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Referencia bibliográfica: Memorias de las II Jornadas Espectros de Althusser : diálogos y debates en torno a un campo problemático. Buenos Aires : Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Carrera de Ciencias de la Comunicación, 2012. ISBN 978-950-29-1370-4

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Mesa: Sujeto, interpelación y discurso PENSAR UN RETORNO AL CONCEPTO DE INTERPELACIÓN IDEOLÓGICA: EL CASO DE LOS “VECINOS” DE BUENOS AIRE S

Silvia Hernández Introducción El presente trabajo insiste en el concepto de interpelación ideológica para pensar

escenarios sociopolíticos contemporáneos. Argumentaré que la interpelación ideológica

no puede ser vista al margen de la sobredeterminación. El carácter sobredeterminado de

cualquier proceso interpelatorio hace que no haya garantías del reconocimiento pleno de

los sujetos en ese llamado. Además, en tanto que proceso contradictorio, toda

interpelación se verá permanentemente confrontada a contradicciones y readecuaciones.

El horizonte de estas reflexiones es el análisis de un fenómeno de interpelación

concreto: se trata de analizar cómo, durante la gestión de Mauricio Macri al frente del

GCABA, los individuos son interpelados como “vecinos”, procurando dar forma a una

figura apolítica interesada por “problemáticas concretas”. Tomaré como referencia

planteos de Murillo (2008) y de Therborn (1987) para avanzar sobre una matriz de

análisis.

Afirmar que la ideología interpela a los individuos como “vecinos” supone que existe

un mecanismo por el cual determinados agentes se reconocen a sí mismos y entre ellos

como si ser “vecino” fuera un rasgo esencial, una evidencia, y como si siempre hubiese

sido así. El reconocimiento subjetivo ordenará su inscripción en una serie de rituales

sociales en los cuales participarán en tanto que vecinos. La existencia de una

subjetividad “vecinal” es resultado de un proceso de subjetivación cuyos efectos se

verifican en prácticas materiales de reconocimiento.

Reflexiones preliminares Quisiera señalar algunos puntos conceptuales antes de ir al análisis.

La experiencia nos enseña que una interpelación no se da de una vez y para siempre: a

lo largo de nuestras vidas nos vemos interpelados de distintas formas, respondemos a

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esos llamados o no, y si lo hacemos, organizamos tramas de identificaciones ideológicas

más o menos duraderas. Diversos autores coinciden en que actualmente estos

“llamados” se suceden a gran velocidad y sin una aparente coherencia entre sí, dando

lugar a una creciente inestabilidad de las identificaciones y a una fugacidad de las

adhesiones. La ausencia de garantías respecto del destino propio se experimenta

crudamente y la sensación de sinsentido prolifera a la par de múltiples mecanismos

desubjetivantes,1 fenómenos coherentes con las transformaciones del modo dominante

de producción en las últimas décadas (el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo

“informacional” o “desorganizado”). Ahora bien: la precariedad de las identificaciones,

la aceleración de las interpelaciones y la proliferación de formas de desubjetivación,

¿son razones suficientes para abandonar el concepto de interpelación ideológica? ¿O se

trata de nuevos problemas que invitan a repensarlo?

Por otra parte, entre las críticas que se dirigieron al planteo althusseriano en Ideología y

aparatos Ideológicos del Estado (IyAIE), se ha sostenido que, tras su aparente

diversidad, los AIE son instrumentos que reproducen sin fallas la ideología de la clase

dominante. Si bien desde el propio marxismo se los ha pensado como espacios de

reproducción/transformación (Pêcheux, 2003) o como aparatos y contra-aparatos

(Therborn, 1987), persiste una crítica a los aparatos ideológicos que enfatiza que, a la

larga, toda complejidad se reduce a cero por la acción final de “la última instancia”,

achacándole a Althusser una noción de causalidad simple como la que él mismo

denuncia en Hegel y en las lecturas no marxistas de Marx. Las críticas a “la última

instancia” vienen generalmente acompañadas por un lamento debido la subordinación

sufrida por la sobredeterminación, como si el autor no le hubiese asignado el merecido

espacio, tal y como puede leerse en Laclau, Hall o Ricoeur. Pero si entendemos con

Althusser que la reproducción es efecto de un proceso contradictorio y abierto, vemos

inmediatamente que los AIE no están allí de una vez y para siempre, sino que están

también sobredeterminados en su principio. Por ello, resulta injusto dejar de lado la

1 Cf. al respecto autores de diversa procedencia e inscripción, como por ejemplo Bauman (2006), con su caracterización de la “vida líquida”, o Berardi (Bifo) (2007), con su desarrollo sobre las nuevas formas de trabajo cognitivo precarizado y el avance de psicopatologías acompañadas de la expansión de la industria psicofarmacológica. Por su parte, la teoría de las multitudes (Negri y Hardt, 2002) constituye un intento por pensar una política posible desde una perspectiva que asume para sí la máxima de la caída de los “grandes relatos”, con la dificultad de intentar conjugar la acción colectiva con la ausencia de procesos de subjetivación.

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propuesta althusseriana de una contradicción específicamente marxista: compleja desde

el inicio al fin, irreductible, impura.

Asimismo, muchas de las críticas dirigidas al concepto althusseriano de interpelación lo

acusaban de que, al final de cuentas, el sujeto “sujetado” resultaba el único producto del

proceso de subjetivación, cuestionando la relación entre reconocimiento y

desconocimiento, en tanto efecto específico del discurso ideológico. Así entendida, la

interpelación garantizaría que hombres y mujeres “marchasen solos” y que la

reproducción social estuviera asegurada de antemano, bloqueando la posibilidad de la

transformación.

El mecanismo especular de interpelación está compuesto para Althusser por cuatro

momentos. El último de ellos podría interpretarse como una garantía respecto del éxito

del mecanismo en sí mismo, lo que haría comprensible la desconfianza hacia el

“reproductivismo” althusseriano. Sin embargo, leída como una vivencia subjetiva, la

frase “Así sea” es más una promesa y un deseo de que todo vaya bien, que un

certificado de éxito del mecanismo. Zizek (1992), desde una mirada cercana al

psicoanálisis lacaniano, agrega que lo que la ideología obtura es la ausencia de un

centro que irradie sentido y que nos asigne de manera natural nuestra posición. Por eso,

la sujeción a la ideología es también la manera por la cual el sujeto se aferra al mundo.

Se comprende entonces que la respuesta de los individuos a la interpelación arraiga en

un deseo de que “todo vaya bien”, que exige que el sujeto interpelado asuma como

propio el lugar que le es asignado y contribuya con él –práctica custodiada por una

matriz material de afirmaciones y sanciones (Therborn, 1987).

Como vimos de manera resumida, se advierte desde distintos autores una desconfianza

hacia la interpelación ideológica, como si fuera omnipotente, monolítica y única. (Que

Althusser haya elegido como ejemplo a la ideología religiosa -la primera de las

formaciones ideológicas que suscitó una crítica de las ideas en términos de enajenación

en los neohegelianos- habilita quizás la lectura reduccionista, pero no la obliga).

Respecto de los temores de los críticos acerca de los peligros de pensar a los sujetos

sociales como zombis manipulados desde una estructura estatal monolítica, cabe señalar

que muchas de estas lecturas realizan un corte sesgado del planteo completo del autor,

olvidando uno de los conceptos centrales que -si bien no aparece explícito en IyAIE-

atraviesa su obra y constituye lo que Rancière llamaría un “acontecimiento intelectual”:

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el de sobredeterminación.2 El “retorno” propuesto a la interpelación –sobredeterminada-

se funda en que el planteo de la interpelación ideológica no excluye la contradicción: de

ser así, quedaría eliminada la política.

En otros términos, existen elementos dentro de la propia formulación althusseriana para

pensar el desfasaje entre la instancia de la interpelación y la de la respuesta al llamado

por parte de los siempre-ya sujetos. En este punto, la lógica de “sobredeterminación” es

decisiva, en tanto pensamiento de la irreductibilidad que recorre el conjunto de la teoría

althusseriana en sus diferentes niveles. Así como la sobredeterminación pone en

cuestión la determinación lineal por lo económico (en el nivel de las formaciones

sociales), es posible pensar -respecto de la constitución subjetiva- que la interpelación

ideológica, lejos de estar determinada causalmente, está también sobredeterminada, de

modo que no habrá correspondencia punto a punto entre reconocimiento y

desconocimiento.

Ideología, interpelación y subjetividad Traer a escena el concepto de sobredeterminación para pensar los mecanismos de

interpelación ideológica implica que toda interpelación se realizará de manera

contradictoria, en tanto las ideologías son procesos sociales complejos que “se

superponen, compiten, chocan y se hunden o refuerzan unas a otras” (Therborn, 1987, p.

I). La ideología dominante, dice Althusser, no tiene ganada la batalla de antemano, sino

en medio de una ininterrumpida lucha al interior de los AIE.

Therborn (1987) enfatiza el rol de lo ideológico en la formación de la subjetividad

humana, la cual no es homologable a un “papel” social, porque éste remite a relaciones

interpersonales y omite la problemática de la clase, y porque un “papel” no es

constitutivo del sujeto sino intercambiable y externo. Al contrario,

2 Althusser retoma este concepto de Freud (2001), para señalar que la especificidad de la contradicción marxista es ser sobredeterminada, es decir, irreductible a una causa simple. Para Althusser, que lo económico determine en última instancia los procesos históricos, significa justamente que hay otros factores (jurídicos, políticos e ideológicos) que inscriben a la dialéctica en el juego de una diferencia real: “la contradicción Capital-Trabajo no es jamás simple, sino que se encuentra siempre especificada por las formas y circunstancias históricas concretas en las cuales se ejerce” (Althusser, 2004a, p. 86). Con ello, Althusser separa a Marx de Hegel (y al materialismo histórico de cualquier idealismo) y sienta también posición al interior del propio marxismo, oponiéndose a cualquier lectura determinista o economicista. La contradicción no se da nunca en abstracto, está siempre especificada, por lo que la desigualdad con dominante “no puede entonces ser la unidad expresiva de un principio simple, de la cual todos los elementos serían los fenómenos” (Althusser, 2008, p. 169).

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Las formas de la subjetividad humana están constituidas por intersecciones de lo psíquico y lo social, y pueden considerarse como los aspectos más externos, más conscientes y más socialmente intercambiables de la persona (…) La formación (o reforma) ideológica de las subjetividades es un proceso social (Therborn, 1987, p. 14)

La relación subjetividad/ideología cuestiona así la dicotomía individuo/sociedad: “La

afirmación de que las ideologías interpelan a los sujetos significa que aquéllas no son

recibidas como algo externo por un sujeto fijo y unificado. En cuanto se recibe una

determinada interpelación, el receptor cambia y es (re)constituido” (Therborn, 1987, p.

64). Asimismo, la noción de subjetividad permite ir más allá de las ideologías como

estrictamente de clase y tomar en cuenta otros elementos sociales que sobredeterminan

la constitución subjetiva. Por último, las formas de constitución subjetiva pasan a

revelarse como un escenario central de lucha:

La lucha ideológica no se da sólo entre visiones rivales del mundo. Es también una lucha por la afirmación de una determinada subjetividad –como creyente, ciudadano o miembro de una clase, por ejemplo-; por la definición de determinados sujetos (por la inclusión o la exclusión de los mismos) –como “las clases productivas”, el “pueblo” o los “explotados”-; y por el tipo de subjetividad que debería aplicarse, como en el caso de la convocatoria de la huelga (Therborn, 1987, p. 64)

En la interpelación ideológica se realiza, por un lado, una sujeción en general,

formadora de sujetos sociales, es decir, capaces de relacionarse con otros y con el

entorno de una manera “humana”. Un segundo proceso tiene lugar simultáneamente: la

producción de estos sujetos y no otros. En este sentido, las formas de la subjetividad son

históricas, dado que no hay interpelación ideológica en general, por fuera de ideologías

particulares.

Entiendo que el mecanismo de interpelación ideológica permite pensar las formas en

que se constituyen formas de subjetivación adecuadas a determinadas formaciones

sociales. Con “adecuadas” no me refiero, claro está, a que no sean capaces de

transformación, sino al simple hecho de que no es posible cualquier subjetividad en

cualquier momento.

Si la interpelación está sobredeterminada (motorizada, habilitada, bloqueada),3 ¿en qué

dimensiones cabe hablar de ello?

3 Se trata de pensar las formas en que distintas series convergen, no bajo la forma de una multicausalidad (una enumeración de causas aisladas que permiten aprehender las razones de la ocurrencia de un fenómeno) sino de una configuración irreductible. El mismo modo de acumularse, de condensarse de

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1� Sobredeterminación entre la “interpelación primera” y las secundarias, que

descubre lo indeterminado de las interpelaciones a las que un sujeto responderá a lo

largo de su vida.

2� Sobredeterminación de acuerdo a condiciones de posibilidad generales:

a) Condiciones históricas, una genealogía (Foucault, 1992) de la interpelación y del

reconocimiento. Cualquier interpelación tiene condiciones de posibilidad específicas

capaces de motorizarla o bloquearla. Las condiciones de posibilidad no lo son sólo de la

interpelación, sino también del reconocimiento, de que el llamado sea “oído”. Las

razones de que una interpelación sea efectiva no dependen del contenido de su mensaje

ni de las garantías explícitas que ofrezca. Estas garantías sólo serán reconocidas como

válidas en la medida en que muestren alguna adecuación con condiciones histórico-

sociales y hasta existenciales que la exceden.

b) Contradicciones sociales vigentes o emergentes. Puede haber contradicción entre las

formas de subjetividad derivadas de un proceso de interpelación ideológica y los

requerimientos sociales de un momento determinado.

3� Sobredeterminación entre elementos articulados al interior de un mismo “relato”

ideológico.

4� Sobredeterminación entre interpelaciones simultáneas, algunas complementándose

y otras en contradicción, así como otras anteriores pero vigentes. No entiendo por

“contradicción” el hecho de que estas interpelaciones sean en sí mismas contradictorias,

sino que en una determinada coyuntura aparezcan como tales y habiliten eventuales

transformaciones subjetivas.4

Elementos para una matriz de análisis

distintos elementos tiene efectos específicos, distintos de los que pueden derivarse de cada uno de ellos aisladamente: “El fenómeno a analizar es una resultante, la sobredeterminación es un carácter positivo y no la simple ausencia de una significación única y exhaustiva” (Laplanche y Pontalis, 1996), por lo cual ningún fenómeno es signo unívoco de un significado único y fijo. 4 Tomo del análisis de Murillo este ejemplo: en el momento en que Blumberg surge como figura pública e interpela a la sociedad civil, desde el estado Nacional se estaba interpelando también a la ciudadanía a través de enunciados y rituales relativos a los DDHH y a la “memoria” respecto de la última dictadura militar. Ambas interpelaciones se encuentran en disputa, aunque hay elementos comunes en juego, como los DDHH, la justicia, o la figura de los padres que han perdido a sus hijos. Que la sociedad civil pida justicia por todos los hijos ausentes, o que establezca escalas de “inocencia” entre hijos “apolíticos” e hijos “politizados”, entre hijos de pobres o de ricos, etc. será la resultante de un proceso abierto de lucha ideológica.

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Con vistas a analizar la interpelación como vecinos, retomaré algunas herramientas

aportadas por Therborn y Murillo, para luego proponer una reelaboración. Therborn

(1987) desglosa el relato de la ideología en tres niveles:

� La ideología dice lo que existe y lo que no, modelando así visibilidades y

permitiendo la comparación del presente con una imagen del pasado.

� Dice además lo que es bueno, correcto, justo, atractivo, y sus contrarios,

contribuyendo a dar forma a los deseos.

� Establece, por último, parámetros de lo que es posible e imposible en un determinado

momento, moldeando nuestro sentido de la mutabilidad y la percepción de las

consecuencias de los posibles cambios. Se configuran así esperanzas, ambiciones y

temores.

No obstante, si bien estas herramientas permiten dar cuenta del relato de la ideología, no

alcanzan a responder si efectivamente lograrán someter/cualificar. Ello será resultado de

relaciones de fuerza, que incluyen como un elemento central la producción de

determinadas formas de subjetividad (la reproducción, adecuación o transformación de

las formas de sometimiento, cualificación y garantía), con lo cual se deduce que las

razones del “éxito” de una ideología van mucho más allá de la posesión de un “buen

programa” (Therborn, 1987).

Murillo, para abordar el caso Blumberg, elabora una matriz de análisis de la

interpelación ideológica, que no es una estructura inerte, sino que está sometida a

disputas y resistencias que la transforman, bloquean o limitan. No mencionaré, por

razones de espacio, los elementos que la componen ni me detendré a comentar los

puntos de acuerdo y desacuerdo, pero la propuesta que haré a continuación es en buena

medida deudora de la suya.

Propongo ahora para su discusión una matriz de análisis que presentaré directamente

enlazada con la interpelación como vecinos.

“Hay un sólo modelo, y es el de los vecinos”5 Es necesario problematizar la noción de “vecino” dado que aún es posible detectar en

literatura correspondiente a las ciencias sociales la ilusión que confunde a los agentes

con las identidades sociales. Estas últimas se constituyen, proliferan y desaparecen 5 Mauricio Macri en: “Finalmente, fracasó el debate entre Macri y Filmus”, 29/06/2011, La Nación online.

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dentro de procesos sociales de significación, lo cual reafirma el interés por abordarlas

desde la propuesta althusseriana.

Mi hipótesis es que desde el Poder Ejecutivo del actual GCABA (y del PRO) se

interpela a los individuos como “vecinos”, en tanto que figura apolítica interesada por

“problemáticas concretas”. Se establece para lo vecinal, entonces, un marco

tendencialmente homogéneo de características, valores, prácticas e inscripciones

institucionales. La extensión de lo “vecinal” como la forma en que sectores de la

sociedad civil se representan sus posibilidades de intervención es relativamente

autónoma respecto de esta interpelación, pero se encuentra sobredeterminada por ella:

ninguna de las agrupaciones que se autodenominan vecinales podrá mantenerse

completamente al margen de esta interpelación. El hecho de que no exista una sola

forma de concebir “lo vecinal” (tal como se verifica en las maneras en que distintas

agrupaciones que se reconocen como “vecinales” se representan a sí mismas) muestra

que interpelación no equivale a homogeneización y que la dinámica social impone a los

mecanismos interpelatorios desafíos a los cuales deben adecuarse. Por ello, y

fundamentalmente, las condiciones de posibilidad de la interpelación no son sólo para

que ella tenga lugar, sino para que pueda ser “oída”.

Para avanzar en el análisis, propongo una posible matriz compuesta por:

1���� Condiciones de posibilidad generales que sobredeterminan la interpelación

ideológica y el reconocimiento subjetivo.

En el caso del vecino, puede mencionarse:6

-Una tradición donde el “vecino”, en la época colonial, decidía por la vía directa en una

institución específica: el cabildo. Durante la colonia, se llamaba “vecinos” en el Río de

la Plata a quienes en otras partes de Indias se designaba como “nobles”. “Vecino”,

entonces, designaba a quienes detentaban el derecho a la ciudad, por oposición al

“estante” (residente sin derechos políticos) (Rosa, 1974). El elemento del Cabildo

aparece en el discurso municipalista sostenido por el gobierno de la dictadura (González

6 La lista es presentada, por el momento, a modo de paneo general, del cual un análisis futuro deberá determinar factores dominantes y secundarios. Aquí esbozo un listado amplio de posibles factores intervinientes, dejando en claro que es necesario avanzar en la dilucidación de las relaciones que establecen entre ellos y de sus diferentes eficacias relativas.

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Bombal, 1988), pero también es retomado por algunos “vecinos asambleístas” que

enarbolan la bandera de la participación directa.7

-La tradición del fomentismo en la urbanización de la ciudad y alrededores. Las

Sociedades de Fomento figuraban en la escena política en las primeras décadas del siglo

XX en una pretensión de exclusividad en la representación del conjunto de los

“vecinos” ante el gobierno municipal.

-Acontecimientos como los “vecinazos” de 1982-3, en su tensión específica con el

“discurso municipalista” desde donde las administraciones locales a cargo de las

FF.AA. interpelaban a los pobladores como “vecinos” dentro del “paradigma de la

comunidad” (González Bombal, 1988) como parte de una estrategia despolitizante. Se

ve a las sociedades de fomento y a lo vecinal en tensión entre la producción de consenso

para el régimen y las luchas y resistencia.

-Desde principios de los ’80, una recuperación de lo barrial desde distintos ángulos (de

gestión y planificación urbanas, espacios académicos, políticos, etc.) (Menazzi, 2009).

-Transformaciones generales en el modo dominante de producción, por las cuales

retrocede el peso de los trabajadores frente a los sectores económicamente más

concentrados, se precarizan las relaciones laborales y aumenta la polarización social.

- Procesos tendenciales de gentrificación de la CABA y de expansión de la industria del

turismo, (con un doble efecto de encarecimiento de la vida y la propiedad urbanas así

como de recuperación de lo local bajo la forma de branding urbano), acordes a la

“terciarización” de la economía. Emerge en el discurso la “puesta en valor” y la

preocupación por el patrimonio, asociados al léxico de la “regeneración urbana” (Smith,

[2002] 2008).

-Emergencia y difusión, desde los ’80, de la figura de la “gente”, desplazando a otros

sujetos colectivos como “el pueblo”, acorde a la expansión de los sondeos de opinión

(Caletti, 2006; Vommaro, 2008). Emergencia asimismo de la “sociedad civil” como la

encargada de controlar y juzgar a los políticos –y de reclamar “legítimamente” en caso

de incumplimiento- en relación con estrategias proyectadas por organismos

internacionales (empoderamiento de la sociedad civil, accountability social) (Murillo,

2008).

7 Cf. el testimonio de Hugo Melgarejo, integrante del Movimiento Comunero: http://tinyurl.com/43b4dq2. 08/10/2009 – Consulta: 18/05/2011.

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-Un abandono progresivo de políticas públicas de corte universalista en pos de otras

“focalizadas” en las necesidades específicas de cada grupo, de acuerdo al declive de la

“ficción” de los derechos universales (Murillo, 2008).

-Difusión de figuras de subjetividad como: el “consumidor” (individual, vinculado al

mercado, desinteresado por lo universal, acorde a las políticas neoliberales); la

“víctima” (asociada al “problema de la inseguridad”, pero también a los “excesos de

gobierno”); el “familiar” (como legítimo reclamante ante la justicia); y el “desesperado”

(caso en el que la protesta aparece justificada moralmente).

-Luego de los ’90, una desafección generalizada respecto de la política (manifestada por

ejemplo con el “voto bronca” de octubre de 2001). Un rechazo a cualquier

representación derivado de una “sensibilidad antipolítica partidaria”, dentro de un

discurso donde la corrupción aparece como la causa de todos los males sociales (Wilkis

y Vommaro, 2002).

-Una valoración positiva de “lo espontáneo” como sinónimo de transparencia, por

contraposición a “lo organizado”, donde cualquier organización es sospechosa. Una

correlativa asociación entre lo individual a lo positivo y lo colectivo a lo negativo.

Justificación únicamente de la protesta “espontánea” provocada por la “desesperación”

(Abal Medina et al., 2002) y caracterizada por un tinte moral.

-A pesar de sus diferencias, el desarrollo de repertorios de protesta específicos de

sectores medios y medios-altos, como los “cacerolazos” o “los ahorristas” de 2001-02,

en un contexto de precarización e incertidumbre respecto de la movilidad social

ascendente que formaba parte de la figura de la “clase media” (Wilkis y Vommaro,

2002).

-El proceso asambleario (principalmente en 2002-03),8 donde la “participación” aparece

como camino para superar la fractura entre política y sociedad (Wilkis y Vommaro,

2002), vinculada a la “espontaneidad” y la “apoliticidad”. Los barrios emergen como

espacios de decisión y gestión comunitaria (por contraposición a una democracia formal

basada en relaciones de representación). Esta gestión asamblearia, a diferencia de la

política barrial piquetera, no gira en torno a la cuestión del trabajo (Abal Medina et al.,

2002).

8 Las derivas posteriores del proceso asambleario, que deben ser tenidas en cuenta, merecen un estudio profundo.

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-La expansión de “la inseguridad” –con la delincuencia como referencia central- como

uno de los mayores miedos en la sociedad, y su llegada a ser uno de los elementos

centrales de agenda política. El correlativo desarrollo de políticas preventivas y de

denuncia de base local.

-La emergencia de lo que se conoce como “nueva política”, que al nivel de la ciudad de

Buenos Aires recoge la crisis de representación de 2001 proponiendo un concepto de

gobierno como “gestión eficaz de recursos” por una dirigencia que se dice “apolítica”

por provenir del sector privado o por estar compuesta de “gente común” o “vecinos”.

2���� Manifestaciones discursivas de lo que la ideología promete/garantiza, bajo la

forma de lo posible y lo imposible de lograr.

Promesa/Garantía de una vida basada en la confianza (ante la inseguridad y anomia

reinantes) y el cara-a-cara. Se revitaliza una idea de comunidad contrapuesta a sociedad,

donde el barrio, si bien es fruto de la ampliación urbana, aparece como un espacio de

comunitarismo posible al interior de la ciudad (Menazzi, 2009). Se reactualiza un

pasado mítico donde la comunidad era homogénea y donde primaban los valores sobre

los intereses individuales. En este sentido, la promesa se ancla en un elemento

ideológico vigente: el del reclamo de una política no conflictiva, productora de

consensos (Murillo, 2008; Rinesi et al., 2009). La garantía se expresa bajo la forma de

diversos significantes que suplen el “Así sea” de la plegaria y develan el punto en que la

garantía no es absoluta: “Va a estar bueno”, “Juntos venimos bien”.

Promesa/Garantía de que todo irá bien si son “buenos vecinos”: la promesa no se sitúa

en el nivel del enunciado (la garantía que ofrece la ideología no es conmensurable con

ningún contenido), sino en el de la enunciación. Es allí donde se sostiene la verdad de

los discursos de campaña y no en el posterior cumplimiento de lo prometido. La

interpelación les promete/garantiza a los individuos que si se reconocen como “vecinos”

y se comportan como tales, seguirán siendo “buenos vecinos” para el Sujeto. En este

caso, seguirán siendo reconocidos como la célula básica de una Comunidad-para-la-

Gente-Común, aún cuando la cotidianeidad sea vivida como caótica.

3���� Sujeto que interpela y en nombre del cual habla el o los sujeto-Sujetos.

Una Ciudad-para-Vecinos-Comunes (y otras figuras asociadas en la ideología: una

Ciudad Segura, etc.).

4���� Uno o varios sujeto-Sujeto.

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El Sujeto, afirma Althusser, se desdobla en un sujeto-Sujeto, que ocupa una posición

intermedia entre el Uno y los muchos. En este caso, el sujeto-Sujeto puede situarse en la

figura del “nuevo político”,9 quien interpela como vecinos (“todos”, “juntos”, “unidos”)

en nombre del Sujeto. La oscilación en el “nosotros”, por el cual la posición “nuevo

político” oscila entre “nosotros, los vecinos de la ciudad”10 y “nosotros, PRO, les

hablamos a ustedes, vecinos”11 deja en evidencia, para el primero de los casos, su

condición de sujeto y, para el segundo, su relación de privilegio con el Sujeto. Aparece

como el primero de los interpelados y, en tanto tal, como el mediador por excelencia, el

que sabe cuál es el camino para llegar al Sujeto.12

Mauricio Macri:

No se trata de una persona, no se trata de mí. Se trata de muchos vecinos que como vos quieren seguir cambiando las cosas. Vecinos que prefieren el diálogo al autoritarismo, y que eligen respetar al que tienen al lado y ser respetados. Algunos creen que la política nunca puede cambiar. Nosotros creemos que cambiando la forma de hacer política cambiamos la Ciudad. (…) Te pido que me votes, que nos votes, que votes por la ciudad. Porque juntos venimos bien13

5���� Una segunda persona explícita a la cual el sujeto-Sujeto se dirige en nombre de

todos los sujetos.

Retomo la idea de Caletti respecto de que en el espacio de lo público nunca hay dos

(yo/tú o yo/ellos), sino que “la disposición enunciativa que acompaña al yo en su

relación con el tú implica siempre un intento —entre otros posibles— de organizar de

9 Empleo este término para evitar cualquier confusión con el agente empírico. 10 Visible en el sitio de campaña de PRO, donde todos los candidatos se presentan como “Vecinos de…” y luego añaden datos como su composición familiar o el club de fútbol con el que simpatizan (http://www.jorgemacri.com/nuestros-candidatos, FUC: 20/10/2011). Cf. infra la presentación de sí de M. Iambrich. 11 Por ejemplo: Mauricio Macri: “Hay cosas que tienen que ser de los vecinos: el barrio, la alegría, la tranquilidad.” Jorge Macri: “Entre todos podemos hacer que Vicente López sea de quien realmente es. Te pido que votes para que Vicente López vuelva a ser de los vecinos.” OFF: “Vicente López vuelve a ser de los vecinos. Votemos a Jorge Macri Intendente, PRO”. (http://www.youtube.com/watch?v=JH9mISzQdC4&feature=related, FUC: 20/10/2011) 12 Respecto del “saber”, Zizek agrega desde el psicoanálisis que toda identidad está fallada, por lo que ninguna de las posiciones que se presenta como “sabiendo” sabe en realidad, sino que se encuentra presa de un mandato que el sujeto no alcanza a comprender por el cual se le dice que sabe. La “aventura” subjetiva es el derrotero por saber qué se quiere de él. En la película Habemus Papam (Nanni Moretti, 2011), durante el momento de la elección del nuevo pontífice se escuchan los pensamientos de todos los cardenales elegibles que íntimamente ruegan a Dios no ser designados. La plegaria da cuenta de su carácter sujetado al Sujeto (reconocimiento en Dios), y a su vez habla de la inconmensurable carga de asumir la función de intermediario entre el Uno y los muchos. 13 Spot de campaña, 07/2011. En: http://www.sosbienvenido.com/2011/07/04/cambiando-la-formsa-de-hacer-politica-cambiamos-la-ciudad/, Consulta: 20/10/2011.

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una cierta manera el cuadro de posiciones relativas”. Respecto de los vecinos, esta

segunda persona explícita aparece cuando el candidato de la nueva política se dirige a

quienes coloca como “la vieja política”, movimiento mediante el cual no obstante

interpela con ello a las personas como “vecinos”.14

6���� Una forma discursiva que adquieren las dislocaciones sociales.15

Una serie de “indeseables” que ocupan o invaden el espacio urbano mediante usos

valorados negativamente desde la posición “vecinal”: homeless, vendedores ambulantes,

jóvenes de sectores populares, inmigrantes…

7���� Un “relato” específico de la ideología.

Consiste en una superficie de constitución de la objetividad social donde los elementos

se sobredeterminan (en este punto, la definición se asemeja a la noción de discurso de

Laclau). Es aquí donde la ideología dice qué existe, qué no. Este relato está

estrechamente imbricado con el punto siguiente.

8���� Figura/s de subjetividad.

Son las formas concretas en que interpela a los sujetos en relación sobredeterminada

con otras figuras actuales (más o menos potentes) o pasadas (más o menos vigentes).

Incluye las formas de sometimiento y cualificación. Se atribuyen características al

vecino (por oposición a otras figuras).

Distintas interpelaciones pueden concurrir mientras que otras pueden establecer

separaciones inconciliables. Sostengo que “el vecino” aparece sobredeterminado por las

figuras de la “clase media”, la víctima, del familiar, del desesperado, del consumidor, de

la gente y de la sociedad civil como la encargada de pedir rendiciones de cuentas al

Estado.

Es de esta manera que se programa el reconocimiento de los vecinos entre sí y de cada

uno como vecino: por medio de las razones que se dan para asumirse como tales (“Sí, es

muy cierto, yo soy vecino, no me meto en política, me interesan las cosas concretas y no

los grandes discursos”; “Sí, es muy cierto, soy vecino de un barrio donde nos matan

mientras los políticos se pelean”), estrechamente implicados con una moral y con la

prefiguración de lo posible y lo imposible, que delimitan espacios para la acción acordes

14 Se ven aquí dos empleos del término interpelación que conviene diferenciar: uno reemplazable por “dirigirse a” y otro –la interpelación ideológica- que implica una constitución subjetiva. 15 Retomo la terminología de Laclau.

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(cacerolazos porque “no queremos perjudicar a nadie, sólo manifestar nuestro reclamo”,

volantazos “para no cortar la calle y que los demás vecinos puedan circular”).

En la interpelación como “vecinos” se habilita para los sujetos un lugar de participación

en la sociedad que se vive como apolítico, y que encauza a su vez un rechazo a toda

representación, como vía para la inserción en una sociedad no conflictiva. Así, es

posible un reconocimiento especular con el sujeto-Sujeto.

9���� Prácticas y rituales para los que se calificó a los sujetos, donde cobran cuerpo

las afirmaciones ideológicas y se entrevén posibles sanciones.

La ideología no se encuentra de forma privilegiada allí donde “emana”, sino

especialmente en su funcionamiento material en las prácticas donde se realiza. Por ello,

si el mecanismo de interpelación ideológica establece posiciones para los sujetos, luego

es necesario ver cómo son asumidas, resistidas o transformadas. La ideología abarca

esas prácticas y rituales para los que se somete y califica a los sujetos:

� Ofrece/Impone un repertorio limitado de acciones acorde a lo que aparece como

justo/injusto, bueno/malo, posible/imposible. Es este caso, se trata de una participación

formal, canalizada institucionalmente, orientada a la denuncia (“Animate a decirlo”), y

sustentada en una construcción de una “ciudadanía activa” dentro de un marco de

despolitización más amplio que concibe a la política como un interjuego de instituciones

y gestión racional de recursos. Coloca a los sujetos a una posición de víctima-

consumidor, donde la política aparece como el reclamo a instituciones capacitadas para

gestionar soluciones eficaces.

� Cualifica mediante el ofrecimiento/imposición de herramientas a los sujetos para que

actúen como “buenos vecinos”, reclamando y exigiendo instituciones transparentes y

atentas a las necesidades concretas e inmediatas de la “gente común”. Provee de una

serie de preceptos morales que distinguen vecinos “genuinos” de “inauténticos”, que

demarcan usos legítimos e ilegítimos del espacio. En este punto, el “vecino” hace eco de

la sociedad civil interpelada como legítima reclamante de instituciones no corruptas

dentro de la estrategia de la “rendición de cuentas” (Murillo, 2008). La

descentralización se asocia a la participación ciudadana y a criterios de eficiencia que

prevengan los “excesos de gobierno” (Deutsche, 2001). Las múltiples –y crecientes-

instancias de participación interpelan a la ciudadanía como “vecinos”, como sujetos con

un saber específico del entorno donde viven, capaces de brindar a las instituciones de

gobierno información fundamental para el buen ejercicio de la gestión. Para la

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administración local, “lo participativo” (el hacer hablar a los gobernados en tanto que

“vecinos”) devino un imperativo autoimpuesto que garantizaría la “democracia”. Desde

el punto de vista del “vecino participativo” así constituido, hablar en los espacios que se

le proponen aparece como “participar” de lo común: la intervención política se canaliza

por vías institucionalizadas que aparecen diseñadas “a medida” de las necesidades de

los vecinos.

El “pasaje por la consulta” aparece como condición para la legitimación de las

intervenciones, que constituye simultáneamente al “vecino” legitimador: la

interpelación como “vecino” incluye una axiología respecto de los usos “correctos” del

espacio público urbano. En este caso, el uso valorado positivamente es pasar el tiempo

libre del fin de semana, por oposición a trabajar (con lo cual “vecino” se distingue de

“vendedor ambulante” o “prostituta”), a residir (y entonces “vecino” es quien posee una

vivienda, por oposición al “tomador” o al “homeless”) o a protestar. La consulta a “los

vecinos” legitima la intervención gubernamental ejercida en su nombre, constituye a la

“sociedad legitimadora”, y rechaza la presencia de ciertos sujetos en la ciudad, vía la

explicitación de los usos “correctos” del espacio urbano.

���

Hasta aquí, he hecho especial hincapié en los modos en que se desarrolla la

interpelación como vecino. Ahora bien, el carácter sobredeterminado de cualquier

interpelación lleva a señalar –sin pretensiones predictivas- puntos de posible

contradicción para el reconocimiento vecinal tal como es propuesto por la

administración de la CABA.

� Desfasaje entre la cualificación como “vecino” y las condiciones generales para la

realización de las tareas prescritas. La relación de adecuación/inadecuación con las

“tareas” para las que una interpelación califica puede volverse contradictoria con las que

el sujeto debe asumir efectivamente. Un ejemplo de este desfasaje es el de la

interpelación simultánea como “vecinos-residentes-en-los barrios” (donde “vecino”

aparece en relación con la vida en comunidad y con la “identidad porteña”) y como

“vecinos-urbanitas” (donde el “vecino” está plenamente integrado a una

“modernización” urbana). Ambas figuras son contradictorias pero a la vez solidarias,

dado que contribuyen a la conversión de la ciudad como mercancía en dos sentidos: por

un lado, respecto de la valorización del suelo de la mano del auge “modernizador” de la

construcción; por el otro, respecto de la industria del turismo, vía la cristalización de

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rasgos locales como “marca-ciudad”. Sin embargo, nada excluye que esa convergencia

entre ambas pueda volverse contradictoria.

� Desplazamiento del reconocimiento como “vecino”: cité algunos casos en los que el

reconocimiento como vecino no se asoció a una pretensión de “apoliticismo”, sino que

identidades “vecinales” irrumpieron en la escena acercándose a lo que podría llamarse

un sujeto de la política. Por ejemplo, el “vecinazo” 1982-3. Otro posible ejemplo fue la

articulación entre los “piquetes” y las “cacerolas” en 2001-02.

� Sobredeterminación y lucha con otras interpelaciones ideológicas: otras

interpelaciones pueden emerger o ganar terreno, de manera que la de “vecino” quede

desplazada. En este sentido, podría pensarse la disputa entre interpelaciones que tomen

como unidad fundamental a un sujeto colectivo y otras –como la del “vecino”–

sustentadas en el individuo o la familia.

Recapitulación El trabajo se propuso retornar al concepto de interpelación ideológica a partir de

vincularlo a la lógica de la sobredeterminación, atendiendo especialmente a los procesos

sociales de producción de significaciones. Sostuve que existe una estrecha vinculación

entre interpelación y subjetividad, de manera que el desconocimiento ideológico no es

únicamente operador de sujeción, sino también condición de posibilidad para cualquier

sujeto social. Además, argumenté a favor de la existencia de una sobredeterminación

entre distintas interpelaciones, de forma que toda interpelación ideológica y todo

reconocimiento tendrán condiciones de posibilidad específicas que los habiliten o

bloqueen, sin poder por ello sostener ningún tipo de necesidad.

Relevé luego herramientas de análisis provistas por Therborn y Murillo, para volcarlas

en una nueva matriz –aún provisoria- que me permitiera dar cuenta de la interpelación

como “vecinos” en el contexto de los últimos cuatro años en la CABA. Afirmé que

desde el gobierno local se interpela de forma dominante a los individuos como

“vecinos”, lo cual implica una manera particular de retomar la estela de los reclamos de

2001: la construcción de una “nueva política” que se quiere “apolítica”. Asimismo,

señalé la sobredeterminación de la figura del “vecino” por otras, como la víctima, el

desesperado, el consumidor, la gente, la sociedad civil, el familiar, el pueblo.

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Por todo ello, entiendo que el aporte althusseriano merece ser traído del destierro al que

fue conducido por algunas lecturas, dado que propone elementos valiosos para pensar la

producción social de significaciones como un proceso conflictivo y de final abierto.

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