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ENFOQUES SOBRE LA NATURALEZA DEL PENSAMIENTO CREATIVO: ¿genialidad o aprendizaje? En este apartado se plantean algunas cuestiones que aluden a la dificultad de profundizar en esta actividad preponderantemente intuitiva y que se centran, principalmente, en el análisis de su naturaleza y, por ende, en la viabilidad de su comprensión y aplicación. Esta dificultad, constatada por la mayoría de autores, de estudiar la naturaleza de la creatividad conduce a algunos de ellos a tratar de afrontar dicha tarea mediante la clasificación de las escuelas más relevantes del pensamiento creativo; sin embargo, como habitualmente ocurre, tampoco existe unanimidad a la hora de realizar dicha clasificación, utilizando para ello a su vez diferentes criterios. De entre ellos nos parece especialmente interesante apuntar el criterio de clasificación utilizado por De la Torre (1982), que parte de los cuatro elementos básicos desde los que se intenta explicar el fenómeno creativo (producto, proceso, personas y contexto), conjugando los mismos en un modelo que denomina “armonización holística” en un intento de integrar simultáneamente todos los factores implicados. Sobre la base, principalmente del criterio utilizado por De la Torre, e incluyendo las aportaciones de distintos autores, concretaremos en cinco grupos las principales teorías existentes, agregando asimismo a los cuatro criterios básicos de estudio, un último conjunto de aportaciones que, como la del mencionado autor, a nuestro

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ENFOQUES SOBRE LA NATURALEZA DEL PENSAMIENTO CREATIVO:

¿genialidad o aprendizaje?

En este apartado se plantean algunas cuestiones que aluden a la dificultad de

profundizar en esta actividad preponderantemente intuitiva y que se centran,

principalmente, en el análisis de su naturaleza y, por ende, en la viabilidad de

su comprensión y aplicación. Esta dificultad, constatada por la mayoría de

autores, de estudiar la naturaleza de la creatividad conduce a algunos de ellos

a tratar de afrontar dicha tarea mediante la clasificación de las escuelas más

relevantes del pensamiento creativo; sin embargo, como habitualmente ocurre,

tampoco existe unanimidad a la hora de realizar dicha clasificación, utilizando

para ello a su vez diferentes criterios. De entre ellos nos parece especialmente

interesante apuntar el criterio de clasificación utilizado por De la Torre (1982),

que parte de los cuatro elementos básicos desde los que se intenta explicar el

fenómeno creativo (producto, proceso, personas y contexto), conjugando los

mismos en un modelo que denomina “armonización holística” en un intento de

integrar simultáneamente todos los factores implicados.

Sobre la base, principalmente del criterio utilizado por De la Torre, e incluyendo

las aportaciones de distintos autores, concretaremos en cinco grupos las

principales teorías existentes, agregando asimismo a los cuatro criterios

básicos de estudio, un último conjunto de aportaciones que, como la del

mencionado autor, a nuestro juicio tratan de integrar las diferentes perspectivas

en una visión global, más amplia y polifacética, que desarrollaremos dentro del

marco teórico de la Teoría General de Sistemas.

Esta recopilación de enfoques muestra la diversidad de opiniones, unas

opuestas y otras complementarias, que se defienden en materia de creatividad;

compilación que realizamos sin el ánimo de ser exhaustivos y reconociendo

que muchas de las teorías referenciadas bien podrían clasificarse en más de

un apartado por la variedad de matices que incorporan.

Al reflexionar sobre las múltiples manifestaciones referenciadas no podemos

por más que asumir que, en definitiva, no existen pensamientos unánimemente

aceptados ni verdades absolutas en el tema que nos ocupa. Es muy poco lo

que se sabe y lo poco que se sabe es muy incierto, por lo que, como punto de

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partida, nos inclinamos por no renunciar a ningún enfoque por particular que

parezca y aprovechar la aportación sinérgica de su consideración conjunta. De

hecho, gran parte de los avances en el campo de la psicología de la creatividad

proceden de la síntesis de todos los enfoques (King y Anderson, 2002). Por

otra parte, tratar de inquirir en las mentes de los individuos, en la forma de

manejar sus conocimientos y en el mundo de las actitudes, es sumergirnos en

un mundo altamente complejo y de difícil discernimiento. Teniendo en cuenta

esta doble problemática, podríamos hablar de creatividad en los mismos

términos que Fernández (1991, p. 165), quien hace referencia al paradigma

quizaísta de la creatividad, según el cual “se han de incluir estrategias y

tácticas que tal vez desarrollen innovaciones o quizás hagan sentirse más

creativos”.

Sin olvidar esta última opinión, el interés en aplicar las distintas aportaciones

del pensamiento creativo al ámbito empresarial nos conduce en primer lugar a

valorar el proceso que se ha de seguir para llegar al acto creativo que dé, como

consecuencia, el resultado innovador. De forma más concreta, cabe destacar

determinados aspectos de la teoría conductista que, partiendo del

funcionamiento mecánico de la mente, defiende que la actividad de ésta puede

ser controlada desde fuera mediante la conveniente aplicación de

reforzamientos, por lo que podría potenciarse la creatividad reforzando aquellas

respuestas alejadas de las comunese

En relación con el planteamiento genérico de la posibilidad de incidir o, cuando

menos, comprender la actividad creativa, la posición más extrema sostiene que

no hay necesidad de estudiar ni explicar la creatividad, pues ésta, considerada

como la capacidad para aportar algo nuevo, no existe, sino que o bien se

reduce a la reconstrucción de algo antiguo o, si realmente es nuevo, se ha

producido accidental o de manera aleatoria (Barron, 1976; Watson, 1958).

Menos tajantes, la mayoría de autores tratan de acercarse a la interpretación

del fenómeno creativo, centrándose entonces el debate en su consideración

como una característica humana innata frente a la posibilidad de ser adquirida

o aprendida.

Los estudios llevados a cabo sobre este último tema de debate no han

proporcionado conclusiones sólidas, lo que lleva a algunos investigadores

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(Cano, 1996; Comella, 1989; Vernon, 1989) a defender, desde una postura

escéptica, que cualquier intento de desarrollar la creatividad es inútil si la

persona no tiene esa cualidad innata, entendiendo que la misma encuentra su

fundamento en la “genialidad”. Es decir, se puede aprovechar el potencial

creativo pero no crearlo, por lo que naturaleza y fomento, más que oponerse,

se complementan.

En este orden de ideas, Ray (1987) entiende que en un sentido estricto no se

puede enseñar a ser creativo, ya que la creatividad es idiosincrásica al

individuo, por lo que se deben establecer procedimientos, situaciones o cursos

que conduzcan a los individuos a experimentar su creatividad. Es decir, se

puede enseñar en breve espacio de tiempo la resolución creativa de problemas

con algoritmos o reglas lógicas, pero la esencia creativa, entendida como un

recurso interno, es más amplia y profunda que el dominio de unas técnicas de

resolución de problemas; va más allá. En tal sentido, defiende un proceso de

aprendizaje heurístico más que algorítmico, que permita a cada individuo

descubrir su potencial creativo.

A pesar de lo anterior, gran número de expertos (Amabile, 1983; Bransford y

Stein, 1992; Colom, 1982; Griéger, 1978; Hanks, 1992; Kabanoff y Bottger,

1991; Marín y De La Torre, 1991; Stein, 1974; Weisberg, 1987), rubricando una

posición más flexible, parten de considerar que todas las personas somos, en

principio y en un grado u otro, creativas. Sin embargo, por distintas razones,

sobre todo educacionales y sociales, perdemos o, al menos, no desarrollamos

esa capacidad. Asumiendo esta hipótesis, con un adecuado entrenamiento

(sobre todo en el uso de determinadas técnicas originales de resolución de

problemas), con estímulo suficiente y condiciones determinadas del medio,

podríamos aprender a ser creativos.

La idoneidad de utilizar este enfoque de proceso se deduce de la premisa

implícita en el mismo y que supone el hecho de que la creatividad puede ser

enseñada con un correcto programa de entrenamiento, lo que hace que sea

uno de los enfoque más populares entre los directivos de empresas (Tan,

1998). Esto nos permite admitir, en principio, la posibilidad de desarrollar la

actividad creadora y, a partir de ahí, introducirnos en su problemática.

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En segundo lugar, el establecimiento de los programas de entrenamiento de la

creatividad en las empresas nos conduce a defender la idea de que para

formular un modelo teórico coherente de la creatividad en el lugar de trabajo,

es necesario contemplar la misma desde la perspectiva contextual. Bajo tal

consideración cobrará importancia el análisis del clima o ambiente laboral, la

estructura empresarial y el comportamiento de los individuos en la

organización, tanto a la hora de realizar su trabajo individual como

construyendo las características ambientales que permitan realizar el mismo

adecuadamente (Mumford y Simonton, 1997).