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Después del alzamiento del 9 de junio de 1956, la dictadura militar de Aramburu y Rojas fusiló a 27 personas. En el caso de los fusilamientos de civiles, se utilizó un procedimiento por "izquierda" que luego se convertiría en la principal herramienta represiva de las sucesivas dictaduras, hasta llegar a su máxima expresión en el ’76. Aun en el caso de los fusilamientos de militares, se aplicó un decreto emitido por Aramburu que declaraba el estado de sitio cuando los rebeldes ya estaban detenidos. Es decir que, de manera inconstitucional, se les aplicó ese decreto con retroactividad. En esos días, el dirigente socialista Américo Ghioldi publicó una frase que se hizo célebre: "Se acabó la leche de la clemencia". Y a Jorge Luis Borges se le atribuye otra frase en una conversación con su amigo Adolfo Bioy Casares: "Se hizo lo que debía hacerse". Frases que que con otras palabras, repetirían otros personajes: algo habrán hecho… a mí nunca me pasó nada… Existe un consenso mayoritario en la historia y la sociología sobre una lectura de la Argentina reciente que tiende a colocar al peronismo en el lugar de la barbarie, los excesos, lo no institucional, el grosería y lo violento. La grieta que pone a sus adversarios en el polo antitético: defensa de la institucionalidad y la racionalidad, de la pacificación y el respeto de la ley. Es alarmante el modo en que esa lectura se reconstruye invariablemente sobre la actualidad. Lo que inquieta es la torpeza de esa lectura, o de quienes la realizan, de sobreponerse a su contexto social aun después de tantos años, como si permanentemente se tratara de justificar el papel que jugó ese mismo contexto en aquel momento. La oposición, los partidos que la integraban, fue más salvaje aún que el peronismo. El revanchismo antiperonista, desde los bombardeos a civiles en la Plaza de Mayo hasta los días posteriores al golpe del ’55, la violencia, la humillación y la represión fueron más alevosos, desprolijos, inconstitucionales y antidemocráticos que lo que podría reprochársele al peronismo. Los fusilamientos constituyen un hito en esa historia. El peronismo no había fusilado a nadie. En el prólogo de Operación Masacre, Rodolfo Walsh aclaró que había tomado la matanza de civiles en los basurales de José León Suárez, separándola del resto de los fusilamientos, porque en ese caso no podía haber ninguna justificación por parte de los fusiladores. Se trataba de una masacre clandestina de civiles desarmados que sólo tenían una participación lateral en el alzamiento. Lo real es que salvo excepciones como las de él mismo, que en 1956 todavía no se asumía como peronista, o la del escritor Ernesto Sabato, que publicó su investigación, la denuncia de los fusilamientos no conmovió demasiado al universo no peronista. La izquierda no peronista ni siquiera ahora recupera a esos trabajadores fusilados como parte de los mártires del pueblo en su lectura de las luchas populares. Y tampoco lo hace con los civiles que murieron en los bombardeos de Plaza de Mayo. Esa incoherencia en la prédica de izquierda que desconocía dos de los hechos más terribles del pasado reciente fue uno de los factores que ayudó a la peronización de la mayoría de esa generación. Hay hilos convergentes entre los sucesos de 1956, los años ’70 y la última dictadura. Varios de los sobrevivientes de los fusilamientos o sus familiares formaron parte de la Tendencia Revolucionaria del peronismo o de sus organizaciones armadas, como Julio Troxler y los hermanos Lizazo, y fueron asesinados por la dictadura o por una Triple A en la que muchos de sus integrantes también eran peronistas. Hace pocos días fue detenido el comisario mayor de la Bonaerense Juan Fiorillo, que desapareció a Felipe Vallese en 1962. Y ese mismo policía, después integró la Triple A y luego fue colaborador estrecho del genocida Ramón Camps. Los militares que participaron en el golpe del ’55, respaldados por los partidos no peronistas, de izquierda y derecha, protagonizaron la escalada de asonadas y golpes militares que van del ’55 al ’66 y del ’66 al ’76. El peronismo estuvo proscripto 18 años, en tanto los demás partidos aceptaban una especie de democracia tutelada,

9 de junio de 1956

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Levantamiento Grl Valle

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  • Despus del alzamiento del 9 de junio de 1956, la dictadura militar de Aramburu y Rojas fusil a 27 personas. En el caso de los fusilamientos de civiles, se utiliz un procedimiento por "izquierda" que luego se convertira en la principal herramienta represiva de las sucesivas dictaduras, hasta llegar a su mxima expresin en el 76. Aun en el caso de los fusilamientos de militares, se aplic un decreto emitido por Aramburu que declaraba el estado de sitio cuando los rebeldes ya estaban detenidos. Es decir que, de manera inconstitucional, se les aplic ese decreto con retroactividad. En esos das, el dirigente socialista Amrico Ghioldi public una frase que se hizo clebre: "Se acab la leche de la clemencia". Y a Jorge Luis Borges se le atribuye otra frase en una conversacin con su amigo Adolfo Bioy Casares: "Se hizo lo que deba hacerse". Frases que que con otras palabras, repetiran otros personajes: algo habrn hecho a m nunca me pas nada Existe un consenso mayoritario en la historia y la sociologa sobre una lectura de la Argentina reciente que tiende a colocar al peronismo en el lugar de la barbarie, los excesos, lo no institucional, el grosera y lo violento. La grieta que pone a sus adversarios en el polo antittico: defensa de la institucionalidad y la racionalidad, de la pacificacin y el respeto de la ley. Es alarmante el modo en que esa lectura se reconstruye invariablemente sobre la actualidad. Lo que inquieta es la torpeza de esa lectura, o de quienes la realizan, de sobreponerse a su contexto social aun despus de tantos aos, como si permanentemente se tratara de justificar el papel que jug ese mismo contexto en aquel momento. La oposicin, los partidos que la integraban, fue ms salvaje an que el peronismo. El revanchismo antiperonista, desde los bombardeos a civiles en la Plaza de Mayo hasta los das posteriores al golpe del 55, la violencia, la humillacin y la represin fueron ms alevosos, desprolijos, inconstitucionales y antidemocrticos que lo que podra reprochrsele al peronismo. Los fusilamientos constituyen un hito en esa historia. El peronismo no haba fusilado a nadie. En el prlogo de Operacin Masacre, Rodolfo Walsh aclar que haba tomado la matanza de civiles en los basurales de Jos Len Surez, separndola del resto de los fusilamientos, porque en ese caso no poda haber ninguna justificacin por parte de los fusiladores. Se trataba de una masacre clandestina de civiles desarmados que slo tenan una participacin lateral en el alzamiento. Lo real es que salvo excepciones como las de l mismo, que en 1956 todava no se asuma como peronista, o la del escritor Ernesto Sabato, que public su investigacin, la denuncia de los fusilamientos no conmovi demasiado al universo no peronista. La izquierda no peronista ni siquiera ahora recupera a esos trabajadores fusilados como parte de los mrtires del pueblo en su lectura de las luchas populares. Y tampoco lo hace con los civiles que murieron en los bombardeos de Plaza de Mayo. Esa incoherencia en la prdica de izquierda que desconoca dos de los hechos ms terribles del pasado reciente fue uno de los factores que ayud a la peronizacin de la mayora de esa generacin. Hay hilos convergentes entre los sucesos de 1956, los aos 70 y la ltima dictadura. Varios de los sobrevivientes de los fusilamientos o sus familiares formaron parte de la Tendencia Revolucionaria del peronismo o de sus organizaciones armadas, como Julio Troxler y los hermanos Lizazo, y fueron asesinados por la dictadura o por una Triple A en la que muchos de sus integrantes tambin eran peronistas. Hace pocos das fue detenido el comisario mayor de la Bonaerense Juan Fiorillo, que desapareci a Felipe Vallese en 1962. Y ese mismo polica, despus integr la Triple A y luego fue colaborador estrecho del genocida Ramn Camps. Los militares que participaron en el golpe del 55, respaldados por los partidos no peronistas, de izquierda y derecha, protagonizaron la escalada de asonadas y golpes militares que van del 55 al 66 y del 66 al 76. El peronismo estuvo proscripto 18 aos, en tanto los dems partidos aceptaban una especie de democracia tutelada,

  • donde ellos mismos adems de dirigentes peronistas decidan sus diferencias cruzando contactos en los cuarteles y regimientos. Y los civiles ms militaristas eran casi siempre los que ms declamaban su republicanismo. Todos los golpes y asonadas militares se hicieron en "resguardo" de la democracia. En la actualidad la antinomia peronismo-antiperonismo es anacrnica. Ni uno ni otro alcanzan por s solos para describir o interpelar a una sociedad que afronta otras problemticas y complejidades. Las corrientes de nuevas mayoras se construyen necesariamente sobre otros contenidos que los atraviesan y contienen. En ese sentido, la cultura va muy por detrs de la realidad, porque mantiene esa mirada hegemnica y caprichosa sobre el pasado a pesar de que tanto en el oficialismo como en la oposicin conviven sectores que provienen de ambas puntas de esa antinomia histrica. Un sntoma de ese retraso en la cultura poltica es que el recuerdo de los fusilamientos del 56, al igual que de las vctimas de los bombardeos en Plaza de Mayo, termina encuadrado en ese contexto como un acto peronista o properonista. Es legtimo que la reivindicacin de los ideales y principios por los que lucharon los cados sea tomada por quienes piensan as. Pero hay una tarea ciudadana democrtica, no partidista, en el reconocimiento de quienes fueron vctimas de esa masacre como una forma de poner distancia con la intolerancia y el desprecio a la vida que llevaron a justificar la usurpacin de instituciones para eliminar a quienes se les oponan. El repudio a los fusilamientos del 56 no debera ser una accin solamente peronista, sino de la ciudadana en su conjunto.