhorta a trabajar.. A veces son los

mismos peones los que, en sus declaraciones judiciales, con­

fiesan paladinamente su desapego por todo trabajo regular. Así

el peón Narciso Valiente manifestó que trabajaba dos meses y

dos meses "se andaba p a s e a n d o " ^ . Silvestre Coronel, ya cita­

do, confesó que "unas veces anda conchabado y otras ocioso".

Del peón José Oominguez un testigo dijo que “algunas veces

16 Arara, Félix da, VIAJES POR LA AMERICA DEL SUR, Montevideo, 1860; p.282.

17 AGH-XIII-15-3-S Libro de Consulta.18 Citado por Aníbal Viguera y Jorge Cabelli, APROXIMACION A LOS VAGOS Y

HALEKIRETEMTEOS DE LA CAMPAÜA RIOPLAIEHSE A FIHES DEL SIGLO XVIII, Tandil, Universidad Hacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1983, tomo

I X , p . 7 .

anda conchabado, pero que su maior vibir es de bagabundo“19.j

Claro, toda ésta es evidencia cualitativa. ¿Y qué dicen las contabilidades? Samuel Amaral no. encuentra entre las cuentas

(que no son una contabilidad) de la estancia de Clemente López

rastros d e l " fenómeno de la fuga del peón rural. Si así fue la estancia de López no parece ser representativa en lo' que hace

al comportamiento del peón rural. La mayoría de las cuentas y

contabilidades coloniales que hemos consultado' presentan^ claros c a s o s’de fugas. En la estancia jeisuítlca de San Ignacio

en Córdoba entre 1736 y 1750 casi el 14 % de los peones dejó

el establecimiento antes de la finalización de su contrato,

algunos adeudando fuertes sumas a la estancia 20-, Hacia 17Z9 '

en una de las estancias de Miguel de Riblos. Juan de Rocha,

mulato libre, "se huyó" debiendo 130 pesos y 3 reales. Claro, hay que decirlo, los casos de fugas son decididamente los

menos. ¡

Algunas contabilidades registran otro hábito más frecuente del

peón', las''inasistencias al trabajo. Los jesuitas, siempre tan

minuciosos, lo hacían y en el libro de conchabando de San

Ignacio hemos- encontrado-peones ■ que. habían fal tado más.de: u n ­

irles- en. un año- de- trabajo--. • ¿Por- qué ha- de extrañarnos- el errá­

tico. comportamiento- laboral de los ■ peones-rurales ri-opla--

tenses?'Se t r a t a • de hábitos de- trabajo •-preindustriales-nq ceñidos a ~esá “absurda regularidad de la producción fabril.,

El peón rural rioplatense compartía con los barreteros libres

de Potosí, los esclavos de las plantaciones del sur de los EE.

UU. y los trabajadores ingleses anteriores a la revolución industrial una similar actitud ante el trabajo. Y esto nos

lleva a una conclusión decididamente revisionista; contra'lo

que quiere cierta historiografía tremendista que presenta al

peón rural rioplatense poco menos que como un esclavo 2 1 j

nosotros creemos que aquel füe verdaderamente libre: libre de

entrar y salir del mercado de trabajo, libre del endeudamien­

to, libre de circular de estancia- en estancia; de elegir empleador y de tomarse ciertas licencias ante la rutina labo­

ral. Oesde luego no pretendemos negar la explotación, ni la

AGN-IX-1-5-t,*Comandancia de Fronteras.Museo y Casa del Virrey Liniers, Alta Gracia, Libro de Conchabados en

San Ignacio.Z1 Véase Eduardo Azcuy Ameghino, ARTIGAS EN LA HISTORIA AflGEWTIÍÍA,

Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1986, p. 33**. Por otra parte el salario del peón rural de la campaña bonaerense era alto.

y

asimetría social de una campaña donde unos eran señores de

ganado y otros trabajadores en relación de dependencia, t a m p o ­

co negamos la violencia de la vida rural rioplatense, la

brutalidad de esos alcaldes de la hermandad (en su mayoría

estanciero?) que perseguían el vagabundaje con saña, lo que

afirmamos es que, en términos relativos, y dentro dal hueco

que la estructura social de la campaña les dejaba, los peones

eran libres y tenían un poder de negociación probablemente

superior a sus congéneres de la primera mitad del siglo XX. No

estamos ante un caso de servidumbre, sino ante un precoz caso

de asalariado libre.

u

TRABAJO Y TRABAJADORES RURALES EN

BUENOS AIRES A FINES DEL SIGLO XVIII

Samuel Amaral

Instituto Di Tella/CONICET

Peones, vagos, mal entretenidos: se evocan los atributos lite­

rarios del gaucho para englobarlos en una imagen pintoresca

pero inexcusablemente confusa, basada en un análisis sesgado

de las condiciones de trabajo que se apega a la visión de la

demanda... En: una'- oportunidad- anterior- M a y e presentó a los

habitantes de la pampa trabajando ocasionalmente para obtener

metálico para-sus’ vicios', retrayéndose luego a una economía de

subsistencia1 . Explicaba el conchabo ocasional por la posibi­

lidad de satisfacer las necesidades básicas de alimentación en

el sector de subsistencia y por una mentalidad "poco calvinis­

ta" que les habría impedido seguir trabajando más allá de la

satisfacción de las necesidades (vestimenta y vicios) que

requerían metálico. Ahora, abandonada la supuesta "economía de

subsistencia" por la imposibilidad (si se define a la economía

de subsistencia como el sector que produce bienes no comercia-

lizables) de señalar los impedimentos que interferían la

producción para el mercado,, torna la mentalidad "poco calvi­nista" en una "actitud frente al trabajo", como si se tratara

aún de una particular estructura mental y no de las caracte­

rísticas mismas del trabajó rural en las sociedades pre-

in d ustriales. Por eso vuelve sobre los condicionamientos de la ■jfírt.-- dfi trabajo pasando por alto los de la demanda, en cuyas

c a r a c t e r í s t i c a s ,'"sin embargo, y no en las de aquella, nay que

buscar las razones de la “escasez e .inestabi1 idad“ de la mano

de obra. Aun con modificaciones sensibles Mayo no ha incorpo-

* Carlos A. Hayo, "Estancia y peonaje en la región pampeana en la segun­da mitad del siglo XYIII", DESARROLLO F.COHOKICO, 1984, 92, pp. 609 - 616. 7

rado a su explicación la estacionalidad de la demanda y la

utilización combinada de mano de obra temporaria y permanente,

libre y forzada, ni ha ubicado a la mano de obra en el proceso

de producción, en tanto precios, salarios y productividad del

trabajo continúan ausentes (y aún nos deja sin conocer la

extensión del vagabundaje y la de su represión limitada). A

continuación ofreceré un modelo - por lo tanto abstracto,

esquemático o inevitablemente incompleto - de la modalidad

operativa de la demanda y de la oferta de trabajo en la campa­

ña bonaerense a fines del siglo XVIII, basado en ciertas

lecturas, en estudios preliminares sobre población y produc­ción y, principalmente, en el análisis de la contabilidad

(contabilidad, no cuentas aisladas, ya que se trata de un

registro sistemático de todos los gastos e ingresos) de una

estancia del pago de la Magdalena^-.

La campaña de 8uenos Aires estaba poblada en la última década

del siglo XVIII por alrededor de 19.000 habitantes, distribui­

dos desigualmente en una extensión aproximada de 1.200 leguas

cuadradas (3.240.000 ha. es el equivalente exacto de tan vaga

cifra). Pocos de ellos eran terratenientes y otros pocos

comerciantes '(pulperos. o mercachi.f 1 e s ) 1 o s . . m á s t r a b a jadores 1 i b r e s v no. atados-por-víncul o>-a1 guno-'a l a-..- tierra" o-- al señor-,

ganaban su sustento conchabándose- o c a s i o n a l m e n t e ' e n■chacras y

estancias, pero también-realizando-algunas- t a r e a s - agrícolas y

ganaderas por cuenta propia. Esta actividad productiva inde­

pendiente se llevaba-a cabo en tierras realengas o como agre­gados en tierras ajenas. Si en las tierras realengas podía

eludirse el control del hacendado o sus capataces y al colec­

tor de impuestos, su inseguridad, por la proximidad con la

frontera, les restaba atractivo. Como agregados en tierras

ajenas podían disponer de una cierta extensión de tierra y de

la protección del hacendado. En esa tierra podían producir

bienes para su propio consumo y para el mercado; desde ella

podían también incursionar ilegalmente en las haciendas veci­

nas para proveerse de carne y cuero, tanto para su consumo

como para la venta. Los hacendados toleraban la presencia de

agregados en sus tierras para asegurarse el suministro de mano

de obra estaci o n a l ,, pero no por ello aceptaban completamente

* Ese análisis ha sido efectuado en Samuel Amaral, "Rural Production and Labour in Lata Colonial Buenos Aires11, JOURNAL OF LATIN AMERICAN STUDIES, noviembre 1987, 19 (2). Aquí presentados la misma argumentación, algo másdesarrollada, pero forzosamente mAs esquemática y desprovista del basamento empírico que la sustenta. Una versión preliminar de ese trabajo fue presen­tada en las YT J o m a d a s de Historia Económica (Vaquerías, Córdoba, 198*»), bajo el titulo de "Producción y mano de obra en la estancia colonial. Magda­

lena 1785 - 1795".

3 H

las actividades ilegales que los perjudicaban. Lejos de em­

prender una represión sistemática del vagabundaje, que hubiera debido empezar por la vigilancia de sus propios agregados, los

hacendados, para no aumentar sus costos de producción, r e c u ­rrieron al estado. En sus quejas y representaciones (cuyo

costo en tiempo y aranceles legales, menor que el de montar la

represión directa, podía diluirse soportándolo entre muchos

interesados) se originan las medidas legales contra la v a g a n ­

cia, cuya misma repetición debería servir de prueba de su

relativa ineficacia. Pese a la definida tipificación del

delito de vagancia, el concepto parece haber sido usado más

como un adjetivo que como un instrumento legal por sí mismo.

El arsenal jurídico cumplía su objetivo como amenaza, sin que

las raíces del mal pudieran (por falta de voluntad) ser e x t i r - :

padas. Agregados y hacendados se necesitaban mutuamente. Los

agregados obtenían de los hacendados derechos de permanencia,

labranza y pastoreo y se atribuían el de incursionar en los

bienes ajenos. Los hacendados cedían de tal manera una pequeña

extensión de tierra-y, de buen o mal grado, algunas cabezas de

ganado a cambio de disponer de mano de obra libre estacional

sin cargar con su mantenimiento durante los baches e s t a c i o n a ­les .

Escasez- o inestabilidad de la mano, de-obra son- conceptos

elaborados por.la demanda.' No todas las fuentes que hacen

referencia a tales fenómenos deben ser sospechadas de c o n n i ­

vencia con los hacendados. No se trata de una conspiración

sino de puntos de vista adoptados - queriéndolo o no - en el

análisis. Es desde el punto de vista de la oferta de mano de

obra que la contratación de peones temporarios o permanentes

puede definirse como escasa e inestable. Que en una estancia

no trabajaran los mismos peones en un año y en el siguiente no

era consecuencia de una m e n t alidad "poco calvinista" o de una

■ determinada "actitud frente al trabajo" ni del atractivo

ejercido por tierras libres sino de la estacionalidad de las

tareas rurales (que producía baches interestacionales) y de la

discontinuidad de la demanda de cada estancia dentro de la

estación (que producía baches intraestacionales). Examinemos

estos puntos en detalle. En primer lugar la estacionalidad de

las tareas rurales. La tierra se labraba a fin del otoño y

comienzo del invierno y la cosecha tenía lugar en el verano;

. el ganado se recogía y marcaba en otoño, tras la parición y la

caída de los cardos, o en primavera, antes de su crecimiento.

Había, entonces, picos de demanda pero también caídas p r o f u n ­

das, que- no dependían tanto del calendario como de'las c o n d i ­

ciones concretas de cada estación (más o menos lluvia, más calor o más frío). En un año normal, sin embargo, p o d í a e spe­

rarse que marzo, agosto y novie m b r e fueran meses de m u y baja

demapda de mano de obra en general, y que de n oviembre ar

febrero y de mayo a agosto fuera mu y escasa la demanda de la actividad pecuaria. “Estabilidad" significaba entonces para

los hacendados contar con peones suficientes a un determinado

salario cuando los necesitaban. El salario anual era similar

trabajando todo el año o solamente durante la estación, pero

contratando estacionalmente se reducían los gastos de m a n t e n i ­

miento y se transfería el riesgo a los.peonesj En segungo

lugar, la discontinuidad de la demanda de cada estancia dentro

de la estación. Las tareas de labranza y cosecha, recogida y

marca del ganado si bien se realizaban en determinadas e sta­

ciones eran llevadas a cabo en cada estancia en plazos que no

cubrían toda la estación. Algunas tareas requerían la c o n c i ­

tación de trabajadores temporarios durante algunos días,

durante cierto lapso podían continuar con la mano de obra permanente (en general forzada), y luego podía ser necesario

nuevamente recurrir a la contratación de peones temporarios.

La demanda de mano de obra era, entonces, estacional y v a r i a ­

ble dentro de cada estación y de cada estancia. El contrato de

trabajo terminaba por decisión del empleador no del trabajador

y los lapsos de trabajo no abarcaban la estación completa. La

combinación de mano de obra permanente y temporaria, forzada-y

libre, era entonces otra fuente de inestabilidad de la deman­

da.. '

Si en. los-. baches-, interestacional es- de-- la-producción.- agnícola..o -

ganadera el t r a b a j a d o r - q u e d a b a " parado o . debía desplazarse en

busca de trabajo hacia el otro sector (ya que motivos e c onómi­cos separaban ambas actividades en el espacio pampeano) o aún

hacia la ciudad, en los baches intraestacionales podía atender

su propia producción. Como apenas si había otros medios de

vida en la campaña de Buenos Aires (aunque se haya hilado y

tejido la lana producida en alguna estancia, no hay indicios de que haya pasado de una actividad para el á u t o c o n s u m o ), el

pico de demanda estacional coincidía con el trabajo en la

propia tierra o con el propio ganado. Esa producción no era

necesaria y exclusivamente para el áutoconsumo, ya que una

parte de ella podía estar destinada al mercado. Pero esto no

implica que la coincidencia de la demanda endógena y exógena

de mano de obra produjera el abandono de la tarea en las

estancias por los peones para la atención de la propia prod u c ­

ción: los hombres en los baches intraestacionales, pero si no

las mujeres y los niños, bastaban para atender tareas cuya

urgencia se medía más en semanas que en horas. Si no hubiese

sido así, fugas e inasistencias deberían de^ haber sido la regla más que una rara excepción en Buenos Aires a fines del

siglo XVIII. (No viene al caso mencionar fugas en Buenos Aires

en 1729 y en Córdoba entre 1736 y 1750).

La inestabilidad de..la demanda se debía al ritmo de las tareas

rurales y sólo las quejas de los hacendados permiten suponer

que existía inestabilidad de la oferta. Si fugas e inasisten­

cias eran escasas, resulta obvio que los hacendados debían quejarse para mantener bajo control la mano de obra durante

los- baches interestacionales e impedir su expansión como

productores independientes más que para forzarla a trabajar.

Un vago, trabajador perezoso, “poco calvinista", no sentiría

ninguna urgencia por producir más allá de la satisfacción de

sus necesidades. Un trabajador libre - en parte asalariado, en

parte productor independiente - p r o d uciría (modestamente quizá, pero no importa en qué grado) para el mercado. En su

camino de convertirse plenamente en prod u c t o r independiente se

interponían (dejando de lado las diferentes cualidades de cada

individuo) obstáculos de diversa índole: la dimensión del

mercado, las condiciones de producción (capital, tecnología,

productividad, utilidad) y restricciones e x t r a e c o n ó m i c a s . Los dos primeros operaban para todos los productores, pero las

últimas sólo para los trabajadores libres. La represión de. la

vagancia tenía entonces por fin limitar las actividades ilíci­

tas de los trabajadores rurales sin' extirparlas, ya que los

mismos hacendados las fomentaban al tolerar la presencia de

agregados-en sus.-tierras y de ellas d ependía la manutención de la mano, de obra. ■

Las estancias demandaban- también mano de obra permanente para

tareas de mantenimiento de las instalaciones y para el cuidado de las ovejas, de las vacas lecheras y de los caballos mansos.,

Para esto se compraban esclavos o se contrataban trabajadores por plazos más largos que los requeridos por las tareas esta­

cionales. Los salarios pagados en estos casos eran e quivalen­

tes a la tasa de amortización del esclavo más los gastos

ocasionados por su manutención, m ientras que los panados durante el pico de demanda estacional eran dos veces mayores,

y alrededor de tres veces mayores cuando la demanda agrícola y

pecuaria se superponían. Pese a esta di f e r e n c i a de costo entre

¡a mano de obra permanente y la temporaria la producti' ’’nd de

una y otra tendía a igualarse (aunque los costos d*' jfpJüS^c-

ción en que se debía incurrir para reemplazar « s u.ti/íscta.v^na c cJf-

¿o psclavos a las tareas rurales se debió al La incorporacion de esc'3 * raída de su precio o aumentoaumento de su productividaci (p°r c a f d ^ d e = n0 se..

del precio de los /j „ dg la 0fe r ta de mano de obra

originó en la ]nesta^ tó } inestabilidad de su demanda. En

libre sino que lncreme" ^ L esclavos pudo no haber tenido • establecimientos con pocos pstancias COn una fuerte con­m a y o r e s consecuencias, per da permanente producía una

centración de mano de de manQ de abra ü b r e temporaria

disminución de la deman baches intraestacionales. Latanto en la estación « m o en los ba-ch determinada (además

cantidad de mano de obra P " e a dimensión de las

d, por ,1 precio £ “ ‘‘" " í t e o t a i e n t o se destioaba. .asinstalaciones fijas par y cantidad de ganado, aunque por la extensión de la tierr y 1nf1uido en aquella. (En cuando éstas a su turno pueden haber h i t ^ nQ

las estancias de P « P ’eh e 1 ^ o r r a z o n e s extraeconó-puede descartarse que ® de h aber excedido

micas, la fuerza de introducción de esclavoslas n e c e s i d a d e s productivas). 1utamient0 de trabajadores

incrementó la d i n c u I t a a]es puesto que, cubiertas laslibres en los picos permanente, cuantonecesidades básicas con a mano de babU1dad..habria-

mayor fuera- la cantrdad* de « e l t e m p o r a r i o s - a d i c i ó -

de que esa-estancia dem estacional1,-cuando muchas

„ 1« sdlo- .» U C” Í I ! d f p i ó " “ •* « V » ; tiempo. P » ™ estancias M t a b “ 5 r U n beber pagado salarios

hacer frente a la esca*;; «.„cedió- pero también podían recu altos -lo que efectivamente:suc P.y(j que e1 m e rcado_en la.

rrir a la queja, un recu coacciones extraeconómicaseconomía m e r c a n t i 1 1sta. de obra d u r a n te ese

b°eve 1 a p s ^ c o n Í J Ü M sobre el costo de producción.

La opción de no trabajar ™ dd®be subsistencia (que no debe

c o n f u n d í r s ^ c o n una" c o l o A g r e g a d o

g e n e r o s o s . La P * . J e r « . n « ^ J c ir lo suficiente

en tierras ajenas y el abl9 ® ^ £ un s a lario, es decir,

para vivir sin trabajar p presentar a los habitantescomo productores independientes. J end1gntes solamente esta-

de la campana como P rt? ^ o r ^ sligiriendo que todos y cadamos examinando una posibilid , candidatos posibles

uno de el!os lo . ^ ’’ ^ ^ " T g r e g a d o s y ganaderos sinpuede señalarse a los propietarios de extensiones tantierras, y, también, a los P P y m e dia de fondoridiculas como 10 « r a s de frente P g asegurar e l d e r e c h o a

(parece obvio que sólo tenían p J propietarioacceder c.n so gaoado a «n curs. * *9 - _ per0 „

difícilmente pueda ser c a n u c a s

39

Las tierras realengas eran Insegura ! rea,idades crudas, indios; la permanencia en tierras I? P°r P r0xi«idad de los

(lo que, por ejemplo, podía d e s a l e n t a d l a 1"? 3 ^ - x ’0 p r e c a H o necesaria para levantar corrales!- * 1 J 1nversl6n «n madera

Los medios de subsistencia estabiñ fl a? l98ato era u" delito, los límites en su uso eran f á í n f 5 a , cance de la mano, pero

^ P r o d u c i r i n d e p e n d i e ^ e m l í t ^ t i r M ? W *con la escala. Algunos indivirf.ro.T j P ? riesgo crecía

correrlo yéndose más cerca de íos T Í - " haberse decidido a actividad ilícita, pero en un amhf» ¿ los 0 incrementando•su

i! la mayoría Parece h a b e r ^ r f e r L ^ 6 n° deJaba de ser a costa de menores ingresos mayor seguridad, aún

Para sí mismos y en parte para otros era ía e" Partemenos arriesgados. Como el hacendíS« alternativa de los

siempre que no transgrediera Q ! al a^ 3 ad°costumbre (más allá estaha oí invisibles límites de la

'a vagancia para d i s u a d o co de represión de

productor independiente - i n crement^'T*!'3 transfo™ a r s e en u n :-i legalmente- los ingresos d P / Producción legal o(la escasez de fugas e inasistenrfí'regados debían completarse

ción) con su conchabo Cuant-n S mU8stra en qué propor-'*..-

productor independiente ‘menor s e r r ^ T el in9reso como-

a la inversa: Esta jituación n l V u T ^ de conchab° y '

a g r e g a d o ^ - e n - c a d a año, pero en-el úíicí V a n 'ad° para c a d a ' 'posible verificar el grado-de está b i l i d á d Crfp°i en _que ha' * i do de obra;; se- ha- observado-un elcasaminí « o f e r t a - d e mano '

taje de reemplazo por posibles f ? „ S,5n ? 5 ,VO P°rcen''de inasistencias. No parece p n tnnr Porcentaje aun menor

productores independientes ’hf v í ' ^ act>vidad de les

1792), en esa zona (Magdalena^ tan n -U ra" te 8Se laPS0 (1787- tirles trabajar sólo para sí. Prospera como para permi-

2a“ V u ;°„So hr o Sbrr,,f; rI d ? o P, « ; ] P*;m ?nte * '*No parece que pueda hablarse de la e s c a s i T ^ 3 ^ "escasez"- mismo modo que se habla de la dP an..= l ■ m a n° de obra del

se está haciendo referencia a una £n estos casosalcanza para satisfacer la demanHa c a n t l d a d .d e un bien que no

aumentará (alentando hasta cierto nunt- precl? de esos bienes caso de ser posibles) pero las , -US lmP°rtaciones, en

cía serán sequía y hambre En "l c a s o ^ p V " Últ,ma Ínstan~ desequilibrio de la oferta v la w m3no de obra el

^ Precio, pero si e'ste j 3 3 f- regula tambie'n P°r

frecuencia aún nominales) respecto de" fSrmlnos rea1« ^ con regiones se producirá un rfo*n? • ! Pagados en otras

manera mucho más rápida . T m é n o s ^ c o S n po? ,aci<5n d^ unatrasladar agua o triqo F 1 manh • • a que la que implica

los salarlos (1. ía a d " S ¡ « “Í° '',l ”!V '' deestudios de precios nos impide

a n a l i z a r sus e f e ctos reales) fue p o s ible por el crecimiento

a c e l e r a d o de la población rural debi d o a migr a c i o n e s desde el

in terior y aún desde la ciudad. La falta de libertad para

t r a s l a d a r s e de un lugar a otro y la escasa fluidez en la

c i r c u l a c i ó n de la información deben de haber contribuido a esa

e s t a b i l i d a d salarial impidiendo un crecimiento desmesurado de

la oferta. Una estimación e s t á t i c a de la situación del mercado

de t r a b a j o libre temporario h a c i a 1790 (basada en un cálculo

de p o b l a c i ó n efec t u a d o según la tasa de crecimiento intercen­

sal 1778 - 1815 y en la demanda total de mano de obra libre

t e m p o r a r i a e s t i m a d a según la produc c i ó n de una estancia)

p e r m i t e o b s e r v a r que en la e stación de mayor demanda de mano

de o bra el sec t o r pecuario s o l a m e n t e requería el trabajo del

un tercio de la población rural m a s c u l i n a adulta. Aunque la

d i s t r i b u c i ó n no homogénea de la p oblación no debe de haber

p r o d u c i d o el m i s m o efecto en todos los pagos, esle simple

c á l c u l o c u e s t i o n a la supuesta e s c asez y apunta, nuevamente,

ha c i a la i n e s t a b i l i d a d de la d e manda de mano de obra.

A fines del siglo XVIII la c a m paña de Buenos Aires (no inclui­

m o s a la Banda Oriental, donde las condiciones pueden haber

sido s e m e j a n t e s pero no n e c e s a r i a m e n t e las mismas, ni aún a la

c a m p a ñ a de Buenos-Ai res-. a n t e s del-Regl amento'-de-Libre C o m e r ­

cio) e s t a b a p o b l a d a p o r - i ndividuos que', sin estar vinculados a

la tierra- o a los-hombres,-- d e b í a n ^ t r a b a j a r para otros para:

s u s t e n t a r s e . A l g u n o s pueden haber incurrido en actitudes

deli c t i v a s , o t r o s pueden haber : tenido éxito como productores

ind e p e n d i e n t e s , pero la m a yoría debía alternar el trabajo para

sí en t i e r r a s que no les p e r t e n e c í a n con el trabajo asalariado

e stacional para los propietarios de esas u otras tierras. Con

sus ingresos (en metálico, porque no hay pruebas de pago

d i r ecto en especie) debían cubrir sus necesidades y las de sus

d e p e n d i e n t e s de alimentación, vestimenta, alojamiento y aún,

en a l g u n o s casos, esüirituales. A l g u n o s pueden haber sido más

p r o p e n s o s que otros al alcohol, al juego o a la guitarra y han

sido c i e r t a m e n t e los elementos pintorescos, los que los d i f e ­

r e n c i a b a n de otros trabajadores rurales conocidos por los

testigos, los que han servido para definirlos. Esos testigos,

sin embargo, p rovenían de s o c i edades diferentes, algunas

a f e c t a d a s ya por la revolución industrial, donde el trabajo y

la p r o d u c c i ó n se realizaban en condiciones distintas. Sus

t e s t i m o n i o s son m u y útiles, pero a condición de eludir su

sesgo c ultural. Brackenridge notó, como otros, la pereza de

los h a b i t a n t e s de la campaña, pero, americano al fin, recordó

que t a m b i é n sus compatriotas eran acusados del mismo defecto

por los e uropeos. No era esa a p arente pereza una "actitud

frente al trabajo". La e s t a c i o n a l i d a d de las tareas rurales,

la d e m anda d i s c o n t i n u a de mano de obra dentro de la estación,

internas, mercados en expansión pero aún reducidos, escasa

fluidez en la circulación de la información, un bajo nivel de

especialización y .casi nulo de educación y, por supuesto, las

coacciones e x t r a económicas son los factores que permiten las

condiciones de trabajo en Buenos Aires a fines del siglo XVIII

(y esos mismos factores son los que hay que tener en cuenta

para explicarlas ). Algunos vagos y mal entretenidos no d e b e ­

rían oscurecer al peón rural en la historia como Martín Fierro

lo ha logrado en la literatura.

¿EXISTIERON LOS GAUCHOS *?

Juan Carlos Garavaglia

IEHS/imCPBA-COHICET

No tema el d e s p r e v e n i d o lector; evidentemente, los gauchos en

efecto ex i s t i e r o n y la provocación del título va dirigida a

avivar las d u d a s que ese lector pudiera tener -como es el

caso de quien escribe estas breves líneas- acerca de la omni-

presencia espacial y temporal de este peculiar personaje de

nuestro pasado- rural.-..- .

Leyendo-los e s c a s o s - t r a b a j o s que: existen sobre-la historia- d é ­

la ganadería en el Río de la Plata, uno tiene la sensación de

que la c a mpaña bonaerense a fines del siglo XVIII estaba

poblada casi exclu s i v a m e n t e por gauchos y grandes propietarios

o "estancieros" -y, como se verá, las comillas tienen su razón

de ser. En h o n o r a la verdad, hay que decir que ello ocurre

con casi toda la literatura que existe sobre el tema agrario.

Sólo se sal v a n los estudios del ingeniero M o n toya y Tulio

Halperín y a l g unas pocas líneas que Emilio Coni (cuando conse­

guía d e s p e g a r s e de esa manía de contraponer el gaucho al

labrador) y R o b erto M a r f a n y dejaron caer casi al descuido hace

ya bastante, sin darle al hecho la importancia capital que

tiene para hacer un proceso de v erdadera re-visión de nuestra

his t o r i a rural. Hace poco Samuel Amara) realizó un estudio

pionero para tratar de captar una realidad diferente. Carlos

Mayo, en el trabajo que suscita ahora nuestros comentarios

realiza otro esfuerzo importante por escapar de este esquema

trillado.

En realidad, lo que ocurre es que ese esquema era una autén­

tica t r a n s p o s i c i ó n de los modelos del siglo XIX para la época

colonial, si bien dudamos que alguna vez este " m o d e l o 1' haya

42-

coincidido exactamente con la realidad. Hasta mediados de la

década del diez del siglo XIX -cuando realmente da inicio

el proceso hegemónico de afirmación de la ganadería orientada

a la exportación de cueros y carnes saladas en el espacio de

la campaña bonaerense- la estructura económica y por lo tanto,

social, de esa región era enormemente diversificada.

Había "estancieros" es cierto (y para acabar con el equívoco:

esta palabra se asimila muchas veces a "criadores" y no tiene,

hasta las primeras décadas del XIX, ese aura de nobleza vacuna

que adquiriría después...). Estos eran de muy diverso tipo y

tamaño. Oesde los que se ocupaban del abasto de la ciudad-

engordaban novillos y no pocas veces eran sus propios ar r i e ­

ros- tenían animales de poco peso y destinados a la producción

de cueros, o se afanaban en la cría de muías, hasta aquellos

pocos grandes que se dedicaban, muchas veces como propietarios

ausentistas a casi todas las actividades ganaderas. La gran

mayoría de esos "estancieros" ocupaban la tierra con títulos

bastante diversos y sólo una minoría era jurídicamente prop i e ­

taria de ese medio de producción. Los "estancieros" podían ser

propietarios, arrendatarios, ocupaban tierras realengas o de

dueños desconocidos y algunos incluso--- eran"--"agregados"'en.

tierras de sus- vecinos más favorecidos. Estos y sus familias-

ios grupos doméstieos-que tan-c 1 a r a - y gráf.icamente' nos - d i b u ­jan algunos censos - se ocupaban no sólo de las actividades

ganaderas que hemos descripto sino que también poseían majadas

de ovejas, labraban la tierra y tenían animales de granja. Hay

aquí en esta gran categoría desde un puñado de grandes ha c e n ­

dados hasta una inmensa m a y o r í a de pastores que, desde el

punto de vista de su inserción en el proceso productivo,

pueden ser considerados con toda justicia campesinos .

Pero, junto a ellos, convivían los 1abradores , es decir, los

campesinos dedicados más e s p e c íficamente -por falta de otros

medios- a la agricultura. Estos grupos domésticos de labrado­

res también tienen algunos animales: unos bueyes, unas vaqui-

tas lecheras, una manadita de caballos, unas pocas ovejas...

Pero, como decíamos arriba, su actividad económica fundamental

se orienta hacia la agricultura. Son ellos los que siembran-

aunque no siempre son los que cosechan - esas 200.000/250.000

fanegas anuales de trigo que se cultivan en la campaña bonae­

rense a fines del siglo XVIII. También se ocupan en mucho

menor grado de sembrar maíz, alfalfa, cebada y legumbres. Ello

ocurre en especial en el "cinturón" de quintas de alta pr o ­

ductividad que rodea a la ciudad de Buenos Aires en esos años.

Por supuesto que no hay casi necesidad de señalar algo obvio:

la enorme mayoría de estos labradores no son propietarios.

Aquí la propiedad es algo mu c h o más desigualmente repartido y

los arrendatarios, ocupantes tolerados o directamente c l a n d e s ­

tinos, constituyen la gran mayoría de los productores agra­

rios. Por supuesto que la línea de separación entre muchos de

aquellos pastores de los que hablábamos antes y sus vecinos1 abradores es puramente ideal. Sólo los que no tienen medios para poseer el ganado suficiente, se conforman con arañar la tierra para el trigo.

Porque -y ésta es también una tradición historiográfica difí­cil de desterrar- ya desde mediados del siglo XVIII, las vacas tienen dueño. En la banda ocidental del Río de la Plata se ha acabado desde hace tiempo el ganado cimarrón y sólo resta, es­porádicamente y cuando las condiciones climáticas aprietan, ganado a l z a d o . A fines del siglo XVIII la carne sigue siendo algo muy barato (en especial, si lo vemos desde la perspectiva de un campesino de la meseta mexicana o d?i Alto Perú...). Todavía en una fecha tan tardía como 1820, la Junta Protectora

de la escuela del partido de Chascomús nos informa que los saladeros locales "-...dan gratuitamente al vecindario que acude a sus Laboratorios toda la carne que no les sirve..." 1.

Pero, no era fácil vivir todo el año -sin irse a “tierra de indios"- solamente robando ganado para comer o para vender

cueros y grasa. Sin embargo ello todavía ocurría y a ojos de los poderosos", ocurría demas.iado. seguido. Y así se explica

indudablemente-.todo, el aparato-jurídico-que aquel los inventan

para controlar'a esos- hombres" tan- peculiares.. Tiene razón Carlos Mayo «cuando llama nuestra-atención sobre este hecho y nos parece que ninguna sociedad se ocupa de estructurar un andamiaje jurídico similar sin que existan serias razones para ello. Pero, el problema central es determinar si este hecho apuntaba sólo a controlar a los "gauchos" o también a otros

grupos quizás potencialmente más peligrosos para los grandes propietarios. Volveremos enseguida sobre esto.

Mas, retornando ahora a la estructura socio-económica de la campaña, existe otro problema sobre el que nos gustaría llamar la atención: la campaña no sólo tenía diversos sectores pro­

ductivos como los que hemos enumerado arriba, sino que tam­bién, las diferencias regionales eran muy mar c a d a s . No es lo

mismo Lujan o San Antonio de Areco, áreas de vieja coloni­zación donde se daba un marcado equilibrio entre ganadería y agricultura, Arrecifes o Magdalena, dos zonas de clara domi­

nancia ganadera pero de signo diverso y San Isidro, Las Con­chas de San Fernando o Matanza, donde la agricultura cerealera dominaba indudablemente. Esta campaña bonaerense tenía enton­ces complejas diferenciaciones internas y los fenómenos trata­dos por Mayo deberían ser analizados en función de esas dife­

rencias. En este mismo número, Jorge Gelman menciona además otro hecho esencial: el cuándo, señalando, por ejemplo, el

problema de la incidencia del ciclo agrícola del trigo en el fenómeno de la escasez/abundancia de fuerza de trabajo para

algunas unidades de producción.

Y henos ahora in media r e s . Para hacer nuestros comentarios acerca del problema que nos ocupa aquí, permítasenos incursio- nar, muy brevemente, en los primeros resultados de un estudio

en preparación sobre la zona norte de la región bonaerense. Para ello, analizaremos algunos datos de un censo de Areco de 1789, censo que fue publicado por Ricardo Caillet-Bois hace ya casi cincuenta años y que, por las razones historiográficas apuntadas, pasó inadvertido para los estudiosos. El propio

n = (--Roi.s f al publicarlo, hace unos comentarios que demues­

tran palmariamente el peso de esa tradición historiográfica y la dificultad que se tenía en ese entonces para 1eer verdade­

ramente los datos que el padrón presentaba 2.

El padróru,. fechado como dijimos en 1789, censa 224 unidades familiares y trae datos demográficos generales y sobre control de la tierra y los diversos tipos de ganados. Lamentablemente,

no se censaron a los esclavos, pero-otro padróñ de Areco de 1778 que incluye-, parcialmente al. área censada en i789, sí

posee-ese• tipo :de datos. Vamos a hacer- unos-brevísimos comen-

tarios relacionados exclusivamente con el tema central de esta-

discusión.

Veamos, para comenzar, el problema del acceso a la tierra. Del universo total analizado por el censo, sólo el 30.8% tiene derechos jurídicamente ciertos sobre la tierra que ocu p a . .. Estos datos coinciden por otra parte con lo que afirmaban algunos autores de la época e incluso, Pedro Andrés García - uno de los escasos publicistas y hombres de acción coloniales que parece haber sido sensible al problema - habla de un 25% para la zona de Lujan en 1810. Y si ajustamos un poco más la p..r,torÍ3 descubriremos que, aquellos propietarios a quienes el censo agracia con e¡ título de Don (no podemos aquí entrar a discutir la importancia capital de esa partícula de v'e?o cuno

nobiliario, aparentemente tan inocente), es decir sólo un 15* del total de unidades domésticas, controlan uri 76S__.de toda la

tierra en situación ' jurídica cierta^. Por el otro lado, la inmensa mayoría de los españoles que no poseen el título de Don y las "castas" se distribuyen en diversas categorías en cuanto a las formas de control de la tierra. Unos pocos son

---------------------- HS

^ El censo fue publicndo en el ANUARIO DE LA SOCIEDAD DE HISTOplXA TTHA. 1. Buenos Aires. 1939. DP- 333-3^6

propietarios -el 16% de los españoles y el 7.3% de las "cas­tas"- los demás, son arrendatarios, están agregados en tierra ajena, vivep en tierras con derechos desconocidos o en tierras realengas. Y si restamos aquí a aquellos grupos domésticos que

arriendan y que en esta zona por razones estrict-améVite locales

(se trata en su mayoría de tierras pertenecientes a los Betle- mitas) gozan de una situación jurídica de una estabilidad excepcional, descubrimos que el 64% de los españoles y el 70%

de las "castas" no posee ningún tipo de derecho jurídicamente

seguro sobre la tierra en la que vive y trabaja.

Pero, los datos más interesantes surgen cuando pasamos a examinar el problema del control de los diversos tipos de

ganados que tienen las unidades familiares. Si señalamos que el reducido sector de españoles que tienen el título de Don- que eran un poco más del 20% del total de las cabezas de

familia- poseen el 73% del total del ganado vacuno, estamos

transitando caminos ya conocidos y no decimos nada nuevo. He aquí el sector de los "hacendados", si bien habría mucha tela

para cortar si nos extendiéramos sobre el tema -casi todos

estos.-hacendados también siembran sus propios cereales (alguno tiene: hasta- una- - atahona). - y- poseen frutales-, hortalizas y animal es. de-gran jáT~Pero, nosrinteresa- sobre- t odo, mostrar, la otra cara- de la moneda..-Si- descontamos.-del-.universo-total. a

aquellos grupos domésticos que controlan la tierra- como propietarios o que son arrendatarios y nos centramos en ese64% de españoles y 70% de “castas" que posee tan escasosderechos a la tierra que ocupan, descubrimos con asombro que

éstos son propietarios de un 16% de los vacunos, un 39% del ganado caballar -ésta es una zona donde se crían buenos hatos de muías- y un 30%-de los ovinos. Por supuesto, una parte de estas familias son en realidad 1abradores (los descubrimos fácilmente cuando nos topamos con esos grupos domésticos que

sólo cuentan con unos pocos vacunos -dos o tres vacas lecheras y una yunta de bueyes probablemente- una tropilla de caballos

y una majadita de ovejas). Pero, otros son verdaderos pastores de ganado vacuno o mular y como tal hay que considerarlos, aún cuando también siembren. En la base más desprotegida de la pirámide social de este mundo rural nos encontramos con los

grupos domésticos verdaderamente demunidos: un_10% del total

no tiene vacunos y posee menos de 20 caballos -hemos tomado a

ese número como límite para una tropilla de uso personal y no destinada al procreo de muías. Agreguemos que la inmensa mayoría de estas familias tienen la condición tan peculiar de

ser "agregadas".

Como este censo no ha tomado en cuenta a los esclavos, es muy difícil sacar en forma terminante todas las conclusiones que se esbozan aquí. Pero, si recordamos que el padrón de 1778

46

censa unos 69 esclavos para un número mucho más reducido de grupos domésticos (en el censo de 1778 son 87 familias, contra 224 en el de 1789), y si agregaramos a los datos de este último un número -proporcional a la cantidad de familias- de

esclavos en relación a las cifras de 1778, tendríamos unos 177 esclavos. Además, si tomamos a la cantidad total de unidades familiares que nos da el padrón de 1789 y le aplicamos un multiplicador surgido del censo de 1778 -o sea, 4.37 por grupo

doméstico- tendríamos un total estimado de unos 1,155 habitan­tes y llegaríamos a la conclusión que el sector más demunido

.asciende a un 23% del total de almas. Y ese porcentaje está compuesto por una mayoría de esclavos (un 65% del ese total

parcial) y el resto por españoles y "castas" pobres, aquellos que pertenecen a los grupos domésticos que casi no poseen animales ni otros bienes. Si bien estos últimos cálculos son hipotéticos, no dejan de ser realistas.

Bueno, después de este largo rodeo, hemos vuelto a nuestro problema. ¿Cuál sería entonces la fuerza de trabajo potencial

para ese reducido grupo de grandes propietarios que existe en

Areco en 1789? Una parte importante está compuesta por los esclavos y creemos que en este sentido mucha de la tinta que

ha corrido sobre el tema no ha tenido en-cuenta la importancia de este sector en el total de la fuerza de trabajo permanente en la campaña. Otra parte está compuesta'por los miembros de esas unidades domésticas que viven agregadas y que tienen unos pocos animales. El censo no lo dice, pero es más que probable que algunos de estos agregados sean "jornaleros", ya sea tem­

porales como permanentes. También hay que contar con la fuerza de trabajo de muchas de las restantes familias de campesinos que viven cercanas a los grandes propietarios. En realidad, este sistema mediante el cual los grandes propietarios utili­zan el recurso más abundante -la tierra- para acceder al menos abundante -la fuerza de trabajo- era bastante común en algunas

regiones de América hispana (recordemos en México, el caso de El Bajfo a fines del XVIII) 3, y por último, aún cuando no se

trate del sector menos importante, existe un intenso proceso

de migraciones tanto de tipo "golondrina" como definitivo que es indispensable tomar en cuenta, en especial, en ese momento

tan complejo de la cosecha. Las fuentes cualitativas mencionan

repetidamente el hecho y los datos de los censos de la época independiente son claros en este sentido. Cordobeses, santia- gueños, púntanos y paraguayos abundan en la campaña y si bien

una parte importante de estos migrantes vuelve después de la

cosecha a sus lugares de residencia habituales, otros servan

3 Ver, entre otros, Florescano, E. , ORIGEN Y DESARROLLO DE LOS PROBLEMAS AGRARIOS DE HKXICO, 1500-1*21, Era, México, 1979

4 +

a s e n t a n d o en la c a m paña bonaerense al azar de amores y otras

h u m a n a s viscicitudes.

C omo se ve, este censo nos dibuja un cuadro económico de la

v i d a rural riop l a t e n s e bastante más complejo que ese compuesto

e x c l u s i v a m e n t e por "gauchos" y "estancieros". Y que no se nos

diga que esto es así porque Areco era un área agricola! Areco

es una de las dos cabeceras decimales donde los datos de fines

del siglo XVIII mu e s t r a n un gran equilibrio entre ganadería y

a g r i c u l t u r a y en un año cercano al del censo, es la tercera

c a b e c e r a en imp o r t a n c i a en la ganadería -no demas i a d o lejos de

M a g d a l e n a y A r r e c i f e s que son las dos primeras. Por supuesto

que en algunas partes de Magdalena las cosas deben haber sido

d i f e rentes. Pero, Carlos Mayo evoca algunos ejemplos tomados

de San V i cente - M a gdalena- donde las s ituación no parece muy

d istinta. Nosotros, hemos hallado en 1793 en San Vicente 222

m a r c a s de ganado y en la parte de M a g d a l e n a que va de Barracas

a m á s allá de Punta Lara, hay 124 mar c a s r e g i s t r a d a s . . .y eso

es un poco más de las que hay en una zona con una vocación

m u c h o más "agricola" como Matanza, donde e n c ontramos 121

m a r cas. Y volvi e n d o un minuto a nuestros "estancieros", d e s c u ­

b r i m o s que en M a g d a l e n a el 67% de ellos no saben firmar la

p a p a l e t a en la que registran su marca y en M a t a n z a llegan al

78%. V aya "estancieros"!!

Q u e r e m o s insistir aquí con algo que ya d i jimos en otra parte,

la imagen de una i n m ensa pampa poblada de innume r a b l e s ganados

con un puñado de g a u c h o s "sueltos" d edicados al noble e j e r c i ­

cio de comer e m p a n a d a s y tocar la guitarra es falsa, al menos,

v i s t a desde la a b i g a r r a d a complejidad de la campaña de fines

del siglo XVIII. Es falsa no sólo porque e x istía esa e s t r u c ­

t u r a social tan d i f e r e n c i a d a de la que hemos hablado, sino

t a m b i é n porque así no era posible "yerrar", hacer rodeos

(antes de los alambrados) enviar ganado a los corrales del

aba s t o porteño, “hacer cueros", criar ovejas, engordar n o v i ­

llos, "hacer bueyes", criar y amansar muías... Todo ello,

ademas, en medio de una aguda y de s p i a d a d a c o m p e t e n c i a entre

b l a n c o s e indígenas por el control del territ o r i o (el fin de

don C l e m e n t e López de Osornio nos d e m u e s t r a que el asunto no

iba en broma). Y no hemos mencionado, con toda intención,

n i n g u n a activ i d a d agrícola... Aquellos que piensen que esas

t are a s gana d e r a s de la vida rural se podían hacer solas, están

t o c a n d o demas i a d o "de oído" en su c o n o c i m i e n t o del campo

coloni a l .

Pero, v o l v i e n d o ahora nuevamente sobre uno de los temas que

m á s p r e o c u p a n a C a r l o s Mayo: ¿contra quiénes se estruc t u r a ese a n d a m i a j e jur í d i c o que tendrá a fines de la época colonial su

evitar discrepar con Mayo; si bien él parece consciente del problema que nos ocupa y lo menciona en dos o tres ocasiono;:

creemos que no extrae del mismo todas sus c?"':?— .‘"-.¡as lógi­cas.

Esos instrumentos jurídicos de control están destinados no sólo a contener la "excesiva libertad" de que habrían gozado

unos paisanos levantiscos y solitarios. Estos indudablemte existían, pero eran muchos menos que los q u e’ ciertas fuentes

particularmente sesgadas quieren hacérnoslo creerj En este sentido, no resistimos comentar aquí la cita de un acta capi­tular que en su momento fue tomada al pie de la letra por algunos estudiosos. Estamos en febrero de 1721 y todavía, u n a ’

parte relevante del ganado que se utilizará en Buenos Aires,' se “caza" en la Banda Oriental en medio de expediciones llega-" das desde allende el río y donde reina un ambiente muy pecu­liar. El cabildo porteño se queja y afirma

"...q. al abrigo de las poblasiones se mantienen ynfini-'

tos forasteros de toda la provincia y fuera de ella..."

Se ordena al regidor- don Sebastián Delgado1que acuda con una

partida de hombres-decididos- para acabar con tamaños desórde- :- nes. E s t e a s í lo hace y en su carta dél 13 de marzo de ese año ', informa al Cabildo que ha visitado todas las estancias que había desde el río San Juan hasta el Espinillo, ha reconocido hombres y haciendas y que ha recogido todos los

“...vagamundos, que hasta la reducion coxi diez...con que'"

quedo esta banda Limpia y con horden en las estancias...-'.'''

dos se me escaparon ...[y] quatro me mandaron avisar de- la campaña que iban saliendo con quarenta cavallos..." ^ ;

l o s "infinitos" vagos que poblaban la Banda Oriental quedaron redimensionados exactamente a 14 personas', lo que no parece mucho en realidad... Es por eso que debemos ser muy atentos al examinar este tipo de documentación. La misma fuente, después

de haber 'hablado de los "infinitos" forasteros que ya mencio­namos, esboza una queja que parece apuntar más certeramente al fondo del problema y afirma que

"...ay hombres poblados en ellas [se refiere a las campa­ñas de la Banda Oriental JCG ] qe.pasaron de peones Crinchavados y ya son dueños de haciendas y pretenden

----------------------------- CfCf

U Ver ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO DE BUEHOS AIRES, Serie II, Vot.IV, pp. 288-289; el original de la carta en AGN-IX-19-1-7, fjs. 256

serlo de aquellos c a m p o s . . . "5

No olvidemos que en esta época todavfa era común la usanza de

pagar los arreos con una parte proporcional del • rodeo. El

temor de los cabildantes porteños no parece estar'constituido

sólo por los gauchos vagos sino también por los hacendados en

potencia que pudieran surgir en la campaña oriental. ¿Es éste

un ejemplo aislado? No, es posible hallar muchos documentos

que apoyan esta interpretación del fenómeno que estamos

comentando. Raúl Fradkin ha m o s t r a d o en un trabajo reciente lo

difícil que era saber claramente quién podía ser considerado

un hacendado y las fuentes desde la segunda mitad del siglo

XVIII abundan en consideraciones como las que siguen:

"Que respecto a experimentarse qe. muchos sin poseer el

terreno competente para Estancia se han hecho de crecido

numero de ganados y que estos como que el campo de sus

respetibo dueño es mui limitado salen de el y se

extienden por los Cir c u m b e c i n o s en perjuicio de los Amos

de e 11 o s ...declaro qe.nin g u n o puede tener Estancias ni

tenerse por Criador que no pocea tres mil varas de

terreno-por frente-y legua y medio, de fondo..."

Este documento, d a t a d o - e n - 1775, h a s t a . donde-, podemos saber, no

tuvo sino limitadas c onsecuencias en la práctica, pero se lo

usó alguna vez como precedente jurídico para intentar poner

algún coto al difundido fenómeno del arriendo y de los "agre­

gados", sin que, como era lógico suponer dado el marco del

sistema legal existente en la época colonial, tuviese dema­

siado efecto 6. £n 1 7 9 2 el v i r r e y Arredondo la cita como

an t ecedente al reconocer que en las Juntas de Hacendados hay

"...muchos Yndividuos que sin terrenos propios havitan

por las campañas entre las Estancias con mu y corto numero

de Ganados y otros sin algunos, ya en calidad de a r r enda­

tarios de tierras a pretexto de chacareros, ya en terre­

nos de d u dosos o no conocidos dueños, o ya tolerados o

admitidos por estos como agregados..." '

^ Ibiden, p. IIU [subrayado nuestro]6 Bando del Teniente del Rey don Diego de Salas, 25 de agosto de 1775,

en DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DEL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA, Facultad de Pilosofía y Letras, Buenos Aires, Compañia Sudamericana de Billetes de Banco. 1912, tomo I, p.28

Yer el Auto del virrey de 1792, en AGH-IX-19-U-5, fjs. 280-286

S o

La enumeración de Arredondo es un resumen de casi completo de

las categorías que nos presentan censos como los de Areco que hemos comentado un poco más arriba: arrendatarios, ocupantes,

en tierras desconocidas, a g r e g a d o s ___ Pero, el documento más

claro en el sentido de esta interpretación del problema, es un

Bando del Alcalde de Hermandad de Chascomús de 1808. V estamos

hablando de una zona de clara vocación ganadera. Escuchemos la

voz del Alcalde:

"Que estando llenas aquellas Campanas de vagos y otros

individuos qe. a la sombra de tener una ma n d a de yeguas y

diez o doze cavallos con marca ya se computan como h a c e n ­

dados siendo asi qe. no puede haver hacendado alguno sin

qe. pose y tenga una suerte de Estancia, por cuia razón

esta clase de Gente se regulan como vagos, pues los pocos

animales que tienen pastan en terrenos ágenos..."

Obviamente, aquí se nos describen sin lugar a dudas, esos

pequeños criadores de maulas de los que ya hemos hablado.

Según don Juan Lorenzo Castro, que así se llama nuestro A l c a l ­

de, la solución del problema es simple:

.conviene-e importa qe. se extingan y aprehendan estas

clases de hacendados haciéndoles vender- las Yeguas y

caballos, y dándoles- el destino-qe. se. les da a los vagos--

...sucediendo lo mismo con los m u c h o s agregados qe.

tienen estos últimos..."

Terminemos este comentario, con las últimas palabras de esta

parte del Bando, donde las verdaderas y profundas razones que

lo animan salen a luz en forma prístina. Según el Alcalde, a

causa de todo estos hombres

"...se ven los hacendados llenos de angustias en sus

labores porque, no hallan peón alguno qe. quiera coricha-

_ b a r s e ..." ®

Por supuesto, como ocurre casi siempre, no es esta la única

razón que explica el andamiaje jurídico que se irá tejiendo en

torno al problema de la asi llamada "vagancia rural". Pero, es

una de las más poderosas. Cuando, desde 1810 en adelante, los

gobiernos del período independiente de m u e s t r e n tener bastante

menos sensibilidad frente a los d e rechos -los fragilísimos

8 El original en AGN-IX-19-5-9, fjs. 6U-6U v t a . ; fue publicado por la Facultad de Filosofía y Letras en DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ARGEHTIHA, tono IV, ABASTOS 0E LA CIUDAD Y CAHPAÑA DE BUEHOS AIRES, (1773-1809), Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 191**, p. 193

■T4

d ere c h o s - de esa pléyade de meros ocupantes que pulul a b a n en

la campaña ("la polilla de los hacendados" de la que hablaba

el informante de Pedro Andrés García) y comiencen a ser v e r d a ­

d eramente una expresión menos med i a t i z a d a y mucho más clara y

d i r ecta de los sectores dominantes, la solución al problema

tendrá, como es sabido, dos frentes. Por un lado, el p e r f e c ­

cio n a m i e n t o de la papeleta de conchabo y todos sus anexos,

j u r í d i c o s o no. Por e-1 otro, esos "squatters" de los que habla

M ayo y que la presión d e m o g r á f i c a ha hecho aumentar p e l i g r o s a ­

mente, recibirán su me r e c i d o cuando la tierra comience ser el

"botín" en disputa de todos los grupos políticos que a l t e r n a ­

tivamente se turnen en el ejerc i c i o del poder después de la

revolución.

¿GAUOTOS O CAMPESINOS 7

Jorge Gelman

UBA/CONICEI

Sin duda, el trabajo de Carlos Mayo -coronación de una serie

de investigaciones que ha realizado sobre la campaña b onaeren­

se (y rioplatense en general)- nos está indicando que, poco a

poco-, la historia agraria del Río de la Plata colonial está-

comenzando a salir de las g eneralidades y aproximaciones de

ciertos ensayos que, con mucha imaginación y poca información,

nos repetían una serie de lugares comunes que debíamos a cep­

tar. Pero, también nos m u e stra el camino que aún falta reco­

rrer para que podamos empezar a pisar terreno más firme cuando

hablamos de estos problemas.

Haremos aquí algunos comentarios a este artículo; éstos se

referirán en particular a algunas cuestiones metodológicas y

s e’basarán en nuestra e x p eriencia actual. Ella surge del

análisis del caso de una gran estancia de la Banda Oriental^

Esta estancia, propiedad de la Hermandad de la Caridad y llaiaada "Estancia de los Vacas", estaba sitiada en la Banda Oriental ai Norte de Colonia, sobre la costa del Río de la Plata. Hemos podido localizar en el AGH

C-jtrrcü Air?s 1*s cuentas completas de su administración para varios años de fines del XV1JI e inicios uñí XIX, asi coc?o una colección de corresponden­cia del Administrador con la Hermandad, informes de visiLas, p¿rces scr-su?.- les, recibos, etc. El caso de esta estancia nos parece ampliamente comparable con las estudifldns por Hayo u otros en la campaña bonaerense, ya que tiene el mismo tipo de produccción, técnicas productivas, relación con los cercados de la región, está sin duda más cerca (tiene fletes más baratos) del cercado de Buenos Aires que muchas estancias de 1a propia campaña bonaerense y finalmen­te, recluta mucha mano de obra proveniente de Bunnos Aires; por lo tanto, los

que estamos estudiando en este m o m ento y esperamos que estos

breves c o m e ntarios contribuyan a cuestionar o esclarecer algunos de los puntos aquí expuestos.

Ante todo, queremos subrayar que podríamos hacer nuestras sin

ninguna d i f i c u l t a d algunas de las conclusiones de los estudios

de Mayo: la libertad que tenía el peón para entrar y salir del

m e r cado laboral, y el carácter marginal del fenómeno del

e n d e u d a m i e n t o (éste, por otra parte, cuando existe como tal,

no parece c o n d icionar mayormente la permanencia del peón en la e s t a n c i a ) .

Sin embargo, el artículo gira alrededor de un eje planteado

por dos fenómenos, la escasez de brazos y la abundancia de

vagos. En realidad, sé trata de tres fenómenos que Mayo tiende

a reducir a esos dos, ya que el autor asimila a éstos el hecho

de la i n e s t a b i l i d a d de la mano de obra;i__fenómeno distinto y

que, por razones que explicaremos seguidamente, conviene

analizar por separado^,.. Mayo, a su vez, desarrolla la expli­

cación de estos fenómenos a través de los cinco factores que

c o n d icionan la oferta de trabajo: acceso a los medios-de

subsistencia,, frontera abierta, circuitos clandestinos- de

comercio,, acceso, a la tierra'y- actitud laboral del peón rural.

Aquí es n e c e s a r i o hacer .antes que nada, un planteo m e t o d o l ó ­

gico r e l a c i o n a d o con el tipo de fuentes que utiliza el autor

para f u n d a m e n t a r sus hipótesis. Es indudable que sus datos

abonan a l g u n o s de los factores señalados, pero se trata casi

siempre de quejas de grandes hacendados, alcaldes d e’ la Her-~

mandad q u e ~ s o r n a ~ s u ~ v e z "hacendadó's":r-o—de instituciones muy

s u s c e p t i b l e s a escuchar las quejas de aquellos, como el C a b i l ­

do. Por lo tanto, esas fuentes reflejan mayormente el estado

de ánimo de los hacendados y éstos, obviamente se vieron

efectados por el robo de ganado, por la actitud de algunos

peones, por los circuitos clandestinos de comercio (circuitos

movimientos de ésta reflejan en parte lo que está sucediendo en la banda occidental del río. Por supuesto, somos conscientes que subsisten grandes diferencias (como por ejemplo, el tamaño de las explotaciones que en la Banda Oriental parecen más grandes, un mayor acceso al ganado salvaje -o más bien alzado- y una posibilidad mayor de que la población de reducidos recursos ocupe tierras realengas o sin dueños), pero sabemos que aún a fines del siglo XVTII se daban situaciones similares en la campaña porteña.

2 Hayo hace esto cuando, para demostrar la escasez de mano de obra a través de los dato< de Amaral o de los suyos propios sobre la estancia de los Betlemitas en Arrecifes, indica los porcentajes de rotación de los peones.

que, ciertas veces, fueron aprovechados por algunos hacendados

en beneficio propio...). Ahora bien, estos hechos fueron sin

duda reales, pero nada nos indica cual fue la magnitud del

fenómeno y en qué medida afectó realmente a la oferta de mano

de obra. .; ¡

Sucede algo parecido con otra fuente utilizada por Carlos

Mayo, los expediente judiciales. Allí es posible escuchar la

voz -aunque algo distorsionada- de “los de abajo". Este mate­

rial nos confirma evidentemente que nuestros gauchos existie­

ron, pero nos dice poco acerca de la representa.ti vidad del

fenómeno.

En la etapa actual de las investigaciones sobre el mundo rural

rioplatense, difícilmente podemos medir la incidencia de estos

factores en la provisión de mano de obra para la estancia

colonial. Pero, creemos que, tanto el libre acceso a los

medios de subsistencia, como la frontera' abierta, la actitud

laboral del peón o los c ircuitos clandestinos de comercio son

todos hechos que deben ser matizados, en especial, si lo que

nos preocupa es explicar el problema'de la escasez de mano de

obra en las grandes' estancias del siglo XVIII.- Mas,-.para

alejarnos un poco de este t e r r e n o - m o v e d i z o ,' se nos-permitirá

limitarnos al binomio i n e stabilidad/escasez de. Ta, manb.de

obrar-

En cuanto al primer elemento de la ecuación, la inestabilidad,

todos los estudios de Mayo, Amaral y Halperín la confirman .

Pero, ¿afecta esto a la provi s i ó n de mano de obra de la estan­

cia? Y ante todo, ¿tiene la estancia excesivo interés en esta­

bilizar la mano de obra? Indudablemente, como lo indican los

estudios de Mayo y Amaral, en la gran rotación de personal

incide el fenómeno de estac i o n a l i d a d de la demanda. Si este

hecho es cierto-, ¿para qué estabilizar la mano de obra? y

sobre todo, ¿para qué h a c erlo si en general se consiguen los

peones cuando se los necesita?

Y aquí entramos en el segundo elemento de la ecuación, es

decir, 'la escasez de la mano de obra. Hay también aquí un

problema de fuentes o mejor dicho de utilización de ellas.

Mayo en sus largas y fructíferas investigaciones encontró

sobrados ejemplos de propie t a r i o s de estancias (sobre todo,

los Setlemitas) que, a través de su correspondencia, se quejan

de la dificultad de conseguir peones. Pero, para saber qué

representan estas quejas, es indispensable antes que nada

3 Ocurre lo mismo en el caso de la estancia de las Yacas que estamos estudiando actualmente.

co nocer el c u a n d o , o sea, en qué momento se pr o d u c e n esas q u e ­

jas. Y ello nos conduce a dos tipos de problemas.-l) los f a c t o ­

res e s tacionales _del...ci.c]p__agrario en las quej a s y ~ e 1" autor

n ada nos informa acerca de eilo; 2) los factores que l l a m a r í a ­

m os c o yunturales (por ejemplo, la especial s i t u a c i ó n que vive

la campaña de Buenos Aires después de las invasiones inglesas

en relación al problema de la milit a r i z a c i ó n y este fenómeno

no es c aracterístico del siglo XVIII, sino de ese p e ríodo en particular)''.

Sin duda, para medir el p roblema de la escasez o no de la mano

de obra -es decir, si las fluctuaciones reales en el empleo de'

ésta dependen de la demanda (Amaral) o de la oferta (Mayo)-

hay una d i f i cultad casi Insalvable a partir de las fuentes con

que contamos y, en particular, a partir de las c o n t a b i l i d a d e s

de estancias: siempre nos queda la duda si el peón se va por su propia v o luntad o si lo despiden.

Sin embargo y felizmente para nosotros, en el caso de la

e s t a n c i a que estamos estudiando hubo al menos un año, 1797, en

que existió una demanda constante y sostenida de m ano de obra

por parte de la estancia. Ello ocurría porque • a lo largo de-

ese año se estaba liquidando el' stock de ganado alzado que

había dentro-de sus límites y, por lo tanto, p o d emos suponer

que las entradas y salidas' de los p e o n e s - dependían, salvo-

casos excepcionales de despidos de peones "maulas", de la

v o luntad de, éstos y no de .la del administrador. Estos datos

fueron c o n firmados además por la corresp o n d e n c i a del A d m i ­

n istrador con Buenos Aires.

Veamos qué e n c ontramos en ese año de 1797 en la est a n c i a de

J a s Vacas.. Antes que nada, señalemos que el hecho de que el

saldo acumulado de diciembre sea Igual a 0, no está indicando

la realidad del empleo sino que es resultado de los caprichos

de la contabilidad. Esta es anual y por lo tanto hace aparecer

a todos los peones saliendo a fin de ese mes, cuando en r e a l i ­

dad la m a y o r í a de ellos trabajaron hasta el 20 o el 30 del

mismo; es decir que, aquellos que lo hicieron hasta el 30, en

realidad pueden haber continuado trabajando desoe el primero

^ Con respecto a los casos citados en su artículo "Estancia y peonaje en la región panp»ana en la segunda sitad del siglo XVIII" en DESARROLLO ECO- NCHICO, 92, enero-marzo, 198^, se podrían señalar precisiones similares: econtrasos, por ejemplo, una queja de 1808; otras se refieren a la escaser debcaros para la cosecha y no para la ganadería o bien, como el caso de laqueja fechada en 1783; ella no está relacionada con la escasez sino con lainestabilidad de la najno de obra, fenómenos que, como dijimos, no son necesa­riamente idénticos.

ÍÉ,

de enero del año siguiente. Para solucionar este incónvénien-

te, hemos agregado los datos de enero de 1798, en donde se

puede comprobar que la estancia consigue c onservar solo 21

peones:

M O V I MIENTO M E N S U A L DE LOS PEONES DE LA ESTANCIA,

i ngresos egresos saldo mensual saldo aci

enero 15 - +15 15

febrero 9 - + 9 - 24

marzo 27 3 +24 48

abri 1 9 5 + 4 52

mayo 7 3 + 4 56

junio 7 9 - 2 54

julio 15 7 + 8' 62

agosto 4 1 + 3 65

septi embre 3 3 0 65

octubre 6 11 - 5 60

novi embre 1 18 -17 43

di ci embre 1 44 -43 0

e n e r o - [1798] 22 1 +21 21

Lo que podemos compr o b a r entonces a través de este cuadro

(cuyo movimiento no es excepcional y resulta similar al de

otros años) es que, en general, la estancia logra cubrir sus

necesidades de fuerza de- trabajo a lo largo de casi todo el

año. Y ello se ve co n f i r m a d o por la corresp o n d e n c i a del A d m i ­

nistrador; éste, incluso, despide a algunos peones que no lo

conforman y consigue otros. Sin embargo, hay algunos momentos

del año muy particulares: en enero y febrero de 1797 la e s t a n ­

cia no puede reclutar más m ano de obra y recién en marzo

ocurre una nueva i n c o r p oración de peones; luego hay cambios

muy lentos que llegan hasta fines de octubre y sobre todo,

fines de noviembre y d iciembre cuando se producen las grandes

partidas de peone; ür.t = s últimas no pueden ser comp e n s a d a s

con nuevas incorporaciones por la estancia, a pe^ar as c'jr

sabemos -gracias a la c o r respondencia- que las n e cesita y que

lo intenta por .todos los medios. Observando ahora sólo las

partidas de peones desc u b r i m o s que, además de los meses de

noviembre y diciembre, hay otro momento con partidas r e l a t i v a ­

mente importantes y se trata de junio/julio, pero aquí la

estancia logra compensar éstas con nuevos reclutamientos.

C omo d e cíamos más arriba, este movimiento se reproduce con

r e g u l a r i d a d a lo largo de los años y en definitiva surge con

c l a r i d a d que existe sobre todo una razón que condiciona la

ofer t a de mano de obra para la estancia ganadera: el ciclo del

t r i g o . Es ¡decir, fines de mayo, junio y parte de'julio: arada

y siembra: diciembre y sobre todo enero y parte de febrero:

cosecha. Es en especial en este último momento cuando las

sa lidas son absolutas y no se pueden conseguir los peones sino

a costa de grandes dificultades. El A dministrador reitera una

y otra vez la razón: los peones se "van a la ciega". Si tene­

m os en cuenta Tos datos que ha dado Garavaglia sobre la impor­

tan c i a de la producción de trigo en el área rioplatense duran­

te esta época, el cuadro queda casi completo^.

En pocas palabras, si hay un momento del ano en que sí se

puede h a b l a r de escasez o dificultad para la estancia en el

r e c l u t a m i e n t o de la mano de obra -siempre y cuando la necesite

r e a l m e n t e - es en la época de la cosecha de trigo, es decir

c u a n d o el peón tiene veraderas alternativas laborales al

c o n c h a b o en la estancia, ya sea porque se emplea en una chacra

d o n d e le pagan.más y en p l a t a“, sea por una de las razones

apuntadas- ya por Carlos Mayo y que'pensamos e s d e fundamental-

im portancia: el acceso a la tierra y, por lo tanto,, la posi b i ­

lidad dé tener un p e q u e ñ o - c u l t i v o é s t e se • descuida durante

casi todo el año -o más bien, se deja al cuidado de la mujer y

los hijos- y el peón vuelve allí sólo en la época de trabajo

i n t e n s i v o (arada, siembra y, sobre todo, cosecha).

Si el m o v i m i e n t o de mano de obra que hemos señalado fuera el

^ "Economic Growth and Regional Differentíations: The River Plata Región at the end of the Eighteenüi Century", HISPANIC AMERICAN HISTORICA!. REVIEW, 65(1), 1985. El articulo de Mayo de DESARROLLO ECONOMICO,cit. , menciona una serie de quejas relacionadas directamente con este problema durante la época de la cosecha de trigo.

Este fenómeno es perceptible en la propia estancia de las Vacas, en donde hay un terreno destinado al cultivo de trigo para el cual se conchaban cosecheros a U y 5 reales diarios y se les paga en plata (a diferencia del sueldo de 6 ó 7 pesos mensuales del peón ganadero que es pagado mayormente en efectos). La estancia, como lo reconoce palmariamente el Administrador, no puede pagar a los demás peones ese salario de cosecha : "...por qe.el quince o veinte del (mes) qe.biene [diciembre] persuado me quedaré sin peones, rootibado a la ciega y estos [los peones) no quieren trabajar por mes por qe. garvín en la ciega quatxo y cinco rs.diarios, y esto no le hace quenta a la casa y es preciso esperar a qe.se concluia " ,en AGN-IX-6-8-U, carta de F.Gar- cia al Hno.Mayor, 29/11/1797.

r s

resultado de las otras razones que indica Carlos Mayo (y ello

daría como producto final al gaucho), tendríamos que coincidir

en que se trata de gauchos muy especiales y, sobre todo, muy

regulares, dado que sistemáticamente y en el mismo período del

año se van a las pulperías, a robar ganado o _ a tierra de

i n d i o s ___

Por lo tanto, si hay m o mentos en que la estancia tiene d ifi­

cultad para reclutar mano de obra, creemos que ello no ocurre

por el acceso de los peones a la carne gratis y al cuero, la

frontera abierta, los circuitos cladestinos de comercio o la

actitud "poco proletaria" del peón, aún cuando todos estos

factores existieron, sino porque tiene alternativas de t r a b a ­

jo. Mayo, acertadamente, insiste en el problema del acceso de

los pobres a la tierra; sin embargo, partiendo de allí, llega

a una conclusión que creemos errada. Oice: “En la campaña

rioplatense pues, hay acceso a la tierra y por eso hay ga u ­

chos". Pensamos que habría que hacer una frase un poco más

larga y compleja: "En la campaña rioplatense durante un pe r í o ­

do relativamente corto del año (diciembre/febrero) hay alter­

nativas para el peón ganadero porque se conchaba en mejores

condiciones en la agricultura • o porque- tiene acceso^a-la

tierra y es un campesino ".

Frase, sin duda, m ucho-más aburrida y menos impactante, pero

quizás un poco más razonable.

R E S P U E S T A D E C A R L O S A . M A Y O

¿ U N A C A M P A Ñ A S I N G A U C H O S ?

Bienvenidas sean las p o l é m i c a s académicas cuando se realizan

en un marco de seriedad y altura. En este caso el principal

beneficiado he sido yo; los c o m entarios de Jorge Gelman, Juan

Cari o s -Garavagl i a y Samuel- Amaral han- enriquecido y- m a t i z a d o

cons i d e r a b l e m e n t e . m i s pl a n t e o s iniciales. Sin embargo .debo, a

mi vez, formular algunas precisiones- a los valiosos aportes de

mis comentaristas.

Gelman comienza arrojando una sombra sobre algunas fuentes que

he utilizado. Se trata, dice, de documentos ligados a los

estancieros y a un cabildo que tiende a ser receptivo a sus

reclamos. Esto es, en parte, cierto -sólo en parte porque el

cabildo porteño está co n t r o l a d o por los comerciantes- pero qué

difícil es en la historia social agraria escapar al cerco de

los p r o pietarios y su círculo! En este sentido hay pocas

fuentes más patronales que las contabilidades de estancia y la

c o r r e s p o n d e n c i a de los administradores, m i m e tizados con los

dueños y en una actitud casi permanente de a utojustificación.

También las fuentes de G e l m a n son, pues, un eco de los i n t e r e ­

ses de los estancieros. Pero mi trabajo no se basa sólo en ese

tipo de documentación; t a m bién cito a Azara, que, repito, no

puede ser acusado de estar en connivencia con los ganaderos, y

al censo de 1815, fuentes que corroboran, en parte, mi a r g u ­

mentación. Es cierto que las fuentes judiciales pueden ser

sospechadas en su r epresentatividad, ello ocurre con casi

todas las fuentes cualitativas. Y sin embargo, para estudiar

al gaucho, para escuchar su voz, aunque sea algo d i s t o r s i o n a ­

da, no hay fuentes más apropi a d a s que aquéllas.

En el tema de la escasez de mano de obra -que en ' la Banda

Oriental era p a r t icularmente aguda; había que traer trabajado­

res de Buenos A i r e s ^ - parece que la propia estancia de las

Vacas tenía, según un reciente estudio, más problemas-de los

que quiere G e l man^ y los tenía, ya veremos, por algunas de las

causas que he apu n t a d o en mi trabajo^.

Dos razones da G e l m a n para explicar la escasez de mano de obra

en d e t e r m i n a d o s momentos; una se relaciona con al ciclo agra­

rio y otra, c o y u n t u r a l , que se vincula, para explicar mis

fuentes, a las invasiones inglesas. Creo que Gelman -al plan­

tearnos la e x i s t e n c i a de alternativas laborales al trabajo en

la e s tancia g a n a d e r a - ha hecho un sólido aporte a la discu­

sión; la siega hab r í a jugado, y sus fuentes así lo revelan, un

papel dec i s i v o en la escasez de peones que advierte en d e t e r ­

m i n a d a s épocas del año. Se me ocurren otras alternativas labo­

rales - no hay much a s en la campaña rioplatense - como el

trabajo en el monte y en la ciudad, circunstancia ésta ya

s e ñ a l a d a por Amaral. En la frontera se podía, además, obtener

ingresos faenando ganado alzado, cazando nutrias, felinos

salvajes y flamencos. No comparto en cambio las razones coyun-

turales e s g r i m i d a s •p o r -G e l m a n ;. la militarización provocada por

las invasiones inglesas. Mis fuentes-, cuando hablan de escasez,

de m ano de obra- libre- la atribuyen a otras razones; el ,robo de

ganado y la e x i s t e n c i a de nutrieros en la frontera. La m i l i t a ­

rización de la soci edad rural intentada en la lucha contra los

indios, fue un fracaso; la rebelión y la deserción eran hechos

casi cotidianos^. En todo caso mis fuentes n_o_ mencionan para

nada las invasiones inglesas’ y no vemos por qué no habrían de

hacerlo "si fueran una "de las c a u s a s’de~la escasez.

* El convento betleroita debía reclutar trabajadores en Buenos Aires paxa explotar su calera del Rosario en la Banda Oriental. Lo mismo hacía, la Her­mandad de la Caridad para su estancia de las Vacas.

^ Salvatore, Ricardo y Brown, Jonathan C., "Trade and Pro letarianization in Late Colonial Banda Oriental; Evidence from Lhe Estancia de la.8 Yacas",HISPANIC AMERICAN HISTORICA! REVIEW, 3, 1987, p. U39. Desconocía este artí­culo cuando escribí mi trabajo.

^ Ibidem, p. UUS - Ul* 7.^ Cfr. Hayo, Carlos, "Sociedad rural y n i 1itamización de la frontera en

Buenos Aires, 1737 - 1810", en JAHRBUCH FÜR GESCHICHTE VON STAAT, WIRTSCHAFT UND GESSELLSCHAFT LATEIN AMERIKAS, 1987.

6 \

Pero la existencia de alternativas laborales no niega la

p resencia de alternativas al mercad o ' d e trabajo como las que

crean el acceso directo a los medios de subsistencia, la

frontera abierta, los circuitos clandestinos de comercio o la

actitud ante el trabajo de algunos sectores de la población

rural; la siega explica el comportamiento de los peones que se

han incorporado al mercado de trabajo rural pero no el de los

ha b i tantes que lo eluden. Por otra parte parece que, contra lo

que afirma Gelman, la actitud ante el trabajo de los gauchos

orient a l e s había estado en la base de los problemas que la

mano de obra libre planteaba a los propietarios de la estancia

de las Vacas-1. Y esto nos lleva a la problemática del gaucho

sobre la que volveremos. No nos parece muy razonable que

Gelman subestime la presencia del gaucho en la Banda Oriental,

en su pro p i a cuna y cuando su existencia es reiteradamente

m e n t a d a en , otro tipo de fuentes®. Cuando escribí aquello de

que "hay gauchos porque hay tierras" estaba pensando, precisa^"

mente, en la posibilidad de un gaucho campesino marginal; de un gaucho pastor, ¿por qué no?7.

La preocu p a c i ó n por la verdadera dimensión- del fenómeno g a u ­

chesco recorre buena parte del comentario de Juan Carlos

Garavaglia. Es ciertor. parte,, pero- sólo parte-; .• del aparato

j u r í d i c o contra la vagancia estaba destinado a los agregados y

los p e queños productores rurales. Creo haberlo dicho con todas

las letras. Básicamente, pues, “stoy de acuerdo con Garava-

glia. En realidad estoy de acuerdo siempre y cuando admitamos

que la razón de ser de la persecusión contra los pequeños

p r o d u c t o r e s era menos.el temor a-. su competencia qué la” n e c e ­sidad .de proletarizar los,/que la necesidad de contar CQn_jano

de obra más abundante y p o r tanto más b a rata. P rohibiéndose el

juego y "holgazanería de las gentes'"de la campaña" se logrará

"pr o p o r c i o n a r abundantemente a los cosecheros de manos útiles

para r e c o g e r sus siembras", aseguraba en 1799 don Cornelio

5 Salvatore y Broun, op. cit., p. 1.58.

C/r. Rodríguez Molas, Ricardo, HISTORIA SOCIAL DEL GAUCHO, Buenos Aires^ Karu, 1968, pp. 507 á 525.

La posibilidad de que algunos gauchos fueran campesinos-pastores no puede descartarse. Para la acepción de la palabra gaucho como campesino véase Slatta, Richard W., LOS GAUCHOS Y EL OCASO DE U FROKTERA, Buenos Aires Sudamericana, 1983, pp. 27 y 29.

u

Saavedra, a la sazón síndico procurador de Buenos Aires . En

otras palabras el aparato judicial contra la vagancia estaba

destinado a forzar a los pequeños productores rurales a -al­

quilar su fuerza de trabajo como así también, subsi d i a r i a m e n ­

te, a controlar el robo de ganado y la invasión de ganados

ajenos en las pasturas de los grandes estancieros. No cabe

duda alguna que "son las angustias" de los hacendados "porque

no hallan peón alguno que quiera conchabarse..." las "ve r d a d e ­

ras y profundas razones" que, en palabras de Garavaglia,

animan al Alcalde de la Hermandad de Chascomús a la p e r s e c u ­

sión de este sector rural. Pero los pequeños productores son

sólo uno de los grupos que están en la mira de la legislación

contra el vagabundaje; el otro es el peón sin tierras, el

gaucho sin bienes. "Que a todo peón que se encuentra vagueando

por la campana induciendo a juego, ebrio o con daga, o cuchi­

llo, aunque no haya of e n d i d o a nadie, o lleve consigo baraja,

o dados, sea aprendido y remitido a disposición de esta s upe­

rioridad con relación del caso" reza un bando virreinal de

principios del siglo XIX^. La papeleta de conchabo impuesta

por Sobremonte en 1804 estaba sobre todo destinada, según sus

propias palabras, a los "de la clase que debe vivir de jo r ­

n a l " 1 0 .

Si estudiamos quiénes fueron-, en real idad,,- las' principales -

víctimas de la persecusión del vagabundaje en la campaña

bonaerense descubriremos que la mayoría, la gran mayoría, eran^

habitantes que confesaron ser, simplemente, "peones c o n c h a b a ­

dos" 'que alternaban'su trabajo e n :l a s estancias con el trabajo

en la siega y el monte o bien con el ocio. Muy pocos t e n í a n ^

animales propios y sólo uno o dos eran verdaderos agregados.

Aquellos peones eran p erfectos candidatos a gauchos

Samuel Amaral me imputa no haber incorporado a mi explicación

Ta estacionalidad de la d e manda y la utilización combinada de

mano de obra temporaria y permanente, libre y forzada. No he

ubicado, dice, la mano de obra en el proceso de producción, en

® Citado por Rodríguez Holas, op. cit., p. 172.

9 ACN, IX-8-1-8, Bandos.IbitJí'tn. _ r .

11 Cfr. Vifcuera, Aníbal y Jo r g p Fanelli, op. cit., p. 6. Referencias

adicionales dal Profesor Aníbal V i niera al autor.

¿3

taríto ■ preci o s , salarios y p r o d u c t i v i d a d del trabajo. Es sabido

que la e stacionalidad de la d e m a n d a - cómo podría n e g a r l o ! - es

un factor clave en el c o m p o r t a m i e n t o del mercado de trabajo,

aunque el flamante trabajo de S alvatore y Brown arr o j a una

duda sobre la estac i o n a l 1 d a d de la producción rural como

d eterm i n a n t e del c o m p o r t a m i e n t o de la fuerza, de t r a b a j o l i ­

b r e 1 2 . Si insistí en a n a l i z a r la oferta de trabajo es porque

p e nsaba y pienso que acaso la clave, lo verda d e r a m e n t e n o v e ­

doso de aquella arcaica e c o n o m í á rural, está del lado de la

oferta. En otros trabajos me he ocupado d e t e n i damente de la

u t i l i z a c i ó n de mano de obra libre y esclava y de los salarios,

no así de la p r o d u c t i v i d a d 1 3 . No estimo, continúa Amaral , el

vagabundaje. He aquí una tarea p rácticamente imposible. Los

v a g a b u n d o s eluden los censos y están en los m á r g e n e s del

s i s t e m a socioeconómico y, por consiguiente, al m a r g e n de sus

f u entes más representativas. ¿Cómo estimar el v a g a b u n d a j e ?

C o n f i e s o mi perplejidad ante semejante problema intelectual.

Pero vayamos a lo que el co m e n t a r i o de Amaral tiene de más" sugerente: su modelo.

Samuel Amaral nos presenta, un mod e l o de trabajador rural (el

de un asalariado-agregad o - p r o d u c t o r - p a r a ' sí) que-está lejos de

ser un fenómeno general-i z a d o-en • 1 a campana b o n a e r e n s e . Más aún

su modelo presenta serios puntos débiles. Veamos' el asu n t o con

m á s detalle. La m a y oría de los t r a b a j a d o r e s rurales, b u s c a n d o

su seguridad bajo el amparo de un hacendado, habría a l t e r n a d o

su trabajo por un sala r i o ' c o n su'con d i c i ó n de a g r e g a d o que

p r o d u c e para el a u t o consumo y para el mercado. En las horas

libres puede además incu r s i o n a r en las haciendas vecinas.

" C u anto mayor fuera el ingreso como productor independiente'

^ Salvatore y Brown, op. cit. , pp. k£6 - <*U7.^ Cfr. Oscar Albores, Carlos A. Hayo y Judith L. Sveeney, "Esclavos y

conchabados en la Estancia de Santa Catalina, Córdoba ( 1 7 - 1771)" enREVISTA AMERICA,' N2 5 , 1977 ; Carlos A. Hayo, Oscar Albores y Fernando Giroe-nez, "La estancia de San Ignacio en la Gobernación del Tucumán" en CUADERNOS DE HISTORIA, 1982; Carlos A. Hayo, "Convento, Economía y Sociedad en el Río de la Plata (171*8 - 1822)", Ph. D. Dissertation, University of California, Los Angeles, 198¡>. En mi tesis doctoral también estudio los ingresos de la estancia betlemita de Arrecifes. Carlos A. Hayo, "Iglesia y esclavitud en el Río de la Plata", REVISTA DE HISTORIA DE AMERICA, Héxico, 102, 1986, y Carlos A. Hayo, EL PEONAJE RURAL RIOPLATENSE: ESTUDIO DE DOS CASOS en VII Jornadas de Historia Econónica, Tandil, 1986.

C H

menor sería su período de conchabo y a la i n versa"1^. Más aún

-aunque Amaral no lleva su argumentación hasta sus últimas

consecuencias- n u e s t r o trabajador-agregado podría, en un año

bueno, no trabajar. En otras palabras, aquí ya no juega sólo

la demanda sino la oferta y una de las circunstancias que,

según mi opinión, la condicionan: el acceso a la tierra.

Habría así una i n estabilidad de la oferta, con lo cual Amaral,

inesperadamente, estaría en este punto, de acuerdo conmigo.

Pero no se tr a t a de eso sino de las debilidades intrínsecas y

empíricas del m o d e l o de Amaral. Pero antes de criticarlo,

sigamos v i é n d o l o funcionar.

El punto c r í t i c o del modelo propuesto está en el hecho de que

el pico de la d e m anda laboral de la estancia coincide con la

época en que el asalariado-agregado debe atender su propia

producción. Entonces, ¿qué hace? Se conchaba con el estanciero

y deja a su m u j e r y a sus hijos el cuidado de aquélla. Ge 1 -

man, más realista, presenta a sus peones yéndose de la estan­

cia para a t e n d e r su propia producción y dejando ésta al cu i ­

dado de su m u j e r e hijos en el período que Amaral llama inter­

estacional. Pero las cosas no parecen haber sido como Amaral

las describe. En principio, salvo las viudas, las mujeres-

pampeanas d u r a n t e la época colonial no-parecen haber p a r t i c i ­

pado en las faenas rurales sino,, como, indica Azara, en las

tareas d o m é s t i c a s 1^. £ s te hecho aparece corroborado por otro

dato: son los hombres los que desertan en masa de los fortines

de la f r ontera para recoger sus-trigos cuando llega la época

de la c o s e c h a 1®. Por si esto no bastara son los propios datos

de Amaral los que lo contradicen. -Si los peones conchabados

están agreg a d o s a la estancia y han dejado su cosecha en manos

de las m u j e r e s e hijos, ¿por qué no se repiten sus nombres en

la c o n t a b i l i d a d año tras año? Esta es la clave del problema;

no es que no haya agregados en la estancia que producen para

si y para el m e r c a d o sino que, por lo general, no se contratan

por un s a l a r i o con el estanciero. El arreglo entre el h a c e n ­

dado y el a g r e g a d o es ,otro: consiste en tierra a cambio de

p r e staciones pe r s o n a l e s que sí puede e f ectuar -en la siega por

ejemplo- m i e n t r a s atiende su propia producción. El agregado no

s u e 1e trabajar por un salario aunque a veces lo haga, ese es

*** Víase cooientnrio de Samuel A/nnrnl.15 Azar.-!, Fé 1 ix de, DESCRIPCION E HISTORIA DEL PARAGUAY Y DEL PJO DE U

PLATA. Kidrid, 18«.7, tomo 1, p. 307.16 Hayo, Carlos A., SOCIEDAD RURAL Y MILITARIZACION..., op. cit.

G S

el tema1 7 . Los hacendados aceptan la agregación para ahorrarse

el salario; "muchos agregados que tienen por aorrar el pagar

un peón p i su t r a v a j o " ^ . En la ciudad de B u e n o s A i r e s los

arrimados reciben alojamiento a c a m b 10 de s e r í e l o , no se habla de pagos m o n e tarios1 9 . Este, de que el hacendado se

asegura trabajo a expensas de la tierra es otro indicio de la

escasez de brazos. Pero no nos desviemos de nuestra J u m e n t a

ción central. La clave pasa, pues, por el hecho de que el

agregado, salvo en ocasiones muy puntuales, no entra al ^erc

do de t r a b a j o . Al agregar peones a la estancia los hacendados

no hacen más que contribuir a la restricción de la oferta

laboral Y es precisamente por el hecho de que el agregado no

se incorpora al mercado de trabajo que se lo acusa, « i t e r a d a -

mente de v ago2 0 . Es acusado de vago porque no se conchaba yno porque el hacendado t e m a q u e s e convierta en un-productor

independiente. En su camino de convertirse en I n . d e pendiente se interpone, sobre todo, su falta de capital No

parece, por ejemplo, que los padres 8etlemitas con 14 000

cabezas de ganado vacuno en sus dos estancidemasiado de don Bernardino Lima, su vecino del pago de Areco

Lima tiene apenas 80 cabezas de ganado vacuno y sabemos po

G a r a vaglia que los agregados son el sector más d e m u m d o de la

zona.

No todos los estancieros tienen agregados; no todos, en e fec­

to quieren correr el riesgo de ver evaporarse sus ganados y

d V el lo la queja contra los que sí los tienen, como dice

17 Rodríguez H o l « , op cit p. 178 A vece.

S e l 'u oe “ “^ Fi^ £ r ° Ä AIRES>

"sBuenos Aires a fines del siglo a * • iqq7 Rpferencias de la Profe-y Regional de Historia Argentina, Rio Cuarto, 1987. Referencias

sora Hallo ai autor. Ho Población en el Litoral-

s r s s .Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional Buenos Aires,

p. ^5.

U

í ¡ n i í ¿ r ? al S ’ ? que l0S 9ar>aderos se l i m i t e n *

es d C 0 S Í°S d6 13 1UCha Contra el v a 9 abun-d„ , SUma a . 13 tarea con fines propios, al

preservar e l’or l T 653 ta™ blen e! ’,arre9Ío de los campos" para H a I««.. ? social, garantizar la producción agropecua-O h r ^ n , M abasto y obtener mano de obra barata para las

, U C a S ' E 6Stad0 t1ene Puss motivos propios para combatir el vagabundaje. Y recordamos que buena parte de las quejas contra el v a g abundaje son de origen estatal.

Pero el modelo de Amaral subestima también la presencia de

otro sector que integra la fuerza de trabajo de las estancias-

os peones conchabados o conchabados a secas Se trata de

trabajadores sin tierras tienen en el salario so „ r i ñ ' i p a ?

(„os- n(snno<C0 ' T ü ’S' -°n '°S C* " S0S " * " an “>- = D e t S -mos peones conchabados" que trabajan en las estancias en la

e m p l e o " 51693 Y d e a m b u l a n de Pa9° ^ pago, de em¿leo en

En la campaña rioplatense parece haberse conformado, pues

la fulr 7 aSeCH °CUpaclonal de asalariados sin más recursos qué

le Íaba o. I ' ' 5 b r 3 Z°S *1 3 V 6 C e S’ "° sie m p r e ' u" a tropiíla hablo di? • P ' r S O n a K Aluriiendo a este sector es que

? . del surgimiento de un asalariado libre en la éooca

cuan ti ta t i v ^ d e 3 ' I también subestima la importanciacuantitativa de los p r o d u c t o r e s independientes, esto es los

f n ' / r ?' # r"° - l,ac” 1789, los agregadost . e el resto son productores indepen-

d entes con diversos grados de control sobre la tierra, como bien lo señala Garavaglia.

Y son esos productores independientes los que tienen una

oferta*"labora? ^ de trabaj° f i n g i e n d o >a

t ima S0 5 ^ el CUal mantengo mi discrepancia con

de m a n V í l 1 ^ “ ?' ^ a Una de ,as razones del e m P ,e° .de mano de obra esclava en las estancias. Contra lo que quiere

Amaral la inestabilidad del peón rural habría sido uno de los

; motivos de la incorporación de esclavos a las faenas rurales

Permítaseme volver sobre la fuente que cité para probarlo- el

libro de consulta del c o nvento 8etlemita de 8uenos Aires! En

el se asentaban las reuni o n e s del directorio conventual para

tomar las decisiones consid e r a d a s más convenientes para lamarcha de la Orden. Allí, en p r i v a d o , los frailes discuten y

deciden sobre la p o lítica a seguir. No se trata de una queja

ante las autoridades, de un documento destinado a d efender

^ intereses corporativos del convento comode estancias sino de una sesión privada donde se anal i-

-se iban y venían « a n d o « j o r l e s j c ^ d . ^ d j c . n ^ ^ g

“5l T o , S S d 0 d S ! ; r.I de inmediato la compra de 11 esclavos?

S J T Z Z Í i e 9 a la e x i s t e n c i a de u„ ;, ¡jet¡tu an e el

t-rabaio en los términos en que la hemos ca a c t e r u a o o J „ r . s e í t a p r u e b a s d o c u m e n t a l e s _Q u e f u n d . - e n e n su p . J . c *> í

S r S ¡ f s : = =

quinta° p o r t e n ^ T a c i a P ” 66-1767 dos p e o n y %

í : ^ K r - = r 3 , ^ s ^ í :

trabajo $ Z * j S ^ e n .1 r i o » „.c. ya

h i s t o r i a d o r e s se toman en serio las quejas ae s ^ c i e d a d e s

acerca del comportamiento de la m a n > « e v i n ,era

prei ndustr i al es . Feliz de t o n ", a J 0 pocos lade una país con revolución " d u s t n a l y « n o c ^ J a c t U u d

rnentalU -sí T Í a ^ t i tud m e n tal- del trabajador rural frente

al trabajo es concluyente.

;i , n nr ^ u cuenta . sostiene

a ^ r s ■ & ? £ ' • » ' r r ^ : r f t icomo las de José de Antequera, en Magda e . ^y c u e n t ¡ j 2 4 No

! ! y“ r « b í es d e a peagoPeenn eespeqciee . S d i c ae rAmaral. ¿Cómo que no hay

21 Salvatore y Brovn, o p . cit., P P■ kU6

22 AGN, Sucesiones 3860.’-3 AGN, IX-B-10-B, aunóos. Aires> | en d e l a n t e

1‘ Archivo H i s t o r i o de 1. salvatore y Bro.-n coinciden en

^ e ’ r i / p í o ^ ^ ’u - e - c L de U s V,tt,

p r u e b a s ? ^ E1 s a iario era , qeneral n a n ^

y especies en Buenos Aires y el i n t e H o r ^ ’ c- 9f e" m e t a l l ^oAma ral sólo paoaba í j h r n, ‘ estancia deatípica. 9 salarios en metálico es decididamente

Hablemos finalmente del problema de la escasez A fin. ■ iperiodo colon al conrluvo Am =,-,i Z ,” ca s e ¿ - A fines oel

obra libre. Es posible Z í ’ n° habla escase2 de m a n° de

haya aumentado la oferta d e ^ r a b a ^ e " " ent° d - p o b , a c’ón. ... ° ae trabajo pero aun así mis fupnfpc

s e':;„b ; 0e :- « - • > » « • * » * » " í " :Amaral cita dís de esa, f, f C a S“ °e traDaJ adores 1 i b r e s .

fundamentar su opinión de q u e ^ o s ^ a a ^ !;rabajo mayor P ara a b i g e a t o 2 ?. Les cree cuando h.h, / S e g a d o s se dedicaban al

cuando hablan de escasez Amar-l" ^ ° de 9anado Y no

estación de mayor de L a' d e v a n ósolamente requería el t rahain a ’ sector pecuario

masculina a d u l t a . ’ s q f CV l i s " f ^ V ? P°blaCÍÓn

1815. La población mas uli ,, 2 \ aS “ " S°

numero de peones, incluidos los a c a f a 2? Les, apenas el 7,69 % del tnfal i , e .a ae 1 7 2 7 . esto

inclusive a ser ía tercera parte de la a S a '?r1ados no llegaban

tiva que en dicho año sumaba 8,874 habitantes" ^ T t o t a l ^ d '

s ; ; : “ ; ; ; : “ '“ * ™ « u E,r ; : ¡¡

¿eran tan pocos los g a u c h o s’ ¿Era tan'atínirn f l e r t o ' pero

« r ü r : . ís ir - « r''' uoad parece oue la a f i r i L =? • popu,ares en 1a campana y la _________ PUe U a f l c i°" a l Juego y al entretenimiento, a

AIirPA. Rea] A u d i encia /i.V.J.lo 12 AGN vtt 7 7 o r

P . - u ^ í ? U -S Vac,s ^

H,,« ° 2 ^ r í i r r e y t L i „ i e r " Í A Í J G r « í « , ' ^ I g n a C Í ° ’ ^ v

c i M al fin i ^ c u t i r “ ’ 1,- PR0Dy i0N U B O R . . . c i U .2.d» Chascormis en 1808. U s mismas ? 1783 ? a) alcalde de la Hermandadpnona j e . .." citas 8 y 9 nteS Clt° yo en mi articulo "Estimcia y

la guitarra y a la pulpería estaba más arraigada de lo que

parece. Ningún aparato jurídico se monta sin resoonder a una

determinada realidad subyacente. Además de propietarios,

arrendatarios, agregados, ocupantes de tierras fiscales y

peones que se conchababan regularmente, había gaucnos. No

desterremos al gaucho de la pampa colonial. Ningún tipo

tan duradero como aquél surge de una realidad demográfica

irrelevante^S.

?R Slntta, op. cit., M t i M q»e hasta 1« dócnda 1870 "un cuarto de la población rural [-odia ser consid e r a s como p,auchesca , p. i-