29 Años. Galeano, Cazador de Historias

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    29 AÑOS DE PáginaI12 SUPLEMENTO ANIVERSARIO

    Eduardo Galeano

    El cazadorde historias

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       D   E   2   0   1   6 Por Eduardo Galeano

    El ministro del Interior delUruguay vela por la segu-ridad de todos nosotros,los ciudadanos. Un día deestos le robaron la casa.

    Los autores del robo resultaronser los policías encargados de su

    custodia.En otros tiempos, ay, lejanos,

    el Uruguay era el rey del fútbol.Ahora, el país prueba todos losdías que bien merecería la coro-na mundial de las paradojas.

     No, no es patrioterismo vi l.Yo postulo al Uruguay, chiqui-to pero inverosímil, porque deveras creo en sus altos méritos.Me consta que el título no esmoco de pavo y reconozco quehay muchos otros candidatosdignos de consideración. Elcampeonato mundial de para-dojas tendría final de bandera

    verde, cabeza a cabeza; y así hasido desde siempre.

    La historia nostoma el pelo

    Desde que el mundo es mun-do, al fin y al cabo, la paradojaexiste: nacemos gracias a Dios,pero también nacemos gracias alpecado original.

    Si la contradicción es el motorde la historia, la paradoja es elespejo que la historia usa, desdeel principio de los tiempos, pararevelar el verdadero rostro de susprotagonistas y tomarles el pelo.

     Ni el propio hijo de Dios se

    salvó de una gran paradoja: paranacer, eligió un desierto subtro-pical donde jamás ha nevado,pero la nieve se convirtió en unsímbolo universal de la Navidaddesde que los poderosos de la tie-rra decidieron otorgar a Jesús laciudadanía europea.

    Y de los simples mortales, nihablemos. El pobre CristóbalColón murió sin saber que ha- bía estado en América, conven-cido de que había viajado al Ja-pón. Infinita sería la lista de lasfamas paradojales y los paradóji-cos famosos. El más alemanista

    del os alemanes, Adolfo Hitler,había nacido en Austria. Napo-león, el más francesista de losfranceses, había nacido en Cór-cega. Margherita Sarfatti, lamujer más amada por el antise-mita Mussolini, era judía. JoséCarlos Mariátegui, el marxistamás marxista del os marxistaslatinoamericanos, creía fervoro-samente en Dios. El Che Gue-vara, protagonista de célebresepopeyas guerreras en Américay en Africa, había sido declara-do “completamente inepto parala vida militar” por el ejércitode su propio país.

    La vida cotidiana es una con-tinua paradoja, y paradojas sonlas noticias de cada día. “Te no-to nervioso”, dice la histérica.“Te odio”, dice la enamorada.“No habrá devaluación”, dice elministro de Economía, en víspe-ras del derrumbamiento de lamoneda. “Los militares respetanla Constitución”, dice el minis-tro de Defensa, en vísperas delgolpe de Estado. El presidente

    Por Eduardo Galeano

    Al principio, es la ima-gen. La palabra, des-pués. Soy incapaz detrasmitir una situa-ción, una emoción o

    una idea si primero no la veo ce-rrando los ojos; y siempre mecuesta mucho encontrar palabrasque sean capaces de transmitiresa imagen, y que me parezcandignas de su esplendor. Creo quepinto escribiendo, por falta de

    talento para pintar pintando.Como no pude ser pintor, no tu-ve más remedio que hacerme es-critor. La mujer que amas no tehace caso y te casas con la pri-ma.

    EvocaciónA los catorce años recién

    cumplidos, publiqué por primeravez. Era un dibujo, una caricatu-ra política, en el semanario so-cialista de Montevideo. Y desdeentonces publiqué muchos dibu-jos más, que firmaba Gius, pro-nunciación castellana de Hug-hes, apellido paterno que me

    viene de un tatarabuelo católicohuido de Gales al Uruguay.

    Hasta los dieciocho años alter-né los dibujos con algunas tenta-tivas de periodismo escrito. Pu- bliqué crónicas de arte, con másosadía que conocimientos, ado-lescente caradura, y crónicas delmovimiento sindical, que cono-cía bien por mi temprana vidade sieteoficios en fábricas y ofici-nas. A los dieciocho años sentíel primer pánico ante una hojaen blanco, el mismo pánico quetodavía, hoy por ejemplo, sientoa menudo: quise escribir a fondo,

    con todo, quise darme –y no pu-de. Lo había intentado con pin-celes, y tampoco había podido.

    A los diecinueve años estuvemuerto, pero nací de nuevo.

    A los veinte escribí una malanovela. La firmé Galeano, ape-llido materno que me viene deun tatarabuelo de Genova.

    Después volví a morir y a na-cer varias veces. Hokusai, eldeslumbrante artista japonés,eligió sesenta nombres diferentespara señalar sus sesenta renaci-mientos. Yo no tengo su audaciani la sombra de su talento.

    Revelación

    Tatarabuelos de Gran Breta-ña, Italia, España y Alemania;cara de cónsul sueco en Hondu-ras. Y sin embargo, desde siem-pre supe que soy tan latinoame-ricano como las piedras de Ma-chu Picchu o el más humildeguijarro de mi país. Y lo supe, losé, como se saben de verdad lascosas: viajando por mis adentrosdesde las entrañas hasta la cabe-za, y no al revés.

    engranajes del terror y que elexilio no ha sido siempre fácil.Podría celebrar que al cabo demucha pena y mucha muerte si-ga manteniendo viva mi capaci-dad de asombro ante la maravillay mi capacidad de indignaciónante la infamia, y que continúecreyendo en la verdad del poetaque me aconsejó que no tome enserio nada que no me haga reír.

    Un auto-retrato. Podría decirque detesto las óperas y los man-teles de plástico y las computa-doras, que soy incapaz de vivir

    lejos del mar, que escribo a ma-no y tacho casi todo, que me ca-sé tres veces, que... Pero tantohablar de mí, me aburre. Meaburre: lo compruebo, lo confie-so y lo celebro.

    Hace algún tiempo, vi un po-llo picoteando un espejo. El po-llo estaba besando su propia ima-gen. Al rato, se durmió.

    Publicado el 30 de junio de 1987.

    Pertenezco a una tierra que to-davía se ignora a sí misma. Escri- bo para ayudarla a revelarse –re-velarse, rebelarse– y buscándolame busco y encontrándola meencuentro y con ella, en ella, mepierdo.

    ConclusiónAhora, en estas líneas, estoy

    escribiendo, se supone, algo asícomo un auto-retrato. Podría re-montarme a mi infancia muy ca-tólica, todos culpables a los ojosde Dios, Dios Jefe Universal de

    Policía, el alma y el cuerpo comola Bella y la Bestia; o podría ha- blar de mis posteriores conflictoscon las versiones dogmáticas delmarxismo, que proclaman laVerdad Única y que divorcian alhombre de la naturaleza y a larazón de la emoción. O podríacontar que he jineteado diversasdesventuras y que varias vecesme ha volteado el caballo; quehe conocido por dentro algunos

    Apuntes paraun auto-retrato

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    3EL CAZADOR DE HISTORIAS

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    Reagan, que dice luchar contrael comunismo en Nicaragua,coincide paradójicamente con elPartido Comunista de Nicara-gua, que también es furioso ene-migo de la revolución sandinista.Y paradójicas eran, por fin, las barricadas de los propios sandi-nistas durante la guerra contra ladictadura de Somoza: las barrica-das, que cerraban la calle, abríanel camino.

    Dos paradójicos

    títulos mundiales Nostalgias es un tango famoso,y también una definición certerade nuestro etilo nacional de vi-da. Pero en lugar de suspirar porlas glorias del viejo pasado y porlos goles que pasan y ya no vuel-ven más, los uruguayos bien po-dríamos celebrar nuestros ré-cords actuales: en ciertas cosassomos, ahora, los primeros delmundo. Tenemos, por ejemplo,el arroyo más contaminado del pla-neta. El arroyo Carrasco aportacada día un nuevo caudal de ve-neno para el asesinato de la cos-ta de Montevideo. Yo no soy tan

    viejo, no he llegado ni al mediosiglo, pero me siento Matusaléncuando nostalgiosamente recuer-do el arroyo Carrasco con garzasy peces y cuando evoco las lin-das playas de mi infancia en lasorillas del río ancho como mar.El Uruguay vive ahora en plenaépoca de la impunidad: impuni-dad para los torturadores, paralos violadores, para los asesinosde personas. Impunidad, tam- bién, para los asesinos de la na-turaleza. Ahora el arroyo Carras-co echa un insoportable olor amuerto y las playas montevidea-

    nas te infectan de sólo mirarlas,y todo eso no ha sido obra de uncastigo de Dios ni de la mala le-che del Diablo. La desgracia co-lectiva es el brillante negocioprivado de ciertos empresarios yfuncionarios. Y el gobierno quelos deja hacer es el mismo gobier-no que paradójicamente proclamala promoción del turismo.

    Otro record: tenemos, propor-cionalmente, el presupuesto de guerra más alto del mundo, si seexceptúa, claro está, a los paísesque están realmente en guerra,como Irán o Irak o Nicaragua.La gente de uniforme recibe

    veinte veces más dinero que launiversidad, mientras el gobierno paradójicamente proclama la mo-dernización del país. El Uruguaydestina a militares y policías elcuarenta por ciento del presu-puesto nacional. El general Me-dina, ministro de Defensa, acabade confirmarlo públicamente, ycon explicable orgullo. Cuandoyo menciono esta cifra a misamigos extranjeros, ninguno me

    cree semejante barbari-dad, que más bien pareceuna exageración izquier-dista; y en todo caso, na-die entiende cómo podríamodernizarse y desarrollar-se un país que dedica cua-tro pesos de cada diez a vi-gilarse a sí mismo.

    Privatizarel gobierno

    El Uruguay funcionapara gloria y sustento de

    zánganos y especulado-res, respectivamenteamparados por el secre-to militar y el secreto bancario.

    Se supone que el pa-ís vive del campo, pe-ro el campo está para-dójicamente vacío.La universidad ge-nera miles de abo-gados, doctoresherederos deuna tradicióncultural quedesprecia las manos, y tambiéngenera unos pocos agrónomos.

    Los agrónomos están condena-dos a emigrar o a comer hambre.El campo, abandonado a la bue-na de Dios, pertenece a cuatroseñores. Ya no se encuentra uncampesino ni con la ayuda de lossatélites espías. Paradójicamen-te, el gobierno no entrega tierraa quienes quieren trabajarla, ylos productores chicos acabansus tristes días juntando basuraen los suburbios de Montevideo.Y no menos paradójicamente, elgobierno liquida el ferrocarril,que era el último vínculo de losdesamparados, y así aniquila los

    últimos pueblitos sobrevivientesen la soledad del desierto.Es el tiempo de la moderniza-

    ción. Y modernización significaprivatización. Oh, paradoja: elEstado, inútil, incapaz, lastre delos antiguos tiempos, sigue sien-do útil para salvar a los bancosprivados en bancarrota, que pa-radójicamente prestan dinero aquien lo tiene y no a quien lonecesita, y que por regla generalse presentan dinero a sí mismos.Y oh, paradoja de paradojas: elgobierno se propone privatizarlas empresas públicas que danganancia, como Pluna, la empre-

    sa de aviación. La fiebre privati-zadora copia el paradójico ejem-plo privatizador del Estado ar-gentino, que ha privatizado susteléfonos entregándolos al Esta-do español, y ha privatizado susaviones entregándolos a los Esta-dos escandinavos.

    El gobierno uruguayo ha des-cubierto que el Estado es inefi-ciente y se propone venderlo.Paradójicamente, el partido de

    gobierno se ha dedicado a expri-mir al Estado, como a una na-ranja, todo a lo largo del sigloveinte, y sigue haciéndolo conentusiasmo. El público está har-to de estar al servicio del servi-cio público; pero, si es por la in-eficiencia, cualquiera podríapreguntarse por qué el gobierno

    no empieza por privatizarse a símismo.

    El sospechoso elogiode la amnesia

    Hay un record uruguayo, tam- bién paradójico, que es realmen-te honroso. Este país timorato,donde hasta el sol parece salircon horario de oficina, es el úni-co país del mundo que ha dado una

    abrumadora respuesta colec-tiva a la impunidad del te-

    rrorismo de Estado. Laley que absolvió a

    los criminales de

    uniforme ha en-contrado un im-previsto parate de cen-

    tenares de miles e firmas queexigen un plebiscito popular. En

    proporción a la pobla-ción, serían treintamillones de firmasen Brasil o cin-cuenta millones

    en los Estados Unidos.Por paradójico que pueda re-

    sultar, esta pacifica y ejemplarexpresión de democracia pertur- ba la paz y atenta contra la con-vivencia democrática. Desde elparadójico punto de vista del go-

     bierno, los criminales de guerramerecen juicio y castigo si sonalemanes, y en cambio merecenascenso si son uruguayos. Y en elcolmo de la paradoja, el ministrode Defensa de la democracia des-precia públicamente a la justiciacivil y al voto popular y declara,un día sí y otro también, que le

    parece muy bien que los milita-res den golpes de Estado para po-ner la casa en orden.

    Las cosas no son lo que pare-cen ser, ni lo que dicen ser. Ni loque debieran. La amnesia seconvierte en la más alta de lasvirtudes democráticas; para serun buen demócrata, nos dicen,hay que renunciar a la memoria.

    En estos días, casualmente, es-toy leyendo una novela de Loui-se Erdrich. A cierta altura, un bisabuelo encuentra a su bisnie-to. El bisabuelo está completa-mente choco (“sus pensamientos

    tienen el color del agua”) y son-ríe con la misma beatífica sonri-sa de su bisnieto recién nacido:uno es feliz porque ha perdido lamemoria que tenía y el otro esfeliz porque no tiene, todavía,ninguna memoria.

    Esta felicidad perfecta, pienso, es paradójicamente indeseable. Yo nola quiero para mí, ni la quieropara los míos. Y decididamenteno me gustan los gobiernos quetratan al pueblo como si fuera uninofensivo conjunto de viejitosgagás y bebés de pecho.

    Publicado el 3 de julio de 1988.

    Patas arriba

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    Por Eduardo Galeano

    Hemos venido desde di-versos países y estamosaquí reunidos a lasombra generosa dePablo Neruda. Esta-

    mos aquí para acompañar al pue- blo de Chile, que dice no.

    También nosotros decimos,no.

     Nosotros decimos no al elogiodel dinero y de la muerte. Deci-

    mos no a un sistema que poneprecio a las cosas y a la gente,donde el que más tiene es el quemás vale, y decimos no a unmundo que destina a las armasde guerra dos millones de dólarescada minuto, mientras cada mi-nuto mata 30 niños por hambreo enfermedad curable. La bombade neutrones, que salva a las co-sas y aniquila a la gente, es unperfecto símbolo de nuestrotiempo. Para el asesino sistemaque convierte en objetivos mili-tares a las estrellas de la noche,el ser humano no es más que unfactor de producción y de consu-

    mo y un objeto de uso; el tiem-po, no más que un recurso eco-nómico, y el planeta entero unafuente de renta que debe rendirhasta la última gota de su jugo.Se multiplica la pobreza pararnultiplicar la riqueza. Se multi-plican las armas que custodianesa riqueza, riqueza de poquitos,y que mantienen a raya la pobre-za de todos los demás. Y tambiénse multiplica mientras tanto lasoledad. Nosotros decimos no aun sistema que no da de comerni da de amar, que a muchoscondena al hambre de comida y

    a muchos más condena al ham- bre de abrazos.Decimos no a la mentira. La

    cultura dominante que los gran-des medios de comunicaciónirradian en escala universal noinvita a confundir el mundo conun supermercado o con una pistade carreras donde el prójimopuede: ser una mercancía o uncompetidor pero jamás un her-mano. Esa mentirosa cultura quecursimente, siúticamente, espe-cula con el amor humano paraarrancarle plusvalía, es en reali-dad una cultura del desvinculo.Tiene por dioses a los ganadores,

    los exitosos dueños del dinero ydel poder, y por héroes a los uni-formados rambos que les cuidanlas espaldas aplicando la doctri-na de la Seguridad Nacional. Porlo que dice y por lo que calla, lacultura dominante miente que lapobreza de los pobres no es unresultado de la riqueza de los ri-cos, sino que es hija de nadie,proviene de la oveja de una ca- bra o de la voluntad de Dios, que

    ha hecho a los pobres perezososy burros. De la misma manera, lahumillación de unos hombrespor otros no tiene por qué moti-var la solidaridad, la solidaria indignación, o el escándalo, por-

    que pertenece al orden naturalde las cosas: las dictaduras lati-noamericanas, pongamos por ca-so, forman parte de nuestra exu- berante naturaleza y no del siste-ma imperialista de poder.

    El desprecio traiciona la histo-ria y mutila al mundo Los pode-rosos fabricantes de opinión nostratan como si no existiéramos ocomo si, fuéramos sombras bo- bas. La herencia colonial obligaal Tercer Mundo, habitado porgentes de tercera, a que aceptecomo propia la memoria de susvencedores y a que compre lamentira ajena para usarla como

    si fuera la propia verdad. Nospremian la obediencia, nos casti-gan la inteligencia y nos des-alientan la energía creadora. So-mos opinados, pero no podemosser opinadores. Tenemos dere-cho al eco, pero no tenemos de-recho a la voz. Y los que mandanelogian nuestro talento de papa-gayos. Nosotros decimos no, nosnegamos a aceptar esta medio-cridad como destino.

     Nosotros decimos no al miedo. No al miedo de decir, al miedode hacer, al miedo de ser. El co-lonialismo visible prohíbe decir,prohíbe hacer, prohibe ser. Elcoloníalismo invisible, mucho

    más eficaz, nos convence de queno se puede ser, nos convence:de que no se puede decir, nosconvence de que no se puedeser. El miedo se disfraza de realis-mo: para que la realidad no seairreal, nos dicen los ideólogos dela impotencia, la moral ha de serinmoral. Ante la indignidad, an-te la miseria, ante la mentira, notenemos más remedio que la re-signación.

    Signados por la fatalidad, na-cemos haraganes irresponsables,violentos, tontos, pintorescos ycondenados a la tutela militar. Alo sumo podemos aspirar a con-

    vertirnos en prisioneros de bue-na conducta, capaces de pagarpuntualmente los Intereses deuna descomunal deuda externacontraída para financiar el lujoque nos humilla y el garrote quenos golpea.

    Y en este cuadro de cosas, nos-otros decimos no a la neutralidadde la palabra humana. Decimosno a quienes nos invitan a lavar-nos las manos ante las cotidianas

    crucifixiones que ocurren anuestro alrededor. A la aburridafascinación de un arte frío, indi-ferente, contemplador del espe-jo, preferimos un arte calienteque celebra a la aventura huma-na en el mundo y en ella partici-pa, que es un arte irremediable-mente enamorado y peleón. ¿Se-ría bella la belleza si no fuera jus-ta la justicia? ¿Sería justa la justi-cia si no fuera bella? Nosotrosdecimos no al divorcio de la be-

    lleza y la justicia, porque deci-mos sí a su abrazo poderoso y fe-cundo.

    Ocurre que nosotros decimosno, y diciendo no estamos di-ciendo sí .

    Diciendo no a las dictaduras, yno a las dictaduras disfrazadas dedemocracia, nosotros estamos di-ciendo sí a la lucha por la demo-cracia verdadera, que a nadie ne-gará el pan, ni la palabra y queserá hermosa y peligrosa, comoun poema de Neruda o una can-ción de Violeta.

    Diciendo no al devastador im-perio de la codicia, que tiene su

    centro en el norte de América,nosotros estamos diciendo sí aotra América posible que naceráde las más antiguas tradicionesamericanas. La primera de lascostumbres de América: la tradi-ción comunitaria, que los indiosde Chile defienden desesperada-mente, de derrota en derrota,durante cinco siglos.

    Diciendo no a la paz sin digni-dad, nosotros estamos diciendo sí al sagrado derecho de rebelióncontra la injusticia y a su larga,larga historia, larga como la his-toria de la resistencia popular en

    el largo mapa de Chile.Diciendo no a la libertad deldinero, nosotros estamos dicien-do sí a la libertad de las personas:libertad maltratada, lastimada ymil veces caída, como Chile, ycomo Chile mil veces alzada.

    Diciendo no al egoísmo suici-da de los poderosos que han con-vertido al mundo en un vastocuartel, nosotros estamos dicien-do sí a la solidaridad humana,que nos ida sentido universal yconfirma la fuerza de fraternida-des más poderosas que todas lasfronteras con todos sus guardia-nes, esa fuerza que nos invade

    como la música de Chile, y co-mo el vino de Chile nos abraza.

    Y diciendo no al triste encan-to del desencanto, nosotros es-tamos diciendo sí a la esperanza,la esperanza hambrienta y locay amante y amada, como Chile.La esperanza obstinada, comolos hijos de Chile rompiendo lanoche.

    Publicado el 17 de julio de 1988.

    Nosotros decimos no

    Por Eduardo Galeano

    Elogio del artede la oratoria

    Colombia produce café, cocaí-na y discursos.

    Los escuadrones de la muerte,organizados por el ejército,echan plomo y acero sobre la

    mano de obra desobediente; y lasfloridas palabras suceden a lascarnicerías. A la orilla del río desangre, los políticos gobernantespronuncian discursos, mano alpecho, mirándose las cejas: so-lemnemente anuncian investiga-ciones que jamás llegarán al fon-do.

    En Bogotá hay varias fábricasde discursos, aunque sólo unatiene teléfono. Estas plantas in-dustriales han discurseado lascampañas de numerosos candi-datos a la presidencia, en Co-lombia y en los países vecinos, y

    habitualmente producen discur-sos a medida para interpelar aministros, celebrar bodas o cum-pleaños o bautismos, inaugurares cuelas cárceles y conmemorarpróceres de la historia patria:

    –Yo, el menos indicado quizá...

    Elogio de la evoluciónideológica

    Este diálogo ocurrió en Espa-ña. Cualquier semejanza con larealidad nacional, obedece a me-ra casualidad o error involunta-rio:

    –Pero, Manuel, hombre, ¡có-mo has cambiado de ideas! Eras

    monárquico. Te hiciste falangis-ta. Luego, fuiste franquista. Des-pués, demócrata. Y ahora eressocialista. ¡Cómo has cambiadode ideas, Manuel!

    –¿Yo? ¡Yo nunca he cambiadode ideas! Yo siempre he tenidola misma idea: ser alcalde de estepueblo.

    Elogio de la culturacontemporánea

    Michael Jackson ha ganado 35millones de dólares, limpios depolvo y paja, en los espectáculosde este año.

    El entertainer número uno, elídolo mas ídolo del show business,reparte su vida entre los escena-rios y los quirófanos. Los cirujanosle han arrancado varios pedazosde carne de la cara, le han fabrica-do nariz de blanco, labios de blan-co y párpados de blanco, y le hanestirado y blanqueado la piel enincesantes operaciones. Ahora yano es negro, pero tampoco del to-do blanco, como no es macho nihembra, ni joven ni viejo, y tienemás bien un aspecto de bella mo-mia adolescente.

    A nadie abraza, ni roza siquie-ra, este millonario héroe de plás-

    tico. El puso dem oda los guan-tes. Anda con guantes por el pá-nico de tocar y ser tocado, yduerme, siempre solo, en unaoxigenada campana de cristal,para que no lo atrapen los mi-crobios ni lo gaste el tiempo.

    Elogio de laambigüedad

    Había una vez, me contaron,un detective rascándose la ca-

    Entre el 11 y 16 de julio de 1988, trescientos

    intelectuales y artistas participaron de “Chile

    crea”, un encuentro internacional del arte,

    la ciencia y la cultura por la democracia

    en Chile. Este fue el discurso de

    inauguración que Eduardo Galeano

    pronunció en nombre de todos los invitados.

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    5EL CAZADOR DE HISTORIAS

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    ma casa, calzan los mismos zapa-tos. Duermen en la misma almo-hada, junto a la misma mujer.Cada mañana, el espejo les de-vuelve la misma cara. Pero él yél no son la misma persona.

    –Y yo, ¿qué tengo que ver? –di-

    jo él, hablando de él, mientras seencoge de hombros.

    –Yo cumplo órdenes –Dice, odice:

    –Para eso me pagan.O dice:–Si no lo hago yo, lo hace otro.

    picana eléctrica y guardaba losdemás instrumentos de trabajo.Entonces se sentaba junto a Ah-madou, el torturado, y le habla- ba de sus problemas familiares ydel ascenso que no llega y lo ca-ra que está la vida. El torturadorhablaba de su mujer insufrible ydel hijo recién nacido, que no o

    había dejado pegar un ojo en to-da la noche; hablaba contraOrán, esta ciudad de mierda, ycontra el hijo de puta del coro-nel que...

    Ahmadou, ensangrentado,temblando de dolor, ardiendo enfiebres, no decía nada.

    Publicado el 4 de diciembre de 1988.

     beza. Inclinado sobre la vía deltren, miraba el cuerpo de unhombre cortado en tres. Entrelas vías, estaba el tronco. A un

    lado, recién desprendida, la ca- beza. Al otro lado, las piernas.El tren se alejaba, echando hu-mo.

    Pero el detective no estabadispuesto a dejarse engañar porlas apariencias.

    –¿De qué habrá muerto estehombre? –se preguntaba.

    Elogio de lahistoria oficial

    En las islas francesas del Cari- be, los textos de historia ense-ñan que Napoleón fue el más ad-mirable guerrero de Occidente.

    En esas islas, Napoleón reesta- bleció la esclavitud en 1802. Asangre y fuego obligó a que losnegros libres volvieran a ser es-clavos de las plantaciones.

    De eso, nada dicen los textos,Los negros son los nietos de Na-poleón, no sus víctimas.

    Elogio de lainiciativa privada

     Jesús te mira. Vayas donde va-yas, sus ojos te siguen. La tecno-logía moderna ayuda al hijo deDios a cumplir sus funciones devigilancia universal. Tres capasde plástico polarizado, que blo-

    quean sucesivamente el paso dela luz, le facilitan la tarea.

    Allá por 1961 o 1962, una deestas imágenes de ojos corredizosllamó la atención de un periodis-ta argentino, Tulio Jacovella ibacaminando por una calle cual-quiera de Buenos Aires cuandose sintió observado. Desde unavidriera, Jesús le había clavadolos ojos. Retrocedió y la miradade Jesús retrocedió con él. Se de-tuvo y la mirada se detuvo.Avanzó y la mirada avanzó. Estaseñal divina le cambió la vida ylo sacó de pobre. Poco después,

     Jacovella voló a Port-au-Prince,y por medio de la embajada de supaís en Haití consiguió una au-diencia con el presidente vitali-cio Papa Doc Duvalier.

    Llevaba un gran cuadro bajo el brazo:

    –Tengo algo que mostrarle, Ex-celencia –dijo.

    Era un retrato del dictador.Los ojos se movían.

    –Papa Doc te mira –explicó Ja-covella.

    Papa Doc asintió con la cabe-za.

    – No está mal– dijo, yendo y vi-niendo ante su propia imagen.

    ¿Cuántos puede hacer?–¿Cuánto puede pagar?–Le pago lo que sea.Y así Haití se llenó de miradas

    vigilantes y el inquieto periodis-ta se llenó de dinero.

    Elogio de laneutralidad de laciencia y de la técnica

    Tienen el mismo nombre, elmismo apellido. Ocupan la mis-

    Que es como decir:–Yo soy otro.Ante el odio de la víctima, el

    verdugo siente estupor, y hastauna cierta sensación de injusti-cia: al fin y al cabo, él es un fun-cionario, un simple funcionarioque cumple su horario y su tarea.Terminada la agotadora jornada

    de trabajo, el torturador se lavalas manos.

    Ahmadou Gherab, que peleópor la independencia de Arge-lia, me lo contó. Ahmadou fuetorturado por un oficial francésdurante varios meses. Y cadadía, a las seis en punto de la tar-de, el torturador se secaba el su-dor de la frente, desenchufaba la

    Elogios

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       D   E   2   0   1   6 Por Eduardo Galeano

    ● La imagen más vendedora:

    La guerra como espectáculo. Laoperación Tormenta del Desier-to tiene por estrellas al índiceDow Jones y a la Cotización delPetróleo, acompañados por unamplio elenco de Comadrejas

    Salvajes, Avispas, Vampiros, mi-siles, misiles anti-misiles, misilesanti-anti-misiles y muchos extrasaterrorizados bajo sus máscarasde marcianos.● La imagen más cambiada:

    Saddam Hussein. Es el villano.Antes, era el héroe.

    Desde la caída del muro deBerlin, Occidente se quedó sinenemigos. La economía de guerraen tiempos de paz, que está en la base de la prosperidad de los prós-peros, exige enemigos. Si nadieamenaza, ¿para qué tiene el mun-do un soldado cada cuarenta ha-

     bitantes, mientras tiene nada másque un médico cada mil? Husseinhabía servido al Mundo Librecontra el Hitler de Teherán. Nohabía mejor cliente para la indus-tria de armamentos. Ahora, él esel Hitler de Bagdad. La televisiónmuestra sus ojos de loco fanático.El peligro del fundamentalismoiraquí ha sustituido al peligro delfundamentalismo iraní.

    Hussein reza. Bush reza. El Pa-

    pa reza. Todos rezan. Todos creenen Dios. Y Dios, ¿en quién cree?● La imagen más pétrea: Elpresidente Bush explica la gue-rra. Evocando la pasada gestamundial contra Hitler, Bush ha- bla en nombre de los aliados.

    Los aliados van a liberar a un pe-queño país avasallado por un ve-cino prepotente y ambicioso.¿Panamá? No; el pequeño país sellama Kuwait.

    Pero ocurre que la invasión deKuwait no ha sido solamente un

    acto de indudable irresponsabili-dad y matonismo. También hasido un acto de estupidez: al in-vadir, Hussein ha servido, en bandeja, la coartada que Bushnecesitaba. Y ahora, todos contrauno: veintiocho naciones acom-pañan esta gloriosa operacióndestinada a salvar la hegemoníanorteamericana en el planeta.

    Guerra mediante, los EstadosUnidos consolidan su poder

    amenazado. Amenazado desdeadentro, por la recesión que aso-ma en el país que tiene la deudaexterna más alta del mundo. Yamenazado desde afuera, por laimparable competencia del Ja-pón y de la Alemania unida. Ín-dice de alarma: una productivi-dad tres veces menor que la del Japón y dos veces menor que lade Europa.● La imagen más reveladora:

    La reticencia de Helmut Kohl,tan decidora como el casi silen-cio de los japoneses. Los rivalesde los Estados Unidos dependen

    del petróleo del Golfo Pérsico,que a los Estados Unidos perte-nece. A los Estados Unidos y aInglaterra, la colonia fiel a su an-tigua colonia.● La imagen más lastimosa:

    Soldados rusos envían, desdeMoscú, un mensaje a Washing-ton. Son veteranos de la inva-sión de Afganistán. Se ofrecenpara invadir Irak.

    El Este ya no es el contrape-so del Oeste. Una nueva era:los Estados Unidos puedenejercer impunemente su fun-ción de policías del mundo. Yya se sabe que este país, que

    nunca fue invadido por nadie,tiene la vieja costumbre de in-vadir a los demás. En un par desiglos de vida independiente,más de doscientas agresionesarmadas contra otros paises in-dependientes.● La imagen más elocuente:

    Pérez de Cuéllar, en sombras,con la cara entre las manos. Na-cidas para la paz, las NacionesUnidas son ahora un instrumen-

    Imágenesto de guerra. El Consejo de Se-guridad ha dado luz verde. A laUnión Soviética le pareció bien.China no se opuso. Cuba y Ye-men votaron en contra.

    Irak está siendo castigado, por-que se negó a cumplir una reso-lución de la ONU. Antes, losEstados Unidos se habían nega-

    do a cumplir varias resolucionesde la ONU sobre Nicaragua.También Israel se había negadoa cumplir varias resoluciones dela ONU sobre los territorios queusurpa. Y el mundo no les decla-ró la guerra por eso.● La imagen más siniestra: Elrey Fahd y el emir de Kuwait, loshombres más ricos del mundo, ylos demás gangsters del desierto,monarcas de ópera bufa que ad-ministran los países que el Impe-rio Británico, en sus buenostiempos, había comprado o in-ventado. Las petrocracias encar-

    nan a la Democracia en esta te-lenovela sangrienta. Y en la ce-remonia del sacrificio, correncon los gastos. El petróleo da pa-ra todo.● La imagen más eufórica: Altercer día, júbilo en Wall Street.La Bolsa de Valores de NuevaYork registra una de las mayoresalzas de la historia. Mientrastanto, cae el precio del petróleo.O sea: se restablece la normali-dad del mercado. En la zona deguerra yace más de la mitad delas reservas petroleras del mun-do; pero parece garantizado elderecho al despilfarro de las po-

    tencias consumidoras. Se puedeseguir quemando la energía delplaneta. Honda preocupaciónhabía causado una falsa alarma:no, Europa no tendrá que redu-cir su consumo en un siete porciento. Los automóviles suspirancon alivio. Los televisores, tam- bién. Esta guerra ha batido todoslos récords de rating.● La imagen más helada: Lostecnócratas de la muerte. Arte dela guerra, el canibalismo comogastronomía: los generales expli-can la buena marcha del plan deaniquilación. Se ven mapas sin

    habitantes, o pantallas de video-game donde las crucecitas blan-cas señalan el destino de las bombas que caen como lluvia.● La imagen más estimulante:

    Las manifestaciones pacifistas.Rosas o velas encendidas en lasmanos. La televisión las ningu-nea; pero en algunas ciudadesson multitudes las que caminany crecen. Creen que la guerra noes nuestro destino.● La imagen más trágica: Lano transmitida. La imagen au-sente, censurada en estos prime-ros días: los muertos, los heridos,los mutilados. Las vidas huma-

    nas. Ese detalle.● La imagen más angustiosa:

    Llos días que pasan. 1991, únicoaño capicúa del siglo veinte, ha- bía nacido prometiendo buenasuerte. A poco andar, ya lo en-chastran la sangre y la mugre dela guerra. Ojalá este año chiquilínpueda cambiar de signo. Ojalá lodejen. Él no quiere ser un jodido.

    Publicado el 27 de enero de 1991.

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    Preguntitas a los presidentesPor Eduardo Galeano

    1El deber de la memoria, ¿esservir al olvido? Llevamos

    cinco siglos trabajando para unmercado internacional que nosdesprecia ¿Vale la pena seguirintentando el desarrollo haciaafuera, basado en el bajísimoprecio de nuestros brazos?América Latina no llega al cin-co por ciento del comerciomundial, y cada vez nuestrasproductos valen menos y signi-fican menos. En estos últimoscuarenta años, sin ir más lejos,hemos dejado mucha ofrendaal pie de esos altares: una in-contable cantidad de vidas hu-manas han sido sacrificadas,

    hemos quemado una quintaparle de nuestras florestas y he-mos arrasado una quinta partede nuestras tierras cultivables.¿Hasta cuándo nos seguiremoscreyendo el cuento de que lapobreza es el merecido castigoque las leyes del mercado pro-pinan a la ineficiencia?

    2Según las asépticas estadísti-cas de las Naciones Unidas,

    América Latina produjo sesentamillones de nuevos pobres en-tre J986 y J990. En esos cuatroaños, la proporción de pobres

    subió en un cinco por ciento.En pleno auge de la libertad deldinero. La dictadura del merca-do traiciona a la gente Lógicadel mercado, ley de la ganancia:los perdedores sobran. ¿Quémotivos tienen para creer en lademocracia los millones de ni-ños abandonados a la buena de

    Dios en las calles de las ciuda-des? 6Y los millones de jóvenescondenados a la desesperaciónen sociedades que reducen susespacios de encuentro al merca-do y sus orgasmos de consumo?¿Qué1 dirían las estadísticas, sipudieran registrar el despresti-gio de la democracia y el des-crédito de la política?

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    Cuotas de importación, ta-

    rifas, prohibiciones: en suúltimo libro, Noam Chomskydescribe las barreras de protec-ción que los Estados Unidos,Gran Bretaña y Francia levan-tan contra la temible compe-tencia comercial de Bangla-desh. Trinidad-Tobago. Mali,Togo. Etiopia y otras potencias.

    ¿Por qué será que los países ri-cas exigen a los países pobresque abran sus mercadas de paren par, mientras ellos cierranlas mercados propios con llave,tranca y candado?

    4El hombre endeudado estámás preso que el hombre

    encarcelado. Desde hace diezaños, los Estadas Unidos tienenla deuda exlerna más grande del

    mundo. Sin embargo, el FondoMonetario Internacional no lesha impuesto ninguna de lascondiciones que impone a lospaíses latinoamericanos, quedeben muchísimo menos. Sí lasEstados Unidos fueran estadosdesunidas, ¿no seguirían siendocolonias de Inglaterra? ¿No va

    siendo hora de unir dignidades,en vez de sumar lamentaciones?

    5Los llaman “tigres asiáticos”o “los cuatro dragones”: Co-

    rea del Sur, Taivvan, Singapur.Hong Kong. La tecnocracia in-ternacional aplaude, emociona-da el milagro en el triste panora-ma del Tercer Mundo, ellos hanpegado tremendo salto hacia eldesarrollo. Pero, si el mercado li- bre es la pócima de la felicidad,¿cómo se explica que estos tigreso dragones se sigan negando aponerlo en práctica, a pesar delas violentas presiones que vie-nen sufriendo? ¿Por qué prefie-ren el modelo japonés, donde el

    Estado planifica las inversiones,programa las invasiones de mer-cados extranjeros y protege im-placablemente el espacio propio?

    6América Latina tiene suspropios milagros. Signo de

    los tiempos: el general Pinocheldespierta admiración confesadao no. secreta o clamorasa. Ladictadura chilena ya no está, pe-ro quien más, quien menos,quieren comprarle la fórmulamágica de la modernización. Pe-ro, ¿para cuántos es el parauso fa- bricado por esas manos sucias de

    sangre, que al cabo de los añasdel tenor han reducido a un ter-cio la salud pública han duplica-do la pobreza? Si el Estado sedesmantela se reduce a funcionespoliciales, para reprimir las con-secuencias de sus propios actos,¿no se reduce también el jefe deEstado a mero jefe de policía?

    7La Argentina está llegandomás lejas. Ni el propio Pino-

    chel se había atrevido a devolvera manos privadas el cobre que

    Allende habla nacionalizado, y elcobre que siendo la viga maestrade la economía chilena y últimosímbolo de soberanía. En cambio,el presidente Menem entrega aprecio de banana el petróleo ytodo lo demás. “Yo soy el vende-dor de un producto llamado Ar-gén lina”, declara el embajadoren Washington. ¿Qué pasarácuando los argentinos despiertende la borrachera del dólar baratoy en la resaca descubran que sehan quedado sin país?

    8En 1992. se realizó un ple- biscito en el Uruguay. El 73

    por ciento de los votas se opusoa ta privatización de los sectores básicas, comunicaciones y ener-gía y la dejó sin efecto. Los mo-nopolios públicoas no son nin-guna maravilla, usurpados por la burocracia y ensuciados por lapolitiquería, pero la gente deci-dió que esos monopolios públi-cos son preferibles a la humilla-ción nacional. ¿Por qué no sesometen a plebiscito popular, enlos demás países latinoamerica-nos, las privatizaciones que ena-jenan las claves de La sobera-

    nía? ¿La democracia consiste envolar una vez cada cuatro o cin-co años y nada más? ¿El derechode obedecer, el deber de acep-tar? En la democracia ¿está lagente en La tribuna o en la can-cha? ¿En el exilio o en el re ino?

    Publicado el 10 de julio de 1993.

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    Por Eduardo Galeano

    Maradona viene co-

    metiendo desde ha-ce años el pecado deser el mejor, el deli-to de denunciar de

    viva voz las cosas que el podermanda callar y el crimen de ju-gar con la zurda, lo cual, segúnel Pequeño Larousse Ilustrado,significa “con la izquierda” ytambién significa “al contrariode como se debe hacer”.

    Maradona nunca había usadoestimulantes en vísperas de lospartidos, para multiplicarse elcuerpo. Es verdad que estuvometido en la cocaína, pero se do-

    paba en las fiestas tristes, paraolvidar o ser olvidado, cuando yaestaba acorralado por la gloria yno podía vivir sin la fama que nolo dejaba vivir. Jugaba mejor quenadie a pesar de la cocaína, y nopor ella.

    Desde que la multitud gritó sunombre por primera vez, cuandoél tenía dieciséis años, el peso desu propio personaje le hace crujirla espalda. Este es un hombreque lleva mucho tiempo traba-jando de dios en los estadios, so-metido a la tiranía del rendi-miento sobrehumano, empacha-do de cortisona y analgésicos y

    ovaciones: acosado por las exi-gencias de sus devotos y el odiode sus ofendidos.

    El placer de derribar ídolos esdirectamente proporcional a lanecesidad de tenerlos. Haceaños, en España, cuando Goico-echea le pegó de atrás y sin lapelota y lo dejó fuera de las can-chas por varios meses, no falta-ron fanáticos que llevaron enandas al culpable de este homi-cidio premeditado, y en todo elmundo sobraron gentes que ce-lebraron la caída del insolentesudaca muerto de hambre, in-

    truso en las cumbres, charlatánestrepitoso, fanfarrón y de malgusto.

    Después, en Nápoles, Marado-na fue Madonna y San Genarose convirtió en San Gennarman-do. En las calles se vendían imá-genes de la divinidad de panta-lón corto, iluminada por el halode la Virgen o envuelta en elmanto sagrado del santo quesangra, y también se vendían bo-tellitas con lágrimas de Berlusco-ni. Hacía sesenta años que el Napoli no ganaba un campeona-to, ciudad condenada a las furiasdel Vesubio y a la derrota eterna

    en los campos de fútbol; y gra-cias a Maradona, el sur oscuropudo vencer al norte blanco quelo despreciaba, copa tras copa,en Italia y en Europa. Cada golera una revancha de la historia.En Milán odiaban al culpable detanta afrenta, lo llamaban “ja-món con rulos”. No sólo en Mi-lán: en el Mundial del ‘90, lamayoría del público castigaba aMaradona con furiosas silbatinas

    cada vez que tocaba la pelota, yla derrota argentina ante Alema-nia fue celebrada como una vic-

    toria italiana.Para entonces ya había quie-

    nes le echaban por la ventanamuñecos de cera atravesados dealfileres. Y estalló el escándalode la cocaína, que convirtió aMaradona en Maracoca, y la te-levisión retransmitió en directo,como si fuera un partido, elajuste de cuentas: toda Italiavio cómo la policía se llevabapreso al delincuente que se ha- bía hecho pasar por héroe. Elproceso que lo condenó fue elmás rápido de la historia judi-cial de Nápoles.

    Lo mismo ocurrió, más tarde,en Buenos Aires. Detención envivo y en directo, para deleite dequienes disfrutaron el espectácu-lo del rey desnudo. “Es un enfer-mo”, dijeron. Dijeron: “Está aca- bado”. El mesías convocado pararedimir la humillación de los ita-lianos del sur había sido tambiénel vengador de la derrota argen-tina en la guerra de las Malvinas,mediante un gol tramposo y otrogol fabuloso, que dejó a los in-gleses girando como trompos poralgunos años; pero a la hora dela caída, Maradona no fue másque un farsante pichicatero y pu-

    tañero, que había traicionado alos niños y había deshonrado al

    deporte. Y hasta un fabricantede opinión que el tiempo olvida-rá en un ratito, para darse el lujo

    de decir que el inolvidable Ma-radona le daba lástima. Y lo die-ron por muerto.

    Los mismos periodistas que loperseguían con los micrófonoslo acusaban entonces, comoahora, de hablar demasiado. Noles faltaba, ni les falta razón; pe-ro eso no era, ni es, lo que nopodían ni pueden perdonarle:en realidad, no les gusta lo quedice porque cuando habla Ma-radona es tan incontrolable co-mo cuando juega.

    Este petiso ha tenido y tienela costumbre de lanzar golpes

    hacia arriba. En México y enEstados Unidos, en el ’86 y el’94, ha sido su voz la que másfuerte ha denunciado a la dicta-dura de la televisión, que hapuesto al fútbol a su servicio yobliga a jugar al mediodía, bajoun sol que derrite las piedras.Ha sido y sigue siendo Marado-na el hombre de las preguntasinsoportables: el jugador, ¿es elmono del circo? ¿Por qué los ju-gadores no conocen las cuentassecretas de la FIFA, la todopo-derosa multinacional del fútbol?¿Por qué no pueden saber cuán-to dinero producen sus piernas?

    ¿Por qué nunca los jugadoreshan sido consultados por la FI-FA a la hora de tomar decisio-nes? ¿Por qué se alteran las re-glas del fútbol sin que los juga-dores puedan decir ni pío? Jo-seph Blatter, burócrata del fút- bol que jamás ha pateado unapelota, pero anda en limusinasde ocho metros y con chofer ne-gro, se limitó a contestar: “Elúltimo astro argentino fue DiStéfano”.

    Maradona resucitó, y estabasiendo otra vez, por lejos, lomejor de este Mundial. Pero la

    máquina del poder se la teníajurada. El le cantaba las cuaren-ta. Eso tiene su precio, y el pre-cio se cobra al contado y sindescuentos. El propio Maradonaregaló la justificación por sutendencia suicida a servirse en bandeja en boca de sus muchosenemigos y esa irresponsabili-dad infantil que lo empuja aprecipitarse en cuanta trampa seabre en su camino.

    Maradona se va. Ya el Mun-dial no será lo que venía siendo. Nadie se divierte y divierte tan-to charlando con la pelota. Na-die da tanta alegría como este

    mago que baila y vuela y resuel-ve partidos con un pase imposi- ble o un tiro fulminante. En elfrígido fútbol de fin de siglo,que exige ganar y prohíbe gozar,se va el hombre que nos demos-traba que la fantasía puede tam- bién ser e ficaz.

     Nos hemos quedado todos unpoquito más solos.

    Publicado el 1° de julio de 1994.

    La magia imperdonablePor Eduardo Galeano

    Al pie del arcoiris, laolla de oro nos esperaa todos, ricos y po- bres, negros y blan-cos. En su reciente

    reunión de Miami, los presiden-tes de las Américas han entona-

    do, una vez más, el unánimehimno de alabanza a la libertadde comercio. Con la excepciónde Cuba, que no fue invitada,los representantes de nuestrospaíses han repetido lo que todoslos días escuchamos proclamar:la libertad de comercio conducea la prosperidad y es sinónimode democracia.

    Quizás no venga mal un repa-so, muy a vuelapluma, de losantecedentes de tan elogiadaseñora.● En nombre de la libertad decomercio, los piratas ingleses y

    holandeses, Drake, Morgan yotros neoliberales de la época,desvalijaban a los galeones espa-ñoles.● La libertad de comercio era lacoartada de los traficantes deesclavos, que arrancaron a quiénsabe cuántos millones de negrosdel Africa persignándose anteDios y las leyes del mercado.● La libertad de comercio impu-so a balazos el consumo de alco-hol a los indios de América del Norte, y a cañonazos impuso elopio en China.● Cuando EEUU se independizóde Inglaterra, lo primero que

    hizo fue prohibir la libertad decomercio. Las telas norteameri-canas, más caras y más feas quelas telas inglesas, fueron a partirde entonces obligatorias, desdeel pañal del bebé hasta la morta-ja del muerto.● Para imponer afuera la liber-tad de comercio que jamás prac-ticaron adentro, EEUU invadióa los países latinoamericanos aun ritmo de una invasión poraño. En nombre de la libertadde comercio, William Walkerrestableció la esclavitud enAmérica Central.●

    El latifundio esclavista fueestablecido en Paraguay, en elsiglo pasado, al cabo de unalarga guerra de exterminio. Lostres países invasores, Argentina,Brasil y Uruguay, enarbolaron la bandera del libre comercio parareducir a cenizas al Paraguay.Este país, culpable de insolenciao locura, había osado poner obs-táculos a las mercancías de laindustria británica y habíacometido el atrevimiento de nodeber ni un centavo a nadie.● Gracias a la libertad decomercio, nuestros países se hanconvertido en bazares. Así ha

    sido desde los lejanos tiempos enque los mercaderes y los banque-ros usurparon la independencia,que había sido arrancada aEspaña por nuestros ejércitosdescalzos, y la pusieron enventa. Entonces fueron aniquila-dos los pequeños talleres quepodían haber incubado a laindustria nacional. Los puertos ylas grandes ciudades, que arrasa-ron al interior, eligieron los deli-

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    rios del consumo en lugar de losdesafíos de la creación. EnVenezuela he visto bolsitas de

    agua de Escocia, para acompañarel whisky. En Nicaragua, dondehasta las piedras transpiran achorros, he visto estolas de pielimportadas de Francia. En Perú,enceradoras eléctricas alemanas,en casas de pisos de tierras queno tienen electricidad. EnBrasil, palmeras de plástico traí-das de Miami.● La libertad de comercio es elúnico producto que los paísesdominantes fabrican sin subsi-dios, pero sólo con fines deexportación. El más feroz pro-teccionismo ha hecho posible el

    poderío de los EEUU, el autoa- bastecimiento de Europa y laexpansión del Japón. Los japo-neses nunca dejaron entrar aHerodes a sus cumpleañosinfantiles; cuidándose mucho,han crecido tanto que han ter-minado por comprarse medioHollywood y el RockefellerCenter.● Todos los antecedentes indi-can que la libertad del dinero separece tanto a la libertad de la

    gente como Búfalo Bill se pare-cía a San Francisco de Asís.Pero por respeto a la libertad decomercio, que es una forma dela libertad del dinero, los gobier-nos democráticos de España y

    Francia no tuvieron más reme-dio que vender armas a las car-niceras dictaduras de Argentinay Uruguay, en años recientes. Yse supone que por idénticosmotivos, y muy a pesar, EEUU

    se ve obligado a hacer unespléndido negocio vendiendoarmas a Arabia Saudita, que no

    sólo es su principal cliente sinoque además es, según AmnistíaInternacional, el país que másviola los derechos humanos enel mundo.● En 1954, a Guatemala se leocurrió practicar la libertad decomercio comprando petróleo ala Unión Soviética. EntoncesEEUU invadió Guatemala, y ennombre de la libertad de comer-cio la castigó a sangre y fuego.Pocos años después, tambiénCuba olvidó que su libertad decomercio consistía en aceptarlos precios que EEUU le impo-

    nía. Cuba compró petróleosoviético, las empresas nortea-mericanas se negaron a refinarloy ahí se armó todo el lío quedesembocó en Playa Girón y enel bloqueo. Han pasado más detres décadas, y Cuba sigueexpiando el pecado de creer quela libertad es libre.● El libre comercio de la ofertay la demanda, como los técnicosllaman a la dictadura de los pre-cios en el mercado, ha obligado

    Datos para un prontuarioal Brasil, en más de una ocasión,a arrojar al fondo del mar buenaparte de sus cosechas de café. No hace mucho, para defenderel precio de la lana, Australiatuvo que sacrificar y enterrar 37millones de ovejas, que bienpodían haber dado abrigo ycomida a tantos hambrientos

    que en el mundo son.● En la declaración de Miami,los presidentes de las Américasafirman que “una clave para laprosperidad es el comercio sin barreras”. Para la prosperidad dequién, no queda claro. La reali-dad, que también existe y no esmuda, nos da algunas pistas. Larealidad nos informa que la librecirculación de las mercancías ydel dinero, que desde hace algu-nos años se viene abriendo pasoen América Latina, ha engor-dado más y más a los narcotrafi-cantes, que gracias a ella han

    encontrado mejores máscaras yhan podido organizar con máseficacia sus circuitos de distribu-ción de drogas y lavado de dóla-res sucios.

    También dice la realidad queesa luz verde está sirviendo paraque el norte del mundo puedadar rienda suelta a su filantropía,obsequiando al sur sus residuosnucleares y otras basuras.

    Publicado el 17 de diciembre de 1994.

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    Por Eduardo Galeano

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    cuador y Perú están disputando a balazos unafranja de frontera que es, al parecer, rica en oro yuranio.

    Esta guerra confirma una larga tradición latinoa-mericana, típica de una región del mundo organi-

    zada para el divorcio de sus partes, el rencor mutuo y larecíproca aniquilación.

    El odioso vecinoHace sesenta años, los dos países, más pobres de

    América del Sur, Bolivia y Paraguay, se desangraronmutuamente disputando el petróleo que, según sedecía, yacía bajo el desierto del Chaco. Los soldadosdescalzos marcharon al matadero y se odiaron entre síen nombre de dos empresas, la Standard Oil ya laShell, que estaban interesadas en aquel pedazo demapa. Cuando callaron los cañones, al cabo de tresaños, habían muerto de baja o de sed noventa milparaguayos y bolivianos, en aquellos grises eriales, que

    nadie amaba, tierras resecas donde no cantaban lospájaros ni dejaba huellas la gente.Más recientemente, otros dos pueblos perdieron cuatro

    mil hijos en una guerra que fue llamada guerra del fútbol,porque en los estadios se encendió la chispa. El Salvadory Honduras, dos países centroamericanos con la mismaraíz y la misma desdicha, pudieron confirmar, en aquellosdías trágicos de 1969, que cada uno era enemigo del otroy que cada uno tenía la culpa de los problemas del otro.Los dictadores militares de ambos países, educados en laEscuela de las Américas de Panamá, declararon la guerray echaron leña al fuego, pero ningún general se hizo niun tajito. Durante muchos años, al fin y al cabo, el odiomutuo había sido la mejor coartada del poder: ¿los hon-dureños no tenían trabajo? Porque los salvadoreños se loquitaban. ¿Los salvadoreños pasaban hambre? Porque loshondureños los maltrataban.

    Ellos se llamaban igualEn Ecuador escuché, una vez, una historia que retra-

    ta bien estas costumbres de división que sirven al rei-nado ajeno. Se trata de ciertos hechos ocurridos nohace mucho, en la ladera de una montaña que bajahacia un lago en las cercanías de Quito. Allí había dosaldeas indígenas, que eran vecinas y se llamaban igual.Las dos –Pucará de Arriba y Pucará de Abajo– vivíande las ovejas y de lo poco que daba la tierra cultivadaen terrazas, pero estaban s obre todo dedicadas a odiar-se entre sí. Entre una y otra, había una iglesia. El cura

    se moría de hambre, hasta que una noche enterró unaVirgen de madera, y le echó sal encima. A la mañanasiguiente, las ovejas escarbaron la tierra y apareció laMilagrosa.

    La Virgen fue cubierta de ofrendas por las dos aldeas.

    Los hombres de cada Pucará se hincaban ante su efigie ycerrando los ojos rogaban por la muerte de los hombresde la aldea vecina. En la noche, unos y otros se asesina- ban a cuchillo, y después se decía:

    Es la voluntad de la MilagrosaCada promesa era una venganza y así los dos pueblitos

    llamados Pucará se exterminaron mutuamente. El cura sehizo rico. A los pies de la Virgen habían ido a parar lascosechas y los animales. Entonces una cadena hoteleramultinacional compró por monedas aquellas tierras sinnadie y a la orilla del lago levantó un centro turístico.

    Los indios contra los indiosToda la historia de América sería inexplicable si no

    se tomara en cuenta, como un factor siempre decisivo,la división del os vencidos. La conquista de América,

    por ejemplo, resultaría un enigma indescifrable sin lasferoces contradicciones internas de los imperios indíge-nas de México y Perú. Los ejércitos españoles no hubie-ran podido ni asomarse a esos vastos imperios, de nohaber sido por el apoyo de sus aliados indios enemigosde Moctezuma y de Atahualpa. Los números son elo-cuentes. Las fuerzas que vencieron a dos de los ejércitosmás poderosos del mundo de aquel tiempo eran ridícula-mente escasas: Hernán Cortés desembarcó en Veracruzacompañado por cien marineros, 508 soldados y 16caballos; Francisco Pizarro entró en Cajamarca con 180soldados y 37 caballos.

    Pizarro encontró a la corona incaica desgarrada por lalucha entre sus dos grandes centros, el Cuzco y Quito, loque es como decir, en términos de geografía actual, Perúy Ecuador. Cuando Pizarro traicionó y degolló al incaAtahualpa, la muerte del hijo del sol fue llorada en

    Quito, pero en cambio el Cuzco celebró la infamia atodo júbilo y borrachera. Atahualpa, hijo de madre qui-teña, había aniquilado a su hermano Huáscar, que desdeel Cuzco pretendía el trono imperial, mientras los espa-ñoles desembarcaban en la costa. “Ya lo matarán comoél me mata”, fue lo último que dijo Huáscar. Despuésdel sacrificio de Atahualpa, otros hermanos suyos, cuz-queños enemigos de Quito, acompañaron a Pizarro en laconquista. Pizarro coronó al príncipe Manco Capac, queocupó un trono de latón hasta que se hartó de ser reychiquito, rey vasallo de otro rey, y después fue el turnodel príncipe Paullo.

    Las dudosas banderasTres siglos después, los indios del Perú fueron la carne

    de cañón de la guerra del Pacífico, que enfrentó al ejér-cito peruano con las tropas invasoras de Chile. En aque-lla guerra, Perú perdió las minas de salitre y las islas

    ricas en guano y Bolivia quedó sin salida al mar.“Nuestros derechos nacen de la victoria, proclamó en1884 el gobierno de Chile, pero mientras el general chi-leno Patricio Lynch celebraba el triunfo, el empresarioinglés John Thomas North lo cobraba: fue North quiense quedó con el botín, que consistía en vastos territoriosricos en fertilizantes naturales imprescindibles para laagricultura europea de la época.

    Como siempre ocurre en estas guerras entre vecinoslatinoamericanos, en la guerra del Pacífico no murieronlos generales, ni los presidentes, ni los empresarios quefinanciaron el horror. Muchos indios peruanos, en cam- bio, fueron obligados a vestir uniforme y a dar la vidapor la patria que los despreciaba, y a la hora de la derro-ta el escritor Ricardo Palma echó la culpa a “esa razaabyecta y degradada”. Los oficiales que habían mandado

    a los indios al matadero habían huido gritando: “¡Vivala patria!”. En aquel tiempo, la próspera economíaperuana ocupaba también mano de obra venida deAfrica y del Asia. Negros y chinos eran peones esclavosen las obras del ferrocarril y en las plantaciones deexportación. Cuando cayó la ciudad de Lima, se desatóel caos. En el valle de Cañete, se alzaron los negros.

    Pero sus furias no se descargaron contra los fugitivosamos blancos. Los negros vengaron sus siglos de humi-llación matando chinos, esclavos como ellos, a golpes depalo y machete.

    Estamos sordosEsta es una enfermedad crónica. Los latinoamericanos

    tenemos la mala costumbre de disparar con armas decaño torcido, que apuntan al costado.

     Nuestros países son hijos de la organización imperial

    del mundo y están encerrados dentro de fronteras quefueron dibujadas por manos ajenas. Nuestros gobiernoshablan mucho de integración, y mucho invocan aBolívar, pero dedican sus mejores energías a odiar alvecino y a despreciar lo que ignoran. Nada tiene deraro, en semejante cuadro de cosas, que sigamos siendosordos al sabio consejo del gaucho Martín Fierro, quedesde el siglo pasado nos viene advirtiendo que los her-manos han de ser unidos, que ésa es la ley primera, por-que mientras ellos se pelean, los devoran los de afuera.

    Publicado el 2 de febrero de 1995.

    Los hermanos sean unidos

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    Por Eduardo Galeano

    La sombra del miedo muerde los

    talones del mundo, que anda que teanda, a los tumbos, dando sus últi-mos pasos hacia el fin de siglo.

    Miedo de perder: perder el traba- jo, perder el dinero, perder la comi-

    da, perder la casa, perder: no hayexorcismo que pueda proteger a na-die de la súbita maldición de la ma-la pata. Hasta el más ganador pue-de, de buenas a primeras, conver-tirse en perdedor, un fracasado in-digno de perdón ni compasión. Di-

    cen que la gran carrera universaltiene por meta la cesta de monedas

    de oro, que aguarda al pie del ar-coiris, pero por lo visto la carrera

    corre, más bien, hacia ninguna parte.

    La rifa del sigloEl miedo a perder el trabajo es

    uno de los miedos más mando-nes, en estos días de los últimosaños del siglo. ¿Quién se salvadel miedo a la desocupación?¿Quién no teme ser un náufragode las nuevas tecnologías, o de lagloblalización, o de cualquierade los mares picados que en estemundo son?

    Los oleajes que golpean varíande país a país: la ruina o la fugade las industrias locales, la pre-

    sión de la mano de obra baratade otras latitudes o el implacableavance de las máquinas, quehumillan a la mano humana consu productividad inigualable yque no exigen salario, ni vaca-ciones, ni aguinaldo, ni jubila-ción, ni indemnización por des-pido, nada más que la electrici-dad que las alimenta.

    Es universal el miedo de reci- bir la carta que lamenta comuni-carle que nos vemos obligados aprescindir de sus servicios en ra-zón del ajuste de gastos o el redi-mensionamiento del personal o

    la restructuración de la empresa,o el eufemismo que se prefieraelegir para la notificación de lapena de fusilamiento. Cualquie-ra puede perder pie, en cualquiermomento y en cualquier lugar, ycualquier perdurable puede con-vertirse de un día para el otro enun desechable, un obsoleto, unprematuro viejo de 40 años, in-útil en este mundo donde nomerece existencia nada que nosea rentable.

    El miedo genera impunidad. Elmiedo al desempleo, en el marcodel dramático crecimiento de lapoblación ̀ `sobrante’’, permite

    que se estéderrumbando impune-mente el valor del trabajo en to-do el planeta y que las contrata-ciones a destajo burlen los dere-chos laborales. Tómelo o déjelo,que la cola es larga. Esos dere-chos laborales, legalmente con-sagrados con valor universal,habían sido, en otros tiempos,frutos de otros miedos, los mie-dos del poder: el miedo a las lu-chas obreras y el miedo a la ame-

    naza del comunismo, que tan alacecho parecía. Pero el poderasustado de ayer es el poder quehoy por hoy asusta, para ser obe-decido. Y el fin de siglo se estárifando, impunemente, las con-quistas del siglo entero, que tan-ta sangre, sudor y lágrimas habí-

    an costado.

    La buena conductaEl miedo, padre de familia nu-

    merosa, también genera odio. Enlos países del norte del mundo, yno sólo en ellos, el miedo de per-der el trabajo, o de no conseguir-lo, suele traducirse en odio con-tra los extranjeros de piel oscuraque ofrecen sus brazos a preciosde desesperación.

    Es la invasión de los invadi-dos. Ellos vienen desde las tie-rras donde una y mil veces habí-an desembarcado las tropas colo-

    niales de conquista y las expedi-ciones militares de castigo. Losque hacen, ahora, este viaje alrevés, desafiando el naufragio, la bala o la cárcel, no son soldadosobligados a matar: son trabajado-res obligados a vender sus brazosen Europa o en Estados Unidos,al precio que sea. Vienen deAfrica, de Asia, de América La-tina, y en estos últimos años,después del naufragio del poder burocrático, también vienen deleste de Europa. En los suburbiosdel mundo, ¿quién no sueña conmudarse a los centros de la pros-peridad?

    Esos trabajadores, chivos emi-

    sarios de la desocupación y detodas las desgracias, están tam- bién condenados al miedo. Va-rias espadas penden sobre los in-trusos: la siempre inminente ex-pulsión del país adonde han lle-gado huyendo del hambre, lasiempre posible explosión del ra-

    cismo, sus advertencias sangrien-tas, sus castigos: turcos incendia-dos, árabes acuchillados, negros baleados, mexicanos apaleados.Los inmigrantes pobres realizanlas tareas más pesadas y peor pa-gadas, en los campos y en las ca-lles. Después de las horas de tra- bajo, vienen las horas de peligro. Ninguna tinta mágica los bañapara hacerlos invisibles.

    Paradójicamente, muchos tra- bajadores del sur del mundo emi-gran al norte, o intentan contraviento y marea esa aventura pro-hibida, mientras muchas fábricas

    del norte emigran al sur. El dine-ro y la gente se cruzan en el ca-mino: el dinero de los países ri-cos viaja hacia los países pobresatraído por los jornales de un dó-lar y las jornadas sin horarios, ylos trabajadores de los países po- bres viajan, o quisieran viajar,hacia los países ricos, atraídospor las imágenes de felicidad quela publicidad ofrece o la esperan-za inventa. El dinero viaja sinfronteras ni problemas; lo reci- ben besos y flores y sones detrompetas. Los trabajadores queemigran emprenden una odiseaque a veces termina en las pro-

    fundidades del mar Mediterrá-neo o del mar Caribe.

    Si se portan mal...Los países del sur del mundo

    están metidos en el concursouniversal de la buena conducta,a ver quién ofrece salarios másenanos y más libertad para enve-nenar el medio ambiente. Lospaíses compiten entre sí, a brazopartido, para seducir a las gran-

    Los trabajos y los miedos

    des empresas internacionales.Las mejores condiciones para lasempresas son las peores condicio-nes desde el punto de vista delnivel de salarios, de la seguridaden el trabajo y de la salud de latierra y de la gente. A lo largo ya lo ancho del mundo, los dere-

    chos de los trabajadores se nive-lan hacia abajo, no hacia arriba.

    Ya no gobiernan los presiden-tes, gobierna el miedo: los paísestiemblan ante la posibilidad deque el dinero no venga, o que eldinero huya. Si no se portan bien, dicen las empresas, nos va-mos a Filipinas, o a Tailandia, oa Indonesia, o a China, o a Mar-te. Portarse mal significa: aplicarimpuestos, aumentar salarios,formar sindicatos, defender lanaturaleza o lo que quede deella.

    En 1995, la cadena de tiendas

    GAP vendía en Estados Unidoscamisas made in El Salvador. Porcada camisa vendida a veintedólares, los obreros salvadoreñosrecibían 18 centavos: menos deluno por ciento. Los obreros, ensu mayoría mujeres y niñas, quese deslomaban más de 14 horaspor día en el infierno de los ta-lleres, organizaron un sindicato.La empresa contratista echó a350. Vino la huelga. Hubo pali-zas de la policía, secuestros, pri-siones. A finales del 95, las tien-das GAP anunciaron que semarchaban a Asia.

    Publicado el 28 de enero de 1998.

    Por Eduardo Galeano

    ¿Guatemala? ¿Centroamérica?En el centro de América, es-tá Kansas. Guatemala no fi-gura en el mapa de los me-dios masivos de comunica-

    ción, que fabrican la opinión pú- blica mundial. Sin embargo, oh

    milagro, una mujer guatemalteca,Rigoberta Menchú, está ocupan-do, en estos últimos tiempos, bas-tante espacio. No por lo que elladenuncia, desde el país que vienede padecer la más larga y ferozmatanza del siglo veinte en lasAméricas: Rigoberta no es la de-nunciante, sino la denunciada.Una vez más, como es debido, lasvíctimas se sientan en el banqui-llo de los acusados.

    Los gases de la infamiaDesde los Estados Unidos, fal-

    taba más, se ha desatado esta

    nueva guerra química de intoxi-cación masiva. La cosa empezócuando un antropólogo nortea-mericano consagró diez años desu vida a la investigación de lascontradicciones de Rigoberta y laresponsabilidad de la guerrilla enla represión que los indígenas hansufrido. “Vino a Guatemala, a es-tudiarnos como si fuéramos insec-tos”, comenta el escritor DanteLiano: “En su libro, invoca testi-gos y archivos. ¿Qué archivos haysobre la guerra reciente? ¿Le abriósus archivos el ejército?”. Hacepoco tiempo, el diputado BarriosKlee intentó consultar esos archi-

    vos y apareció con un tiro en lacabeza. El obispo Juan Gerardi,que también lo había intentado,terminó con el cráneo partido agolpes de piedra.

    The New York Times dio difu-sión mundial al asunto. El diarioconfirmó y publicó las conclusio-nes del antropólogo: el testimo-nio “Yo, Rigoberta Menchú”, pu- blicado hace veintipico de años,contiene “inexactitudes y falseda-des”. Por ejemplo, el hermano deRigoberta, Patrocinio, no fuequemado vivo: fue fusilado yarrojado a una fosa común. O,

    por ejemplo: “Ella asistió, durantetres años, a un colegio privado”,lo que suena a internado suizo,pero se refiere a una escuelita deChichicastenango. Y así por elestilo, otros pelos en la leche.

    Cortina de humoA partir de allí ardió, en regue-

    ro internacional, la pólvora. Sú- bitamente, se han multiplicadolas voces que hablan de escánda-lo, que llaman mentirosa a Rigo- berta y que, de paso cañazo, des-autorizan al movimiento de resis-tencia indígena que ella expresa ysimboliza. Con sospechosa celeri-

    dad, se está elevando una cortinade humo ante cuarenta años detragedia en Guatemala, mágica-mente reducidos a la provocaciónguerrillera y a los líos de familia,esas “cosas de indios”.

     No tuvo la misma repercusión,por cierto, el voluminoso y docu-mentado informe de la Iglesia,elaborado por la comisión que elobispo Gerardi presidió, y que fuedifundido, el año pasado, dos días

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    antes de su asesinato. Miles detestimonios, recogidos en todo elpaís, fueron juntando los pedaci-tos de la memoria del dolor: 150

    mil guatemaltecos muertos, cin-cuenta mil desaparecidos, un mi-llón de exiliados y refugiados,doscientos mil huérfanos, cuaren-ta mil viudas. Nueve de cada diezvíctimas eran civiles desarmados,en su mayoría indígenas; y enocho de cada diez casos, la respon-sabilidad era del ejército o de susbandas paramilitares. El informehabla de la responsabilidaddirecta, la responsabilidad de lostíteres pagados. Sobre la otra, lade los titiriteros pagantes, bienvaldría la pena que los EstadosUnidos enviaran a todos sus an-

    tropólogos, y The New York Ti-mes movilizara a su cuerpo enterode redacción, para investigar el

    asunto. Pero el Pentágono y laCasa Blanca bien pueden silbar ymirar para otro lado: los nortea-mericanos no tienen la más puta

    idea de dónde queda este país,Guatemala, de nombre pintores-co y difícil de pronunciar.

    El Nobel y ellaLa campaña contra Rigoberta

    llegó hasta Oslo. Ya hay quienesexigen que devuelva el Nobel, oque se lo quiten. El premio estádado y bien dado, ratificó el Co-mité noruego: “Los detalles invo-cados no son esenciales”, declarósu vocero.

    Bueno fuera. El Nobel de laPaz, que Rigoberta ganó en el ‘92,no sólo fue la única conmemora-

    ción decente y justa de los qui-nientos años de eso que llamanDescubrimiento de América, sino

    que, además, resultó un buen plu-merazo para un premio que nece-sitaba una limpieza. El Premio Nobel de la Paz venía cargando

    mucha mugre desde 1906, cuan-do se lo dieron a Teddy Roose-velt, quien a los cuatro vientosproclamaba que la guerra purificaa los hombres, y más sucio fuequedando, con el paso del tiem-po, cuando fue recibido por otrosjefes guerreros, como, por ejem-plo, Henry Kissinger, quien debeal mundo muchas muertes y hasido el papá de Pinochet y otrosmonstruitos. Patas arriba: el mun-do al revés discute ahora si Rigo- berta merecía ese premio en lugarde discutir si ese premio la merecía.

    El país y ellaLos indígenas son mayoría enGuatemala. Pero la minoría do-

    minante los trata, en dictadura oen democracia, como Africa delSur trataba a los negros en tiem-pos del apartheid. De cada seis

    guatemaltecos adultos, sólo unovota: los indios son buenos paraatraer turistas, para recoger lascosechas de algodón y de café, ypara servir de bestias de carga a laeconomía nacional y de blancode tiro al ejército. “Pareces in-dio”, dicen los mandones, que secreen blancos, a los hijos que seportan mal. Esa “sociedad guate-malteca” recibió la noticia del Nobel como un balde de aguafría. “India relamida”, llaman aRigoberta, desde entonces, lasvoces del despecho, y también:“India igualada”. Y ahora: “India

    mentirosa”.Ella se ha salido de su lugar yeso ofende. Que Rigoberta fue-

    ra india y mujer, vaya y pase, yallá ella con su doble desgracia.Pero esta mujer india resultórebelde, imperdonable insolen-cia, y para colmo cometió luegola barbaridad de convertirse enuno de los símbolos universalesde la dignidad humana. A lospoderosos de Guatemala y del

    mundo, este desafío no les gustani un poquito.

    El tiempo y ellaRigoberta viene de una familia

    aniquilada, de una aldea arrasada,de una memoria quemada. Ellaha pasado los primeros veinteaños de su vida cerrando los ojosde los muertos que le han abiertolos ojos. El escritor vasco Bernar-do Atxaga le preguntó:

    –¿Cómo puedes ser tan jodida-mente alegre?

    –El tiempo –respondió–. Desdechiquitos, nos educan para enten-

    der el tiempo como tiempo queno termina nunca, aunque eltránsito por el mundo sea muycorto.

    Está escrito en uno de los librossagrados:

    –¿Qué es una persona en el ca-mino? Tiempo.

    Rigoberta es hija del tiempo.Como todos los mayas, ha sidotejida por los hilos del tiempo. Yella suele decir:

    –El tiempo teje despacio.A la larga, lentamente, el tiem-

    po decidirá qué es lo que vale lapena recordar de todo esto. El pa-so de los días y de los años irá se-

    parando la paja del grano. Quizásel tiempo olvide que RigobertaMenchú recibió un Premio No- bel, pero seguramente el tiempono olvidará que ella recibe, cadadía, en las sierras indígenas deGuatemala y en tantos otros luga-res, un premio mucho más impor-tante que todos los nobeles: elamor de los indignados y el odiode los indignos.

    Quienes apedrean a Rigoberta,ignoran que la están elogiando.Al fin y al cabo, como bien diceel viejo proverbio, son los árbolesque dan frutos los que reciben las

    pedradas.

    Publicado el 17 de enero de 1999.

    Disparen sobre Rigoberta

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    Por Eduardo Galeano

    Oriol Valls, que se ocupade los recién nacidosen un hospital de Bar-celona, dice que el pri-mer gesto humano es el

    abrazo. Después de salir al mundo,al principio de sus días, los bebésmanotean, como buscando a al-guien.

    Otros médicos, que se ocupan

    de los ya vividos, dicen que losviejos, al fin de sus días, muerenqueriendo alzar los brazos.

    Y así es la cosa, por muchasvueltas que le demos al asunto, ypor muchas palabras que le pon-gamos. A eso, así de simple, se re-duce todo: entre dos aleteos, sinmás explicación, transcurre elviaje.

    La encrucijadaEn el otoño del ‘93, el periodis-

    ta Juan Bedoian entrevistó a unmédico de guardia, en un hospitalpúblico de Río de Janeiro.

    El hospital, ubicado en el barriomás copetudo de la ciudad, aten-día a mil pacientes por día, mu-chos de ellos pobres pobrísimos.

    El médico contó:–La semana pasada, tuve que ele-

     gir entre dos bebés. Aquí hay un solorespirador artificial. Los bebés llega-ron al mismo tiempo, ya moribun-dos, y yo tuve que decidir quién ibaa vivir y quién iba a morir.

    Salvando a uno, mataba alotro. Matando a uno, salvaba alotro.

    Yo no soy quién, pensó el mé-dico: que decida Dios. Pero él bien sabía que la vida y la muerte

    dependían, en ese momento, deaquel único respirador. Aquellaúnica máquina, y Dios tenía pocoo nada que ver con el asunto.

    Los bebés estaban en las últi-mas. No había tiempo para pen-sar, no había más remedio: de to-dos modos, hiciera lo que hiciera,el médico iba a cometer un cri-men. Si no hacía nada, cometíados.

    El médico cerró los ojos, y de-

    cidió: un bebé fue condenado amorir, y el otro fue condenado avivir.

    El bautismoEl agua más fría del cielo bom-

     bardeó Buenos Aires aquella tar-de de invierno de 1906.

    A las cinco en punto, en plenodiluvio, lluviazón, helazón, nacióun niño en la calle Castro. El pa-dre arrancó al niño de los brazos

    de la madre, se lo llevó a la azo-tea y lo alzó, desnudito, ante lalluvia feroz. Y a la luz de los re-lámpagos lo ofreció a la lluvia,gritando a pleno pulmón, voz detrueno entre los truenos.

    –¡Hijo mío, que las aguas del cie-lo te bendigan!

    El recién nacido se pescó tre-menda pulmonía. Pasó cuatromeses de mal en peor. Y cuandoya lo daban por muerto, se salvó.

    También se salvó de llamarsedescanso dominical. El padre, unanarquista pobre y poeta, siempreperseguido por la policía y por los

    acreedores, quiso llamarlo así enhomenaje a esa reciente conquis-ta obrera, pero el Registro Civilno le aceptó el nombre. Entoncesse reunieron los amigos, anarquis-tas pobres y poetas, siempre perse-guidos por la policía y por losacreedores, y discutieron el asun-to. Y fueron ellos quienes decidie-ron que se llamaría Cátulo. Cátu-lo Castillo, el niño que unoscuantos años después fue capaz deinventar “La última curda” y otrostangos de esos que son para escu-char de pie, sombrero en mano.

    El porvenir

    Mientras peinaba la muñeca,Rita anunció:

    –Cuando yo sea grande, voy a sermúsica.

    Horacio Tubio, que estaba le-yendo el diario, levantó la vistapor encima de los lentes:

     –Qué buena noticia–dijo, y qui-so saber qué instrumento iba a to-car.

    –La flauta –dijo ella.Horacio se comprometió a ir a

    su primer concierto: –Allí, en primera fila, estaré yo,

     para aplaudirte.Rita lo miró, acostó la muñeca,

    se encaramó al sillón y se puso asumar con los dedos. Sumó y su-mó, de dedo en dedo: después,meneó la cabeza y, muy severa-mente, dijo:

     –Mirá, tío. A mí me parece queno vas a poder ir, porque vas a estarun poquitito muertito.

    La tizaA contracorazón, sin alegría,

    cumplía la tiza su trabajo de cadadía en una escuela de Praga.

    Sufría la tiza, gemía. Chillandohacía lo que debía: la maestra laobligaba a dibujar, en el pizarrón,palabras despedazadas en sílabas,acribilladas de acentos, y núme-ros ordenados como soldaditosen fila.

    Mientras los niños crecían, latiza encogía. Poquito cuerpo lequedaba, cuando la maestra la ti-ró al cesto de la basura.

    La tiza despertó, un rato des-pués, en el fondo del bolsillo deuno de los alumnos.

    Ese niño se sentó, en plena ca-lle, y dibujó sobre el asfalto. Conaquel último resto de tiza, el niñodibujó el viento. Y la tiza, feliz, nise dio cuenta de que se desvane-cía para siempre.

    Las reglasChema jugaba con la pelota,

    la pelota jugaba con Chema, lapelota era un mundo de coloresy el mundo volaba, libre y loco,flotaba en el aire, rebotaba don-de quería, picaba para aquí, sal-

    taba para allá, de brinco en brinco: llegó la madre y mandóa parar.

    Maya López atrapó la pelota yla guardó bajo llave, dijo queChema era un peligro para losmuebles, para la casa, para el ba-rrio y para la Ciudad de México ylo obligó a ponerse los zapatos, asentarse como es debido y a hacerlas tareas para la escuela.

     –Las reglas son las reglas–dijo.

    Chema alzó la cabeza: –Yo también tengo mis reglas

    –dijo. Y dijo que, en su opinión,una buena madre debía obedecerlas reglas de su hijo: que me dejesjugar todo lo que quiera, que medejes andar descalzo, que no memandes a la escuela ni a nada pa-recido, que no me obligues a dor-mir temprano y que cada día nosmudemos de casa.

    Y mirando el techo, como

    quien no quiere la cosa, agregó: –Y que seas mi novia.

    La revelaciónCuando Ricardo Marchini

    cumplió diez años de edad, sintióque la hora de la verdad había lle-gado.

     –Vamos, Leo –dijo–. Tenemosque hablar.

    Y se marcharon, calle arriba,los dos. Anduvieron un buen ratopor el barrio Saavedra, dandovueltas, en silencio. Leonardo sedetenía mucho, como tenía cos-tumbre, y después apuraba el paso

    para alcanzar a Ricardo, que ca-minaba con las manos en los bol-sillos y el ceño fruncido.

    Al llegar a la plaza, Ricardo sesentó. Tragó saliva. Apretó la ca-ra de Leonardo entre las manos y,mirándolo a los ojos, largó el cho-rro.

     –Mirá Leo perdoná que te lo diga pero vos no sos hijo de papá y mamáes mejor que lo sepas Leo que a voste recogieron de la calle.

    Suspiró hondo: –Tenía que decírtelo, Leo.Leonardo había sido encontra-

    do, cuando era muy chiquito,dentro de una bolsa negra de la

     basura, pero Ricardo prefirió aho-rrarle esos detalles.

    Entonces, regresaron a casa.Ricardo iba silbando, Leonardomeneaba el rabo, saludando a losamigos: los vecinos lo querían,porque él era marrón y blanco,como el Platense, el club de fút- bol del barrio, que casi nunca ga-naba.

    Publicado el 14 de febrero de 1999.

    Por Eduardo Galeano

    ● Donde dice: Misión humani-

    taria, debe decir: Misión publi-

    citaria.

    “La próxima guerra mundial sehará con piedras”, había anun-ciado Albert Einstein, pero a lavista está: no es exactamente

    con piedras que se ejecutan susensayos.

    Esta interminable misión hu-manitaria contra Yugoslavia es-tá dejando sin misiles a las po-tencias occidentales. Las empre-sas consagradas a la industriamás próspera del mundo estánfabricando nuevos misiles, a to-do vapor, para abastecer al Pen-tágono y a sus socios del otro la-do del mar. Lo mismo habíaocurrido, antes, en el caso deIrak. La demanda de misilesagotaba los stocks de la indus-tria bélica y de las fábricas de

    juguetes. A fines del año pasa-do, en mi ciudad, Montevideo,el misil era uno de los juguetesmás solicitados por los niños co-mo regalo de Navidad.

    En abril de este año, las armasutilizadas contra Yugoslavia hansido las más exitosas en la granferia bélica abierta en Río de Ja-neiro. En este gran supermerca-do de la muerte, el Latin Ameri-can Defentech, los clientes re-gionales se derritieron ante lasmaravillas venidas de los centrosde la Civilización. Las llamadas bombas inteligentes, que bastan-te burras parecen, y los aviones

    de combate fueron las estrellasde la fiesta. Las armas que estánactuando para la tele desde elcielo de los Balcanes fueron ad-miradas en los stands de Boeing,Daimler-Chrysler, Lockheed,Dassault, Royal Ordnance, Bri-tish Aerospace y otros benefac-tores de la humanidad angustia-dos por la tiranía de SlobodanMilosevic.

    ●Donde dice: Daños colatera-

    les, debe decir: Beneficios co-

    laterales.

    Boeing, Daimler-Chrysler,

    General Motors, Ford, IBM, Mo-torola, Microsoft, Seagram ySony financiaron la recientereunión cumbre de la OTAN enWashington. Además de pagarunos cuantos millones de dólarescontantes y sonantes, proporcio-naron vehículos, computadoras,equipos de sonido y todo lo ne-cesario para que los altos digna-tarios pudieran llegar a su con-clusión más importante: estaguerra, primera ofensiva conjun-ta y en gran escala que la OTANemprende, servirá de modelo pa-ra las acciones futuras. Lo quetraducido significa: hay que ar-

    marse para las guerras que vie-nen. Y la orden vale tanto paralos bombardeadores como paratodos los posibles bombardeados.

    Los muertos civiles matados opor matar, que ahora se llamandaños colaterales, sabrán com-prender. Ya el presidente Clin-ton había tenido la paciencia deexplicar, en vísperas de esta gue-rra, de qué se trata este asuntode Kosovo: la estabilidad inter-

    El viaje

  • 8/16/2019 29 Años. Galeano, Cazador de Historias

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    15EL CAZADOR DE HISTORIAS

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    nacional es imprescindible “paradesarrollar más fuertes relacioneseconómicas y nuestras posibili-dades de vender en el mundoentero”. Ser policía del mundorinde dinero, aunque cuesta ca-ro: un sólo portaaviones, el por-taaviones Eisenhower, con todaslas armas que lleva encima, tiene

    un precio mayor que la suma detodos los presupuestos militaresde Irak, Irán, Siria, Libia, Coreadel Norte y Cuba. En el presu-puesto proyectado por Clintonpara el año próximo, los fondosmilitares son ocho veces mayo-res que los de educación, nueveveces mayores que los de salud yonce veces mayores que los dejusticia.

    ● Donde dice: Imperativo

    moral, debe decir: Impunidad

    del poder.

    Los bombardeos contra Irak

    no han cesado, faltaba más, peroahora Milosevic ha desplazado aSaddam Hussein en el papel es-telar del malo de la película. Alelegir a Milosevic como nuevoSatán, la OTAN le otorga razónde ser al frente de la resistencianacional, mientras Milosevicotorga razón de ser a la OTAN,que como toda organización mi-litar necesita un enemigo. “Lacara del Mal” es la cara de estedemonio serbio en la tapa del se-manario Newsweek, en su edi-ción del 19 de abril. Ese mismodía, el semanario Time, que cali-fica a Milosevic como “el verdu-

    go de Kosovo”, publica un mapade conflictos étnicos, con un da-to involuntariamente revelador:la represión contra los albanesesen Kosovo ha dejado un saldo dedos mil muertos, pero la repre-sión contra los kurdos en Tur-quía ha costado, en estos últimosaños, casi veinte veces más vidashumanas. Clinton declara, tam- bién el mismo día: “Actuar con-tra la limpieza étnica es un im-

    perativo moral”. ¿Hasta dóndellega el imperativo moral? ¿SeráTurquía, país miembro de laOTAN, bombardeada por laOTAN? Mientras siga compran-do armas norteamericanas, Tur-quía no corre peligro.

    “Actuamos contra Milosevic,y sólo contra Milosevic”, dicen y

    repiten los bombardeadores. Pe-ro las víctimas de los bombarde-os están siendo los albaneses deKosovo en cuyo nombre se reali-zan, infinitas caravanas de refu-giados que huyen de las bombastanto como huyen de las tropasserbias, y el pueblo de Yugosla-via, que sin comerla ni beberlaestá pagando con vidas y bieneslos platos rotos. La versión de los bombardeados brilla por su au-sencia en la televisión y rara vezaparece en los demás medios. Elmundo libre se ha tomado la li- bertad de aniquilar las estaciones

    de radio y televisión de Belgra-do, con unos cuantos periodistasadentro, para que nadie incurraen el libertinaje de conocer laopinión ni la información delenemigo.

    ● Donde dice: Errores, debe

    decir: Horrores.

    Inglaterra fue, otrora, reina delos mares. Los Estados Unidosson, hoy por hoy, reyes de loscielos. Los países europeos, casitodos gobernados por políticosque dicen ser socialistas, formansu vasta corte en esta guerra.Las grandes potencias militares

    y tecnológicas del planeta estánreduciendo a cenizas, impune-mente, a un país que tiene ar-mas antiaéreas más bien prehis-tóricas.

    Día tras día, se van multipli-cando las víctimas civiles. “En elcombate, no hay lugar para losplanteamientos éticos”, explicaun piloto, por televisión, durantela incesante pasarela de los mo-delos bélicos. “Los errores forman

    parte de las guerras”, compruebaun portavoz de la OTAN. Erro-res se llaman los horrores que laimpunidad del poder comete. Las bombas inteligentes atacan por

    computadora y tienen un coefi-ciente intelectual tan alto queconfunden a los refugiados alba-neses con los militares serbios, alos hospitales con los cuarteles, alos ómnibus con los puentes, aBulgaria con Yugoslavia, a Pekíncon Belgrado. Nadie está a salvode tanta inteligencia: yo vivo a

    15 mil kilómetros del teatro deoperaciones, pero cada anoche-cer, por las dudas, subo a la azo-tea