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30 Claves para entender el Poder - 02 Campaña Permanente

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Treinta claves para entender el poder. Léxico de la nueva Comunicación Política, viene a llenar uno de los muchos huecos de la ciencia política mexicana. Un esfuerzo pionero por tomar el pensamiento político atrofiado, reflexionarlo en la realidad mexicana y concluir su viabilidad en un contexto determinado.

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“30 Claves para entender el poder”

Treinta claves para entender el poder. Léxico de la nueva Comunicación Política, viene a llenar uno de los muchos huecos de la ciencia política mexi-cana. Un esfuerzo pionero por tomar el pensamiento político atrofiado, reflexionarlo en la realidad mexicana y concluir su viabilidad en un contexto determinado.

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Campaña Permanente

Definición.

De acuerdo con Lilleker (2007) la campaña permanente se refiere al uso de los recursos de la oficina, por parte de los individuos u organizaciones electas -gobiernos, partidos en el gobierno, miembros del parlamento, congresistas o cualquier otro representante -, para construir y mantener el apoyo o soporte popular.

La comunicación política acuña el concepto de campaña permanente para referirse a la utilización del cargo por parte de los elegidos, tanto en el poder legislativo, como en el ejecu-tivo, ya sean del ámbito nacional o local, para construir y man-tener una amplia y suficiente base de apoyo popular. Para ello, se valen de los nuevos instrumentos de la comunicación política, a fin de abrirle espacios a sus programas, facilitar la victoria de su partido y sus candidatos en la siguiente elección

y lograr una permanencia o continuidad del proyecto o grupo político.

En la campaña permanente, gobernar se convierte en una campaña perpetua (Blumenthal,1980) y convierte al go-bierno en un instrumento diseñado para sostener la populari-dad de un político electo. Dick Morris (2003) es más claro al señalar a la campaña permanente como una necesidad de mantener la mayoría cotidiana. “

“Un político no sólo necesita apoyo público para ganar las elecciones, lo necesita para gobernar. Quien no calcula cómo mantener su apoyo todos los días y sobre cada tema, casi inevitablemente caerá”.

En su expresión teórica el esquema es el siguiente: como los ciudadanos son cada vez más independientes política-mente y ya no hay fidelidad partidaria como antes, la campaña permanente sirve para mantener a la gente de su lado. La promesa de la campaña electoral debe traducirse en la campaña gubernamental permanente, es decir, el mensaje debe responder y atender las necesidades y expectativas bási-cas del electorado.

Volver al origen: los procesos electorales.

Aunque el término de campaña permanente es utilizado recientemente, las acciones de los actores políticos en el poder indican una vieja práctica para mantenerse vigentes previo al próximo periodo electoral. Asi, la campaña se convierte en principio y fin de una gestión. Hay quienes señalan que desde que los Sofistas en el siglo V a. c., se desarrollaron una serie

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PALABRAS CLAVE

Permanencia, legitimidad, institucionalización, consenso, gobernabilidad, base de apoyo, continuidad, mito de gobierno.

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de técnicas y teorías para la elaboración de piezas oratorias que perfeccionaran el arte de persuadir y mantener cautiva a la audiencia (Martín, 2002).

Napoleón Bonaparte, por ejemplo, entendió también la importancia de permanecer activo, de mantenerse en el ánimo del pueblo, bajo un esquema de guerra permanente en un ánimo expansionista, que quedó resumido en una de las frases más conocidas del emperador francés: “La victoria pertenece al más perseverante”.

Dick Morris (2003) refiere los nombres y roles de los per-sonajes que se han mantenido cerca de destacados presiden-tes norteamericanos. Estos personajes fueron denominados “manipuladores políticos” como el caso de David Davis con Abraham Lincoln. Más tarde, Woodrow Wilson, Franklin De-lano Roosevelt y Harry Truman libraron sus respectivas cam-pañas permanentes desde la Casa Blanca, rodeados de ase-sores como Joe Tumulty, Louis Mc Henry Howe, Harry Hop-kins y Clark Clifford. Wilson, Roosevelt y Truman lucharon por retener su popularidad y vender sus programas a través de discursos en distintas localidades o de mensajes radiales.

En la actualidad los mandatarios en diferentes niveles tie-nen a sus respectivos consultores políticos y usan de manera preferente la propaganda televisiva. Mientras los íconos del pasado confiaban en el instinto político, ahora los presidentes usan métodos cientificos para el análisis de la opinión pública (Morris, 2003). La práctica política cambio y dejó de mostrar a los candidatos como “productos”, lo cual se evidenció en la

campaña electoral norteamericana de 1968 cuando Richard Nixon intentó presentarse como un “nuevo Nixon” y utilizó a la televisión como su principal plataforma (Mc Ginniss,1969).

La importancia de la campaña permanente.

El término de campaña permanente como lo conocemos actualmente es acuñado por Pat Caddell, consejero del enton-ces recién electo Presidente James Carter. Caddell entregó un extenso documento en el que señalaba que las campañas ya no podían terminar con la victoria electoral, sino que era nece-sario seguir “cortejando” a los votantes, a través de diversas acciones y programas que se generarían desde la misma Presi-dencia.

El Presidente Carter no atendió en ese momento las re-comendaciones de Cadell, cuando era evidente que la victoria demócrata estuvo fundamentada en la renuncia de Richard Nixon tras el famosísimo escándalo “Watergate” y su sustitu-ción por el poco carismático Gerald Ford. Los resultados nega-tivos fueron prácticamente inmediatos. Durante su mandato no fue capaz de construir coaliciones en el Congreso para cum-plir razonablemente su programa de gobierno y por lo tanto no fue reelegido en el siguiente proceso electoral. En esa oca-sión el Partido Republicano se recuperó y consolidó su poder por tres mandatos consecutivos, dos de Ronald Reagan y uno de George Bush.

En EU y durante todo el siglo XX, desde Theodore Roose-velt (año 1901) hasta William Clinton (año 2000), los presi-dentes han desplegado imaginativas estrategias de comunica-

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ción para afrontar la fragmentación política estructural propia de su sistema de pesos y contrapesos, la división de los poderes de la Unión, la autonomía de los estados federados y las libertades de acción de sus diversos, autónomos y con fre-cuencia poderosos grupos intermedios, de presión o de in-terés. Pero no fue hasta el último cuarto de siglo que se llamó campaña permanente a todas las formas de acción que han in-ventado y repetido los presidentes para aplicar sus programas de gobierno con congresos frecuentemente adversos y en me-dio de esa fragmentación de sus poderes.

En esos 25 últimos años del siglo XX, los presidentes Rea-gan y Clinton fueron los mejor calificados en términos de logros. Y ello porque sus estrategias de campaña permanente les condujeron a cumplir razonablemente sus programas y a pasar la prueba de sus reelecciones; sin embargo, a Reagan se le atribuye la erosión del "pluralismo institucional", basado en los partidos como mecanismo dominante en los procesos de toma de decisiones de los poderes del Estado.

Reagan utilizó con mucha frecuencia el recurso de trasla-dar los temas de debate directamente a los electores, cuando fracasaban las negociaciones para construir consensos en el Congreso. Y cuando Reagan acudía a los electores, las organi-zaciones afines al presidente se movilizaban "a tope" para lo-grar que terminaran respaldando las iniciativas del presi-dente.

Pero George W. Bush llevó esa estrategia de su antecesor hasta extremos que terminaron aparentemente por agotarla.

La movilización de sus electores (y del conjunto de ciuda-danos de su país) a raíz de los atentados del 11-S le per-mitieron sacar adelante legislaciones y políticas que llevaron a la guerra de Irak y llegaron a violentar derechos y libertades dentro y fuera de EEUU, así como a obtener la reelección en 2004, con mayoría republicana en ambas cámaras.

Sólo que la falta de resultados positivos de esas leyes y esas políticas, más la propia movilización de los electores por sus competidores (el Partido Demócrata), lo llevaron a la deba-cle electoral en noviembre de 2008, con la pérdida de la may-oría para su partido en ambas cámaras y de los Gobernadores en juego. El resultado: el principio del fin, de la "era Bush". La nueva democracia ha hecho complejo el avance politico de los actores, por lo cual el esquema de campaña permanente se presenta como una fórmula para crecer en medio de estas limi-taciones.

En el caso de las democracias, Dader (2003) señala que ni siquiera el aluvión de actividades de campaña desplegadas en el periodo electoral será ya suficiente para sostener al Eje-cutivo entrante. Pues como señalan casi todos los especialistas en el tema, al día siguiente de conquistar el poder se ha de comenzar ya la preparación del próximo refrendo electoral, quedando así instaurada la campaña Permanente (Blumen-thal, 1980; Canel, 1999 y Noguera 2002).

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Características de la campaña permanente.

Blumenthal (1980) señala algunas de las características de la campaña permanente:

• Los políticos que desean mantener y acrecentar su imagen pública recurren a los consultores políticos.

• La sistematización de la información se ha conver-tido en un recurso para medir el nivel de aceptación o rechazo en la opinión pública.

• Se ha convertido en una practica recurrente en la nueva era, debido a las nuevas limitaciones que impo-nen las legislaciones electorales.

• Gobernar se convierte en una campaña perpetua como un instrumento diseñado para sostener la popu-laridad por razones frívolas.

Además, advierte que un candidato sin respaldo en el electorado está perdido, pero uno con algún respaldo no puede dejar de anunciarse como aspirante, competidor y ga-nador. Al mismo tiempo es vulnerable a los ataques de sus ad-versarios. Por lo tanto, mantener la presencia en los medios sirve para aclamar a ciertos candidatos como ganadores, en especial antes de las elecciones, lo que crea una atmósfera que haga creíble su futura victoria.

Para finales del siglo XX, ya había suficiente experiencia. Norman J. Ornstein y Thomas E. Mann (2000), fueron los re-copiladores de una obra con una serie de estudios titulada

“The Permanent Campaign and its future”. En este trabajo los autores señalan que:

“En esta era de campaña permanente, los procesos de prose-litismo (campaigning) y de gobierno perdieron cada uno lo que los distinguía. De igual manera, el proceso de proseliti-smo se convirtió de muchas maneras en el socio dominante de los dos”.

En esta misma obra colectiva (Heclo, 2000) sugiere seis tendencias que se han convertido en los patrones de comporta-miento del ciclo campaña-gobierno y gobierno-campaña:

1. Los papeles cambiantes de los partidos políticos. Son más débiles en su organización, en el recluta-miento de candidatos, en la movilización y son más fuertes en ideología, peculiaridades sociales y en sus ataques políticos.

2. La expansión de un sistema abierto y extenso de grupos de interés políticos.

3. Las nuevas tecnologías de la comunicación de la política moderna.

4. Las nuevas tecnologías políticas, especialmente las relaciones públicas y el sufragio.

5. La siempre creciente necesidad de financiar la política.

6. Las cada vez más elevadas expectativas para todos los actores, en el activismo del gobierno.

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Actualmente existe una considerable lista de investigacio-nes sobre este fenómeno, como una consecuencia propia del incremento del poder de la comunicación en los procesos políticos. Con una ligera variable gramatical “Permanent Cam-paigning”, este concepto quedó incluido en la serie “Concep-tos clave de Comunicación Política” (Key Concepts in Political Communication) aparecido recientemente bajo la firma del profesor Darren Lilleker (2007), de la Bournmouth Univer-sity. Este trabajo del profesor Lilleker sobre el origen y los vín-culos del concepto, la evolución de los rasgos de este fenómeno y los debates a que ha dado lugar, daban en el blanco de las claves del naufragio electoral del presidente George W. Bush en EU.

La campaña permanente a debate.

En contraparte, los críticos de la campaña permanente surgieron desde que se quiso presentar, sobre todo en los Esta-dos Unidos, a los funcionarios públicos como productos com-erciales. Quizás esta postura fue más notoria en obras posteri-ores al señalar que “Rcihard Nixon fue empaquetado y ven-dido como una mercancía” (Rees ,1992) y (Jamieson ,1996). Por otro lado, Kollmann (2002) afirma que hay muchos espe-cialistas que dicen que esa estrategia tiene rebote, es decir, que las promesas y expectativas no cumplidas crean tarde o temprano la sensación de un gobierno improvisado, incoher-ente y sin integridad.

El debate sobre la utilización de la estructura guberna-mental para fines personales o de grupo y la construcción de

la imagen política con la utilización de recursos públicos, ha llevado a modificar legislaciones en algunos paises como el caso de México que en su artículo 134 constitucional contem-pla:

“La propaganda bajo cualquier modalidad de comunicación social, que difundan como tales, los poderes públicos, los or-ganos autónomos, las dependencias y entidades de la admin-istración pública y cualquier otro ente de los tres órdenes de gobierno, deberá tener carácter institucional y fines informa-tivos, educativos o de orientación social. En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o sím-bolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público”. (Artículo reformado mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de no-viembre de 2007)

Entre las razones que motivaron la creación de este nuevo régimen de responsabilidad de los servidores públicos en México, Bernal (2009) enumera las siguientes:

a) La falta de regulación propiciaba el desperdicio de recursos públicos en la promoción personal de fun-cionarios.

b) La concurrencia de servidores públicos en la vida política electoral sin reglas, distorsionaba la equidad de la competencia.

c) La permanente confusión entre funcionarios-candidatos alteraba el trabajo de los gobiernos y de la propia función pública.

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d) En la calificación presidencial de 2006, el Tribu-nal Electoral del Poder judicial de la Federación con-sideró que la injerencia de algunos servidores públi-cos puso en riesgo la elección.

La reforma constitucional de 2007, reflexiona Bernal (2009), tuvo el firme propósito de desterrar del sistema político mexicano ciertas prácticas tan históricas como noci-vas con las que los servidores públicos trataban de incidir en la contienda al tiempo que construían sus propias candidatu-ras.

La estrategia de la campaña permanente no sólo tiene ad-versarios entre políticos destacados, sino también en el campo de la teoría. El economista “neokeynesiano” Paul Krugman (1994) escribió un libro titulado Peddling Prosperity, que po-dría ser traducido como “vendiendo prosperidad”, donde justa-mente advierte que la campaña permanente tiende al agota-miento, porque no se cumple con esas promesas de prosperi-dad y tarde o temprano lo que parecía jugar a favor termina jugando en contra.

Mantener el mito de gobierno.

Más allá de las posturas críticas, los gobernantes req-uieren de buena aceptación y calificación, de estar siempre en el ánimo ciudadano. En caso de no tener aspiraciones políti-cas futuras les ayudará a realizar un cierre de administración transparente e incuestionable. Pero si buscaran en el corto o mediano plazo un nuevo cargo de elección popular, les es im-prescindible entregar buenos resultados, cumplir con las ex-

pectativas ciudadanas para que los logros de su gestión sean la mejor carta de presentación para su próxima postulación.

Aunque desde los medios de comunicación masivos se pueden crear imágenes positivas del trabajo de las autori-dades electas, es imprescindible que ese trabajo se haya reali-zado adecuadamente en tiempo y forma, con la idea de crear primero un proyecto general de gobierno y a mediano plazo el llamado mito de gobierno. El mito de gobierno según Riorda (2006), es la comunicación de tipo simbólica que tiene la fun-ción de generar esperanza y que, una vez instalada, puede ali-mentarse a sí misma.

Vincular al ciudadano con el gobierno y sentirse parte de él, es el logro del mito (Edelman,1991). Esto ocurre cuando el proyecto general de gobierno ha sido apropiado por la ciuda-danía y sentido como tal. Ello es vital para la comprensión del mito, pues la condición de significación, vía el lenguaje, es in-teraccional, y difícilmente saldrá de la cabeza de un individuo aislado, pues las proposiciones se van estructurando como una creación social.

El modelo de campaña permanente, así como otros ele-mentos modernos de la comunicación política, son indispensa-bles para explicar y entender los nuevos procesos, asociados con la transición política y la llamada Pos-democracia. En este sentido, Crouch (2004) refiere que el debate electoral se ha limitado a un espectáculo que está estrechamente controlado y gestionado por equipos rivales compuestos por profesion-ales expertos en técnicas de persuasión.

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