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30mil motivos Revista

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30mil motivos Revista

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MUNICIPIO DE MORÓNSecretaría de Relaciones con la Comunidad y Abordajes IntegralesDirección de Derechos HumanosSanta María de Oro 3530, Castelar.Buenos Aires - Argentina[+54 11] 4458-0135 / 0134 [email protected] www.moron.gov.ar

HONORablE CONCEjO DElIbERaNtE DE MORÓNDirección de Comunicación InstitucionalBrown 910, Morón. Buenos Aires - Argentina[+54 11] 4489 - [email protected]

“30.000 Motivos” Este reconocimiento contiene la histo-ria de muchos y muchas que nos acompañan en cada lucha. Ellos nos recuerdan el valor del compromiso; de defender, incluso con la vida misma, aquello en lo que creemos.

Esta distinción tiene como objetivo reconocer a quienes se hayan destacado por su entrega personal y desinteresa-da para crear una comunidad más justa, solidaria, demo-crática y equitativa, y por su incansable tarea en defensa y promoción de los derechos humanos. En ellos reconoce-mos a miles de hombres y mujeres que forjaron un camino distinto.

Cada historia, cada imagen, cada detalle nos impulsa a seguir buscando la verdad y la justicia que merecemos. Su historia es nuestra historia, y en la memoria de cada uno y cada una de los que ya no están construiremos los cimientos de un futuro mejor. Sin miedos, sin impunidad, con la certeza de que lo que pasó no pase nunca más.

Y para ello es fundamental no olvidar.

Con ese objetivo, a pocos meses de ser electo intendente municipal, Martín Sabbatella inauguró la Casa de la Me-moria y la Vida. En julio de 2010 este lugar, el primer espacio latinoamericano dedicado a recuperar y ejercitar la memoria colectiva ubicado en el mismo lugar donde funcionó el centro clandestino de detención Mansión Seré y que actualmente es sede de la Dirección de Derechos Humanos del Municipio, cumplió 10 años.

Estamos convencidos de que el mejor homenaje a los que pasaron por allí y por otros centros clandestinos de deten-ción es recuperar la memoria. Ese espacio, antes lleno de oscuridad, hoy está lleno de vida, de alegría. De la misma manera queremos recordar a los hombres y mujeres, entre tantos y tantas otras, que hoy distinguimos en estas pági-nas: con las mismas fuerzas, las mismas ganas y el mismo entusiasmo que los llevaron a defender sus ideales a pesar de los riesgos que ello implicaba.

Su lucha fue nuestra lucha y nuestro futuro es también el de ellos.

Desde el Estado municipal asumimos la responsabilidad indelegable en la reconstrucción histórica, la búsqueda de justicia y la elaboración de propuestas participativas en torno a la reflexión sobre nuestro pasado, nuestro presen-te y sobre el futuro. Creemos firmemente que se deben esclarecer los hechos con la justicia que merecemos. Es nuestro compromiso con los 30.000 que ya no están.

En esta revista recordamos a 30 hombres y mujeres, 30 familias, 30 historias. Nuestra historia. Y en ella espera-mos se transmita nuestro profundo agradecimiento y un inmenso abrazo a los 30.000, a nuestras queridas Madres, a las Abuelas, a los Hijos, a quienes estuvieron detenidos y sufrieron la tortura, a los hermanos de los desapareci-dos, a los diversos organismos de Derechos Humanos, a los nietos que recuperaron su identidad. En todos ellos mantenemos viva la memoria.

Lucas Ghi - Intendente de Morón

En estas páginas hay historias, recuerdos, imágenes de compañeros y compañeras que están ausentes pero que reaparecen en cada acto de lucha. La última dictadura militar quizo que dejaran de estar, pero están siempre, en cada ejercicio de memoria, activa y colectiva. Nos mar-can el camino de la tolerancia y el respeto por la igual-dad en la diversidad; nos recuerdan que hay motivos que merecen dedicación y esfuerzo; nos obligan a ser fieles a nuestros ideales. Estas páginas son una muestra de que sus vidas se prolongan en nuestro compromiso.

Quiénes fueron, dónde vivieron, qué hicieron, lo que está reflejado aquí nos sirve para saber qué hacemos, dónde vivimos y quiénes somos. No es la historia de otros, es nuestra historia. Esta lectura nos acerca a cada uno y a cada una y encontramos que con ellos también se fue algo nuestro. Necesitamos tenerlos presentes.

El aporte de familiares y allegados, el material con que se trabajó el contenido de esta publicación, cada testi-monio, cada dato y cada foto, son invalorables. El res-cate de cada recuerdo es un desafío a la desmemoria.

Agradecemos que nos muestren y que nos cuenten todo esto. Estamos convencidos de que el futuro habita en la memoria y que es un punto de referencia para ratificar nuestro compromiso contra la impunidad y a favor de la verdad, la justicia y para que nunca más gobierne el terror.

Me ayudarán, entonces, estas palabras de Eduardo Ga-leano para completar esta invitación a conocer y recorrer el espíritu de la presente publicación: “Compartimos la esperanza de que más temprano que tarde habrá memoria y habrá justicia, porque la historia enseña que la memo-ria puede sobrevivir porfiadamente a todas sus prisiones y enseña que la justicia puede ser más fuerte que el mie-do, cuando la gente la ayuda. Dignidad de la memoria, memoria de la dignidad. En el desigual combate contra el miedo, en ese combate que cada uno libra cada día, ¿qué sería de nosotros sin la memoria de la dignidad? El mundo está sufriendo un alarmante desprestigio de la dignidad. Los indignos, que son los que en el mundo mandan, dicen que los indignados somos prehistóricos, nostalgiosos, románticos, negadores de la realidad”.

Juan Manuel Le Bas - Presidente HCD-M

El último 24 de marzo, como sucede desde el año 2000, el HCD de Morón realizó una sesión extraordinaria en el Predio Quinta Seré. En esa fecha y ese lugar plenos de carga simbólica, se votó por unanimidad crear una distinción que sería entregada por ese órgano legislati-vo: ‘30.000 motivos, Reconocimiento al Compromiso Social’.

Habían transcurrido 14 años desde el primer homenaje colectivo realizado a los desaparecidos del viejo Parti-do de Morón. El 20 de diciembre de 1996 se reunieron en la Plaza de Morón organismos de derechos humanos, sobrevivientes, familiares, centros de estudiantes y sin-dicatos para colocar una placa que durante años fue la única marca en el espacio público que los recordaba. En ese entonces el Estado era el garante de la impunidad y la corrupción estaba instalada, tanto en el ámbito local como nacional.

Los últimos años fueron pródigos por parte del Estado en desandar ese camino de oprobio. Desde hace una déca-da la ciudad de Morón es protagonista de una profunda transformación institucional caracterizada por el com-promiso de construir un Estado presente, promotor de la integración, los derechos y la equidad. En ese contexto, la casa blanca - que había sido construida con fondos pú-blicos para fines particulares- se convirtió en la Casa de la Memoria y la Vida, sede de la Dirección de Derechos Humanos de la comuna. La recuperación de la Mansión Seré fue una oportunidad para impulsar la reconstrucción histórica y la apertura de un espacio que se posicionó como referencia para el tratamiento de la temática de los derechos humanos y la gestión de sitios de memoria a nivel regional. Con su materialidad recordamos, reflexio-

namos, investigamos y promovemos la construcción de una ciudadanía con cultura en derechos humanos. Son sólo referencias, ejemplos que tienen que ver con lo lo-cal, en un proceso que por mucho lo trasciende y que se complementa con los juicios por crímenes de lesa hu-manidad.

En la Dirección de Derechos Humanos los desaparecidos vinculados con el Viejo Partido de Morón están perma-nentemente presentes. El trabajo articulado con el Fondo Documental CONADEP – SDH del Archivo Nacional de la Memoria, permitió elaborar una nómina con las perso-nas desaparecidas que vivían o realizaban actividades en Morón; que fueron vistas en algún Centro Clandestino del Partido o secuestradas transitando por sus calles. Es-tos son los primeros 30, de los más de 300 compañeros y compañeras que recibirán este Reconocimiento y cu-yas historias de vida se recopilarán y tendrán cobijo en la Casa de la Memoria y la Vida. Porque no se trata sólo de recordar sus nombres. Si perdemos de vista sus proyectos les quitamos identidad, las vaciamos de contenido y no podríamos dar cuenta de los motivos por los que el Esta-do terrorista se ensañó con ellas y segó sus vidas.

El contenido de este libro es un acercamiento a esas his-torias que es necesario contar. Queremos agradecer a los familiares el compromiso y la entrega para que su reali-zación fuera posible. Con generosidad nos abrieron sus casas, nos mostraron antiguas fotografías, nos permitie-ron acceder a la intimidad de las cartas. Escribieron tex-tos que reflejan el recuerdo, la reivindicación y también el vacío infinito de la ausencia. Este es el resultado, un ejercicio de memoria y una mirada que apunta al futuro, hacia el país que soñamos, hacia el país que soñaron.

Prólogo

Carlos Alberto Rizzo .8Carlos Gustavo Cortiñas .10

Jorge Luis de Iriarte Crocco .12Ernesto Bonifacio Lahourcade .14

Hermann Von Schmeling .16Néstor Alberto Pedernera y Isidora Dolinda Arroyo de Pedernera .18

Alicia Inés Rabinovich .20Silvia Graciela Resnicoff y Mario Esteban Orzábal .22

María de las Mercedes Funes de Estévez, Gabriel María Estévez Cranino y José María Estévez Cranino .24

Selva del Carmen Mopardo Córdoba y Alfredo Néstor Mopardo Córdoba .28María Alicia Morcillo de Mopardo y Pablo Jorge Morcillo .30

María de Lourdes Noia .32Gabriel Ernesto Rodríguez .34

Luis Pablo Steimberg Ludmer .36Santiago Isaac Bruschtein, Aída Leonora Bruschtein, Irene Mónica Bruschtein de Ginzberg, Víctor Rafael Bruschtein, Mario Ginzberg y Adrián Leonardo Saidón .38

Natalia Cecilia Almada .40María Virginia Monzani de Andisco y Carlos Alberto Andisco .42

Eduardo Antonio De Pedro .46

Sumario

8

Carlos Alberto Rizzo Molina nació el 30 de enero de 1918 en la Ciudad de Buenos Aires. Le gustaban los deportes y era muy tra-bajador.

De chico lustraba zapatos y vendía diarios en el andén de la esta-ción Federico Lacroze de la línea B del subterráneo. Ya más grande también trabajó en una fábrica de puños de cartera.

A los 17 años fue a cosechar manzanas a Mendoza y regresó dos años después para hacer el servicio militar en el Regimiento 8 de Caballería en Ciudadela.

Por las noches le gustaba jugar al rummy en el club Chacarita. De Colegiales era socio, allí jugaba a las bochas y disfrutaba de los bailes de carnaval que se hacían en los años ‘50.

Le encantaba bailar tango. Durante los fines de semana no faltaba a las milongas del Salón Argentino, del Mariano Moreno y de la Ita-lia Unita. Sus orquestas preferidas eran las de D´Arienzo, Fresedo y Di Sarli.

Entre 1958 y 1959 ingresó como personal civil a la Escuela de Mecánica de la Armada. Trabajaba en el pañol de economato rea-lizando diversas tareas porque era muy hábil para los trabajos ma-nuales.

Todos los domingos iba a Castelar Sur, a la casa de su madre Do-lores Molina, donde almorzaban fideos y hablaban de cine en las largas sobremesas.

Era simpatizante del Partido Justicialista. El domingo 11 de diciem-bre de 1977 fue la última vez que lo vieron. Él les había anticipado que lo estaban siguiendo.

Carlos Alberto Rizzo Molina

Continúadetenido

desaparecido

Dolores Molina

Unos meses antes, sin proponérselo, había visto en un pa-bellón de la ESMA cómo tenían detenidos, encapuchados y desnudos a una gran cantidad de jóvenes. Desde enton-ces empezaron los seguimientos y hasta Astiz lo interrogó acerca de una serie de personas a las que él visitaba.

El 13 de diciembre de 1977 fue secuestrado de su domici-lio en Estomba 1361 3º piso, en el barrio Villa Ortúzar de la Ciudad de Buenos Aires.

A partir de ese momento y hasta el día de hoy su familia lo ha buscado. Su madre Dolores fue una de las primeras Madres de Plaza de Mayo y su hermana Adelina es quién hoy continúa con la lucha inclaudicable por Memoria, Verdad y Justicia.

Carlos su mamá y su hermano Dondín

Adelina Molina en la recuperación de la ESMA

10

Carlos Gustavo Cortiñas nació el 11 de mayo de 1952. Vivió en Caste-lar y en esa localidad se recibió de bachiller humanista en el Colegio Inmaculada, donde se contactó con curas vinculados al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Comenzó la carrera de Ciencias Econó-micas en la Universidad de Morón, la cual continuó en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó seis años en el INDEC como encuestador del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Estaba casado y tenía un hijo, Damián.

Carlos Gustavo Cortiñas

Continúadetenido

desaparecido

A fines de los años 60 su compromiso con los secto-res más humildes lo lleva a realizar trabajos sociales y políticos en la Villa 31 en Retiro, con otros jóvenes nucleados en torno al padre Carlos Mugica. Se iden-tifica políticamente con la tendencia revolucionaria del peronismo y es de los primeros en organizar la Juventud Peronista en el partido de Morón.

Tras el asesinato del padre Mugica concentra su mi-litancia en Morón. Supo convocar a muchos jóve-nes de la zona instándolos a organizarse y formarse como militantes políticos para luchar por una patria más justa y en contra de la dictadura de Alejandro

Agustín Lanusse, que sería derrocada en 1973. Par-ticipa activamente en la campaña del Frente Justicia-lista de Liberación Nacional (FREJULI) e impulsa y se involucra en la conformación de las juventudes políticas de la zona, vinculando a jóvenes de distin-tos partidos populares.

Después del golpe militar de 1976 continúa su mi-litancia política en la clandestinidad. Sabiendo los riesgos que corría en esos momentos un militante con su compromiso y conocido por tanta gente, de-cide quedarse en el país y hacer lo que estuviera a su alcance para derrotar a la dictadura.

Gustavo y Damián

El 15 de abril de 1977 al llegar a la estación de Castelar es secuestrado por un Grupo de Tareas, permaneciendo desaparecido hasta la actualidad.

Su mamá, Nora Morales de Cortiñas, es una de las prime-ras mujeres que en pleno terrorismo de Estado se reunie-ron y organizaron para buscar a sus hijas e hijos detenidos desaparecidos.

Hoy es Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora y lleva la búsqueda de Gustavo a cada acto, asamblea, calle y re-clamo donde se exprese el grito de libertad de los pueblos oprimidos en todo el mundo.

Gustavo

Hoy caminé tus calles de angustia y dolor.Hoy caminé tus calles de esperanza y de amor.

Recuerdo… vos tenías solo veinte años.Tu mirada clara. Tu mano extendidahacia aquel hermano que nada tenía.

Hoy caminé tus calles pisando ese barroque muchos pisaron. Vi esos rostros nuevos,nuevos para mí. Que tan caros te eran a tu sentir.

Recordé tus gestos de buen compañeroque siente en su pueblo ese gran lamento.La falta de todo, menos del amor.

Hoy te vi Gustavo. Íntegro y solidario.Te soñé a mi lado dándote la mano,tu mirada pura, tu sonrisa plena…

Mamá.

Escrita la noche que desmantelabanla capilla Cristo Obrero en la Villa 31.

Gustavo en la villa 31

Nora Cortiñas en el juicio por la Mansión Sere

12

Jorge Luis De Iriarte Crocco nació el 20 de octubre de 1950 en Verónica, Magdalena, provincia de Buenos Aires. Estudió en la escuela Joaquín V. González de Morón. Vivía en Cucha Cucha 1282, del mismo Partido. Se casó con Sara Matilde Astorga con quién tuvo dos hijos, Pablo Daniel y José Adrián.

Trabajaba de calderista en el Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela, donde sus compañeros lo eligieron delegado gremial del Sindicato de Trabajadores del Estado. Pertenecía a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Como el dinero no le alcanzaba se ganaba unos pesos como mozo en el autocine Buenos Aires. Su apodo era “Chupete”.

El 25 de agosto de 1977 a las 23:15 un grupo de ocho personas armadas, titulándose de la SIDE (Servicio de Inteligencia del Estado), irrumpieron en su casa. Intimidando a todo el núcleo familiar y en medio de golpes y amenazas, lo secuestran.

Fue visto con vida en los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio Brigada de San Justo y el “Pozo” de Banfield.

Jorge Luis De Iriarte Crocco

Continúadetenido

desaparecido

Recordatorio Página/12 Infancia de Jorge

Aurora De IriarteJorge Luis bailando con su hermana

14

En el año 1952 ingresó a trabajar como carpintero en el Colegio Ward de Ramos Mejía, allí conoció a Alicia Gonnet, con quien se casaría al año siguien-te. Tuvieron dos hijos, Guillermo y Tomás.

En 1954 comenzó a trabajar en Aerolíneas Argenti-nas como Técnico de Mantenimiento en Ezeiza. En ese lugar desarrolló su militancia como delegado sindical entre el personal técnico aeronáutico.

Comenzó su militancia durante la resistencia pero-nista encuadrado dentro de la CGT de los Argen-tinos. Fue emisario personal del Mayor Alberte y realizó varias visitas a su pedido a Puerta de Hierro (Madrid, España), cuando allí vivía el General Juan

Ernesto Bonifacio Lahourcade

Continúadetenido

desaparecido

Domingo Perón. Militó social y territorialmente en el Barrio Mariano Pujadas, hoy Presidente Sarmien-to. Compartió esta militancia con Lidio Vera, Ceci-lia Almada (detenida desaparecida el 16 de julio de 1976), Julio Vera y Julio Troxler (asesinados por la triple A en 1975).

Integró el Partido Peronista Auténtico hasta 1976.

Fue secuestrado el 22 de octubre de 1976 de su casa en Bompland 980, Villa Sarmiento. Tenía 45 años.

Fue visto con vida en los Centros Clandestinos de Detención Tortura y Exterminio Comisaría 3º de Castelar y la 1º Brigada Aérea de El Palomar.

Ernesto Bonifacio Lahourcade, el “Chalchalero”, nació el 24 de noviembre de 1930 en Florentino Ameghi-no, provincia de Buenos Aires. A los 14 años se trasladó junto a su madre a la calle Maza del barrio de Almagro. Después vivió con su abuela, quien lo crió, en el partido de San Martín.

Ernesto en el campo

Para Susana Ávalos y Luis Pereyra; Hace un par de años, inicié la búsqueda de mi abuelo, desaparecido en octubre de 1976, in-tentando saber donde estuvo secuestrado. Tenía como objetivo final encontrar sus restos para poder enterrarlo. Esta búsqueda tenía que ver con mi identidad, porque no lo había conocido y en especial porque me hubiera gustado escu-char lo que tenía para decir. Imaginaba que el asunto iba a ser duro dado que iba a conocer los Centros Clandestinos de Detención por donde él pasó.

Fue duro, pero lo más hermoso y sorprendente fue que conocí personas que habían militado con mi abuelo. Personas que sí lo habían escucha-do, personas que además de haber compartido celdas y torturas con él, habían compartido una ideología, una lucha y un compromiso social.

A partir y a través de estas personas, comprendí que mi objetivo final se había ampliado, porque pude ver en ellos a mi abuelo, y porque ellos continúan la lucha que a él le costó la vida.

Ahora me siento en paz porque ellos me acom-pañan, y así, mi abuelo está conmigo.

Ni olvido ni perdónSu nieto, Juan Pablo Lahourcade

Última foto de Ernesto Lahourcade

Con Juan D. Perón

16

Hermann von Schmeling

Continúadetenido

desaparecido

Hermann von Schmeling nació el 25 de diciembre de 1937. Era directivo de una empresa y padre de cinco hijos. Estaba casado con Elena Graus.

Militó en el peronismo, integrando la organización Montoneros. Fue referente barrial y ejemplo para sus pares en las diferentes ini-ciativas que llevó a cabo con el fin de mejorar la calidad de vida de la comunidad. Pionero en su zona, hombre de sociedad de fomen-to, inquieto y siempre preocupado por aquellos menos instruidos y más humildes.

Una mañana lo interceptaron cuando se dirigía a su lugar de traba-jo. Jamás se volvió a saber nada de él ni del vehículo que conducía. Tenía 39 años.

Está desaparecido desde el 15 de noviembre de 1977, un mes y medio después que secuestraran a su hija Sonia.

Es recordado con gran respeto y afecto por todos quienes lo cono-cieron.

Cena familiar (1977) Elena Greus y Hermann Von Schmeling

Hermann con los chicos del barrio

Carta de su esposa

Hermann, amor mío:

Hace 32 años y 7 meses que te arrancaron de nuestras vidas y a pesar de tu ausencia, estás siempre a nuestro lado.

Entre tantas cosas nos dejaste como ejemplo toda tu entrega en actos de solida-ridad, como fue la iniciativa para construir esta salita barrial en la que me de-sempeño desde hace muchos años. Fuiste pionero y es hoy en día un respetable centro de salud que contiene a mucha gente necesitada.

Yo siempre le cuento a la gente que eras un muchacho de “saco y corbata” y que al regresar de la oficina te vestías con zapatillas y un pantalón gastado, y te ponías a colocar lámparas para iluminar las calles trepándote a los postes y subiendo hasta los cables usando un cinturón común y corriente que te sujetaba para no caerte. Junto a otros compañeros hiciste también con tus propias manos gran cantidad de veredas, refugios para esperar los colectivos, zanjas y coloca-ción de caños para desagüe en las bocacalles.

Luchaste por la Justicia y la Igualdad desde muy joven y siempre te preocupas-te por las necesidades de los más carenciados. Tu militancia política desbordó de auténtico compromiso. Fuiste integrante de la comisión directiva de la So-ciedad de Fomento “De la Tradición”, en la zona de Villa Udaondo, y trabajaste junto a muchos vecinos para poder mejorar el barrio y lograr su progreso.

Ni en la peor de las pesadillas hubiera pensado lo que nos ocurriría a nosotros y a miles de argentinos. El terrorismo de Estado que dio inicio en marzo de 1976 se llevó a cabo para implementar un sistema económico que benefició a los cómplices de los genocidas y sumió en la miseria a millones de argentinos.

Un mes y medio antes de tu secuestro ya se habían llevado a Sonia, nuestra hija mayor, que aún no había cumplido 17 años. La perdimos a ella y poco tiempo después te perdimos a vos.

Estás en cada instante de mi vida y sigo luchando, aportando mi puñadito de arena a la sociedad y en el constante reclamo de Verdad, Memoria y Justicia.

Hermann querido, esa salita de primeros auxilios que tanto imaginaste, que tanto deseaste que exista y que no te permitieron llegar a ver en pie, es hoy un digno lugar donde se atiende a 4.500 personas por mes.

Tu trabajo y tu entrega siguen rindiendo frutos y mi lucha cotidiana te rinde homenaje permanente.

Desde el lugar infinito en que estás me das fuerzas para seguir luchando día tras día.

Tu esposa que te ama

Elena Greus von Schmeling (junio de 2010)

Elena Greus y Hermann Von Schmeling

18

Néstor Alberto Pedernera, “Chino” para la familia, “Nico” o “Raúl” nació en 1940 en América, Provincia de Buenos. Aires. Hijo de Félix e Irma Escosteguy, maestros rurales.

Néstor Alberto Pedernera yDolinda Isidora Arroyo de Pedernera

Continúandetenidos

desaparecidos

Dolinda Isidora Arroyo de Pedernera nació en Cha-mical, Provincia de La Rioja, en 1939. Siendo niña se traslada con su madre María Arroyo y su herma-na a Morón. Estudió en el Liceo Nacional de Seño-ritas Domingo Faustino Sarmiento, de la Ciudad de Buenos Aires. Inició la carrera de Abogacía en la Universidad de Buenos Aires.

En una familia que creció con afecto mutuo, fue criado junto a sus dos hermanos con un gran amor a la historia de nuestra patria. Cursó el secundario en el Manuel Dorrego de Morón. A los 21 años fue Secretario General del Sindicato del Calzado, en Grimoldi de Once. A principios de los años setenta empieza a participar en la lucha contra la dictadura de Lanusse y por la vuelta de Perón, la misma que emprenden muchos jóvenes de esa época. Comien-za a militar en la Juventud Peronista del Barrio San Juan, a la que se incorporará su esposa y compañera Dolly Arroyo.

Durante la dictadura de Lanusse abren la Unidad Básica “22 de agosto”, donde con un grupo de com-pañeros realizan tareas comunitarias, como apoyo escolar, alfabetización de adultos, construcción de veredas, orientación para la salud y participación en las organizaciones barriales que tuvieran como

fin el mejoramiento comunitario y la organización popular.

Tuvieron dos hijos muy queridos y buscados, Camila y Rosendo.

Se dieron completamente a la militancia peronista, en esas tareas barriales, convirtiendo la Unidad Bá-sica en un lugar de encuentro, solidaridad y compro-miso en la lucha por la vuelta de Perón, encontrando en el peronismo, el camino de la justicia social y el protagonismo popular para construir una patria en libertad y justicia.

Su vida y familia giraron en torno a la militancia, con el amor que los jóvenes de la época ponían en todo lo que hacían, con total entrega.

Dolinda Isidora Arroyo de Pedernera era de carácter muy bondadoso, dispuesta a colaborar, solidaria y muy familiera. Ambos estaban muy presentes en sus familias, ampliaron la suya y se amaron mucho.

Fueron secuestrados de su hogar el 17 de septiembre de 1976. Los vieron con vida en los CCDT y E sede del Ejército de Ciudadela y VII Brigada Aérea de Morón. Aún continúan detenidos desaparecidos.

19

A mis hijos desaparecidosChino y Dolly (1982)

Ellos no se fueron,ellos se quedaron,no fueron vencidossolo postergados.Como duele el día,como lloran añospero no se fueron,ellos se quedaron.Cómo pasó el tiempoy aquellos que un díase creyeron fuertes,se creyeron sabios,hoy fueron vencidospor esa soberbiaque no dominaron,se creyeron fuertes,se creyeron sabiosy son débiles criaturasdestilando agravios. Irma Escosteguy de Pedernera

20

Alicia Inés Rabinovich

Continúadetenida

desaparecida

Alicia Inés Rabinovich nació el 12 de octubre de 1945, en la Clínica Modelo de Morón. En 1951 ingresa al St. Hilda School, con sombrero de fieltro y guantes blancos. Allí aprende a leer y comienza así la primera pasión de su vida: la lectura.

A los siete años siente la muerte de Evita como “algo muy importante”. Llega la época del barrio, la bicicleta, la barra de chicos, los patines.

A los doce años aprende a bailar danzas espa-ñolas, con tacones y castañuelas. Un año des-pués ingresa al Comercial en Ramos Mejía y dos más tarde en el Instituto Ángel D’ Elía de San Miguel, donde luego de apenas tres meses la eligen para encabezar el cuadro de honor. Los quince años los festeja con ves-tido blanco y broche de strass. Escribe en su diario íntimo: “Y todavía no hice nada con mi vida”.

Un año más tarde participa en la redacción de Retallo Mural, la revista de los alumnos del Instituto, con notas y comentarios. Integra el Club Colegial y da clases de apoyo a alumnos de primer año. Durante el verano en Mar del Plata, disfruta el cine romántico hollywoo-dense.

1962 es un año de cambios. Descubre el pa-pel de la economía política en el destino de los pueblos, la perpetuación de las injusticias y las diferencias sociales. Se orienta hacia el Partido Comunista (PC) Es elegida abande-

rada del Instituto y en el Club Náutico Hacoaj integra el equipo de Pelota al Cesto de tercera división y el grupo de líderes. Cambia el cine romántico por el testimonial y documental. Al año siguiente ingresa a la Facultad de Ciencias Económicas y abandona el PC En 1965 se acerca al Movimiento Universitario Popular (MUP). En el ambiente del MUP, buscando un contacto fuera de su zona, conoce a Pedro Sandoval, futbolista del Club At-lanta, obrero de la Fábrica Sudamtex y militante de la Juventud Peronista Revolucionaria (JPR) liderada por Gustavo Rearte.

En 1966 Alicia comienza a formar parte del Movimiento Revolucionario 17 de octubre (MR17) creado por Gusta-vo Rearte. Un año más tarde se casa con Pedro Sandoval. Juntos caen presos en Tucumán por su militancia política, en 1969. Meses después nace su primer hijo, Fernando Ernesto Sandoval. De 1970 a 1973 milita con el MR 17

La mamá y los 5 hijos, 1968

Los cuatro hermanos

en la zona de La Matanza, haciendo trabajo social y polí-tico de base en los barrios. Trabaja con obreros y amas de casa de la zona y es la directora de prensa de “En lucha”, el periódico del Movimiento. A fines del ’73 se recibe de Licenciada en Ciencias Económicas y la nombran ayu-dante de cátedra de Economía Política, cátedra de Pablo Gerchunoff, en la Facultad de Derecho. Al año siguiente nace su segundo hijo, Abel Gustavo Sandoval. En 1975, el matrimonio se separa.

El año 1976 la encuentra viviendo con sus dos hijos, Fer-nando de seis años y Abel de dos, en su humilde casa de la calle Santana y Bustamante en Hurlingham. Trabajando en la Empresa contable SIGAL de la Ciudad de Buenos Aires y dictando la materia Contabilidad en el Colegio Secundario Sagrado Corazón de Hurlingham. Seguía mi-litando en el MR17.

A partir del 24 de mazo de 1976 comienzan a secuestrar compañeros del Movimiento. El 16 de septiembre de ese año un grupo armado de unos quince miembros, se anun-cian con megáfonos al barrio como “Fuerzas Conjuntas de Seguridad”. Advirtiendo a los vecinos que no salgan de sus casas ingresan por la fuerza con armas largas y sin uniforme rompiendo todo y preguntando por Pedro Sandoval. “Esta, qué no va a saber sobre su paradero”; le dicen a Alicia y le pegan hiriéndola con los vidrios de la ventana delante de sus hijos. Le vendan los ojos y en camisón, junto a su amiga Lucía Fariña, que se encontraba

ese día en la casa, las secuestran. Antes de retirarse, llevan a los hijos de Alicia a la casa de una vecina.

El operativo se dirigió hacia la calle Dante esquina Mas-cagni, a unas seis cuadras. Allí secuestraron a los compa-ñeros de militancia Margarita Weiss, Edgardo Lombardi y una amiga de la pareja, Armandina Gladys Bustos. Al hijo del matrimonio, Gustavo Lombardi de tres años, lo dejan con un vecino. Los trasladan al Centro Clandes-tino de Detención Tortura y Exterminio que en la ac-tualidad se conoce como Proto-Banco, en ese momento Brigada Güemes, Puente 12, en Camino de Cintura y Ricchieri. Ahí permanece todo el grupo junto, son inte-rrogados, ferozmente golpeados y torturados. Alicia pre-guntaba a menudo: “¿Qué habrán hecho los milicos con mis hijos?”. El 19 de septiembre liberan a Lucía Fariña. Todos los demás, incluida Alicia, permanecen detenidos desaparecidos.

Alicia, por vos y por los 30.000 nunca te olvida-mos, te amamos, exigimos Verdad y Justicia. Rei-vindicamos tu lucha y levantamos con orgullo tus banderas por un país mejor con justicia social para todos.

Alejandra, Gloria, Mirta y Oscar Rabinovich y compañeras de militancia

Los cuatro hermanos Casamiento

22

Silvia Graciela Resnicoff Cravchov yMario Esteban Orzábal Vittori

Continúandetenidos

desaparecidos

Silvia Graciela Resnicoff Cravchov nació el 12 de diciembre de 1956 en el Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires. Cursó la primaria en la Escuela Nº 48 del Barrio Marina y sus estudios secundarios en el AUPI de Ituzaingó.

Mario Esteban Orzábal Vittori nació el 1 de febrero de 1952 en la ciudad de Santa Fe. Era técnico químico, le faltaba poco para recibirse de ingeniero y trabajaba en la fábrica Scholnik.

Silvia tuvo varios trabajos en la Ciudad de Buenos Aires, en una casa de deportes en Uriburu y Avenida Corrientes y en un estudio contable del barrio Once. Era estudiante de historia. Tenía un ca-rácter fuertísimo, era muy solidaria, dulce y familiera.

Ambos militaban en Montoneros. A él le decían “Augusto” y a ella “Cacha”. Se conocieron a fines de 1976, cuando Mario y el Negro, un compañero de la organización, fueron a vivir a un te-rreno lindero con la casa donde Silvia vivía con sus padres, en el barrio Libertad de Merlo.

En ese terreno, Mario y el Negro armaron una casilla. Tiempo después el Negro tuvo que irse de ahí y el 31 de marzo de 1978 Silvia se muda con Mario. Luego se trasladaron a una pensión y más tarde alquilaron una casa en Villa Tesei.

El 30 de junio de 1978 son secuestrados de su casa en Benoit 638. Ese día Silvia había estado en casa de sus padres de visita. Estaba embarazada de tres meses y tenía 21 años. Mario había cumplido los 26. Ambos, y su hijito en gestación, permanecen detenidos desaparecidos. De fiesta

Silvia con su hermana

BailandoSilvia en el mar

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María de las Mercedes Funes Lorea nació el domingo 2 de noviembre de 1952 en la Ciu-dad de Buenos Aires, era la cuarta hija del matrimonio de Blanca Lorea y Teté Funes Luque y la única mujer de siete hermanos. Creció jugando en las veredas de Haedo, su casa quedaba en la calle Congreso, don-de siempre descansaban en los sillones del living guitarras criollas que esperaban ser tocadas.

Los fines de semana de Mercedes se llena-ban de música y de ruidos de familia nume-rosa. Cada viernes regresaba a su casa desde el Instituto Sagrado Corazón, en el barrio de Almagro. Allí pasaba la semana compartiendo temas no sólo escolares sino también femeni-nos, para poder compensar el mundo de va-rones que le tocaba vivir en su familia. Con sus hermanos compartía la música, cada uno mostraba sus últimas conquistas en la guitarra y ella cantaba en francés.

María de las Mercedes Funes de Estévez,Gabriel María Estévez y José María Estévez

Continúandetenidos

desaparecidos

También era muy habilidosa como cocinera y costurera. Pero por sobre todo, los rasgos que más la caracterizaban eran su ternura, su sensibilidad y su atención a las nece-sidades que la realidad exigiera. Estas cualidades la ayu-daron a tener amistades sinceras y perdurables. La música volvió a vincularla a sus afectos más profundos cuando lo conoció a Gabriel, a los dieciocho años, cantando los dos en las misas de Santiago Apóstol, donde se casaron el 29 de mayo de 1976.

Estudió en la Universidad Católica Argentina para Asis-tente Social y desplegó su labor con mucha entrega en los barrios humildes de Ciudadela. Se comprometió con la sociedad y con sus propios principios morales, éticos y espirituales. En la familia temían por su situación, ella respondía con la seguridad e inocencia del que está ha-ciendo buenas acciones por los otros. Por los que necesi-taban educación, y asistencia de todo tipo.

La noche del 22 de agosto de 1977 le mostró en carne y hueso la cruda y desvergonzada violencia que se estaba viviendo en Argentina. Mercedes y Gabriel fueron se-cuestrados en su casa de Fasola 796, Haedo, por cuatro o cinco hombres fuertemente armados. Unos meses antes se lo habían llevado a José, un hermano de Gabriel.

Por supuesto que el desenlace es como el de otras miles de personas, desconocido, injusto y por sobre todas las cosas doloroso.

Catalina Funes Lorea

Merceditas

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Merceditas, la cuarta hija de Tristán Funes Luque y Blan-ca Ester Lorea, nació muy menudita y hasta los 8 años lo fue. Lo que más recuerdo de ella es su hermoso cabello. Era castaño pero con mechas muy claras y terminaba en unos sedosos bucles que le caían sobre el hombro. Era una nena muy linda y muy tímida.

Merceditas, Chela y yo éramos las únicas nenas entre dieciséis primos. Una por cada familia. Eso nos hacía muy unidas. Había que sobrevivir a tantos varones. En-tre nosotras sólo mediaban dos años (yo era mayor). Nos enseñaron a querernos mucho, así que más que primas parecíamos hermanas.

La casa de la calle Congreso, se llenaba de luz y de canto. Venía algún compañero del San José de Morón, los ami-gos del barrio y la fiesta se armaba a pura voz, guitarra y bombo.

En aquellos tiempos, los chicos no admirábamos a los Superman o los Batman. Nuestros superhéroes eran Los Fronterizos, Los Chalcha, Ray Coniff y Carlos Barocela, entre otros. Corrían los años sesenta…

Teníamos 12 y 10 años. Éramos las mejores primas y las mejores amigas. Compartíamos las muñecas, los juguetes y la ropa. Mi papá me traía de Estados Unidos las muñe-cas más lindas y cada tanto se colaba en su valija alguna para Merceditas.

Nunca un sí ni un no. Meche nunca discutía ni peleaba.

Por ese entonces los varones Funes la molestaban lla-mándola “La Mocha”. Eso la enfurecía. Pero su furia la manifestaba con ojos tristes llenos de lágrimas. O como cuando no la dejaban participar de sus reuniones; mi tía Pocha se la llevaba y la mandaba a dormir. Eso me creaba un conflicto: yo quería participar de la reunión, pero me parecía desleal dejarla ir a su cuarto sola. Entonces nos llevábamos las revistas a la cama y nos entregábamos a Morfeo abrazadas, yo a mis Susy y ella a las del Pato Donald.

Poco tiempo después nuestros dos años de diferencia em-pezaron a marcar una distancia, no en el amor que nos teníamos pero sí en los gustos y preferencias. Las pocas veces que ella venía a casa se vestía con mis cosas y le encantaba ir a mirar vidrieras por Flores. Hasta se puso mis taquitos y se pintó los labios y nos fuimos a tomar una Coca Cola en Alabama, al lado de la iglesia San José de Flores, a la salida de misa de 11. Toda una aventura para aquellas épocas.

Después me puse de novia y empecé a trabajar. Ya no iba los fines de semana a Haedo y nos veíamos poco. Mer-cedes se recibió de maestra y de asistente social, sé que trabajaba mucho misionando en una villa. Les enseñaba a los chicos el catecismo, a leer, les cosía la ropa, ayudaba en la preparación de alimentos. Le preocupaba mucho la injusticia que sumía a esos niños a vivir en la pobreza. Estaba asumiendo el mandato materno: una vida vivida para hacerle bien al otro. Con humildad y con toda la inocencia. Porque ella era así, pura e inocente. Sin dejo de maldad ni orgullo.

Un día me enojé mucho por unos jeans y un sweater que le regalé. Para mí eran un tesoro muy preciado, pero como ella no tenía se los pasé. Poco tiempo después le pregunté por ellos y me dijo que los había dado a alguien de la villa porque no tenía qué ponerse.

Era así, lo material no tenía ningún significado. Y un día apareció Gabriel Estévez. Se le iluminó la cara y le es-talló el corazón. Merceditas se enamoró. Se casaron con

Gabriel y Mercedes

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misa de esponsales en una ceremonia bellísima. La Igle-sia estaba llena de gente joven y en vez de coro y órgano había una banda con guitarras eléctricas que interpretaba las canciones de Vox Dei.

Merceditas Funes era ahora Mercedes Funes de Estévez.

Y luego vinieron las promesas de juntarnos a matear ‘algún día de estos’, pero las dos (yo me había casado dos meses antes) estábamos estrenando nuestras vidas de mujeres ocupadas y, en verdad, nos dejamos de ver por un tiempo. Creo que a todos nos pasa cuando armamos nuestra familia, nos encerramos en nuestro mundo y to-mamos distancia hasta de nuestros amigos más íntimos. Pero con el tiempo volvemos a encontrarnos… Con Mer-cedes ese tiempo no existió.

Una tarde espantosa, que nunca voy a olvidar, mi mamá me dijo: “Se llevaron a Mercedes y a Gabriel”.

“¿Qué? ¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿A dónde?”; reaccioné yo. Vivía en una burbuja. ¡No entendía nada!

El ‘de esto no se habla’ y el ‘no te metás’ se pusieron en boga en nuestra familia. Como en la mayoría de las fami-lias de nuestro país.

El tiempo pasaba y ni Mercedes ni Gabriel aparecían. El cuarto de soltera de Mercedes seguía igual que cuando lo dejó para casarse. Las muñecas me miraban prolijamente dispuestas sobre su cama. Allí todavía quedaban algunos de sus libros y algo de ropa en el placard. La Tindi dor-mía allí, tal vez buscando alguna manera de estar cerca de su hija.

Un silencio negro y aterrador signaba nuestros encuen-tros.

Hoy querida Merceditas dejaste de ser una sombra iti-nerante en nuestras vidas. Eres la esperanza de que haya Justicia, una humana y otra divina, a la que no escaparán aquellos que un día truncaron tu vida, tus sueños y tus

esperanzas. Vidas jóvenes comprometidas con un ideal, mentes valiosas y espíritus valientes. Imposible que des-aparezcan, imposible que no vivan en la memoria de los que los aman y en la de su pueblo.

Margarita Sprat

A mi querida Madrina y Tía Merceditas:

Es un honor escribirle a una mujer maravillosa, estarás por siempre en mi memoria y en mi corazón.

Desde que yo era chica mis padres me contaron de tu ge-nerosidad, que distribuías en barrios humildes tu amor y caridad.

Mis hijos han usado batitas que realizaste con tus manitos para mí, tu ahijada. Las guardé y cuidé con todo el amor tuyo que sentí. Ahora están en manos de mi ahijado, ya que mi hermana Catalina las cuida como un tesoro invaluable. Como herencia familiar nos dejaste todo tu amor, toda tu dicha, toda tu alegría. Tu voz cantando por la casa, como solían recordarte mis padres, quedará en nuestra memoria.

Recuerdo discusiones en la casa de la abuela, sin entender bien lo que sucedía. Aunque ya crecida sigo sin entender por qué se llevaron la vida de mi madrina Mercedes. Ahora que soy una mujer trato de vivir con tus alegrías, tu fortale-za, tu generosidad, y contagiar al que me rodea con amor.

Agradezco a mi madre porque desde niñas no nos ocul-tó la difícil situación que vivía nuestro hermosísimo país, mientras compañeros y amigos desconocían esta parte de nuestra historia. Por eso ruego que esto no pase NUNCA MÁS.

Es un orgullo que te hagan este homenaje; vas a estar viva dentro mío para siempre.

Tu ahijada, María Funes LoreaComodoro Rivadavia, agosto de 2010

Gabriel María Estévez Cranino nació el 20 de julio de 1952, el más joven de ocho hermanos. Era muy alto, me-día un metro noventa. Estudió la primaria en la Escuela Nº16 y la secundaria entre el Colegio Emaus y la Escuela Agrotécnica de Uribelarrea. Le faltaba una materia para recibirse de ingeniero agrónomo en la Universidad de Buenos Aires donde militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Trabajaba como obrero metalúrgico en la General Motors donde había sido elegido delegado.

Le gustaba mucho la música, tenía un oído excepcional. Tocaba muy bien todos los instrumentos, especialmente la guitarra y el violín. Si no tenía instrumento llenaba con agua unas copas y tocaba una melodía. Tenía un grupo de música, que comenzó en la Iglesia Santiago Apóstol y continuó por fuera. Frecuentemente le ofrecían que toca-ra en casamientos o reuniones. También armaba parlantes y cosas por el estilo. Le gustaba la mecánica. Era muy inteligente y reservado.

El 22 de agosto de 1977 lo secuestran junto a su mujer María de las Mercedes Funes de la casa de sus padres, donde estaban viviendo, en Fasola 796, Haedo. Se habían casado en mayo de 1976. El secuestro fue ejecutado por quienes se identificaron como Fuerzas Conjuntas, vesti-dos de civil, encapuchados y armados. Tenía 25 años.

José María Estévez Cranino nació el 4 de julio de 1949. Era el séptimo de ocho hermanos. Sus estudios primarios los realizó en la escuela Nº 16 de Haedo y en la Escue-la Agrotécnica de Uribelarrea. Estudió Agronomía en la Universidad de Buenos Aires y militaba en la Juventud

Universitaria Peronista (JUP). Trabajó en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en Ezeiza y en Av. Constituyentes. Jugaba muy bien al fútbol, integró las in-feriores de Vélez como delantero.

Era una persona buenísima, daba todo. José hacía cosas en madera, se había armado un taller de carpintería en el fondo de su casa. En una época también reparó encen-dedores. Además, junto a su hermano Gabriel realizaban elementos en metal para la industria alimenticia. Hacían trabajos manuales de todo tipo, como envasar harinas y fideos para un feriante.

Hizo el servicio militar la Fuerza Aérea, en una oficina de Haedo.

El 2 de mayo de 1977 a las 23 lo secuestran de su casa en la calle Los Andes 1144, Haedo, donde vivía con su esposa. El operativo lo realiza un grupo de seis a ocho in-dividuos que dicen ser de las Fuerzas Conjuntas, armados y vestidos de civil. Tenía 27 años.

In memoriam Te recuerdo, José María, lo voluntarioso que eras, nun-ca contestabas, todo estaba bien; cuando estudiabas en Uribelarrea con los salesianos me dejaste un regalo, una medalla que habías ganado en 1965.

Gabriel María, todavía recuerdo la última vez que te vi, sin saber que jamás volvería a hacerlo. Miré tus manos y observé tus dedos largos y finos trabajando la made-ra, esos dedos que podían ejecutar cualquier instrumento musical apenas los tocaran.

A veces todavía los veo a los dos fabricando cañas de pescar con caña tacuara que tenía Domingo, para poder venderlas después. Todavía tengo el cañaveral y lo sigo cuidando.

Luis María Estévez

Mural homenaje en la Escuela Nº 2 de Haedo

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Selva del Cármen Mopardo yAlfredo Néstor Mopardo Córdoba

Alfredo Néstor Mopardo continúadetenido

desaparecido

Selva del Cármen Mopardo Córdoba nació el 17 de septiembre de 1950 en el Hospital Fernández de la Ciudad de Buenos Aires. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 17 de Castelar y el se-cundario en el Sagrado Corazón de la misma lo-calidad. A los 12 años ya era profesora de danzas españolas y a los 16 de danzas clásicas.

Se recibió de Licenciada en Ciencias de la Educa-ción en la Universidad de Morón, donde militó en la Juventud Universitaria Peronista. Organizaba actividades solidarias y recreativas para los niños del Instituto Riglos. Trabajó en Swift, liquidando sueldos y jornales.

El 13 de noviembre de 1976 fue secuestrada de su domicilio en Argentina 547, Castelar, por quienes se identificaron como miembros del Ejército. Tenía 26 años. Fue vista con vida en los Centros Clandes-

tinos de Detención Tortura y Exterminio “El Vesu-bio” y “Garage Azopardo”.

Su cuerpo apareció el 4 de diciembre de 1976 en Av. Figueroa Alcorta y Dorrego, en la Ciudad de Bue-nos Aires. Dentro de un automóvil junto a su cuñada Alejandra Roca, también secuestrada el mismo día que ella, y dos personas más. El Ejército pretendió fraguar los asesinatos como un enfrentamiento. Sus cuerpos tenían múltiples impactos de balas y signos evidentes de haber sido torturados.

Alfredo Néstor Mopardo Córdoba nació el 2 de oc-tubre de 1953 en el Hospital Fernández de la Ciudad de Buenos Aires. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 17, al igual que su hermana y el secun-dario lo hizo en Ramos Mejía. Inició estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Alfredo y Selva junto a sus padresAlfredo y Selva

Selvita, Freddy, María Alicia y Pablito, hijos queri-dos. Ustedes se fueron pero siempre están conmigo.

Cuando los secuestraron no sabíamos que hacer, pero con el tiempo nos empezamos a juntar todas las madres que estábamos en las mismas condi-ciones. Comenzamos la lucha por encontrarlos, los buscamos por todos lados. A medida que iban pasando, los años no nos acobardaron y seguimos adelante. Yo sé que así me hubieran querido, fuerte en la lucha.

A pesar del dolor agradezco tanto tener un nieto, que se parece mucho a sus padres y por sobre todas las cosas es una muy buena persona.

Con mis oraciones llego a todos ustedes.

Mamita (Delicia Córdoba de Mopardo)

Tuvo distintos trabajos, el último fue la fabricación de arte-sanías, sandalias, cinturones, carteras, ropa hippie, tarea que realizaba junto a su esposa y su cuñado. Conoció a María Alicia Morcillo en una marcha a Plaza de Mayo. Se casó con ella en 1975 y tuvieron un hijo, Sebastián Pablo Alfredo.

Fredy o el Negro, como lo conocían sus compañeros, fue un militante de “fierro”. Su compromiso con la liberación nacional lo demostró día a día. En 1973 se incorporó a la Juventud Peronista y en Ituzaingó militó en una villa don-de realizaban baldosones para construir veredas y poder transitar los días de lluvia, entre otras actividades. Luego desarrolló su militancia en la zona de Puente Roca. Se integró a la organización Montoneros.

El 13 de noviembre de 1976 fue secuestrado por el Ejérci-to de la casa donde vivía con María Alicia, en Cádiz 3052, Castelar. Tenía 23 años. Fue visto con vida en los CCDT y E “El Vesubio” y “Garage Azopardo”. Permanece dete-nido desaparecido.

Placa frente a casa de Delicia

Delicia en Plaza de Mayo

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María Alicia Morcillo Iglesias y Pablo Jorge Morcillo Iglesias

Continúandetenidos

desaparecidos

María Alicia Morcillo Iglesias nació el 20 de no-viembre de 1953 en el Hospital Anchorena de la Ciudad de Buenos Aires.

Su bisabuela, Ramona Gigena de Morcillo, fue la fundadora del pueblo cordobés Alcira Gigena. Allí María Alicia cursó parte de la escuela primaria, la cual terminó en el Normal 9 de la Ciudad de Buenos Aires. La secundaria la hizo en el Colegio Esteban Echeverría de Ramos Mejía, junto a su hermano Pa-blo en el turno noche.

Le gustaba mucho la danza clásica. Estudió un tiempo en la Escuela Nacional de Danza y, por ra-zones económicas, con mucho dolor tuvo que dejar de hacerlo. Trabajó un tiempo en un local de ropa en una galería en el centro de Morón.

En 1974 empezó a participar en política. Pertenecía a la organización Montoneros. Sus compañeros la co-nocían como “Resorte”. Parte de su militancia la de-sarrolló en la zona de Puente Roca. Se casó en 1975 con Alfredo Néstor Mopardo Córdoba, el Negro y tuvieron un hijo, Sebastián Pablo Alfredo.

El 13 de noviembre de 1976 fue secuestrada de la casa donde vivía con Alfredo, en Cádiz 3052, Cas-telar. Tenía 23 años. Fue vista con vida en los CCDT y E “Garaje Azopardo” y “El Vesubio”. Permanece detenida desaparecida.

Pablo Jorge Morcillo Iglesias nació el 16 de julio de 1952 en la Ciudad de Buenos Aires. Era el único varón de cinco hermanos. Terminó la secundaria en el Colegio Esteban Echeverría de Ramos Mejía. Era muy buen estudiante, al igual que su hermana María Alicia.

Se dedicaba a fabricar ropa que después vendía. Es-taba a punto de irse a vivir a Brasil donde residía una de sus hermanas. Para ayudar a Maria Alicia, a quién adoraba, y a su cuñado Alfredo, pensaba armar un emprendimiento en el que todos pudieran trabajar, por eso se quedó.

Cuando fueron a buscar a María Alicia y Alfredo el 13 de noviembre de 1976 a su casa de Cádiz 3052, Castelar, él pidió ser llevado con ellos. Tenía 24 años. Ese día también secuestraron a su novia, Ale-jandra Roca, y a su cuñada, Selva Mopardo, cuyos cuerpos aparecieron el 4 de diciembre de 1976.

Fue visto con vida en los CCDT y E “Garaje Azo-pardo” y “El Vesubio”. Permanece detenido desapa-recido.

María Alicia y Pablo

Burbujas

El hijo de mi hija está durmiendo...He cerrado las ventanas,no parece que soplara el viento.¿Acaso ya es invierno?

Hay un silencio opaco en los rincones.enmudeció el jardín y no hay estrellas...

No hay vida en las cosasni en los juegos...Si hasta el cielo azulparece viejo.¿Qué es esta soledad que no comprendo?¿Qué música me falta? ¿Qué palabras para llenar mi tiempo?

De pronto, sin pensarlo, veo extraños dibujosen el suelo...Soles pequeños dando tumbos por el aire,que cascabeles, que pájaros, que estrellasrompiéndose en la tarde.

Que se cuela el aroma de las rosas.Que me embriagan los trinos de las aves,que se mueven las sillas y las cosas, que hay algo que canta, que ríe y que llora,que ya no es de noche, que nada está quieto,que ya nunca, nunca volverá el invierno...¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?-Si yo no comprendo...-El hijo de mi hija ya no está durmiendo...

Vilma Astrit Iglesias(madre de María Alicia y Pablo Morcillo)

Leí alguna vez que “el tiempo del amor no es grande ni chico, que es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante”; y quizás sean esas frases con las que pueda expresar el más profundo sentir que me ha acompañado en todos es-tos años. En los que, junto con mi familia, hemos podido compartir la tristeza y el dolor por la ausencia de mis hermanos; a quienes les arrancaron sus vidas, y con ello algo de las nuestras también desapareció.

¿Qué les puedo decir?: que el tiempo del amor es chico cuando deseo abrazarlos y no encuentro sus cuerpos…Que el tiempo del amor es grande cuando sus risas y sus cantos son imágenes vivas, y aún puedo escucharlas…Mis queridos María Alicia y Pablo, quiero decirles que no hay consuelo en mi alma por vuestra ausencia, pero a la vez el recuerdo de tiempos compartidos, me hace acariciar la esperanza de justicia.

Los ama por siempre su hermana María Eugenia, y su familia: Sebastián, Enrique, Natalia, Malena, María Florencia, María Elena, Maia, Jonatan, Ela.

Pablo Morcillo

Todos los hermanos Negro y Resorte

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María de Lourdes Noia García

Continúadetenida

desaparecida

María de Lourdes Noia García nació el 21 de noviembre de 1946 en la maternidad Pardo de la Ciudad de Buenos Aires. Pesaba más de 4 kilos. Era la tercera de cuatro hermanos, tres mujeres y un varón.

Cursó la escuela primaria en el Colegio Cor-nelio Saavedra, en Peña y Arenales. Desde chiquita le encantaron los libros. El secunda-rio lo terminó en el Liceo Nº1 de Señoritas en Av. Santa Fe y Anchorena.

Era una persona muy divertida, solidaria y siempre cumplía con su palabra. Le gustaba escuchar a Cuco Sánchez y a Los Fronterizos. A los 15 años fue elegida princesa de la pri-mavera en el club de su barrio.

Con 16 años ingresó en la Facultad Filosofía y Letras para cursar la carrera de psicología. En la Universidad se afilió a la FEDE (Fe-deración Juvenil Comunista), con el tiempo pasó a militar en el PCR, luego en FAL y por último en la JP.

Estuvo en Ezeiza el día de la vuelta de Perón y también fue a la cárcel de Devoto el día de la liberación de presos políticos.

Era muy alegre además de comprometida. Le gustaba cocinar comidas agridulces y había aprendido a tejer al crochet muy bien.

Se casó con Quique en 1970 y en diciembre de 1974 nació su hijo Pablo. Vivieron juntos

en varios lugares. En 1976 se mudaron a Pavón 2356, 4º “15”, Capital. Entre otros trabajos, era docente en la Uni-versidad de Morón.

Lourdes nunca pensó en irse. “Si todos nos vamos ¿qué va a ser del país?”, decía.

El 13 de octubre de 1976 ella y su esposo son secuestra-dos de su domicilio y llevados al CCDT y E ESMA. A la semana, Quique fue liberado, María de Lourdes continúa desaparecida.

Con su madre y sus hermanos

Para que puedan conocer a María de Lour-des Noia tendría que empezar a contarles que siempre tuvo muy claro qué quería hacer en su vida. Es así que desde muy chica le dio un lugar especial al conoci-miento. Nunca nadie tuvo que empujarla, simplemente ella alcanzaba sus objetivos. Completó el secundario en tres años, ya que dio dos años libres. O sea que a los 16 años entró en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA para cursar la carrera de Psicología.

Esta dedicación al estudio no la excluían de tener una intensa vida social. Le gusta-ba tener amigos, la música, los amores, los bailes, era muy alegre y con una personali-dad muy definida.

En esta nueva etapa en la Facultad, nace su compromiso con la militancia. Primero universitaria, incorporándose a la Federa-ción Juvenil Comunista. Luego los vaive-nes políticos de aquellos años la llevan por otros caminos, integró el PCR, las FAL y a principios de los años setenta se incorpora a la Juventud Peronista ligada a la Tenden-cia. Tenía la convicción que las bases para el cambio social estaban dadas dentro de ese movimiento. Por eso desde allí trabajó con sus compañeros en la villa del Bajo Belgrano, en el Movimiento de Inquilinos, y también inició su actividad sindical en la Juventud Trabajadora Peronista Docentes.

En los comienzos de la década del setenta, ya con su título de psicóloga, comienza a trabajar en la profesión. En 1973 ingresa en la DINEA (Dirección Nacional de Edu-cación para Adultos), una experiencia de alfabetización para adultos implementada durante el gobierno de Héctor Cámpora desde el Ministerio de Educación y como

docente en la Carrera de Turismo de la Universidad de Morón.

Su alegría más grande fue en noviembre de 1974, cuando nació su hijo Pablo. Tanto ella como Quique, su marido, lo adoraban y compartían su cuidado con mucho amor. Ella repartía su tiempo entre el trabajo, la militancia y su familia, sin descuidar a ninguno.

Lourdes estaba comprometida con la fuer-za de su participación, su ética frontal y solidaria, su ecuanimidad y su hondo compromiso. El cual nunca estuvo impul-sado por intereses personales, sino que fue parte de un proyecto compartido de esa generación de inclaudicables militantes populares de los años ‘60 y ‘70.

Y si pienso una síntesis de ella, aparece siempre en mi mente el poema de Mario Benedetti “La gente que me gusta”. Y creo que aunque tan sólo transcriba el fi-nal puedo decirles que así es Lourdes: “... La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la fe-licidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los de-más y el propio son cosas fundamentales para llamarse gente.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.

Gracias por ser de esa gente.”

Gracias Lourdes.Tu hermana, Margarita Noia García

Con su fiel mascota

Esperando a su hijo Pablo

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Vivió sus primeros dos años en Villa Luro, en un de-partamento arriba de la casa de sus abuelos paternos. Mientras su papá trabajaba en el frigorífico Lisandro de la Torre, su mamá atendía la casa y al nuevo bebé, y entre los dos construían la casa propia en un terre-no en Castelar adonde se mudaron en el año 1958.

Fue el primer nieto y sobrino para las dos familias, su abuela María Antonia y sus dos tías maternas Josefina y Rosita lo disfrutaron y mimaron toda la vida. Su tío Miguel, esposo de Rosa fue desde siem-pre su amigo y compañero, en épocas de militancia y persecución estuvo cerca siempre colaborando y tratando de no perder el contacto con Gabriel y su nueva familia.

Ese privilegio de hijo único le duró hasta julio de 1959 cuando nació su hermana Patricia quien se convirtió en su compinche y defensora inseparable durante toda la infancia.

Desde chiquito le gustaron los bichos, el campo, el patio, subirse a los árboles y a los techos y, al igual que sus padres, se hizo hincha de River. Su papá te-nia un Jeep Willy con el que toda la familia viajaba los fines de semana o con el que, cada dos por tres, se escapaban los “hombres”, padre e hijo, a cazar perdices a un campito de un amigo en Lobos.

Gabriel Ernesto Rodríguez

En el año 1963, después de problemas económicos, toda la familia se mudó a Ituzaingó a una nueva casa, construida por su padre y lindera con la de su abuela materna.

Desde jardín de infantes fue al Instituto Inmaculada de Castelar, un colegio dirigido por sacerdotes del Tercer Mundo que tenía un sistema especial por el que se hacían 5 años de primaria y 7 de secundaria. Así fue que tuvo 7 años de latín, de griego, de fran-cés, las tres geografías clásicas de la época, historia argentina, historia de la cultura, literatura latina y de-portes: jugó en el equipo de fútbol mas implacable de la zona.

Siempre se las arregló para que le fuera bien en la escuela y casi siempre era el mejor compañero aun-que esto, parece, le salía sin esfuerzo. También por esta escuela conoció el rugby, jugó en el Club Los Matreros de Morón y después de los partidos volvía a su casa lleno de golpes y torceduras, para gran dis-gusto de su mamá. En esta etapa encontró amigos de colegio, de campamentos en el sur, de asados en Villa

Gabriel Ernesto Rodríguez nació el 16 de diciembre de 1956 en una clínica de Ramos Mejía, Buenos Ai-res. Su segundo nombre lo heredó de su padre Ernesto José Rodríguez (y de su abuelo Ernesto también) y su apodo, el Negro, le vino, sin dudas, por la herencia de los colores de su mamá Sara Romero, morocha de pura cepa.

Gabriel, sus padres y su hermana

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Udaondo después del partido y, también, amigos en el cen-tro de estudiantes y compañeros de militancia.

En el año 1974 participaba del Centro de Estudiantes de Inmaculada e ingresó a la UES de Castelar-Ituzaingó, co-menzando su militancia política en el peronismo. A partir de allí empezó a comprometerse cada vez más, en ese mo-mento la militancia, además de lo referido a su compromiso ideológico, tenía una buena cuota de novedad o aventura, para él fue algo así como una puerta hacia otro mundo que le interesaba reconocer y recorrer.

A fines de ese ‘74 terminó el colegio y tuvo que dejar el frente secundario para pasar al frente barrial. En la JP militó en los barrios de Morón Sur: Texalar, Manzanar y San José.

Le quedaron pendientes dos materias que nunca alcanzó a rendir, a esa altura y a pesar de sus ganas de estudiar bioquímica la militancia absorbía prácticamente todo su in-terés y su tiempo. Durante ese año conoció, también en la UES, a Alcira, La Flaca o Manzanita, se enamoró y decidió formar con ella una familia agregando un motivo más a su compromiso: quería un mundo mejor para sus hijos.

Cuando las condiciones políticas se fueron agudizando la organización Montoneros pasa a la clandestinidad. Gabriel participa de esa transformación necesaria y se integra a otros ámbitos de producción política, en donde lo principal era impedir el avance del proyecto que ya se visualizaba como la destrucción del avance popular iniciado en 1973, resistir el modelo económico y represivo de la dictadura.

Y por que en su vida la dimensión de su compromiso mili-tante y lo personal y familiar iban juntos, los hijos llegaron un poco más tarde.

Victoria nació en julio del ‘76 y Martín en octubre del ‘77. Victoria alcanzó a disfrutar a su papá unos meses, Martín no pudo conocerlo.

A Gabriel lo mató el Ejército Argentino durante un allana-miento en la casa donde vivía en Ituzaingó una madruga-

da de febrero de 1977. Tenía 20 años. Su compañera fue secuestrada y posteriormente presa. Victoria, que estuvo durante el allanamiento, salvó milagrosamente su inte-gridad e identidad ya que quedó a cargo de una vecina, amiga de la familia que la entregó cuidadosamente a sus abuelos paternos. Martincito nació en la cárcel de Villa Devoto 8 meses más tarde.

Durante la última etapa de su militancia su mamá, lo aler-taba sobre los peligros y quería protegerlo, pidiéndole que saliera del país con su familia. Nunca aceptó irse, sentía que aquí estaba su lugar.

Después de su muerte, Sarita buscó desde el primer día a su nuera y a su nietito, con la valentía que Gabriel siempre intuyó que tendría. Fue, junto con la bisabuela y las tías una familia amorosa y continente primero para Victoria y luego para Martín, los hijitos de su hijo.

Sus hijos crecimos con el orgullo de su compromiso, de su valentía y su calidad humana y del amor que nos pudo dar y que sigue llegando a través de su familia, de sus amigos y compañeros que lo quisieron y sobrevivieron.

María Victoria Rodríguez, su hija.

Basada en los relatos y con la ayuda de Sara Romero, Alcira Camusso, Esteban Valentino, Alejandro y Adriana Domínguez y Eduardo F. Rodríguez.

Pancarta y Gabriel a los 17 años

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Luis Pablo Steimberg Ludmer

Continúadetenido

desaparecido

Luis Pablo Steimberg Ludmer nació el 2 de febrero de 1954 en Pizarro 7360, una casa del barrio porteño Mataderos. Allí vivió con sus padres Sara y Jaime y sus hermanos mayores Daniel y Marcela hasta fines de los años 50, cuando la familia se muda a la calle Almirante Brown al 200 en Morón.

Luis fue a la Escuela Primaria Nº 12 en la calle French, a la vuelta de su casa y el secun-dario lo hizo en el Colegio Rivadavia de Castelar. Tuvo diversos oficios. Con 13 años empezó a trabajar en una joyería, fue paseador de perros y trabajó en una escribanía de San Isidro. Era hincha de Racing, como toda la familia.

En 1975 ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Su mili-tancia política se dio en el ámbito universitario en la Federación Juvenil Comunista.

Empezó a hacer el servicio militar en enero de 1976, prestaba servicio en la Compañía de Comando del Colegio Militar de la Nación. El 10 de agosto de 1976 estaba en uso de licen-cia anual y alrededor de las 20:30hs salió de la casa de sus padres con el propósito de ir al cine en Capital Federal con Mario Molfino, un compañero del servicio militar. A las 23hs, Molfino llamó por teléfono a Sara y Jaime para avisarles que Luis no había llegado.

Luis fue secuestrado a dos cuadras de la casa de sus padres, en Brown y Rams (hoy Abel Costa), Morón. Alcanzó a tirar la carterita que llevaba con sus documentos y cigarrillos, la cual fue encontrada por un feriante y devuelta a su familia al día siguiente. Tenía 22 años. Fue visto en el Centro Clandestino de Detención “El campito”, en Campo de Mayo. Desde ese momento su mamá, su papá y sus hermanos lo buscaron incansablemente. Al día de hoy, permanece detenido desaparecido. Años después, escuchando un reportaje radial a un represor, Jaime y Sara Steimberg se enteraron que Luis había sido arrojado desde un avión en uno de los “ vuelos de la muerte”. “Ahora vamos a mirar con más respeto al mar”, fue-ron las palabras de Jaime al enterarse de lo que había pasado con su hijo.

“Cuando llegaba a casa siempre ponía música clásica, tenía muchos amigos, era querido por todos. Él luchaba por las mismas cosas que se lucha ahora: por una mejor educación, salud, por una mejor vida para los obreros”; cuenta Sara, su mamá.

Luis y la risa. Escribo y sonrío. Sonrío recordando la risa y digo que Luis era nuestro hermano menor, porque éra-mos tres, Daniel, Marcela y Luis.

Digo ironía, humor negro, digo torpes abrazos de “grandote”. Digo risas y charlas sobre el amor y las mujeres… Digo que Luis era “preguntón”, cu-rioso, seductor e impaciente. Se reía y nos hacía reír... ¡Bendita risa la que nos regalamos! Porque éramos jóvenes y por sobre todas las cosas, ella es y será guardadora, sanadora. ¡De eso estamos convencidos!

Tu hermana. Marcela Steimberg

Infancia de Luis

Luis y sobrino

En Mar del Plata

Sara y Jaime Steimberg

La familia Bruschtein vivió en Larrea 574, Morón, luego en Pedro Goyena y Carlos Casares, Castelar y al tiempo se mudaron a la Ciudad de Buenos Aires.

Santiago Bruschtein era bioquímico y junto a su pri-mo tenían una farmacia, “La Moderna”, en la calle 25 de Mayo frente al cine Morón. Era socialista y fue candidato a concejal por el socialismo en Morón.

Se casó con Laura Bonaparte, hija de Guillermo Bonaparte, dirigente socialista muy conocido en la Provincia de Entre Ríos quien, entre otras cosas, fue presidente de la Corte Suprema Provincial.

Santiago y Laura tuvieron cuatro hijos: Luis, Aída, Irene y Víctor. Entre cada uno había dos años de di-ferencia. Cuando entraron al colegio secundario, los hermanos más chicos comenzaron a militar en una agrupación llamada Frente de Lucha de Secundarios (FLS).

El 11 de junio de 1976 Santiago es secuestrado de su domicilio y asesinado. Es identificado como uno de las seis personas acribilladas que pretendieron desaparecer con el fuego en las puertas del Club SMATA, en una fotografía que tomaron los bombe-ros. Su cuerpo es llevado ese mismo año a un osario común en el Cementerio de Cañuelas.

Santiago Bruschtein, Aída Bruschtein Bonaparte,Irene Bruschtein Bonaparte de Ginzberg,Víctor Bruschtein Bonaparte, Mario Ginzberg yAdrián Saidón

Aída era conocida como “Noni”. Era muy inteligente y cabeza dura, hacía lo que se proponía. Había empe-zado a estudiar matemática en la facultad, pero des-pués abandonó. Trabajó como secretaria de su mamá, que era psicóloga. No aceptaba que sus padres le die-ran plata.

“Noni” estaba con pedido de captura desde un año an-tes de ser secuestrada. Junto a su compañero Adrián Saidón (Cacho) tenían la vida enfocada en la militan-cia en el PRT-ERP. “Cacho” era muy buen tipo, muy inteligente, un cuadro de la organización. El padre de Cacho, Alberto, era abogado y la madre pintora. En un momento le propusieron adelantarle la herencia, pero él no aceptó. Después se compró un taxi para trabajarlo y fue socializado en la organización.

Aída Leonora Bruschtein Bonaparte fue asesinada el 24 de diciembre de 1975, en un rastrillaje de las Fuerzas Armadas en Monte Chingolo. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común del cementerio de Avellaneda. Adrián Saidón fue asesinado el 24 de marzo de 1976 en la ca-lle, cerca de su casa en Avellaneda. Su cuerpo fue se-pultado sin identificar en el cementerio de Boulogne.

Víctor Bruschtein Bonaparte (Teniente Julio), era alto y delgado. Una persona afectuosa, cálida y muy querida por sus amigos. Le gustaban Los Beatles, ha-

Irene Bruschtein Bonaparte de Ginzberg, Víctor Bruschtein Bonapartey Mario Ginzberg continúan detenidos desaparecidos

bía formado un grupo con los compañeros de su hermana “Noni” y se juntaban en su casa para tocar. Hizo el colegio secundario en el Nicolás Avellaneda, ya viviendo la familia en Capital Federal. Luego se proletarizó y comenzó a traba-jar de obrero. Activo militante del PRT-ERP, el 19 de mayo de 1977 es secuestrado en su domicilio junto a su compañe-ra Jacinta Levi. Permanecen detenidos desaparecidos.

Irene Bruschtein Bonaparte de Ginzberg (Lilia) era muy sensible y afectuosa en el trato. Había definido su voca-

ción hacia el arte: modelaba muy bien en cerámica, era concertista de arpa y le gustaba mucho la música clási-ca. Físicamente tenía semejanzas con Víctor, era flaca y alta. De chica sólo comía milanesa con papas fritas, era lo único que le gustaba. La pareja de Irene, Mario Ginzberg (Pata), también era muy militante, ambos en el PRT-ERP. Fueron secuestrados de su casa el 11 de mayo de 1977 y desde entonces continúan detenidos desaparecidos. A la fecha ninguno de los cuerpos ha sido restituido a sus fa-miliares.

Mis desaparecidos:

Mi hija Aída Leonora Bruschtein Bonaparte, de 24 años, maes-tra alfabetizadora, fue secuestrada y asesinada el 24 de diciem-bre de 1975. Ese día, junto a siete u ocho vecinas de la villa de Monte Chingolo, donde vivía y trabajaba, estaban recorriendo el barrio. Buscaban ayudar a los damnificados por el bombar-deo que habían efectuado las Fuerzas Armadas el día anterior, como represalia al ataque al cuartel Viejo Bueno efectuado por el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP). El secuestro y ase-sinato se produjo durante el rastrillaje que seguían efectuando las Fuerzas Armadas.

Los primeros días de enero de 1976, en el juzgado Nº 8 de la ciudad de La Plata, el juez quiso entregarme las manos corta-das de mi hija, dentro del frasco Nº 24. Mi ex marido, Santiago Bruschtein, y yo resolvemos hacer un juicio por asesinato a las Fuerzas Armadas. La denuncia no nos parecía suficiente. Estela de Perón era entonces la presidenta y, como tal, comandante en jefe de las mismas.

El 24 de marzo de 1976 Adrián Saidón, compañero de mi hija Aída Leonora, es asesinado en la calle, en la ciudad de Avella-neda, cerca de su domicilio. Sus restos fueron sepultados sin identificar en el cementerio de Boulogne, Provincia de Buenos Aires.

El ll de junio de 1976, el domicilio del Dr. Santiago Bruschtein es allanado. Secuestran a Santiago gritando “¡Cómo un judío de mierda puede hacer un juicio de asesinato a las Fuerzas Arma-das!”. Al día siguiente es identificado como uno de los seis cuer-pos que habían intentado hacer desaparecer por el fuego a las puertas del Club SMATA de Cañuelas. La identificación de los restos fue posible gracias a la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense.

El 11 de mayo de 1977 allanan el domicilio de mi hija Irene Mó-nica Bruschtein Bonaparte de Ginzberg y de su marido Mario Ginzberg y son secuestrados en presencia de sus dos pequeños hijos. Irene tenía 21 años y era artista plástica. Mario tenía 24 años y era estudiante de arquitectura. Continúan detenidos des-aparecidos.

El 19 de mayo de 1977 allanan el domicilio de mi hijo Víctor Bruschtein Bonaparte y de su compañera Jacinta Levi. Ambos son secuestrados. Él tenía 24 años y ella 26. Permanecen dete-nidos desaparecidos.

En los dos últimos allanamientos la exhibición del poderío béli-co de las FF.AA., con granadas, ametralladoras, grupos de asalto y numerosos “efectivos”, mostraron estar bien entrenados para la represión al pueblo. El modesto departamento que ocupaban quedó prácticamente destruido.

Hice presentaciones, habeas corpus en la Argentina, presenta-ciones en organismos internacionales, como Amnistía Interna-cional, el Parlamento Europeo, OEA, y Naciones Unidas.

Las investigaciones personales me llevaron a descubrir la fosa común del Cementerio de Avellaneda. Al abrir la fosa fue im-posible identificar esos restos, puesto que estaban cercenados y mezclados con otros cadáveres, también NN. La cantidad y el tipo de restos encontrados no coincidían entre sí como para cal-cular exactamente cuántos había. Mucho menos, quiénes eran. Los restos de mi hija Aída Leonora son los que descansan en ese lugar, según la información judicial.

Carta escrita por Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora

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Natalia Cecilia Almada

Continúadetenida

desaparecida

Natalia Cecilia Almada, hija de María Ezequiela Almada, nació el 17 de diciembre de 1924 en Saforcada, Junín, Provincia de Buenos Aires. Allí vivió hasta su adoles-cencia, momento en que emigró a Capital Federal buscando mejores expectativas para su futuro. Se casó con Pedro Ávalo y tuvo 7 hijos.

Trabajó como costurera y luego fue obrera en la fábrica Alpargatas durante el gobierno de Perón, donde tuvo lugar su primera experiencia gremial y política.

Derrocado Perón, se sumó a la Resistencia Peronista. Cada 26 de julio, para el ani-versario de la muerte de Evita, armaba un altar en la vereda de su casa con un busto que había rescatado de un basural en 1955. Los vecinos le ponían flores y velas. Pero en ese entonces el peronismo estaba proscripto y esta acción inquietaba al policía del barrio que le pedía que lo sacara.

Entre los años 1968 y 1970 pasó a militar en la CGT de los Argentinos y el Movimien-to Revolucionario Peronista de Gustavo Rearte, participando de la campaña “Luche y vuelve”. Por sus actividades políticas fue detenida en numerosas oportunidades. En mayo de1969, con el país conmovido por el Cordobazo, la dictadura de Onganía la encarceló en el asilo San Miguel junto a otras 18 mujeres por “violar el estado de sitio y alterar el orden público”. Susana Ávalo, su hija, recuerda que “En la sede del Par-tido Justicialista donde se velaba a los compañeros asesinados en Trelew (…), hubo una brutal represión a los militantes que se encontraban afuera. Luego la guardia de infantería irrumpió en el local derribando las puertas con una tanqueta. Los que nos encontrábamos adentro tratábamos de resistir para que no se llevaran los féretros, in-gresaron rompiendo todo, con perros, gases y golpes. Somos detenidos por resistencia a la autoridad, mi mamá queda detenida algunas horas y a mí me sueltan rápido por mi condición de menor…”.

En 1970 participa de la Misa realizada por el Padre Carlos Mugica en el sepelio de Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus. Natalia concurrió con su característico pa-ñuelo de seda de color blanco, ilustrado con las obras realizadas por Perón y Evita y que llevaba la inscripción “Por una patria socialmente justa, políticamente libre y económicamente soberana”.

“La persecución política de la que fue objeto hizo que nos tuviéramos que mudar de domicilio, después de los asesi-natos de Abal Medina y Ramus, por haber participado de sus funerales, llegamos a la situación de no tener donde vivir. Fue así como nos vamos a vivir a la villa Carlos Gardel, donde se inicia la toma de los monoblocks cons-truidos por el ministro de la dictadura Manrique”, recuer-da Susana.

En el barrio, que pasaría a llamarse Mariano Pujadas, de-sarrolló una militancia de carácter social y barrial, siendo la responsable política ante la Junta Promotora del Parti-do Peronista Auténtico de Morón. Durante toda su vida demostró una gran solidaridad y un fuerte compromiso militante.

El 16 de octubre de 1976 fue secuestrada de su domicilio, ubicado en el monoblock 4, 2º piso, departamento L, ac-ceso 14. Fue vista con vida en los CCDs Comisaría 3ª de Castelar y I Brigada Aérea del Palomar.

Busto de Evita que Cecilia rescato de un basural en el 55

Cecilia con un vecino

Pañuelo que siempre utilizaba Nataliailustrado con las obras realizadas por Perón y Evita

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María Virginia Monzani de Andisco. Nació el 14 de julio de 1951.

Era la hija mayor de cuatro hermanos de una fami-lia de clase media.

Hablar de su infancia remite a hablar de los veranos en Necochea, lugar que ella amaba profundamente: el mar, la playa, las tardes en bicicleta. Indudable-mente ese fue uno de sus lugares en el mundo. Re-cuerdo que amaba a Los Beatles y a José Larralde, especialmente la zamba “La pasto verde”. Cantaba, muy mal y desafinado pero siempre cantaba.

Estudió el Bachillerato Bilingüe en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia de Flores. Des-pués se recibió de Trabajadora Social en el Museo Social Argentino.

Recordar a Virgi, es especialmente, recordar su ale-gría. Al llegar a nuestra casa, se anunciaba con tres timbres porque decía que así nos alegrábamos an-ticipadamente. Y así era: parecía que su presencia iluminaba la casa.

Recuerdo que era sencilla: para hablar, para gesti-cular y moverse, para hacer chistes… Sin embargo tuvo una gran pretensión, un enorme deseo: hacer de ésta una sociedad justa, con chicos que comie-ran, que se educaran, que tuvieran una infancia, una vida. Esa fue su gran y única pretensión y no

fue para ella, fue para otros y no fue sólo de ella: fueron muchas pequeñas voluntades sencillas que iban a su lado.

Fue ese deseo el que la llevó a unirse a los grupos de Misión en la localidad de Río Chico (Río Negro) de la mano del padre Pablo Sánchez Polidura y de sus compañeros y compañeras de sueños. Ya en casa, nuestros padres nos habían transmitido un modo de vivir el cristianismo comprometido, implicado con la esperanza, con la justicia y esa semilla prendió. Era la época de la militancia religiosa en el Colegio Marianista de Caballito. Posiblemente esta expe-riencia la marcó enormemente en tanto nunca pudo desprenderse del dolor de la injusticia hecha cuerpo en hombres, mujeres y en chicos.

Recuerdo que era muy friolenta y sin embargo dejó el abrigo de su casa, de su comodidad para ir junto a otros a abrigar almas y cuerpos necesitados de pa-redes, de mantas y de abrazos. Virgi tuvo para ella y para tantos otros, hambre y sed de justicia.

Dos años después, ella junto a otros compañeros del grupo con el que misionaba en Río Chico tomaron la decisión de ir a militar en la Juventud Peronista TR de Morón.

El grupo se dividió en tres barrios de la zona: los Cardales (lugar de militancia de Virginia y Carlos), Villa Ángela y Villa Udaondo. Algunas de las tareas

María Virginia Monzani de Andisco y Carlos Alberto Andisco

Continúandetenidos

desaparecidos

que realizaban junto a compañeros, compañeras, vecinos y vecinas era hacer baldosas con un molde metálico y co-locarlas en las veredas que se embarraban con cualquier lluvia, fiestas para los chicos, peñas para los grandes, que eran una oportunidad para el encuentro de compañeros de distintos barrios. También se recicló una casita abandona-da en Villa Ángela y en ese lugar se daba ayuda escolar.

Se dividían en sectores los barrios con responsables por área para la tarea política. Se abrieron muchas casas y al-gunos vecinos se fueron sumando a la militancia, mientras otros colaboraban. Entre los tres barrios con el conjunto de los vecinos se dio una lucha por la entrada a la zona de otra línea de colectivos.

La recuerdo con Carlos, Carlitos, tan alto al lado de ella. Fue un amor a primera vista y se reflejaba en cada una de sus miradas. Siempre se miraban como si se encontraran por primera vez. Cuenta un compañero y amigo de enton-ces con quien ambos tenían un vínculo de mucho afecto, Zaire, que el noviazgo comenzó en su casa de Los Carda-les. Virginia estaba totalmente feliz.

Carlos y Virginia se casaron el 31 de octubre de 1975 y se fueron a vivir a la calle Anchorena 772 de Ituzaingó.

Virginia trabajaba como administrativa en Ferrocarriles y Carlos como operario en una fábrica.

Los unían tres grandes amores: el amor entre ellos que era visible, fuerte y dulce. El amor a una sociedad justa y solidaria. Su otro gran amor fue Pablo, su hijo a quien esperaban con todo el amor del mundo.

En la época en que Carlos estaba haciendo la colimba en Patricios, ella se quedaba muchas veces a dormir en la casa de nuestros padres y semana a semana veíamos cre-cer su vientre, sentada en la cama acariciaba la panza con toda la ternura del mundo. Pablo llegó el 31 de diciembre de 1976.

Virginia y Carlos tenían los mejores motivos para desear vivir: Pablo su hijo, proyectos juntos, que iban más allá de una aspiración particular, individual. Ellos eran jóvenes y querían vivir. Ellos, no jugaron con su vida, no perdieron su vida. Su vida les fue quitada, truncada. No nos dejaron, no se fueron. Nos los quitaron, los arrancaron de nuestro lado.

El 11 de febrero de 1977 María Virginia y Carlos dejaron a su hijo que tenía poco más de un mes con su abuela y

Casamiento

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fueron a devolver la llave de la casa que alquilaban. Virgi-nia fue a la casa de la dueña en la calle Martín Rodríguez 531 de Ituzaingo y Carlos fue a hacer algunos arreglos para entregar la casa en condiciones.

Al llegar Virginia, unas personas que se había identificado como fuerzas conjuntas, estaban esperándola desde hacía ya dos días. Cuando entró uno de ellos le dijo “Qué tal Quity?” (Este era su nombre de militancia). La subieron a un Ford Falcon y fueron a la calle Anchorena, lugar donde secuestraron a Carlos.

Años después, por el relato de un sobreviviente, supimos que estuvieron detenidos en la Comisaría Nº 3 de Cas-telar.

La gran preocupación de ambos era su hijo Pablo. Du-rante el mes de marzo de 1977 Virginia pudo hablar por teléfono con su madre. Dijo “estar bien”, preguntó por su hijo y dijo casi textualmente “viste que lindo está Pablo. Cuidámelo mucho”. Son estas las últimas palabras que llegaron de ella.

Sabemos, por el relato de Rubén Gallucci que compartió el cautiverio con ellos que ese llamado fue hecho desde la sala de interrogatorios, con un arma apoyada en su ca-beza. Sabemos de la enorme alegría que fue para ambos saber que su hijo estaba bien. El testimonio de Galucci da cuenta de la entereza que ambos tuvieron en medio del horror. “Conocí a Virginia y a Carlos en el momento y en el lugar equivocado. En el centro clandestino de detención que funcionó en la comisaría de Castelar bajo las órdenes de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura.

Carlos estaba lleno de vida y contagiaba su energía. Vir-ginia era dulce y tierna y siempre tenía una palabra de aliento para el que se sentía abatido.

No se rindieron. No claudicaron. Siguieron siendo ellos mismos, íntegros y enteros convencidos de su lucha”.

Muchas veces parece que lo mejor de nosotros se fue con ellos y parece no haber remedio para ese dolor. Otras sien-to que algo, mucho de ellos está entre nosotros alentán-donos a seguir, reuniéndonos. Porque recordarlos es un modo de darles vida y, al mismo tiempo de no sentirnos tan solos.

Al pensar qué decir hoy aquí escribí y reescribí ideas, sen-timientos, recuerdos procurando elegir las mejores pala-bras. Pero, para ser sincera quiero decirles que hay algo que no sé nombrar, algo que silencio. Es una añoranza enorme, una ausencia tan fuerte, tan irreparable un dolor tan extremo que en 33 años no sé cómo se dice, no sé cómo se llama.

Sabemos que la vida nunca volvió a ser la misma, que vie-nen cada día a nuestro recuerdo en forma de una alegría, una nostalgia, una necesidad, una tristeza profunda. La vida se viste a veces de esperanza y otras de dolor. Pero se viste siempre de esperanza, de búsqueda de verdad y de justicia. Para siempre. Para que Nunca Más.

Quiero terminar recordando una parte de aquellas Pala-bras para Julia que ella solía cantar estando en cautiverio en la Comisaría Nº 3 de Castelar

Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría que les ayude tu canción entre sus canciones

Pero tú siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

Carta escrita por su hermana María Ines Monzani

En el patio del Colegio Marianista

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Carlos Alberto Andisco, “Cholo”, nació el 18 de mayo de 1954 en el barrio de Flores. Estudió en el Colegio Maria-nista de Caballito y luego comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires.

Misionaba en la localidad de Guandacol, en la provincia de La Rioja. Era un muy buen jugador de fútbol, aunque solía ser arquero. Tenía una gambeta de aquellas, si quería era capaz de hacer rebotar la pelota en el travesaño a una distancia de veinte metros. Era hincha ferviente de Inde-pendiente.

Sus compañeros lo recuerdan por su particular sentido del humor, sus gestos sencillos, su entereza, confianza y ama-bilidad.

Dice de él su amiga Maite: “Son las pequeñas cosas las que recuerdo: su voz, su risa, la manera que tenía de arre-glarse el jopo llevando la cabeza hacia atrás con un mo-vimiento corto. También sus manos grandes y expresivas que acompañaban a sus palabras. Su humor, sus chistes, sus abrazos. Su modo de ser tan gauchito, tan sencillo, tan amigo. Su dedicación a lo que hacía, cuando estudiaba, cuando trabajaba. Recuerdo cómo quería a su familia.

Impresionaba cómo llegaba a los chicos. En Guandacol se había hecho amigo de uno que lo seguía a sol y sombra. Cuando se enganchaba con un tema era monotemático: el Tío Cámpora, Independiente, las moscas, el vino…

Recuerdo cuando se enamoró de Virginia. Estaba enlo-quecido. Cuando la conoció se iluminó. Decía que no se imaginaba que fuera tan fuerte estar enamorado. Lo vi por última vez con Pablo en brazos, su hijo de días. ¡Su feli-cidad era completa!”.

Carlitos era tal como se lo veía, simple, verdadero, sano y vital. Un grandote que no había perdido la saludable costumbre de jugar y disfrutar las pequeñas cosas. Por eso se llevaba bien con los pibes.

Era entusiasta de las banderas que abrazaba y tenía una actitud de búsqueda permanente. Le gustaban las reunio-

nes de amigos, el fútbol, el asado y el vino. Aunque no buscaba ser el centro, su presencia siempre se sentía.

Pero el Cholo no fue sólo ese buen tipo del secundario, ni el consecuente integrante del grupo Guandacol y de la Ju-ventud Peronista TR de Morón, su búsqueda lo llevó a un compromiso político difícil de describir en estos tiempos. Junto a Virginia esperaban a su hijo con ilusión. Pudieron haberse ido del país y tal vez estarían hoy entre nosotros. Pero, como tantos otros, no quisieron partir por amor a sus compañeros que desaparecían día tras día.

El 11 de febrero de 1977 Carlos y Virginia fueron secues-trados. En su celda de la Comisaría 3ª de Castelar se pre-ocupaba por su hijo Pablo al mismo tiempo que alentaba y daba fuerzas a los compañeros. “Carlos es gracioso. Es muy simpático. Siempre hace bromas. Está lleno de vida. De entusiasmo. Siempre está dándonos ánimos. Solo se pone triste cuando piensa en su hijo. Su hijo recién naci-do. No puede dejar de pensar en él”; relataba su compañe-ro de cautiverio, Rubén Gallucci.

Y continúa: “Como no sabían si volverían a verlos nos hicieron prometer a todos que si alguien salía con vida de ahí, algún día, cuando fuese, aunque pasasen años, ha-ríamos todo lo posible y lo imposible para buscarlos y decirles que sus padres los recordaban siempre y que sus últimos pensamientos estuvieron dedicados a ellos. A sus hijos.”

Los cuatro hermanos Virgi, Ernesto M. Ana y M. Inés

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Eduardo Antonio de Pedro

Continúadetenido

desaparecido

Nació el 10 de diciembre de 1948 en la Ciudad de Buenos Aires. Hijo de Verónica Maldonado, ama de casa y Saturnino de Pedro, maquinista vial. Fue bautizado el 26 de diciembre de 1949 en la parroquia de Jesús Sacramentado, en Santa Fe.

Cursó la escuela primaria en el Colegio Ortiz, en el barrio de Villa Devoto, donde vivió hasta 1974. Eduardo no hizo el secundario, tuvo que salir a trabajar muy pronto para ayudar a la familia.

En los años ‘70 comienza a militar en la JP, en una Unidad Básica de la calle Punta Arenas. Participa de marchas, de pintadas y de la campaña “luche y vuelve”. El 25 de mayo de 1973, cuando asume Cámpora, se esperaba la libertad de los presos políticos y Eduar-do fue a la cárcel de Devoto. Ese hecho marcó en su casa que su militancia iba más allá de una simple simpatía peronista. Cuando muere Perón fuimos al velorio. Más allá de la disputa del 1 de mayo, su muerte nos empujó a ir a despedirlo. En noviembre de 1974, Eduardo entra a trabajar en el puerto. Nos casamos el 15 de mayo de 1975 y fuimos a vivir a Hurlingham.

A partir de 1975 comienzan los conflictos en el puerto. Algunos trabajadores forman una agrupación política opuesta a la Unión Ferroviaria, comienzan las huelgas y reclamos por aumentos de salario, ropa de trabajo y baños. En una multitudinaria asamblea, es elegido delegado de la sección 5º de Puerto Nuevo.

El día del golpe estábamos en casa. Se vivía cierto clima de alga-rabía entre la gente porque la sacaban a Isabel del gobierno. Pero nadie sabía en qué iba a terminar, de una dictadura no se esperaba nada bueno. Además faltaba poco para las elecciones, había que bancar un poco más, a pesar de la Triple A. Ya con Perón la cosa se había puesto densa, sobre todo después de lo de Plaza de Mayo. Eduardo y Odila

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Después del golpe comienzan a desaparecer compañeros. En ese momento empiezan a echar gente del puerto, entre ellos a José Manuel El Negro Moreno, quien tuvo que de-jar la casa que alquilaba y pasó unos meses con nosotros. No fue el único que debió irse de su casa. Miguel, otro compañero, fue echado del puerto y Eduardo lo ayudó llevándolo en el auto. Miguel, Moreno, Pancho Pana y Eduardo eran los más importantes dirigentes del puerto.

El ‘76 pasó, no recuerdo operativos cercanos. Al año si-guiente hubo secuestros como el de Rabinovich y el de Lombardi.

Con el paso del tiempo supimos que había habido secues-tros de ferroportuarios a partir de 1977. El primero que desaparece es Correa, pero a él no lo conocíamos. En fe-brero desaparece Moreno.

Una noche volvíamos de lo de mi suegra y antes de lle-gar a nuestra casa Eduardo me dice: “Vos no hagas nada, pero la calle está llena de milicos”. A mitad de cuadra sale uno que nos apunta, nos pide los documentos y nos hace una serie de preguntas. En un determinado momento ti-ran los documentos de Eduardo al piso y cuando estaba por reaccionar, yo lo agarro fuerte del brazo y nos dicen: “Agarren los documentos y váyanse”. Cuando llegamos nos temblaban las piernas, era el operativo más cercano que habíamos vivido. Pasado el tiempo me di cuenta que ese era el momento de irnos, deberíamos haberlo tomado como aviso.

Y llegó la noche del 29 de junio. Me levanté a las tres menos cinco de la madrugada, fui al baño y cuando estaba volviendo a la cama sentí una explosión. A través de un megáfono llamaban a Eduardo para que saliera “con las manos en alto”. Nos alcanzamos a poner alguna ropa y salimos, estábamos rodeados, pusimos las manos contra la pared y nos separaron.

Algunos estaban vestidos de uniforme verde, con borce-guíes y otros de civil. No pude identificar a qué fuerza pertenecían. Me ponen una venda en los ojos, arriba una

capucha, me sacan y mientras estoy caminando escucho un disparo.

El operativo en realidad empezó en la casa de mi suegra, en Devoto, ya que mi marido tenía registrado en el docu-mento ese domicilio. Llegaron a las 10 u 11 de la noche y no preguntaban por Eduardo, allanaban. Cuando estaban revolviendo todo ven una foto de mi marido de bebé y uno de ellos pregunta quién era. Mi suegra dice que es su hijo, le preguntan dónde vive y responde que en Hurlingham. Entonces agarran a mi cuñada para que los guíe hasta nuestra casa. Por lo que ella contó trató de dar la máxima cantidad de vueltas, como para retrasarse y permitir que se hiciera la hora en la que Eduardo se iba a trabajar. Pero por más que dilató la llegada no pudo evitar que el grupo de tareas lo encontrara.

Mi cuñada, que estaba vendada en uno de los autos, es-cuchó un tiro y de inmediato pidió escucharle la voz, él le dice su nombre y no lo vuelve a escuchar ni a ver. Yo creo que en ese momento mi marido había hecho alguna maniobra, algún gesto, alguna acción que provocó que le dispararan. Sabía que tenía la convicción de no llegar vivo al momento del interrogatorio. Un tiro aislado no tiene sentido en un operativo en el que no hubo resistencia, a menos que se realizara una acción que entendieran peli-grosa. No sé que tan herido podía estar.

A ella se la llevan pero enseguida la sueltan; a mí me hi-cieron entrar en los asientos de atrás de un auto, tirada en el piso. Llegamos y me bajan, todo el tiempo con las manos esposadas atrás, la venda y la capucha. Daba la im-presión de que estábamos en un lugar abierto, al aire libre, se sentía el viento y escuché una puerta de metal que se cerraba, no llegué a sentir si había más gente.

A Eduardo no lo volví ni a ver ni a escuchar desde el mo-mento de iniciarse el operativo y por su temperamento supe que iba a tratar de vivir lo menos posible, como para brindar la menor cantidad de información ante la tortura.

Odila Casella de de Pedro

Decreto aprobado el 24 de marzo de 2010 en una Sesión Extraordinaria realizada en el Predio Quinta Seré