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108 109 El cultivo de soja y la cría de ganado vacuno desen- cadenan varios impactos ambientales. En el análisis de esos efectos es importante distinguir entre los impactos directos debidos específicamente a los cultivos y la ga- nadería (impactos directos), y aquellos que se deben a las acciones asociadas a los cultivos y la ganadería, ta- les como obras de riego, carreteras para extraer las co- sechas, o los puertos (impactos indirectos). Impactos directos sobre áreas naturales Como cualquier otra actividad de apropiación so- bre los ecosistemas, la agricultura y la ganadería tienen una serie de impactos ambientales. A medida que las prácticas se hacen más intensivas, por ejemplo con mayor carga de agroquímicos, esos impactos ambien- tales aumentan (véase por ejemplo, Matson y colab., 1997). Pueden reconocerse una serie de impactos am- bientales directos específicos en los casos de la soja y carne, los que incluyen el avance de la frontera 6. IMPACTOS AMBIENTALES

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El cultivo de soja y la cría de ganado vacuno desen-cadenan varios impactos ambientales. En el análisis deesos efectos es importante distinguir entre los impactosdirectos debidos específicamente a los cultivos y la ga-nadería (impactos directos), y aquellos que se deben alas acciones asociadas a los cultivos y la ganadería, ta-les como obras de riego, carreteras para extraer las co-sechas, o los puertos (impactos indirectos).

Impactos directos sobre áreas naturales

Como cualquier otra actividad de apropiación so-bre los ecosistemas, la agricultura y la ganadería tienenuna serie de impactos ambientales. A medida que lasprácticas se hacen más intensivas, por ejemplo conmayor carga de agroquímicos, esos impactos ambien-tales aumentan (véase por ejemplo, Matson y colab.,1997). Pueden reconocerse una serie de impactos am-bientales directos específicos en los casos de la soja ycarne, los que incluyen el avance de la frontera

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agropecuaria sobre áreas naturales, pérdida local deespecies nativas de fauna y flora, incremento de la vul-nerabilidad de algunas especies, contaminación de sue-los y aguas por agroquímicos y sus derivados, erosión,y compactación del suelo.

Tanto el cultivo de soja, como en algunos casos laganadería vacuna, avanzan sobre áreas naturales. Elcaso más alarmante, por su magnitud, se encuentra enBrasil donde la frontera agropecuaria se mueve sobreel Cerrado y sobre las áreas abiertas (“campos”) en laAmazonia (por ejemplo Fearnside 2001, Casson 2003,Donald 2004).

El Cerrado es una ecoregión de aproximadamente2 millones de km2, con un acervo en biodiversidad quecompite con la Amazónica. Algunos reportes indicanque el 40 % de la región se encuentra comprometidopor la agricultura de monocultivos y ganadería. Lasrecientes evaluaciones satelitales de EMBRAPA indi-can que sólo un 20% de su superficie puede catalogarsecomo silvestre, y que menos del 5% de la región tieneposibilidades de conservarse bajo las condiciones ac-tuales (W. Novaes en Estado S. Paulo, 30 mayo 2004).Actualmente hay 15 millones de hectáreas en agricul-tura, predominantemente con soja. Hay otros 35 millo-nes de hectáreas consideradas como “limpias”, que es-tán praderizadas, y es sobre éstas que irá avanzando laagricultura. “Tenemos un área disponible de 75 millo-nes de hectáreas”, señaló un técnico de EMBRAPA enel reciente Congreso Mundial de Soja, subrayando elesfuerzo por desarrollar semillas adaptadas al ambien-te tropical (Huergo, 2004). Otras fuentes indican que elárea antropizada en esta biorregión creció entre 1975 y1996 a una tasa acumulativa de 3% anual, correspon-diendo el mayor crecimiento a pasturas implantadas

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5,3% , con un crecimiento de áreas cultivadas de 0,8%anual (Margulis 2003).

En esos casos el ecosistema original es reemplazadopor un agrosistema, usualmente de monocultivo. Labiodiversidad se reduce, se genera una fragmentacióncon “manchas” de áreas naturales remanentes y con bajaconectividad entre ellas, y por lo tanto la vulnerabili-dad de las especies nativas se incrementa. Los impac-tos se dan sobre los ambientes propios de Cerrado, asícomo en el ecotono entre Cerrado y selva tropical (queposee un endemismo mayor al de los otros dos ambien-tes; Fearnside, 2001).

Las transformaciones agropecuarias en el Cerradoafectan su enorme riqueza biológica. Allí se han regis-trado al menos 116 especies de mamíferos (12% endé-micas), 837 especies de aves (3% endémicas), 120 espe-cies de reptiles (20% endémicas) y 150 especies de anfi-bios (30% endémicas) (Geo 2002). Lamentablementesólo un 4,2 % del área del Cerrado se encuentra prote-gido por algún tipo de unidad de conservación (par-ques nacionales u otros; Geo, 2002).

Un problema similar se observa en Paraguay y Bo-livia. En la región oriental de Paraguay, la deforestacióny fragmentación del hábitat ha sido una de las conse-cuencias ambientales más graves de la expansión de lafrontera agrícola. Se estima que 67.164 km2 (76,3% de lacobertura original) del bosque Paranaense fue conver-tido a tierras para la agricultura y pasturas entre 1945 y1997. La tasa de deforestación anual llegó a su pico en-tre 1986 y 1991, cuando 6,5% de su superficie fuedeforestado anualmente. Aproximadamente 21.000 km2

de la ecoregión o 7% restan a la fecha, en forma de frag-mentos dispersos y muchas veces altamente modifica-dos (WWF, 2002). De la misma manera, en Bolivia las

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mayores áreas deforestadas en los últimos años se de-ben a la expansión de la soja y pasturas en las áreas deSanta Cruz, en el eje de esa ciudad con Cochabamba, ylas llanuras benianas (Steininper y colab. 2001). Mien-tras tanto, en Argentina, se han reportado impactosnegativos por avance de la soja en bosques nativos enlas provincias de Chaco, Formosa, Santiago del Esteroy Salta (F. Krakowiak en Página 12, B. Aires, 2 noviem-bre 2003).

La ganadería vacuna también juega un papel im-portante en el avance de la frontera sobre el bosqueamazónico, y es una de las causas principales dedeforestación. “De todos los cambios sufridos por lostrópicos latinoamericanos en las últimas décadas, el másbrutal es el derivado de la ganadería extensiva” (Halfter1994). El proceso implica la tala del bosque y la genera-ción de praderas con pasturas introducidas. Diversosautores coinciden en señalar que el motor de ladeforestación de la Amazonia brasileña es la ganaderíavacuna, siendo los grandes y medianos ganaderos losagentes que determinan el cambio.

En efecto, las áreas de mayor deforestaciónamazónica están asociadas a sitios donde aumentó elrodeo ganadero, según señala un reciente estudio delCentro Internacional de Investigaciones Forestales(CIFOR); un 80% del aumento del stock ganaderobrasilero que tuvo lugar en la última década ocupó laAmazonia (Kaimowitz y colab., 2004). De hecho, losinvestigadores del CIFOR denuncian una “conexiónhamburguer” en tanto la deforestación se debería engran medida a una ganadería esencialmente orientadaa la exportación.

Recientemente se dieron a conocer los nuevosindicadores de deforestación en la Amazonia de Brasil,

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registrándose el segundo mayor pico histórico de pér-dida de bosque tropical. Los nuevos datos que presen-tó el Ministerio del Ambiente de Brasil muestran que lapérdida de bosques en el período agosto 2002 a agosto2003 llegó a los 23 750 km2. La marca histórica corres-ponde a 1995 con poco más de 29 mil km2. El nuevoregistro representa un aumento del 2% con respecto alaño anterior. Desde que se monitorea la deforestación,en 1988, se ha perdido un total de más de 270 mil km2de selvas tropicales. La mayor superficie perdida se re-gistró en el estado de Mato Grosso, con 10.416 km2 queresponde al 43,8% del área desforestada total. El pro-pio grupo interministerial del gobierno de Brasil paraestudiar el problema de la deforestación ha señaladorecientemente que el 80% de la pérdida de bosquesamazónicos se debe a la ganadería.

En el caso de la soja se han reportado impactos ne-gativos sobre el suelo, tanto por erosión comocompactación en Brasil y en el oriente de Bolivia, origi-nados en el mal manejo, aunque la información necesi-ta más sistematización (Fearnside, 2001). En el caso deArgentina se ha señalado que cada año se necesitancantidades mayores de nitrógeno, fósforo y glifosatopara mantener los rendimientos en muchas de las tie-rras plantadas y la compactación del suelo sería la cau-sa de ello. Esta compactación ocurre por el repetido usode la siembra directa en sucesivos años de la rotacióncontinua. Se la observa especialmente en suelos pesa-dos, y ocasiona un retardo en el desarrollo radicular yreduce la infiltración y la capacidad de retención deagua del suelo. Esto determina mayor variabilidad enlos rendimientos, uso menos eficiente de los fertilizan-tes y en última instancia la necesidad de volver a rotu-rar los suelos con laboreos profundos, lo que en ciertas

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Tabla 6.1. Estado de conservación, distintividad biológica yprioridad para la conservación de las principales eco-regiones

afectadas por el cultivo de soja en el Cono Sur de acuerdo a laclasificación realizada por Dinerstein y colab. (1995).

Prioridad paraconservación

1. Cerrado Vulnerable Sobresaliente Máxima prioridada nivel global regional

2. Bosque Crítico Sobresaliente Máxima prioridadAtlántico a nivel global a nivel regional

3. Bosques Crítico Sobresaliente Prioridad alta ade Araucaria a nivel escala regionalde Brasil biorregional

4. Sabanas Vulnerable Sobresaliente a Máxima prioridaddel Chaco nivel regional regional

5. Chaco Vulnerable Importante a Importante aHúmedo nivel local escala nacional

6. Espinal de Vulnerable Sobresaliente PrioridadArgentina a nivel moderada

biorregional a escala regional

7. Pampa En Peligro Sobresaliente Prioridad altaHúmeda a nivel a escala

biorregional regional

8. Pampa En Peligro Sobresaliente Prioridad altaSemiárida a nivel a escala

biorregional regional

9. Sabanas Vulnerable Sobresaliente Prioridadde Uruguay a nivel moderada a

biorregional escala regional

Ecoregión Estado deconservación

Distintividadbiológica

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circunstancias puede agravar el problema (Benbrook,2002).

Según informes de INTA (Argentina) hay sólidosargumentos técnicos que indican que el monocultivode soja RR bajo siembra directa, y sin rotaciones, no essustentable en la región pampeana. Se agrega ademásque la expansión del monocultivo sojero en zonas ex-tra-pampeanas, como el noreste y noroeste argentino,desencadena una degradación irreversible en cantidady calidad de los recursos naturales. Por lo tanto esa op-ción “es incompatible con la sustentabilidad de la pro-ducción agropecuaria en esas regiones” (INTA, 2003).

Análisis biorregional del área sojera

Es posible analizar a una escala continental las re-giones ecológicas ocupadas por el cultivo de soja. To-mando como referencia el mapa de ecoregiones delWWF (Dinerstein y colab., 1995), se observa que la sojainvolucra al menos nueve regiones (Tabla 6.2 y figura6.1). Estas regiones poseen una calificación sobre suestado de conservación, donde todas ellas son al me-nos vulnerables.

Cambios en el uso del suelo

Mientras que la ampliación de la fronteraagropecuaria sojera y vacuna sobre áreas silvestres hatenido lugar especialmente en Brasil, Paraguay y Boli-via, el proceso ha sido diferente en Argentina y Uru-guay. En esos países amplias zonas del territorio ya seencontraban bajo producción agropecuaria, y por lotanto ha prevalecido un fenómeno de sustitución. Debeadvertirse que ésta distinción refleja tendencias gene-

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rales, ya que en los dos casos existen sitios donde se haavanzado sobre áreas naturales. Asimismo, en Argen-tina, las actividades que antes se realizaban en las zo-nas que hoy son sojeras se han visto desplazadas o sus-tituidas, y por lo tanto han debido ocupar nuevos sitiosdonde también generan diversos impactos ambienta-les.

La superficie agropecuaria ha aumentado desde1970 en Argentina (1,09% sobre el área total del país),Brasil (casi 3%) y Paraguay (más del 7 %); en Uruguayhubo una disminución enmascarada por el incrementodel área de forestaciones exóticas. En Argentina el áreatotal dedicada a la ganadería y agricultura seincrementó en 4 millones de has entre 1980 y el 2001. Elaumento fue mayor en áreas de cultivos (5 millones dehas) mientras ocurrió una disminución de la superficiecon pasturas ( -1.1 millones de has). En este caso tuvolugar una sustitución en tierras anteriormente dedica-das a la cría de ganado sobre pastos naturales o culti-vados. En algunos casos esto determinó el avance de laganadería sobre áreas silvestres. En Uruguay mientrastanto disminuyen tanto las áreas cultivadas como lasdedicadas a pastos, aunque allí se expandieron lasforestaciones con especies exóticas como Eucalyptus,las que no se consideran como áreas cultivadas en lasestadísticas.

Fig. 6.1. Areas aproximadas de cultivo de soja en las eco-regiones del Cono Sur. Las regiones ecológicas se basan enDinerstein y colab. (1995); los números corresponden a los dela tabla 6.2; áreas de cultivo de soja aproximadas,basadas en datos de USDA y fuentes propias.Mapa elaborado por Alvaro Soutullo (Claes).

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En Brasil en el mismo período la superficieagropecuaria se incrementó en 39 millones de has (de-bida en más de un 60% a un aumento en el área depasturas). En Paraguay el área agropecuaria aumentómás de 7 millones de has (también empujada sobre todopor las pasturas - más del 80%).

La soja ha jugado un papel central en los cambiosagrícolas. En todos los países han existido aumentos enla superficie dedicada a este cultivo, de donde ha sidouno de los motores principales en el avance de la fronte-ra agropecuaria en Brasil y Paraguay (también en Boli-via). Mientras tanto en Argentina y Uruguay la soja cre-ció por la sustitución de otros usos agrícola-ganaderos.

Por ejemplo, el incremento de la superficie destina-da a la producción de soja en Argentina entre 1996 y2002 fue del orden de 4,66 millones de has, y ha prove-nido de la conversión de girasol a soja como cultivo deverano (1.43 millones has) y de la conversión de pasturassembradas o naturales (nuevos campos incorporados ala agricultura) de aproximadamente 2,5 millones de has,pero también de un incremento en los sistemas de do-ble cosecha (trigo-soja) de 0,7 millones de has(Benbroock, 2002).

Tabla 6.2. Superficies dedicadas a la agropecuariapor países en millones de has. Elaboración propia

en base a datos de FAO 2001.

Agropecuaria total Cultivos Pastos

1980 2001 1980 2001 1980 2001

Argentina 173,4 177,0 30,2 35,0 143,1 142,0

Brasil 224,28 263,47 52,86 66,47 171,41 197,0

Paraguay 17,54 24,81 1,74 3,11 15,8 21,7

Uruguay 15,05 14,88 1,41 1,34 13,63 13,54

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Impactos indirectos

Entre los impactos indirectos se incluyen las gran-des obras de infraestructura nacionales o regionalesdestinadas a posibilitar la extracción de los recursos yproductos cosechados (rutas, puentes, vías férreas,hidrovías), los emprendimientos de riego, electrifica-ción, etc.

Los mayores problemas también tienen lugar en elCerrado y la Amazonia. En este caso el énfasis se en-cuentra en obras de infraestructura de enorme enver-gadura, y con graves impactos ambientales. Por lo me-nos en la última década, los sucesivos gobiernos brasi-leños han incluido fuertes proyectos vinculados a la sojay la ganadería: Brasil em Ação de 1996 a 1999, AvançaBrasil, de 2000 a 2003, y en el actual programaplurianual PPA del gobierno de Lula da Silva. AvançaBrasil, por ejemplo, preveía aplicar 43 mil millones dedólares en la Amazonia legal, de los cuales 20 mil mi-llones se debían dedicar a infraestructura (Fearnside,2002). El plan gubernamental de obras para 2004-2007propuesto por la administración Lula da Silva presentacomo una de sus metas principales aumentar la pro-ducción de granos de 120 millones de toneladas/año, alos 150 millones. El plan propone obras de gran impac-to ambiental, resucitando algunas hidrovías, amplian-do la red carretera (incluyendo la pavimentación departe de la polémica BR 163), la ferrovía Norte-Sur, al-gunos puentes, gasoductos y una lista impactante derepresas (insistiendo nuevamente en la represa de BeloMonte). La controversia sobre los impactos ambienta-les de esta obra es importante, así como las reaccionesdesde el gobierno para evitar las exigencias ambienta-les (Laurance y colab., 2004).

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Las principales obras finalizadas o en construcciónincluyen la “Estrada do Pacífico”, en el estado de Acre,brindando una conexión hacia Perú, y el nuevo puentehacia Cobija en Bolivia; la Hidrovía del río Madeira;una terminal sojera en Itacoatiara; y la carretera BR-333de Minas Gerais al sur de Maranhão (Feranside, 2001).Existen otros proyectos actualmente en consideración:Hidrovías de los ríos Araguaia-Tocantins, Teles Pires -Tapajós, Capiros; varias conexiones carreteras (por ejem-plo Anápolis - Açailândia, Boa Vista a Georgetown(Guyana), Santarén a Cuiabá); y conexiones

Figura 6.2. Principales proyectos y localidades mencionadas enlas zonas tropicales de Brasil (basado en Fearnside, 2001).

Carreteras

Líneas transmisión

Gasoductos

Represas

Ferrocarril

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ferrocarrileras entre Goiânia y Açailândia, y deUberlandia a Cuiaba. Asimismo se han reflotado algu-nos proyectos, en su totalidad o en parte, como la co-nexión ferroviaria entre los ríos Madeira y Mamoré, yde tanto en tanto reaparece el debate sobre la HidrovíaParaná-Paraguay.

No es posible entrar en el detalle del impacto de cadauna de estas obras. El hecho a subrayar es que existe enBrasil un enorme abanico de iniciativas en infraestruc-tura; algunas de ellas posiblemente no se concreten, peromuchas otras sí. En cualquier caso las dimensiones deesos emprendimientos son fenomenales y sus impac-tos muy graves. En efecto, existe un impacto propio dela obra de infraestructura al modificar los ambientesoriginales, pero además varias de ellas se convierten envías de invasión y colonización en áreas tropicales, per-mitiendo la tala ilegal de madera, el tráfico en fauna yflora, y el avance de nuevos predios agropecuarios (véa-se por ejemplo Fearnside y Laurance, 2002). La prolife-ración de estos emprendimientos, sin una clara estrate-gia de conservación, lleva a mantener o acelerar el rit-mo de deforestación y pérdida tanto del Cerrado comode la Amazonia. En el caso de la Amazonia, se estimaque la ejecución de las obras de infraestructura no sóloaumentarán la deforestación sino también la fragmen-tación (Laurance y colab., 2004).

Las inversiones en infraestrucutra del sector públicose complementan con aquellas provistas directamentepor las empresas multinacionales que operan en el sec-tor. También se han dado ejemplos en secciones anterio-res de este estudio. Por ejemplo, Cargill invertirá en laprovincia de Santa Fe (Argentina) US$ 200 millones enla construcción de una planta de procesamiento de sojaque estará entre las más grandes del mundo y un puerto

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(elevando su capacidad de molienda a 13 mil toneladasdiarias mientras que el puerto permitirá embarcar unvolumen cercano a 4,7 millones de toneladas). JustamenteCargill ha manifestado su “apoyo y compromiso” a laprivatización ferrocarrilera y el uso de hidrovías; el“transporte y la infraestructura son considerados clavepara sostener la ampliación de la frontera agropecuariahacia las provincias del Noroeste y del Nordeste” (LaCapital, B.Aires, 5 de febrero de 2004). Otro ejemplo loconstituyen las llamadas asociaciones publico privadasque se prevén entre inversores chinos (primer compra-dor de soja de Brasil) y la Compañía Vale do Río Doce;éstas invertirían más de 100 millones de dólares anualesen proyectos logísticos hasta el 2010 y los chinos podríanser socios en estos emprendimientos (Business NewsAmericas, 26 abril de 2004).

Por otro lado los propios organismos internaciona-les promueven este tipo de desarrollo. Por ejemplo en

Figura 6.3. Cría de ganado en un ambiente amazónicodeforestado, donde sólo persisten las “castanheiras”.

Proximidades de Xapuri, Estado Acre, Brasil. Foto E. Gudynas

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Bolivia sobre fines del 80 el “Proyecto de Desarrollo delas Tierras Bajas del Este” (también conocido como “Pro-yecto Lowlands”), fue financiado por el Banco Mun-dial. Se asignaron recursos para habilitar una nuevafrontera agrícola en los llanos orientales del Departa-mento de Santa Cruz, creándose las bases tecnológicasy de infraestructura rural para el surgimiento de unnuevo modelo de desarrollo agro-exportador (Brenes yotros 2001).

Relocalización de otros usos productivos

Como se indicaba más arriba distintos aprovecha-mientos agropecuarios deben ocupar nuevos sitios trashaber sido expulsados por el avance de la soja. En elcaso del Cerrado de Brasil se observa que la ganaderíaextensiva tropical es desplazada por ese cultivo, y ocu-pa tierras más marginales o con mayores problemas deaccesibilidad. Este proceso ha contribuido al recienteavance ganadero en Rondonia y Acre, convirtiéndoloen una de las causas de deforestación amazónica.

Una situación similar ocurre en Paraguay y Bolivia,donde la ganadería debe desplazarse a nuevas ubica-ciones, usualmente en la frontera con áreas silvestres.Las áreas de avance bolivianas son, al norte, sobre lasplanicies inundables del Beni y la Amazonia, y al sur,sobre el Chaco.

En Argentina el proceso es dramático, ya que la sojase implanta sobre tierras ganaderas ya ocupadas porpastos cultivados o naturales y menos sobre nuevasáreas marginales. Son frecuentes los testimonios sobreestos cambios; “donde puede hacerse soja se la hace,los animales están siendo desplazados hacia zonas cadavez más marginales”, coincidieron Francisco Méndez

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Casariego y Nicolás Canesa dos empresarios que sededican en Argentina a la producción de carne. “Laganadería en forma totalmente extensiva, terminada apasto es casi una actividad extinguida. La mayor partede la ganadería que queda en la zona núcleo maicero-sojera se está invernando a campo y luego se terminacon granos. El resto se hace en feedlot. Para hacer ne-gocios de capitalización hay que desplazarse cada vezmás a zonas marginales” (Méndez Casariego, La Na-ción; 20 enero 2004).

Siembra directa y soja transgénica

En los últimos años se ha difundido un paquete tec-nológico que es esencial en la expansión de la soja. Esanueva tecnología incluye la siembra directa, a la quemás recientemente se le ha asociado el uso de varieda-des transgénicas y la aplicación de herbicidas.

La siembra directa permite la siembra o implanta-ción de un cultivo sin necesidad de roturar el suelo,mediante la aplicación de la semilla en pequeños sur-cos que realiza una máquina especial. La tecnología secompleta mediante el combate de las malezas que com-piten con el cultivo por medio de químicos. En ese sen-tido se utiliza una variedad de soja modificadagenéticamente que es resistente al herbicida glifosato(“soja RR”). De esta manera, se aplica el herbicida conlo cual mueren todas las malezas pero persiste la soja.Esto permita una simplificación sustancial del controlde malezas, ya que con un solo herbicida es posible ata-car diferentes tipos de malezas sin afectar el propio cul-tivo.

Se han indicado argumentos a favor de la siembradirecta, ya que minimiza el laboreo mecánico y contri-

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buye al control de la erosión. Sin embargo la razón fun-damental de su amplia difusión no fue la de la conser-vación del suelo, sino la reducción de los costos. Partede las razones de esos bajos costos radica en factorescomo el menor uso de maquinaria, el poder aprove-char mejor los predios, el no pago de royalties o dere-chos de propiedad intelectual por las variedades RR yla caída del precio del glifosato (casi 100% entre 1996 y2001). Como consecuencia de la introducción de lasvariedades de soja RR se logró un 25% de reducción delos costos de producción y la expansión del área culti-vada.

Sin embargo existe una controversia sobre el balan-ce ambiental del cultivo de soja transgénica bajo siem-bra directa. Si bien reduce los problemas de erosión ycae la canasta de agroquímicos empleados, uno de ellos(glifosato) ha aumentado espectacularmente (Morales,2001; Benbrook, 2002). En efecto, Argentina pasó deconsumir 1 millón de litros equivalentes de glifosatoen 1991/92, a casi 60 millones al final de la década de1990. Las aplicaciones pasaron de 2 litros/ha a más de8 l/ha, donde en algunos sitios incluso se llega a los 10l/ha (Morales, 2001). Aunque se considera que los her-bicidas utilizados son menos peligrosos que los apro-vechados anteriormente, existe una creciente controver-sia sobre sus efectos ambientales y sanitarios por losenormes volúmenes de aplicación (Cuadro 6.1.).

Todos los agroquímicos son tóxicos. En el caso delglifosato se lo considera levemente tóxico; sin embargose vienen encontrando efectos negativos sobre la fau-na silvestre (por ejemplo peces, aves, etc; véase Pengue,2000, ISP, 2003). La justificación del uso de glifosatoapunta a que ese producto reemplaza una canasta devarios otros agroquímicos, los que en varios casos eran

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Cuadro 6.1.Cada hectárea es trat ada 4 a 5 veces

con diversos agroquímicos

Respecto a los operarios, este es un trabajo de continuaexposición a elementos de riesgo. Se trabaja con sustanciastóxicas, de poca degradación y difíciles de limpiar. Ademásmuchas veces el trabajo se realiza en condiciones inhuma-nas. Condiciones necesarias de seguridad como guantes,mascaras, trajes y cabinas adecuadas con filtros idóneos paraaislarse lo más posible de la sustancia aplicada.

Medio ambiente: Las plantas que no forman parte del cul-tivo, pasan a ser malezas y la mayoría de los insectos, pla-gas. Para lograr el mejor resultado, que para nosotros es elmayor rendimiento del cultivo implantado, combatimos esasplagas y malezas eliminándolas.

Ahora, la forma y el método que utilizamos para realizarese necesario control es nuestra absoluta responsabilidad ydel sentido común y la sensatez que utilicemos para llevar acabo ésta labor dependerá la sustentabilidad de un modeloque agroecológicamente tiende a ser muy frágil.

Frágil por áreas muy importantes, nunca antes implanta-das en el país. Frágil por la cantidad enorme de productosherbicidas e insecticidas (fundamentalmente éstos últimos),jamás aplicados hasta la fecha. Frágil porque vamos a con-centrar casi el 100 % de los herbicidas en un solo producto ycasi la totalidad del volumen de insecticidas seráncipermetrina, clorpirifós y endosulfán, solo tres productos, aligual que en los últimos cuatro años.

Esto es tremendamente frágil, inmensamente débil debi-do al probable fenómeno de resistencia o incluso solamentetolerancia que va a ocurrir y que desgraciadamente va a sercorregido con aumentos en las dosis, es decir más venenopor hectárea en más hectáreas.

Testimonio de Gabriel Carballal, técnico agropecuario y productor de soja

(Soriano, Uruguay); presentado en jornada de trabajo de la Cooperativa Calol.

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mucho más tóxicos. Pero esto no significa que esta sus-tancia sea inocua, y en especial cuando se lo utiliza envolúmenes cada vez mayores. Además se suman loscasos de intoxicación humana y sus posibles efectossanitarios (comentados en ISP, 2003).

Los impactos de una variedad transgénica tambiénestán bajo cuestión. Los permisos otorgados en los paí-ses del Cono Sur en general se basan en unos pocosestudios de campo local, y en aceptar evaluaciones rea-lizadas en Estados Unidos, donde no se encontraronimpactos ambientales específicos y propios de la varie-dad transgénica, que sean diferentes a las variedadesconvencionales. Sin embargo están en marcha variosestudios de campo de mayor alcance y mejor diseñopara evaluar los impactos ambientales del paquete tec-nológico asociado a los transgénicos. Recientemente sehan dado a conocer los primeros resultados de las eva-luaciones de campo a gran escala realizadas en Inglate-rra. Han quedado en claro la complejidad de los im-pactos; si bien en general se observa que la aplicaciónde herbicidas reduce la riqueza en hierbas y pastos, ypor lo tanto la de los insectos, también se registraroncasos donde unos y otros pueden aumentar (véase elnúmero especial de Philosophical Transactions of theRoyal Society, No 358, 2003; y además el GMSRP, 2003).

Resistencia y plagas

La dependencia de un solo herbicida implica ries-gos de resistencia de malezas, cambios en la microfaunadel suelo, y posible eclosión de nuevas plagas y proble-mas en la disponibilidad de nutrientes.

Por ejemplo durante la década de 1990, en la pro-vincia de Tucumán (Argentina) se registró una expan-

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sión del área agrícola hacia zonas de menor aptitud ymayor riesgo climático bajo siembra directa. Su aplica-ción desencadenó “un problema bastante importantede plagas (picudo de la soja (Sternechus pinguis) y delpicudo chico (Promecops carinicollis) y esto hace prácti-camente indispensable el uso de curasemillas” (ClarínRural, 13 diciembre 2003).

Otro problema es la aparición de malezas localesque sean resistentes al glifosato; si eso ocurriera, elmanejo químico de las malezas en el cultivo de soja sepierde, y por lo tanto cae un aspecto central ventajosodel paquete tecnológico. Se han detectado variedadeslocales de “raygrass” resistentes al glifosato; ya existíaun antecedente en Australia.

Impactos sociales

Si bien escapa en parte al objetivo del presente aná-lisis no es posible olvidar los impactos sociales de lastransformaciones productivas desencadenadas por la

Cuadro 6.1. Consumo de herbicida glifosato en Argentina.Millones de litros equivalentes; redibujado de Morales (2001).

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ganadería y la soja. En el caso de Brasil, el avance sobrenuevas áreas se desarrolla en un contexto importantede violencia y conflictos sociales. Por ejemplo, distintospueblos indígenas han sufrido impactos negativos tan-to por la ocupación directa de sus tierras como por lasobras de infraestructura, y los pequeños agricultoresson desplazados por otros más grandes. La violenciarural en Brasil en 2003 involucró a más de 65 mil perso-nas, y se registraron 73 asesinatos (según la ComisiónPastoral de la Tierra de la iglesia católica; O Globo, 17abril 2004); en los primeros meses además fueron asesi-nados o están desaparecidos 22 indígenas, y se han re-portado importantes conflictos en los estados de MatoGrosso, Mato Grosso do Sul y Rondonia entre otros(RSJDH, 2003).

En Paraguay se han sucedido casos de contamina-ción por agroquímicos, especialmente por uso indebi-do de glifosato, que eclosionaron en una sucesión deconflictos tras la muerte del hijo de una dirigentecampesina por esa causa en enero 2003. Tuvo lugar lallamada “guerra de la soja” con diversas manifestacio-nes y protestas de campesinos contra el avance de esecultivo, la apropiación de tierras y el uso indiscrimina-do de agroquímicos. Los conflictos involucraron variasmovilizaciones, enfrentamientos, heridos y asesinatos(Palau y Kretschmer, 2004). Se estima que la compra detierras por los sojeros determinó que unas 70 mil perso-nas abandonaron el campo en 2003 (Palau y Kretschmer,2004).

En Argentina, el avance de la soja es un factor claveen la caída del número de pequeños productores, laconcentración de la tierra, y la pérdida de algunos usosproductivos de mayor empleo. Pero además tiene elefecto paradojal de reducir la suficiencia alimentaria de

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ese país en algunos productos, como por ejemplo la le-chería, al desplazar a ese tipo de ganado.

Las evaluaciones ambientales y lasustentabilidad

Es evidente que existe una tensión esencial sobre elfuturo de la agropecuaria Latinoamericana, que los ca-sos de la carne y soja dejan muy en claro. La regiónposee la mayor disponibilidad del mundo de nuevastierras “aptas” para ser incorporadas a la agricultura,mientras que al mismo tiempo, esas tierras albergan unaenorme riqueza biológica. En general, el crecimientoagropecuario ha avanzado en mayor medida por elavance de la frontera agropecuaria sobre las áreas sil-vestres, y seguidamente por una intensificación de lossitios que ya se encontraban bajo producción.

Las reacciones frente a los impactos ambientales hansido diversas. Por un lado están las denuncias del cam-po de los ecólogos dedicados a la conservación queenfatizan la pérdida de ecosistemas silvestres, la alte-ración en los procesos ecológicos naturales, y la des-aparición de las especies nativas, en especial por ladeforestación, desecación o caza furtiva. En el campode las ciencias agrarias, la incorporación de la dimen-sión ambiental ha sido más reciente, y en generalenfatizan problemas en los predios que ya se encuen-tran bajo producción agrícola o ganadera. Es así que seatienden temas como la situación de los suelos o la con-taminación de aguas superficiales. El problema es queesa visión termina aceptando una cierta substituciónentre elementos del ecosistema y las funciones que cum-plen; se da por sentado el reemplazo de la fauna y floranativa por otras especies en tanto permitan mantener

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funciones ecológicas básicas para fines agropecuarios,como la regeneración de suelos o el ciclo hidrológico.Es así que se otorga un valor menor a la pérdida debiodiversidad o los cambios sobre las áreas silvestres, yse tienen mayores dificultades en comprender los usossostenibles de los ecosistemas nativos.

Un ejemplo de esta tendencia lo constituye Boc-chetto (2001), secretario general del Programa Coope-rativo para el Desarrollo Tecnológico Agroalimentarioy Agroindustrial del Cono Sur (PROCISUR), quien ad-mite la importancia de la gestión ambiental, solo consi-dera cuestiones como el uso excesivo de agroquímicos,la pérdida de la eficiencia biológica y económica, o elimpacto ambiental de los residuos de sistemas agrope-cuarios. Se aceptan que existen oportunidades, peroellas enfocan cuestiones como la contribución de la agri-cultura a mitigar la emisión de gases de efecto inverna-dero, la creación de un sistema regional de informa-ción agro-ambiental para monitorear las eco-regionesde frontera más sensibles, o la gestión ambiental a ni-vel predial, especialmente orientado a la certificaciónagroecológica. Todo el componente de la “Naturaleza”es minimizado.

Esta enumeración refleja una visión tradicional dequienes reconocen que el suelo y el agua son el soportepermanente de las actividades agropecuarias y por lotanto estos deben ser preservados, y consecuentemen-te se genera una visión del “desarrollo agropecuariosostenible” recostada sobre esas cuestiones. Esta mira-da no sólo sostiene que la vegetación y fauna nativason recursos sustituibles por sistemas agropecuarios,sino que los consideran más ”eficientes” (en términosde materia prima y volumen de cosecha por unidad desuperficie). Es así que se tolera transformar un bosque

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natural en una pradera artificial implantada (como de-nuncia Morello, 1995).

Sin embargo, una adecuada comprensión de la di-mensión ecológica del desarrollo sostenible indica quetodos los componentes de los ecosistemas originales sonimportantes. En primer lugar, cumplen diversas fun-ciones ecológicas, representan acervos genéticos y evo-lutivos irrepetibles, y además están estrechamente re-lacionados entre ellos. En segundo lugar, poseen unvalor económico, tanto por el uso sostenible de los pro-ductos que se pueden obtener de los ecosistemas comopor los servicios que brindan. Finalmente, debemosaceptar imperativos éticos de preservar la biodiversidadpor los valores intrínsecos que ella encierra, indepen-dientes de sus valores de uso para los fines humanos.

Así como la visión agropecuaria tradicional tienedificultades en incorporar los aspectos ambientales crí-ticos, la visión conservacionista radical tiene limitacio-nes en otro sentido en tanto enfrenta limitaciones enasumir estrategias de desarrollo que sirvan para efecti-vamente remontar las condiciones de pobreza en la re-gión y asegurar la conservación de la biodiversidad. Porlo tanto, el desarrollo sostenible requiere abordar nue-vos balances entre las opciones productivas posibles ysus resultados económicos, sociales y ambientales.

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7. PRODUCCIONCOMERCIO Y

SUSTENTABILIDAD

El cultivo de soja y la cría de ganado vacuno ali-mentan cadenas productivas que se encuentran rela-cionadas entre sí, y a la vez condicionadas por los mer-cados internacionales. En el presente capítulo se explo-ran algunos puntos destacados en esas relaciones. Pa-ralelamente se destacan y analizan aspectos que pue-den ser muy útiles para explorar una estrategia alter-nativa de producción volcada a la sustentabilidad.

Cadenas de valor

Una primera aproximación al tema podría concluirque en el MERCOSUR se enfrenta una competenciaentre los países en la producción de soja o carne. Estoes solamente cierto en parte, ya que además compitendos estrategias distintas. Para comprender el problemaes necesario adentrarse en el concepto de “cadena devalor”.

El termino “cadena del valor” se refiere a una redde alianzas verticales o estratégicas entre varias empre-

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sas de negocios independientes dentro de una cadenaagroalimentaria (Iglesias, 2002). No siempre las cade-nas de valor corresponden a empresas únicas integra-das verticalmente en el concepto tradicional, sino quese trata más bien de una idea de redes asociadas queestán estratégicamente alineadas. Este tipo de cadenasse han desarrollado globalmente y para algunosanalistas en el futuro “los productores agroalimentarios,procesadores, proveedores de servicios logísticos, y dis-tribuidores no competirán mas como entidades indivi-duales, sino que ellos colaboraran en una “cadena devalor” estratégica, compitiendo contra otras cadenas devalor en el mercado” (J. Van Roekel, citado por Igle-sias, 2002).

Desde el punto de vista comercial los sectores deproducción de diferentes carnes compiten frente a lademanda de proteína animal. En esa competencia jue-gan elementos como calidad de producto, diferencia-ción, innovación, seguridad o costos. Ejemplos como elde la aparición de la EEB o la “gripe del pollo”, mues-tran estas fuertes vinculaciones ya que los anuncios deesas enfermedades determinaron cambios en las acti-tudes de los consumidores y fuertes oscilaciones en losmercados de materias primas (subas y bajas del preciode la soja).

Siguiendo ese concepto, es importante indicar quela cadena agroindustrial de las oleaginosas, y la soja enparticular, es un aliado estratégico de la cadena de va-lor de las carnes producidas intensivamente. Este es unvínculo importante: esos dos sistemas intensivos sepotencian mutuamente, mientras que la cría de gana-do pastoril representa otro camino.

En efecto, hay dos grandes sistemas de producciónganadera en el mundo: extensivos, basados en el engor-

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de del ganado en base a forrajes y pasturas; e intensivosdonde el engorde se realiza en condiciones deestabulación (engorde a corral). Del mismo modo de lamano de las nuevas preocupaciones del consumidor portemas de seguridad, bienestar animal y aspectos am-bientales se ha desarrollado una segmentación del mer-cado con consumidores que desean alimentos natura-les y producidos de forma extensiva. Por tanto la cade-na de las oleaginosas se constituye en aliado de los pri-meros y competidor de los segundos. Resulta evidenteque la opción de producción intensiva está más alejadade una estrategia ambientalmente sustentable, mien-tras que la producción extensiva ofrece mejores opor-tunidades.

La cría intensiva es un factor clave en la demandade harina de soja, la que se destina esencialmente a fa-bricar raciones para animales, de los cuales aproxima-damente un tercio es utilizado para raciones para ga-nado vacuno de carne y ganado lechero (que tambiénproduce carne), mientras que el resto es aprovechadopara producir carne de pollo y cerdo.

En los últimos años se ha venido observando unatendencia al desplazamiento de la carne vacuna porcarne de pollo y cerdo. Si esta tendencia continúa, lademanda de harina de soja aumentará para poder aten-der la producción de carnes de aves de corral y porcina.El avance de la competitividad de la carne de pollo des-de la década de 1960 se dio con el ingreso de las gran-des empresas comercializadoras de granos comoCargill, que contribuyeron al desarrollo del sistemaavícola integrado. La mejora en la disponibilidad deestos granos a precios accesibles en el mercado interna-cional, fue de la mano con un aumento en lacompetitividad de las cadenas de producción animal

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intensiva; del mismo modo, la ganancia de cuota demercado de estos sectores de carnes incrementa la de-manda por los granos y harinas.

Esas relaciones posiblemente estén detrás de deci-siones como la reciente de Cargill en adquirir una par-ticipación en la empresa argentina exportadora de car-nes Finexcor (que en 2003 exportó por unos 70 millonesde dólares). En un comunicado de prensa, la empresagranelera destacó que esta primera inversión en la in-dustria frigorífica argentina es un reconocimiento del“potencial” que le asigna para “atender la demandamundial de productos cárnicos” (Infobae, 2 de marzode 2004).

En la actualidad, antes que una competencia entrepaíses, lo que estamos enfrentando es una competenciaentre cadenas de valor. De hecho una política de man-tenimiento de bajos aranceles a la importación de hari-nas de oleaginosas, como la que se aplica en Europa,sustenta la competitividad para los sectores producto-res de carne de ave y cerdos, la lechería y los sistemasvacunos intensivos, pero va en contra de la producciónextensiva de carnes y lácteos. Del mismo modo la ex-portación de harinas a bajo costo desde el MERCOSURconstituye un elemento que juega en contra de lacompetitividad de las carnes de producción extensivaen la región.

Dicho de otra forma: un productor pampeano quepretenda desarrollar un esquema de agricultura sojeracon rotación pastoril estaría asumiendo un estrategiacontradictoria en términos de cadena de valor. La sojaque venderá de su chacra, estará determinando una ten-dencia a la baja en el valor de sus novillos de pradera.Para ser consistente tendría que engordar sus novillosen feed-lot.

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Por lo tanto, las opciones orientadas hacia el desarro-llo sostenible deben diferenciar entre estas dos estrate-gias, y en especial deben enfocarse en regular los siste-mas intensivos, en especial en sus dimensiones socialesy ambientales. Pero simultáneamente deben observar conatención los sistemas extensivos y aprovechar ciertasventajas que ofrecen para una estrategia sustentable.

Es importante recordar que solo el 27% de la pro-ducción mundial de carne vacuna proviene de sistemaspastoriles de sistemas tropicales y subtropicales. El 50%de la producción y el consumo de carne vacuna provie-ne de países desarrollados donde el 70% de ella provie-ne de sistemas Intensivos como el engorde a corral(Boggio y Giacinti 2001).

En el Mercosur se origina la mayor proporción de lacarne procedente de sistemas pastoriles, aunque la pro-ducción intensiva también ocurre en algunas regionesdel bloque. En Estados Unidos y Europa por su partetambién co-existen ambas formas aunque con neto pre-dominio de los sistemas intensivos. Cada vez más estasdos estrategias de producción de carne serán competi-tivas, en la medida que el mercado continúesegmentándose. Por el momento la carne pastoril iden-tificada como “natural” es un producto diferenciado porser “exclusivo”, con un mercado más restringido.

La dimensión tecnológica

Otro aspecto clave en el cultivo de soja y la cría deganado es la dimensión tecnológica. Particularmenteen la producción sojera se observa una dinámica mar-cada por la tecnología de insumos más que por una deprocesos. Bajo estas dos estrategias, los excedentes sonapropiados también de diferente manera. Mientras las

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primeras determinan que la mayor parte de los benefi-cios sean apropiados por quienes las suministran (engeneral las corporaciones), esto no ocurre usualmentecon las tecnologías de procesos, ya que se pueden re-plicar, no son de acceso restringido y constituyen dealguna manera bienes públicos. Por lo tanto, las tecno-logías de procesos brindan más oportunidades paravarios aspectos propios del desarrollo sostenible.

Esto no significa que los insumos deban excluirsede los procesos involucrados en una agricultura sus-tentable, pero estos deberían estar supeditados a mejo-rar la calidad de los productos, la conservación de labiodiversidad, la eficiencia ecológica y energética, yasegurar una mejor distribución de los beneficios deri-vados de su aplicación. Ello implica potenciar la inves-tigación y desarrollo de las tecnologías de procesos es-pecialmente diseñados al servicio de una agriculturasustentable en términos regionalmente definidos.

Tradicionalmente en el MERCOSUR la investigaciónagropecuaria y la extensión dependía del Estado. Sinembargo la mayor parte de las agencias de investiga-ción y extensión rural han quedado debilitadas, conmenores recursos financieros y humanos, de maneraque la difusión de tecnología pasó a estar liderada porlas grandes empresas proveedoras de insumos. Frecuen-temente se argumentó, que la razón para eldesmantelamiento o la “semi-privatización” de los ser-vicios de investigación y desarrollo agropecuario res-pondía a una razón de equidad social, atendiendo a queno había razones para que otros sectores de la sociedadsubsidiaran desde el estado el desarrollo de una activi-dad esencialmente “económica” como la agropecuaria.Por lo tanto los productores deberían adquirir la tecno-logía o financiar su desarrollo por su propia cuenta.

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Sin embargo es claro que las consecuencias de laaplicación masiva de determinadas tecnologías, losinsumos asociados a ellas y la distribución de los bene-ficios derivados de su aplicación por los productores,no son neutras para la sociedad, tanto en términos eco-nómicos, como ecológicos y se traducen enexternalidades muchas veces negativas que son costea-das por la sociedad toda (Evia, 2002).

Por lo tanto, el camino de la sustentabilidad impli-ca fortalecer los espacios nacionales de generación detecnologías propias, y en especial aquella adaptada alas condiciones ecológicas de cada ecoregión. Existe unarica tradición en prácticas de agricultura orgánica, y másrecientemente en ganadería orgánica, que debería serfortalecida. Esta fase de investigación y desarrollo de-bería, a su vez, estar acompañada de un fuerte esfuer-zo de extensión rural para que sus resultados lleguen alos productores rurales. Finalmente, esos aspectos de-ben estar reconocidos a nivel del comercio internacio-nal por sistemas de certificación.

La cuestión de los transgénicos

El uso de la soja transgénica resistente a herbicidasestá íntimamente ligado a la expansión del cultivo, enespecial en Argentina. Si bien en Brasil, los avances hansido en especial apelando a variedades convenciona-les, de todas maneras se ha plantado soja transgénica(incluso antes de la autorización provisoria de 2003).En esa materia los dos “grandes” socios del MERCOSURhan intentado seguir estrategias diferentes.

Argentina ha apostado al paquete tecnológico de lasiembra directa y la soja, mientras que Brasil ha inten-tado controlar el ingreso de las variedades transgénicas.

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En Argentina se aplican los paquetes promovidos porlas corporaciones agroalimentarias con una escasa par-ticipación en investigación y desarrollo biotecnológicolocal; en Brasil, en especial la agencia estatal de investi-gaciones EMBRAPA ha intentado promover sus pro-pios paquetes biotecnológicos. Por ahora Uruguay pa-rece seguir el mismo camino que Argentina, mientrasque en Paraguay las variedades modificadas no han sidoliberadas pero existen denuncias que de todas manerases cultivada.

El debate sobre los impactos de la soja transgénicase mantiene. Desde el punto de vista del desarrollo sos-tenible existen muchos argumentos en contra de la ac-tual generación de transgénicos. Incluso aceptando elnivel de incertidumbre actual frente a estas variedades,el principio de precaución que defiende lasustentabilidad, apunta a no utilizar esas variedadespor el momento.

Incluso aceptando que un cierto porcentaje de pro-ductores mantengan el cultivo de soja transgénica, segeneran impactos económicos que van más allá de esosproductores y afectan, en primer lugar, a la cadena dela soja, y en segundo lugar a la cadena de la carne. Es-tos impactos de los transgénicos deben ser tenidos encuenta en las evaluaciones sobre sustentabilidad.

Por ejemplo, existen consumidores que desean com-prar soja convencional y para que eso sea posible de-ben existir mecanismos para separar ese producto delgrano transgénico. Esta diferenciación puede darse enel mercado interno, pero es especialmente importantepara algunos exportadores. La diferenciación de lassojas, y su correspondiente etiquetado como “libre detransgénicos” es una exigencia de importantesimportadores como la UE. Pero separar el grano con-

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vencional de aquellos transgénicos tiene un alto costo,y entonces esa exigencia está asociada a un encareci-miento que reduce su aplicación. De hecho algunos in-termediarios comerciales presionan por anular las dis-tinciones entre los dos tipos de soja. Por lo tanto, desdeel punto de vista de la sustentabilidad es necesario te-ner presente que pasos esenciales como la diferencia-ción de los productos tienen un costo, y que ese costose convierte a su vez en un factor limitante.

En Brasil algunos sectores propugnaron por el man-tenimiento de una estrategia libre de transgénicos ba-sados en el interés comercial de diferenciación por esteatributo. Sin embargo el gobierno federal se ha vistoobligado a aprobar provisoriamente el cultivo de “sojaRR” debido a la introducción ilegal de semillas desdeArgentina. Esto demuestra como en este caso la políti-ca de un gobierno termina condicionada por su vecino,sobrepasando las propias fronteras de soberanía y con-dicionando su estrategias comercial y ambiental. Estoa su vez remite al punto esencial de la importancia deuna política regional del MERCOSUR en esta materia,lo que podría haber evitado muchos de estos proble-mas.

Finalmente, el uso de transgénicos también afecta ala cadena de valor de la carne orgánica. Para lograr esacalidad es necesario asegurarse que el ganado no con-sume raciones basadas en transgénicos. Algunosimportadores de carne que compran en Argentina yUruguay requieren que se les asegure que el ganadonunca consumió alimentos transgénicos, lo que deja enevidencia los impactos cruzados entre un sector y otro.Ese tipo de certificación tiene un costo importante, ypor lo tanto se convierte en una condicionalidad de ex-pansión de las carnes orgánicas.

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Mercados internacionalesy liberalización comercial

Los ejemplos de más arriba demuestran como mu-chas condicionalidades y exigencias sobre la calidad delos productos se expresan en el comercio internacional.Esas regulaciones y otras que se dan en el comercio glo-bal, afectan la demanda y precios relativos de los bie-nes agropecuarios. De esta manera, las medidas comer-ciales influyen directamente en las actividadesagropecuarias y en sus impactos sociales y ambienta-les. Los países del MERCOSUR son muy sensibles a esosfactores, y por lo tanto las negociaciones comercialesque están desarrollando ofrecen tanto oportunidadescomo límites para acciones orientadas hacia lasustentabilidad.

El MERCOSUR mantiene negociaciones con laUnión Europea, la Comunidad Andina y con todos lospaíses del hemisferio en el marco del Area de LibreComercio de las Américas (ALCA). En todas esas ne-gociaciones los productos agrícolas y ganaderos estánen el centro de tensiones y discusiones, y lasimplicancias para la sustentabilidad son importantes.

En el marco de las negociaciones MERCOSUR – UEse ha intentado realizar una “evaluación de lasustentabilidad” del acuerdo de libre comercio con elMERCOSUR. Es un esfuerzo importante por intentarintroducir la temática del desarrollo sostenible, dondese han dado pasos concretos en cierto marco teórico yensayos con algunos modelos (Maltais y colab., 2002).Sin embargo, esas evaluaciones todavía tienen dificul-tades en manejar la diversidad de situaciones específi-cas de cada producto, en cada región y en cada país, asícomo en identificar la “línea de base” que sirve de refe-

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rencia a las comparaciones. De todas maneras, las lec-ciones que arroje ese proceso deberían ser tomadas encuenta por el Mercosur para replicar en otras negocia-ciones, especialmente en el ALCA.

Está claro que para poder avanzar en forma equili-brada en un “acuerdo agropecuario sustentable” entrebloques comerciales sería necesario que las medidascomerciales y de cooperación a ser acordadas “reconoz-can” mutuamente algunos principios u objetivos bási-cos en cuestiones claves sobre desarrollo sostenible. Unanegociación confrontativa podría destruir cualquieravance ambiental. Eso puede darse tanto desde los paí-ses industrializados al negar reconocimientos específi-cos para productos obtenidos con estándares de cali-dad ambiental más altos, o favoreciendo productosobtenidos bajo prácticas insustentables. Por otro lado,los países del Cono Sur deberían repetir su postura deatacar cualquier certificación o condición ambiental alcomercio, para pasar a examinar la propiedad de cadauna de ellas.

Por ejemplo, en el caso de las negociaciones UE-MERCOSUR, que se arrastran desde 1995, está claro queel comercio agrícola es un aspecto central que afectarálas cadenas productivas en el Cono Sur. Uno de los prin-cipales problemas se origina en las asimetrías económi-cas entre los bloques; la UE es el principal socio comer-cial del MERCOSUR mientras que el MERCOSUR tienetan sólo una participación marginal en el comercio exte-rior europeo. Si el acuerdo establece preferencias impor-tantes desde el MERCOSUR hacia la UE, pone en juegosu relación con terceros países. Pero también es ciertoque si no considera estas preferencias perdería el accesopreferencial a su principal destino de exportaciones y unode los mercados de mayor tamaño relativo.

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La UE es un mercado más abierto para los productosindustriales pero impone restricciones muy fuertes en elsector agrícola, donde justamente se encontrarían las ma-yores ventajas para el MERCOSUR (Terra, 2002). Las im-portaciones de la UE originarias en el MERCOSUR son deescaso peso relativo, y mayormente de bienesagropecuarios. Cualquier apertura de ese sector choca conlas medidas europeas proteccionista y tiene consecuen-cias económicas y políticas importantes. En el bloque sud-americano, mientras tanto, sólo posee incipientes espaciosde coordinación agropecuaria, y no se ha concretado unaarticulación de políticas agrícolas comunes.

Por ejemplo, si la UE concreta una rebaja sustancialde tarifas y permite un mejor acceso a los mercados,seguramente se acentuarán algunos impactos ambien-tales negativos (por ejemplo, un mayor ingreso de lascarnes a Europa podría hacer avanzar la ganadería so-bre áreas silvestres en Brasil o Paraguay).

Sin embargo algunos estudios indican que esos efec-tos no serían uniformes dentro del MERCOSUR. Bajoalgunas condiciones, un aumento del precio de la car-ne podría potenciar su preferencia frente a la soja, per-mitiendo lograr rotaciones agrícola ganaderas que re-ducirían la presión ambiental en las praderassubtropicales. En otros casos, se podría favorecer laganadería de pastoreo sobre el engorde en establos; laprimera tiene menores impactos ambientales y estáorientada a carnes más naturales, y podría beneficiarsede un acceso más favorable a los consumidores euro-peos. Pero también hay que tener presente que la pro-ducción de carnes puede intensificarse a través del en-gorde con grano sin incrementar el área de pastoreo,pero que generaría demanda por granos en otras zonascon su consiguiente impacto ambiental.

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En el caso de la soja, su expansión se debe en espe-cial a la demanda de China, pero también a las com-pras europeas que siguen siendo importantes. En esecaso, la UE mantiene bajos aranceles a las importacio-nes de harina de soja que favorecen el sostenimiento dela demanda por el cultivo, mientras que a la vez mejo-ran la competitividad de su propia producción intensi-va de carne. Dos medidas de la UE, permitir el ingresode productos de la soja mientras que traba sus impor-taciones de carne, tienen efectos negativos complemen-tarios en el Cono Sur. Por un lado, convierte alMERCOSUR en el principal proveedor de un insumoclave (harina de soja) para el proceso de producción decarne y lácteos en la UE, que compite bajo preciossubsidiados en los mercados internacionales de expor-tación, desplazando los productos del MERCOSUR.Además, al impedir el ingreso de carnes, ha retrasadoel fortalecimiento de una ganadería pastoril que es mássostenible.

Sin duda que una apertura de mercados comprado-res de carnes del Cono Sur debería ser tomado con cau-tela, para evitar un dumping ecológico desde elMERCOSUR, mediante el avance ganadero sobre zo-nas boscosas. Una de las formas disponibles en la ac-tualidad para evitar ese tipo de problemas es aceptarciertas formas de certificación que aseguren que el pro-ducto se obtuvo bajo determinadas condicionesecológicas.

Otros actores con un papel preponderante en la de-terminación de estos fenómenos son las empresas mul-tinacionales, que independientemente del origen de loscapitales que las integran se mueven en el escenariointernacional en búsqueda de la maximización de losbeneficios de su actividad. Estas empresas se mueven

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articuladas en torno a cadenas o redes de valor conec-tándose mediante alianzas estratégicas que operan enforma más o menos independiente de los intereses delos gobiernos que negocian los acuerdos comerciales.

Sin embargo debería ser posible conducir ese pro-ceso desde una perspectiva más orientada que permi-tiera maximizar los beneficios de dicha estructuraciónen función de objetivos ambientales y socioeconómicosregionales. Ese espacio corporativo es mucho más difí-cil de regular, y de hecho los acuerdos comerciales semueven hacia una liberalización de esas relaciones (in-cluso otorgándoles derechos análogos a los de un Esta-do, como sucede en los borradores del ALCA). Por lotanto cualquier estrategia en sustentabilidad debe inte-grar la regulación a las empresas transnacionales.

El impacto de los subsidios

Si bien el impacto de los subsidios se comentó encapítulos anteriores, es necesario volver a considerar-los por su importancia. Las naciones industrializadastransfieren cuantiosas ayudas a sus agricultores, mien-tras que los países del Mercosur no tienen recursos paracompetir en ese frente. Por ejemplo, se estima que porcada dólar de producción de los agricultores europeos,hay 52 centavos subsidiados; mientras que en Brasil,los subsidios son inferiores a 6 centavos por dólar deproducción primaria (Montero, 2003).

Existen diferentes argumentos a favor de los subsi-dios agrícolas, como por ejemplo su contribución a laseguridad alimentaria al asegurar el acceso a una ofer-ta mínima de alimentos, apoyar la multifuncionalidadde la agricultura para asegurar ciertos aspectos socia-les y ambientales, evitar la superpoblación urbana, y el

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apoyo a zonas menos desarrolladas. Pero hay otros tan-tos argumentos en contra; por ejemplo pérdida de efi-ciencia económica al asignar artificialmente recursos,potenciar prácticas con efectos ambientales negativos(e.g. uso de agroquímicos), y la generación de enormesdistorsiones en el comercio mundial (generansobreoferta, reducen los precios internacionales, y com-piten en terceros mercados de exportación).

Desde el punto de vista de la sustentabilidad es ne-cesario distinguir entre subsidios “perversos” que tie-nen efectos negativos en los planos económico, social yambiental, y subsidios “legítimos” por sus efectos po-sitivos en esas dimensiones. Una estrategia en desarro-llo sostenible requiere subsidios legítimos, por ejemplopara apoyar la reconversión hacia una agropecuariaorgánica. Por el contrario, en los países del Cono Surexisten muchos apoyos perversos (como ayudas a em-presas que producen agroquímicos). Por lo tanto esnecesario cambiar la posición negociadora de los paí-ses del MERCOSUR, los que usualmente están en con-tra de todos y cualquier tipo de subsidio. Ese cambiorequiere de una discusión nacional para diferenciar lossubsidios y acoplar esos instrumentos a estrategias vol-cadas hacia la sustentabilidad.

Certificación

Tanto a nivel nacional y en especial en el campo delcomercio internacional, la certificación de los produc-tos es un elemento clave. Sigue creciendo la tendenciaque exige certificados que informan sobre la calidad delos productos agroalimentarios y las condiciones bajolas cuales fueron obtenidos. Esos certificados sirven parainformar a los importadores, y desde allí a los consu-

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midores finales. También es cierto que algunos paísesabusan de las certificaciones hasta convertirlas en ba-rreras comerciales ocultas.

Pero a pesar de estos problemas, la certificación esun aliado importante en las estrategias hacia el desa-rrollo sostenible. Por ejemplo, una certificación de “car-ne orgánica” podría servir para lograr ventajasexportadoras las que tendrían como efecto fortalecer unsector productivo que tiene menores impactos ambien-tales que la cría intensiva de ganado.

Un camino importante para potenciar ese tipo deestrategias más sostenibles es clarificar los procedimien-tos en la certificación de productos orgánicos, natura-les o bajo cualquier otro rótulo que alude a reglas so-ciales y ambientales. Es obvio que existen dificultadesen definir productos orgánicos o un sistemaagropecuario sostenible, pero a pesar de ello se han dadopasos importantes.

Argentina y Uruguay están entre los países latinoa-mericanos con mayor proporción de tierras dedicadasa la producción orgánica (Argentina con más de 3 mi-llones de hás. y Uruguay 500 mil hás), donde una pro-porción importante se dedica a la ganadería orgánica.Pero a pesar de que los productores rurales han accedi-do a la certificación, esto no ha redundado en una me-jora sustancial de los precios relativos para este tipo deproductos. Esto se debe a que en la actualidad todas lascarnes pagan el mismo arancel o están sujetas a la mis-ma cuotificación; por tanto como el acceso está limita-do, estos sistemas ni siquiera pueden beneficiarse delsobreprecio de mercado que eventualmente los consu-midores estarían dispuestos a pagar por estos produc-tos. Pero debe admitirse que la certificación brinda ac-ceso a mercados, un elemento que es clave para mante-

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ner los flujos exportadores. Estos contrastes ilustran laslimitantes comerciales para promover un crecimientode los sistemas sustentables de producción.

Para el caso de la soja y otros productos agrícolas lacategoría “libre de OGM” puede constituir una opor-tunidad y de hecho ya existen corrientes comercialesque las aprovechan. Existe experiencia en productosorgánicos agrícolas aunque esta es más limitada parael cultivo de soja. En el sector agrícola la limitante noparece estar dada por problemas de acceso a mercadossino más bien por la falta de alternativas tecnológicasque permitan a los sistemas de producción alternativoscompetir en rentabilidad a los convencionales.

Algunos esquemas de certificación voluntaria conestándares reconocidos aplicables a las cadenas de lacarne y la soja se indican en la tabla 7.1. De acuerdo aestos esquemas gran proporción de la producción decarnes vacunas procedentes del MERCOSUR podríanacceder prácticamente en forma inmediata a cualquie-ra de los esquemas de certificación voluntaria mencio-nados para las carnes y aunque frecuentemente se men-cionan los costos y dificultades de certificación comouna limitante en este aspecto la experiencia adquiridaen Argentina y Uruguay demuestra que estos no son

Tabla 7.1. Cerificación Voluntaria. Elaboración propia.

SOJA

CARNES

OGM. LibreEurep-GapOrgánicos

Eurep-GapOrgánicos

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de tal magnitud como para limitar el potencial aprove-chamiento de este instrumento, para expandir el comer-cio sustentable.

En todo caso hay que advertir que si bien los esque-mas de certificación son accesibles para los producto-res sudamericanos, sobre todo en carne, es necesarioadaptar y mejorar los mismos en función de objetivosambientales que tomen en cuenta estándares especial-mente apropiados para la región. Esto no significaflexibilizarlos o reducir sus exigencias, sino adaptarlosa las condiciones de la región. Tanto los esquemas decertificación orgánica que se aplican como los de bue-nas prácticas agrícolas, han sido desarrollados basadosen los modelos de producción de los países del hemis-ferio norte, y no toman en cuenta adecuadamente ladimensión de la conservación de la biodiversidad des-de la perspectiva de la conservación de ecosistemascompletos.

De hecho, la carne vacuna producida en pastizalesintroducidos en zonas deforestadas de la Amazoniapodría ser certificada como orgánica y hay empresastrabajando en esa absurda calificación. Esta es una delas principales limitantes de los actuales esquemas decertificación orgánica, puesto que no discriminan so-bre el origen de las áreas utilizadas para producción. Elejemplo citado más arriba es claro en ese sentido y se-gún los estándares aprobados en el hemisferio norte,ganado producido en condiciones de estabulación, tam-bién podría ser considerado orgánico en tanto se respe-ten ciertas condiciones mínimas de espacio y el alimen-to que se les suministre provenga de sistemas orgáni-cos.

Otro ejemplo lo constituye el anuncio del GrupoMaggi, el mayor plantador de soja en Brasil, que en fu-

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turo próximo espera certificar un sistema de gestiónambiental bajo la norma ISO 14.001, con lo que argu-mentará que la producción en sus establecimientos serealiza en “forma ambientalmente correcta”. Sin em-bargo se olvida que la soja que cultiva, o la que com-pra, está causando una muy fuerte deforestación. Ca-rece de sentido certificar una producción incluso orgá-nica, si para ello se debió destruir todo el ecosistemaoriginal.

Finalmente, los temas de certificación pueden apa-recer asociados a concebir como “bienes y serviciosambientales” ciertos productos y procesos que poseenatributos ambientales, y que deberían tener un tratoprivilegiado en el comercio internacional (véaseBorregaard y colab., 2002). Este paso posee algunospotencialidades, aunque también ofrece riesgos en acen-tuar todavía más la mercantilización de la Naturaleza.

Para enfrentar estas cuestiones, y en especial paraaprovechar todo el potencial de las certificaciones, esindispensable que el MERCOSUR desarrolle sus pro-pios estándares de certificación que deberían ser mu-cho más exigentes en cuanto a conservación debiodiversidad. Estos esquemas deberían además teneren cuenta objetivos de conservación para diferentesbioregiones impidiendo por ejemplo la posibilidad decertificación en determinadas zonas o regionesecológicamente amenazadas cuando la actividad de quese trata implique la conversión de ecosistemas en esaszonas, como áreas boscosas tropicales y subtropicales,o relictos de pastizales naturales en algunas regionespampeanas.

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A lo largo de los capítulos precedentes ha quedadoen claro que la agricultura y la ganadería brindan mu-chas oportunidades para el desarrollo, especialmenteen el plano económico, los que tienen un enorme valorpotencial para atacar los problemas de la pobreza. Perola evidencia presentada también demuestra que lasprácticas actuales no reducen la inequidad, sino que porel contrario tienden a acentuar las asimetrías en el de-sarrollo. Pero además, en el caso particular de la gana-dería vacuna y la agricultura sojera existen importan-tes impactos sociales y ambientales, y en buena medi-da están orientadas a las necesidades de consumo deotras naciones.

Los impactos ambientales, como la transformaciónde bosques tropicales y subtropicales a tierras de culti-vo o ganaderas desemboca en la simplificación de losecosistemas y pérdida de biodiversidad. Estos y otrosimpactos a su vez generan pérdidas que son socializa-das, y que limitarán la calidad de vida, especialmenteen las generaciones futuras.

8. EL DESAFIO DE LASUSTENTABILIDAD

AGROPECUARIA

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Si consideramos el desarrollo sostenible desde unpunto de vista amplio, como aquel que asegura ciertascondiciones sociales (calidad de vida, participación,democracia, etc.), económicas (equidad, empleo,internalización de los costos ambientales, etc.) yecológicos (preservación de la biodiversidad, manteni-miento de los procesos ecológicos, etc.), se puede con-cluir que el actual patrón de desarrollo agropecuariono cumple con esas condiciones. Las estrategias actua-les en soja y carne son insustentables. Siguen el patróntradicional de aumentar sus rendimientos, utilizar másinsumos y más infraestructura, y en esa carrera hacia elcrecimiento los beneficios locales son acotados e inclu-so la rentabilidad se mueve en un margen estrecho. Segenera además un situación paradojal, donde sectoresde alta productividad ofrecen pocos beneficios pararemontar la pobreza; los dos grandes exportadores deagroalimentos enfrentan serios problemas de pobrezarural y urbana, con niveles persistentes de desnutrición.

Una vez reconocido este problema es indispensablepresentar algunos elementos claves para avanzar en uncamino alternativo que permita asegurar prácticassustentables.

Medidas urgentes

Un primer aspecto sobre la sustentabilidadagropecuaria apunta a reformular las bases conceptua-les en el diseño de las políticas agropecuarias. Esa líneade reflexión se explora más adelante en este capítulo.Pero mientras eso sucede es indispensable adoptar al-gunas medidas urgentes para detener el impacto am-biental de las actuales prácticas; es necesario ganar tiem-po, preservando la biodiversidad, mientras se procesa

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una discusión de fondo sobre las relaciones comercia-les internacionales y la producción agropecuaria.

En el caso del MERCOSUR, la dimensión ambientalde la sustentabilidad agropecuaria implica medidasurgentes que limiten los avances sobre las áreas silves-tres. En especial se debe impedir la desaparición debosques por usos agropecuarios, limitar la conversiónde sabanas naturales a la agricultura, y establecer con-diciones similares sobre ecosistemas claves comohumedales. En el caso de las áreas que ya se encuen-tran bajo usos agropecuarios es indispensable reducirlos impactos ambientales, tales como el empleo indis-criminado de agroquímicos o el mal manejo de suelosy recursos hídricos. Es evidente que el establecimientode límites de conversión de áreas silvestres en zonas decultivo o ganadería tiene consecuencias muy distintasen cada región; tiene fuertes impactos por ejemplo enel Cerrado o la Amazonia, pero menos en las llanuraspampeanas de Argentina o Uruguay, lo que a su veztiene consecuencias sobre la dimensión económica. Porlo tanto estas medidas necesariamente deben ser coor-dinadas a nivel regional –un punto que se analiza másadelante.

Se debe disminuir la intensidad del cultivo de soja,en especial reorientándola hacia sistemas más equili-brados con períodos de alternancia de cultivos forrajerosy ganadería de pastoreo. Las obras de infraestructurade transporte necesariamente deben estar adaptadas alas condiciones ambientales de cada región, y no se-guir la perspectiva inversa que se observa en la actuali-dad, donde se imponen carreteras o hidrovías más alláde los contextos ecológicos. Se deben diseñar las obrasde riego a partir de un principio de mínima interven-ción sobre las cuencas hidrográficas, asegurando la in-

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tegridad del ciclo hidrológico, la recarga del agua sub-terránea y la calidad del recurso.

Es necesario aplicar las normativas vigentes en cadapaís sobre contaminación y degradación de suelos yaguas. Todos los países del MERCOSUR presentan di-versas normas, y en la actualidad el primer problemaes la falta de monitoreo en el medio rural, y la debili-dad de imponer esas condiciones así como en sancio-nar a los infractores. Es necesario mejorar el control so-bre la contaminación y residuos químicos en alimen-tos, especialmente a nivel de las empresas en la faseindustrial. Las medidas efectivas a ese nivel puedenpermitir que a su vez los actores industriales exijan unacalidad mas alta a quienes los proveen de materias pri-mas. En especial en el caso de la cadena cárnica es in-dispensable avanzar en controles de seguridad bioló-gica de alimentos, incorporando un monitoreo para laEEB, así como atender el bienestar animal.

En cuanto a la soja transgénica, las medidas urgen-tes deben apuntar a controlar su expansión e imponeruna segregación estricta del producto. Es necesario me-jorar los procedimientos de evaluación del impactoambiental, así como analizar más detenidamente losefectos de su uso sobre otros cultivos así como sobre elsector ganadero. En ese esfuerzo se debe tener presenteel principio de precaución. En el caso de la segregaciónde productos transgénicos el costo de la medida debeestar en manos de los productores e industrias que losusan, y no pueden ser transferidos a los estados; tam-poco se puede exigir que ese costo esté en manos dequienes cultivan soja convencional.

A nivel del comercio internacional también son ne-cesarias varias medidas urgentes. Por ejemplo, un gru-po de organizaciones ciudadanas de Brasil está discu-

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tiendo con empresas compradoras europeas el diseñode criterios sociales y ambientales en la compra de soja(CEBRAC, 2004). Entre los criterios que se están discu-tiendo se encuentran la compra de soja únicamente desitios deforestados antes de una fecha crítica (por ejem-plo, octubre 1999 para la Amazonia),para así inhibir elavance de la frontera agropecuaria, contar con una de-claración jurada de cumplimiento de la legislación am-biental nacional, demostrar poseer títulos de propiedadregularizados, mantener la proporción de protecciónpermanente que se exige por ejemplo en Brasil, exclu-sión de variedades transgénicas, preferencia por losproductores familiares, etc.

Los costos de la sustentabilidad

Una mejora hacia un sistema de producción mássustentable tiene costos económicos. Es importante re-conocer ese hecho, y dar el paso hacia propuestas desustentabilidad que exhiban un análisis económico másdetallado. Se puede comenzar esa tarea asumiendo queuno de los primeros pasos hacia la sustentabilidad exi-ge pasar del cultivo intensivo de soja hacia rotacionescon otros cultivos y con ganadería.

En el caso del núcleo sojero pampeano de Argenti-na se estima que las rotaciones agrícolas con ganadería deengorde, implicaría una caída en el margen bruto de ren-tabilidad de aproximadamente 450 millones de dólarespor año (INTA, 2003). Esas evaluaciones dejan en claroque las propuestas hacia la sustentabilidad serían inme-diatamente atacadas por una supuesta pérdida de ganan-cia de los productores y de la capacidad de exportación.

Por lo tanto es importante matizar esas observacio-nes. En primer lugar, ese caída en la rentabilidad se

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podría remontar si aumenta el precio de algunos pro-ductos alternativos a la soja (por ejemplo el maíz un14%, los novillos casi un 50%), o bien si cae el precio dela soja (un 16%) (evaluación en diciembre 2003 en basea los futuros del mes de cosecha 2004). Cualquiera deesos factores son muy posibles; en realidad el precio dela soja ha tenido caídas recientes en 2004. Además esoscostos de rentabilidad se hacen siguiendo procedimien-tos convencionales que no toman en cuenta el costo eco-nómico de los impactos ambientales del monocultivode la soja, ni las transferencias sociales que se hacen enobras de infraestructura (un punto que se examina másabajo). Por otro lado, la diversificación productiva des-emboca en estrategias económicas donde si bien la ren-tabilidad es menor, la estabilidad es mayor –un aspec-to muy valorado por las familias rurales.

El “costo” de la política de expansión de la fronteraagropecuaria en Brasil es más difícil de estimar ya queexiste muchas incertidumbres sobre el “valor” de lapérdida en diversidad biológica. Para el caso de la soja,la diferencia en el costo de la tierra (como renta) entresistemas sojeros brasileños y argentinos varía entre untercio a la mitad (estimación en base a Osrtowsky yDeblitz 2002 en dólares por quintal). Por ejemplo, mien-tras un productor brasileño paga en Río Verde (Goiás)alrededor de US$ 40 de renta por la tierra, un produc-tor en Argentina debe pagar US$ 100 en Junín (BuenosAires) o US$ 130 en Venado Tuerto (Santa Fé).

Si bien el costo de la tierra normalmente tiene unfuerte impacto en la rentabilidad del negocio, en con-diciones en que existe una frontera agrícola abierta, osea que hay una elasticidad en la oferta del recurso tie-rra, su relevancia se reduce notablemente. El costo deadquirir una hectárea de tierra bruta en la frontera agrí-

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cola de Brasil (estado de Mato Grosso) es del orden deUS$ 160; si a eso se le suman inversiones por unos US$280 se alcanzan condiciones de producir (AnuarioBrasileiro de Soja, 2003). En el caso de la fronteraamazónica, una hectárea es 5 a 10 veces más barata queen el sur de Brasil (Banco Mundial, 2002 – para 1970 a1980). Mientras tanto, en las praderas centrales de Uru-guay y Argentina el valor de la tierra oscila entre US$1000 y 4000. Si bien es difícil estimar con detalle quéproporción de esa diferencia corresponde a la mayordisponibilidad de tierras y que proporción a otras con-diciones de la rentabilidad del negocio ( costos de tras-porte, fertilidad, etc.), resulta evidente que un factorclave para la competitividad brasileña es el bajo costode la tierra y este responde en buena medida a la con-versión de áreas naturales a la agricultura.

Otros estudios señalan que la dinámica del procesocambia desde la simple apropiación de valor por ladeforestación en la “frontera” a otra dinámica conduci-da por la propia rentabilidad del negocio productivo(Margulis, 2003). Por ejemplo, los ingresos netos parael negocio ganadero en la Amazonia oscilan entre US$30 y $40 por ha/año, mientras que para la soja suben aUS$ 500/ha. Esto se corresponde con valores de latierra de US$ 400 a US$ 1000 por ha, en establecimien-tos ya sistematizados y consolidados con mejoras (porejemplo en Mato Grosso). Sin embargo es interesantedestacar que en estos casos los precios se establecen casiexclusivamente en bolsas de soja por hectárea lo quesugiere que ese es el factor que lidera la dinámica delnegocio en la región.

En todo caso, y como aproximación esquemática,estimando el margen bruto del cultivo en Brasil en elentorno de los 300 U$S/há y tomando como referencia

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el incremento anual promedio de área cultivada de sojade los últimos dos años (2,25 millones has), el costo deoportunidad para limitar la expansión de su fronteraagrícola, sería de US$ 675 millones anuales a nivel de laproducción primaria (excluyendo la fase de industria-lización). En el caso de la ganadería, tomando comobase el incremento anual promedio del área de pasturasen los últimos 20 años, con un ingreso neto ganaderode US$30 ha/año, el costo de oportunidad sería de US$39 millones año.

Esto no tiene en cuenta las demás externalidadespositivas generadas por el sector agropecuario. Porejemplo, en un estudio que analiza los efectosmultiplicadores de la agricultura ampliada sobre laseconomías, muestra que para las semillas oleaginosasy aceites un incremento de un 10% de esas exportacio-nes desde Brasil determinaría una inyección inicial deUS$ 159 millones de dólares, generando un incrementode 0,04% de la producción total del país por lo que elefecto total sería de cuatro veces la inyección inicial(IICA, 2003). A estos costos de oportunidad habría quesumar los derivados de los cambios necesarios paramantener sistemas de rotaciones más sustentables y conmenores impactos en las zonas actualmente cultivadas.

Este tipo de análisis demuestra que los objetivos enmateria ambiental implican desde una perspectiva eco-nómica convencional costos de oportunidad muy im-portantes para los países de la región. De más está de-cir que para evaluar correctamente estas opciones ha-bría que descontar los costos ambientales incurridos; sibien esta tarea es viable desde un punto de vista teóri-co, en la práctica ha demostrado ser imposible de in-corporar en las políticas y en los actores que determi-nan el cambio.

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Un nuevo enfoque económico

Los aspectos sociales y ambientales son ignoradosen las estrategias tradicionales de desarrolloagropecuaria y en las relaciones comerciales interna-cionales. Las simples relaciones de oferta y demandase convierten en las fuerzas principales que determi-nan la contracción o expansión de la ganadería y la agri-cultura.

La competitividad se restringe al campo económi-co, determinándose por factores como el costo de la tie-rra, la productividad por hectárea, la que a su vez estáfundamentalmente condicionado por la aptitudecológica y las opciones tecnológicas para manejar esascondiciones ambientales (por ejemplo, riego o fertiliza-ción). En los cálculos tradicionales se restan los costospor insumos como fertilizantes o riego, pero no se atien-den los costos por los impactos ambientales. Algunosefectos ambientales negativos se expresan rápidamen-te en una evaluación económica (por ejemplo, la ero-sión de suelos o pérdida de recursos hídricos), pero otrosson mucho más difíciles de valorar económicamente (esel caso de la desaparición de especies nativas).

Para mejorar la comprensión del problema se pue-de apelar al concepto de “ventaja ambiental compara-tiva”, entendida de la siguiente manera:

Ventaja Ambiental Comparativa = (aptitud ecológica +tecnología) – (insumos + impactos ambientales)

Por ejemplo, en un estudio comparado de lacompetitividad del sector de oleaginosas entre paísesdel Cono Sur, EE.UU. y Europa se encuentra que unade las principales ventajas de Brasil se encuentra por el

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lado de los bajísimos costos del precio de tierra, lo queestá asociado al avance de la frontera agropecuaria so-bre ambientes naturales con pérdidas de biodiversidadque no son contempladas (Ostrowsky y Deblitz, 2002).

Un paso indispensable para manejar adecuadamentelos aspectos ambientales es internalizar esos efectos enel análisis económico, y desde allí implementar instru-mentos económicos que obliguen a esa internalización(por ejemplo, aplicando tasas sobre el uso del suelo).Este tipo de medidas son posibles en el ámbito nacio-nal, pero no hay acuerdos sobre cómo aplicarlas a nivelinternacional o sobre si es posible exigirlas en las rela-ciones comerciales. Ese podría ser el caso de acceso di-ferencial a los mercados de acuerdo a la “calidad am-biental” de los productos.

A su vez, también se debe reconocer que existe un“valor agregado ambiental” obtenido por productos dealta calidad ambiental, que usualmente requieren ma-yor mano de obra, generan menos costos por deprecia-ción ecológica, exigen medidas específicas de procesa-miento y empacado, etc (Evia y Gudynas, 2000). Este“valor agregado ambiental” debe ser incorporado enlos análisis económicos como un beneficio.

En cuanto a las implicancias comerciales, es impor-tante advertir que apelar a la calidad ambiental paraacceder a los mercados no está presente en la agendaactual del MERCOSUR (ni de la UE como tampoco enla de otros bloques). Pero el MERCOSUR si rechaza quese impida el acceso a mercados invocando normas am-bientales u otros criterios. Es interesante advertir, porejemplo, que la UE ofrece mejoras en las cuotas de suscompras de carne a cambio de desmantelar restriccio-nes en las compras de los gobiernos del MERCOSUR,pero no ofrece esas mismas mejoras a cambio de pro-

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mover prácticas agropecuarias sostenibles en los paí-ses del sur. Asimismo, este tipo de medidas son resisti-das por los países del MERCOSUR en tanto implicanaceptar condicionalidades comerciales dentro de losprocesos productivos –una materia específicamenteexcluida en la OMC.

Políticas agropecuarias nacionales

Es urgente volver a diseñar políticas nacionalesagropecuarias. En realidad, en los países delMERCOSUR se ha reducido drásticamente la construc-ción de políticas nacionales, con objetivos claros y pla-nes asociados a ellos. El Estado y las agencias estatalesdesempeñan un papel más acotado mientras el merca-do cobró una importancia mucho mayor; en muchoscasos, los ministerios de ganadería y agricultura se con-vierten en instrumentos de conducción de las deman-das de los mercados nacionales y locales. De esta ma-nera se han diluido las “políticas” nacionales a partirde la dinámica de los mercados y la fuerte presencia deempresas transnacionales.

Frente a esta situación es importante advertir queuna política en desarrollo agropecuario sostenible re-quiere que exista la posibilidad de diseñar una políticacomo tal. Esto es un conjunto de metas y objetivos, consus programas y estrategias, y las agendas de acción einstrumentos para cada una de ellas. Sin un espaciodonde generar de políticas no se contará ni con políti-cas de sustentabilidad ni con ninguna otra. Si bien esteaspecto puede resultar obvio, lo cierto es que esas posi-bilidades están muy limitadas en la actualidad por laretracción del Estado, la escasez de espacios políticosparticipativos y las limitaciones en recursos humanos

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y financieros. Asimismo se debe advertir que esas polí-ticas no pueden repetir los vicios del viejo centralismoestatal y su ineficiencia. Por cierto que es necesaria unapresencia del Estado, pero deberá estar dotada de ma-yor flexibilidad, incorporando los demás actores socia-les del campo y la producción, y ser abordada como unproceso democrático continuado.

El segundo aspecto apunta a los contenidos de esapolítica en desarrollo sostenible. Allí se deben incorpo-rar aspectos críticos como la internalización de los cos-tos ambientales (indicada arriba), la preservación de labiodiversidad, la calidad del ambiente, la equidad so-cial y la calidad de vida. Las metas de una política endesarrollo agropecuario sostenible en los países delMERCOSUR deben apuntar a asegurar la calidad devida de las familias rurales y la calidad del ambiente,de donde los programas de acción deben balancear losmínimos costos socioambientales con la producciónagropecuaria.

Reforma en el Mercosur

En las condiciones actuales las políticas nacionalesen desarrollo sustentable deben tener una fuerte coor-dinación y armonización a nivel regional. Diversos fac-tores hacen que esas políticas nacionales deben ser dis-cutidas simultáneamente con las políticas regionales.En especial en el caso de la carne y soja, la coordinacióna nivel del MERCOSUR es una condición necesaria paralograr un camino hacia la sustentabilidad.

En efecto, el conjunto de países productores (Argen-tina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay) mantienenestrategias productivas con muchas similitudes, com-piten entre ellos en el terreno comercial, y cualquier

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medida hacia la sustentabilidad necesariamente requie-re esfuerzos de coordinación, medidas que eviten un“dumping” ecológico o social entre algunas de estasnaciones, y potenciar sus capacidades productivas bajouna identidad común.

Ese tipo de coordinación se obtiene construyendo“políticas comunes” entre todos los socios. Si bien elMERCOSUR es un proceso de integración que apuntahacia un “mercado común”, ha evitado una y otra vezgenerar una “Política Agropecuaria Común”. El ejem-plo de la Unión Europea en esa área ofrece leccionestanto de las fortalezas como de las limitaciones de esetipo de esquema, pero más allá de esos atributos, estáclaro que es indispensable una política común para evi-tar por un lado una competencia entre los países a cos-ta de las dimensiones sociales, ambientales y económi-cas, como para promover un nuevo tipo de desarrolloque atienda en primer lugar las necesidades regiona-les.

Resulta obvio que la mejor política común se logracuando simultáneamente los países socios están cons-truyendo sus propias políticas nacionales; ése es el me-jor antídoto para cualquier forma de imposición de unanación sobre otra desde el marco regional, así comopara evitar las distorsiones que un miembro generasobre otro país (por ejemplo, municipios que compi-ten para atraer inversiones rebajando su normativaambiental).

Pero una política común también permite abordarotros problemas más complejos. Por ejemplo en los úl-timos dos años en Uruguay se duplicó la superficie desoja. En buena medida dicho fenómeno se debe a la lle-gada de productores argentinos que han decidido plan-tar en Uruguay debido a que en este país no se aplican

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detracciones a las exportaciones del grano (mientras queen Argentina son del 23% sobre el precio FOB). Los pro-ductores argentinos se trasladan a Uruguay exportan-do directamente el grano desde ese país, consiguiendoasí mejores márgenes de ganancia. Otros fenómenos detransferencias migratorias regionales se observan conproductores brasileños que se ubican en zonas de fron-tera del oriente de Paraguay y Bolivia, y en el norte deUruguay. Esta movilidad de productores y empresa-rios del sector necesariamente requiere ser abordadadesde el MERCOSUR.

En el MERCOSUR se deben definir límites para elavance de la frontera agropecuaria en función de obje-tivos tanto ambientales como económicos. Los límitesambientales deben tener en cuenta áreas clave en loscuatro países del MERCOSUR que deben permanecerbajo esquemas de protección ecológica estricta. El ac-tual “Acuerdo Marco en Medio Ambiente delMercosur” es insuficiente para abordar este tipo de ne-cesidades, así como para manejar los impactos ambien-tales en el sector agropecuario. Por lo tanto es necesa-rio continuar las discusiones hacia un “Protocolo Am-biental” del MERCOSUR, donde se incorporen ciertasreglas ambientales básicas compartidas entre todos lossocios. En ese análisis se deben mejorar las relacionesentre los grupos negociadores ambiental yagropecuario; los vínculos entre esos dos temas son muydébiles en el seno del bloque. Entre los temas clave queesos grupos deberían abordar está la determinación deesquemas de certificación que sean comunes a todoslos países del MERCOSUR, la evaluación de los paque-tes tecnológicos que las empresas transnacionales im-plantan en la región de manera de potenciar prácticasmenos dependientes de recursos naturales, el manejo

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de los recursos hídricos y los efectos de los programasde riego sobre las cuencas hidrográficas compartidas,etc. Asimismo, las obras de infraestructura regional, yen especial aquellas apoyadas por la Iniciativa Regio-nal en Infraestructura de América del Sur (IIRSA), de-ben estar reguladas desde el punto de vista ambiental.

El establecimiento de políticas agropecuarias coor-dinadas requiere determinar las complementaridadesproductivas dentro del MERCOSUR. Esto es, identifi-car cuáles son los bienes agropecuarios que se puedenproducir con el menor impacto ambiental en cada unade las ecoregiones del bloque, independientemente delas fronteras políticas, y establecer las mejorescomplementaridades entre ellas.

Tanto esa meta como la construcción de una políti-ca común regional implican establecer marcos norma-tivos supranacionales en el MERCOSUR. Este es uncambio importante, y si bien varios analistas recono-cen que se debe dar ese paso, es necesario recordar queel MERCOSUR se mantiene como un acuerdo inter-gu-bernamental. Bajo la supranacionalidad se convienenuna serie de normas que deben ser acatadas por todoslos países del bloque al construir un cuerpo normativoregional común. Algunas naciones se resisten a ese paso,en tanto temen las consecuencias de perder parte de susoberanía. Ese aspecto es discutible por varios motivos:la soberanía ya enfrenta serias limitaciones (por ejem-plo, los ajustes impuestos por el FMI, las condicionesde los inversores extranjeros, o el propio flujoexportador), mientras que la supranacionalidadincrementaría las capacidades de desarrollo autónomode todo el bloque.

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Nuevo comercio internacional

Los países del MERCOSUR se encuentran negocian-do varios acuerdos comerciales. En forma coordinadaestán abordando las negociaciones del Area de LibreComercio de las Américas (ALCA), estancadas desdecomienzos de 2004; y como bloque vienen discutiendodesde hace tiempo un convenio con los países de laComunidad Andina de Naciones (CAN) y la UniónEuropea. Asimismo, participan en los debates en laOrganización Mundial de Comercio (OMC). En todasestas negociaciones el rubro agroalimentario está en elcentro de variados debates, y por lo tanto las potencia-lidades y limitaciones para la sustentabilidad deben serconsideradas.

En los capítulos anteriores se han indicado variospuntos referidos a ese tema. En primer lugar se debetener presente que el MERCOSUR está entre los princi-pales productores globales de soja y carne, lo que leofrece oportunidades de ejercer un liderazgo en las ne-gociaciones comerciales. Este hecho muchas veces pasadesapercibido, y los socios del MERCOSUR enfocan susofertas exportadoras agroalimentarias de manera máso menos desarticulada y como tomadores de precio. Alcarecer de una políticas agropecuaria común no logrannegociar sus ofertas exportadoras como un bloque. Sinembargo, si estos países lograran un clara posición co-mún podrían ejercer una mayor presión en sus deman-das de mejores condiciones de acceso a mercados, y éstasería más legítima si además apoyar a procesos pro-ductivos auténticamente sustentables.

También es preciso subrayar que en esas negocia-ciones deben ser consideradas las medidas ambienta-les. En general los gobiernos resisten incluir el tema

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ambiental en las negociaciones ya que lo considerancomo una vía de justificación para restricciones comer-ciales; en algunos casos ni siquiera existe un capítuloambiental en las negociaciones. Sin embargo negarse adiscutir un problema no ofrece ninguna solución parasuperar los impactos ambientales de cualquiera de es-tos procesos productivos. Por lo tanto, cualquier cami-no hacia la sustentabilidad requiere hacer explícita unadiscusión sobre las medidas ambientales en las nego-ciaciones comerciales.

En segundo lugar se debe establecer un reconoci-miento mutuo de medidas ambientales entre los gru-pos o países negociadores. Esto significa establecer lasmetas de las medidas ambientales en la perspectivacomercial, y desde allí analizar las condicionalidades yventajas comerciales. Este camino es prácticamente elinverso al actual, donde primero se plantean las metascomerciales y luego se analiza cómo evitar que las me-didas comerciales interfieran con los propósitosexportadores.

Se pueden precisar algunos ejemplos concretos so-bre estos puntos. En el caso de las negociaciones entreel MERCOSUR y la UE se podría acordar que una certi-ficación del bloque del sur para la carne vacuna proce-dente de sistemas de producción más sostenibles (es-pecialmente pastoreo) permita un acceso privilegiado.Un acuerdo de ese tipo no contradice la actual políticaambiental europea, y tan sólo exigiría establecer un es-quema aceptable de certificación del producto final perotambién de los métodos y procesos productivos. Si bienese aspecto despierta resistencias en el MERCOSUR, dehecho los países exportadores de carne son objeto derepetidas misiones de evaluación por parte de la UE,Estados Unidos, Israel y otros países. En el sector sojero

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los eventuales aspectos ambientales pueden tener unefecto importante en detener el avance sobre ciertasáreas naturales. En los dos productos, también se debe-rían explorar criterios voluntarios que puedan estable-cer las empresas compradoras europeas (ampliando lainiciativa en discusión sobre la soja que han promovi-do movimientos sociales en Brasil; CEBRAC, 2004).

En el caso de la soja debe recordarse que la expan-sión de la demanda se origina en China, lo que deter-mina varias dificultades. Actualmente no existe unanegociación comercial de envergadura de ese país conel MERCOSUR, las políticas ambientales de Pekín sonmuy débiles y por lo tanto no se puede esperar muchoen ese terreno, y finalmente, no existe un movimientociudadano autónomo con el que se puedan relacionarlas ONGs del MERCOSUR para lanzar campañas am-bientales. Esta situación subraya la importancia de lo-grar medidas ambientales propias del MERCOSUR yque no dependan necesariamente de la buena volun-tad de los países compradores.

Una nueva perspectiva en el comercio internacio-nal requiere sincerar las posturas sobre los subsidios.En el caso europeo, se invocan objetivos ambientalespara muchas medidas proteccionistas pero en realidadsu aplicación no está directamente asociada a ellas. Porlo tanto, el MERCOSUR debería exigir que esos apoyosse desmontaran, y sólo deberían permanecer aquellosque efectivamente sirvan a fines ambientales legítimos.En el caso de Estados Unidos se deben eliminar lasmedidas de dumping exportador y otras ayudas a losproductores que distorsionan artificialmente los precios.Por supuesto que esas medidas a su vez tienen contra-partidas en el caso del MERCOSUR, donde los paísesdeberían abandonar su crítica indiscriminada a los sub-

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sidios y reconocer que se pueden aplicar subsidios le-gítimos. La determinación de una base común a escalaglobal sobre ese tipo de ayudas internas merece un es-fuerzo negociador. En cualquiera de estos países se de-ben contar con procedimientos que permitan verificarlos modos en que se usan las ayudas internas.

Las posiciones negociadores de los países del ConoSur requieren cambios importantes para asegurar esecamino hacia la sustentabilidad. Si bien varios paísesparticipan del “Grupo de los 20”, creado durante lasnegociaciones de la OMC hacia la cumbre ministerialde Cancún (2003), su dura crítica contra los subsidiosagrícolas está de la mano con el fortalecimiento de unesquema productor agroexportador. Brasil y Argenti-na han usado el G-20 como una plataforma para am-pliar todavía más sus exportaciones, por ejemplo, desoja. Frente a esa perspectiva, debería plantearse la al-ternativa de un G-20 que tome sus aspectos positivos(como la fuerza negociadora de un agrupamiento sur-sur) pero incorpore una visión de sustentabilidad am-biental (adoptando nuevas posiciones sobre subsidios,condiciones ambientales en el comercio, etc.).

Finalmente debe quedar planteado el problema conlos términos de intercambio en el comercio internacio-nal. Si bien es una cuestión muy amplia, existe muchaevidencia que sustenta la necesidad de formas de co-mercio más justa (modificando sustancialmente el pa-pel de los intermediarios) y con precios más justos (in-corporando los costos ambientales y sociales).

La sustentabilidad agropecuaria en el Cono Sur

Las diferentes posiciones comerciales a nivel inter-nacional que se orienten hacia la sustentabilidad a su

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vez exigen de un programa de sustentabilidad al inte-rior del MERCOSUR. El equipo de CLAES ha trabaja-do en ese sentido, promoviendo la iniciativa“Sustentabilidad 2025”, conjuntamente con investiga-dores y líderes sociales de Argentina, Brasil, Chile, Bo-livia y Uruguay. En ese esfuerzo se elaboran escenariosal año 2025 asumiendo una integración plena entre to-dos los países del Cono Sur. Se han considerado temascomo la reforma política en el Mercosur, planificaciónterritorial, energía, etc (véanse los ensayos en Gudynas,2002).

En el caso específico del sector agropecuario se hademostrado que los países del Cono Sur pueden gene-rar alimentos suficientes para todos sus habitantes alaño 2025, incluso bajo condiciones de protección deáreas naturales mucho más estrictas que las actuales ycon mayor proporción de la producción orgánica. Bajoesos escenarios también se mantienen excedentes ex-portables, que si bien son menores a los actuales, detodas maneras hace posible mantener una corriente decomercio exterior (Evia, 2002).

La propuesta de Sustentabilidad 2025 se basa en laidea de “regionalismo autónomo”, donde la visión re-gional es indispensable tanto para una estrategia endesarrollo sostenible como para lograr nuevos nivelesde autonomía para escoger los caminos a seguir. Bajoesa propuesta se debe establecer una articulación quees tanto ecológica como productiva, donde en primerlugar se favorece el intercambio de productosagroalimentarios entre las ecoregiones del Cono Sur.En este caso, el desarrollo agropecuario se orienta enespecial a atender las demandas alimentarias de la po-blación.

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DIEZ IDEAS CLAVES

1. El cultivo de soja y la producción de carne vacuna es-tán entre las actividades agropecuarias más importantes enlos países del MERCOSUR, tanto por la relevancia de su es-tructura productiva como su dinámica exportadora. El bloquees el principal exportador mundial de ambos productos.

2. Ambas actividades tienen fuertes impactos ambienta-les comprometiendo el patrimonio natural y la disponibilidadfutura de recursos naturales. Esos impactos ambientales tie-nen especificidades a nivel sub-regional; en las zonas tem-pladas la tendencia es de acentuar la intensificación produc-tiva, mientras que en las zonas tropicales están asociados alavance sobre áreas silvestres, especialmente en el Cerradoy la Amazonia.

3. Estas actividades son muy dependientes del comercioexportador. El gran incremento de la actividad sojera fue pro-movido por una mejora en los precios relativos del grano, loque responde fundamentalmente al incremento en la deman-da global de aceites vegetales y harinas de soja para alimen-tación animal.

4. Ambas cadenas están interconectadas de manera quelos cambios que ocurren en unas influyen sobre las otras. Lacadena de la soja está estrechamente relacionada con la ca-dena de la ganadería intensiva; esas dos cadenas respon-den a un tipo de producción diferente al de la ganadería ex-tensiva. En muchos casos se observa una competencia en-tre estas dos cadenas.

5. La carne vacuna y la soja reciben un tratamiento dife-rencial en materia de regulaciones de comercio internacio-nal. Mientras la carne vacuna está fuertemente protegida, lasoja y derivados tienen menores niveles de protección. Estadiferencia es muy fuerte en las regulaciones que impone laUE, con lo que se privilegia la producción intensiva de carnesen Europa (con alto impacto ambiental) y por esa vía se man-tiene la demanda de oleaginosas desde el MERCOSUR.

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6. La introducción de la dimensión de sustentabilidad enlas negociaciones comerciales internacionales es una opor-tunidad para mejorar las condiciones de desarrolloagropecuario. Para aprovecharla es necesario definir objeti-vos claros de política agropecuaria y ambiental a nivel decada país, y desde allí actuar coordinadamente en elMERCOSUR.

7. Es necesario tomar algunas medidas urgentes paradetener el impacto ambiental. En especial se debe impedir elavance indiscriminado sobre áreas silvestres por la expan-sión agrícola o ganadera, mientras que todas las obras deinfraestructura deben ser sometidas a rigurosas evaluacio-nes de impacto ambiental. Es necesario mejorar pero en es-pecial aplicar adecuadamente la legislación ambiental en cadapaís. La calidad del ambiente siempre descansa sobre nor-mativas nacionales y su aplicación, y no pueden ser reempla-zadas por medidas comerciales o internacionales. Es urgen-te volver a enfocar la discusión sobre los subsidios amparan-do a los subsidios legítimos y combatiendo sus aplicacionesperversas.

8. Es muy importante volver a generar políticas naciona-les en ambiente y agropecuaria. Esas dos políticas debenser complementarias entre ellas, y los usos de la tierra debenestar dirigidos en primer lugar a solucionar los problemas depobreza, empleo y desarrollo en la región. El Estado debecumplir un importante papel en esa tarea, pero debe permitiruna activa participación ciudadana.

9. El MERCOSUR debe contar una “política común” agrí-cola y otra ambiental; las dos deben tener objetivos claros ymutuamente compatibles. Como parte de esas políticas sedeben acordar, por ejemplo, criterios de sustentabilidad, for-talecer la complementaridad productiva entre ecoregiones,promover políticas de investigación y desarrollo tecnológicoautónomas de los paquetes que ofrecen las empresastransnacionales, se debe instalar un sistema de certificacióncomún a todo el bloque.

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10. Es necesario reformular las reglas del comercio mun-dial y sus instituciones. Un MERCOSUR con políticas comu-nes permitiría lograr una mayor influencia para trabajar enese sentido. Las reformas deben apuntar a sistemas de co-mercio más justo, con adecuados términos de intercambio.

Los caminos al futuro

Las estrategias de desarrollo agropecuario y comer-cial de los países del MERCOSUR deben serreformuladas para poder aprovechar el potencial pro-ductivo de esas tierras sin destruir su base ecológica.Sin embargo, en más de una ocasión los éxitos comer-ciales latinoamericanos desembocaron en la expoliaciónde recursos naturales, sin lograr tampoco resolver losproblemas de la pobreza. Se pueden mencionar variosantecedentes históricos, como la exportación del salitredel Pacífico peruano, el caucho Amazónico o el estañoboliviano. En esos y otros casos, los países se enfocaronen exportar unos pocos productos primarios, aprove-chando un coyuntura económica favorable, que gene-ró enormes flujos de dinero pero sin lograr avances cua-litativos en el desarrollo.

Es importante que una situación de ese tipo no serepita con la producción de soja o carne vacuna, losnuevos éxitos exportadores del Cono Sur. Las propiasdemandas internas, por elevar la calidad de vida y pro-teger el ambiente, hacen que sea necesario reformularesas estrategias productivas. El contexto internacionalapunta en el mismo sentido, por factores como los vai-venes en los precios internacionales o las intrincadasnegociaciones comerciales. Para poder responder a esedesafío, se debe dejar la retórica que invoca a la

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sustentabilidad una y otra vez, y pasar a la acción conmedidas concretas.

El desarrollo sustentable no está en contra de losaprovechamientos agropecuarios, sino que busca ajus-tarlo a los contextos ecológicos y orientarlos a elevar lacalidad de vida de las personas. Por lo tanto, lasustentabilidad agropecuaria en el Cono Sur no es unlujo, ni debe esperar a una próxima bonanza. En reali-dad es una necesidad urgente para poder iniciar unnuevo camino hacia un desarrollo de cada país, y de laregión, que genuinamente sirva a las personas y la Na-turaleza.

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Indice

1. Nuevas relaciones entre comercio, ecologíay economía .................................................... 5

2. Agropecuaria en el Mercosur .................... 9

3. Contexto internacional y comercial de lasoja ................................................................. 27

4. Contexto internacional y comercial de lacarne vacuna................................................. 57

5. Mercosur y Unión Europea.Comercio y políticas agropecuarias .......... 83

6. Impactos ambientales ................................. 109

7. Producción, comercio y sustentabilidad .. 133

8. El desafío de la sustentabilidadagropecuaria ................................................. 153

Bibliografía ....................................................... 177

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AUTORES

Rocío Lapitz es economista, egresada de la Universi-dad de la República (Uruguay). Además es Licenciada enmarketing de la Universidad de la Empresa (Uruguay).

En CLAES es analista de información, realiza investi-gaciones en economía y agropecuaria, y es asistente deedición del boletín “Globalización en América Latina”.

Gerardo Evia es doctor en medicina veterinaria. Ase-sora a productores ganaderos y en CLAES es investiga-dor del programa de ecología y agropecuaria. Participóen la preparación de normas ambientales y en la negocia-ción de acuerdos internacionales ambientales vinculadosal sector agropecuario. Autor de artículos y libros sobreáreas protegidas y desarrollo sostenible en el sectoragropecuario; se destaca el libro “Agropecuaria y ambienteen Uruguay” (2000).

Eduardo Gudynas tiene una maestría en ecología so-cial, es investigador en CLAES en temas de desarrollo sos-tenible y políticas ambientales y es docente invitado envarias universidades Latinoamericanas. Coordina la ini-ciativa “Sustentabilidad 2025” sobre desarrollo sustenta-ble en el Cono Sur, la Red Latinoamericana y Caribeña enEcología Social y los aportes para los Global EnvironmentalOutlook del Programa de las Naciones Unidas para el Me-dio Ambiente; además asesora al proyecto en desarrollolocal sostenible en la Amazonia de la Fundación F. Ebert.Entre sus publicaciones recientes se destacan los libros“Ecología, economía y ética del desarrollo sostenible” (conediciones en cinco países), “Ecología, mercado y desarro-llo” (con ediciones en dos países), “Ecología social” (conediciones en cuatro países).

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AMBIENTE, DESARROLLO Y DEMOCRACIAEN LA INTEGRACIÓN REGIONAL

El Centro Latino Americano de Ecología Social(CLAES) es una organización no gubernamental sin fi-nes de lucro, dedicada al estudio y promoción del de-sarrollo sostenible. El centro realiza actividades, difun-de nuevas temáticas y apoya a los movimientos ciuda-danos, desde una perspectiva de compromiso con lavida.

Entre las líneas de trabajo del centro se incluyen laspolíticas ambientales, la integración regional, educaciónambiental, la ecología social, y otros campos referidosa las relaciones del ser humano con su entorno. Masinformaciones en www.ambiental.net/claes

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Coscorobaediciones

Coscoroba es una iniciativa editorial del Centro Latino America-no de Ecología Social (CLAES) y de Desarrollo, Economía,Ecología y Equidad América Latina (D3E), para dar a conocerpublicaciones tanto del propio centro como de otras institucio-nes y autores preocupados por el desarrollo, la calidad de vida yla protección ambiental.

TÍTULOS EDITADOS

AGROPECUARIA Y AMBIENTE EN URUGUAY. VALORAGREGADO AMBIENTAL Y DESARROLLO SUSTENTA-BLE AGROPECUARIO, por Gerardo Evia y Eduardo Gudynas(2000). Análisis de la dimensión ambiental en el agro y lasposibilidades para su reconversión ecológica.

ECONOMÍA POLÍTICA DE MONTEVIDEO. DESARROLLOURBANO Y POLÍTICAS LOCALES, por Joachim Becker,Johannes Jäger y Werner G. Raza (2000). Novedosa visión des-de la economía de la regulación y la política sobre los cam-bios territoriales y urbanísticos en Montevideo.

NORMATIVA AMBIENTAL PARA LA AGROPECUARIA.GUÍA BÁSICA INTRODUCTORIA, por M.J. Cousillas, G. Eviay E. Gudynas (2000). Recopilación de las principales normasambientales en el agro uruguayo.

POLÍTICAS AMBIENTALES EN URUGUAY (2001). Ensayos de15 autores provenientes de partidos políticos, organizacionesambientalistas y grupos vecinales, entre otros los intendentesM. Arana e I. Riet Correa y los senadores J. Larrañaga y E.Rubio, junto a G. Honty, M. Perazzo y N. Villarreal.

ENERGÍA, AMBIENTE Y DESARROLLO EN EL MERCOSUR,por Gerardo Honty (2002). Revisión de la situación energéti-ca en los seis países de la región y presentación de propuestasalternativas hacia un desarrollo sustentable.

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SUSTENTABILIDAD Y REGIONALISMO EN EL CONO SUR,por J. Becker, J. Da Cruz, G. Evia, E. Gudynas, G. Gutiérrez yA. Scagliola (2002). Una colección de ensayos que exploranestrategias en desarrollo sustentable a nivel regional, inclu-yendo aportes teóricos y estudios de casos.

ECOLOGÍA, ECONOMIA Y ETICA DEL DESARROLLO SOS-TENIBLE, por E. Gudynas (2004). Una guía a las escuelas ytendencias sobre la sustentabilidad desde una perspectivamultidisciplinaria. Quinta edición corregida.

EDICIONES ELECTRÓNICAS

Coscoroba además ofrece una serie de libros digitales, en forma-to pdf, de acceso libre. Los títulos están disponibles en nuestrositio web www.ambiental.net/coscoroba, e incluyen:

ECOLOGÍA SOCIAL DE LOS DESASTRES NATURALES, porJosé da Cruz (2003). Una nueva mirada a catástrofes comoinundaciones y terremotos desde la perspectiva de las rela-ciona humano – ambientales.

A MODERNIDADE INSUSTENTÁVEL: AS CRÍTICAS DOAMBIENTALISMO À SOCIEDADE CONTEMPORÁNEA,por Héctor Leis (2004). Una detallada revisión delambientalismo frente a la modernidad, con exploración dealternativas posibles.

Coscoroba ediciones siempre está interesada en considerariniciativas y textos bajo el amplio tema del desarrollo, tanto enUruguay como en América Latina. Consúltenos en CLAES,Magallanes 1334, Montevideo, y visite nuestro sitio en internetpor novedades en el catálogo: www.ambiental.net/coscoroba