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9.- De La Edad Media Al Renacimiento

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En este fascículo se relata la historia de la ciencia durante la Edad Media.

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9. De la Edad Media al Renacimiento

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I .

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de las fuerzas que ya se manifestaban ensiglos anteriores, o hay una ruptura máso menos radical?Si nos pusiéramos en la cabeza de los

renacentistas, la respuesta carecería decualquier tipo de ambigüedad: así co­mo les decía que los medievales no sa­bían que lo eran, los hombres de! Rena­cimiento fueron muy conscientes (y seesforzaron para dejarlo en claro) de queestaban viviendo una nueva etapa delpensamiento y la cultura, una etapa quechocaba de manera radical con las co­rrientes filosóficasy científicas de los si­glos medievales.En rigor de verdad, la fama de la

Edad Media como un período negropara la historia de la humanidad (famaque, si se cortara en el sigloXI, estaríasensatamente ganada) nace con el Re­nacimiento, cuando los intelectuales, enespecial los italianos, deciden que entrela antigüedad clásicay ellos se interpu­so una etapa de oscuridad y retroceso.¿Era esto cierto? ¿Estaban los renacen­

tistas forjando una revolución cultural?En realidad, es muy difícil saber

cuándo se está viviendo una verdaderarevolución cultural: pensemos en noso­tros mismos, que hoy percibimos laaparición de Internet y las nuevas tec­nologías como una ruptura radical,aunque acaso algunos historiadores,dentro de 200 años, lo vean como uneslabón más del proceso de expansiónde las comunicaciones iniciado con eltelégrafo en el sigloX1X.

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dencia del Papado y el Imperio, los dosprincipales actores políticos medievales,en favor de las monarquías nacionales,las signorias y los principados italianosy alemanes; por el otro, la emergencia yconsolidación de una nueva vida ciuda­dana y una nueva clase, la burguesía,por ahora más mercantil que industrial.Ambos favorecieron la ruptura del or­den socialfeudal, en el que cada perso­na ocupaba un lugar fijo e inamovibleen un sistema toral, y permitieron quese fuera gestando una perspectiva queotorgaba más elasticidad, movilidad,protagonismo y libertad al individuo.Noten que no digo "el sujeto".Así es como nos aproximamos al Re­

nacimiento (un período que podemosubicar más o menos entre la segundamitad del sigloXIV y finalesdel sigloXV), con alegría, rotundamente. Aun­que sé que no fue así, no puedo dejarde imaginar a la Edad Media iluminadapor la luz mortecina del atardecer deinvierno, y a la Florencia renacentista,pletórica por el sol de un mediodía pri­maveral. Insisto en que no fue así, yque es sólo producto de mi imagina­ción, o de la del volátil autor de estaspáginas, que también soy yo, que ni si­quiera vuela por su cuenta, sino que sedeja llevar por la imagen que forjaronlos propios renacentistas. En realidad,al abordar este período, nos vemos en­frentados al eterno problema de la rup­tura y la continuidad: ¿esel Renaci­miento una continuación y desarrollo

Bueno, me COStÓbastante -y nosé si lo conseguí- tratar de sinte­tizar el desarrollo de las ideas

científicasmedievales, con sus sutilezasteológicas, con el realismo y el nomina­lismo, con la famosa navaja que final­mente iba a cortar el vinculo viciosoentre Razón y Fe, con palabras por mo­mentos parecidas a las que más tardeusará Galileo: palabras que, de algunamanera, comenzaron a establecer,ya enel siglo XIV, un nuevo clima basado enla combinación de racionalismo y men­talidad experimental, las dos herra­mientas de! pensamiento que acompa­ñarían e! crecimiento de Europa, y laconducirían a la Revolución Científica.Ojo: no es que Guillermo de Oc­

kham inventara e!mundo moderno, si­no que, al revés, creó su navaja, porqueel mundo moderno ya estaba invenradoo, mejor dicho, estaba inventándose ene! corazón de! orden medieval. Noquiero caer en el reduccionismo econo­rnicista o sociologista, pero es obvio,creo, que las ideas se fraguan y fructifi­can solamente -¿solamente?- cuando elterreno es fértil. Ockham puso, a dispo­sición de los científicos por venir, el es­calpelo con el que cortar definirivarnen­te con una época en la que la religiónse entrometía constantemente en la ob­servación del mundo.Naturalmente, los factores que con­

tribuyeron a la aparición de una nuevacultura fueron muchos, pero me gusta­da destacar dos: por un lado, la deca-

De la Edad Media al Renacimiento

Un navegante afortunadoLos humanistasNo hay tutfaVolar es para los pájarosEl martillo de las brujasEl prestigio del demonio

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América fue una empresa de saqueo yipillaje de una escala pocas veces vistaen la historia (que, dicho sea de paso,financió en gran medida el desarrolloeuropeo), y un pavoroso. genocidio,que no dejó en pie nada que podamosutilizar en nuestra historia.y ya que esramos con digresiones, va­

le la pena desarmar un mito que a ve­ces, incomprensiblemente, persiste. Laleyenda de Colón, que lo muestra co­me un visionario que sostenía que laTierra es esférica ante la ignerancia deuna época que la consideraba plana co­mo un DVD, es una mentira flagrante.Como ya hemos visto cuando viajába­mos por la Antigüedad, no. sólo. se co­nocía desde entonces la forma de laTierra, sino que incluso se había medi­do su circunferencia; consecuenternen­re, en la época de Colón la esfericidadde la Tierra ya era un hecho. perfecta­mente establecido (en elmismo año1492 ya se hizo un globo terráqueo).Todo el mundo, o por lo menos todo elmundo ilustrado, sabía perfectamenteque la Tierra es esférica y tenía una ideaaproximada de sus dimensiones. Aun­que, y no deja de sorprenderme, Co­pérnico, en su gran libro, cree necesariotratar el puntO y demostrar la redondezde la Tierra, unos cuantos años después;del viaje de Magallanes.

Pero hasta tal punto se confiaba en laredondez de la Tierra, que en el año1487 el rey Juan Il de Portugal-deacuerdo cen una comisión de expertos-

B2

Un navegante afortunadoHagamos una aclaración obvia: Ce­

Ión y los que lo siguieron no descu­brieron nada o, en todo caso, "descu­brieron" algo para los europeos en elmismo. sentido en que uno puede con­tarles a sus amigos que "descubrió" unnuevo resraurante, o que "descubrió"tal o cual ciudad durante un viaje. No.tiene sentido decir que "descubrió" uncontinente donde vivían noventa mi­llones de personas.y éste es, también, el lugar de aclarar

otro punto: alguien me preguntó si ibaa hablar de la ciencia desarrollada porlos mayas y los aztecas, y, cuando con­testé que no, percibí un cierto disgus­to, arraigado quizás en la necesidad deser políticamente correcto: lo cierto. esque no sabemos demasiado sobre elpensamiento astronómico y científicoen general de las grandes civilizacionesamericanas, entre otras cosas porquelos españoles se encargaron, en el"nombre de la verdadera fe", de que­mar cuanto documento fuera combus­tible, y de destruir todo le que pudieraser destruido. El "descubrimiento" de

se publicaron 2 millones de ejemplaresen el siglo XV.

Pero. sí quisiera decir algunas cosillassobre otro de los grandes acontecimien­tos de la época: el "descubrimiento." deAmérica, que cambió la cosmovisióneurepea de una manera radical e insos­pechada.

Haya habido. una genuina revolucióncultural e no, le cierto. es que la épocadel Renacimiento. configura el ascenso.de una sociedad burguesa a cuyas nece­sidades hay que atender: les artistas, in­genieros, hidrógrafos, arquirecros, in­ventores, no. esperarían a que fraguaranlas grandes teorías y las poderosas he­rramienras de la Revolución Cienrííica­del siglo XVII, que obviamente no pe­dían imaginar, ya habitaban en el elusi­vo futuro, para actuar, desarrollarse ybeneficiarse con la protección de lospríncipes (en el caso de los italianos,muchas veces grandes señores banque­ros o descendientes de banqueros, co­mo los Médicis de Florencia).A le largo del siglo XV, la multiplica­

ción de los grandes trabajos civiles ymilirares reconfiguró el mapa y la teoríamilitar a partir de la invención, o des­cubrimiento e implementación, de la .pólvora, e impuso nuevos desafíos, quecambiaban por completo las artes y téc­nicas de la guerra; la publicación de tra­radas especializados, por otra parre, fa­rniliarizó a los espíritus con esas inge­niosas máquinas que asociamos conLeonardo. da Vinci, pero que -recordé­m0510- deberíamos asociar tambiéncon las profecías de Roger Bacon en elsiglo XIII sobre aviones y submarinos.

No hay ni qué decir de la apariciónde la imprenta, que multiplicó y abara­tó notablemente el costo de los libros:solamente en Venecia, la ciudad conmayor "mercado editorial" de Europa,

La Universalis Cosmographia,del cartógrafo alemán Wal­desmüller. Se trata del primermapa que incluye el nombrede América para denominarel continente recién descu­bierto para Europa por Cris­tóbal Colón. El autor creíaque había sido Américo Ves­pucio el primer europeo enpisar el "Nuevo Mundo".

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ubicado más o menos donde está Cuba.Esto era forzar demasiado la geografíade la época, y no es de sorprender quelos cosmógrafos consultados por los re­yes de Portugal y Castilla consideraranirrazonable la empresa.Naturalmente, ellos no podían adivi­

nar que en el medio se iba a interponerla elegante figura de América. Perotampoco lo adivinó Colón, que ade­más, cuando la tuvo delante, fue inca­paz de darse cuenta de que estaba enun nuevo continente y no en el Japón,como sostuvo hasta el final de su vida.

Lo cual no quita que el "descubri­miento" de Colón, el haberse topadode casualidad con una tierra nueva ycompletamente desconocida (paraellos), cambiara para siempre la cosrno­visión europea: fue una ampliación delos horizontes, impulsó el desarrollo delas técnicas náuticas y geográficas, queya estaban en plena evolución, y sobretodo significó un descentramiento delconocimiento que se reflejó, especial-

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manejaban los que se le oponían.Colón seleccionó mapas que favorecí­

an su idea, y se basó también en afir­maciones un tanto arbitrarias de MarcoPolo, el gran viajero del siglo XIII, se­gún las cuales Japón estaba a dos milquinientos kilómetros de la costa deChina. También es posible que hubieraoído hablar de los viajes de los vikin­gos, que a partir del siglo X habían lle­gado a América por el Norte e inclusoestablecido una colonia permanente enlo que ellos llamaban "la tierra de Vin­land". A partir de comienzos del sigloXIV; al bajar la temperatura, en lo quese conoce como "la pequeña edad dehielo", los viajes vikingos por el nortehelado se hicieron imposibles.

Lo cierto es que Colón manipuló cál­culos y mapas de Alfageno, científicomusulmán del siglo IX, y logró auto­convencerse de que Japón se encontra­ba sólo 4300 kilómetros al oeste de lasIslas Canarias, cifra. completamente ri­dícula, porque según ella Japón estaba

J__~duS , dos navegan'''_ FernandoDulmo y Joáo Estreito, para que nave­garan hacia el Oeste intentando descu­brir la isla de la Antilla, una isla que,según se creía, estaba en medio de LaMar Océano (como entonces se llama­ba al Atlántico).Aunque la expedición de Dulmo y

Estreito jamás regresó, nadie se permi­tía dudar sobre la redondez de la Tie­rra: el puntO de conflicto entre Colóny los "sabios de la época" era muy otro.Colón basaba su idea en una estima­ción completamente falsa -o por lomenos totalmente especulativa- sobrela distancia a cubrir entre Europa y lasIndias navegando hacia el Oeste: elGran Almirante sostenía que se trataba.a lo sumo, de 4500 kilómetros, y losgeógrafos le contestaban que esa cifraera un disparate, en lo cual estabanmucho más cerca de la verdad que Co­lón. La. verdadera distancia es de dieci­nueve mil quinientos kilómetros, quecon algunas variantes era una cifra que

Colón conduce labarca de Carente.

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cudio de esta última desde una pers­pectiva no religiosa.Al mismo tiempoque la naturaleza se emancipa relativa­menre de Dios, se puebla de genios,demonios y fuerzas espirituales, con­trolables y comprensibles por medio delas ciencias ocultas, en especial la ma­gia, que tuvo un enorme desarrollohasta bien entrado el sigloXVI.Si el mundo clásico, para los medie­

vales, era motivo de nostalgia y de con­firmación de la decadencia que veíanalrededor, para los humanistas del Re­nacimiento resultó ser una especie deenergizanre que los convencía a cadamomento de la irreductibilidad de esemundo al esquema construido por elcristianismo, Desconfiaron de que pu­dieran conciliarse lo medieval con lomoderno y descubrieron, así, la con­ciencia histórica de su propia época: re­chazaron el latín corrompido de lasuniversidades, la lengua de expresiónpor antonomasia de las discusiones sinsentido del escolasticismo tardío, y re­nunciaron a una restauración imposi­ble del Imperio. Aunque leyeron conaplicación a los filósofos romanos, co­mo Cicerón y Séneca, su horizontecultural es más bien griego que roma­no: pretendieron fundar la nueva Ate­nas enFlorencia, el indiscutible epi­centro de la renovación cultural (y re­cordemos que fundar una Nueva Ate­nas había sido el sueño irrealizable deAlcuino de York durante el breve rena­cimiento carolingio del sigloXl).

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neral en disolución, y no tenían unparadigma nuevo y claro con qué re­emplazarlo, aWlque con sus esfuerzosestaban contribuyendo a trazar sus lí­neas generales: habiéndose sacado deencima las cuestiones teológicas, comolos conflictos entre razón y fe, aparta­dos de las sutiles discusiones escolásti­cas entre realistas y nominalistas (y, nolo olvidemos, mientras los habitantesamericanos morían masivamente en lasminas de plata del Porost), el humanis­ta, el científico, el artista y el técnicorenacentista, muchas veces reunidos enuna sola persona, iniciaron en serio lafusión entre ciencia experimental ymatemáticas, entre la einpiria y la reo­rfa; construyeron una nueva manerade percibir el espacio, el tiempo y elmundo, que cimentará en la filosofíamecánica del siglo XVII y la Revolu­ción Cienrffica.Pero nos equivocaríamos si pensára­

mos en los humanistas como hombresde ciencia hechos y derechos al estilomoderno. En el zigzagueante transcu­rrir de la historia, y de la historia de laciencia, se mezclan lo nuevo y lo anti­guo, lo decididamente novedoso y lotradicional, la prodigiosa anticipación yla mera extensión de las investigacionesy el pensamiento de tiempos idos.Así, por ejemplo, los humanistas re­

conocen en la naturaleza y en sus cria­turas la revelación de la sabiduría y dela belleza de Dios, aunque separ:UlaDios de la naturaleza y habilitan el es-

mente, en las ciencias naturales: plan­tas, animales nuevos, culturas distintas,que aparte de ser explotadas hasta laextenuación y la muerte, ampliaron lacosmovisión vigente... y la ampliaronhasta tal punto de que las discusionessobre si los indios tenían o no teníanalma (es decir, en el fondo, si eran ono eran humanos), moneda corrienteentre los teólogos, recién fueron salda­das gracias a la bula "Sublimis Deus"del papa Paulo IlI, en 1537.

Los humanistasLa verdad es que al volátil y deleté­

reo autor de estas páginas -o sea yo­le resulta muy diffcil dejar de ver laciencia, el humanismo y el espíritu re­nacentista como una preparación parala Revolución Científica, en gran parteporque los métodos, desarrollos y ob­servaciones de los científicos (y los ar­tistas) de entonces no parecen estartan subordinados a un esquema gene­ral como aquel en que se afanaban losmedievales. Al fin y al cabo, ellos mis­mos definían su mundo como comple­tamente nuevo y ensayaban respuestasnuevas para problemas como los quesurgían de la aplicación de nuevas tec­nologías, como por ejemplo los intro­ducidos por la pólvora, tanto en lastécnicas de guerra como en balística,como en medicina, a raíz de las heri­das de combate producidas por estenuevo elemento bélico.Eran herederos de UD paradigma ge-

)

desde una perspectiva no religiosa"

naturaleza y en sus criaturas larevelación de la sabiduría y de la bellezade Dios, aunque lo separan de lanaturaleza y habilitan el estudio de ella

"Los humanistas reconocen en la

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Paracelso: No hay tudaNo sé-por qué me resulta tan des­

agradable este personaje, que es en ge­neral considerado una bisagra entre lamedicina medieval y la moderna, entrela alquimia y la química: un típico re­nacentista. Hay quienes lo consideranpintoresco (lo era); bay quienes loconsideran extravagante (lo era); hayquienes lo consideran genial (¿lo era?),y hay arras que piensan, como yo, quesencillamente estaba loco de remate.Pero jugó su papel en esta complejatransición.Ya les conté, o no les conté, no re­

cuerdo bien, que la medicina medievalse había desarrollado, si cabe el térmi­no, como una mezcla de saberes quecombinaban la siempre presente medi­cina popular con el uso de oraciones,pedido de milagros e intervención di-

te un programa experimental: lo queocurrió es que el método experimentalfue tomado directamente y con conti­nuidad de la Edad Media, como vimos,mientras la fuente teórica, en cuya baseestaba la marematizacién -que también,como vimos, tuvo un importante arrai­go en el siglo XIV- necesitaba un re­planteo mucho más radical.

O sea: hubo transiciones y continui­dades. y hay dos personajes que, paramí, las encarnan bastante bien: Paracel­so (1493-1541), el científico-mago, yLeonardo da Vinci, el científico-técni­co. Hablemos un poco de ellos.

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inmediata e incomunicable, al encuen­tro directo con lo real concreto.

Isa masiva influencia de la ciencia y lalit \ura antiguas (es la época de los

(les descubrimientos de los códices,la lectura de los clásicos en su ver­

sión original, y no a través de traduc­ciones, o de copias de copias medievalescorrompidas) apenas altera la convic­ción de! sabio renacentista de que es élel único y total responsable de todo,dado que lo que se les pide a los anri­guas son, ante roda, hechos. El sabiodel siglo XVI está convencido de abor­dar libremente la naturaleza con lasúnicas fuerzas de su genio.y sin embargo, ya pesar de lo que

puedan pensar los humanistas, el Rena­cimiento debe mucho, pero mucho, ala Edad Media: de las universidades eu­ropeas medievales provienen los saberesdesde los que emergen las teorías de losestudiantes del siglo XVI, aunque estossaberes ya no los limitan, sino que losestimulan a profundizar en el conoci­miento de la naturaleza.

Por todo 10 que conté en el fascículoanterior y estoy contando en éste, pare­cería que yo pienso que la ciencia mo­derna se construyó cuando e! espírituexperimental se consolidó frente a losgrandes sistemas teóricos, o a los gran­des sistemas complejos y completos quese heredaban de la Edad Media, y tam­bién de la Antigüedad.No fue así.La ciencia moderna no es simplemen-

Pero lo que más nos importa a noso­tros es que los humanistas ayudaron areestablecer, como lo había empezado(a hacer Tales de Milero unos dos milaños atrás, la plena autonomía de lanaturaleza, de modo tal que aparecieracomo digna de ser estudiada no sólode manera general sino también en sus

. ul ( ,/estructuras parnc ares y aqul vemosla influencia triunfante del nominalis­mo de Guillermo de Ockham). No esque el programa renacentista carecierade un trasfondo teórico general, pero,cada vez más, se fue cargando con lasdemandas de lo práctico: no se trata yasolamente de lograr una atractivaconstrucción inrelecrual que expliquelas cosas, sino, más bien, de obtenerconocimientos que sirvan para la ac­ción en e! mundo.

Estos conocimientos técnicos son,precisamente, los que el intelectual re­nacentista se sienre autorizado a valorargracias a su interpretación operativa, nocontemplativa, de! saber. El nuevo en­foque, que exige la experimentación,tiende a transformar radicalmente elpropio método de estudiar la naturale­za, renunciando de manera definitiva ahacer coincidir la ciencia con la investi­gación de teorías generales destinadas aexplicar la totalidad del universo en unsistema cerrado y completo. Detrás deese nuevo método, lo que se percibe ese! progreso de una visión individualistadel mundo, que concede la primada ala experiencia personal, a la intuición

Retrato de Paracelso,una de las figurascentrales delRenacimiento y de lahistoria de la medicina,del pintor holandés Janvan Scorel (1495-1562).

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que el elixir no funcionó del todo, por­que murió antes de los cincuenta años.No se entiende muy bien por qué unmédico que tiene el elixir de la vida si­guió practicando "curaciones" por otrosmedios, pero sospecho que no habíaencontrado ningún elixir y que fue otrade sus muchas fanfarronadas.Paracelsoera un empírico puro que

se había formado en su juventud juntoa los mineros de la región de dondeprocedía, lo cual debe haber. inspiradosu afección por el uso de metales. Ne­gaba por principio toda teoría hereda­da, lo cual siempre es un poco impru­dente, e incluso quemó públicamentelos escritos de Galeno y Avicena, ata­cando ·Iaintegridad de la teoría tradi­cional no sólo en sus aspectos teóricos

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costumbre) de los cuatro humores y lascuatro cualidades. Para Galeno, autori­dad indiscutible, recordemos, el orga­nismo humano contenía cuatro fluidoso humores de cuyo equilibrio interiordependía la salud: la sangre, la bilisamarilla, la bilis negra y la flema, a cadauno de los cuales le correspondían doscualidades (a semejanza de las que de­terminaban las cuatro sustancias funda­mentales). Los remedios que se usaban,siguiendo la tradición de los grandesmédicos árabes como Avicena, temanen cuenta esas cualidades: si había unexceso de calor, por ejemplo, se aplica­ba un remedio fdo...En todo este caos de medicinas po­

pulares y teorías médicas disparatadasapareció la figura de Philipus AureolusTheophrastus Bombastus van Hohen­heim, o Paracelso, quien se puso supropio apodo (no demasiado humilde)para significar que se consideraba másgrande que Celso, el enciclopedista ro­mano del siglo I, que, sin ser médico,había compilado una admiradísima en­ciclopedia del saber medicinal de sutiempo, que se acababa de traducir yhabía tenido un enorme impacto.Fiel al espíritu de la época, o a una

de las líneas de la época, Paracelso norenunció a la mística alquimista sinotodo lo contrario. No solamente buscóalquímicamente la piedra filosofaly elelixir de la vida, sino que incluso dijohaberla encontrado, y consecuentemen­te se proclamó inmortal, aunque parece

vina. La salud se consideraba princi­palmente como un estado 'espiritual y,por lo tanto, la curación del alma eratanto o más importante que la delcuerpo (lo cual significaba que, siem­pre y cuando el espíriru fuera purifica­do, no terna mayor relevancia si unoterminaba vivo o muerto). Pero no só­lo se usaban las invocaciones religiosas,sino algunos principios galénicos y re­medios, principalmente vegetales, aun­que también animales o minerales, co­mo algún engendro con ingredientescomo carne de serpiente, canela, ma­dera de cedro, raspaduras de marfil,cortezas de limón, perlas, esmeraldas,médula y corazón de un ciervo, un es­carabajo y cuerno de unicornio -es desuponer que molido-, oro, plata y azú­car (y esto, lo crean o no, está tomadode una receta de Copérnico, nada me­nos, que era también médico). Vaya asaber lo que le pasaba a uno cuandotomaba un menjunje como ése, ocuando tenía la suerte de conseguir tu­tía, palabra derivada del árabe tutiya(nada más y nada menos que sulfatode cobre) que se usaba en principiopara enfermedades oculares, pero queluego se convirtió en una especie depanacea y que, dicho sea de paso, dioorigen a la expresión actual "no haytutía", que significa, como saben, queno hay remedio, que se carece de solu­ción para un determinado problema.En fin: obviamente persistía -no sé si

hace falta·decirlo- la teada (casi una

bisagra entre la medicina medievaly la moderna, entre la alquimia yla química: un típico renacentista,aunque probablemente estuvieraloco de)e IIIate"

<,

"Paracelso es considerado una

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sido consideradas como venenos: tododepende, decía, de su dosificación. Co­sa dificil, en verdad, en una época quecarecía de instrumentos precisos de me­dición, y arriesgaba al paciente, comofrecuentemente ocurría, a recibir dosisverdaderamenre tóxicas de elementoscomo el mercurio, que se utilizaba paracombatir la sífilisy que mataba antesque la propia enfermedad.Al mismo tiempo, como firme cre­

yente en la astrología, y en consecuen­cia en una estricta correspondencia en­tre macrocosmos (el cielo) y microcos­mos (el cuerpo), sostenía la necesidadde indagar al primero para actuar so­bre el segundo: las fuerzas mágicas querigen el macrocosmos serían en efecto-según él- las más idóneas para actuar

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sa espada no eran de naturaleza distintaa los que determinaban la salud o la en­fermedad en el ser humano. La enfer­medad no era otra cosa que una malamezcla de los tres principios: la melan­colía y la parálisis, por ejemplo, se debí­an a un exceso del principio mercurio;la diarrea y la hidropesla a la sobrea­bundancia del principio sal; el calor y lafiebre al excesodel principio azufre.¿Cómo reestablecer el equilibrio perdi­do y recuperar la salud, entonces? Ob­viamente, incorporando al organismoenfermo determinados productos quí­micos capaces de reparar el déficit deun principio o el superávit de Otro.Uti­lizó fundamentalmente como medica­mentos sales de metales pesados, sus­tancias que hasta ese momento habían

sino también en los relacionados con laforma de recuperar la salud. Descreyó,por supuesto, de la teoría de los cuatrohumores, lo cual hubiese podido seruna buena cosa, pero los reemplazó porlos dos principios de la medicina árabe(mercurio y azufre), a los que agregó lasal, lo cual en el fondo no hada unagran diferencia.Entre borrachera y borrachera, entre

copa y copa o, mejor dicho, entre barrily barril, Paracelso pensaba que todoslos procesos vitales eran fenómenos se­mejantes a los que se podrían observary reproducir en sus morteros, hornos,retortas y alambiques. Es decir, eran to­dos -ranro vitales corno no vitales- fe­nómenos químicos. Los cambios quellevaban de un mineral a una maravillo-

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Volar es para los pájarosCuando La Gioconda viajó del Lou­

vre a Nueva Yorken 1962, ningunacompañía fue capaz de asegurarla.y noporque elmonro fuera muy alto, sinoporque fue imposible fijar un monto,imposible asignarle un valor monetario,estaba más allá de todo: es lo más queun artista puede esperar de una obra

acelerar manualmente este proceso?En sus investigacionesalquímicas,

buscando lo imposible, logró añadir al­gunos datos que sedan de utilidad parael saber químico que estaba gestándose,por ejemplo la observación de quemientras los vidrios se derivaban de unmetal, los alumbres se derivaban de una"tierra", es decir, un óxido metálico.En fin: Paracelsoperteneció por

completo a la tradición hermética, ypor lo tanto concibió a la ciencia comouna empresa puramente cualitativa nomatemática, experimenta! e inductiva,a! punto de que uno de sus discípulos,respirando las enseñanzas de su maes­tro, aconsejaba "vender todas las pose­siones, quemar los libros (en una épocaque veneraba los libros clásicos)y ern­pe:zara viajar en busca de todo tipo dedaros de la naturaleza; comprar despuéscarbón, construir hornos y experimen­rar incansablemente con el fuego".No sé si quedó claro por qué me pa­

rece un personaje sobrevalorado e inso­portable, pero yo tampoco lo tengo cla­ro. Así que basta de Paracelso.

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después de él, la química (que no eramuy distinguible entonces de la alqui­mia, y sólo lo es ahora, desde una mi­rada actual) se fue convirtiendo de apoco en una parte esencial de la forma­ción médica. Durante casi todo un si­glo, los médicos se dividieron en para­celsisras, partidarios de la administra­ción de minerales, que habían de lla­marse iarroquímicos, y herborisras, quese atenían a los remedios vegetales. Esinteresante ver cómo esta tensión aúnsigue vigente, aunque degradada, porel uso new age de la división entre "na­tural" y "químico".y respecto de la alquimia, hay que

decir que fue indiscutiblemente uno delos personajes principales. Creyó, porsupuesto, que era posible la transmuta­ción de los metales en oro. Fíjense queesta hisroria de la transmutación de losmetales puede parecer disparatada des­de el punto de vista actual, pero no loera tanto =debería haberlo dicho antesy les pido disculpas, pero bueno...-, nolo era tanto, decía, si, como se creía, elcambio de los metales desde los menosperfectos hacia los más perfectos erauna de las tareas que llevaba a cabo lanaturaleza, haciendo que evolucionaranen e! interior de la tierra, por influen­cias astrales, desde el más bajo, plomo,y pasando por los intermedios, como elcobre, e! hierro y la piara, hasta trans­formarse en OrO. Si la naturaleza lo ha­da, ¿por qué no iba a poder hacerlo elhombre? ¿Porqué no se iba a poder

también sobre el microcosmos, inte­rrogando sus enfermedades. Corres­pondía estudiar el cielo y la conjun­ción de los planetas antes de hacer undiagnóstico y medicar... Digamos, ensu defensa, que prácticamente todoslos médicos de la época hadan lo mis­mo, de modo tal que por ahí uno teníaque esperar una conjunción, o proxi­midad, entre Marte y Júpiter, para serobligado a saborear un poco de carnede serpiente, o de cuerno de unicorniomolido, o de mercurio, o para que lehicieran una sangría que podía dejarloal borde de la muerte ....Al proponer una ruptura total con la

antigua tradición, tenía necesariamenteque ser identificado como un enemigopor la mayor parte de los médicos quelo conocieron. Y efectivamente tuvo laoposición de! establishment médico, nosólo por sus posturas antigalénicas, sinoporque no pertenecía a la cofradía mé­dica, ya que no se había formado en lasuniversidades, y además porque enseña­ba en alemán en Ve:L de en latín, de locual, y de una controversia alrededor dehonorarios, resultó su expulsión de Ba­silea. Esto tampoco lo contuvo y se pa­só el resto de su vida viajando y denun­ciando furiosa y fanáticamente a susenemigos y predecesores, hasta que mu­rió en Austria en septiembre de 1541.Lo cierto es que sus enemigos y pre­

decesores no eran mucho mejores mé­dicos que él ni se manejaban con unateoría mucho mejor que la de él y que,

Algunos de lospoliedros que Leonardodibujó para De divinaproportione, de suamigo Luca Paccioli.

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aparares y objetos relacionados con laguerra, obsesión de los príncipes en untiempo plagado de novedades bélicas,derivadas del uso de la pólvora.

Fue durante su permanencia en Mi­lán cuando trabó amistad con el mate­mático Luca Pacioli, quien escribió unaSumma Aritmética, que recogía todo elsaber matemático de su tiempo, y tam­bién De Divina Proportione, donde sehablaba del número áureo y de la pers­pectiva, y para la cual Leonardo dibujómaravillosas imágenes de poliedros tan­ro regulares como irregulares.

Después de que el duque fuera de­rrocado por las tropas del rey francésLuis XII, llegó a Florencia nuevamen­te, tras haber recorrido Manrua y Ve­necia, donde dejó trazas de su impre­sionante actividad: pictórica en Man­tua, técnica en Venecia (donde diseñóuna especie de submarino y otros apa­raros). Mientras tanto, se dedicaba a ladisección de cadáveres (muchos de loscuales conseguía quién sabe cómo yotros seguramente los robaba); lo cualle servía, como se sabe bien, para ha­cer estupendos dibujos del cuerpo hu­mano interno y externo, que sólo serí­an igualados por los de Vesalio, unascuantas décadas más tarde.

Bueno, y así en todas partes: durantesu segunda estadía en Florencia pintóLa Gioconda y siguió con el estudio delvuelo de los pájaros, con las diseccionesy con los consecuentes dibujos. Salteé ysaltearé muchas andanzas, pero déjen-

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Todo el mundo exagera su currícu­lum cuando busca empleo (y Leonardono es la excepción), pero de cualquiermanera hay que admitir que es muyimpresionante. También observen quedespliega su panoplia centrándose en

En tiempos de paz, creo satisfacer muybien, en comparación con cualquier otro,en arquitectura. en construcción de edifi­cios públicos y privados, y de conduciragua de un lugar a otro. Lo mismo haréen escultura de mármol; bronce o tierra,lo mismo que en pintura, todo lo que sepueda hacer mejor que cualquier otro.

y así sigue:

Tengo especies de puentes liuianisimosy fuertes. y otros seguros e inatacables porel fuego. Sé, en el sitio de una plaza. sa­car el agua de las zanjas y hacer infini­tos puentes y escalerasy otros instrumen­tos pertinentes. Si por alguna razón nose pudieran usar las bombardas, tengomaneras de arrasar cualquier fuerte oroca. Tengo. también, tipos de bombar­das comodtsimas y /dciles de transportar.y si se estuviese en el mar, tengo muchosinstrumentos actiuisimos para atacar ydefender los nautas.

servicio del duque Ludovico Sforza elMoro. Es muy interesante ver la canaque envía a Ludovico, como presenta­ción, en la que enumera las cosas quesabe y puede hacer:

suya. Y de ese artista nos vamos a ocu­par por un rato; porque así como Para­celso representa la Líneamístico-mágica,Leonardo da Vinci encarna la Línea téc­nico-operativa.

Pocos Intelectuales del Renacimienrohan recibido tantos elogios, o se hanconvertido tan claramente en la encar­nación del genio universal como Leo­nardo: en efecto, además de pintor, fueingeniero, anatomista, di sefió forralezasy canales, estudió la incipiente mecáni­ca, inventó -o creyó inventar- monto­nes de mecanismos y máquinas, en latradición de Arquímedes, como corni­llos para elevar el agua, paracaídas,bombas de irrigación ... etcétera, etcéte­ra, etcétera.Nació en 1452, y era el fruto de una

relación exrramatrirnonial de su padrePiero con una tal Carherine: hacia1470 se trasladó a Florencia con la fa­milia paterna y empezó a hacerse co­nocido por los numerosos dibujos demáquinas, proyectos hidráulicos yar­quirectónicos, que le valieron ser lla­mado por Lorenzo el Magnífico, en­tonces el jefe de la Signoria, y de lapoderosa familia de los Médicis, paratrabajar bajo su tutela.También él fue uno de esos caballe­

ros erranres del Renacimiento, queiban de un lugar a otro, a veces lleva­dos por los acontecimientos políticos, aveces movidos por sus propias e inrer­nas hormigas. y así es como unos añosIcspués lo enconrramos en Milán, al

"El misterio de Leo o es que,siendo un espíritu universal comopocos en la historia y el intelectualmás notable de su tiempo, hayaejercido una levísima y casi nulainfluencia sobre sus contemporáneos"

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o sea, intuye esa síntesis que habríade producirse un tiempo después.Y no podemos abandonar a Leonardo

sin mencionar, aunque brevemente, susincursiones en el tercena de la ciencianatural: su mecánica, sus esquemas deplantas y disecciones de animales, sushipótesis sobre la salinidad del mar y elorigen de los ríos (tema muy discutidoentonces), y las minuciosas observacio­nes sobre pájaros, que disecó con aten­ci6n, en su afán por conseguir una"máquina de volar", naruralmenre des­tinado al fracaso.¿Cuál es entonces el misterio?Que siendo un espíritu universal co­

mo pocos en la historia, yel intelectualmás notable de su tiempo, y el máscompleto y genial, que habiendo llegadoa resultados notables y anticipacorios,haya ejercido una levísima y casi nula in­fluencia sobre sus contemporáneos (ejer­ce más influencia sobre nosorros que so­bre ellos): su prosa es críptica, escrita demanera también críptica, fragmentaria,dispersa por aquí y por allá, en manus­critos que, salvo rarísimas excepciones,no fueron publicados. Se diría que noescribía para lograr el adelanto de unadisciplina, ni para los eruditos, ni para dgran público, sino s610 para sí mismo,para poder fijar sus propias dudas y cavi­laciones. Renegaba de las disciplinas her­méticas, pero su escritura parece inspira­da por ellas, y sus manuscritos fueron re­valorados recién en el siglo XIX.

De todos modos, no es la figura que

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Ninguna investigación humana puedeconsiderarse verdadera ciencia, a menosque se haga mediante una demostraciónmatemática.

Y por lo tanto:

Mientras fa naturaleza comienza conla causa y termina con el experimento,nosotros debemos recorrer el camino in­verso, comenzando con el experimentomediante el cual investigamos la causa.

Sin embargo, su concepción no escompletamente experimental y en susestudios mecánicos se ocupa de aclararque:

Antes de hacer de un caso una reglage­neral, pruébalo dos o tres veces,y mira silas pruebas producen efectos semejantes.

Incluso tipifica el método con quedebe realizarse una experiencia paraerrar lo menos posible:

La experiencia no folla, lo único quepuede follar son losjuicios que se hacensobre ella.

y lo corrobora a cada rato ...

noblemente replicarme, alegando que mispruebas están en contra de la autoridad,sin considerar que mis cosashan nacidobajo la simple y mera experiencia, que esla verdadera maestra.

Las máquinas devolar de Leonardo,condenadas alfracaso por tomarcomo modelo elvuelo de las aves.

Muchos considerarán que podrán razo-

Ya he dicho que Leonardo tenía unaconciencia muy aguda de la importan­cia de lo experimental:

Entre los discursos humanos mm sinsentido debe considerarse la credulidad enla nigromancia, hermana de la alquimia.

Al mismo tiempo, rechazaba de ma­nera rotunda (a diferencia de Paracelso)las artes ocultas, la nigromancia y la al­quimia.

quien discute alegando la autoridad,no utiliza la mente sino la memoria.

me contarles que finalmente aceptó lainvitación del rey Francisco 1de Fran­cia y se estableció en el castillo deCloux, donde murió en 1519.¿Hay un misterio en Leonardo? Lo

bay.Si bien es innegable que lefa, y mu­

cho, se definía a sí mismo como emi­nentemente práctico y como un uomosenza lettere, lo cual demuestra, de paso,el espíritu del "práctico renacentista',muy distinto del humanista eminente­mente letrado que lee y escribe en latínclásico. Como buen personaje del Re­nacimiento, Leonardo tomaba en con­sideración los datos que obtenía en laliteratura científica, aunque revisándo­los punrillosamenre, y no aceptando elprincipio de autoridad:

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Iitalianos del Renacimiento, tradujo par­tes del Corpus Hermeticum, de HermesTrismegisro, y su traducción tuvo unsinnúmero de reimpresiones y retraduc-ciones. Era un texto que, según se creía,se remontaba a la más antigua o arcaicatradición egipcia, aunque se trataba deuna falsificación escrita en el siglo IId.de c., como se demostró hacia 1614.Es difícil entender cómo los humanis­ras, que se consideraban grandes filólo­gos, cayeron en esa trampa (a menosque quisieran caer en ella), pero lo cier­to es que el Corpus se transformó en labase filosófica y el armazón del pensa­miento de la época.Porque el Renacimiento no es sólo el

tiempo de los humanistas sino tambiénel de los magos. Lamagia y la alquimia, se confundían con la ciencia experi­mental, con la que compardan la careacomún de trabajar con sustancias con­cretas y objetos materiales, tal como vi­mos que hada Paracelso, con sus desva­ríos astrales y metalíferos, o como haríael matemático y médico Gerolamo Car­dano (que era una buena pieza de corteparacelsiano, pero que, además, se dedi­caba a robar ideas de los demás, espe­cialmente al pobre Tarraglia, que noapareció todavía pero cuya triste histo­ria voy a contarles en algún momento),o Gianbartisra dalla Porra, que escribióuna Magia Naturalis.La palabra magia se originó en los

magi, sacerdotes del dios Mitra (el diospersa de la luz solar, con gran influen-

El martillo de las brujas: labrujería y la caza de brujas

Hacia 1460, Marsilio Ficino (1433-1499), otro de los grandes humanistas

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qué. Los intentos de volar, desde Leo­nardo da Vinci en adelante, terminaronen fracasos porque se tomaba comomodelo el vuelo de las aves y se intenta­ba reproducirlo con artilugios mecáni­cos, que imitaban las alas.

Pero volar es para los pájaros: las co­sas empezaron a cambiar recién cuandolos ojos se posaron en otro objeto vola­dor, mucho más prosaico, y conocidodesde la Antigüedad: el barrilete, queera utilizado en Europa como juego porlos niños ya en el siglo XII. Se trata deun objeto más pesado que el aire', quevuela según unas leyes que Leonardono conoda (las de la aerodinámica) pe­ro de las cuales podría haber tenido al­guna intuición empírica y sospechadoque un barrilete lo suficientementegrande podría acarrear a un hombre,como hace hoy el ala-delta. Y como sehada, de paso sea dicho, en China,donde los barriletes eran conocidos des­de el siglo III y ya en el siglo VI hay re­ferencias de vuelos humanos.

El mérito de Leonardo es que intuyóalgo de esto, y, en las observaciones so­bre el vuelo de las aves grandes, que ba­ten poco las alas y planean durante lar­gos trayectos, estuvo a un milímetro deformular las leyes aerodinámicas que ri­gen el vuelo del barrilete.

es por lo que influyó, sino por lo quefue: la perfecta encarnación del artistapráctico, ingeniero y arquitecto delRenacimiento, que se interesa por to­do, y que, sin abandonar las grandeslíneas de la física medieval, se elevapor encima de ella y captura, o mejordicho intenta capturar, la naturalezacoda, pero no como un sistema metafí­sico completo, ni como un sistema designaturas orgánicas y operativas, co­mo lo hadan las artes herméticas (quecomo vimos aborrecía), sino como unconjunto o una colección de hechosparticulares, que deben ser examina­dos, hilados y manipulados según uncrirerio experimental para poder des­pués llevarlos al plano teórico.

Recién en el siglo XIX se lo rescatóen roda su amplitud. Y digo en todasu amplitud, porque lo que sí lo pusoal rope de su época fue su obra artísti­ca, que lo sitúa entre los pintores másgrandes de toda la historia. Valga co­mo ejemplo la historia de La Giocondaque conté al principio. Y a veces mepregunto si a Leonardo se lo hubierarescatado si no hubiese sido porque através de los tiempos, ya pesar de susmanuscritos ilegibles, ahí estaban sustremendos cuadros para dar testimo­nio de su genio.Una apostilla sobre el vuelo artificial,

que tanto lo preocupó. Cuando hablédel asunto, dije que sus máquinas paravolar terminaron en un fracaso, "comoera natural", y rengo que explicar por

magos. La magia y la alquimia seconfundían con la ciencia experimental:compartían la tarea de trabajar consustancias concretas y objetos materiales"

"El Renacimiento no es sólo el tiempode los humanistas sino también el de los

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practicando en algunos distritos. Mu­chos laicos e incluso algunos clérigos senegaban a dejar actuar libremente a losencargados de interrogar y asesinarbrujas, con el sencillo argumento deque en sus provincias no se practicaban«esasenormidades". En ese contextollegó labula de Inocencia VIII, en1448 (¡pleno Renacimiento y floreci­miento del Humanismo!). En ella seestablecía la primera definición oficialde la brujería y su clara asociación conla herejía y se designaba a dos inquisi­dores, Heinrich Krarner y JacobusSprenger, para que procedieran a la co­rrección, encarcelamiento y castigo"jUStOS" de cualquier persona sin impe­dirnenro ni obstáculo algunos.Kramer y Sprenger, dos estudiosos

teólogos, se convertirían en fundamen­tales para la persecución luego de es­cribir lo que sería el manual más deta­nado y espeluznante de tortura, castigoy asesinato de las brujas: elMalleusMaleficarum (Martillo de las brujas), esun texto erudito publicado por prime­ra vez en 1486 -otra vez, pleno Rena­cimiento- y aprobado unánimementepor los doctores de la facultad de teo­logía de la Universidad de Colonia,Alemania. En él, Kramer y Sprengerdetallan y analizan los hechizos que lasbrujas son capaces de practicar: el tex­to parece, hoy en día, una obra fantás­rica escrita por dos maniáticos homici­das, pero en su momento fue la justifi­cación escrita incuestionable de la ma-

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Según este texto, los actos de las bru­jas eran fantasías surgidas durante elsueño, y creer que fueran posibles du­rante la vigilia era herético. Más tardela Iglesia cambiaría de opinión y empe­zaría a considerar aquellos actos no co­mo producto de sueños sino tan realescomo la Santísima Trinidad.A mediados del sigloXV la Iglesia

no estaba del todo conforme con las la­bores inquisiroriales que se estaban

ciertas mujeres desamparadas, pervertidaspor Satanás, que creen y confiesan cabal­gar a lomos de ciertas bestiasjuntamentecon la diosa Diana.

Pero comprobar que una bruja eraefectivamente una bruja resultaba másdifícil de lo esperado. Como las prue­bas que la delataban eran absolutamen­te inconsistentes, se invenraron eviden­cias ad hoc y se asignaron propiedadesmaléficasa determinadas cosas que,hasta entonces, habían sido perfecta­mente neutras. La creencia de que lashechiceras amamantaban a sus hijoscon sangre o con un tercer pecho llevóa considerar cualquier malformación enel cuerpo en un determinante irrefuta­ble de brujería. Ni hablar si, en la "es­cena del crimen", se encontraba algúninofensivo rnuñequito estilo vudú.La primera condena formal a estas

prácticas llegó en sigloXII, cuando seincorporó al Corpus [uris Canonici unpasaje que repudiaba a

No dejarás con vida a la bruja.

cia en la Roma imperial tardía) quefueron reconocidos como "sabios"porla cultura griega.La magia estaba, dealgún modo, asociada a la sabiduría,como aparece en los cuentos tradicio­nales folklóricos.y esta imagen inclusosubsiste en la figura del "sabio loco"moderno: pensemos, por ejemplo, en elOc. Emmet Brown (Christopher Lloyd)o en el científico de Volver al futuro, deZerneckis, a quien se lo presenta fun­cionalmente corno un hechicero excén­trico y solitario, que se dedica a prácti­cas que nadie más que él comprende (yque, por lo tanto, parecen mágicas), pe­ro que, finalmenre, es el que tiene ra­zón y resuelve los problemas.

La magia, o la creencia en la magia,está naturalmente asociada a la bruje­ría, cuya persecución empezó a arreciaren esta época, desatando una etapa ver­daderamente trágica: la propia Iglesiaaceptaba como verdaderos los poderes(le los brujos y magos, pero sosteníaque esraban canalizados de mala mane­ra, dado que el camino correcto paraobtener beneficios de cualquier tipo deser sobrenatural pasaba inexorablemen­te por el clero de Dios. No importabasi la magia se practicaba para fines bue­nos o malos: los medios, absolutamenteindependientes de los que dictaminabala Fe, eran signo claro de herejía, cosaque venía de lejos. Por eso, amablemen­te, el Exodo XXII, 18 sugería:

personajes ilustres la propugnaron contanta crueldad como los inquisidores"

"Uno esperaría que el avance delracionalismo hubiera producido unacondena unánime de la caza de brujas enlos ámbitos intelectuales. Pero no fue así:

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Los médicos desinformados y torpesatribuyen todas las enfermedades incura­bles. o todas las enfermedades cuyos re­medios desconocen. a la brujeria. Cuan­do hacen esto. hablan de la enfermedad

nomanie des sorciers,que tuvo 17 edi­ciones hasta 1603 y que es, si cabe, másperversa que el Malleus.

"-

El prestigio deide~Pero sin embargo no falraron quienes,

desde la ciencia experimental, combatie­ron la caza de brujas. El más importantefue sin duda Johannes Weyer (1515-1588), un médico del siglo XVI que sehabía interesado por las enfermedadesmentales y combatido los procesos debrujas, para lo cual, dicho sea de paso.había que tener mucho coraje.En 1564~en su libro De Praestigiis

Daemonum (ELprestigio del Demonio),Weyer negaba que la brujería fuera unfenómeno genuino y menos que menosuna amenaza para el cristianismo. Exi­gía. como buen científico, pruebas tan­gibles, aduciendo que nadie había vistohasta entonces las reuniones de brujascon Satanás y que nadie había cabalga­do por los aires en compañía de unabruja; frente a acusaciones concretas,como la de que cierta enfermedad delganado estaba provocada por hechizos yesas yerbas, sugería que, en vez de que­mar a una pobre mujer en la hoguera,era más aconsejable una fumigación consustancias aromáticas y azufre. Decía:

para todas los que participaban en ella:el jugoso botín que representaba la con­fiscación de los bienes de cierras brujasnobles no era para nada despreciable ...muchas personas directamente vivíande la caza y quema de brujas, ya queera un trabajo muy bien pago: Mar­thew Hopkins, el joven inquisidor quelideró la masacre en Inglaterra entre1645 y 1647, obtenía alrededor de 30libras al día, cuando el salario medioera 500 veces menor.

Pero es interesante ver la reacción delas clases ilustradas y de los científicosalrededor de esta siniestra manía perse­cutoria. Uno esperaría que el avance delracionalismo que se dio en los siglosxv, XVI y especialmente en el XVII,hubiera producido una condena unáni­me, pero no fue así, Personajes ilustres,incluso con mentalidades amplias e in­mersos en la revolución racionalista de

. esos tiempos, propugnaron la caza debrujas con la misma inusitada crueldadque los inquisidores más fanáticos.Un buen ejemplo es Jean Bodin

(1529-1596), un filósofo, político y ju­rista francés con ideas revolucionariassobre la democracia, precursor de las te­orías económicas de Adam Smirh y dela idea del Estado moderno y la sobera­nía, e impregnado de humanismo rena­centista quien. lejos de pugnar por latolerancia. se dedicó a cazar y torturar acuanta bruja se le cruzara por el cami­no. En 1580, al final de su vida, Bodinescribió una obra propia, De la Démo-

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tanza que tendría lugar en los siglosXVI y XVII.

Los capítulos alternaban la puracrueldad con la imaginación perversa.En primer lugar, los inquisidores deja­ban en claro que creer en la brujerfa essigno inobjetable de herejía.

Luego, explicaban cómo debía ser e!procedimiento cuando se tenía un dete­nido: en primer lugar, se lo llevaba des­nudo ("si es mujer ha sido desnudadaya por otra mujer intachable") a queviera los instrumentos de rorrura paraque, sin que se los aplicaran, confesara"libremente" .Pero si la mujer, aterrada, confesaba,

lejos de terminar, el infierno apenas co­menzaba: la tortura duraría tanto cuan­ro se pudiera para que delatara a sus"compañeras de andanzas".Si no confesaba, los suplicios eran ca­

da vez más siniestros: se utilizaban tirasde azufre a las que se les prendía fuegosobre e! cuerpo de! acusado y toda clasede prácticas perversas, hasta que, cuan­do el condenado finalmente confesaba,era trasladado (en general en una cami­.la, porque no podía moverse por susxopios medios) a la pira, donde, si no;e arrepentía de su confesión, se le con­:edIa la gracia de ser estrangulado antesle quemado y se le exigía, antes de mo­ir, que reconociera que la sentencia ha­lía sido precisa y el juicio, justo.Lo cierto es que la persecución y que­na de brujas se convirtió, más tempra-10 que tarde. en un verdadero negocio

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l·fll-t"~/ .•.~";"'F)i,~.ItI. nIJ,Hit",'.·¡'I",.;,r,MN, NI" wW, .. ,Lc",hlpp., ..

La tapa del MalleusMaLeficarum, unverdadero ysiniestro manualpara cazar ytorturar brujas.

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Colaboró en este fascículoNicolás Olszevicki

ción en la línea humanitaria del hu­manismo y en la comprensión de labrutalidad a la que se sometía a canti­dades espantosas de víctimas: los cál­culos hablan de un número que va de300.000 a un millón.Los procesos de brujas, sin embargo,

no se detuvieron y el genocidio se arras­trÓdurante todo el sigloXVI, XVII yaun el muy racionalista sigloXVIII.Tengo el dato (no corroborado) de quela última bruja fue quemada en 1782.y aún hoy hay quienes se'Consideranbrujos y brujas; delante de mí una deestas personas, en pleno sigloXXI, afir­mó en un programa de televisión queera capaz de matar a una persona a ladistancia. Le sugerí que me matara amí, en vivo. lo cual hubiese representa­do un éxito de racingenorme y unevento único en la historia de los me­dios de comunicación. Pero se negó.Los procesos culturales son lentos,

lentísimos.

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muchos historiadores de la medicinaWeyer es uno de los fundadores de lamoderna psiquiatría; de hecho, es unode los primeros en describir de maneraracional varias alteraciones mentales,muchas de las cuales aún hoy en díason consideradas por la mitología po­pular (en general rural) como causadaspor demonios, brujas y Otras invencio­nes fantásticas.Curiosamente, tal vez para proteger­

se de las embestidas de la Iglesia o pa­ra burlarse (o en una de ésas porque selo creía), Weyer publicó también Pseu­domonarcbiaDaemonum, un detalladocatálogo de demonios y sus atributosen 1563. Según su inventario, hayexactamente 7.405.926 íncubos y sú­cubos divididos en 1111 divisiones de6666 cada una.El prestigio del demonio tuvo mu­

chísima repercusión y varias ediciones,y fue, para su honor, colocado en elIndex de libros prohibidos por la Igle­sia. Pero francamente, más que su con­tribución a la psicopatología, nadadesdeñable por cierro, resalta su ubica-

Según Weyer, las brujas no eran másque enfermas mentales. Para demostrar­lo, investigó "experimentalmente" va­rios casos de brujería mostrando que notenían base alguna, entre ellos uno delos episodios más famosos de posesión,el de las monjas de Colonia en 1564,mostrando que las violentas convulsio­nes no eran provocadas por visiones re­ligiosaso demoníacas sino por las "visi­tas" de ciertos caballeros cercanos alconvento que les habían prodigado"atenciones especiales".Las monjas ha­bían transformado (hoy diríamos subli­mado) romances intensos en exaltaciónreligiosa.Del mismo modo analizóotros casos, en que atribuía la presunta"brujería" a perturbaciones mentales ocasos de simple histeria.Fue atacado por la Iglesia y por la

propia corporación médica. Pero para

del mismo modo que un ciego sobre elcolor. Cubren nuestra ignorancia de lamedicina con el truco de los maleficios,siendo as! que son ellos mismos los quelospractican.

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