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La Trinidad y sus implicaciones como modelo para la sociedad actual
La comprensión de Dios a través de la historia ha sido compleja y problemática, en especial
al querer hacer una reflexión sobre Dios Uno y Trino, las posturas y especulaciones son
diversas, al punto que ha llevado a caer en herejías al querer comprender el Misterio, como
respuesta han surgido diversas posturas, al punto de formalizar un lenguaje técnico y
preciso al momento de hablar de la Trinidad para evitar caer en errores, sin que con ello se
diga que esa es la verdad real, pues todo lo que se diga de Dios será siempre limitado y
fruto de la experiencia de Dios que se ha ido revelando en la historia al hombre.
En esta reflexión sobre Trinidad, hay que dejar claro que, lo que interesa no es profesar
una verdad dogmática o solo tratar de comprender sus términos de la Trinidad, sino ante
todo lo que importa es poder llevar a la realización existencial del misterio de comunión
que ayude al hombre a vivir su humanidad de una forma plena y libre; de modo que se
pueda cambiar la realidad social y personal para que ella se convierta en un sacramento de
la santísima Trinidad1.
Al momento de hablar de la Trinidad, lo que interesa son sus implicaciones para la sociedad
actual (latinoamerica), por ello se realizará la disertación se hará teniendo2 como punto de
partida lo que se ha dicho de la Trinidad (desde Leonardo Boff), seguidamente se pasará a
realizar a una mirada de la misma como modelo para una sociedad más humana en
comunidad e igualitaria, finalmente poder darle un aplicación a la realidad de la sociedad
actual, de modo que se pueda experimentar entre las personas una verdadera comunión de
hermanos en unidad e igualdad, una comunidad construida y unida por el amor.
Además, hay que señalar que existe dificultad para poder comprender y asimilar el misterio
de la Trinidad, para entender que Dios no es un ser sólo, sino que desde el principio esta
“…la comunión de tres personas eternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el primer
principio rige la comunión”3 en la que nada existe en sí y para sí, sino que todo los seres
conviven y existen unos para los otros; de modo que la Trinidad es coexistencia y
convivencia del Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo.
Pero realizar esta compresión para la vivencia de la fe trinitaria es problemática para la
sociedad actual desde la perspectiva de lo político (somos herederos de un inmemorial
autoritarismo político, una historia marcada por el patriarcado y las relaciones desiguales),
lo religioso (acumulación de poder real y sacerdotal en una única figura, la concepción de
una Iglesia jerárquica) y en los diversos grupos sociales como en la mentalidades que se
inclinan hacia una religión de un Dios-Padre, de un Dios-Hijo y de un Dios-Espíritu. Estas
comprensiones erradas de Dios hacen que se pierda y no se pueda vivir la dimensión
esencial del misterio de trinitario en el que existe la comunión entre las divinas personas4.
1 Cf. Boff, Leonardo. “Trinidad”. En: Revista Pasos N° 48 (Jul/Ago 1993). N. 2
2 Nota: la reflexión en este ensayo está orientado bajo la dinámica del modelo hermenéutico para el
desarrollo de la temática, teniendo como texto fuente la reflexión de Leonardo Boff “Trinidad”. 3 Boff, Leonardo. “Trinidad”. En: Revista Pasos N° 48 (Jul-Ago 1993).
4 Cf. Ibíd. N. 1.
Todo esto ha llevado a realizar una reflexión profunda entorno a como se ha revelado la
Santísima Trinidad en la historia, analizando su develación en la vida de las personas, en
las religiones, en la historia común de la humanidad, en la vida, pasión y muerte de
Jesucristo en su resurrección y por último la manifestación del Espíritu; de modo que la
Trinidad no se revela como doctrina, sino como una práctica en las acciones y palabras de
Jesucristo y en la acción del Espíritu5. Se puede decir que con Jesús se empieza a dar
origen a la formula trinitaria (Mt 28, 19), es él quien revela al Padre pues se siente Hijo de
él y además Jesús se siente inundado de la fuerza del Espíritu.
Ahora se plantea una problemática frente a la Trinidad de cómo compaginar la fe en un solo
Dios (A.T) con la fe en la Trinidad (N.T), es allí donde surgen las primeras herejías
(modalismo, subordinacionismo, triteísmo) y como respuesta se a estas comprensiones se
elabora un lenguaje técnico teológico con el fin de evitar las comprensiones erróneas en la
fe (naturaleza, personas, hipóstasis, procesiones, relaciones, perijóresis, misiones).
Sin embargo fruto de toda la reflexión que se pueda dar entorno a la Trinidad lo importante
es aplicarlo en la sociedad actual ese modelo de unidad, igualdad y amor, en el que cada
hombre se entrega, dona su vida por el otro; frente a una sociedad marcada por el
individualismo, el egoísmo, en la que prima el bienestar propio sobre el de los demás, una
sociedad de explotación, miseria y pobreza en la que los que tienen el poder oprimen a los
indefensos.
Con el modelo de la Trinidad se lanza un grito de lo más profundo de Dios, pidiendo no
que lleguen a comprender su misterio trinitario y se algo abstracto e ideal, sino para que el
hombre imite su imagen de Trinidad; pide que esta sociedad se vuelva también sacramento
de la santísima Trinidad, de modo que se imite la comunión perfecta entre el Padre, Hijo y
Espíritu Santo, pues de nada sirve que el hombre tenga una idea y comprensión de la
trinidad con largas reflexiones y discursos vacios si no es capaz de experimentar esa
comunión con sus hermanos, en especial con los más pobres.
Por este motivo hoy la dinámica de la Trinidad permite hacer un llamado al hombre y una
crítica social y eclesial en la que este modelo de unida, comunión y amor perfecto en la
trinidad se pueda llevar a la practica en todas las relaciones humanas, donde en la
diversidad y heterogeneidad de las personas lo que impera sea la comunión y donación en
al amor entre la humanidad, de modo que se pueda construir una sociedad más justa e
igualitaria en la que para engendrar vida los unos estén dispuestos a dar la vida por los
otros; para esto debe servir hoy al hombre hoy comprender el Misterio de la Santísima
Trinidad.
5 Cf, Ibíd. N. 2,3.