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Política Educativa 2008 ALFABETIZACIÓN (Cuando los dioses se hacen los distraídos) “..Y Ulises, cansado y con el alma en un profundo desasosiego, lloró amargamente preguntándose porque los dioses lo habían abandonado, porqué no escuchaban sus plegarias. No sabía Ulises que era simplemente un hombre solo y que las Moiras dormían…) (A los educadores que todos los días, muchas veces con las manos vacías, recuperan la mística para el Mundo acerca de que si en el Banquete de la Vida no se pueden sentar todos, es porque algunos ocupan demasiado lugar…) Afirmación Elemental Hoy en día, casi cualquier persona afirmará sin hesitar que todo el mundo debe aprender a leer y escribir, que es una cuestión tan elemental que no debería ni ser mencionada de tan obvia, que es fundamental para vivir hoy, que saber leer y escribir es “todo”… Si a esa persona (y a otras) le preguntásemos porque entonces hay gente que no sabe leer ni escribir, niños y adultos, las consideraciones acerca de las causas serían variadas, en algún caso arriesgadas, audaces en formulaciones teóricas, más o menos esotéricas, en otros sumamente insensibles (tal vez culpando al analfabeto o elaborando alguna consideración racial o genética) y alguien, los menos, acercarían alguna idea sobre injusticia y violación de derechos. Sin embargo, esa elementalidad en términos de derecho no fue siempre así. Es más, es un dato muy reciente en la historia de la Humanidad. Durante siglos leer y escribir fue privilegio de unos pocos, muy pocos, y cuando el poder interpelador de esta habilidad comenzó a insinuarse, esos pocos sancionaban ferozmente a los muchos si querían u osaban aprender… Pero eso es otra historia, historia explicada talentosamente por Emilia Ferreiro y Adriana Puigross entre otros. A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX la alfabetización se constituyó en un eje de acción de los sistemas educativos y las acciones políticas de los gobiernos, en un objetivo que parecía acompañar una cierta 1

401 - Melone, Carlos - Alfabetización

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Política Educativa 2008

ALFABETIZACIÓN(Cuando los dioses se hacen los distraídos)

“..Y Ulises, cansado y con el alma en un profundo desasosiego, lloró amargamente preguntándose porque los dioses lo habían abandonado,

porqué no escuchaban sus plegarias. No sabía Ulises que era simplemente un hombre solo y que las Moiras dormían…)

(A los educadores que todos los días, muchas veces con las manos vacías, recuperan la mística para el Mundo acerca de que si en el Banquete de la Vida no se pueden sentar todos, es porque algunos ocupan demasiado lugar…)

Afirmación Elemental

Hoy en día, casi cualquier persona afirmará sin hesitar que todo el mundo debe aprender a leer y escribir, que es una cuestión tan elemental que no debería ni ser mencionada de tan obvia, que es fundamental para vivir hoy, que saber leer y escribir es “todo”…

Si a esa persona (y a otras) le preguntásemos porque entonces hay gente que no sabe leer ni escribir, niños y adultos, las consideraciones acerca de las causas serían variadas, en algún caso arriesgadas, audaces en formulaciones teóricas, más o menos esotéricas, en otros sumamente insensibles (tal vez culpando al analfabeto o elaborando alguna consideración racial o genética) y alguien, los menos, acercarían alguna idea sobre injusticia y violación de derechos.

Sin embargo, esa elementalidad en términos de derecho no fue siempre así. Es más, es un dato muy reciente en la historia de la

Humanidad. Durante siglos leer y escribir fue privilegio de unos pocos, muy pocos, y cuando el poder interpelador de esta habilidad comenzó a insinuarse, esos pocos sancionaban ferozmente a los muchos si querían u osaban aprender… Pero eso es otra historia, historia explicada talentosamente por Emilia Ferreiro y Adriana Puigross entre otros.

A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX la alfabetización se constituyó en un eje de acción de los sistemas educativos y las acciones políticas de los gobiernos, en un objetivo que parecía acompañar una cierta épica del progreso y la igualdad. La constitución de los sistemas escolares de la mano del desarrollo de las sociedades de masas, el creciente republicanismo con sus necesidades de márgenes más amplios de inclusión política que sus antecesores (la hoy célebre discusión acerca de la ciudadanía), el desarrollo técnico-científico de la mano de las revoluciones industriales y los intentos alternativos al capitalismo daban lugar a esa necesidad, a veces popular, las más de las clases políticas dominantes, de acceder a esa extraña moneda llamada alfabetización, que, a pesar de Gutenberg y sus consecuencias posteriores, era un atributo que seguía estando en manos de una escandalosa minoría.

Desde los discursos oficiales se convocaba a esta épica que fue (por supuesto) en muchos casos, hipócrita y por ende ficticia, más cercana a la apariencia a fin de tranquilizar almas inquietas que a una verdadera y legítima intención de lograr el acceso a este derecho. Desde los estratos del poder se enunciaba casi universalmente la necesidad de terminar con el “mal” del analfabetismo, que había que “erradicarlo”, pero muchos lo hicieron solo a medias, algunos lo lograron y otros ni siquiera lo intentaron seriamente.

En el mundo actual, sigue siendo una de las tantas deudas que muchos regímenes políticos tienen con los pueblos que gobiernan, tanto porque dichos pueblos aún no han logrado la alfabetización

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más precaria como otros por el tipo y calidad de alfabetización lograda que es la cuestión que voy a analizar seguidamente.

Empiezan algunos problemas…

La alfabetización implica, básicamente, el alcance mínimo (y aquí se va a presentar el primer problema) de la habilidad lectoescritora en términos sencillos y elementales según la sociedad de la cuál se trate. Ahora bien, la discusión entonces es que significa mínimo, sencillo y elemental como habilidad lectoescritora. ¿Es posible establecer parámetros igualmente básicos para los habitantes de Haití, de Somalia, del Asia Central, de Japón y de Argentina?

La primera y básica respuesta es No.

Veamos. La obscena asimetría de todo tipo que recorre el mundo hoy reconoce no solo el complejo concepto de diversidad, aludiendo a las multiformes organizaciones de la cultura humana sino también a la desigualdad económica, política y cultural que el discurso globalizador fatigosamente intenta disimular o explicar bajo teorías que justifiquen esa situación…

No debe confundirse entonces el respeto por las diferencias y las identidades particulares con la injusticia, el atraso, la pobreza, la explotación…

Y en ese marco inter e intra naciones y regiones, las significaciones e importancia de la alfabetización requiere de contenidos y estrategias que deben considerar esas particularidades, no en un planteo bucólicamente folclórico, anecdótico, pintoresco sino en función de los mejores caminos para que un pueblo sea quién es, cada vez más y mejor.

Una Política Educativa no debería olvidar esto. Pero una política Educativa no es un ente sin vida; es una dirección, un propósito, un

sentido de parte de quienes dirigen hacia las poblaciones gobernadas a través de sus sistemas educativos y toda la periferia que los rodea. Entonces…

A pesar de la elementalidad del No planteado párrafos antes, multitud de organismos educativos internacionales, que van desde la celebérrima UNESCO hasta el no menos célebre (aunque por razones bien distintas) Banco Mundial, además de pontificar acerca de cómo debe ser la educación en los países del Mundo, especialmente en los más “atrasados o subdesarrollados” (será difícil encontrar términos como saqueados, explotados, incluso dependientes), insisten en buscar y proponer (¿exigir?) parámetros estándar de evaluación de la calidad educativa, estrategias “globales” para mejorar la educación, programas especiales que apuntan a esto o aquello (poblaciones rurales, niñas, etnias en particular) que traerá incontables beneficios para esos países sumidos en la ignorancia a los que el Hermano Grande ayudará.

Congresos Internacionales, Grandes Conferencias Mundiales, Planes a 10, 15 o 20 años con ayudas económicas que formarán parte de la deuda de esos mismos países y además, sus muchos fracasos, serán cuidadosamente ocultados por la talentosa pluma de expertos que justifican, analizan y explican garantizando que el culpable sea la víctima si algo sale mal.

Las antípodas de la elementalidad planteada. La negación de la identidad a través de una homogeneización alienante y funcional a intereses imperiales, aunque suene a una antigüedad. Porque en esos discursos de los Organismos el reconocimiento de la diversidad es solo discursiva: las propuestas en su implementación son rígidas, estandarizadas, homogéneas.

La Argentina sabe de esto, si bien no específicamente en torno a la alfabetización, si a las Políticas Educativas implementadas respondiendo a los intereses mencionados, sobre todo en los 90, de las cuales abjuran y critican, hoy muchos de sus amanuenses de

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entonces, que se escondían detrás de supuestas “funciones técnicas”.

Porque cualquier implementación de estas políticas educativas no es solo el resultado de las perversidades de los poderosos de “afuera” sino también de los de “adentro”, socios y cómplices en verdaderos genocidios culturales.

Por fuera de estos marcos hubo (y hay) casos notables de campañas de alfabetización que excedieron por mucho las capacidades de sus maltrechos sistemas escolares y que involucraron a la población alfabetizada en movilización hacia la no alfabetizada, tal el caso de la Nicaragua Sandinista, Cuba en su primera etapa revolucionaria y hacia 2006 Venezuela con logros extraordinarios en este terreno.

Incluso cubanos y venezolanos son “exportadores” de estrategias alfabetizadoras, especialmente para adultos. Estrategias no demasiado novedosas en su faz técnica pero potenciadas en su eficacia por el reconocimiento de los contextos específicos por parte de quienes, con entusiasmo y dedicación, las llevan a cabo y la indispensable voz de los que se alfabetizan.

Cualquier lector notará (y si no deberá averiguarlo) que nos referimos a procesos políticos muy particulares. En la Argentina hubo un Plan Nacional de Alfabetización durante el Gobierno de Raúl Alfonsín que movilizó en esa dirección, resultando una experiencia muy interesante y devorada por la dinámica caníbal de la política argentina y una entusiasta dedicación de algunos a cometer un dislate tras otro.

De la Cultura y los Universos…

¿Qué significa alfabetizar? ¿Es tan obvio?

Alfabetizar significó y significa el ingreso a un mundo simbólico distinto del que sumerge al analfabeto, a superar en los tiempos

actuales la mutilación, la castración que significa quedar “fuera” de ese universo simbólico. Es nombrar y escribir al Mundo pero no de cualquier manera porque no hay manera neutra de escribir y nombrar al Mundo.

Las puertas de ingreso a ese Universo Simbólico pueden atravesarse de la mano de la domesticación o del pensamiento crítico. Y todo pensamiento crítico que se considere tal, es decididamente insurreccional.

La palabra en este terreno es la de Paulo Freire, olvidado, ninguneado, reducido a escombros de anécdotas “románticas” que estupidizan (o al menos lo intentan) una idea y una propuesta insurgente…

Aprender a leer y escribir no es solo una actividad que se desarrolla a través de técnicas más o menos eficaces (necesarias y muy importantes). Es ingresar a una nueva dimensión del mundo con lo que se tiene culturalmente o “renunciando” (como acto voluntario o como conducta alienada) a ello en pos de las pautas de la cultura dominante o del camino del encuentro de los pueblos con un destino que quieren tomar en sus manos.

Se trata de ser o no ser otro ladrillo en la pared.

La acción alfabetizadora es una acción de profunda implicancia cultural que incluye y excede el marco de las significaciones utilitarias y locales, del particularismo que necesariamente debe considerarse y respetar y de la complicada inclusión en una trama más amplia.

Es ver y entender nuevamente.

O no.

O es la profunda ratificación de los modos de sujeción externos a la persona.

Alfabetizar puede ser afirmar la máscara o empezar a quemarla.

Alfabetizar puede ser la espada o el pecho sin escudo.

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Alfabetizar puede ser el crepitar del fuego o el silencio

En el adulto y en el niño (en planos de profundas diferencias evolutivas y culturales, por supuesto) el alfabeto, la grafía, los modos de expresión, la simbolización son claves para el desarrollo de la característica humana más específica y potente: lo cultural.

Aclaración Urgente

TODO el tiempo nos alfabetizamos y nos realfabetizamos y accedemos a distintas puertas de entrada (a veces giratorias) a las cosas de la vida y el conocimiento pero hay un paso inicial, que no es cualquier paso. De ese hablamos.

Tal vez alfabetizarse sea en algún sentido una ilusión, un camino que se recorre y una meta que no se alcanza.

Y Ulises nunca llega a Ítaca…

Siguen otros…

Y entonces el segundo problema: ¿Qué hacen los sistemas escolares con este asunto?

El tratamiento de la problemática alfabetizadora, en general, se reduce a una cuestión técnica (este o aquél método, disputas ardorosas entre constructivistas, conductistas y desorientados) en el ámbito escolar institucional o en la cabeza de dicho Sistema.

Y la tensión cultural entre lo particular de los sujetos y las comunidades y lo “universal” en el sentido de las formas culturales oficiales, se resuelve la mayoría de las veces sin mayor conflicto a favor de la segunda postura, ya sea por automatismos incorporados a lo largo de la historia escolar de los que participamos en la imposible tarea de enseñar (dicho más académicamente, configuración de habitus y desarrollo de la alienación), ya sea por

decisiones explícitas sustentadas en convicciones éticas, pedagógicas y políticas.

Las particularidades, el dato sustancial y distintivo de un grupo en función de su propia historia y en función de su inclusión en proyectos más amplios quedan sepultados por conductas colonizadoras para “mejorar su calidad de vida”.

Y debe observarse rápidamente que toda cultura diferente a la oficial, no es necesariamente alternativa, cuestionadora de la misma, confrontativa.

Ni, mucho menos, insurreccional.

Hasta puede ser funcional al orden establecido. La respuesta del Sistema suele ser homogeneizadora (no solo en la cuestión de la alfabetización) y dejar la diversidad solo para los aspectos más superficiales. En épocas de globalización y discursos acerca de la diversidad, no es más que una ratificación de la intolerancia más acendrada, elegantemente disimulada bajo los ornamentos del lenguaje.

Negación y sujeción de la identidad a partir de un acto de atención a un derecho cultural casi “elemental”.

¿Mi mamá amasa al oso? ¿O lo sala?...

Por supuesto que la discusión en torno a que significa alfabetizar reconoce una dimensión que he enunciado solo al pasar al comenzar el presente apartado: lo mínimo, sencillo y elemental… ¿que significa?

Y nuevamente debo precisar que la cuestión excede largamente la dimensión técnica p.e. Si debe saber leer y escribir una frase sencilla o su nombre y apellido o algún otro ítem sobre todo para aquellos que en su vida no tienen expectativas de una escolaridad prolongada.

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Porque el analfabetismo es hijo de la injusticia y la desolación, no de “irresponsables” elecciones personales o situaciones particulares. Y esto no es un problema técnico.

¿A quién voy a alfabetizar?

¿Qué le ofrece el Sistema, cuál es su futuro en el entorno social?

¿Adónde va ese chico o ese adulto? ¿Con quién va? ¿Va?

¿Alguien lo escucha?

Y esta es una discusión que debe darse al interior de las naciones, no solo a partir de su singularidad en el presente sino de lo que esa misma nación se propone para sí en el mediano y largo plazo. No puede resolverse en el ámbito de los expertos y especialistas, de las Agencias Internacionales, ni siquiera en los Ministerios o en las escuelas.

Debe discutirlo el pueblo.

Sencillamente así. No a través de encuestas y encuestólogos que nos dicen como somos, que pensamos, que queremos.

Debe discutirlo el pueblo asumiendo los riesgos de tomar en sus manos su propio destino, fatigosamente, en un largo e inacabado ejercicio democrático donde los profesionales y los especialistas escucharán, preguntarán y discutirán como parte de ese pueblo y no como iluminadores de él. Y pondrán sus conocimientos al servicio de ese pueblo al que pertenecen.

¿Quién es el pueblo? ¿Es la gente?, ¿Es la Multitud?, ¿Los Proletarios?, ¿Descamisados?, ¿Cabecitas?, ¿Pobres?, ¿Todos?, ¿Los Oprimidos?, ¿Los Condenados?... El sujeto pueblo surgirá de si mismo y no de las definiciones que se puedan dar al respecto, surgirá del hacer y aprenderemos quienes somos si no lo sabemos.

Y aquí uno entra en el terreno de la política ficción.

Por supuesto.

Porque vive en países permanentemente sacudidos por los saqueos externos, las complicidades internas con dicho saqueo y la

agotadora, inestable y verdaderamente épica lucha por recuperar los perdidos sueños de justicia, igualdad y libertad.

Sueños que no deben considerarse por separado como proponen los monjes del poder, sino en el desafío perpetuo de su conciliación sin renuncias.

A pesar de Ministros, expertos, funcionarios y académico.

A pesar del canto seductor de esas sirenas.

Aunque sea necesario atarse al palo mayor del buque.

Referencias Bibliográficas

Respecto de este tema resultaría completamente desleal hacer una larga cadena de citas bibliográficas. La deuda que tengo con las experiencias de vida con maestros y compañeros de trabajo y otros y con Paulo Freire es imposible de citar. Pero debo realizar dos mencione insoslayables: el pensamiento de José Tamarit como referencia indispensable y las líneas de colectivos 266 y 278 como lugares de reflexión en el trayecto de un trabajo a otro.

Carlos M. MeloneEdiciones Nueva Esperanza

Política Educativa-UNLZ2008

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