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HISPANIA ri.o 91 30 Noviembre 1902

Número suelto, DOS REALES

x^.

SUMARIO

P rtada, por Carlos Vázgner. — Paris la Huir= por li. Anglada.— La felicidad de la desgracia, por A.Aguilera y .. rjona ; ilustraciones de J. Cuchy .— Cervantes, por Camilo ;Millán. — Estudio, por Sardá. —Retrato de la eminente arria Rosa Bonheur, por Anna E. Klumpke.—Boceto, por F. Domingo.— Purera,por Juan Brull. — La comunión de Silvia, por Pablo Aréne. — Verano. Invierno, por Victor MIasriera— El Char-lan, por V. Giné. — El príncipe, por F. Domingo. - La casa de los duende;, por Desiderio Marcos. — Aldabay farol de hierro forjado, construidos por los Sres. Cadena y Hayó. — Notas sueltas, por Román de Saacedra;ilustradas por Triadó.— Mejicanos ilustres, por * * * — En el campamento, por F. de Soria. - Miss Rebeca, pt.rX. — Siemprevivas y crisantemas, por J. Campeny. — Meditación, por E. Torent — Por esos teatros, por Un es-

pectador. - La Alameda de Hércules en Sevilla. - Hojeando libros.— Caricatura.

Ctl^•f

H. ANGLADA « PARIS LA NUIT»

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LA FELICIDAD DE L.4 DESGRACIA

o me causa dolor la dicha agena. Pero declaronoblemente que me detengo envidioso, atormen-tándome con su contemplación muy largo rato,

siempre que tropiezo en mi camino con una pareja de jó-venes obreros comiendo en mitad del arroyo, por mantellas piedras de la acera, ese cocido amarillo como el oro ylimpio corno la pureza de los elegidos que todos los días,de doce á una de la tarde, lleva en Madrid al pie de laobra ó á la puerta del taller la honrada hija del trabajo.

Os referiré una historia, de cuya exactitud os respondemi palabra.

Juanito Guzmán, Príncipe de Asturias del dinero, se-gún le denominaba la alta sociedad madrileña, más porenvidia que por elogio á su posición social privilegiada,sucumbía al splin de los placeres.

Hijo único del más poderoso millonario de la época yminado hasta la perversión por el viejo autor de sus días,incapaz de torcer ó refrenar lo más mínimo una voluntadvirgen de contrariedades, que comenzó templándose enlas adulaciones disculpables á la niñez en colegios y salo-nes y completó su desarrollo en la corte de amigos incon-dicionales que la explendidez concede, habfale llegadopor fin, aunque prematuramente, el día inevitable delhastío á que el exceso de goces y felicidades condena átodos los mortales, con preferencia á aquellos que no su-pieron emanciparse á tiempo de la exclavitud que el vicioimpone.

Y Juanito Guzmán, el Príncipe de Asturias del di-nero, para quien ninguna mujer reservaba secreto algunode amor, harto de conquistas sin resistencia y de victoriassin lucha, aburrido del bacarrat que no logró inspirarlela pasión del oro, de caballos y trenes, de comodidadescasi orientales, de manjares exquisitos y vinos inaprecia-bles, de orgías que hubiera envidiado el más pervertidopatricio romano, de amigos aduladores y de criados ser-viles, pidió permiso, mejor dicho, comunicó á su padresu resolución de emprender un viaje extraordinario, nopor Europa, cuyas cortes y principales poblaciones ]eeran conocidísimas, sino por Asia, África y Occeanía,expedición marítima destinada á olvidar la monotoníade su pasado y descubrir otras sociedades cuyos indivi-duos y costumbres le revelasen sensaciones nuevas.

Con rapidez verdaderamente mágica hiciéronse cuan-tos costosísimos preparativos exige un viaje de semejan-tes proporciones. Y llegado que fué el día señalado porJuan para la partida, padre y amigos en crecido númeroreuniéronse en la estación á despedir al original viajero,que abandonaba la felicidad segura de sus palacios y re-creos cortesanos por la incertidumbre de una exploracióncuyos riesgos y peligros no lograrían evitar en absolutolos inmensos tesoros del titulado Príncipe.

El padre lloró la posible contingencia de que su exce-siva edad le impidiera presenciar el regreso del hijo que-rido; los amigos sintieron algo así como el vacío hecho á

su alrededor, recordando los placeres, las fiestas, las or-gías, el cúmulo de felicidades que el tren les alejaba paraun plazo quizás dilatadísimo. No faltó quien, al abando-nar el andén, se devanara la sesera ante el problema irre-soluble de la cena. Y alguna deuri-vier,;e que quiso presen-ciar extraoficialmente la partida de Juanito, aún duda sies amor ó necesidad el secreto fuego que aviva su memo-ria.

Lo cierto es que el llamado Príncipe de Asturias deldinero partió del litoral levantino en condiciones de ho-nor para su titulo; yate propio, de cuya suntuosidad ha-blaron no poco los periódicos, cartera bien repleta decréditos contra todos los Bancos del universo, excelenterepuesto, mejor bodega, tripulación experta y satisfechade su pago,... mar bella, si se me permite aplicar esta fra-se á la manera como Juanito comenzó su empresa atrevi-dísima.

A los pocos días de abandonar el viejo continente, dejóatrás el Mediterráneo, mare itostrr,nr, como orgullosamen-te le llamaron los romanos hasta que de su efectivo domi-nio hubieron de hacerse cargo los cartagineses, hombresnacidos para las conquistas del trabajo; y al avistar lassoberbias pirámides que guardan el secreto de las cicló-peas dinastías faraónicas y del predominio histórico deuna raza superior que hubo de legar á la posteridad elmodelo de códigos que en vano pretenderá superar laciencia humana, comenzaron para nuestro héroe una se-rie de emociones completamente desconocidas, más aún,ni soñadas en los delirios de poeta que, corno hombreculto, provocaron en su imaginación miles de veces lasorgiásticas libaciones.

De Egipto al Japón sería imposible detallar la variedadde territorios, razas, costumbres y cuadros naturales y so-ciales que hubo de admirar el buen Juanito.

Y como hombre más aficionado á los placeres corpora-les que á las puras emociones de la observación científica,sorprendió de cada lugar todas las esencias materiales dela vida.

Gustó toda clase de manjares y bebidas, distrajo laimaginación con cuantos recreos inventó la especie hu-mana en su lucha por alejar el espíritu de las tristezasde la vida, gozó de múltiple variedad de sensaciones car

-nales, hasta de las aberraciones más absurdas, en losinfinitos mercados de placer que halló á su paso, que depolo á polo la mujer siempre fué y será esclava del puña-do de oro que satisfaga su vanidad congénita; admiró lavariedad inclasificable de la naturaleza, unas veces sumi-sa sierva del hombre, para cuya satisfacción parece fuécreada, otras terrible vengadora, que amenaza cobrarnosla existencia por la felicidad que á su costa pudimos lo-grar no sin esfuerzo.

Sufrió en alta mar tempestades indescriptibles en quelas sublimes proporciones de la naturaleza embravecidaobligan al hombre á buscar en la divinidad refugio al es-

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píritu, único resto que en casos tales confía salvar el másconvencido materialista. Atravesó cordilleras y espesurasdonde la tierra, virgen del atrevimiento humano, revelaal hombre su inmensa grandeza y poderío. Valles ferací-simos ofreciéronle mil veces paisajes de incopiable belle-za, cuya contemplación permite recobrar el concepto dela superioridad de la inteligencia, olvidado ante tantagrandeza.

Y sin embargo, á pesar de tantas, tan distintas y tansublimes emociones, Juanito se aburría extraordinaria-mente.

Su carácter, antes decidor y comunicativo, volvíase ca-da día más reservado é irresoluto: apenas lograban arran

-carle algunas palabras las solicitudes del capitán fria-mente contestadas por aquel ataud de un espíritu muerto,al parecer, en plena juventud para las ilusiones.

— ¿ Cómo — se preguntaba mil veces durante sus fre-cuentes paseos sobre cubierta — no logra templar mi de-

caído espíritu la contemplación de ese inmenso occeano,á veces plácidamente dormido, como gigante en sueñode reposo, á veces majestuosamente soberbio, protes-tando tal vez del atrevimiento humano que de él se sir-ve para satisfacción de sus necesidades? f Cómo no con-

sigo alejar de mi imaginaciónel terrible fantasma del aburri-miento ante la inclasificable va-riedad de tipos y escenas huma-nas que van sucediéndose du-rante el largo viaje?: egipcios,árabes, turcos, chinos, malayosy japoneses ; aquí una sociedadesclava de antiquísimos recelos,ocultando su rostro al cristianodurante el único paseo á quele obliga la distancia del hogará la sinagoga; allá la rancheríamora, cuya proximidad ofendelos sentidos con el hedor de suabandono : luego la febril am-bición del judío, víctima de sumiseria voluntaria ; después lacharla fascinadora del cambian-te turco, el mercantilismo mez-quino y la laboriosidad pacien-tísima del chino, la potencia asi-miladora del japonés... el fácildisfrutar de los placeres sensua-les en unas sociedades perverti-das, donde ningun afecto ni se-creto resiste al peso de un pu-ñado de oro !...

Y en estas abrumadoras retle-xiones volaban las horas para elbuen Juanito, que hacia kilóme-tro tras kilómetro en la cubiertadel yate, durante las noches desus travesías.

Un inesperado cablegrama deMadrid vino á poner fin á su in-terminab!e viaje y aun ásu extra-oficial tratamiento de Príncipede Asturias del dinero.

« El señor Guzmán ha muerto víctima de terrible des-gracia. — Y añadía — Regrese enseguida, recogiendo enPort -Saint carta con detalles de lo ocurrido. »

Juan lloró mucho su desgracia, y cumpliendo la segundacláusula del cablegrama, ordenó al Capitán regresar átoda máquina y con los menores retrasos posibles en laprovisión de carbón y víveres, al puerto de salida.

En Port -Saint recogió la carta que sus testamentariosle anunciaron, que le enteró de toda su desdicha.

No era la muerte del padre, con ser inmensa, su únicadesgracia.

Esta había sido el epílogo de su ruina.El señor Guzmán se había arriesgado en una compro-

metidísima operación de bolsa, y, contra la felicidad áque le tenía acostumbrado su envidiada fortuna, resultóen descubierto por una cantidad fabulosa, á que no al-canzó la venta de cuantas fincas y objetos de valor con,--tituían el confort de su dichosa vida.

Ninguno de sus amigos y antiguos protegidos quisogarantizar la firma del viejo tirano de los negocios. Yviéndose avergonzado por su falta, y despreciado de susrivales, como león inválido á la boca de cuya cueva vi-nieran á mofarse las antes miedosas alimañas que huye-

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ran su presencia, una mañana apareció muerto sobre subufete, con dos horribles heridas en el cráneo y una cartapara su hijo explicándole los motivos de su última deter-minación, pidiéndole perdón por la ruina á que involun-tariamente le arrojaba y dándole algunos consejos de con-ducta social inspirados en la triste experiencia de sus pos-treros días.

La lectura de esta carta redobló fuertemente el doloren el corazón del joven Juanito.

¿ Qué conducta seguiría en la nueva posición social áque le reducía su completa desgracia ?

Buscó en el capitán, hombre de edad madura, ducho enlas batallas de la vida, el consejo que le negara su inteligen-cia virgen de dificultades, y así le habló el viejo marinero :

— Salvo el natural sentimiento que por la muerte delseñor Guzmán, vuestro buen padre, tiene obligadamenteque apesadumbraros, podeis creerme: tan solo gracias áDios debeis dar por la ruina á que os encontrais reducido.

...Explicaré este juicio, que bien pudiera pareceros unacaprichosa paradoja... Si no me han engañado los chismesde la gente de tierra, el verdadero móvil del singular viajeque vamos á terminar en breves días fué una contrariedadamorosa que detuvo vuestra desenfrenadacarrera por el vicio. Amabais á una vir-gen del trabajo, cuyos favores quisisteislograr, como siempre, á precio de oro.Os contrarió su negativa. Y coreo no es-taba vuestro capricho acostumbrado á vio-lentarse ante ningún obstáculo, que nolos hay en estas malditas sociedades parael oro, harto de placeres rendidos y devictorias bien pagadas, decidisteis buscaren otras tierras nuevas emociones que os re-novaran la sensibilidad de los sentidos... Yya lo veis, no habeis podido conseguirlo...En vano hemos recorrido Irás de mechomundo tras el imposible despertar de unespíritu agotado por el éxito. Eludiendo,al parecer, la ley de compensación del do-lor y el placer á que vivimos forzosamentesometidos, jamás se templó vuestra almaen el yunque de la desgracia; y, creedme,ahora es cuando estais en camino de re-conciliaros con la felicidad, pagando el in-excusable tributo de lágrimas que la pro-pia esencia de nuestro espíritu nos exige.

... La vida es dolor y placer, llanto yalegría, virtud y vicio. Y tan preciso noses un sorbo de amargura para reaccionarnuestro espíritu, obligando al pensamien-to á refugiarse en la triste realidad de lavida, como indispensable apurar algunacopa de felicidad que nos reconcilie decuando en cuando con la existencia.

...Seguid el camino opuesto al anterioren la nueva posición social á que os veisreducido. Buscad en el trabajo el olvido álas tentaciones del deseo y en el amor deaquella mujer pobre y honrada, que antesconsiderarais indigna de vuestra mano, ladicha que os haga adorable el sacrificio.Alternad entre la risa y el llanto. Y en lasraras visitas que la Felicidad os haga,comprendereis que no tienen lágrimasbastantes nuestros ojos para pagar un

beso de amor ó una promesa de placer generosamentesatisfecha.

Al pie de la letra cumplió nuestro héroe los consejosdel viejo marinero, sabio en experiencia de la vida, yhoy vive en Madrid un matrimonio feliz, dichoso porcompleto, que entre el taller y el lecho goza veinticuatrohoras cada día de una anticipación del cielo, libre dedeseos impuros y de ambiciones martirizadoras, comoespíritus justos en la plenitud de la divina gracia.

Y he ahí porqué me detengo envidioso siempre quetropiezo en mi camino una pareja de jóvenes obreros,consumiendo en mitad del arroyo, por mantel las piedrasde la acera, ese cocido amarillo como el oro y limpiocomo la pureza de los elegidos que todos los días, dedoce á una de la tarde, lleva en Madrid al pie de la obraó á la puerta del taller la honrada hija del trabajo.

A. AGUILERA Y ARJONA

Ihrs/r•arinn,es de J. CUCHY

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(3ERVANTE,S

N 9 de octubre de 1547 nació y fué bautizado enAlcalá de Henares el que, andando los siglos,había de ser llamado con justicia Príncipe de los

ingenios españoles; el que, según Carolina Coronado, paseaen carro triunfal por el mundo entero la literatura de supatria; el que, para honra y orgullo de ésta, es universal-mente conocido por el sobrenombre de -El manco de Le-

pan/o; el autor, en fin, del inmortal QUIJOTE, libro el másasombroso de cuantos han conocido las generaciones.

Fueron sus padres Rodrigo Cervantes y doña Leonorde Cortinas, hidalgos linajudos aunque pobres, quienesdieron á su hijo en la Universidad Complutense la educa-ción que sus recursos les permitieron.

Desde niño fué aficionado á escribir versos; pero tanclara fué su inteligencia, que él mismo reconoció en sí lafalta de ese quid di3inum que es el don de los poetas, por

habérselo negado el cielo, y lamentándose de ello, decía:

Que yo soy un poeta desta hechura :Cisne en las canas y en la voz un ronco

Y negro cuervo, sin que el tiempo puedaD--sbastar de mi ingenio el duro tronco.

Fué tal su afición á la lectura, que recogía, para leer-los, los papeles rotos que encontraba por las calles : nosiguió carrera alguna literaria, y su principal escuela fue-ron las posadas, los campamentos y las cárceles, escueladel mundo en la que el genio perspicaz y observadoraprende mejor que en las aulas.

La primera producción que de Cervantes se conserva,es un soneto con ocasión de la muerte de la reina Isabelde Valois, que aunque recomendado por el maestro JuanLópez de Hoyos, dista mucho de ser notable.

Protegido por monseñor Aquaviva, legado del Papa,que arios más tarde y á la edad de 24, había de obtenerel capelo, y que si era mozo aficionado á las letras, no loera menos á tratarse con los hombres de ingenio, fuéseCervantes con él á Roma, centro entonces de la culturaliteraria del orbe, y allí desarrolló su inteligencia y suspasmosas condiciones de observación ; pero sin que se

haya traslucido la causa de ello, dejó Cer-vantes al poco tiempo la casa del cardenalAquaviva, y en 1571 le vemos hecho sol-dado de los Tercios españoles.

Fué Cervantes hombre honrado y tra-bajador, siquiera la malquerencia ó elerror le metieran en prisiones, siendo al-cabalero de la Real Hacienda; casó enEsquivias en 12 de diciembre de 1584 condoña Catalina de Palacios, con la cual notuvo sucesión ; no se le conoció más des-cendiente directo que una hija, fruto desus amores con una dama portuguesa, hijaque se llamó en el mundo doña Isabel deSaavedra, y que profesó en las monjas Tri-nitarias de Madrid.

Como soldado se distinguió Cervantesen diferentes hechos de armas, y muy es-pecialmente en la batalla naval de Lepan-to, en la más altea ocasión que vieron lossiglos _pasados, los presentes, ni esperan verlos venideros, en la cual batalla y en la ga-lera Marquesa, mandada por FranciscoSancto Pietro, hallábase postrado por lafiebre al romperse el fuego entre la pode-rosa escuadra turca capitaneada por Se-lim y la cristiana bajo las órdenes de donJuan de Austria; pero Cervantes, al tenernoticia del choque, corrió á empuñar lasarmas, contestando á cuantos quisierondisuadirle de aquel empeño :

- « ¡ Qué se diría de Miguel de Cervan-tes lEn todas las ocasiones que hasta hoy

ESTUDIO en día se me han ofrecido de guerra áSARDÁ

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ANNA E. KLUMPKE.—RETRATO DE LA EMINENTE ARTISTA ROSA BONHEUR

S. M. y se ha mandado, he servido muy bien como buensoldado ; y así, ahora no haré menos, aunque esté enfer-mo é con calentura : más vale pelear en servicio de Diosé de S. M. é morir por ellos, que no bajarme so cubierta.»

Ocupando el sitio más peligroso de la nave, á peticiónsuya, rechazó varias veces las acometidas de los moros yrecibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la manoizquierda de la cual quedó manco.

Hecho prisionero de los moros algunos años despuésal regresar á España en la galera Sol en 26 de septiembrede 1575, fijé conducido como cautivo á Argel, encerradoen una de sus lóbregas mazmorras, y sujeto á tratamientoscrueles; pero el ánimo de Cervantes no se achicó por esto,antes bien, en el cautiverio se engrandeció su alma, seagigantó su ingenio, se aquilató su heroismo, y se subli-mó su generosidad, pues en mis de una ocasión puso áriesgo inminente su vida, bien por obtener su propia liber-tad, bien por lograr la de sus compañeros en el cautiverio.

Este fué para él una verdadera odisea en la ardienteregión africana, y sensible es para mí que los reducidostérminos de esta silueta, no me permitan narrar la seriede abnegaciones del pobre y esforzado manco en aquellalarga y dolorosa etapa de su vida: consignaré, sin embar-go, que los arranques de su corazón le llevaron al puntode intentar, según algunos de sus biógra-fos, alzarse con Argel por España, apo-yando su atrevida empresa, unicamente,en el valor de los cautivos españoles queen Argel había, y en prueba de ello, véaselo que acerca de este punto consigna el P.Haedo.

Si á su ánimo, industria y trazas corres-pondiera la fortuna, ho y friera el día, queArgel fuera de cristianos.

Rescatado por los PP. Trinitarios en1580, regresó Cervantes á España dondeaun siguió sirviendo á su patria con lasarmas hasta finalizar el año 1583, en cuyafecha empieza su verdadera ocupación deescritor.

En pocos años produjo su fecundidadmás de treinta comedias; la novela Gala-tea, famosa en la posteridad, y otras mu-chas, pero luego dejó de escribir, y estu-vo sin hacerlo cerca de veinte años, perío-do que fué para él una segunda odisea,aunque menos gloriosa que la de Argel.

Peregrinando en busca de sustento ;aceptando cargos enojosos y de miserableretribución ; preso unas veces por traba-cuentas que bien puede asegurarse que nofueron en desdoro suyo ; menospreciadode los unos ; mirado con ojeriza por losotros, y humillado siempre, posible es queCervantes echase de menos las húmedas ymortificantes mazmorras de Argel, y másaún cuando se vió encerrado y aherreoja-do en _lrgamasilla en cárcel donde, concoél decía, toda incomodidad tiene su asiento.

Pero tal vez á aquella injusta y penosa reclusión sedebe la obra más portentosa de los siglos; la joya másestimable y estimada de la literatura universal; el impere-cedero rayo de gloria que circunda el nombre de Miguelde Cervantes Saavedra.

De la prisión de Argamasilla salió hecha la primeraparte de El ingenioso h ,'dal, o Don Quijote de la Mancha,admiración y encanto de las generaciones pasadas, pre-sentes y venideras.

Puesto Cervantes en libertad, justificada su conducta,y en paz ya con la justicia hasta el resto de sus días, ges

-tionó, aunque inútilmente, recompensa á sus servicios.Trató ele publicar entonces la primera parte de su obrainmortal, y gracias á la pasagera protección que le dis-pensó el duque de Béjar, pudo conseguirlo en los comien-zos de i6o5 ; pero forzado Cervantes, por su situacióneconómica, á enagenar la propiedad del libro á un talFrancisco Robles, se comprende que los beneficios fue-ron para éste, y que Cervantes, aparte algunos miles dereales, no cosechó más que el aplauso con que fué reci-bida su obra por el público.

No faltaron envidiosos de la gloria de Cervantes quemotejaran su Don Quijote y amargaran la precaria exis-tencia de su autor; pero éste, con alguna protección, no

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111SPANIA n. o 91 30 Noviembre 1902

mucha, del conde de/" Lemos, siguió escri-

biendo y dando á luzsucesivamente las novelas

/^ y /,.^ El curioso impertinente, La

I f `^( .+p r ^v /^ - - gitanilla , La fiterza de la^d

'4 £ c 1 `l - f- sangre, Rineonete y Corta- di/lo, La española inglesa,

' El amante lil'eral, El licen-ciado Vidriera, El celoso ex-tremeño, Las dos doncellas,La ilustre fregona, La sefro-

/ / r.z Cornelia, El 'casamientoenz; aïiosee y El coloquio de los

perros, novelas ingeniosísi-mas y dignas de su pluma.

En 1615 publicó Cervantes lasegunda parte de su Don Quijote,y contra lo que comunmente ocu-rre, y contra lo que el proverbio

dice, la dicha segunda parte aventajó á la pri-mera en mérito literario.

Pérsilesy Segisnuinzdaz fué la última obra queescribió Cervantes, y su carta-prólogo al conde

c de Lemos, fechada en i de abril de 1816, fué

F.DOMINGU-BOCETOel último escrito que trazó su mano, porque,

1 enflaquecido y doliente, abatido, más por la es-

casez de recursos y por la injusticia de sus contemporáneos que por el pesode la edad, rindió al Creador su alma en 23 del mismo mes, con la resigna-ción del justo. Su cadáver fué conducido modestamente en hombros al con-

/ vento de las Madres Trinitarias, en donde recibió cristiana sepultura, sin que

1 ̀ hoy sea dable determinar cuáles puedan ser sus despojos, confundidos con

(7 otros muchos.,^ \t

Pero si sus contemporáneos no supieron hacer justicia al ingenio sin rival

^`–^ ( de Cervantes, la posteridad, sin limitación de escuelas ni de fronteras, harivalizado de dos siglos á esta parte en desagraviar su memoria, tributándole

L^ elocuentes testimonios de admiración, pues, como dice muy bien Aribau, lossoberanos han honrado á porfía su memoria ; los magnates amantes y protectores de las letras le hanlevantado monumentos; los sabios le han colmado de elogios; el pueblo venera y rinde culto á su nombre;

las naciones extrañas nus le envidian; todas las artes han reproducido, bajo mil formas, su efigie y lascreaciones de su fantasía, y la imprenta multiplica todos los años sus escritos, y los difunde, como luz vivificadora,

por todos los ámbitos del mundo.No menos honra merece; no de menos gloria es acreedor el manco de Lepanto; el sublime autor del Ingenioso

hidalgo Don Quuiiote de la ljfancha; el astro más esplendoroso y de mayor magnitud de la literatura española.

CAMILO MILLÁN

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PUREZA

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VÍCTOR MASRIERA VERANO

í!2w

La Comunión de Silvia

i tío, el cura de Tres-torres, á cuyo lado mehabían puesto mis padres para que me ense-ñara unas miajas de latín, me dijo aquella no-che:

— Oye, Jaime, mañana me ayudarás misa á primeralora, pues tenemos que ir después con el Viático á Me-telina. El domingo fué Pascua, hoy estamos á jueves, yno es cosa de dejar transcurrir la semana sin que hayacomulgado el tío Homobono.

El tío Homobono era un viejo chapado á la antigua,el cual, durante sus cortas estancias enel pueblo los días de feria y los domin-gos, había conseguido inspirarme sin-guiar respeto.

Cuatro años hacía que el buen hom-bre, á causa de los malos caminos ysobre todo de los años que llevaba ácuestas, no podía ]legarse hasta Tres-torres, por lo cual mi tío, durante la

semana pascual, subía al monte para llevar la Comuniónal más antiguo de sus parroquianos.

Las palabras del sacerdote me hicieron brincar de ale-gría. Llevar la Comunión al monte durante una mañanade primavera, constituía para mí uno de los mayoresplaceres.

La ascensión no solía ser muy alegre. Cuando se va decamino en compañía del Señor, siempre se experimentaun fuerte respeto que obliga á la seriedad. No era cosade reirse. Mi tío iba balbuceando latinajos, á los cualesyo replicaba según Dios me daba á entender, mirando áun lado y otro del camino, olvidando mi obligación desonar la campana cuando encontrábamos algún campesi-no y retardando distraidamente el paso cada vez que veíaun pajarillo posarse sobre una rama, un lagarto escurrién-dose por las grietas de un muro ó una pendiente alfom-brada por la hierba y sobre la cual me hubiera gustadodejar rodar mi cuerpo.

A pesar de las privaciones que me imponía á la subidael oficio que desempeñaba, me consolaba facilmente alpensar en las diversiones de la vuelta. Porque la segundaparte del programa era siempre deleitosa. Cumplida nues-tra obligación acerca el tío Homobono, al punto en queel copón portátil, no conteniendo ya la sagrada forma,había desaparecido encerrado en su estuche bajo lospliegues de la sotana de mi tío, emprendíamos librescomo el aire los tortuosos senderos de la vertiente opues-ta del monte, hasta que parábamos en la casa rectoraldel pueblo de San Marcos, cuyo párroco, prevenido desdela víspera, solía esperarnos lleno de júbilo.

Mi tío, de suyo triste y melancólico, parecía que, á lasola idea de visitar á un amigo de treinta años, compañe-ro de seminario por añadidura, se sintiese alegrado y re-juvenecido.

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VÍCTOR MASRIRRA INVIERNO

Pur eso corría de pareja conmigo, reíase de todo, hacíaSUYOS mis entusiasmos de niño por la extraña •'"'una piedra, por una planta curiosa, por una matcolores vivos ó por un insecto que reluciera al sel acero templado.

1 Qué alegría la nuestra cuando, al mediodíahambre aguzada por el aperitivo de la montañabíamos á lo lejos la torre de San Mai cos y la iglva, en medio de unas cincuenta casas (le cubiertsemejando la madre entre sus polluelos ! i Quéver en medio del camino, cortándonos elpaso, al viejo amigo de mi tío, el alegrepadre Benavente, que nos gritaba .desdelejos :

— 1 Aprisa, gandules . ...La comida estáechada á perder... Se ha quemado toda...Tendréis que refugiaros en la hostería.

Pero todo lo hallábamos en buen orden.Aún después de muchos años, la imagende San Marcos no se aparece á mi memo-ria sino á través de los apetitosos vaporesque se desprenden de una suculenta tajada dedorado al horno y de unas deliciosas chuletas de

Henos aquí pues, á mi tío y á mí, camino deMi tío avanza gravemente, sin fijar la atenciónque no sean sus funciones sacerdotales. En camíocupo la imaginación en otros particulares que 1que nos ofrecerá el padre Benavente, sin olvidbrocas truchas que solía pescar el viejo sacerdoflor de sus huéspedes ni el plato de setas que no!procedentes del huerto rectoral.

Clareaba el cielo y el sol, invisible aún en elanunciaba con su resplandor su proximidad á rtlínea del horizonte, para esparcir de súbito sus raila tierra, cubriendo de luz las rosadas puntamontes.

De tarde en cuando, jadeantes, nos parábamcansar y mi tío colocaba respetuosamente el colma la fresca hierba, sin escandalizarse cosa mayanimalillos que se acercaban á él.

Decididamente, la casa del tío Homobono sf

en un sitio excesivamente elevado. Ya lo decía rEl bueno de Honiobono vive á la mitad del cacielo.

Partiendo á la del alba, no era cosa del otrllegar á ella á las diez de la Mañana.

Al apercibir las paredes de la casa, me puse ácampanilla. Ladrónos un perro, espantáronse lasy el toro, que estaba encerrado, sacudió dentro ela cadena que le sujetaba.

A pesar de lo cual permaneció la puerta sin aldie salió á recibirnos.

Medio asombrados, continuamos avanzandocasa, cuando, de súbito, exclamé:

—Tío... alguien se ha muerto.— ç Qué me dices muchacho

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HISPANIA n.c 91

30 Noviembre 1902

— Mire usted : las abejas están de luto.En efecto, cada una de las seis colmenas alineadas de-

lante de la casa, ostentaba una gasa negra.Emocionado por semejante espectáculo, dijo entonces

mi tío:— Habrá muerto el bueno de Homobono.Esta era la verdad. Una vecina que guardaba el difunto

y que respondió á nuestro llamamiento, nos lo manifestóal cabo de unos segundos. El nieto del muerto, que aca-baba de partir para Tres-torres, no se había apercibidode nosotros á causa de haber tomado algún atajo paraabreviar camino.

Por todo lo cual mi tío decidió que el entierro se efec-tuase al día siguiente é hizo las preces de rúbrica...

La jornada se anunciaba fúnebre. Adiós San Marcos,el padre Benavente y su comida.

Al salir de la casa, interrogué á mi tío con la mirada.—t Qué le vamos á hacer?-- dijo, adivinando sin duda

mi pensamiento.— El padre Benavente tendrá que pasar

el día de hoy sin nuestra compañía. Poruna diversión profana, no podemos deningún modo pasear el cuerpo de Dios poresos mundos del diablo. Su sitio es el sa-grario... De manera que, en lugar de ir áSan Marcos, nos volveremos tranquilamen-te á casita.

i Qué triste se me aparecía en aquel mo-mento la imagen del pueblo 1 Y cómo, gra-cias á la comparación, se embellecía SanMarcos, con sus praderas cubiertas de nar-cisos floridos y su caminito serpenteandoentre ellos bordeado del riachuelo rumo-roso ! z No podía haber tardado unos díasá morir el viejo Homobono?

Mi tío púsose á reflexionar y hasta creoque en el fondo compartía conmigo los sen-timientos que me atormentaban. Tambiénlos santos tienen sus debilidades.

Sin embargo, emprendimos el camino deregreso.

De pronto, á la otra parte de las rocassobre las cuales estaban situadas las colme-nas, encontramos una muchacha guardan-do como inedia docena de corderos. Al ver-nos, arrodillóse, santiguándose devotamen-te.

—: La conoce usted? Es Silvia,—dijeá mi tío.

-; Silvia, la de Pedro Juan, que recibióla confirmación cuando tú, el año pasadoy que tenía siempre el número uno en laclase de catecismo?

Mi tío había cesado de avanzar. Silvia seacercaba tímidamente. Yo, antiguo amigui-to de ella, tenía una verdadera satisfacciónen verla nuevamente.

Con voz dulce, el sacerdote la amonestaba por sus fal-tas á la misa y á las lecciones de catecismo.

— ¡ No es por falta de voluntad, señor cura! — excla-maba la niña,— sino porque el amo no me deja.

— Está bien. Ya me veré con él.Entretanto Silvia reclamaba de nosotros un pequeño

favor : el de guardar un momento los corderos, mientrasella iría á pedir prestado un pedazo de pan á la primeracasa que le viniese al paso, pues el perro se había comidolas provisiones que llevaba para pasar el día.

— Como por aquí no suele pasar nadie, corro el peli-gro de quedarme en ayunas hasta la noche.

— ¿ Cómo? t Estás en ayunas ? ¿ completamente enayunas?

— Completamente, señor cura.— Desde ayer á la hora de la cena, ¿ no has comido

ni bebido nada, absolutamente nada?— No, señor cura.— ¿ Ni una gota de agua?— Ni una gota.— ¿ No has cogido, sin parar mientes en ello, un nís-

pero ó un grano de mora ?...

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V. GINf

EL CHARLATÁN

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F. DOMINGO EL PRÍNCIPE

Silvia se puso á reir.

— ¡ No hace poco tiempo que los pajarillas se han cc-mido las últimas

Entonces mi tío interrogó á Silvia sobre el catecismoy vió con satisfacción que la muchacha lo recordaba ma-ravillosamente.

Después dijo :

— La Providencia lo quiere... Los designios de Diosson misteriosos.

t Quería tal vez la Providencia que aquel día pudiése-mos comer en compañía del padre Benavente' Empeza-ba á barruntarlo, cuando me dijo mi tío :

— Aléjate un poco ; voy á confesar á Silvia.

También á mi me asaltaron las ganas de llorar comohacía Silvia. Pero, llorando y todo, me decía:

— Por poco que apretemos el paso, antes de mediodía podemos estar en San Marcos, donde el padre Bena-vente nos está esperando con el cordero asado, las tru-chas, las setas, el cabrito...

Y, en un impulso de piadoso agradecimiento, bendijeal cielo que, en lugar de privarnos de una inocente ex-pansión, había querido que mi amiguita Silvia se encon-trase en nuestro camino, á punto de recibir la Hostia.

PABLO ARENE

La confesiónfué corta y la ab-solución no se hi-zo esperar. La pobre Silvia teníapocos pecados.

—Ahora que tohallas en estadode gracia—dijomi tío, — despuésde darlas al Todo-poderoso que sedigna, por un fa-vor especial, des-cender hasta tí, yaque tu no te acer-cabas á Él, prepá-rate para recibirlodignamente.

Cerca de aquelsitio había unaespecie de orato-rio sobre cuyasgradas se arrodi-ll6 Silvia, quien,emocionada, en-tornaba los ojosarrasados en lá-grimas.

Mi tío rezaba envoz baja. La Sa-grada Forma bri

-llaba en sus dedosherida por el primer rayo del solnaciente. Innume-rables pajarillosrompieron á can-tar y un perfumemás penetrante

que el del incien-so se esparció porel aire.

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LA CASA DE LOS DUENDES

E RA el día 20 del mes de Enero del año de 188...y los pacíficos vecinos de Villatoquite cele-braban la fiesta anual en honor de su patrono

San Sebastián...En aquel pueblo, y en tres 6 cuatro leguas

á la redonda, había caído la noche anterior una nevaditapropia de los últimos días del Otoño ó de los albores dela Primavera. Es decir : ni tan copiosa que los caminosquedaran intransitables, ni tan insignificante que permi-tiera á los labradores ocuparse en las pocas faenas queen tal época exigen y consienten los campos.

Por estas dos circunstancias, felices ambas para los afi-cionados á festear, la función del mencionado lugarcillose vió más concurrida que el año precedente y que otrosaños en que, ya por excesivo temporal de aguas ó nieves,ya por ser éste bonancible para las operaciones agrícolas,los habitantes de las aldeas limítrofes se abstenían un tan-to de honrar con su presencia la festividad con que los« villatoquiteros » obsequiaban al Santo de su devoción.

De modo que el número de romeros se contaba por

centenares, y en todaslas casas tenían los quedeseaban y algunos más.Pero seguramente quehubo y aún sobró comi-da para todos, porquelos moradores de Vi-llatoquite llevan desdetiempo inmemorial fa-ma de rumbosos, y,puestos á sacrificar ove-jas tísicas, no se sabeque tasaran nunca lasque habían de engullir-se sus convidados.

Sin embargo de quetodas las viviendas, des-de la más pobre hastala más rica, rebosabande gente forastera, laque se llevó la palmafué, sin disputa, la deltío Agustín Majadas, elmayorazgo, donde nosjuntamos á comer, entregrandes y chicos de losdos sexos, setenta per-sonas. 1

La comida correspon- ï,dió á la riqueza y cate- 1

goría de la casa: sopade pan y de fideos ; co- Aldaba de hierro fo rjado constr

cido, compuesto de garbanzos de los mejores de la cose-cha, de carne fresca de vaca, de cecina, tocino, chorizo,relleno, y, aparte, un puchero de berza bien esponjada;luego, carnero guisado, oveja frita, gallos asados y esca-

beche de barbo ; y, para postre, queso, manzanas, nuecesy un pote de castañas que regocijó extraordinariamente

á la gente menuda.

De sobremesa, el que la presidía, un vejete de ochentanavidades, con tantos nietos y bisnietos como años,—delo cual se mostraba él muy orgulloso,—parlador, campe-chano y más alegre que unas castañuelas, nos endilgó nosé que retahila de oraciones, jaculatorias, avemarías ydemás rezos que allá en su niñez le inculcara un su tíocura, besámosle la mano los pequeñuelos, imitáronnoslos mozos y mozas, y así que el venerable anciano sehubo calado hasta las orejas su flamante gorra ó «cachu-cha» de piel de cordero, habló de esta manera :

—Soy de parecer, puesto que la tarde arruga el entre-cejo y la poca nieve que hay por las calles ya casi estará

convertida en hielo, quemientras sinan á víspe-ras, los casados jueguenuna brisca ó un « tutearrastrao», la mocedadzarandée la pandereta ydance, y la chiquilleríase venga conmigo á lacocina á oir cuentos,consejas y chascarrillos,que aprendí en mi ju-ventud y que recuerdotan al dedillo como lospeldaños que tiene laescalera de mi bodega...¿ qué parece á la honra-da concurrencia mi pa-recer?

— Muy bien , muybien, tío Ramonín —contestamos todos, ca-sados, mozos y chiqui-llos.

— Pues, entonces -añadió el abuelico—an-dando ; cada uno á losuyo : los hombres he-chos, á la baraja; lasmuchachas de quinceabriles para arriba, alpandero y á choyiar con

ufda por los señores Cañera y Babó esa caterva de fichen-

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Farol de hierro forjado construido por losSeñores Cadena y Bayó

dosos; y vosotros, galopines—nos dijo álos rapaces y rapazucas que no había-mos pasado de la edad pueril—venidtras de mí á la cocina, que allí, al amorde la fogata, os contaré cada cuentoque en vuestra vida olvidaréis aunqueviváis más años que mi tatarabuelo, elcual, según oí decir á mi difunto padre( que en gloria esté) murió á la edad deciento doce años... ¿ Sabéis cuantas do-cenas de años son ciento doce ?...

—Si señor: mil docenas—voceó Ma-nolico.

— ¡ Trescientas, trescientas docenas !— gritó Teresina, una nieta de] tío Ra-monín.

— ¡ Uf... qué torpes ! — agregó en to-no de convicción y con cierto énfasis,Perico, el hijo del maestro de Escuelade Santa Elena — ... pues ciento doceaños á doce años la docena, dos doce-nas y media ¿ verdá tío Ramón ?

— ¡ Carafe, carafe ! — replicó riéndo-se á carcajadas el abuelete — ¿ y sonvuestras madres las que se atreven á de-cir que los niños de hoy nacen más es-pabilados que los de antaño?... Sentaos,sentaos por ahí en los escaños, en esosbanquillos y sinó en el suelo ; y que na-die chiste t entendeis ?

— i Sí, señor; sí entendemos, tío Ra-monín!

— ¡ AJajá !... Yo ya me arrellané en esta poltrona des-vencijada que es la misma en que se sentaron los mayo-razgos viejos, el padre, el abuelo y hasta el bisabuelo deltío Agustín, que cien años viva... Y vosotros, buenos esco-]antes, ¿ estáis ya acomodados ?

— ¡ Sí, señor; ya estamos todos se,t/nos !

— ¿ Y de qué queréis que sean los cuentos ?... Porquelos sé de muchas clases y colores ; los sé de historia, deduendes y brujas, y puramente de risa.

— ¡ De risa, de risa ! — prorrumpimos alborotados.¡ Bueno 1... Os quiero dar gusto en todo y yo os

prometo que esta tarde os reiréis hasta reventar; peroantes vais á saber el porqué llaman á esta casa dondeestamos « La casa de los duendes ... »

Creo que todos los chiquitos allí reunidos ignorábamosque la casa del tío Agustín Majadas tuviera tal denomi-nación, y comenzamos á temblar de miedo; más el jovialtío Romanín no debió percatarse de nuestro susto y nosrefirió el siguiente sucedido :

— ¡ Hará cosa de cuarenta años, ó sea en vida de miprimo Narciso, (que en paz descanse) el padre de Agus-tín, oyéronse en esta casa durante un período de tiempode tres ó cuatro meses, los ruidos más extraños y diabó-licos que podéis ima inaros. Oíanse de noche solamentey siempre que los dueños de la casa se encontraban so-los, pues si algunos vecinos se venían á pasar aquí la

noche, ni brujas, ni duendes, ni espíri-tus empecatados daban señales de exis-tencia... Mirad : ahí en esa alcoba quellamamos la glorieta, dormían los ma-yorazgos, Narciso y su mujer María An-tonia; en el cuarto de la entrada, juntoá la despensa, su único hijo y herederoAgustín; en ese cuartuco que está á ma-no izquierda, según se vá á la troje, dor-mía la criada; y el criado, un mozoviejo que entró á servir en la casa á losquince años y en ella estuvo hasta quepasó á mejor vida, tenía la cama en elestablo... Los ruídos no eran produci-dos por golpes, ni por el crujido de lasvigas ; tampoco se notó nunca que arras-trasen cadenas, ni que los espíritus ma-lignos corretearan de un lado á otro deldesván... Como ya os he dicho, los duen

-des, brujas ó lo que fueran, únicamentetrasgueaban por la casa cuando no habíamás personas que las de la familia, y,siempre, después de haberse todos acos-tado... A horas avanzadas de la noche,mi primo Narciso, la María Antonia yel criado, que se quedó á dormir algunosdías sobre los escaños de la cocina parapoder levantarse al primer barrunto deroído, oyeron ayes, chirridos de puertasque se abrían 6 cerraban, y algo así co-mo el murmullo de una conversación ;pero se armaban de tenazas, badilas yotros enseres del hogar pintiparados pa-

ra moler las costillas á cualquier prójimo de carne y hue-so, salían con las debidas precauciones, iban á disperlaral muchacho y á la criada para que recorrieran con ellostodas las habitaciones, tinadas y escondrijos de la casa. .y jamás vieron ni rastro ele aquella pícara gente hechiza-da... Por nins que, á mi nodo de ver, no se trataba deduendes ni de brujas, pues bien claro dice la doctrinacristiana que con solo creer en agüeros y hechicerías sepeca mortalmente ; lo que pudo haber en todo esto, esque el bisabuelo del abuelo del padre de mi primo Nar-ciso, ó sea de mi tío Matías, dejó en su testamento unamanda piadosa cuyo cumplimiento demoraron los here-deros por no sé qué desavenencias con los párrocos delpueblo, y, ¡ naturalmente !, el alma de aquel piadoso tes-tador, no pudiendo salir del purgatorio mientras no seentregase á la Iglesia lo estipulado en su última voluntad ycansada de penar por los mundos desconocidos, pensaríaen recordar de alguna manera ásus herederos la obligaciónen que estaban de saldar tina deuda tan sagrada, y de ahíaquel abrir ó cerrar de puertas, aquellos murmullos y aque-llos ayes producidos por, arte de encantamiento...

... Sinaron á vísperas, y como quiera que la narracióndel tío Ramonín nos ponía los pelos de punta, tomamoslas de Villadiego, y le dejamos con la palabra en la bocay con los cuentos «puramente de risa» entre las orejas yla cachucha.

Sol

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HISPANIA n.° 91 30 Noviembre 1902

1

En dos catres de cinco palmos de anchura, dormimosaquella noche nueve chiquillos. El miedo á ser atrapadospor los duendes, ó por el alma en pena, hizo que ni si-quiera nos detuviéramos á quitarnos los escarpines. Nosmetimos en la cama sin almadreñas, porque es costumbredescalzarlas en el portal y arrinconarlas tras de la puertade la calle ; pero nos zabullimos entre los cobertores tanvestiditos como habíamos asistido á misa y al rosario,más vestidos aún, porque para entrar en la iglesia guar-damos la boina en la faltriquera, y acostarnos nos acos-tamos con boina y todo y hasta creo que sacamos el do-bladillo á fin de que, calándonosla bien, no oyéramos chi-rridos de puertas, ni ayes, ni murmullos... t Pero quiénse quedaba á la orilla?... El centro de la cama, sí, le que-ríamos todos, y el «refiero» también; mas eso de quedarseal descubierto y en peligro de que las brujas se apodera-ran de nosotros, de los que habíamos de dormir al caer,i quiá, ni á tiros 1... Por fin, rendidos de tanto luchar porcolocarnos todos en el sitio más seguro, nos entregamosdulcemente en brazos del sueño, y al amanecer del nuevodía era punto menos que imposible averiguar si los nuevechiquillos éramos uno, ninguno, ó un fenómeno de carnehumana... embrujado.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Durante la comida del segundo día de función, alguienque se enteró de nuestros apuros y sobresaltos sacó la

conversación de los duendes y brujas y el tío Ramonínexplicó con todo lujo de detalles lo mismo que á nosotrosnos contara respecto á la causa de que la casa del mayo-razgo se llamara en algún tiempo y aún siguiera llamán-dose « La casa de los duendes...» Pero así que concluyósu conseja, le dijo, sonriéndose, el tío Agustín :

— ¿ Y usted cree, tío Ramonín, en agüeros, hechicerías,almas en pena y encantamientos?

— ! Cara fe !... Ya digo que en brujas y duendes nocreo, porque es pecado creer; pero las almas en penason otra cosa muy diferente ¡ carafe 1

— ^ Y usted se acuerda de la criada que teníamos poraquella época en esta casa ?

— 1 Pues no me he de acordar, hombre, no me he de

acordar!— Quién era?— ¡ Quién había de ser 1 ... ! La que es hoy la mayoraz-

ga : tu mujer— ! Já... já... já l ...— t De qué te ries, vamos á ver, de que te ríes ?—Pues de que ésta y yo cortejábamos por aquel enton-

ces... y de que aquí no ha habido más brujas que ella, ari

más duendes que )'o...

DESIDERIO MARCOS

N

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a

\) J NOTAS SUELTAS \ \"/'//

^ 1Yo he tenido amantes

' 1 ^ ^' i ` \^^ de los tipos y genios nas distantes:

^ ^ unos me lean remontado al quinto cielo, t^ ti,

/,` otros me han arrastrado por el suelo, --^

^ ^^. pero de mi victoria estoy uiàna, /pues siendo el ideal, ó carne humana, _ t

he sido cuanto en vida puedo ser,

menos mujer. j S

, :,

De tanto estudiarte, amor, 1 ^1

lee llegado á comprender ¡^

que en sentirte es el mejor /=

quien no te alcanza 1 entender

17 Cubres con la mentira j4 V /'.j

1 ^ i + ' " ^, /^ 4 tu rostro ajado I^ r 1

oniendo en tus mejillas + irP

(ID'y ¿ crees con eso I ' V

^!

^^A'' que borrarás la huella + ^^ ,{^^j' ` i if.' --. r^ ' .^, de tanto beso . .^, •, , _.^^6%

1 j j Yo he visto una perdida

'r//' r^^

consolar las nostalgias del regazo,¡

meciendo entristecida

1 >S un niño de cartón entre sus brazos

No se parecen tus ojos

cual dicen al mar sereno,

ellos son como él, azules, ^r.

1 ! \ - , r , — mas no reflejan el cielo /

^.'/ ! .\> I ROMÁN DE SAAVEDPA / i 1 /\

5o

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1-11SPANIA n.o 91 30 Noviembre 1902

MEJICANOS ILUSTRESNTRE IOS POCOS estados americanos que en mate-rias intelectuales se encuentran al mismo nivelque esta vieja Europa, ocupa un lugar preemi-

nente la REPÚBLICA MEJICANA, una de las más fieles guar-dadoras de las costumbres españolas, y en la que no hapodido, por más esfuerzos que ha hecho, sentar sus realesesa tinta cosmopolita, esa mescolanza de razas que impe-ra en muchos puntos de América y que hacen tina Babelinsoportable é inhospitalaria de lo que debiera ser refugioconstante de todos los espíritus que, ávidos de luchar y decorrientes nuevas, buscan al través de los mares lo que pa-rece no encuentran en esta parte del hemisferio.

MÉJtco es el estado que siempre tuvo más simpatíaspor la madre España: prueba patente el gran número de

españoles que allí residen, el trato galante de que sonobjeto por los naturales del país y las iniciativas felicísi-mas llevadas á la práctica por todos los elementos másvaliosos de aquella República que jamás titubearon contal de reportarnos algún bien.

Por eso, principalmente, más que por nada, hoy secomplace HtsPANIA en tributar un aplauso á las cinco fi-guras de gran relieve de aquella región: el Excmo. señorgeneral don Porfirio Díaz, Presidente desde el año 1876,su virtuosísima esposa la ilustre dama señora doña Car

-men Romero Rubio de Díaz, don Ignacio Mariscal, donJosé Ives Simantour y don Joaquín Baranda.

Mucho espacio liaría falta para nada más que sintetizarel historial de estos grandes hombres y de su amante

aE A

F. DE SORIA

EN EL CAMPAMENTO

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compañera; así que nos vamos á reducir á copiar unosapuntes que de allí nos remiten para que sirvan de baseá este artículo-semblanza :

« He aquí al primer estadista de América, al hombreque ha hecho la grandeza y la felicidad de su patria.

» El héroe de la paz, con el cual nombre es conocidohoy en el mundo el señor general don Porfirio Díaz, nacióen r5 de Septiembre del año 1830 en Oaxaja. Hijo depadres no pudientes y huérfano de muy niño, desde sutierna infancia comenzó á luchar contra el infortunio alcual ha vencido completamente.

» En el Seminario de Oaxaja comenzó sus estudios, ysu pobreza era tanta que no pudo asistir á ningún actopúblico por no tener recursos para pagar los gastos queeran indispensables en aquellas funciones literarias.

»Cuando los norteamericanos invadieron á Méjico, Por-firio Díaz acudió á alistarse de defensor de su patria.

» Siempre ha pertenecido al partido liberal, y ha obte-nido sus grados militares por riguroso ascenso.

» Cuando la intervención francesa, Porfirio Díaz fuéuno de los que más rudamente la combatió. Estuvo en lafamosa batalla del 5 de Mayo, en el sitio de Puebla el año1863 y en otras muchas acciones. Ganó á los Austriacosla batalla de la Carbonera y de Miahuatlan; tomó pormedio de un atrevido asalto á Puebla el 2 de Abril de1867 y ocupó á Méjico en Junio del mismo año.

Por medio de una revolución subió á la presidenciade la República Mejicana á fines de 1876. Desde enton-ces comienza la era de prosperidad para Méjico. El va-liente soldado ha demostrado ser hábil estadista: él halevantado el crédito público; ha surcado el país de víasférreas y ha hecho á Méjico grande y respetado.

» Posee multitud de condecoraciones que le han con-cedido los gobiernos de Europa, justos apreciadores desus grandes méritos. Es gran Cordón de la Legión deHonor de Francia y tiene dos grandes cruces españolas.

»La distinguida dama que comparte con el señor gene-ral Díaz el cariño del pueblo mejicano, es hija del finado

ministro de Gobernación de aquella república, licenciadodon Manuel Romero Rubio, y se desposó con el Presi-dente mejicano en i880.

» Por su ilustración, por su bondad y por su distingui-do porte, se ha conquistado el respeto y admiración detodas las clases sociales de Méjico. Ella es la elegantedama que en los salones subyuga por su belleza, su ga-llardía y su finura y la que enjuga las lágrimas del quesufre.

» Como testimonio de su gran corazón, se alza en lacapital de la República Mejicana la Casa Auriga de laObrera en donde los hijos de las operarias encuentranpan é instrucción. Este establecimiento lo fundó y lo sos-tiene de sus fondos particulares Carmelita, como la llamancariñosamente los Mejicanos.

»Por su grande alma y por sus bellas cualidades mora-les, la señora Romero Rubio de Díaz ha logrado algo queparecerá imposible: ser respetada y querida como reinaen aquel país republicano.

» Es una dama legítimo orgullo de Méjico y de la razalatina.

» Está condecorada con la banda de María Luisa.»

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J. CAMPENY SIEMPREVIVAS Y CRISANTEMAS

HISPANIA n.o 91 30 Noviembre 1902

MISS REBECARA soñadora, hermosa y melancólica. Sentíase he-rida por esa terrible dolencia tan general en loshijos de la nebulosa Inglaterra, el spleen, pero

de un modo tan grave que, consultado un galeno, declaróque la rubia miss necesitaba impresiones nuevas, cambiode atmósfera y de costumbres, en una palabra, que elCínico remedio era viajar.

La joven se reanimó, abarcando la distancia que me-diaba desde el suntuoso recinto de Milton Square, hastalos floridos campos de Italia.

Hacía largo tiempo que soñaba con bandidos de ojosnegros y aterciopelada cabellera, de dominadora belleza,de carácter audaz y de valor indomable.

Su spleen revistió tina impaciencia nerviosa, febril. 1,a

idea del viaje la trastornaba; presentía las emociones delterror, de la lucha, del amor irrealizable, pero que se

arraiga y vive en el corazón.El padre de miss Rebeca era flemático, imperturba-

ble; parecía de granito; semejaba á una estatua de már-mol: había resuelto que su hija no abandonase Londreshasta el mes de Agosto, corría Julio y la probabilidadde la muerte no le hubiera hecho variar en un ápice

su plan.Además en el retraso había un interés material : la ro-

mántica niña no resolvía la cuestión palpitante, cual erafijar la época de su matrimonio con un primo suyo, queá la vez era socio de la casa Thompson y Compañía.

¿Le amaba? tal vez como hermano, y su cariño erapuramente fraternal y aún así,indiferente y tranquilo.

Por su parte Jaime, admira-ba la hermosura de Rebeca,quería llamarla suya, pero conestoicismo inglés soportabacon paciencia los desdenes yla frialdad glacial de aquel sercaprichoso y romántico.

Por fin llegó el día de la par-tida: una respetable aya, acep-tó la misión de acompañar á laheredera de la casa Thompsony Compañía.

Miss Rebeca abrazó á su pa-dre, tendió la mano ceremonio-samente á Jaime, pronuncian-do un seco good1y y se instalóen el vapor que por el río Tá-mesis la condujo al canal de laMancha y á playas francesas.

Su estancia en París fué cor-ta, desdeñando consagrar su ad-

miración á la capital más bulli-ciosa y atractiva de Europa. Te-nía vehemente curiosidad porver realizados sus ideales.

Ya en la frontera, cambia-ron de tren, tomando el quedebía conducirlas á Turín. Es-taban solas cuando salieron dela estación, pero á corta distan-cia de aquella, se abrió la por-tezuela y un hombre joven, dearrogante presencia, ocupó unasiento al lado de la bellísimamiss.

El viajero tenía tipo árabe:cutis moreno pálido, barba lar-ga negrísima como los ojos ycabellos. Su mirada escrutado-

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E. TORENT MEDITACION

ra se fijó en Rebeca, como magnetizándola : tenía expre-sión audaz y amenazante.

Sacó del bolsillo unas tijeras y mostrándolas dijo conacento imperioso :

— Córteme usted el cabello y la barba.La inglesa hizo un movimiento de terror y de sorpresa.

El aya exclamó con severo acento— Caballero, caballero...El desconocido lanzó una mirada tal sobre miss Wey,

que la hizo bajar los ojos estremeciéndose.— No hay tiempo que perder: corte usted.La atribulada Rebeca vió brillar un puñal y, tembloro-

sa, aterrada, cortó los rizos y la barba del bandido.—Ahora miren ustedes por la ventanilla.Obedecieron trémulas y asus-

tadas. Minutos después una vozcascada dijo :

—Vuelvan ustedes á sentarse.Rebeca y miss Wey lanzaron

una exclamación de asombro :en vez del apuesto joven, se encontraban frente á frente conun anciano de barba blanca ycabello como la nieve.

En aquel momento entrabanen una estación. Un empleadoabrió la portezuela: detrás de élasomaba la cabeza un agente depolicia.

— Hija mía, muestra los bi-lletes, creo que los piden, arti-culó el extraño personaje.

— No; no es eso lo que desea-mos... andamos á caza de ciertosujeto.

— Y se escapará probable-mente.

El tren continuó su marcha.— Me han salvado ustedes -

dijo el desconocido , — hemospasado la tontera, nada puedotemer : muchas gracias y buenviaje.

Y abriendo la portezuela sal-tó al campo y se perdió entrelos árboles.

Miss Rebeca, tenía calenturacuando llegaron á Turín; duran-te quince días estuvo gravemen-te enferma y el flemático misterThompson, preparaba su maletapara traslaclarse á Italia cuandosupo que su hija entraba en con-valecencia.

— Así como así, se dijo, esteviaje era para mi un trastorno ;no debí permitir que Rebeca seausentara de Londres.

Cuando la heredera de la casa

Thompson pudo leer los periódicos, le señaló mistressWey un párrafo en el « Siglo » de París.

«EI cajero de la casa J. M. y Compañía, se ha fugadollevándose los fondos que existían en caja. Hacía más deun año que ocupaba su puesto, pero está averiguado queera el jefe de una partida de bandoleros.

» Es joven, de rostro hermoso, con ojos y cabellos ne-gros; se cree que se ha internado en Italia.»

— Era él 1 — exclamaron las dos inglesas.Restablecida Rebeca y curada de su pasión por los

Fra Diavolo, regresó á Londres á su lujosa casa de Mil-ton Square.

Un mes más tarde, era esposa de Jaime Standerson.X.

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HISPANIA n.o 91 30 Noviembre 1902

POR ESOS TEATROS• Aygua que corre. • Drama en tres actos de Guimcrá, estrenado en Romea. —

. Oltre la vita. • Drama de José Leon Pagano, estrenado por la compañíaIggius, en cl Granvía.— La compañía del señor Talavera.— Inauguración detemporada en cl Liceo.

El estreno en Romea del drama de Guimerá « Ayguaque corre » ha sido hasta ahora el acontecimiento de latemporada. El eminente autor de «La Boja» y de «'l'erra

baixa », de «Mar y cel» y «María Rosa,» ha entrado con élde lleno en el drama moderno, llegando al cabo del ea-mino que emprendiera en «Arrán de terra» y en «La pe-

cadora. »De la antigua manera de Guimerá no queda en «Aygua

que corre» casi ninguna huella. La sobriedad en la expo-sición del conflicto, la firmeza de los caracteres, la natu-ralidad con que se desarrolla la acción y la lógica conque se suceden las escenas, hacen del drama un verdade-ro modelo, colocándolo muy por encima de los demásque había producido últimamente su autor.

No aseguraré yo que Guimerá haya podido prescindiren un todo de su anterior manera de entender el teatro.Con un bagaje literario como el que lleva á cuestas, estoera materialmente imposible. Además, por encima de losprocedimientos de escuela, hay el temperamento, delcual no puede prescindir ningún autor y mucho menossi is de la talla de Guimerá.

La Alameda de Hércules en Sevilla

Por eso, si bien ha prescindido éste de lirismos desme-surados y relaciones relucientes, de choques violentos yestallidos brutales de pasión, no ha logrado desprendersede ciertos vicios adquiridos en obras anteriores y entreellos el de anunciar ya al segundo acto el final del terceroy el de basar la obra en un hecho, si bien real en el fondo,falso por las circunstancias que lo rodean.

Un joven, enamorado perdidamente de tina mujer ca-sada, la confiesa su amor, que le es plenamente corres-pondido según le confiesa la propia interesada. Conco seve, se trata de una mujer sin pizca de escrúpulos, dispues-ta á faltar al juramento conyugal. A pesar de ello, nofalta... gracias á la vuelta de su marido, que se hallabaen viaje.

Entonces el galán, para poder vivir más cerca de suamada, decide casarse con una hermana de ésta. Así ten-drá más y mejores ocasiones para conseguir su objeto.Pero no lo consigue, á pesar de su deseo y el de su cóm-plice, gracias al anuncio en su esposa de la maternidad,motivo de todo punto insuficiente en un sujeto de suíndole.

En cambio en el tercer acto, teniendo en la habitacióncontigua á la esposa moribunda, déjase caer en brazos desu cómplice, matando con su acción á la enferma que, alaparecer á la puerta de la habitación, cae herida de muer-te por la infidelidad de su marido y de su hermana.

La inconsistencia que se nota en la base del drama, hasabido Guimerá substituirla por una extraordinaria firmezaen los caracteres y un gran vigor en la presentación delas situaciones. En este sentido es verdaderamente nota-ble el segundo acto de la obra, uno de los mejores queposee el teatro catalán. En cambio el primero resultapálido, reduciéndose á la exposición lisa y llana del con-flicto, que se resuelve en el tercero con naturalidad alprincipio pero con cierta brusquedad hacia el final.

Los artistas de Romea interpretaron la obra con ma-yor naturalidad que de costumbre, distinguiéndose sobretodos los demás los señores Soler y Borrás, encargadosde los papeles de maridos. Entre las actrices merece ci-tarse la señorita Jarque, que hizo una buena ingenua enel papel de esposa ultrajada.

La compañía de Blanca Iggius ha dejado de actuar enel Gran-vía, habiéndola substituído la de zarzuela chicadel señor Talavera.

El último estreno que nos sirvió aquélla fué el del dra-ma del joven esciiter José Leon Pagano « Oltre la vita»,en el cual muéstrase su autor obsesionado por los drama-turgos del Norte y muy especialmente por Ibsen. Y eslástima que así sea, pues el señor Pagano tiene cualida-des para que pueda atreverse á andar por si solo, comolo demuestra en algunas escenas de su obra llenas de vi-gor y llevadas con singular acierto y soltura. ; Cuandoserá que los autores jóvenes — no digo los principiantes,pues ya es cosa sabida que todo el mundo empieza irri-tando — seguirán el consejo que encierra Alfredo de ¡\lu-set en un verso, cuando dice: «Mi vaso cs pequeño, peroyo bebo en mi vaso ? »

La campaña hecha por la señora Iggius en nuestra ciu-

a

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EL ACREEDOR.— Pero si el conde me había dado cita para hoy sin falta.EL CRIADO.— Oh, me extraña mucho, porque no me ha dado siquiera orden de

ponerlo á V. en la calle.

dad no ha sido más que medianeja, habiéndose basadatodos sus éxitos en la representación de obras de génerolibre ó descocado. Los espectadores que van al teatro enbusca de arte, se han abstenido de acudir á las represen-taciones que ha dado la compañía, cediendo la plaza alpúblico alegre, que busca distracción aunque sea á cosade la moral.

Por eso, á pesar de los pocos (lías que han pasado des-de que se despidieron de nuestro público aquellos artistas,ya nadie se acuerda de ellos. Casi me atrevo á afirmarque los asistentes al teatro Gran-vía, prefieren á la com

-pañía de la señora Iggius, la de género chico del señorTalavera.

Una de las obras que representa ésta, es la nueva zar-zuela de costumbres aragonesas «El olivar», estrenadacon éxito por los mismos artistas en el teatro de las Artesde la calle de Floridablanca, donde actuaban antes deentrar en el Gran-vía.

Las obras antedichas y el estreno en el Principal deldrama « La risa de Grecia», de don Eduardo Marquina,han sido las novedades ocurridas en los teatros que teníanya abiertas sus puertas al escribir mi anterior revista, puesuna de las ocurridas durante la quincena ha sido la inau-guración de la temporada en el teatro del Liceo, la cualtuvo lugar el día r5 con la ópera dd Franchetti « Cristo-foro Colombo.»

Prescindiendo del libro, reñido con la historia y la li-teratura, la obra ha obtenido un éxito de yríblico, debidotal vez, más que á sus méritos, á la explendidez con queha sido montada. El decorado, á cargo de los escenógra-fos señores Viltunara y Junyent, fué de lo mejorcito quesuele ofrecernos la empresa del Liceo, lo cual puede afir-marse también del atrezo y el vestuario.

En cuanto á la música, puede afirmarse que e-tá escritacon fe y entusiasmo por su autor el maestro Franchetti,siendo en un todo apropósito para deslumbrar á la masa.Merece citarse sobre todo el « Epílogo », en el cual cam-pean los principales motivos de la ópera.

De todos modos, la acogida que dispensó á ésta el pú-blico fué en general bastante fría, sin que esa frialdadllevase á los espectadores á protestar ostentosamente,como hubiese ocurrido en otras ocasiones.

La interpretación fué de todo punto acertada, habién-dose distinguido notablemente la señora Bonaplata y elseñor Sanmarco. Ambos viéronse obligados á presentarseen escena algunas veces, en compañía del maestro 1 [as-cheroni, director de la orquesta.

UN ESPEC'T'ADOR

Vigor, colorido, fuerza y expresión: he aquí las cualida-des indiscutibles que posee la obra, compuesta de unadocena de novelitas. Y conste que el diminutivo se refie-re solamente á la extensión de las mismas, ya que por suintensidad merecen todas ellas el nombre de novelas y elcalificativo de soberbias.

Mientras esperamos que Víctor Catalá nos dé nuevasmuestras de su talento, no podemos menos que mandarlecon estas líneas la expresión de nuestro entusiasmo ynuestra admiración por sus «Dramas rurals.»

•Impresiona•, por P. Colomer y Fors.

Como indica su título, los trabajos de que se componeel libro del señor Colomer son simples impresiones, artí-culos cortos, visiones fugaces de la vida, observadas porun autor cuyo temperamento le arrastra á describir y pin-tar cuanto ve y siente, sin preocuparse de otra cosa.

Por eso se nota en el libro cierta falta de selección enlos asuntos, falta que no es obstáculo á que la lecturaproduzca singular buen efecto, pues de ella se saca unaimpresión viva é intensa de varios aspectos de ciertas po-blaciones.

Lo cual no es poco que digamos.

Mossen Vcrdaguer•, por el doctor J. Falp y Plana.

HOJEANDO LIBROSDramas rurals •, por Víctor Catalá.

Trátase de la obra de un autor casi desconocido comoquien dice hasta ayer y el cual, de un solo salto, ha sabi-do colocarse entre los mejores que han cultivado la prosacatalana.

El libro que acaba de dar á luz con el título de « Dra-mas rurals» es una soberbia muestra de su gran talento.

Uno de los amigos que tuvo en la última época de suvida el insigne vate Mossen jacinto Verdaguer, fué eldoctor Falp y Plana quien le asistió como médico hastasus últimos instantes.

Por eso, gracias á su triple cualidad de escritor, médi-co y amigo, ha podido el doctor Falp estudiar en su obraá Verdaguer bajo sus múltiples aspectos, dando del poeta,del hombre, del sacerdote y del enfermo una cabal idea.

SIr

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