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BIOÉTICA 3 EDITORIAL L a ética es la parte de la filosofía que se ocupa del actuar del hombre. En ella se realiza la crítica y el análisis de la moralidad y, además, propone normas actual, consideramos que no puede olvidarse la premisa de que todo análisis ético en la medicina, debe partir de la relación entre el agente de salud y el paciente. El punto de partida es el adecuado ejercicio del método clínico, seguido de una historia clínica bien hecha y de un correcto estudio de los problemas médicos significativos; en caso contrario, las decisiones pueden estar erradas y ello constituye un serio problema ético. Pero, además, el agente de salud debe siem- pre estar dispuesto a ponerse en la situación del otro y esta disponibilidad empática es la apertura a un nuevo modo de estructurarse para la relación terapéutica o la del cuidar, a un nivel ínter subjetivo verdaderamente humano. El origen de toda acción ética es el encuentro con el rostro del otro, que demanda una respuesta; es, pues, esen- cialmente antropológico. Al asistir al enfermo como perso- na integral, tenemos la posibilidad de crecer como seres humanos, porque la relación así entablada es gratificante y plenificante. Por ello, es preciso recuperar, para el análisis bioético, la perspectiva de las virtudes inmanentes a la ac- ción y encaminadas a una relación verdaderamente huma- na: la virtud es un modo de ser, una manera de estar-en-el- mundo y de relacionarse con los hombres y el entorno. Este es el paradigma de agente de salud que proponemos para este siglo. o escalas de valores. La discusión ética, por tanto, no se rea- liza en el plano del ser, sino en el del deber ser. Su concepto más profundo es, sin dudas, el de la responsabilidad: el hom- bre es responsable de sus actos y debe responder ante sí mis- mo y ante la sociedad por ellos. Por eso, nos da la dimensión moral del hombre: no basta con saber qué es lo que está bien; también hay que hacerlo. Los códigos deontológicos médicos suelen ser un con- junto de normas éticas de conducta y deberes administrati- vos, destinados a garantizar la calidad del ejercicio de la medicina y la buena imagen pública del médico. La moral deontológica considera posible que la razón establezca “a priori” unos principios éticos asumibles por todos, porque son racionales y la razón los impone como objetivos. Sin embargo, es probable que en muchas ocasiones se haya sobredimensionado el papel de la racionalidad a expensas de otros factores que también deben ser tenidos en cuenta, como los emocionales y afectivos, los relacionales o la moti- vación por los valores morales. La raíz de la condición moral del ser humano está dada por el hecho de que el hombre, para vivir, tiene que ir ha- ciéndose su propia vida. Jamás se ajusta por completo al medio en que vive: a cada paso se encuentra con que puede –y tiene- que elegir esto y dejar aquello. Por estas decisiones se considera bueno o malo, justo o injusto, digno o indigno. La tradición moral de la medicina, desde Hipócrates hasta bien entrado el siglo XX, era una síntesis de competencia profesional, experiencia, virtud y amor. Sin embargo, la si- tuación clásica de la ética médica ha sido considerada por autores tan dignos de respeto como el español Diego Gra- cia, lo que éste llama “la teoría del código único”; es decir, la idea de que las normas morales eran cognoscibles por todos y exigibles a todas las personas por igual. La relación médico-paciente se habría establecido entonces, sobre la idea de que el paciente es un incapaz, no sólo biológico, sino también en sentido moral. La función del médico sería, pues, la de llevar al enfermo, aún en contra de su voluntad, de acuerdo con los principios y normas de este código. En los últimos treinta años del pasado siglo, al aparecer conflictos enteramente nuevos en el mundo sanitario, se revisaron es- tos conceptos y surgió la Bioética, que desde el principio intentó establecer algunos criterios ínter subjetivos que, res- petando las conciencias individuales, fueran a su vez respe- tados por todos. Esto es lo que se ha dado en llamar “ética de mínimos”. Al margen del hecho incuestionable de que el logro del consenso ético es una necesidad urgente en la sociedad BIOÉTICA CENTRO DE REFERENCIA JUAN PABLO II ENERO-ABRIL 2004 Director: René Zamora Marín. Asesor: Mons. Alfredo Petit Vergel. Consejo de Redacción: Jorge H. Suardíaz Pareras; María L. Herrera Torres; Ivette Milanés Abreus; Hilda Santiesteban Badía; Clara Laucirica; Elva Espinosa Nordelo. Edición: Norka Romero Morales. Diseño: Frank Rodríguez Dirección: Mayía Rodríguez # 804 esquina a Espadero, 10 de Octubre, Ciudad de La Habana. C.P. 10500. Teléfono: 57-7463 Telefax: 57-7462

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bioética

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  • BIOTICA 3

    EDITORIAL

    La tica es la parte de la filosofa que se ocupa del

    actuar del hombre. En ella se realiza la crtica y el

    anlisis de la moralidad y, adems, propone normas

    actual, consideramos que no puede olvidarse la premisa de

    que todo anlisis tico en la medicina, debe partir de la

    relacin entre el agente de salud y el paciente. El punto de

    partida es el adecuado ejercicio del mtodo clnico, seguido

    de una historia clnica bien hecha y de un correcto estudio

    de los problemas mdicos significativos; en caso contrario,

    las decisiones pueden estar erradas y ello constituye un serio

    problema tico. Pero, adems, el agente de salud debe siem-

    pre estar dispuesto a ponerse en la situacin del otro y esta

    disponibilidad emptica es la apertura a un nuevo modo de

    estructurarse para la relacin teraputica o la del cuidar, a

    un nivel nter subjetivo verdaderamente humano.

    El origen de toda accin tica es el encuentro con el

    rostro del otro, que demanda una respuesta; es, pues, esen-

    cialmente antropolgico. Al asistir al enfermo como perso-

    na integral, tenemos la posibilidad de crecer como seres

    humanos, porque la relacin as entablada es gratificante y

    plenificante. Por ello, es preciso recuperar, para el anlisis

    biotico, la perspectiva de las virtudes inmanentes a la ac-

    cin y encaminadas a una relacin verdaderamente huma-

    na: la virtud es un modo de ser, una manera de estar-en-el-

    mundo y de relacionarse con los hombres y el entorno. Este

    es el paradigma de agente de salud que proponemos para

    este siglo.

    o escalas de valores. La discusin tica, por tanto, no se rea-

    liza en el plano del ser, sino en el del deber ser. Su concepto

    ms profundo es, sin dudas, el de la responsabilidad: el hom-

    bre es responsable de sus actos y debe responder ante s mis-

    mo y ante la sociedad por ellos. Por eso, nos da la dimensin

    moral del hombre: no basta con saber qu es lo que est

    bien; tambin hay que hacerlo.

    Los cdigos deontolgicos mdicos suelen ser un con-

    junto de normas ticas de conducta y deberes administrati-

    vos, destinados a garantizar la calidad del ejercicio de la

    medicina y la buena imagen pblica del mdico. La moral

    deontolgica considera posible que la razn establezca a

    priori unos principios ticos asumibles por todos, porque

    son racionales y la razn los impone como objetivos. Sin

    embargo, es probable que en muchas ocasiones se haya

    sobredimensionado el papel de la racionalidad a expensas

    de otros factores que tambin deben ser tenidos en cuenta,

    como los emocionales y afectivos, los relacionales o la moti-

    vacin por los valores morales.

    La raz de la condicin moral del ser humano est dada

    por el hecho de que el hombre, para vivir, tiene que ir ha-

    cindose su propia vida. Jams se ajusta por completo al

    medio en que vive: a cada paso se encuentra con que puede

    y tiene- que elegir esto y dejar aquello. Por estas decisiones

    se considera bueno o malo, justo o injusto, digno o indigno.

    La tradicin moral de la medicina, desde Hipcrates hasta

    bien entrado el siglo XX, era una sntesis de competencia

    profesional, experiencia, virtud y amor. Sin embargo, la si-

    tuacin clsica de la tica mdica ha sido considerada por

    autores tan dignos de respeto como el espaol Diego Gra-

    cia, lo que ste llama la teora del cdigo nico; es decir,

    la idea de que las normas morales eran cognoscibles por

    todos y exigibles a todas las personas por igual. La relacin

    mdico-paciente se habra establecido entonces, sobre la idea

    de que el paciente es un incapaz, no slo biolgico, sino

    tambin en sentido moral. La funcin del mdico sera, pues,

    la de llevar al enfermo, an en contra de su voluntad, de

    acuerdo con los principios y normas de este cdigo. En los

    ltimos treinta aos del pasado siglo, al aparecer conflictos

    enteramente nuevos en el mundo sanitario, se revisaron es-

    tos conceptos y surgi la Biotica, que desde el principio

    intent establecer algunos criterios nter subjetivos que, res-

    petando las conciencias individuales, fueran a su vez respe-

    tados por todos. Esto es lo que se ha dado en llamar tica

    de mnimos.

    Al margen del hecho incuestionable de que el logro

    del consenso tico es una necesidad urgente en la sociedad

    BIOTICA CENTRO DE REFERENCIA JUAN PABLO II ENERO-ABRIL 2004

    Director: Ren Zamora Marn. Asesor: Mons. Alfredo Petit Vergel. Consejo de Redaccin: Jorge H. Suardaz Pareras; Mara L. Herrera Torres;Ivette Milans Abreus; Hilda Santiesteban Bada; Clara Laucirica; Elva Espinosa Nordelo. Edicin: Norka Romero Morales. Diseo: Frank RodrguezDireccin: Maya Rodrguez # 804 esquina a Espadero, 10 de Octubre, Ciudad de La Habana. C.P. 10500. Telfono: 57-7463 Telefax: 57-7462