Upload
monica-villa
View
54
Download
7
Embed Size (px)
Citation preview
DEBATE: MAYO, CARLOS Y OTROS
GAUCHOS, CAMPESINOS Y FUERZA DE TRABAJO EN LA CAMPAÑA RIOPLATENSE
ANUARIO IEHS, N° 2TANDIL1987
• Mayo, Carlos, “Sobre peones, vagos y malentretenidos: el dilema de la economía rural rioplatense durante la época colonial”.
• Amaral, Samuel, "Trabajo y trabajadores rurales en buenos aires".
• Garavaglia, Juan Carlos, “¿Existieron los gauchos?”• Gelman, Jorge, “¿Gauchos o campesinos?”.• Respuesta de Carlos Mayo, “¿Una campaña sin
gauchos?”.
SOBRE PEONES.VAGOS Y MALENTRETENIDOS:
EL DILEMA DE LA ECONOMIA RURAL
RIOPLATENSE DURANTE LA EPOCA COLONIAL
Carlos A.Mayo
UNLP/CONICET
Es hora de abordar a fondo la aparente paradoja de la economía
rural rioplatense durante la época colonial (y no sólo durante
ella), la paradoja de una economía castigada a un mismo tiempo
por una escasez de brazos y una abundancia dé vagos. El pro-,
blema de la escasez de mano'de ■ obra-era-particul ármente grave para la agricultura pero también la explotación ganadera se
habría visto afectada por ella. A los casos citados en un,
trabajo anterior agreguemos esta otra queja proveniente de
Chascomús: en 1809 el comandante del fuerte asegura "no h a
llarse peones ni aún para las precisas faenas y atenciones de
sus estancias pues los más de ellos (los estancieros) deian de
marcar los ganados por no hallar peones a ningún precio"!.
Escasez e inestabi1i d a d .¿Inestabi1 idad por qué? Por la e s
tacional idad de la demanda, asegura Samuel Amaral en su exce
lente estudio sobre la estancia de López Osornio; por un
problema que hay que buscar en las situaciones que condicionan la oferta de trabajo, decimos nosotros (que, como se recordará
no negamos la incidencia de la estacionalidad de la producción
agraria^). Sin duda, Amaral ha puesto el dedo en uno de los
Archivo General de ln Nación | rn ndnlnnte AGN ] , IX-l-fe-3, Cotaandancia , de fronteras y Carlos A. Mayo, "Er.Lancin y peonaje en la región pa/npeana en la segunda mitad del siglo XVIII" en DESARROU jO ECONOHICO, 92, 198*., p. 610.
“ F.n Carlos A. M a y o » " E s t a n c i a . , op.rit.» decíamos "Sin duda, dadas las caracterial«cas y los ciclos do 1a pruducrión agropecuaria era esperable que se diernn recurrentemente situaciones ilt» desocupación estacional...", p. 609.
zS
términos clave de la ecuación: la estacionalidad de la demanda
de trabajo. Pero allí no termina el problema, digamos que es
justamente allí donde comienza. Si no hay un problema por el lado de la oferta,¿cómo explicarnos, en un contexto de escasez
de brazos, el vagabundaje rural, aludido hasta el cansancio en
bandos, acuerdos capitulares, correspondencia y procesos
judiciales? ¿Cómo explicarnos la- papeleta de conchabo que ya
el Virrey Sobremonte quiso introducir? El problema es que los
empleadores rurales tienen, a veces, serias dificultades para
reclutar y estabilizar mano de obra libre. Claro, las cuentas
estudiadas por Amaral no reflejan directamente el primer
problema, esto es, la dificultad para reclutar trabajadores
libres en ciertos pagos bonaerenses como la misma Magdalena
donde tenía su estancia Don Clemente López y no lo reflejan
porque en rigor ningún libro de contabilidad la espeja direc
tamente; la contabilidad sólo registra los peones una vez que
han pactado conchabarse pero nada nos dice de los procesos
previos al de contratación, del regateo, de la búsqueda de
peones. Y, sin embargo, bien miradas las contabilidades y las
cuentas de estancias coloniales revelan el fenómeno de la
escasez indirectamente. Amaral advirtió y advirtió bien, que
en su caso.el 6 % de los nombres de los.peones contratados no
se repiten- año»tras..año3 .. Revisando - la contabilidad betlemita-
de la estancia, de- Arrecifes- nosotros-encontramos el mismo
fenómeno-. Sobre-un total de 24 peones . que sirvieron- en -la
estancia conventual entre 1767 y 1770 sólo dos figuran en la
contabilidad como trabajando los tres años y sólo cuatro que
sirvieron en 1769 vuelven a estar presentes en 1770. ¿Por qué no se" repiten los mismos nombres? ¿Por qué rotan tanto los
peones? Pues no por otra razón que por la dificultad que para
reclutarlos y estabilizarlos tienen los estancieros coloniales
r i o p l a t e n s e s * .
La pregunta es ¿por qué tienen, en ocasiones, los estancieros
problemas para reclutar y estabilizar peones en sus explota
ciones rurales. Al responder a este interrogante nos permitirá
el lector que reiteremos nuestra tesis.
En la campaña rioplatense la oferta de trabajo se encuentra
profundamente condicionada por: ,
»éase Samuel Amaral, "Producción y mano de obra en la estancia colonial'Magdalena' 1785 - 1795", en VI J o m a d a s de Historia Económica, Córdoba, p. 17
^ Amaral, op. cit., p. 18u Carlos A. Hayo, CONVENTO, ECONOMIA Y SOCIEDAD EN EL RIO DE LA PLATA,
Ph. D. Dissertation, University of California at Los Angeles, 198t, p. 201.
1) El acceso directo a los medios de subsistencia;2) la existencia de una frontera abierta;
3) circuitos clandestinos de comercialización;
4) acceso; a la tierra y por consiguiente a una economía
agropecuaria paralela a la de los grandes -y medianos productores;
5) la actitud del peón rural ante el trabajo.
Nadie ignora que hasta la aparición del alambrado las estan
cias carecían de cercos y el ganado se alzaba. En la campaña
rioplatense el acceso a la carne era, por ende, directo. La
carne no se negaba a nadie, recordaba el cabildo porteño, y en
el peor de los casos se carneaban reses ajenas, como hacía
Silvestre Coronel, acusado de vago, que "se m a n t e n í a ... con
matar bacas a j enas"6 . El acceso directo a la carne y a la
vivienda permitía al habitante rural retraerse del mercado de
trabajo por temporadas y era una de las causas del vaga b u n d a
je-
La existencia de una frontera abierta con los indios fue otro
factor que afectó, • quizás-indirectamente;-.-la:oferta-de trabajo-- rural. Los trabajadores-.rurales eran uno' de los sectores-que
con mayor - frecuencia- set pasaban--^; los> indios. La. experiencia--?
de Martín Fierro era bastante familiar en la frontera-col o - -
nial. Así en 1703 se fue a vivir a las tolderías Miguel Grane
ros, peón de Juan José Arrióla, vecino del fortín de Lobos6 .
El mundo aborigen no sometido era una clara alternativa para
el personal en relación de dependencia. Sin duda, no conviene
exagerar este ¡aspecto de la cuestión pero tampoco es conveniente pasarlo-por alto,
i
En la campaña rioplatense había circuitos clandestinos de
comercialización que permitían- al habitante rural acceder a
los medios de subsistencia sin pasar por el mercado de traba
jo. Pulperos y mercachifles ambulantes compraban cueros sin preguntar su procedencia y entregaban ropa a cambio de ellos.En la zona de Carmen de Areco, por ejemplo:
"...andan -decía un testigo en 1701- unos m e r c a c h i
fles que son los hombres más perjudiciales que pueda
darse porque trahen Ponchos, calzones, Bretaña, y
otros generos que cambalachan por cuero, charque,
grasa y otros comestibles, sin duda para los Barcos
^ AGN-IX-12-6-9, Sumarios militares.AGN-IX-l-fc-21 Comandancia de Fronteras.
Z.T-
del C o n trabando y lo que sucede es que infinitos
G aud e r i o s que no tienen otro oficio que robar,
quando necesitan alguna ropa matan de noche el
ganado q ue-enquentran sea del Rey o de los vezinos y
cambalachan los cueros y la grasa con dichos M e r c a
chifles... "7
No todos escogían esta vía de la misma manera que no toda la
sociedad contemp o r á n e a se dedica al narcotráfico, se trataba
de una vía ilegal y comportaba cierto riesgo.
Pero hay otra cuestión que no ha sido planteada hasta hoy: el
acceso a la tierra, no a la propiedad, pero sí al usufructo de
pastos y parcelas cultivables. Había por lo menos, dos vías de
acceder a la tierra al mar g e n de la propiedad; asentarse_en
' t i e r r a s fiscal es ( la" frontera abundaba en e 11" ) ¿_¿‘aqreqar-_
•se" a un e s t a blecimiento rural. El acceso a la tierra permite
a un número aún indeterminado de pobladores rurales y m i g r a n
tes del interior dedicarse en pequeña escala a la actividad
agropecuaria sustrayéndose del mercado de trabajo. Son los
squatters que se afincan en la frontera^ o más frecuentemente,
1 o s •a g r e gados:-que-a cambiovdel-\ usufructo de • una parcela de
tierra pagan -un arrendamientoy- realizan-prestaciones laborales
o aseguran,-., al propietario-,.- los.- 1-ímites.de; su-propiedad-;..
Cuando hablába m o s - d e este sector decíamos -que se trataba de una economía de semisubsistencia^. Nos habíamos equivocado;
este sector de pequeños productores rurales está también
orientado hacia el mercado. La presencia de los agregados, que
registraban l acónicamente censos y padrones, es fundamental
para entender el problema del mercado de trabajo rural. ¿Quié
nes son? “se encuentran también muchos que no teniendo domici
lio fijo -se queja el párroco de Lobos en 1805- o avitación
permanente siembran agregados, y lo mismo es recoger sus
granos que los venden o se alzan con ellos —
Mejor aún y má s despectivamente los caracterizó Pedro Andrés
García cuando hace referencia a esa "multitud de familias
establecidas en terrenos realengos que ocupan a su arbitrio o
^ Citado por Helli, Oscar Ricardo, en HISTORIA DE CARKEH DE ARECO, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1971., p. 65.
° Véase Carlos A. Mayo y Amalia Latrubesse, SOCIEDAD, TIERRA Y VIDA EN LA FRONTERA BONAERENSE, La Plata, 1985, MS inédito, p. 99 - 100.
9 Carlos A. Hayo, "Estancia...", op. cit., p. 61<*.10 AGN-rX-1-4-5, Comandancia de Fronteras.
bien que los arriendan por un ínfimo precio. Estas-"familias se
dicen labradoras porque envuelven en la tierra una o dos
fanegas de trigo al año; y son en realidad la polilla de los
labradores honrados y de los hacendados a cuyas.espensas se
mantienen..." Son esos "agricultores honorarios" que! según le
confesaba un vecino a García "empiezan... a arar por mayo, y
concluyen en julio y aún en agosto. ¿Y qué comen' en este
tiempo estos hombres sin recursos? Díganlo nuestros ganados.
¿Con qué alimentan sus vicios? Con los productos de aquellos.
¿V cuál es el resultado de una operación de cuatro meses?
Haber arañado la tierra que por mal cultivada no produce ni
aún el precio necesario para una familia industriosa"!!. Los
labradores “honorarios", concluye el informante de García, "venden a precios ínfimos sus c o s e c h a s . . . " ^ , £ste sector,
rural es el que "compite con la economía de mercado por el control de hombres y ganado"!^. • ‘ j
La existencia de un sector productor sobredimensionado es
también visible en los censos. En el, partido de San Vicente,
hacia 1815, los ganaderos y los labradores representan algo
más del 40 % de la población activa efectiva, en tanto que los
peones no. exceden el-27,66 % ! . Es evidente que como-.decíamos
en nuestro ■ trabajo a n t e r i o r , en la llanura pampeana-sobran losganaderos-, • y también,, "los. agricul tores--honorar.ios"15;u
La existencia de este ampl io .sector de pequeños productores,
rurales está en la base de la restricción de la oferta de
trabajo rural. Estos son uno de los grupos que las autoridades
persiguen como vagos en un- intento por empujarlos a alquilar
su fuerza de trabajo. No sólo son competidores molestos, sino
también hombres que viven buena parte del año o todo el año al
margen del mercado de trabajo. Los estancieros y las a u toridades quieren proletarizarlos. ¡
En la campaña rioplatense pues, hay acceso a la tierra y por
eso hay gauchos. Sostenemos la tesis contraria a la tradicio
nal; hay gauchos porque hay tierra disponible. Cuando: ésta ha
11 Pedro A. Garcia, DIARIO DE UN VIAJE A S AL INAS GRANDES EN LOS CAKPOS DEL SUD DE BUENOS AIRES, Buenos Aires, EUDEBA, 1975, p. 25.
Ibidem.13 Carlos A. Hayo, " E s L a n c i a . , op. cit., p. 61fc.
Hayo y Latrubesse, op. cit., p. 113.15 Hayo,. "Estancia.. op. cit., p. 616.
sido total y afectivamente apropiada sólo hay peones.
Veamos ahora la actitud del peón ante el trabajo. El trabaja
dor rural carece de disciplina laboral y es inestable en el
empleo.i Las' fuentes cualitativas son coincidentesten este sentido. El testimonio de Félix de Azara, que conocía como
pocos la llanura litoral y a quien no se puede acusar de
connivencia con los estancieros, no deja lugar a dudas:
"Mas como ellos están acostumbrados constantemente a
no hacer sino lo que mas les agrada, no se les ve
contraer apego ni a la casa ni al dueño, aunque les
pague y trate bien: lo abandonan asi que se les da
la gana, y las mas de las veces sin despedirse; y
cuando mas dicen 'me v o y porque ya hace mucho tiempo
que sirvo a U d .’. Es inútil rogarles ni hacerles
observación alguna, porque no responden sino repi
tiendo lo mismo y jamas dejan de irse"!*?
El convento betlemita de Buenos Aires, que poseía dos estan
cias en la campaña bonaerense se queja privadamente, de que
los peones, de..sus establecimientos-rurales--se. "iban-- y venían.-
cuando mejor '1 es-acomoda", . los trabajadores,, aseguran fasti
diados, los--frailes.-en: otra-ocas i ónv ."si rven: c u a n d o - . quieren", y
acto' seguido - deciden' comprar' más esclavos'para sus estanc i a s 1 7 . El testimonio de los Betlemitas es particularmente
revelador porque pone de manifiesto que una de las razones de
los estancieros para comprar esclavos era la inestabilidad del
peón rural. El Cabildo de Buenos Aires se queja, por su parte, de que los peones abandonan al labrador por el servicio de un
mate o cuando éste los exhorta a trabajar.. A veces son los
mismos peones los que, en sus declaraciones judiciales, con
fiesan paladinamente su desapego por todo trabajo regular. Así
el peón Narciso Valiente manifestó que trabajaba dos meses y
dos meses "se andaba p a s e a n d o " ^ . Silvestre Coronel, ya cita
do, confesó que "unas veces anda conchabado y otras ocioso".
Del peón José Oominguez un testigo dijo que “algunas veces
16 Arara, Félix da, VIAJES POR LA AMERICA DEL SUR, Montevideo, 1860; p.282.
17 AGH-XIII-15-3-S Libro de Consulta.18 Citado por Aníbal Viguera y Jorge Cabelli, APROXIMACION A LOS VAGOS Y
HALEKIRETEMTEOS DE LA CAMPAÜA RIOPLAIEHSE A FIHES DEL SIGLO XVIII, Tandil, Universidad Hacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1983, tomo
I X , p . 7 .
anda conchabado, pero que su maior vibir es de bagabundo“19.j
Claro, toda ésta es evidencia cualitativa. ¿Y qué dicen las contabilidades? Samuel Amaral no. encuentra entre las cuentas
(que no son una contabilidad) de la estancia de Clemente López
rastros d e l " fenómeno de la fuga del peón rural. Si así fue la estancia de López no parece ser representativa en lo' que hace
al comportamiento del peón rural. La mayoría de las cuentas y
contabilidades coloniales que hemos consultado' presentan^ claros c a s o s’de fugas. En la estancia jeisuítlca de San Ignacio
en Córdoba entre 1736 y 1750 casi el 14 % de los peones dejó
el establecimiento antes de la finalización de su contrato,
algunos adeudando fuertes sumas a la estancia 20-, Hacia 17Z9 '
en una de las estancias de Miguel de Riblos. Juan de Rocha,
mulato libre, "se huyó" debiendo 130 pesos y 3 reales. Claro, hay que decirlo, los casos de fugas son decididamente los
menos. ¡
Algunas contabilidades registran otro hábito más frecuente del
peón', las''inasistencias al trabajo. Los jesuitas, siempre tan
minuciosos, lo hacían y en el libro de conchabando de San
Ignacio hemos- encontrado-peones ■ que. habían fal tado más.de: u n
irles- en. un año- de- trabajo--. • ¿Por- qué ha- de extrañarnos- el errá
tico. comportamiento- laboral de los ■ peones-rurales ri-opla--
tenses?'Se t r a t a • de hábitos de- trabajo •-preindustriales-nq ceñidos a ~esá “absurda regularidad de la producción fabril.,
El peón rural rioplatense compartía con los barreteros libres
de Potosí, los esclavos de las plantaciones del sur de los EE.
UU. y los trabajadores ingleses anteriores a la revolución industrial una similar actitud ante el trabajo. Y esto nos
lleva a una conclusión decididamente revisionista; contra'lo
que quiere cierta historiografía tremendista que presenta al
peón rural rioplatense poco menos que como un esclavo 2 1 j
nosotros creemos que aquel füe verdaderamente libre: libre de
entrar y salir del mercado de trabajo, libre del endeudamien
to, libre de circular de estancia- en estancia; de elegir empleador y de tomarse ciertas licencias ante la rutina labo
ral. Oesde luego no pretendemos negar la explotación, ni la
AGN-IX-1-5-t,*Comandancia de Fronteras.Museo y Casa del Virrey Liniers, Alta Gracia, Libro de Conchabados en
San Ignacio.Z1 Véase Eduardo Azcuy Ameghino, ARTIGAS EN LA HISTORIA AflGEWTIÍÍA,
Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1986, p. 33**. Por otra parte el salario del peón rural de la campaña bonaerense era alto.
y
asimetría social de una campaña donde unos eran señores de
ganado y otros trabajadores en relación de dependencia, t a m p o
co negamos la violencia de la vida rural rioplatense, la
brutalidad de esos alcaldes de la hermandad (en su mayoría
estanciero?) que perseguían el vagabundaje con saña, lo que
afirmamos es que, en términos relativos, y dentro dal hueco
que la estructura social de la campaña les dejaba, los peones
eran libres y tenían un poder de negociación probablemente
superior a sus congéneres de la primera mitad del siglo XX. No
estamos ante un caso de servidumbre, sino ante un precoz caso
de asalariado libre.
u
TRABAJO Y TRABAJADORES RURALES EN
BUENOS AIRES A FINES DEL SIGLO XVIII
Samuel Amaral
Instituto Di Tella/CONICET
Peones, vagos, mal entretenidos: se evocan los atributos lite
rarios del gaucho para englobarlos en una imagen pintoresca
pero inexcusablemente confusa, basada en un análisis sesgado
de las condiciones de trabajo que se apega a la visión de la
demanda... En: una'- oportunidad- anterior- M a y e presentó a los
habitantes de la pampa trabajando ocasionalmente para obtener
metálico para-sus’ vicios', retrayéndose luego a una economía de
subsistencia1 . Explicaba el conchabo ocasional por la posibi
lidad de satisfacer las necesidades básicas de alimentación en
el sector de subsistencia y por una mentalidad "poco calvinis
ta" que les habría impedido seguir trabajando más allá de la
satisfacción de las necesidades (vestimenta y vicios) que
requerían metálico. Ahora, abandonada la supuesta "economía de
subsistencia" por la imposibilidad (si se define a la economía
de subsistencia como el sector que produce bienes no comercia-
lizables) de señalar los impedimentos que interferían la
producción para el mercado,, torna la mentalidad "poco calvinista" en una "actitud frente al trabajo", como si se tratara
aún de una particular estructura mental y no de las caracte
rísticas mismas del trabajó rural en las sociedades pre-
in d ustriales. Por eso vuelve sobre los condicionamientos de la ■jfírt.-- dfi trabajo pasando por alto los de la demanda, en cuyas
c a r a c t e r í s t i c a s ,'"sin embargo, y no en las de aquella, nay que
buscar las razones de la “escasez e .inestabi1 idad“ de la mano
de obra. Aun con modificaciones sensibles Mayo no ha incorpo-
* Carlos A. Hayo, "Estancia y peonaje en la región pampeana en la segunda mitad del siglo XYIII", DESARROLLO F.COHOKICO, 1984, 92, pp. 609 - 616. 7
rado a su explicación la estacionalidad de la demanda y la
utilización combinada de mano de obra temporaria y permanente,
libre y forzada, ni ha ubicado a la mano de obra en el proceso
de producción, en tanto precios, salarios y productividad del
trabajo continúan ausentes (y aún nos deja sin conocer la
extensión del vagabundaje y la de su represión limitada). A
continuación ofreceré un modelo - por lo tanto abstracto,
esquemático o inevitablemente incompleto - de la modalidad
operativa de la demanda y de la oferta de trabajo en la campa
ña bonaerense a fines del siglo XVIII, basado en ciertas
lecturas, en estudios preliminares sobre población y producción y, principalmente, en el análisis de la contabilidad
(contabilidad, no cuentas aisladas, ya que se trata de un
registro sistemático de todos los gastos e ingresos) de una
estancia del pago de la Magdalena^-.
La campaña de 8uenos Aires estaba poblada en la última década
del siglo XVIII por alrededor de 19.000 habitantes, distribui
dos desigualmente en una extensión aproximada de 1.200 leguas
cuadradas (3.240.000 ha. es el equivalente exacto de tan vaga
cifra). Pocos de ellos eran terratenientes y otros pocos
comerciantes '(pulperos. o mercachi.f 1 e s ) 1 o s . . m á s t r a b a jadores 1 i b r e s v no. atados-por-víncul o>-a1 guno-'a l a-..- tierra" o-- al señor-,
ganaban su sustento conchabándose- o c a s i o n a l m e n t e ' e n■chacras y
estancias, pero también-realizando-algunas- t a r e a s - agrícolas y
ganaderas por cuenta propia. Esta actividad productiva inde
pendiente se llevaba-a cabo en tierras realengas o como agregados en tierras ajenas. Si en las tierras realengas podía
eludirse el control del hacendado o sus capataces y al colec
tor de impuestos, su inseguridad, por la proximidad con la
frontera, les restaba atractivo. Como agregados en tierras
ajenas podían disponer de una cierta extensión de tierra y de
la protección del hacendado. En esa tierra podían producir
bienes para su propio consumo y para el mercado; desde ella
podían también incursionar ilegalmente en las haciendas veci
nas para proveerse de carne y cuero, tanto para su consumo
como para la venta. Los hacendados toleraban la presencia de
agregados en sus tierras para asegurarse el suministro de mano
de obra estaci o n a l ,, pero no por ello aceptaban completamente
* Ese análisis ha sido efectuado en Samuel Amaral, "Rural Production and Labour in Lata Colonial Buenos Aires11, JOURNAL OF LATIN AMERICAN STUDIES, noviembre 1987, 19 (2). Aquí presentados la misma argumentación, algo másdesarrollada, pero forzosamente mAs esquemática y desprovista del basamento empírico que la sustenta. Una versión preliminar de ese trabajo fue presentada en las YT J o m a d a s de Historia Económica (Vaquerías, Córdoba, 198*»), bajo el titulo de "Producción y mano de obra en la estancia colonial. Magda
lena 1785 - 1795".
3 H
las actividades ilegales que los perjudicaban. Lejos de em
prender una represión sistemática del vagabundaje, que hubiera debido empezar por la vigilancia de sus propios agregados, los
hacendados, para no aumentar sus costos de producción, r e c u rrieron al estado. En sus quejas y representaciones (cuyo
costo en tiempo y aranceles legales, menor que el de montar la
represión directa, podía diluirse soportándolo entre muchos
interesados) se originan las medidas legales contra la v a g a n
cia, cuya misma repetición debería servir de prueba de su
relativa ineficacia. Pese a la definida tipificación del
delito de vagancia, el concepto parece haber sido usado más
como un adjetivo que como un instrumento legal por sí mismo.
El arsenal jurídico cumplía su objetivo como amenaza, sin que
las raíces del mal pudieran (por falta de voluntad) ser e x t i r - :
padas. Agregados y hacendados se necesitaban mutuamente. Los
agregados obtenían de los hacendados derechos de permanencia,
labranza y pastoreo y se atribuían el de incursionar en los
bienes ajenos. Los hacendados cedían de tal manera una pequeña
extensión de tierra-y, de buen o mal grado, algunas cabezas de
ganado a cambio de disponer de mano de obra libre estacional
sin cargar con su mantenimiento durante los baches e s t a c i o n a les .
Escasez- o inestabilidad de la mano, de-obra son- conceptos
elaborados por.la demanda.' No todas las fuentes que hacen
referencia a tales fenómenos deben ser sospechadas de c o n n i
vencia con los hacendados. No se trata de una conspiración
sino de puntos de vista adoptados - queriéndolo o no - en el
análisis. Es desde el punto de vista de la oferta de mano de
obra que la contratación de peones temporarios o permanentes
puede definirse como escasa e inestable. Que en una estancia
no trabajaran los mismos peones en un año y en el siguiente no
era consecuencia de una m e n t alidad "poco calvinista" o de una
■ determinada "actitud frente al trabajo" ni del atractivo
ejercido por tierras libres sino de la estacionalidad de las
tareas rurales (que producía baches interestacionales) y de la
discontinuidad de la demanda de cada estancia dentro de la
estación (que producía baches intraestacionales). Examinemos
estos puntos en detalle. En primer lugar la estacionalidad de
las tareas rurales. La tierra se labraba a fin del otoño y
comienzo del invierno y la cosecha tenía lugar en el verano;
. el ganado se recogía y marcaba en otoño, tras la parición y la
caída de los cardos, o en primavera, antes de su crecimiento.
Había, entonces, picos de demanda pero también caídas p r o f u n
das, que- no dependían tanto del calendario como de'las c o n d i
ciones concretas de cada estación (más o menos lluvia, más calor o más frío). En un año normal, sin embargo, p o d í a e spe
rarse que marzo, agosto y novie m b r e fueran meses de m u y baja
demapda de mano de obra en general, y que de n oviembre ar
febrero y de mayo a agosto fuera mu y escasa la demanda de la actividad pecuaria. “Estabilidad" significaba entonces para
los hacendados contar con peones suficientes a un determinado
salario cuando los necesitaban. El salario anual era similar
trabajando todo el año o solamente durante la estación, pero
contratando estacionalmente se reducían los gastos de m a n t e n i
miento y se transfería el riesgo a los.peonesj En segungo
lugar, la discontinuidad de la demanda de cada estancia dentro
de la estación. Las tareas de labranza y cosecha, recogida y
marca del ganado si bien se realizaban en determinadas e sta
ciones eran llevadas a cabo en cada estancia en plazos que no
cubrían toda la estación. Algunas tareas requerían la c o n c i
tación de trabajadores temporarios durante algunos días,
durante cierto lapso podían continuar con la mano de obra permanente (en general forzada), y luego podía ser necesario
nuevamente recurrir a la contratación de peones temporarios.
La demanda de mano de obra era, entonces, estacional y v a r i a
ble dentro de cada estación y de cada estancia. El contrato de
trabajo terminaba por decisión del empleador no del trabajador
y los lapsos de trabajo no abarcaban la estación completa. La
combinación de mano de obra permanente y temporaria, forzada-y
libre, era entonces otra fuente de inestabilidad de la deman
da.. '
Si en. los-. baches-, interestacional es- de-- la-producción.- agnícola..o -
ganadera el t r a b a j a d o r - q u e d a b a " parado o . debía desplazarse en
busca de trabajo hacia el otro sector (ya que motivos e c onómicos separaban ambas actividades en el espacio pampeano) o aún
hacia la ciudad, en los baches intraestacionales podía atender
su propia producción. Como apenas si había otros medios de
vida en la campaña de Buenos Aires (aunque se haya hilado y
tejido la lana producida en alguna estancia, no hay indicios de que haya pasado de una actividad para el á u t o c o n s u m o ), el
pico de demanda estacional coincidía con el trabajo en la
propia tierra o con el propio ganado. Esa producción no era
necesaria y exclusivamente para el áutoconsumo, ya que una
parte de ella podía estar destinada al mercado. Pero esto no
implica que la coincidencia de la demanda endógena y exógena
de mano de obra produjera el abandono de la tarea en las
estancias por los peones para la atención de la propia prod u c
ción: los hombres en los baches intraestacionales, pero si no
las mujeres y los niños, bastaban para atender tareas cuya
urgencia se medía más en semanas que en horas. Si no hubiese
sido así, fugas e inasistencias deberían de^ haber sido la regla más que una rara excepción en Buenos Aires a fines del
siglo XVIII. (No viene al caso mencionar fugas en Buenos Aires
en 1729 y en Córdoba entre 1736 y 1750).
La inestabilidad de..la demanda se debía al ritmo de las tareas
rurales y sólo las quejas de los hacendados permiten suponer
que existía inestabilidad de la oferta. Si fugas e inasisten
cias eran escasas, resulta obvio que los hacendados debían quejarse para mantener bajo control la mano de obra durante
los- baches interestacionales e impedir su expansión como
productores independientes más que para forzarla a trabajar.
Un vago, trabajador perezoso, “poco calvinista", no sentiría
ninguna urgencia por producir más allá de la satisfacción de
sus necesidades. Un trabajador libre - en parte asalariado, en
parte productor independiente - p r o d uciría (modestamente quizá, pero no importa en qué grado) para el mercado. En su
camino de convertirse plenamente en prod u c t o r independiente se
interponían (dejando de lado las diferentes cualidades de cada
individuo) obstáculos de diversa índole: la dimensión del
mercado, las condiciones de producción (capital, tecnología,
productividad, utilidad) y restricciones e x t r a e c o n ó m i c a s . Los dos primeros operaban para todos los productores, pero las
últimas sólo para los trabajadores libres. La represión de. la
vagancia tenía entonces por fin limitar las actividades ilíci
tas de los trabajadores rurales sin' extirparlas, ya que los
mismos hacendados las fomentaban al tolerar la presencia de
agregados-en sus.-tierras y de ellas d ependía la manutención de la mano, de obra. ■
Las estancias demandaban- también mano de obra permanente para
tareas de mantenimiento de las instalaciones y para el cuidado de las ovejas, de las vacas lecheras y de los caballos mansos.,
Para esto se compraban esclavos o se contrataban trabajadores por plazos más largos que los requeridos por las tareas esta
cionales. Los salarios pagados en estos casos eran e quivalen
tes a la tasa de amortización del esclavo más los gastos
ocasionados por su manutención, m ientras que los panados durante el pico de demanda estacional eran dos veces mayores,
y alrededor de tres veces mayores cuando la demanda agrícola y
pecuaria se superponían. Pese a esta di f e r e n c i a de costo entre
¡a mano de obra permanente y la temporaria la producti' ’’nd de
una y otra tendía a igualarse (aunque los costos d*' jfpJüS^c-
ción en que se debía incurrir para reemplazar « s u.ti/íscta.v^na c cJf-
¿o psclavos a las tareas rurales se debió al La incorporacion de esc'3 * raída de su precio o aumentoaumento de su productividaci (p°r c a f d ^ d e = n0 se..
del precio de los /j „ dg la 0fe r ta de mano de obra
originó en la ]nesta^ tó } inestabilidad de su demanda. En
libre sino que lncreme" ^ L esclavos pudo no haber tenido • establecimientos con pocos pstancias COn una fuerte conm a y o r e s consecuencias, per da permanente producía una
centración de mano de de manQ de abra ü b r e temporaria
disminución de la deman baches intraestacionales. Latanto en la estación « m o en los ba-ch determinada (además
cantidad de mano de obra P " e a dimensión de las
d, por ,1 precio £ “ ‘‘" " í t e o t a i e n t o se destioaba. .asinstalaciones fijas par y cantidad de ganado, aunque por la extensión de la tierr y 1nf1uido en aquella. (En cuando éstas a su turno pueden haber h i t ^ nQ
las estancias de P « P ’eh e 1 ^ o r r a z o n e s extraeconó-puede descartarse que ® de h aber excedido
micas, la fuerza de introducción de esclavoslas n e c e s i d a d e s productivas). 1utamient0 de trabajadores
incrementó la d i n c u I t a a]es puesto que, cubiertas laslibres en los picos permanente, cuantonecesidades básicas con a mano de babU1dad..habria-
mayor fuera- la cantrdad* de « e l t e m p o r a r i o s - a d i c i ó -
de que esa-estancia dem estacional1,-cuando muchas
„ 1« sdlo- .» U C” Í I ! d f p i ó " “ •* « V » ; tiempo. P » ™ estancias M t a b “ 5 r U n beber pagado salarios
hacer frente a la esca*;; «.„cedió- pero también podían recu altos -lo que efectivamente:suc P.y(j que e1 m e rcado_en la.
rrir a la queja, un recu coacciones extraeconómicaseconomía m e r c a n t i 1 1sta. de obra d u r a n te ese
b°eve 1 a p s ^ c o n Í J Ü M sobre el costo de producción.
La opción de no trabajar ™ dd®be subsistencia (que no debe
c o n f u n d í r s ^ c o n una" c o l o A g r e g a d o
g e n e r o s o s . La P * . J e r « . n « ^ J c ir lo suficiente
en tierras ajenas y el abl9 ® ^ £ un s a lario, es decir,
para vivir sin trabajar p presentar a los habitantescomo productores independientes. J end1gntes solamente esta-
de la campana como P rt? ^ o r ^ sligiriendo que todos y cadamos examinando una posibilid , candidatos posibles
uno de el!os lo . ^ ’’ ^ ^ " T g r e g a d o s y ganaderos sinpuede señalarse a los propietarios de extensiones tantierras, y, también, a los P P y m e dia de fondoridiculas como 10 « r a s de frente P g asegurar e l d e r e c h o a
(parece obvio que sólo tenían p J propietarioacceder c.n so gaoado a «n curs. * *9 - _ per0 „
difícilmente pueda ser c a n u c a s
39
Las tierras realengas eran Insegura ! rea,idades crudas, indios; la permanencia en tierras I? P°r P r0xi«idad de los
(lo que, por ejemplo, podía d e s a l e n t a d l a 1"? 3 ^ - x ’0 p r e c a H o necesaria para levantar corrales!- * 1 J 1nversl6n «n madera
Los medios de subsistencia estabiñ fl a? l98ato era u" delito, los límites en su uso eran f á í n f 5 a , cance de la mano, pero
^ P r o d u c i r i n d e p e n d i e ^ e m l í t ^ t i r M ? W *con la escala. Algunos indivirf.ro.T j P ? riesgo crecía
correrlo yéndose más cerca de íos T Í - " haberse decidido a actividad ilícita, pero en un amhf» ¿ los 0 incrementando•su
i! la mayoría Parece h a b e r ^ r f e r L ^ 6 n° deJaba de ser a costa de menores ingresos mayor seguridad, aún
Para sí mismos y en parte para otros era ía e" Partemenos arriesgados. Como el hacendíS« alternativa de los
siempre que no transgrediera Q ! al a^ 3 ad°costumbre (más allá estaha oí invisibles límites de la
'a vagancia para d i s u a d o co de represión de
productor independiente - i n crement^'T*!'3 transfo™ a r s e en u n :-i legalmente- los ingresos d P / Producción legal o(la escasez de fugas e inasistenrfí'regados debían completarse
ción) con su conchabo Cuant-n S mU8stra en qué propor-'*..-
productor independiente ‘menor s e r r ^ T el in9reso como-
a la inversa: Esta jituación n l V u T ^ de conchab° y '
a g r e g a d o ^ - e n - c a d a año, pero en-el úíicí V a n 'ad° para c a d a ' 'posible verificar el grado-de está b i l i d á d Crfp°i en _que ha' * i do de obra;; se- ha- observado-un elcasaminí « o f e r t a - d e mano '
taje de reemplazo por posibles f ? „ S,5n ? 5 ,VO P°rcen''de inasistencias. No parece p n tnnr Porcentaje aun menor
productores independientes ’hf v í ' ^ act>vidad de les
1792), en esa zona (Magdalena^ tan n -U ra" te 8Se laPS0 (1787- tirles trabajar sólo para sí. Prospera como para permi-
2a“ V u ;°„So hr o Sbrr,,f; rI d ? o P, « ; ] P*;m ?nte * '*No parece que pueda hablarse de la e s c a s i T ^ 3 ^ "escasez"- mismo modo que se habla de la dP an..= l ■ m a n° de obra del
se está haciendo referencia a una £n estos casosalcanza para satisfacer la demanHa c a n t l d a d .d e un bien que no
aumentará (alentando hasta cierto nunt- precl? de esos bienes caso de ser posibles) pero las , -US lmP°rtaciones, en
cía serán sequía y hambre En "l c a s o ^ p V " Últ,ma Ínstan~ desequilibrio de la oferta v la w m3no de obra el
^ Precio, pero si e'ste j 3 3 f- regula tambie'n P°r
frecuencia aún nominales) respecto de" fSrmlnos rea1« ^ con regiones se producirá un rfo*n? • ! Pagados en otras
manera mucho más rápida . T m é n o s ^ c o S n po? ,aci<5n d^ unatrasladar agua o triqo F 1 manh • • a que la que implica
los salarlos (1. ía a d " S ¡ « “Í° '',l ”!V '' deestudios de precios nos impide
a n a l i z a r sus e f e ctos reales) fue p o s ible por el crecimiento
a c e l e r a d o de la población rural debi d o a migr a c i o n e s desde el
in terior y aún desde la ciudad. La falta de libertad para
t r a s l a d a r s e de un lugar a otro y la escasa fluidez en la
c i r c u l a c i ó n de la información deben de haber contribuido a esa
e s t a b i l i d a d salarial impidiendo un crecimiento desmesurado de
la oferta. Una estimación e s t á t i c a de la situación del mercado
de t r a b a j o libre temporario h a c i a 1790 (basada en un cálculo
de p o b l a c i ó n efec t u a d o según la tasa de crecimiento intercen
sal 1778 - 1815 y en la demanda total de mano de obra libre
t e m p o r a r i a e s t i m a d a según la produc c i ó n de una estancia)
p e r m i t e o b s e r v a r que en la e stación de mayor demanda de mano
de o bra el sec t o r pecuario s o l a m e n t e requería el trabajo del
un tercio de la población rural m a s c u l i n a adulta. Aunque la
d i s t r i b u c i ó n no homogénea de la p oblación no debe de haber
p r o d u c i d o el m i s m o efecto en todos los pagos, esle simple
c á l c u l o c u e s t i o n a la supuesta e s c asez y apunta, nuevamente,
ha c i a la i n e s t a b i l i d a d de la d e manda de mano de obra.
A fines del siglo XVIII la c a m paña de Buenos Aires (no inclui
m o s a la Banda Oriental, donde las condiciones pueden haber
sido s e m e j a n t e s pero no n e c e s a r i a m e n t e las mismas, ni aún a la
c a m p a ñ a de Buenos-Ai res-. a n t e s del-Regl amento'-de-Libre C o m e r
cio) e s t a b a p o b l a d a p o r - i ndividuos que', sin estar vinculados a
la tierra- o a los-hombres,-- d e b í a n ^ t r a b a j a r para otros para:
s u s t e n t a r s e . A l g u n o s pueden haber incurrido en actitudes
deli c t i v a s , o t r o s pueden haber : tenido éxito como productores
ind e p e n d i e n t e s , pero la m a yoría debía alternar el trabajo para
sí en t i e r r a s que no les p e r t e n e c í a n con el trabajo asalariado
e stacional para los propietarios de esas u otras tierras. Con
sus ingresos (en metálico, porque no hay pruebas de pago
d i r ecto en especie) debían cubrir sus necesidades y las de sus
d e p e n d i e n t e s de alimentación, vestimenta, alojamiento y aún,
en a l g u n o s casos, esüirituales. A l g u n o s pueden haber sido más
p r o p e n s o s que otros al alcohol, al juego o a la guitarra y han
sido c i e r t a m e n t e los elementos pintorescos, los que los d i f e
r e n c i a b a n de otros trabajadores rurales conocidos por los
testigos, los que han servido para definirlos. Esos testigos,
sin embargo, p rovenían de s o c i edades diferentes, algunas
a f e c t a d a s ya por la revolución industrial, donde el trabajo y
la p r o d u c c i ó n se realizaban en condiciones distintas. Sus
t e s t i m o n i o s son m u y útiles, pero a condición de eludir su
sesgo c ultural. Brackenridge notó, como otros, la pereza de
los h a b i t a n t e s de la campaña, pero, americano al fin, recordó
que t a m b i é n sus compatriotas eran acusados del mismo defecto
por los e uropeos. No era esa a p arente pereza una "actitud
frente al trabajo". La e s t a c i o n a l i d a d de las tareas rurales,
la d e m anda d i s c o n t i n u a de mano de obra dentro de la estación,
internas, mercados en expansión pero aún reducidos, escasa
fluidez en la circulación de la información, un bajo nivel de
especialización y .casi nulo de educación y, por supuesto, las
coacciones e x t r a económicas son los factores que permiten las
condiciones de trabajo en Buenos Aires a fines del siglo XVIII
(y esos mismos factores son los que hay que tener en cuenta
para explicarlas ). Algunos vagos y mal entretenidos no d e b e
rían oscurecer al peón rural en la historia como Martín Fierro
lo ha logrado en la literatura.
¿EXISTIERON LOS GAUCHOS *?
Juan Carlos Garavaglia
IEHS/imCPBA-COHICET
No tema el d e s p r e v e n i d o lector; evidentemente, los gauchos en
efecto ex i s t i e r o n y la provocación del título va dirigida a
avivar las d u d a s que ese lector pudiera tener -como es el
caso de quien escribe estas breves líneas- acerca de la omni-
presencia espacial y temporal de este peculiar personaje de
nuestro pasado- rural.-..- .
Leyendo-los e s c a s o s - t r a b a j o s que: existen sobre-la historia- d é
la ganadería en el Río de la Plata, uno tiene la sensación de
que la c a mpaña bonaerense a fines del siglo XVIII estaba
poblada casi exclu s i v a m e n t e por gauchos y grandes propietarios
o "estancieros" -y, como se verá, las comillas tienen su razón
de ser. En h o n o r a la verdad, hay que decir que ello ocurre
con casi toda la literatura que existe sobre el tema agrario.
Sólo se sal v a n los estudios del ingeniero M o n toya y Tulio
Halperín y a l g unas pocas líneas que Emilio Coni (cuando conse
guía d e s p e g a r s e de esa manía de contraponer el gaucho al
labrador) y R o b erto M a r f a n y dejaron caer casi al descuido hace
ya bastante, sin darle al hecho la importancia capital que
tiene para hacer un proceso de v erdadera re-visión de nuestra
his t o r i a rural. Hace poco Samuel Amara) realizó un estudio
pionero para tratar de captar una realidad diferente. Carlos
Mayo, en el trabajo que suscita ahora nuestros comentarios
realiza otro esfuerzo importante por escapar de este esquema
trillado.
En realidad, lo que ocurre es que ese esquema era una autén
tica t r a n s p o s i c i ó n de los modelos del siglo XIX para la época
colonial, si bien dudamos que alguna vez este " m o d e l o 1' haya
42-
coincidido exactamente con la realidad. Hasta mediados de la
década del diez del siglo XIX -cuando realmente da inicio
el proceso hegemónico de afirmación de la ganadería orientada
a la exportación de cueros y carnes saladas en el espacio de
la campaña bonaerense- la estructura económica y por lo tanto,
social, de esa región era enormemente diversificada.
Había "estancieros" es cierto (y para acabar con el equívoco:
esta palabra se asimila muchas veces a "criadores" y no tiene,
hasta las primeras décadas del XIX, ese aura de nobleza vacuna
que adquiriría después...). Estos eran de muy diverso tipo y
tamaño. Oesde los que se ocupaban del abasto de la ciudad-
engordaban novillos y no pocas veces eran sus propios ar r i e
ros- tenían animales de poco peso y destinados a la producción
de cueros, o se afanaban en la cría de muías, hasta aquellos
pocos grandes que se dedicaban, muchas veces como propietarios
ausentistas a casi todas las actividades ganaderas. La gran
mayoría de esos "estancieros" ocupaban la tierra con títulos
bastante diversos y sólo una minoría era jurídicamente prop i e
taria de ese medio de producción. Los "estancieros" podían ser
propietarios, arrendatarios, ocupaban tierras realengas o de
dueños desconocidos y algunos incluso--- eran"--"agregados"'en.
tierras de sus- vecinos más favorecidos. Estos y sus familias-
ios grupos doméstieos-que tan-c 1 a r a - y gráf.icamente' nos - d i b u jan algunos censos - se ocupaban no sólo de las actividades
ganaderas que hemos descripto sino que también poseían majadas
de ovejas, labraban la tierra y tenían animales de granja. Hay
aquí en esta gran categoría desde un puñado de grandes ha c e n
dados hasta una inmensa m a y o r í a de pastores que, desde el
punto de vista de su inserción en el proceso productivo,
pueden ser considerados con toda justicia campesinos .
Pero, junto a ellos, convivían los 1abradores , es decir, los
campesinos dedicados más e s p e c íficamente -por falta de otros
medios- a la agricultura. Estos grupos domésticos de labrado
res también tienen algunos animales: unos bueyes, unas vaqui-
tas lecheras, una manadita de caballos, unas pocas ovejas...
Pero, como decíamos arriba, su actividad económica fundamental
se orienta hacia la agricultura. Son ellos los que siembran-
aunque no siempre son los que cosechan - esas 200.000/250.000
fanegas anuales de trigo que se cultivan en la campaña bonae
rense a fines del siglo XVIII. También se ocupan en mucho
menor grado de sembrar maíz, alfalfa, cebada y legumbres. Ello
ocurre en especial en el "cinturón" de quintas de alta pr o
ductividad que rodea a la ciudad de Buenos Aires en esos años.
Por supuesto que no hay casi necesidad de señalar algo obvio:
la enorme mayoría de estos labradores no son propietarios.
Aquí la propiedad es algo mu c h o más desigualmente repartido y
los arrendatarios, ocupantes tolerados o directamente c l a n d e s
tinos, constituyen la gran mayoría de los productores agra
rios. Por supuesto que la línea de separación entre muchos de
aquellos pastores de los que hablábamos antes y sus vecinos1 abradores es puramente ideal. Sólo los que no tienen medios para poseer el ganado suficiente, se conforman con arañar la tierra para el trigo.
Porque -y ésta es también una tradición historiográfica difícil de desterrar- ya desde mediados del siglo XVIII, las vacas tienen dueño. En la banda ocidental del Río de la Plata se ha acabado desde hace tiempo el ganado cimarrón y sólo resta, esporádicamente y cuando las condiciones climáticas aprietan, ganado a l z a d o . A fines del siglo XVIII la carne sigue siendo algo muy barato (en especial, si lo vemos desde la perspectiva de un campesino de la meseta mexicana o d?i Alto Perú...). Todavía en una fecha tan tardía como 1820, la Junta Protectora
de la escuela del partido de Chascomús nos informa que los saladeros locales "-...dan gratuitamente al vecindario que acude a sus Laboratorios toda la carne que no les sirve..." 1.
Pero, no era fácil vivir todo el año -sin irse a “tierra de indios"- solamente robando ganado para comer o para vender
cueros y grasa. Sin embargo ello todavía ocurría y a ojos de los poderosos", ocurría demas.iado. seguido. Y así se explica
indudablemente-.todo, el aparato-jurídico-que aquel los inventan
para controlar'a esos- hombres" tan- peculiares.. Tiene razón Carlos Mayo «cuando llama nuestra-atención sobre este hecho y nos parece que ninguna sociedad se ocupa de estructurar un andamiaje jurídico similar sin que existan serias razones para ello. Pero, el problema central es determinar si este hecho apuntaba sólo a controlar a los "gauchos" o también a otros
grupos quizás potencialmente más peligrosos para los grandes propietarios. Volveremos enseguida sobre esto.
Mas, retornando ahora a la estructura socio-económica de la campaña, existe otro problema sobre el que nos gustaría llamar la atención: la campaña no sólo tenía diversos sectores pro
ductivos como los que hemos enumerado arriba, sino que también, las diferencias regionales eran muy mar c a d a s . No es lo
mismo Lujan o San Antonio de Areco, áreas de vieja colonización donde se daba un marcado equilibrio entre ganadería y agricultura, Arrecifes o Magdalena, dos zonas de clara domi
nancia ganadera pero de signo diverso y San Isidro, Las Conchas de San Fernando o Matanza, donde la agricultura cerealera dominaba indudablemente. Esta campaña bonaerense tenía entonces complejas diferenciaciones internas y los fenómenos tratados por Mayo deberían ser analizados en función de esas dife
rencias. En este mismo número, Jorge Gelman menciona además otro hecho esencial: el cuándo, señalando, por ejemplo, el
problema de la incidencia del ciclo agrícola del trigo en el fenómeno de la escasez/abundancia de fuerza de trabajo para
algunas unidades de producción.
Y henos ahora in media r e s . Para hacer nuestros comentarios acerca del problema que nos ocupa aquí, permítasenos incursio- nar, muy brevemente, en los primeros resultados de un estudio
en preparación sobre la zona norte de la región bonaerense. Para ello, analizaremos algunos datos de un censo de Areco de 1789, censo que fue publicado por Ricardo Caillet-Bois hace ya casi cincuenta años y que, por las razones historiográficas apuntadas, pasó inadvertido para los estudiosos. El propio
n = (--Roi.s f al publicarlo, hace unos comentarios que demues
tran palmariamente el peso de esa tradición historiográfica y la dificultad que se tenía en ese entonces para 1eer verdade
ramente los datos que el padrón presentaba 2.
El padróru,. fechado como dijimos en 1789, censa 224 unidades familiares y trae datos demográficos generales y sobre control de la tierra y los diversos tipos de ganados. Lamentablemente,
no se censaron a los esclavos, pero-otro padróñ de Areco de 1778 que incluye-, parcialmente al. área censada en i789, sí
posee-ese• tipo :de datos. Vamos a hacer- unos-brevísimos comen-
tarios relacionados exclusivamente con el tema central de esta-
discusión.
Veamos, para comenzar, el problema del acceso a la tierra. Del universo total analizado por el censo, sólo el 30.8% tiene derechos jurídicamente ciertos sobre la tierra que ocu p a . .. Estos datos coinciden por otra parte con lo que afirmaban algunos autores de la época e incluso, Pedro Andrés García - uno de los escasos publicistas y hombres de acción coloniales que parece haber sido sensible al problema - habla de un 25% para la zona de Lujan en 1810. Y si ajustamos un poco más la p..r,torÍ3 descubriremos que, aquellos propietarios a quienes el censo agracia con e¡ título de Don (no podemos aquí entrar a discutir la importancia capital de esa partícula de v'e?o cuno
nobiliario, aparentemente tan inocente), es decir sólo un 15* del total de unidades domésticas, controlan uri 76S__.de toda la
tierra en situación ' jurídica cierta^. Por el otro lado, la inmensa mayoría de los españoles que no poseen el título de Don y las "castas" se distribuyen en diversas categorías en cuanto a las formas de control de la tierra. Unos pocos son
---------------------- HS
^ El censo fue publicndo en el ANUARIO DE LA SOCIEDAD DE HISTOplXA TTHA. 1. Buenos Aires. 1939. DP- 333-3^6
propietarios -el 16% de los españoles y el 7.3% de las "castas"- los demás, son arrendatarios, están agregados en tierra ajena, vivep en tierras con derechos desconocidos o en tierras realengas. Y si restamos aquí a aquellos grupos domésticos que
arriendan y que en esta zona por razones estrict-améVite locales
(se trata en su mayoría de tierras pertenecientes a los Betle- mitas) gozan de una situación jurídica de una estabilidad excepcional, descubrimos que el 64% de los españoles y el 70%
de las "castas" no posee ningún tipo de derecho jurídicamente
seguro sobre la tierra en la que vive y trabaja.
Pero, los datos más interesantes surgen cuando pasamos a examinar el problema del control de los diversos tipos de
ganados que tienen las unidades familiares. Si señalamos que el reducido sector de españoles que tienen el título de Don- que eran un poco más del 20% del total de las cabezas de
familia- poseen el 73% del total del ganado vacuno, estamos
transitando caminos ya conocidos y no decimos nada nuevo. He aquí el sector de los "hacendados", si bien habría mucha tela
para cortar si nos extendiéramos sobre el tema -casi todos
estos.-hacendados también siembran sus propios cereales (alguno tiene: hasta- una- - atahona). - y- poseen frutales-, hortalizas y animal es. de-gran jáT~Pero, nosrinteresa- sobre- t odo, mostrar, la otra cara- de la moneda..-Si- descontamos.-del-.universo-total. a
aquellos grupos domésticos que controlan la tierra- como propietarios o que son arrendatarios y nos centramos en ese64% de españoles y 70% de “castas" que posee tan escasosderechos a la tierra que ocupan, descubrimos con asombro que
éstos son propietarios de un 16% de los vacunos, un 39% del ganado caballar -ésta es una zona donde se crían buenos hatos de muías- y un 30%-de los ovinos. Por supuesto, una parte de estas familias son en realidad 1abradores (los descubrimos fácilmente cuando nos topamos con esos grupos domésticos que
sólo cuentan con unos pocos vacunos -dos o tres vacas lecheras y una yunta de bueyes probablemente- una tropilla de caballos
y una majadita de ovejas). Pero, otros son verdaderos pastores de ganado vacuno o mular y como tal hay que considerarlos, aún cuando también siembren. En la base más desprotegida de la pirámide social de este mundo rural nos encontramos con los
grupos domésticos verdaderamente demunidos: un_10% del total
no tiene vacunos y posee menos de 20 caballos -hemos tomado a
ese número como límite para una tropilla de uso personal y no destinada al procreo de muías. Agreguemos que la inmensa mayoría de estas familias tienen la condición tan peculiar de
ser "agregadas".
Como este censo no ha tomado en cuenta a los esclavos, es muy difícil sacar en forma terminante todas las conclusiones que se esbozan aquí. Pero, si recordamos que el padrón de 1778
46
censa unos 69 esclavos para un número mucho más reducido de grupos domésticos (en el censo de 1778 son 87 familias, contra 224 en el de 1789), y si agregaramos a los datos de este último un número -proporcional a la cantidad de familias- de
esclavos en relación a las cifras de 1778, tendríamos unos 177 esclavos. Además, si tomamos a la cantidad total de unidades familiares que nos da el padrón de 1789 y le aplicamos un multiplicador surgido del censo de 1778 -o sea, 4.37 por grupo
doméstico- tendríamos un total estimado de unos 1,155 habitantes y llegaríamos a la conclusión que el sector más demunido
.asciende a un 23% del total de almas. Y ese porcentaje está compuesto por una mayoría de esclavos (un 65% del ese total
parcial) y el resto por españoles y "castas" pobres, aquellos que pertenecen a los grupos domésticos que casi no poseen animales ni otros bienes. Si bien estos últimos cálculos son hipotéticos, no dejan de ser realistas.
Bueno, después de este largo rodeo, hemos vuelto a nuestro problema. ¿Cuál sería entonces la fuerza de trabajo potencial
para ese reducido grupo de grandes propietarios que existe en
Areco en 1789? Una parte importante está compuesta por los esclavos y creemos que en este sentido mucha de la tinta que
ha corrido sobre el tema no ha tenido en-cuenta la importancia de este sector en el total de la fuerza de trabajo permanente en la campaña. Otra parte está compuesta'por los miembros de esas unidades domésticas que viven agregadas y que tienen unos pocos animales. El censo no lo dice, pero es más que probable que algunos de estos agregados sean "jornaleros", ya sea tem
porales como permanentes. También hay que contar con la fuerza de trabajo de muchas de las restantes familias de campesinos que viven cercanas a los grandes propietarios. En realidad, este sistema mediante el cual los grandes propietarios utilizan el recurso más abundante -la tierra- para acceder al menos abundante -la fuerza de trabajo- era bastante común en algunas
regiones de América hispana (recordemos en México, el caso de El Bajfo a fines del XVIII) 3, y por último, aún cuando no se
trate del sector menos importante, existe un intenso proceso
de migraciones tanto de tipo "golondrina" como definitivo que es indispensable tomar en cuenta, en especial, en ese momento
tan complejo de la cosecha. Las fuentes cualitativas mencionan
repetidamente el hecho y los datos de los censos de la época independiente son claros en este sentido. Cordobeses, santia- gueños, púntanos y paraguayos abundan en la campaña y si bien
una parte importante de estos migrantes vuelve después de la
cosecha a sus lugares de residencia habituales, otros servan
3 Ver, entre otros, Florescano, E. , ORIGEN Y DESARROLLO DE LOS PROBLEMAS AGRARIOS DE HKXICO, 1500-1*21, Era, México, 1979
4 +
a s e n t a n d o en la c a m paña bonaerense al azar de amores y otras
h u m a n a s viscicitudes.
C omo se ve, este censo nos dibuja un cuadro económico de la
v i d a rural riop l a t e n s e bastante más complejo que ese compuesto
e x c l u s i v a m e n t e por "gauchos" y "estancieros". Y que no se nos
diga que esto es así porque Areco era un área agricola! Areco
es una de las dos cabeceras decimales donde los datos de fines
del siglo XVIII mu e s t r a n un gran equilibrio entre ganadería y
a g r i c u l t u r a y en un año cercano al del censo, es la tercera
c a b e c e r a en imp o r t a n c i a en la ganadería -no demas i a d o lejos de
M a g d a l e n a y A r r e c i f e s que son las dos primeras. Por supuesto
que en algunas partes de Magdalena las cosas deben haber sido
d i f e rentes. Pero, Carlos Mayo evoca algunos ejemplos tomados
de San V i cente - M a gdalena- donde las s ituación no parece muy
d istinta. Nosotros, hemos hallado en 1793 en San Vicente 222
m a r c a s de ganado y en la parte de M a g d a l e n a que va de Barracas
a m á s allá de Punta Lara, hay 124 mar c a s r e g i s t r a d a s . . .y eso
es un poco más de las que hay en una zona con una vocación
m u c h o más "agricola" como Matanza, donde e n c ontramos 121
m a r cas. Y volvi e n d o un minuto a nuestros "estancieros", d e s c u
b r i m o s que en M a g d a l e n a el 67% de ellos no saben firmar la
p a p a l e t a en la que registran su marca y en M a t a n z a llegan al
78%. V aya "estancieros"!!
Q u e r e m o s insistir aquí con algo que ya d i jimos en otra parte,
la imagen de una i n m ensa pampa poblada de innume r a b l e s ganados
con un puñado de g a u c h o s "sueltos" d edicados al noble e j e r c i
cio de comer e m p a n a d a s y tocar la guitarra es falsa, al menos,
v i s t a desde la a b i g a r r a d a complejidad de la campaña de fines
del siglo XVIII. Es falsa no sólo porque e x istía esa e s t r u c
t u r a social tan d i f e r e n c i a d a de la que hemos hablado, sino
t a m b i é n porque así no era posible "yerrar", hacer rodeos
(antes de los alambrados) enviar ganado a los corrales del
aba s t o porteño, “hacer cueros", criar ovejas, engordar n o v i
llos, "hacer bueyes", criar y amansar muías... Todo ello,
ademas, en medio de una aguda y de s p i a d a d a c o m p e t e n c i a entre
b l a n c o s e indígenas por el control del territ o r i o (el fin de
don C l e m e n t e López de Osornio nos d e m u e s t r a que el asunto no
iba en broma). Y no hemos mencionado, con toda intención,
n i n g u n a activ i d a d agrícola... Aquellos que piensen que esas
t are a s gana d e r a s de la vida rural se podían hacer solas, están
t o c a n d o demas i a d o "de oído" en su c o n o c i m i e n t o del campo
coloni a l .
Pero, v o l v i e n d o ahora nuevamente sobre uno de los temas que
m á s p r e o c u p a n a C a r l o s Mayo: ¿contra quiénes se estruc t u r a ese a n d a m i a j e jur í d i c o que tendrá a fines de la época colonial su
evitar discrepar con Mayo; si bien él parece consciente del problema que nos ocupa y lo menciona en dos o tres ocasiono;:
creemos que no extrae del mismo todas sus c?"':?— .‘"-.¡as lógicas.
Esos instrumentos jurídicos de control están destinados no sólo a contener la "excesiva libertad" de que habrían gozado
unos paisanos levantiscos y solitarios. Estos indudablemte existían, pero eran muchos menos que los q u e’ ciertas fuentes
particularmente sesgadas quieren hacérnoslo creerj En este sentido, no resistimos comentar aquí la cita de un acta capitular que en su momento fue tomada al pie de la letra por algunos estudiosos. Estamos en febrero de 1721 y todavía, u n a ’
parte relevante del ganado que se utilizará en Buenos Aires,' se “caza" en la Banda Oriental en medio de expediciones llega-" das desde allende el río y donde reina un ambiente muy peculiar. El cabildo porteño se queja y afirma
"...q. al abrigo de las poblasiones se mantienen ynfini-'
tos forasteros de toda la provincia y fuera de ella..."
Se ordena al regidor- don Sebastián Delgado1que acuda con una
partida de hombres-decididos- para acabar con tamaños desórde- :- nes. E s t e a s í lo hace y en su carta dél 13 de marzo de ese año ', informa al Cabildo que ha visitado todas las estancias que había desde el río San Juan hasta el Espinillo, ha reconocido hombres y haciendas y que ha recogido todos los
“...vagamundos, que hasta la reducion coxi diez...con que'"
quedo esta banda Limpia y con horden en las estancias...-'.'''
dos se me escaparon ...[y] quatro me mandaron avisar de- la campaña que iban saliendo con quarenta cavallos..." ^ ;
l o s "infinitos" vagos que poblaban la Banda Oriental quedaron redimensionados exactamente a 14 personas', lo que no parece mucho en realidad... Es por eso que debemos ser muy atentos al examinar este tipo de documentación. La misma fuente, después
de haber 'hablado de los "infinitos" forasteros que ya mencionamos, esboza una queja que parece apuntar más certeramente al fondo del problema y afirma que
"...ay hombres poblados en ellas [se refiere a las campañas de la Banda Oriental JCG ] qe.pasaron de peones Crinchavados y ya son dueños de haciendas y pretenden
----------------------------- CfCf
U Ver ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO DE BUEHOS AIRES, Serie II, Vot.IV, pp. 288-289; el original de la carta en AGN-IX-19-1-7, fjs. 256
serlo de aquellos c a m p o s . . . "5
No olvidemos que en esta época todavfa era común la usanza de
pagar los arreos con una parte proporcional del • rodeo. El
temor de los cabildantes porteños no parece estar'constituido
sólo por los gauchos vagos sino también por los hacendados en
potencia que pudieran surgir en la campaña oriental. ¿Es éste
un ejemplo aislado? No, es posible hallar muchos documentos
que apoyan esta interpretación del fenómeno que estamos
comentando. Raúl Fradkin ha m o s t r a d o en un trabajo reciente lo
difícil que era saber claramente quién podía ser considerado
un hacendado y las fuentes desde la segunda mitad del siglo
XVIII abundan en consideraciones como las que siguen:
"Que respecto a experimentarse qe. muchos sin poseer el
terreno competente para Estancia se han hecho de crecido
numero de ganados y que estos como que el campo de sus
respetibo dueño es mui limitado salen de el y se
extienden por los Cir c u m b e c i n o s en perjuicio de los Amos
de e 11 o s ...declaro qe.nin g u n o puede tener Estancias ni
tenerse por Criador que no pocea tres mil varas de
terreno-por frente-y legua y medio, de fondo..."
Este documento, d a t a d o - e n - 1775, h a s t a . donde-, podemos saber, no
tuvo sino limitadas c onsecuencias en la práctica, pero se lo
usó alguna vez como precedente jurídico para intentar poner
algún coto al difundido fenómeno del arriendo y de los "agre
gados", sin que, como era lógico suponer dado el marco del
sistema legal existente en la época colonial, tuviese dema
siado efecto 6. £n 1 7 9 2 el v i r r e y Arredondo la cita como
an t ecedente al reconocer que en las Juntas de Hacendados hay
"...muchos Yndividuos que sin terrenos propios havitan
por las campañas entre las Estancias con mu y corto numero
de Ganados y otros sin algunos, ya en calidad de a r r enda
tarios de tierras a pretexto de chacareros, ya en terre
nos de d u dosos o no conocidos dueños, o ya tolerados o
admitidos por estos como agregados..." '
^ Ibiden, p. IIU [subrayado nuestro]6 Bando del Teniente del Rey don Diego de Salas, 25 de agosto de 1775,
en DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DEL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA, Facultad de Pilosofía y Letras, Buenos Aires, Compañia Sudamericana de Billetes de Banco. 1912, tomo I, p.28
Yer el Auto del virrey de 1792, en AGH-IX-19-U-5, fjs. 280-286
S o
La enumeración de Arredondo es un resumen de casi completo de
las categorías que nos presentan censos como los de Areco que hemos comentado un poco más arriba: arrendatarios, ocupantes,
en tierras desconocidas, a g r e g a d o s ___ Pero, el documento más
claro en el sentido de esta interpretación del problema, es un
Bando del Alcalde de Hermandad de Chascomús de 1808. V estamos
hablando de una zona de clara vocación ganadera. Escuchemos la
voz del Alcalde:
"Que estando llenas aquellas Campanas de vagos y otros
individuos qe. a la sombra de tener una ma n d a de yeguas y
diez o doze cavallos con marca ya se computan como h a c e n
dados siendo asi qe. no puede haver hacendado alguno sin
qe. pose y tenga una suerte de Estancia, por cuia razón
esta clase de Gente se regulan como vagos, pues los pocos
animales que tienen pastan en terrenos ágenos..."
Obviamente, aquí se nos describen sin lugar a dudas, esos
pequeños criadores de maulas de los que ya hemos hablado.
Según don Juan Lorenzo Castro, que así se llama nuestro A l c a l
de, la solución del problema es simple:
.conviene-e importa qe. se extingan y aprehendan estas
clases de hacendados haciéndoles vender- las Yeguas y
caballos, y dándoles- el destino-qe. se. les da a los vagos--
...sucediendo lo mismo con los m u c h o s agregados qe.
tienen estos últimos..."
Terminemos este comentario, con las últimas palabras de esta
parte del Bando, donde las verdaderas y profundas razones que
lo animan salen a luz en forma prístina. Según el Alcalde, a
causa de todo estos hombres
"...se ven los hacendados llenos de angustias en sus
labores porque, no hallan peón alguno qe. quiera coricha-
_ b a r s e ..." ®
Por supuesto, como ocurre casi siempre, no es esta la única
razón que explica el andamiaje jurídico que se irá tejiendo en
torno al problema de la asi llamada "vagancia rural". Pero, es
una de las más poderosas. Cuando, desde 1810 en adelante, los
gobiernos del período independiente de m u e s t r e n tener bastante
menos sensibilidad frente a los d e rechos -los fragilísimos
8 El original en AGN-IX-19-5-9, fjs. 6U-6U v t a . ; fue publicado por la Facultad de Filosofía y Letras en DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ARGEHTIHA, tono IV, ABASTOS 0E LA CIUDAD Y CAHPAÑA DE BUEHOS AIRES, (1773-1809), Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 191**, p. 193
■T4
d ere c h o s - de esa pléyade de meros ocupantes que pulul a b a n en
la campaña ("la polilla de los hacendados" de la que hablaba
el informante de Pedro Andrés García) y comiencen a ser v e r d a
d eramente una expresión menos med i a t i z a d a y mucho más clara y
d i r ecta de los sectores dominantes, la solución al problema
tendrá, como es sabido, dos frentes. Por un lado, el p e r f e c
cio n a m i e n t o de la papeleta de conchabo y todos sus anexos,
j u r í d i c o s o no. Por e-1 otro, esos "squatters" de los que habla
M ayo y que la presión d e m o g r á f i c a ha hecho aumentar p e l i g r o s a
mente, recibirán su me r e c i d o cuando la tierra comience ser el
"botín" en disputa de todos los grupos políticos que a l t e r n a
tivamente se turnen en el ejerc i c i o del poder después de la
revolución.
¿GAUOTOS O CAMPESINOS 7
Jorge Gelman
UBA/CONICEI
Sin duda, el trabajo de Carlos Mayo -coronación de una serie
de investigaciones que ha realizado sobre la campaña b onaeren
se (y rioplatense en general)- nos está indicando que, poco a
poco-, la historia agraria del Río de la Plata colonial está-
comenzando a salir de las g eneralidades y aproximaciones de
ciertos ensayos que, con mucha imaginación y poca información,
nos repetían una serie de lugares comunes que debíamos a cep
tar. Pero, también nos m u e stra el camino que aún falta reco
rrer para que podamos empezar a pisar terreno más firme cuando
hablamos de estos problemas.
Haremos aquí algunos comentarios a este artículo; éstos se
referirán en particular a algunas cuestiones metodológicas y
s e’basarán en nuestra e x p eriencia actual. Ella surge del
análisis del caso de una gran estancia de la Banda Oriental^
Esta estancia, propiedad de la Hermandad de la Caridad y llaiaada "Estancia de los Vacas", estaba sitiada en la Banda Oriental ai Norte de Colonia, sobre la costa del Río de la Plata. Hemos podido localizar en el AGH
C-jtrrcü Air?s 1*s cuentas completas de su administración para varios años de fines del XV1JI e inicios uñí XIX, asi coc?o una colección de correspondencia del Administrador con la Hermandad, informes de visiLas, p¿rces scr-su?.- les, recibos, etc. El caso de esta estancia nos parece ampliamente comparable con las estudifldns por Hayo u otros en la campaña bonaerense, ya que tiene el mismo tipo de produccción, técnicas productivas, relación con los cercados de la región, está sin duda más cerca (tiene fletes más baratos) del cercado de Buenos Aires que muchas estancias de 1a propia campaña bonaerense y finalmente, recluta mucha mano de obra proveniente de Bunnos Aires; por lo tanto, los
que estamos estudiando en este m o m ento y esperamos que estos
breves c o m e ntarios contribuyan a cuestionar o esclarecer algunos de los puntos aquí expuestos.
Ante todo, queremos subrayar que podríamos hacer nuestras sin
ninguna d i f i c u l t a d algunas de las conclusiones de los estudios
de Mayo: la libertad que tenía el peón para entrar y salir del
m e r cado laboral, y el carácter marginal del fenómeno del
e n d e u d a m i e n t o (éste, por otra parte, cuando existe como tal,
no parece c o n d icionar mayormente la permanencia del peón en la e s t a n c i a ) .
Sin embargo, el artículo gira alrededor de un eje planteado
por dos fenómenos, la escasez de brazos y la abundancia de
vagos. En realidad, sé trata de tres fenómenos que Mayo tiende
a reducir a esos dos, ya que el autor asimila a éstos el hecho
de la i n e s t a b i l i d a d de la mano de obra;i__fenómeno distinto y
que, por razones que explicaremos seguidamente, conviene
analizar por separado^,.. Mayo, a su vez, desarrolla la expli
cación de estos fenómenos a través de los cinco factores que
c o n d icionan la oferta de trabajo: acceso a los medios-de
subsistencia,, frontera abierta, circuitos clandestinos- de
comercio,, acceso, a la tierra'y- actitud laboral del peón rural.
Aquí es n e c e s a r i o hacer .antes que nada, un planteo m e t o d o l ó
gico r e l a c i o n a d o con el tipo de fuentes que utiliza el autor
para f u n d a m e n t a r sus hipótesis. Es indudable que sus datos
abonan a l g u n o s de los factores señalados, pero se trata casi
siempre de quejas de grandes hacendados, alcaldes d e’ la Her-~
mandad q u e ~ s o r n a ~ s u ~ v e z "hacendadó's":r-o—de instituciones muy
s u s c e p t i b l e s a escuchar las quejas de aquellos, como el C a b i l
do. Por lo tanto, esas fuentes reflejan mayormente el estado
de ánimo de los hacendados y éstos, obviamente se vieron
efectados por el robo de ganado, por la actitud de algunos
peones, por los circuitos clandestinos de comercio (circuitos
movimientos de ésta reflejan en parte lo que está sucediendo en la banda occidental del río. Por supuesto, somos conscientes que subsisten grandes diferencias (como por ejemplo, el tamaño de las explotaciones que en la Banda Oriental parecen más grandes, un mayor acceso al ganado salvaje -o más bien alzado- y una posibilidad mayor de que la población de reducidos recursos ocupe tierras realengas o sin dueños), pero sabemos que aún a fines del siglo XVTII se daban situaciones similares en la campaña porteña.
2 Hayo hace esto cuando, para demostrar la escasez de mano de obra a través de los dato< de Amaral o de los suyos propios sobre la estancia de los Betlemitas en Arrecifes, indica los porcentajes de rotación de los peones.
que, ciertas veces, fueron aprovechados por algunos hacendados
en beneficio propio...). Ahora bien, estos hechos fueron sin
duda reales, pero nada nos indica cual fue la magnitud del
fenómeno y en qué medida afectó realmente a la oferta de mano
de obra. .; ¡
Sucede algo parecido con otra fuente utilizada por Carlos
Mayo, los expediente judiciales. Allí es posible escuchar la
voz -aunque algo distorsionada- de “los de abajo". Este mate
rial nos confirma evidentemente que nuestros gauchos existie
ron, pero nos dice poco acerca de la representa.ti vidad del
fenómeno.
En la etapa actual de las investigaciones sobre el mundo rural
rioplatense, difícilmente podemos medir la incidencia de estos
factores en la provisión de mano de obra para la estancia
colonial. Pero, creemos que, tanto el libre acceso a los
medios de subsistencia, como la frontera' abierta, la actitud
laboral del peón o los c ircuitos clandestinos de comercio son
todos hechos que deben ser matizados, en especial, si lo que
nos preocupa es explicar el problema'de la escasez de mano de
obra en las grandes' estancias del siglo XVIII.- Mas,-.para
alejarnos un poco de este t e r r e n o - m o v e d i z o ,' se nos-permitirá
limitarnos al binomio i n e stabilidad/escasez de. Ta, manb.de
obrar-
En cuanto al primer elemento de la ecuación, la inestabilidad,
todos los estudios de Mayo, Amaral y Halperín la confirman .
Pero, ¿afecta esto a la provi s i ó n de mano de obra de la estan
cia? Y ante todo, ¿tiene la estancia excesivo interés en esta
bilizar la mano de obra? Indudablemente, como lo indican los
estudios de Mayo y Amaral, en la gran rotación de personal
incide el fenómeno de estac i o n a l i d a d de la demanda. Si este
hecho es cierto-, ¿para qué estabilizar la mano de obra? y
sobre todo, ¿para qué h a c erlo si en general se consiguen los
peones cuando se los necesita?
Y aquí entramos en el segundo elemento de la ecuación, es
decir, 'la escasez de la mano de obra. Hay también aquí un
problema de fuentes o mejor dicho de utilización de ellas.
Mayo en sus largas y fructíferas investigaciones encontró
sobrados ejemplos de propie t a r i o s de estancias (sobre todo,
los Setlemitas) que, a través de su correspondencia, se quejan
de la dificultad de conseguir peones. Pero, para saber qué
representan estas quejas, es indispensable antes que nada
3 Ocurre lo mismo en el caso de la estancia de las Yacas que estamos estudiando actualmente.
co nocer el c u a n d o , o sea, en qué momento se pr o d u c e n esas q u e
jas. Y ello nos conduce a dos tipos de problemas.-l) los f a c t o
res e s tacionales _del...ci.c]p__agrario en las quej a s y ~ e 1" autor
n ada nos informa acerca de eilo; 2) los factores que l l a m a r í a
m os c o yunturales (por ejemplo, la especial s i t u a c i ó n que vive
la campaña de Buenos Aires después de las invasiones inglesas
en relación al problema de la milit a r i z a c i ó n y este fenómeno
no es c aracterístico del siglo XVIII, sino de ese p e ríodo en particular)''.
Sin duda, para medir el p roblema de la escasez o no de la mano
de obra -es decir, si las fluctuaciones reales en el empleo de'
ésta dependen de la demanda (Amaral) o de la oferta (Mayo)-
hay una d i f i cultad casi Insalvable a partir de las fuentes con
que contamos y, en particular, a partir de las c o n t a b i l i d a d e s
de estancias: siempre nos queda la duda si el peón se va por su propia v o luntad o si lo despiden.
Sin embargo y felizmente para nosotros, en el caso de la
e s t a n c i a que estamos estudiando hubo al menos un año, 1797, en
que existió una demanda constante y sostenida de m ano de obra
por parte de la estancia. Ello ocurría porque • a lo largo de-
ese año se estaba liquidando el' stock de ganado alzado que
había dentro-de sus límites y, por lo tanto, p o d emos suponer
que las entradas y salidas' de los p e o n e s - dependían, salvo-
casos excepcionales de despidos de peones "maulas", de la
v o luntad de, éstos y no de .la del administrador. Estos datos
fueron c o n firmados además por la corresp o n d e n c i a del A d m i
n istrador con Buenos Aires.
Veamos qué e n c ontramos en ese año de 1797 en la est a n c i a de
J a s Vacas.. Antes que nada, señalemos que el hecho de que el
saldo acumulado de diciembre sea Igual a 0, no está indicando
la realidad del empleo sino que es resultado de los caprichos
de la contabilidad. Esta es anual y por lo tanto hace aparecer
a todos los peones saliendo a fin de ese mes, cuando en r e a l i
dad la m a y o r í a de ellos trabajaron hasta el 20 o el 30 del
mismo; es decir que, aquellos que lo hicieron hasta el 30, en
realidad pueden haber continuado trabajando desoe el primero
^ Con respecto a los casos citados en su artículo "Estancia y peonaje en la región panp»ana en la segunda sitad del siglo XVIII" en DESARROLLO ECO- NCHICO, 92, enero-marzo, 198^, se podrían señalar precisiones similares: econtrasos, por ejemplo, una queja de 1808; otras se refieren a la escaser debcaros para la cosecha y no para la ganadería o bien, como el caso de laqueja fechada en 1783; ella no está relacionada con la escasez sino con lainestabilidad de la najno de obra, fenómenos que, como dijimos, no son necesariamente idénticos.
ÍÉ,
de enero del año siguiente. Para solucionar este incónvénien-
te, hemos agregado los datos de enero de 1798, en donde se
puede comprobar que la estancia consigue c onservar solo 21
peones:
M O V I MIENTO M E N S U A L DE LOS PEONES DE LA ESTANCIA,
i ngresos egresos saldo mensual saldo aci
enero 15 - +15 15
febrero 9 - + 9 - 24
marzo 27 3 +24 48
abri 1 9 5 + 4 52
mayo 7 3 + 4 56
junio 7 9 - 2 54
julio 15 7 + 8' 62
agosto 4 1 + 3 65
septi embre 3 3 0 65
octubre 6 11 - 5 60
novi embre 1 18 -17 43
di ci embre 1 44 -43 0
e n e r o - [1798] 22 1 +21 21
Lo que podemos compr o b a r entonces a través de este cuadro
(cuyo movimiento no es excepcional y resulta similar al de
otros años) es que, en general, la estancia logra cubrir sus
necesidades de fuerza de- trabajo a lo largo de casi todo el
año. Y ello se ve co n f i r m a d o por la corresp o n d e n c i a del A d m i
nistrador; éste, incluso, despide a algunos peones que no lo
conforman y consigue otros. Sin embargo, hay algunos momentos
del año muy particulares: en enero y febrero de 1797 la e s t a n
cia no puede reclutar más m ano de obra y recién en marzo
ocurre una nueva i n c o r p oración de peones; luego hay cambios
muy lentos que llegan hasta fines de octubre y sobre todo,
fines de noviembre y d iciembre cuando se producen las grandes
partidas de peone; ür.t = s últimas no pueden ser comp e n s a d a s
con nuevas incorporaciones por la estancia, a pe^ar as c'jr
sabemos -gracias a la c o r respondencia- que las n e cesita y que
lo intenta por .todos los medios. Observando ahora sólo las
partidas de peones desc u b r i m o s que, además de los meses de
noviembre y diciembre, hay otro momento con partidas r e l a t i v a
mente importantes y se trata de junio/julio, pero aquí la
estancia logra compensar éstas con nuevos reclutamientos.
C omo d e cíamos más arriba, este movimiento se reproduce con
r e g u l a r i d a d a lo largo de los años y en definitiva surge con
c l a r i d a d que existe sobre todo una razón que condiciona la
ofer t a de mano de obra para la estancia ganadera: el ciclo del
t r i g o . Es ¡decir, fines de mayo, junio y parte de'julio: arada
y siembra: diciembre y sobre todo enero y parte de febrero:
cosecha. Es en especial en este último momento cuando las
sa lidas son absolutas y no se pueden conseguir los peones sino
a costa de grandes dificultades. El A dministrador reitera una
y otra vez la razón: los peones se "van a la ciega". Si tene
m os en cuenta Tos datos que ha dado Garavaglia sobre la impor
tan c i a de la producción de trigo en el área rioplatense duran
te esta época, el cuadro queda casi completo^.
En pocas palabras, si hay un momento del ano en que sí se
puede h a b l a r de escasez o dificultad para la estancia en el
r e c l u t a m i e n t o de la mano de obra -siempre y cuando la necesite
r e a l m e n t e - es en la época de la cosecha de trigo, es decir
c u a n d o el peón tiene veraderas alternativas laborales al
c o n c h a b o en la estancia, ya sea porque se emplea en una chacra
d o n d e le pagan.más y en p l a t a“, sea por una de las razones
apuntadas- ya por Carlos Mayo y que'pensamos e s d e fundamental-
im portancia: el acceso a la tierra y, por lo tanto,, la posi b i
lidad dé tener un p e q u e ñ o - c u l t i v o é s t e se • descuida durante
casi todo el año -o más bien, se deja al cuidado de la mujer y
los hijos- y el peón vuelve allí sólo en la época de trabajo
i n t e n s i v o (arada, siembra y, sobre todo, cosecha).
Si el m o v i m i e n t o de mano de obra que hemos señalado fuera el
^ "Economic Growth and Regional Differentíations: The River Plata Región at the end of the Eighteenüi Century", HISPANIC AMERICAN HISTORICA!. REVIEW, 65(1), 1985. El articulo de Mayo de DESARROLLO ECONOMICO,cit. , menciona una serie de quejas relacionadas directamente con este problema durante la época de la cosecha de trigo.
Este fenómeno es perceptible en la propia estancia de las Vacas, en donde hay un terreno destinado al cultivo de trigo para el cual se conchaban cosecheros a U y 5 reales diarios y se les paga en plata (a diferencia del sueldo de 6 ó 7 pesos mensuales del peón ganadero que es pagado mayormente en efectos). La estancia, como lo reconoce palmariamente el Administrador, no puede pagar a los demás peones ese salario de cosecha : "...por qe.el quince o veinte del (mes) qe.biene [diciembre] persuado me quedaré sin peones, rootibado a la ciega y estos [los peones) no quieren trabajar por mes por qe. garvín en la ciega quatxo y cinco rs.diarios, y esto no le hace quenta a la casa y es preciso esperar a qe.se concluia " ,en AGN-IX-6-8-U, carta de F.Gar- cia al Hno.Mayor, 29/11/1797.
r s
resultado de las otras razones que indica Carlos Mayo (y ello
daría como producto final al gaucho), tendríamos que coincidir
en que se trata de gauchos muy especiales y, sobre todo, muy
regulares, dado que sistemáticamente y en el mismo período del
año se van a las pulperías, a robar ganado o _ a tierra de
i n d i o s ___
Por lo tanto, si hay m o mentos en que la estancia tiene d ifi
cultad para reclutar mano de obra, creemos que ello no ocurre
por el acceso de los peones a la carne gratis y al cuero, la
frontera abierta, los circuitos cladestinos de comercio o la
actitud "poco proletaria" del peón, aún cuando todos estos
factores existieron, sino porque tiene alternativas de t r a b a
jo. Mayo, acertadamente, insiste en el problema del acceso de
los pobres a la tierra; sin embargo, partiendo de allí, llega
a una conclusión que creemos errada. Oice: “En la campaña
rioplatense pues, hay acceso a la tierra y por eso hay ga u
chos". Pensamos que habría que hacer una frase un poco más
larga y compleja: "En la campaña rioplatense durante un pe r í o
do relativamente corto del año (diciembre/febrero) hay alter
nativas para el peón ganadero porque se conchaba en mejores
condiciones en la agricultura • o porque- tiene acceso^a-la
tierra y es un campesino ".
Frase, sin duda, m ucho-más aburrida y menos impactante, pero
quizás un poco más razonable.
R E S P U E S T A D E C A R L O S A . M A Y O
¿ U N A C A M P A Ñ A S I N G A U C H O S ?
Bienvenidas sean las p o l é m i c a s académicas cuando se realizan
en un marco de seriedad y altura. En este caso el principal
beneficiado he sido yo; los c o m entarios de Jorge Gelman, Juan
Cari o s -Garavagl i a y Samuel- Amaral han- enriquecido y- m a t i z a d o
cons i d e r a b l e m e n t e . m i s pl a n t e o s iniciales. Sin embargo .debo, a
mi vez, formular algunas precisiones- a los valiosos aportes de
mis comentaristas.
Gelman comienza arrojando una sombra sobre algunas fuentes que
he utilizado. Se trata, dice, de documentos ligados a los
estancieros y a un cabildo que tiende a ser receptivo a sus
reclamos. Esto es, en parte, cierto -sólo en parte porque el
cabildo porteño está co n t r o l a d o por los comerciantes- pero qué
difícil es en la historia social agraria escapar al cerco de
los p r o pietarios y su círculo! En este sentido hay pocas
fuentes más patronales que las contabilidades de estancia y la
c o r r e s p o n d e n c i a de los administradores, m i m e tizados con los
dueños y en una actitud casi permanente de a utojustificación.
También las fuentes de G e l m a n son, pues, un eco de los i n t e r e
ses de los estancieros. Pero mi trabajo no se basa sólo en ese
tipo de documentación; t a m bién cito a Azara, que, repito, no
puede ser acusado de estar en connivencia con los ganaderos, y
al censo de 1815, fuentes que corroboran, en parte, mi a r g u
mentación. Es cierto que las fuentes judiciales pueden ser
sospechadas en su r epresentatividad, ello ocurre con casi
todas las fuentes cualitativas. Y sin embargo, para estudiar
al gaucho, para escuchar su voz, aunque sea algo d i s t o r s i o n a
da, no hay fuentes más apropi a d a s que aquéllas.
En el tema de la escasez de mano de obra -que en ' la Banda
Oriental era p a r t icularmente aguda; había que traer trabajado
res de Buenos A i r e s ^ - parece que la propia estancia de las
Vacas tenía, según un reciente estudio, más problemas-de los
que quiere G e l man^ y los tenía, ya veremos, por algunas de las
causas que he apu n t a d o en mi trabajo^.
Dos razones da G e l m a n para explicar la escasez de mano de obra
en d e t e r m i n a d o s momentos; una se relaciona con al ciclo agra
rio y otra, c o y u n t u r a l , que se vincula, para explicar mis
fuentes, a las invasiones inglesas. Creo que Gelman -al plan
tearnos la e x i s t e n c i a de alternativas laborales al trabajo en
la e s tancia g a n a d e r a - ha hecho un sólido aporte a la discu
sión; la siega hab r í a jugado, y sus fuentes así lo revelan, un
papel dec i s i v o en la escasez de peones que advierte en d e t e r
m i n a d a s épocas del año. Se me ocurren otras alternativas labo
rales - no hay much a s en la campaña rioplatense - como el
trabajo en el monte y en la ciudad, circunstancia ésta ya
s e ñ a l a d a por Amaral. En la frontera se podía, además, obtener
ingresos faenando ganado alzado, cazando nutrias, felinos
salvajes y flamencos. No comparto en cambio las razones coyun-
turales e s g r i m i d a s •p o r -G e l m a n ;. la militarización provocada por
las invasiones inglesas. Mis fuentes-, cuando hablan de escasez,
de m ano de obra- libre- la atribuyen a otras razones; el ,robo de
ganado y la e x i s t e n c i a de nutrieros en la frontera. La m i l i t a
rización de la soci edad rural intentada en la lucha contra los
indios, fue un fracaso; la rebelión y la deserción eran hechos
casi cotidianos^. En todo caso mis fuentes n_o_ mencionan para
nada las invasiones inglesas’ y no vemos por qué no habrían de
hacerlo "si fueran una "de las c a u s a s’de~la escasez.
* El convento betleroita debía reclutar trabajadores en Buenos Aires paxa explotar su calera del Rosario en la Banda Oriental. Lo mismo hacía, la Hermandad de la Caridad para su estancia de las Vacas.
^ Salvatore, Ricardo y Brown, Jonathan C., "Trade and Pro letarianization in Late Colonial Banda Oriental; Evidence from Lhe Estancia de la.8 Yacas",HISPANIC AMERICAN HISTORICA! REVIEW, 3, 1987, p. U39. Desconocía este artículo cuando escribí mi trabajo.
^ Ibidem, p. UUS - Ul* 7.^ Cfr. Hayo, Carlos, "Sociedad rural y n i 1itamización de la frontera en
Buenos Aires, 1737 - 1810", en JAHRBUCH FÜR GESCHICHTE VON STAAT, WIRTSCHAFT UND GESSELLSCHAFT LATEIN AMERIKAS, 1987.
6 \
Pero la existencia de alternativas laborales no niega la
p resencia de alternativas al mercad o ' d e trabajo como las que
crean el acceso directo a los medios de subsistencia, la
frontera abierta, los circuitos clandestinos de comercio o la
actitud ante el trabajo de algunos sectores de la población
rural; la siega explica el comportamiento de los peones que se
han incorporado al mercado de trabajo rural pero no el de los
ha b i tantes que lo eluden. Por otra parte parece que, contra lo
que afirma Gelman, la actitud ante el trabajo de los gauchos
orient a l e s había estado en la base de los problemas que la
mano de obra libre planteaba a los propietarios de la estancia
de las Vacas-1. Y esto nos lleva a la problemática del gaucho
sobre la que volveremos. No nos parece muy razonable que
Gelman subestime la presencia del gaucho en la Banda Oriental,
en su pro p i a cuna y cuando su existencia es reiteradamente
m e n t a d a en , otro tipo de fuentes®. Cuando escribí aquello de
que "hay gauchos porque hay tierras" estaba pensando, precisa^"
mente, en la posibilidad de un gaucho campesino marginal; de un gaucho pastor, ¿por qué no?7.
La preocu p a c i ó n por la verdadera dimensión- del fenómeno g a u
chesco recorre buena parte del comentario de Juan Carlos
Garavaglia. Es ciertor. parte,, pero- sólo parte-; .• del aparato
j u r í d i c o contra la vagancia estaba destinado a los agregados y
los p e queños productores rurales. Creo haberlo dicho con todas
las letras. Básicamente, pues, “stoy de acuerdo con Garava-
glia. En realidad estoy de acuerdo siempre y cuando admitamos
que la razón de ser de la persecusión contra los pequeños
p r o d u c t o r e s era menos.el temor a-. su competencia qué la” n e c e sidad .de proletarizar los,/que la necesidad de contar CQn_jano
de obra más abundante y p o r tanto más b a rata. P rohibiéndose el
juego y "holgazanería de las gentes'"de la campaña" se logrará
"pr o p o r c i o n a r abundantemente a los cosecheros de manos útiles
para r e c o g e r sus siembras", aseguraba en 1799 don Cornelio
5 Salvatore y Broun, op. cit., p. 1.58.
C/r. Rodríguez Molas, Ricardo, HISTORIA SOCIAL DEL GAUCHO, Buenos Aires^ Karu, 1968, pp. 507 á 525.
La posibilidad de que algunos gauchos fueran campesinos-pastores no puede descartarse. Para la acepción de la palabra gaucho como campesino véase Slatta, Richard W., LOS GAUCHOS Y EL OCASO DE U FROKTERA, Buenos Aires Sudamericana, 1983, pp. 27 y 29.
u
Saavedra, a la sazón síndico procurador de Buenos Aires . En
otras palabras el aparato judicial contra la vagancia estaba
destinado a forzar a los pequeños productores rurales a -al
quilar su fuerza de trabajo como así también, subsi d i a r i a m e n
te, a controlar el robo de ganado y la invasión de ganados
ajenos en las pasturas de los grandes estancieros. No cabe
duda alguna que "son las angustias" de los hacendados "porque
no hallan peón alguno que quiera conchabarse..." las "ve r d a d e
ras y profundas razones" que, en palabras de Garavaglia,
animan al Alcalde de la Hermandad de Chascomús a la p e r s e c u
sión de este sector rural. Pero los pequeños productores son
sólo uno de los grupos que están en la mira de la legislación
contra el vagabundaje; el otro es el peón sin tierras, el
gaucho sin bienes. "Que a todo peón que se encuentra vagueando
por la campana induciendo a juego, ebrio o con daga, o cuchi
llo, aunque no haya of e n d i d o a nadie, o lleve consigo baraja,
o dados, sea aprendido y remitido a disposición de esta s upe
rioridad con relación del caso" reza un bando virreinal de
principios del siglo XIX^. La papeleta de conchabo impuesta
por Sobremonte en 1804 estaba sobre todo destinada, según sus
propias palabras, a los "de la clase que debe vivir de jo r
n a l " 1 0 .
Si estudiamos quiénes fueron-, en real idad,,- las' principales -
víctimas de la persecusión del vagabundaje en la campaña
bonaerense descubriremos que la mayoría, la gran mayoría, eran^
habitantes que confesaron ser, simplemente, "peones c o n c h a b a
dos" 'que alternaban'su trabajo e n :l a s estancias con el trabajo
en la siega y el monte o bien con el ocio. Muy pocos t e n í a n ^
animales propios y sólo uno o dos eran verdaderos agregados.
Aquellos peones eran p erfectos candidatos a gauchos
Samuel Amaral me imputa no haber incorporado a mi explicación
Ta estacionalidad de la d e manda y la utilización combinada de
mano de obra temporaria y permanente, libre y forzada. No he
ubicado, dice, la mano de obra en el proceso de producción, en
® Citado por Rodríguez Holas, op. cit., p. 172.
9 ACN, IX-8-1-8, Bandos.IbitJí'tn. _ r .
11 Cfr. Vifcuera, Aníbal y Jo r g p Fanelli, op. cit., p. 6. Referencias
adicionales dal Profesor Aníbal V i niera al autor.
¿3
taríto ■ preci o s , salarios y p r o d u c t i v i d a d del trabajo. Es sabido
que la e stacionalidad de la d e m a n d a - cómo podría n e g a r l o ! - es
un factor clave en el c o m p o r t a m i e n t o del mercado de trabajo,
aunque el flamante trabajo de S alvatore y Brown arr o j a una
duda sobre la estac i o n a l 1 d a d de la producción rural como
d eterm i n a n t e del c o m p o r t a m i e n t o de la fuerza, de t r a b a j o l i
b r e 1 2 . Si insistí en a n a l i z a r la oferta de trabajo es porque
p e nsaba y pienso que acaso la clave, lo verda d e r a m e n t e n o v e
doso de aquella arcaica e c o n o m í á rural, está del lado de la
oferta. En otros trabajos me he ocupado d e t e n i damente de la
u t i l i z a c i ó n de mano de obra libre y esclava y de los salarios,
no así de la p r o d u c t i v i d a d 1 3 . No estimo, continúa Amaral , el
vagabundaje. He aquí una tarea p rácticamente imposible. Los
v a g a b u n d o s eluden los censos y están en los m á r g e n e s del
s i s t e m a socioeconómico y, por consiguiente, al m a r g e n de sus
f u entes más representativas. ¿Cómo estimar el v a g a b u n d a j e ?
C o n f i e s o mi perplejidad ante semejante problema intelectual.
Pero vayamos a lo que el co m e n t a r i o de Amaral tiene de más" sugerente: su modelo.
Samuel Amaral nos presenta, un mod e l o de trabajador rural (el
de un asalariado-agregad o - p r o d u c t o r - p a r a ' sí) que-está lejos de
ser un fenómeno general-i z a d o-en • 1 a campana b o n a e r e n s e . Más aún
su modelo presenta serios puntos débiles. Veamos' el asu n t o con
m á s detalle. La m a y oría de los t r a b a j a d o r e s rurales, b u s c a n d o
su seguridad bajo el amparo de un hacendado, habría a l t e r n a d o
su trabajo por un sala r i o ' c o n su'con d i c i ó n de a g r e g a d o que
p r o d u c e para el a u t o consumo y para el mercado. En las horas
libres puede además incu r s i o n a r en las haciendas vecinas.
" C u anto mayor fuera el ingreso como productor independiente'
^ Salvatore y Brown, op. cit. , pp. k£6 - <*U7.^ Cfr. Oscar Albores, Carlos A. Hayo y Judith L. Sveeney, "Esclavos y
conchabados en la Estancia de Santa Catalina, Córdoba ( 1 7 - 1771)" enREVISTA AMERICA,' N2 5 , 1977 ; Carlos A. Hayo, Oscar Albores y Fernando Giroe-nez, "La estancia de San Ignacio en la Gobernación del Tucumán" en CUADERNOS DE HISTORIA, 1982; Carlos A. Hayo, "Convento, Economía y Sociedad en el Río de la Plata (171*8 - 1822)", Ph. D. Dissertation, University of California, Los Angeles, 198¡>. En mi tesis doctoral también estudio los ingresos de la estancia betlemita de Arrecifes. Carlos A. Hayo, "Iglesia y esclavitud en el Río de la Plata", REVISTA DE HISTORIA DE AMERICA, Héxico, 102, 1986, y Carlos A. Hayo, EL PEONAJE RURAL RIOPLATENSE: ESTUDIO DE DOS CASOS en VII Jornadas de Historia Econónica, Tandil, 1986.
C H
menor sería su período de conchabo y a la i n versa"1^. Más aún
-aunque Amaral no lleva su argumentación hasta sus últimas
consecuencias- n u e s t r o trabajador-agregado podría, en un año
bueno, no trabajar. En otras palabras, aquí ya no juega sólo
la demanda sino la oferta y una de las circunstancias que,
según mi opinión, la condicionan: el acceso a la tierra.
Habría así una i n estabilidad de la oferta, con lo cual Amaral,
inesperadamente, estaría en este punto, de acuerdo conmigo.
Pero no se tr a t a de eso sino de las debilidades intrínsecas y
empíricas del m o d e l o de Amaral. Pero antes de criticarlo,
sigamos v i é n d o l o funcionar.
El punto c r í t i c o del modelo propuesto está en el hecho de que
el pico de la d e m anda laboral de la estancia coincide con la
época en que el asalariado-agregado debe atender su propia
producción. Entonces, ¿qué hace? Se conchaba con el estanciero
y deja a su m u j e r y a sus hijos el cuidado de aquélla. Ge 1 -
man, más realista, presenta a sus peones yéndose de la estan
cia para a t e n d e r su propia producción y dejando ésta al cu i
dado de su m u j e r e hijos en el período que Amaral llama inter
estacional. Pero las cosas no parecen haber sido como Amaral
las describe. En principio, salvo las viudas, las mujeres-
pampeanas d u r a n t e la época colonial no-parecen haber p a r t i c i
pado en las faenas rurales sino,, como, indica Azara, en las
tareas d o m é s t i c a s 1^. £ s te hecho aparece corroborado por otro
dato: son los hombres los que desertan en masa de los fortines
de la f r ontera para recoger sus-trigos cuando llega la época
de la c o s e c h a 1®. Por si esto no bastara son los propios datos
de Amaral los que lo contradicen. -Si los peones conchabados
están agreg a d o s a la estancia y han dejado su cosecha en manos
de las m u j e r e s e hijos, ¿por qué no se repiten sus nombres en
la c o n t a b i l i d a d año tras año? Esta es la clave del problema;
no es que no haya agregados en la estancia que producen para
si y para el m e r c a d o sino que, por lo general, no se contratan
por un s a l a r i o con el estanciero. El arreglo entre el h a c e n
dado y el a g r e g a d o es ,otro: consiste en tierra a cambio de
p r e staciones pe r s o n a l e s que sí puede e f ectuar -en la siega por
ejemplo- m i e n t r a s atiende su propia producción. El agregado no
s u e 1e trabajar por un salario aunque a veces lo haga, ese es
*** Víase cooientnrio de Samuel A/nnrnl.15 Azar.-!, Fé 1 ix de, DESCRIPCION E HISTORIA DEL PARAGUAY Y DEL PJO DE U
PLATA. Kidrid, 18«.7, tomo 1, p. 307.16 Hayo, Carlos A., SOCIEDAD RURAL Y MILITARIZACION..., op. cit.
G S
el tema1 7 . Los hacendados aceptan la agregación para ahorrarse
el salario; "muchos agregados que tienen por aorrar el pagar
un peón p i su t r a v a j o " ^ . En la ciudad de B u e n o s A i r e s los
arrimados reciben alojamiento a c a m b 10 de s e r í e l o , no se habla de pagos m o n e tarios1 9 . Este, de que el hacendado se
asegura trabajo a expensas de la tierra es otro indicio de la
escasez de brazos. Pero no nos desviemos de nuestra J u m e n t a
ción central. La clave pasa, pues, por el hecho de que el
agregado, salvo en ocasiones muy puntuales, no entra al ^erc
do de t r a b a j o . Al agregar peones a la estancia los hacendados
no hacen más que contribuir a la restricción de la oferta
laboral Y es precisamente por el hecho de que el agregado no
se incorpora al mercado de trabajo que se lo acusa, « i t e r a d a -
mente de v ago2 0 . Es acusado de vago porque no se conchaba yno porque el hacendado t e m a q u e s e convierta en un-productor
independiente. En su camino de convertirse en I n . d e pendiente se interpone, sobre todo, su falta de capital No
parece, por ejemplo, que los padres 8etlemitas con 14 000
cabezas de ganado vacuno en sus dos estancidemasiado de don Bernardino Lima, su vecino del pago de Areco
Lima tiene apenas 80 cabezas de ganado vacuno y sabemos po
G a r a vaglia que los agregados son el sector más d e m u m d o de la
zona.
No todos los estancieros tienen agregados; no todos, en e fec
to quieren correr el riesgo de ver evaporarse sus ganados y
d V el lo la queja contra los que sí los tienen, como dice
17 Rodríguez H o l « , op cit p. 178 A vece.
S e l 'u oe “ “^ Fi^ £ r ° Ä AIRES>
"sBuenos Aires a fines del siglo a * • iqq7 Rpferencias de la Profe-y Regional de Historia Argentina, Rio Cuarto, 1987. Referencias
sora Hallo ai autor. Ho Población en el Litoral-
s r s s .Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional Buenos Aires,
p. ^5.
U
í ¡ n i í ¿ r ? al S ’ ? que l0S 9ar>aderos se l i m i t e n *
es d C 0 S Í°S d6 13 1UCha Contra el v a 9 abun-d„ , SUma a . 13 tarea con fines propios, al
preservar e l’or l T 653 ta™ blen e! ’,arre9Ío de los campos" para H a I««.. ? social, garantizar la producción agropecua-O h r ^ n , M abasto y obtener mano de obra barata para las
, U C a S ' E 6Stad0 t1ene Puss motivos propios para combatir el vagabundaje. Y recordamos que buena parte de las quejas contra el v a g abundaje son de origen estatal.
Pero el modelo de Amaral subestima también la presencia de
otro sector que integra la fuerza de trabajo de las estancias-
os peones conchabados o conchabados a secas Se trata de
trabajadores sin tierras tienen en el salario so „ r i ñ ' i p a ?
(„os- n(snno<C0 ' T ü ’S' -°n '°S C* " S0S " * " an “>- = D e t S -mos peones conchabados" que trabajan en las estancias en la
e m p l e o " 51693 Y d e a m b u l a n de Pa9° ^ pago, de em¿leo en
En la campaña rioplatense parece haberse conformado, pues
la fulr 7 aSeCH °CUpaclonal de asalariados sin más recursos qué
le Íaba o. I ' ' 5 b r 3 Z°S *1 3 V 6 C e S’ "° sie m p r e ' u" a tropiíla hablo di? • P ' r S O n a K Aluriiendo a este sector es que
? . del surgimiento de un asalariado libre en la éooca
cuan ti ta t i v ^ d e 3 ' I también subestima la importanciacuantitativa de los p r o d u c t o r e s independientes, esto es los
f n ' / r ?' # r"° - l,ac” 1789, los agregadost . e el resto son productores indepen-
d entes con diversos grados de control sobre la tierra, como bien lo señala Garavaglia.
Y son esos productores independientes los que tienen una
oferta*"labora? ^ de trabaj° f i n g i e n d o >a
t ima S0 5 ^ el CUal mantengo mi discrepancia con
de m a n V í l 1 ^ “ ?' ^ a Una de ,as razones del e m P ,e° .de mano de obra esclava en las estancias. Contra lo que quiere
Amaral la inestabilidad del peón rural habría sido uno de los
; motivos de la incorporación de esclavos a las faenas rurales
Permítaseme volver sobre la fuente que cité para probarlo- el
libro de consulta del c o nvento 8etlemita de 8uenos Aires! En
el se asentaban las reuni o n e s del directorio conventual para
tomar las decisiones consid e r a d a s más convenientes para lamarcha de la Orden. Allí, en p r i v a d o , los frailes discuten y
deciden sobre la p o lítica a seguir. No se trata de una queja
ante las autoridades, de un documento destinado a d efender
^ intereses corporativos del convento comode estancias sino de una sesión privada donde se anal i-
-se iban y venían « a n d o « j o r l e s j c ^ d . ^ d j c . n ^ ^ g
“5l T o , S S d 0 d S ! ; r.I de inmediato la compra de 11 esclavos?
S J T Z Z Í i e 9 a la e x i s t e n c i a de u„ ;, ¡jet¡tu an e el
t-rabaio en los términos en que la hemos ca a c t e r u a o o J „ r . s e í t a p r u e b a s d o c u m e n t a l e s _Q u e f u n d . - e n e n su p . J . c *> í
S r S ¡ f s : = =
quinta° p o r t e n ^ T a c i a P ” 66-1767 dos p e o n y %
í : ^ K r - = r 3 , ^ s ^ í :
trabajo $ Z * j S ^ e n .1 r i o » „.c. ya
h i s t o r i a d o r e s se toman en serio las quejas ae s ^ c i e d a d e s
acerca del comportamiento de la m a n > « e v i n ,era
prei ndustr i al es . Feliz de t o n ", a J 0 pocos lade una país con revolución " d u s t n a l y « n o c ^ J a c t U u d
rnentalU -sí T Í a ^ t i tud m e n tal- del trabajador rural frente
al trabajo es concluyente.
;i , n nr ^ u cuenta . sostiene
a ^ r s ■ & ? £ ' • » ' r r ^ : r f t icomo las de José de Antequera, en Magda e . ^y c u e n t ¡ j 2 4 No
! ! y“ r « b í es d e a peagoPeenn eespeqciee . S d i c ae rAmaral. ¿Cómo que no hay
21 Salvatore y Brovn, o p . cit., P P■ kU6
22 AGN, Sucesiones 3860.’-3 AGN, IX-B-10-B, aunóos. Aires> | en d e l a n t e
1‘ Archivo H i s t o r i o de 1. salvatore y Bro.-n coinciden en
^ e ’ r i / p í o ^ ^ ’u - e - c L de U s V,tt,
p r u e b a s ? ^ E1 s a iario era , qeneral n a n ^
y especies en Buenos Aires y el i n t e H o r ^ ’ c- 9f e" m e t a l l ^oAma ral sólo paoaba í j h r n, ‘ estancia deatípica. 9 salarios en metálico es decididamente
Hablemos finalmente del problema de la escasez A fin. ■ iperiodo colon al conrluvo Am =,-,i Z ,” ca s e ¿ - A fines oel
obra libre. Es posible Z í ’ n° habla escase2 de m a n° de
haya aumentado la oferta d e ^ r a b a ^ e " " ent° d - p o b , a c’ón. ... ° ae trabajo pero aun así mis fupnfpc
s e':;„b ; 0e :- « - • > » « • * » * » " í " :Amaral cita dís de esa, f, f C a S“ °e traDaJ adores 1 i b r e s .
fundamentar su opinión de q u e ^ o s ^ a a ^ !;rabajo mayor P ara a b i g e a t o 2 ?. Les cree cuando h.h, / S e g a d o s se dedicaban al
cuando hablan de escasez Amar-l" ^ ° de 9anado Y no
estación de mayor de L a' d e v a n ósolamente requería el t rahain a ’ sector pecuario
masculina a d u l t a . ’ s q f CV l i s " f ^ V ? P°blaCÍÓn
1815. La población mas uli ,, 2 \ aS “ " S°
numero de peones, incluidos los a c a f a 2? Les, apenas el 7,69 % del tnfal i , e .a ae 1 7 2 7 . esto
inclusive a ser ía tercera parte de la a S a '?r1ados no llegaban
tiva que en dicho año sumaba 8,874 habitantes" ^ T t o t a l ^ d '
s ; ; : “ ; ; ; : “ '“ * ™ « u E,r ; : ¡¡
¿eran tan pocos los g a u c h o s’ ¿Era tan'atínirn f l e r t o ' pero
« r ü r : . ís ir - « r''' uoad parece oue la a f i r i L =? • popu,ares en 1a campana y la _________ PUe U a f l c i°" a l Juego y al entretenimiento, a
AIirPA. Rea] A u d i encia /i.V.J.lo 12 AGN vtt 7 7 o r
P . - u ^ í ? U -S Vac,s ^
H,,« ° 2 ^ r í i r r e y t L i „ i e r " Í A Í J G r « í « , ' ^ I g n a C Í ° ’ ^ v
c i M al fin i ^ c u t i r “ ’ 1,- PR0Dy i0N U B O R . . . c i U .2.d» Chascormis en 1808. U s mismas ? 1783 ? a) alcalde de la Hermandadpnona j e . .." citas 8 y 9 nteS Clt° yo en mi articulo "Estimcia y
la guitarra y a la pulpería estaba más arraigada de lo que
parece. Ningún aparato jurídico se monta sin resoonder a una
determinada realidad subyacente. Además de propietarios,
arrendatarios, agregados, ocupantes de tierras fiscales y
peones que se conchababan regularmente, había gaucnos. No
desterremos al gaucho de la pampa colonial. Ningún tipo
tan duradero como aquél surge de una realidad demográfica
irrelevante^S.
?R Slntta, op. cit., M t i M q»e hasta 1« dócnda 1870 "un cuarto de la población rural [-odia ser consid e r a s como p,auchesca , p. i-