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Simposio internacional Helenismo cristianismo
Nombre y Apellido completos: Héctor Ricardo Francisco
Nº de documento: 21.852.431
Titulo universitario. Licenciado en Historia
Pertenencia institucional: Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS)
E-mail: [email protected]; [email protected]
Dirección postal: Piedras 1730 PB “B” (CP. 1140) Capital Federal.
Historia y texto(s) bíblico(s). Algunos ejemplos de intertextualidad en la historiografía
siríaca
Héctor Ricardo Francisco UNGS
Introducción
Este trabajo se concentra en el estudio de la interacción entre narrativa
hagiográfica y texto bíblico en el contexto de la historiografía anticalcedoniana del siglo
VI. En primer lugar queremos analizar el uso del texto bíblico como estrategia retórica
en la construcción de los modelos de santidad que se fundan desde la narrativa
hagiográfica. En este sentido, consideraremos el despliegue de referencias bíblicas en laestructura narrativa como elementos decodificadores que instituyen significados
precisos a los eventos narrados. Este mismo mecanismo es posible gracias a que la
Biblia emerge como un texto polimorfo, cuyos variados niveles de lectura permiten
discernir diferentes significados sin que necesariamente uno anule al otro. Tanto la
variedad de traducciones del texto bíblico circulantes como la convivencia del texto
griego con las traducciones siríacas, habilitaban un complejo juego textual que otorgaba
al texto hagiográfico su validez como modelo de santidad.
No es nuestra intención realizar un estudio pormenorizado de la formación del
canon bíblico, pero debemos señalar que la historia del canon bíblico es larga y
compleja, en particular en lo referente a la historia de la transmisión, compilación y
traducción de los textos (Burkitt 1906, Metzger 1977, Trebolle Barrera 1993: 157-270).
En el mundo de lengua semítica la traducción corriente del texto canónico estaba
representada por una doble tradición. El texto siríaco del AT derivaba del texto hebreo
sin que haya habido intentos serios de armonizarlo con el texto de la LXX (Metzeger
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1977: 3-82). En cuanto a las versiones del NT, tanto la Vetus siríaca como la
concordancia de los cuatro evangelios o Diatesarón, que circularon entre los siglos III y
IV, habían sido paulatinamente reemplazadas, durante el siglo V, por la versión
Peshitta. Esta última versión buscaba una mayor conformidad con la versión canónica
griega y se transformó, progresivamente en la versión canónica del NT para jacobitas y
nestorianos. Todos los intentos subsiguientes de traducción (Filoxeniana, Harqleana)
siguieron la lógica de armonizar el texto siríaco al original griego (Duval 1907, Vööbus
1987). Esta preocupación dentro de los teólogos de lengua siríaca por lograr una
traducción más adecuada al texto griego no es ajena al clima teológico de los siglos V y
VI. Las necesidades de refinar los argumentos en el debate obligaron a encontrar
versiones cada vez más competentes del texto bíblico que pudieran adecuar el
vocabulario siríaco a equivalentes griegos.
De la misma manera, no es nuestra intención detenernos en un examen
exhaustivo de las variadas formas que adquirió la exégesis cristiana, ni de las formas
características que, se presentaban en el ámbito cultural siríaco. Nos basta con señalar
que las diversas tendencias de aproximación cristiana al AT siguieron un patrón que
puede definirse en términos generales como “método figurado” (Auerbach 1958). La
tipología bíblica Este método exegético atribuía una centralidad especial a la parusía en
el desarrollo de la Historia puesto que, para el exegeta, interpretar la Biblia era
encontrar en ella los indicios de la acción de Dios en el devenir histórico; pero a la vez
proyectar esa historia en el presente de manera de encontrar lecciones aplicables a su
propio contexto. La figura de Cristo se encontraba en el inicio (como el logos creador),
el centro (como el Cristo encarnado) y al final (en la promesa de la segunda venida) de
una continuidad histórica de manera que entrelazaba pasado, presente y futuro. Así, la
tipología asume la encarnación como el acontecimiento que dota de significado a cadaacontecimiento contenido en la Historia previa y futura. La tipología en cuanto método
hermenéutico es indisociable de la especulación filosófica acerca de la figura de Cristo
como paradigma del devenir histórico en el que, tanto los acontecimientos pasados
como los futuros, forman parte de una unidad de sentido con ella. Por lo tanto la
exégesis ejerció una notable influencia en desarrollo de la historiografía cristiana y su
percepción del devenir histórico (Chesnut 1976). En consecuencia, la figuración, no es
un método hermenéutico abstracto o una mera operación mental, sino una prácticasocial que puede ser una herramienta útil en situaciones de polémica religiosa. En
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consecuencia, desde nuestra perspectiva la interpretación de la Biblia es
fundamentalmente una herramienta polémica y a la vez pedagógica. (Clark 1999: 78-
87). Así, la convivencia del texto griego con las traducciones siríacas produjeron efectos
particulares en su incorporación en el relato historiográfico. Además, algunos de los
primeros historiadores anticalcedonianos (por ejemplo Juan Rufo y Zacarías Rétor)
escribieron sus historias en griego, pero fueron traducidas al siríaco al poco tiempo de
su composición. Sus traductores se vieron ante la disyuntiva de acomodar los
fragmentos bíblicos citados en esas historias a los textos canónicos siríacos o generar
nuevas traducciones que se alejaban de la forma canónica. Como veremos, esta
disyuntiva jugó un papel fundamental, puesto que la elección por una u otra vía
determinó, en muchos casos, las lecturas posibles de un determinado acontecimiento.
Cualquiera sea la elección el resultado final fue el mismo. La Biblia emerge de estas
operaciones de traducción como un texto abierto, polimorfo, nunca cerrado a una
interpretación determinada gracias a la flexibilidad con la que es leído y aplicado.
(Harkins 2006).
En este trabajo es nuestra intención hacer algunas observaciones preliminares
referidas a la inclusión del texto bíblico en el discurso historiográfico. En particular nos
concentraremos en el análisis de dos pasajes contenidos en el libro VIII de la Historia
eclesiástica de Zacarías de Mitilene dedicado los eventos acaecidos durante el reinado
de Justino I (518-527). El primer pasaje (incluido en una serie de breves noticias de tipo
hagiográfico dedicadas a los líderes monofisitas exiliados por las políticas
anticalcedonianas de Justino I) es una breve semblanza dedicada al obispo Mara de
Amida. El segundo pasaje es el apéndice final del libro VIII, un excursus doctrinal,
atribuido al mismo Mara, que incluye una extensa referencia a Jn 8: 1-18 fragmento
conocido como la Pericope Adulterae. Nuestra intención es comprobar como unparticular uso del texto bíblico permite al autor usar la exégesis como herramienta
polémica en el contexto de las disputas teológicas del siglo VI.
La estructura del libro VIII de la Historia eclesiástica de Zacarías.
La Historia eclesiástica atribuida al obispo monofisita Zacarías de Mitilene es
en realidad una compleja compilación (y traducción) de varios documentos históricos delos cuales sólo una parte (Libros III a VI) pertenece efectivamente a la traducción de la
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Historia eclesiástica compuesta en griego por Zacarías (Brock 1979/1980). El resto de
la Historia eclesiástica es una compilación (y en algunos casos traducción al siríaco) de
documentos de diversa procedencia realizada por un compilador anónimo que la
escribió en el norte de Mesopotamia (probablemente en Amida) entre el 560 y 569
(idem). El libro VIII cubre el período (518-527) a partir de la yuxtaposición de diversos
documentos para narrar algunos acontecimientos importantes del reinado de Justino
(capítulos 1 a 6): Su ascenso al trono (232-233), el asesinato de Vitaliano (234-235), el
martirio de los cristianos de Najran (235-243), los disturbios en la frontera oriental
debido a las razzias persas y árabes (243-246), la expulsión de los líderes monofisitas de
Oriente, entre los que se menciona al obispo Mara de Amida y su regreso en tiempos de
Justiniano (246-249); y una lista de obispos famosos (249).
El obispo Mara de Amida
En el capítulo 4 del libro VIII (244-245) el compilador de la Historia
eclesiástica interrumpe su relato de los eventos políticos para introducir una breve
viñeta relativa al obispo Mara de Amida uno de los exiliados durante la persecución de
Justino a los monofisitas. En esta breve semblanza del santo el redactor hace un breve
resumen de su vida: su consagración canónica como obispo de Amida y su exilio,
primero en Petra y luego en Alejandría, como su muerte y su tumba en el Martyrion de
la aldea de Beth Shuro. Este breve fragmento hagiográfico pone especial énfasis en el
exilio del santo como parte de su entrenamiento ascético e intelectual. En efecto, el
exilio es descrito como un acto voluntario del santo en defensa de la fe, la cual se ve
reforzada por su estancia en Alejandría, de la que dice “ y permaneció allí por un
tiempo, y compiló una biblioteca que contenía libros valiosos; en los que hay
abundancia y gran provecho para aquellos que buscan instrucción, los que tienen
entendimiento y los estudiosos. Esta (biblioteca) fue transferida al tesoro de la Iglesia
de Amida después de la muerte de este varón.” (245) Por último el compilador agrega
“Y como prueba de la expresión elocuente de su amor por la instrucción agrego al final
de este libro el prólogo que compuso en lengua griega y inserta en sus cuatro
evangelios” (245).
Efectivamente, en el último capítulo (7) el compilador introduce un fragmentodel comentario a los cuatro evangelios compuesto por Mara (249-252). El capítulo está
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compuesto de dos citas que, en apariencia están completamente desvinculadas a los
capítulos precedentes. El primero pertenece al prólogo, que contiene una cadena de
paráfrasis bíblicas dedicada a probar la realidad de la encarnación, refutando
argumentos tanto nestorianos como eutiquianistas (249-252). Al comienzo del prólogo
el autor (en este caso Mara) señala como objetivo de su trabajo el ordenar los evangelios
en capítulos para causar la contemplación (Theôria) del texto bíblico, es decir,
dilucidando el sentido profundo de las escrituras (250). En el segundo fragmento (252)
el redactor de la Historia Eclesiástica de Zacarías trascribe en su totalidad un pasaje del
comentario de Mara, dedicado a la Pericope Adulterae (Jn 8: 1-11).
No es necesario señalar que, en apariencia, la inclusión del fragmento del
comentario de Mara a los cuatro evangelios parece desvinculada del plan general de la
obra. Este y otro tipo de digresiones presentes en la Historia Eclesiástica de Zacarías
dan la apariencia de un escritor errático. Sin embargo, podemos interrogarnos si la
inclusión de la Pericope adulterae guarda algún tipo de relación con el resto de los
capítulos que componen el libro VIII. En las páginas que siguen intentaremos demostrar
que la inclusión de este excursus, lejos de ser el resultado de un redactor descuidado,
puede entenderse como fruto de la decisión conciente del autor para validar la parte
narrativa (caps. 1 a 6).
La Pericope Adulterae.
Antes de seguir con nuestro análisis debemos hacer una breve referencia a Jn 8:
1-11, mejor conocido como la Pericope Adulterae. Este episodio incluido en el
evangelio canónico de Juan es considerado por la mayoría de los especialistas en el
canon bíblico como una interpolación posterior, probablemente extraída de la literaturaapócrifa (Petersen 1997, Zervos 2004). A diferencia de la tradición latina en la que está
atestiguada en manuscritos de cierta antigüedad, la mayoría de los Manuscritos griegos
de la Biblia anteriores al siglo IX (con excepción del Codex Bezae del siglo V) carecen
de este capítulo, mientras que está ausente de las versiones siríacas antiguas, tanto en la
Vetus Syriaca como el Diatessaron y la Filoxeniana mientras que en la Peshitta está
atestiguado de manera desigual y en diferentes ubicaciones (Petersen 1997: 199-201,
Zervos 2004: 60). De hecho, la referencia de Mara de Amida es uno de los primerostestimonios (junto con la Didascalia Apostolorum) que tenemos de él en la literatura
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siríaca. Este texto resulta polimorfo y complejo y sujeto a muchas interpretaciones
(Kunst 2006)
Por otra parte, la mención de Jn 8: 1-11 en la Historia eclesiástica de Zacarías es
sensiblemente diferente a la versión canónica de Juan (Petersen 1997: 201). La
explicación más común a las sustanciales diferencias entre la versión de Mara de
Amida y la versión canónica residen en la posibilidad de que el autor recurriera a alguna
recensión alternativa durante su estancia en Alejandría (Gwynn 1909: 3). Sin perjuicio
de aceptar esta (improbable) afirmación acerca del origen de la recensión de Mara de la
Pericope Adulterae, creemos que es posible relacionar su redacción con la arquitectura
misma de la Historia eclesiástica. La ratio de esta inclusión, como veremos, fue la
voluntad de reflexionar acerca del papel de la Iglesia monofisita frente a la realidad de
la persecución. En este sentido tanto la Pericope Adulterae como excursus doctrinal es
coincidente con una declaración de fe monofisita que busca legitimar una sucesión
episcopal invalidada por la ilegalidad (Menze 2004). Sin embargo, esta interpretación
de la Pericope Adulterae en clave eclesiológica solo era posible si previamente se
manipulaba del texto bíblico, desplazando su sentido. La paráfrasis de Jn 8: 1-11,
cualquiera sea su origen, habilitaba una lectura eclesiológica y una reflexión acerca de
la compleja relación entre ortodoxia y herejía.
Para ilustrar este argumento nos proponemos hacer una breve comparación entre
las versiones canónicas de la Pericope Adulterae (GNT y Peshitta) y la contenida en la
Historia eclesiástica de Zacarías. Al hacerlo, no podremos eludir avanzar alguna
hipótesis acerca del origen de esta recensión, la cual quedará por ahora en términos
puramente especulativos.
Comencemos por un análisis de las respectivas estructuras de la Pericope
Adulterae. No es sorprendente, debido a la dependencia de una sobre otra que las
versiones griega y siríaca del texto canónico presenten en ambas estructuras una total
coincidencia. Sin embargo, Petersen (1997: 201) considera que la versión de la Historia
eclesiástica de Zacarías presenta diferencias notables que rebelarían que el
comentarista se basaba en una tradición independiente. En primer lugar, la versión de
Mara carece de marcas narrativas espaciotemporales o cualquier evidencia de unasecuencia con los versículos previos o posteriores del evangelio de Juan. Mientras que
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Jn 8:1-2 señalan que Jesús se traslada al Monte de los Olivos y al amanecer se dirige al
templo a enseñar, la versión de Mara introduce el relato con un escueto “y sucedió un
día” (literalmente “en uno de los días”) que es el comienzo de Lc 20: 1 (cf. Lc 21: 37 y
Lc 19: 47) versículo relacionado con la Pericope Adiulterae. De la misma manera, los
interlocutores de Jesús no están definidos. En Jn 8: 2-3 el pueblo se acerca a Jesús (-
Wkhuleh Amo) )ote
)lwoteh) y este les enseña. En cambio, Mara menciona simplemente
“cuando Jesús estaba enseñando”. Por otra parte, los escribas y fariseos (Jn 8: 3), que
son los interlocutores del diálogo, están ausentes en la versión de Mara. (Dídimo el
ciego habla solo de los judíos y la Didascalia de ancianos) En suma, la versión de Mara
de Amida carece de toda estructura narrativa que permita ubicar, como en el caso del Jn
canónico, la Pericope Adulterae en un contexto concreto. Esto mismo sucede en otra
recensión de la Pericope Adulterae en la Didascalia apostolorum.
Otro elemento en el que la recensión de Mara se separa de la versión canónica,
es la mención del fruto de su adulterio. En efecto, mientras Jn 8: 3 dice “(los escribas y
fariseos) trajeron una mujer sorprendida en adulterio” ()aytyw l
)anetto
)da
)etthedat
bgawro) ), la versión de Mara de Amida señala que la mujer está encinta “ le acercaron
cierta mujer que fue encontrada encinta por adulterio” (qrabw leh)anetto
)hdo)
daeshtakhah betano) men gawro) ). La diferencia es sustancial puesto que mientras la
versión canónica la mujer es encontrada en el acto del adulterio, en la versión de Mara
el pecado sólo es corroborado por sus frutos. Este elemento resulta fundamental por dos
razones, en primer lugar desplaza al pecado del adulterio, poniendo fugazmente en el
centro de la escena al resultado del acto. En segundo lugar, veremos que este elemento
tiene un importante valor tipológico.
Más reveladoras aún son las diferencias que emergen del diálogo entre losacusadores y Jesús. En primer lugar, Jesús participa voluntariamente del juicio, y no hay
ningún intento de “tenderle una trampa” (jn 8: 6) (hode) )
emarw Khad menaseyn leh
)aykhano
)datekhwe
)lkhwn daneqatregwnoyhy), ni necesidad de insistencia por parte de
sus interlocutores.
En segundo lugar el diálogo sobre la ley mosaica tiene una estructura diferente e
interesantes interpolaciones. Jn 8: 4-6 dice:
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Y le dijeron, „Maestro, esta mujer fue descubierta en adulterio; Según la ley de
Moisés se nos ordena lapidar (nergwm) esta mujer (Deut. 22: 23); ¿Qué d ices tú?‟ […]
Pero Jesús se arrodilló y comenzó a escribir en el suelo con su dedo. Como persistían
en preguntarle se incorporó y les dijo: „Que el hombre entre ustedes que no tenga
pecado sea el que le arroje a ella la primera piedra‟ y se arrodilló nuevamente y
continuó escribiendo en el suelo.” (Jn 8: 4-8)
En cambio, la versión de Mara describe:
“y le informaron acerca de ella y Jesús les dijo, porque sabía como Dios, que
sus pasiones estaban en vergüenza y además sus actos, en la ley ¿Qué nos ordena?
Entonces le dijeron que por la boca (testimonio) de 2 o 3 testigos (Dt 19: 15) sea
lapidada (tetargom) (Deut. 22: 23). Pero el les respondió y les dijo: De acuerdo con la
ley aquel que es puro y libre de pasiones pecaminosas, y pueda dar testimonio contra
ella, que arroje una piedra contra ella, y aquellos que le siguen, y ella será lapidada.”
La estructura del diálogo entre Jesús y los acusadores difiere claramente en una
serie de puntos. En primer lugar, la acusación no está formulada sino que simplemente
los acusadores someten al juicio de Jesús. Luego, Jesús indaga acerca del contenido de
la ley, que le es contestado por una combinación de Dt 19: 15 y una paráfrasis de Deut.
22: 23. La primera es una regulación acerca de la validez de los testimonios, el segundo
una disposición acerca del adulterio. En ambas recensiones la pena de lapidación
reemplaza a la más neutra pena de muerte dictaminada tanto en el texto masoréticocomo en la LXX de Lev 19: 10 (una característica que comparte la recensión de Dídimo
el ciego). Por otro lado, la inclusión de Dt 19: 15 es una novedad que no está presente
en ninguna de las recensiones. La ausencia de testigos válidos que pudieran acusar a la
mujer desplaza al argumento de la hipocresía a un segundo plano. Por otra parte, y en
coincidencia con la recensión de la Didascalia Apostolorum, Jesús emerge de la
anécdota como juez voluntario, a diferencia de Jn 8: 1-11 en el se limita a intervenir
para increpar a los acusadores por su hipocresía. En efecto, la respuesta de Jesús es unasentencia que confirma la validez de la ley, pero además hace culpables tanto a los
acusadores como a la mujer del mismo pecado: “Pero ellos porque eran reos de
condena y culpables a causa de esa pasión de trasgresión, salieron uno a uno de su
presencia y dejaron a la mujer.” En suma, la recensión de Mara de Amida se puede
notar un desplazamiento en el sentido de la Pericope Adulterae con respecto a la versión
de Juan 8: 1-11. Este desplazamiento enfatiza la imagen de Jesús como juez justo que
interviene con misericordia frente a los pecadores. En el caso de los otros tres
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protagonistas del episodio (la adúltera y los acusadores) se equiparan en un plano
inferior, transformados en sujetos del juicio divino.
Ahora cabe preguntarnos ¿Cuáles habrán sido los motivos por los cuales el
redactor incorpora este pasaje al cierre de su capítulo? Kunst (2006: 535) supone que
refleja una extensión del Protoevangelium Jacobi acerca de la virginidad de María. Sin
embargo, creemos que su significado reside en relación a su contexto de producción. A
primera vista, las razones no son fáciles de comprender y, como ya mencionamos, la
incorporación del excursus parece el resultado de un redactor torpe y descuidado
(Brooks 1899: 8-10). Sin embargo, un indicio clave para dilucidar el sentido de esta
presencia se encuentra en el excursus mismo. En el inicio del pasaje Mara destaca la
importancia del sentido profundo de las escrituras como vehículo para comprender su
contenido. Esta afirmación puede ser una clave para entender las razones por las que el
compilador conectó un pasaje bíblico de dudoso origen con su relato de la expulsión de
los líderes monofisitas. De hecho, el recurso de incorporar largos excursus extraídos de
la tradición hagiográfica y extracanónica es una de las características más notables de la
Historia Eclesiástica. La presencia de todas ellas en el desarrollo de toda la obra puede
explicarse fácilmente si consideramos que su disposición obedece al valor tipológico
que ellas adquirían y; en consecuencia, su íntima relación con la parte narrativa permitía
al autor enmarcar los acontecimientos narrados dentro del marco más amplio de la
Historia bíblica.
En efecto, creemos que el sentido profundo de la Pericope adulterae deviene de
su valor tipológico, es decir su capacidad de aportar un marco de referencia, que la
conecta al relato que la precede. Podemos encontrar evidencia concreta de esta relación
en la intrínseca relación de Mara con la persecución. Los capítulos 4 y 5 del libro VIII,recordemos, concentra su narración en la deposición de los líderes monofisitas (entre
ellos a Mara) y su parcial y fugaz reivindicación en tiempos de Justiniano. Su
descripción de Mara es la de un obispo celoso por la ortodoxia y asceta devoto, que
asume su exilio como una práctica ascética de la cual deviene su autoridad espiritual. La
narración es, en última instancia, el triunfo del santo ante sus perseguidores.
En concurrencia con este relato, en el plan general del libro VIII de la Historia
Eclesiástica de Zacarías, la inclusión de la Pericope adulterae responde a las
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necesidades de una Iglesia que enfrenta al desafío de la clandestinidad. La persecución
había enfrentado a los líderes monofisitas con la necesidad de legitimar una jerarquía
eclesiástica cuyo pasado (y, por extensión su legitimidad) estaba siendo puesto en duda
por sus rivales (Harvey 1988, Menze 2004). La situación de ilegalidad y exilio que
había caracterizado al período 518-527 debía ser explicado de tal manera que se
transformara en una forma de juicio divino en el que quedara confirmada la legitimidad
de la Iglesia monofisita. Pero esa explicación sólo podía surgir de la propia tipología
bíblica, la cual se encuentra contenida en el mismo devenir histórico. El texto bíblico
era, para los exegetas premodernos, polimorfo y no asumía una forma textual única. Su
autoridad no se basaba ni en su uniformidad ni aparente coherencia sino en su carácter
variable. En este sentido, la autoridad de un texto derivaba en última instancia del
reconocimiento de su capacidad para definir “lo divino” por parte de una comunidad y,
en consecuencia, su interpretación era una actividad divinamente inspirada. En otras
palabras, la exégesis era también una actividad que permitía resignificar el texto, incluso
remodelarlo en su forma textual, lo que acentuaba su carácter polimorfo (Harkins 2006:
498-499).
Consideramos que los elementos específicos presentes en la recensión de Mara
de la Pericope adulterae son indicios relevantes de la íntima relación con la narración
de la persecución de la que fue objeto Mara. En consecuencia, la referencia bíblica
puede ser entendida como una metáfora por la cual el autor podía enmarcar el pasado de
la Iglesia monofisita. El autor incorpora el texto bíblico a su relato con el objetivo de
empujar a su lector a comprender su significado profundo, el cual queda develado por el
acontecer histórico: En primer lugar al desplazar el pasaje de la polémica con los
fariseos al papel de Cristo como juez, la adúltera se constituye en un typos de la Iglesia
que abandono la ortodoxia (es decir monofisita), perseguida y acusada que espresentada ante el juez benévolo (Jesús) que la protege de sus acusadores. Otro
elemento tipológico que es esencial para entender el sentido de la Pericope adulterae es
el niño. En el contexto del evangelio de Juan el hijo del adulterio es asociado al mismo
Jesús (cf. Jn 8: 41), de hecho, el mismo episodio parece relacionarse a una metáfora de
la encarnación (Zevros 2004: 112) y, por extensión a la eclesiología. En la exégesis
antigua, en especial la siríaca la imagen de la Iglesia como prometida es un recurso
tipológico recurrente en la eclesiología (Murray 1975: 131-158). En este caso el typosfunciona por oposición. Un eco de esta forma de tipología la encontramos en Aphraat el
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sabio persa (961: 17-19) donde la Iglesia es una “prostituta” salvada por Cristo de la
misma manera que Josué (es decir Jesús) Bar Nun había salvado a Rahab (cf. Jos 6: 17-
25, Murray 1975: 136). El redactor de la Historia eclesiástica de Zacarías interpretaba el
episodio de la adúltera a la luz de una tradición arraigada en la exégesis siríaca como un
typos de la relación entre Jesús y su Iglesia. En suma la inclusión de la Pericope
Adulterae era un llamado a la esperanza de la vuelta de la adúltera a la ortodoxia gracias
a los santos que mantenían su celo por la verdadera fe.
Conclusiones
La inclusión de este excursus teológico, lejos de ser el errático resultado de un redactor
descuidado, puede entenderse como fruto de una operación retórica cuyos antecedentes
se remontan a la literatura patrística. En suma, el lenguaje de la disidencia se construyó
sobre un criterio alternativo pero no esencialmente opuesto, que utilizaba el discurso
ascético como la estrategia para construir un principio de legitimidad de una elite en
competencia por el monopolio de lo sagrado. Ese discurso ascético se apoyaba en la
tipología bíblica como estrategia discursiva que validaba, desambiguaba y definía la
santidad de acuerdo a un patrón Esta lectura es posible debido a que el texto bíblico está
contenido del presente histórico, el cual a la vez, está modelado por la narración bíblica.
Por medio de un cuidadoso manejo de referencias, el texto bíblico aparece en una
secuencia cuya virtud es conferirle unidad lógica al relato. Es una concepción de la
historia que, si bien no es cíclica, permite integrar el pasado bíblico con el presente
como parte del plan divino de la Historia.
Bibliografía
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Mytilenes. Scripta Historica. Analecta Syriaca. Tomus Tertius. Leiden, Brill. Pp. 2-340
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