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a) Aspectos Políticos EL BILINGÜISMO: ALGUNAS IDEAS CRITICAS ANTONIO TOVAR Típico de nuestra época es que un hecho normal en cualquier cultura, el bilingüismo, se haya convertido en tema polémico. La sociología lingüís- tica, o sociolingüística, participa de ese crítico rasgo de nuestra cultura occidental, la cual intenta, para conocerse mejor, examinarse desde fuera. En ella hay un componente etnológico, es decir, que al reflexionar sobre los condicionamientos de nuestras sociedades, el sociólogo querría verlas despegándose de ellas, como si no estuviera dentro, lo mismo que el etnó- • logo del pasado contemplaba confortablemente a sus "primitivos" desde la seguridad de su cultura occidental colonizadora. Ese ambiente ha contribuido al rápido desarrollo de la nueva sociolin- güística, que curiosamente se ha desarrollado en ambientes fundamen- talmente monolingües, y con voluntad de monolingüismo. En efecto, con algún precedente, como el del lingüista británico J. R. Firth, que ya escribió en 1935 un artículo con el tema de lengua y socie- dad, fue principalmente un joven graduado en sociología, Basil Bernstein, el que a partir - de 1958 planteó el problema de "lengua y clase social", llamado desde entonces a ocupar una posición relevante en las preocupa- ciones de pedagogos, psicólogos y lingüistas. Bernstein reflejó en estas preocupaciones sus experiencias como maestro de jóvenes en Londres. Después surgieron en los Estados Unidos lingüistas que continuaron estos estudios, de los que citaremos a algunos: VVilliam Labov, Charles A. Ferguson, Joshua A. Fishman, W. Bright, J. J. Gumperz. En general, para estos innovadores estudiosos el bilingüismo es más bien la estratificación social de un monolingüismo discriminador, y no el problema de la coexistencia de lenguas. Por nuestra parte señalaremos que en cada lengua los planteamientos sociales son distintos, y no se pueden sin más comparar los ideales de un país "cultísimo", como era la Inglaterra de la época del Pygmalion de B. Shaw, con una cultura basada en los happy few, con los de cualquier otro país y cualquier otra época. Es probable que en una lengua como el inglés se denuncie más que en otras el origen y la educación del hablante en el acento y la gramática. Para estos innovadores estudiosos el bilingüismo, o simplemente la es- tratificación social del monolingüismo discriminador, es un arma de domi- nación social. Miguel Siguán ha podido hablar de una cierta "labor de za- pa" en la crítica de la lengua como institución de la "clase dominante", que mediante la enseñanza hace del "control lingüístico" un verdadero 9

a) Aspectos Políticos0c5c62d1-8f45-4344...lenguas y familias, no excluye la vieja clasificación genealógica cuando ésta es clara. De ese modo, una lengua como el búlgaro no deja

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a) Aspectos Políticos

EL BILINGÜISMO: ALGUNAS IDEAS CRITICASANTONIO TOVAR

Típico de nuestra época es que un hecho normal en cualquier cultura,el bilingüismo, se haya convertido en tema polémico. La sociología lingüís-tica, o sociolingüística, participa de ese crítico rasgo de nuestra culturaoccidental, la cual intenta, para conocerse mejor, examinarse desde fuera.En ella hay un componente etnológico, es decir, que al reflexionar sobrelos condicionamientos de nuestras sociedades, el sociólogo querría verlasdespegándose de ellas, como si no estuviera dentro, lo mismo que el etnó- •logo del pasado contemplaba confortablemente a sus "primitivos" desde laseguridad de su cultura occidental colonizadora.

Ese ambiente ha contribuido al rápido desarrollo de la nueva sociolin-güística, que curiosamente se ha desarrollado en ambientes fundamen-talmente monolingües, y con voluntad de monolingüismo.

En efecto, con algún precedente, como el del lingüista británico J. R.Firth, que ya escribió en 1935 un artículo con el tema de lengua y socie-dad, fue principalmente un joven graduado en sociología, Basil Bernstein,el que a partir- de 1958 planteó el problema de "lengua y clase social",llamado desde entonces a ocupar una posición relevante en las preocupa-ciones de pedagogos, psicólogos y lingüistas. Bernstein reflejó en estaspreocupaciones sus experiencias como maestro de jóvenes en Londres.

Después surgieron en los Estados Unidos lingüistas que continuaronestos estudios, de los que citaremos a algunos: VVilliam Labov, Charles A.Ferguson, Joshua A. Fishman, W. Bright, J. J. Gumperz.

En general, para estos innovadores estudiosos el bilingüismo es másbien la estratificación social de un monolingüismo discriminador, y no elproblema de la coexistencia de lenguas.

Por nuestra parte señalaremos que en cada lengua los planteamientossociales son distintos, y no se pueden sin más comparar los ideales de unpaís "cultísimo", como era la Inglaterra de la época del Pygmalion de B.Shaw, con una cultura basada en los happy few, con los de cualquier otropaís y cualquier otra época. Es probable que en una lengua como el inglésse denuncie más que en otras el origen y la educación del hablante en elacento y la gramática.

Para estos innovadores estudiosos el bilingüismo, o simplemente la es-tratificación social del monolingüismo discriminador, es un arma de domi-nación social. Miguel Siguán ha podido hablar de una cierta "labor de za-pa" en la crítica de la lengua como institución de la "clase dominante",que mediante la enseñanza hace del "control lingüístico" un verdadero

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"control social". La reacción contra este control lingüístico 'puede ser ex-cesiva, por cuanto la normalización es indispensable para mantener la uni-dad y estabilidad de la lengua, es decir, su capacidad de servir de instru-mento de comunicación lo mejor posible a través del tiempo y del espacio.

Mas por de pronto se puede hablar de un resultado, por cuanto, enlugar de la imagen romántica de la lengua viviendo y creándose en el senodel pueblo mismo, tenemos a la lengua, a las lenguas, en medio de lastensiones sociales. Así ha surgido, a partir de Ferguson, y precisamentepara la convivencia de lenguas distintas o de dialectos de la misma lengua,el término de diglossía, procedente del griego moderno. Se llama así lasituación en que una lengua, o una variante de lengua, es considerada demenos valor bajo la presión de la lengua dominante. El trabajo de Fergu-son, publicado en 1959, se refería a una misma lengua en dos nivelesdiferentes: el del dialecto regional más o menos iliterario y el de la lengualiteraria "nacional" en un país como Italia, o el del créole de Haití frente alfrancés "correcto" oficial, o los diversamente matizados del griego o delárabe, que tenían o tienen una forma básica más o menos conservadora yunificada, frente a la variedad o variedades vulgares más o menos admiti-das en ambientes cultos y en la misma literatura. En su artículo Fergusoncreó un instrumental de conceptos que se siguen manejando.

En la bibliografía contemporánea diglossía indica una situación de lucha:un dominador y un oprimido, un vencedor y un condenado a la eliminación.En realidad, esta dramática situación del bilingüismo no es siempre real.Personalmente mi experiencia del bilingüismo es muy diferente; no todassus formas encajan en ese dramático cuadro que trazan los sociolingüistasde nuestro siglo.

Hubo una época en que yo creía que las lenguas siempre existieron encontacto y en activo intercambio. El "monolingüismo" como es la regla enlos estados modernos, me parecía el largo logro de una empresa cultural.Los préstamos morfológicos que yo creía hace muchos años descubrir en-tre lenguas primitivas americanas se reflejaban en la creación de tiposregionales que se imponían en un territorio amplio. Yo estaba influido en-tonces por un lingüista exiliado, Ernst Lewy, que dejó Berlín en 1933 y seestableció poco después en Irlanda; buen conocedor de todas las lenguasde Europa: indoeuropeas, finougrias, etc., incluso el vasco, estableció laslíneas fundamentales de lo que ahora se llama lingüistica geográfica o, sise admite un neologismo, "areal".

La intercomunicación de rasgos de todo orden (fonéticos, morfológicos,sintácticos, de léxico, de modismos) a través de fronteras lingüísticas y através de familias lingüísticas, se basa en el hecho del bilingüismo. Es através del cerebro de bilingües como esos rasgos, en los distintos planosdel lenguaje, pasan de una lengua a otra y determinan zonas lingüísticasextensas, por encima de las lenguas y las familias lingüísticas, como labalkänica, la hispánica, y en un sentido amplio, la europea occidental, etc.

En las recientes clasificaciones de lenguas este hecho viene a compli-car las cosas. La tradición neogramática, con su deseo de rigor científico,no admitía otra clasificación que la genealógica, es decir, la que ordena laslenguas sobre el examen de semejanzas que permiten concluir en favor deun origen común entre ellas. Pero esta clasificación es imposible fuera de

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unas cuantas grandes familias, con rasgos evidentes de una comunidad deorigen. En recientes ensayos de clasificar las lenguas de América del Nor-te, el criterio de las "áreas lingüísticas", es decir, de territorios más o me-nos definidos geográficamente en los que la convivencia de lenguas hadeterminado rasgos comunes que pasan por encima de las barreras delenguas y familias, no excluye la vieja clasificación genealógica cuandoésta es clara. De ese modo, una lengua como el búlgaro no deja de serbalkánica por ser eslava, ni una lengua atapasca que ha tomado ciertosrasgos californianos o del sudoeste deja de pertenecer a su mundo origina-rio subártico occidental.

Naturalmente que formular como "promiscuidad" la relación entre len-guas vecinas es una exageración, pero algo de verdad queda en la afirma-ción de que el monolingüismo es consecuencia de empresas culturales ypolíticas de largo empeño, y no existe sino como ideal teórico.

El bilingüismo que yo he podido examinar de cerca en algunas regionesde América del Sur es básicamente un bilingüismo incompleto. El núcleode una nación o tribu con lengua propia es siempre monolingüe. Mujeres,viejos, niños, la vida familiar, son leales a su lengua. La relación —ennuestro mundo moderno, el trabajo— impone a los hombres desde quellegan a la juventud la lengua dominante de los "civilizados", y ésta puederápidamente absorber a la lengua indígena si el grupo se sedentariza y losniños, como en Argentina ocurre, empiezan a asistir a la escuela. En laciudad de Tartagal (Chaco salteño) pude observar en este orden un cambiotremendo entre los años 1 958 y 1970.

Claro que el cambio lingüístico no se produce automáticamente, y quela voluntad de los humanos puede determinar su conducta lingüística. Porejemplo, en las zonas andinas colombianas existe un pequeño grupo demenos de 2.500 indígenas con su lengua, el kamtsá, que no obstante ha-llarse en contacto desde el mismo siglo XVI, con los colonizadores de ori-gen europeo y con quechuas del Perú, que tomaron parte en la conquista,la mantienen celosamente y sienten orgullo de ella.

Vemos, pues, que las relaciones de diglossia se dan en la América indí-gena, pero la voluntad de los hablantes puede modificar tendencias muyfuertes. Si unos encuentran ventajas en el abandono de su lengua, puesel uso corriente del castellano puede librarlos de discriminaciones sociales,los otros mantienen una situación bilingüe que les da un instrumento casisecreto de comunicación y mantiene su cohesión y su conciencia tribal.

Personalmente tengo también mis experiencias de bilingüe, pues vivícon mi familia, desde que tenía un año de edad hasta los seis, en la viejaciudad de Morella, en el dominio lingüístico catalán. En aquellos tiempos laescuela a que acudí no enseñaba naturalmente más que en castellano,pero la lengua de los niños era el valenciano. En ella jugábamos, y recuer-do que la hablaba sin diferenciarme de los demás. Jamás encontré dificul-tad por tener que utilizar dos lenguas, y al contrario, quizá en ese hábitoinfantil arraiga mi decidida vocación de lingüista. Recuerdo, sí, como pe-queño inconveniente, que algunas palabras se me trababan por su seme-janza y diferencia, por ejemplo fraile con su correspondiente fiare. Pero yosentí siempre el bilingüismo como un enriquecimiento, y cuando años des-pués otra vez la familia se trasladó a Villena, en Levante, notaba, junto a la

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frontera lingüística del valenciano, una cierta superioridad frente a misnuevos convecinos, mis compañeros de bachillerato, que a pesar de estar apoquísimos kilómetros de pueblos de hablar valenciano, entendían muchomenos que yo, que pude reforzar pronto mis conocimientos yendo a menu-do a visitar a queridos amigos nuestros en Biar.

No todo bilingüismo es, pues, diglossia, ni la relación dominante-dominadoes siempre unívoca. En España tenemos el caso del catalán y el vasco, queen sus regiones pueden tener, por la voluntad o por la estratificación socialde los hablantes, prestigio comparable a la lengua del estado central, sobretodo cuando ésta ha sido llevada por inmigrantes que han acudido en bus-ca de trabajo. Cierto que, volviendo a mis experiencias infantiles, nuestrodominio del idioma —el castella tan fi, que decían en Morella— nos debíadar una seguridad mayor, pero la verdad es que los niños tienden siemprea no diferenciarse en el acento del ambiente, y recuerdo también que mishijos en la Argentina, lo mismo en su primera infancia que luego, en otraestadía, ya entrando en la adolescencia, adoptaban totalmente, al cabo depocos meses, el acento local de los niños de sus escuelas.

Quiero recordar un ejemplo del bilingüismo vasco-castellano en el sigloXVI. En una carta del primer obispo de Méjico fray Juan de Zumárragahemos descubierto una parte extensa escrita en euskera, en dialecto viz-caíno. Está dirigida la carta a una señora de Durango, algo parienta suya, ydueña de la torre de Muncharaz, que aún se levanta orgullosa en las cer-canías de aquella ciudad.

En esta carta, autógrafa en su parte más importante, y en el capítulo envasco, se muestra la dimensión humana del famoso obispo y su arraigo ensu tierra. Quería fundar una hospedería de frailes franciscanos, y para ellopedía ayuda a su parienta y enviaba él por su parte medios. Se ocupaba enla misma carta del matrimonio de su sobrino favorito, que estaba en Méjicocon él, con la hija de la señora de la torre, y pensaba previsoramente entodo: en las dificultades del viaje, en quién habría de acompañar a la don-cella a Méjico para que tuviera "con quien hablar vascuence", en el envíode frutales de Europa a América, y de pavos de América a Europa... Con-movedoramente añade al final de su texto vasco donde habla de asuntosfamiliares y económicos: "Porque se alegre vuestra merced he escrito enel lenguaje olvidado, no como yo quisiera, como pude".

Poseemos esta carta no en su original, sino en una buena copia. Dichosea en honor de los curiales del siglo XVI, entre los que no faltaban nuncavascos, la transcripción es fiel. Y no sólo eso, sino que un documento enparte en lengua vasca hacía fe en un proceso. Hay que señalar, en elogiode la administración de la plural Monarquía española de entonces, la faci-lidad con que el licenciado Juan Ortiz de Vedia hizo la "traducción delcapítulo de la carta del obispo que está en vascuence" incorporada a losautos del pleito en que, después de la muerte del obispo, su sobrino pleiteacontra otro de los vascos que en Sevilla habían intervenido en el envío delos fondos destinados a la fundación.

Con estas referencias a diversos ejemplos no quiero reducir a cosa denada lo que en la historia es siempre "lucha de lenguas", y lucha muchasveces sin cuartel, que termina con la eliminación de una de éllas. Perocomo las lenguas no son seres vivos, no hemos de dejarnos dominar por lo

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que es una imagen. Las lenguas no siempre chocan con violencia, y delargas historias de cambios lingüísticos, como las que condujeron, y nosiempre por la coerción política, a la división de todo el mundo antiguoentre el griego y el latín, no sabemos mucho. Las lenguas de analfabetosno chocan del modo con que a los ojos de la sociolingüística chocan laslenguas en los programas escolares o en los horarios de la radio o latelevisión.

Las lenguas no luchan. Luchan los hombres que las hablan. Y la lucha,si se pierde de vista el objetivo de eliminar al otro, puede estabilizarse yreducirse a convivencia ordenada.

Las lenguas en España convivieron durante siglos, y si bien una lenguade la administración de un Estado centralizado goza de privilegios peligro-sos frente a las lenguas que no disponen de alcaldías y juzgados, todavíahemos de reconocer que los instrumentos de poder lingüísticos no erannormalmente muy fuertes en los tiempos antiguos.

La ineficacia de la administración centralista, y, en el caso de España,el retraso de un siglo o dos en instaurar una mínima organización escolar,salvó en el abandono general las lenguas. Así se mantuvieron bien el cata-lán y el vasco (y en peores condiciones el gallego), que pudieron, no sólosalvar siglos difíciles, sino renacer y desarrollar una literatura moderna.

Aún estamos a tiempo de consolidar estos logros y mantener estas len-guas en una epoca como la nuestra, de acceso de las masas a la cultura yde difusión infinita de las comunicaciones. Precisamente por eso sentimoscomo crisis gravísima de pervivencia que una lengua no tenga acceso a losinstrumentos indispensables para sobrevivir. Ya no es en el seno de lacultura familiar y tradicional donde una lengua vive, sino entre gentes quees un crimen dejar analfabetos, o imponerles una alfabetización fuera desu idioma propio. El acceso de las lenguas a la cultura popular y a losmedios de comunicación supone lucha en la medida en que no sea mutuaconvivencia y respeto.

El bilingüismo debe entenderse, precisamente, como situación no delucha, sino convivencial. Ello supone completa igualdad, e inevitablemente,empleo de dos lenguas por una mayoría de los hablantes en un territoriocon su lengua de nacionalidad, con libertad de elección y mutua tolerancia.

Los matices de esta tolerancia son evidentemente fáciles donde, comoen Cataluña o Valencia o Galicia, el común origen latino permite con es-fuerzo no muy grande la inteligibilidad. Es más difícil, y necesita mayorcuidado, en las provincias vascas, donde la dificultad del euskera, la lenguaprelatina del país, reclama en realidad por primera vez, y de modo ineludi-ble, su empleo en todas las esferas de la vida pública. Por eso es tan agudoel problema de la unificación de una lengua rica en variedades dialectales,y el de la creación de un lenguaje utilizable en la escuela.

Los lingüistas y los educadores deberán plantearse la posibilidad de unbilingüismo basado en la igualdad de las lenguas, en el derecho de cadauno a usar la propia, reconociendo siempre el derecho de los naturales delpaís. El peligro de la diglossía, es decir, la inferioridad de una, que quedarelegada a carecer de la plenitud cultural, es el que habremos de evitar conun bilingüismo que reconozca el prestigio de las dos en contacto. Las cir-

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cunstancias de la industrialización de Cataluña y Vascongadas favorecendesde luego el prestigio de sus lenguas.

Estudiemos lo que en los últimos lustros ha analizado y denunciado lasociolingüística, pero no dejemos de observar que podríamos ensayar unbilingüismo sin diglossía, basado en el mutuo respeto, continuando unatradición antigua, por la que en España tenemos una pluralidad de lenguasy culturas que constituyen para todos una riqueza.

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