Agustín comenta el NT

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SAN AGUSTN COMENTA EL NUEVO TESTAMENTO(Seleccin, especialmente de sus Sermones)Seleccionado de Mercab Mc 5, 21-43: La Iglesia de la gentilidad Por lo que hemos dicho, hermanos amadsimos, seamos miembros de aquella de quien era figura la hemorroisa. Decimos que era figura de la Iglesia de los gentiles, pues el Seor iba a resucitar a la hija del jefe de la sinagoga. La hija del jefe de la sinagoga simboliza al pueblo judo. Segn sus propias palabras, el Seor no vino ms que al pueblo judo: No he sido enviado ms que a las ovejas que perecieron de la casa de Israel (Mi 15,24). Vino l como a la hija del jefe de la sinagoga. Entonces, viniendo de no s dnde, se interpuso aquella mujer, desconocida, porque ignoraba, y toc al Seor con fe diciendo: Si tocare la orla de su vestido quedar sana. La toc y fue sanada. Sufra una enfermedad detestable: flujo de sangre. Todos aborrecen tanto el orlo como el padecerlo. Aborrecen el flujo de sangre en el cuerpo; no lo sufran, por tanto, en el corazn. La enfermedad ha de evitarse con mayor motivo en el corazn. Ignoro de qu manera se alej de ella la maldad del alma, pasando a la morada que habita. El seor, es decir, el alma, quiere que se cure su flujo corporal, o sea, su cuerpo, en vez de preferir que sea curado quien habita la casa, es decir, ella misma. Quin saca provecho de una casa de mrmol y artesonados, si el padre de familia no est sano? Qu he dicho? De qu sirve un cuerpo sano e inclume donde est enferma el alma que es quien habita el cuerpo? Traspasado al alma, el flujo de la sangre es la lujuria. Como los avaros son semejantes a los hidrpicos -tienen ansias de beber-, as los prdigos son semejantes al flujo de sangre. Los avaros, en efecto, se fatigan apeteciendo; los prdigos gastando. All hay apetito, aqu hay flujo; pero ambas cosas matan. Es necesario recurrir al mdico que vino a sanar las enfermedades de las almas. Por esto mismo quiso sanar las enfermedades de los cuerpos: para manifestarse como salvador del alma, porque de ambas cosas es creador. En efecto, l es creador del alma igual que del cuerpo. Quiso, por tanto, llamar la atencin del alma, para que sanase interiormente, por ese motivo cur el cuerpo: en el cuerpo se significaba el alma, de manera que lo que sta vea que Jess obraba exteriormente, haba de desear que lo obrase interiormente. Cul fue la obra de Dios? Cur el flujo de sangre, cur al leproso, cur al paraltico. Todas son enfermedades del alma. La cojera y la ceguera: pues todo el que no camina de forma recta por el camino de la vida, cojea. Es ciego asimismo quien no confa en Dios. El prdigo padece flujo de sangre, y todo el que es inconstante y mendaz tiene manchas de lepra. Es necesario que lo sane por dentro aquel que san

exteriormente, para que se desee la sanacin interior. Esta mujer, pues, padeca flujo de sangre y qued curada de la enfermedad de la carne por la que perda todas sus fuerzas. Del mismo modo el alma gasta todas sus energas, buscando los deseos carnales. Esta mujer consumi en mdicos todos sus haberes, segn est escrito. De idntica manera, la desdichada iglesia de los gentiles, buscando la felicidad, buscando poseer ms fuerzas o buscando la medicina, cunto no haba gastado en falsos mdicos: astrlogos, echadores de suertes, posedos del espritu maligno y adivinos de los templos? Todos prometen la salud, pero no pueden otorgarla. Ni ellos la tienen para poder darla. Haba gastado toda su fortuna y no haba curado. Dijo para s: Tocar su orla. La toc y qued curada. Investiguemos qu es la orla del vestido. Est atenta vuestra caridad. En el vestido del Seor estn significados los apstoles, adheridos a l. Averiguad qu apstol fue enviado a los gentiles. Hallaris que el enviado fue el apstol Pablo, pues la mayor parte de su actividad la constituy el apostolado entre los gentiles. Por tanto, la orla del vestido es el apstol Pablo, el enviado a ellos, porque l fue el ltimo de los apstoles. No es la orla del vestido lo ltimo y lo ms bajo? Una y otra cosa dice de s el Apstol: Yo soy el ltimo de los apstoles (1 Cor 15,8) y Soy el menor de los apstoles (1 Cor 15,9). Es el ltimo, el menor. Tal es la orla del vestido. Y la Iglesia de los gentiles, al igual que la mujer que toc la orla, padeca flujo de sangre. La toc y qued sana. Toquemos tambin nosotros, es decir, creamos para poder ser sanados. Sermn 63 A, 2-3

Mc 6,30-34: Mientras vivas entre los hombres, no podrs separarte del gnero humano A qu pensis, hermanos, que se debe el que los desiertos se hayan llenado de siervos de Dios? Se hubiesen apartado de los hombres, si les hubiese ido bien entre ellos? Y, sin embargo, qu hacen ellos mismos? He aqu que en su fuga se alejan y establecen su morada en el desierto; pero acaso cada uno aislado de los dems? La caridad los retiene, para que se queden en compaa de otros muchos. Y entre esos muchos hay quienes someten a prueba a los dems, pues en toda asamblea multitudinaria se halla inevitablemente gente mala. Dios que sabe que nosotros hemos de ser sometidos a prueba, mezcla con nosotros a otros que no han de perseverar, o tan hbiles en la simulacin que ni siquiera han entrado en el camino en el que deberan perseverar. l sabe que es necesario para nosotros el soportar a los malos, para que as progrese nuestro ser buenos. Amemos a los enemigos, corrijmoslos, castigumoslos, excomulgumoslos y separmoslos de nosotros con amor. Ved lo que dice el Apstol: Si alguno no obedece a nuestra palabra manifestada en esta carta, sealadle y no os mezclis con l. Mas, para que no se introduzca por eso en ti la ira y turbe tu vista, aadi: No lo consideris como enemigo; antes bien, corregidle como a un hermano, para que sienta vergenza (2 Tes 3,14). No

cort el amor a aquel de quien orden la separacin. Vive aquel ojo, vive tu vida. En efecto, el perder el amor significa la muerte para ti. Este amor temi perder quien dijo: Me sobrevino el miedo a la muerte (Sal 54,5). En consecuencia, para no perder el camino del amor, quin me dar alas como de paloma y volar y descansar? (Sal 54,8). Adnde has de ir? Adnde has de volar? Dnde descansars? He aqu que en mi fuga me alej y establec mi morada en el desierto. En qu desierto? Adondequiera que vayas, se te unirn los dems, se encaminarn contigo al desierto, simularn vivir tu misma vida, sin que t puedas rechazar la compaa de los hermanos; se mezclarn contigo tambin los malos; an debes ser sometido a prueba. He aqu que en mi fuga me alej y establec mi morada en el desierto (Sal 54,9). En qu desierto? Quiz en la conciencia, adonde no entra hombre alguno, donde nadie est contigo, donde ests t y Dios. Pues si entiendes por desierto algn lugar, qu hars de aquellos que se renen contigo? Mientras vivas entre los hombres, no podrs vivir separado del gnero humano. Fjate ms bien en aquel consolador, nuestro Seor y rey, nuestro emperador y creador, hecho criatura tambin entre nosotros; fjate que entre los doce mezcl uno a quien tuvo que tolerar. Comentario al salmo 54,9

Mc 7, 1-8a. 14-15. 21-23. Se pregunta por lo que eres ante Dios, no por lo que apareces ante los hombres Hemos escuchado en el evangelio que slo contamina al hombre lo que sale de su boca. Si en esta frase nos referimos a la boca en sentido fsico nos hallaremos ante un absurdo y una gran necedad. De hecho deberamos concluir que el hombre no se contamina comiendo, y s vomitando, dado que el Seor dice: No contamina lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella (Mt 15,19-20). En consecuencia, no te haras impuro al comer y si al vomitar? No te haras impuro al beber y s al escupir? De hecho, cuando escupes sale algo de tu boca, mientras que, cuando bebes entra algo. Qu quiso decir el Seor con estas palabras: No contamina lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella? Otro evangelista narra, en idntico contexto, cules son las cosas que salen de la boca, para que entiendas que l no se refera a la boca del cuerpo, sino a la del corazn. Dice, en efecto: Pues del corazn salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los homicidios, las blasfemias. stas son las cosas que manchan al hombre: el comer con las manos sin lavar no mancha al hombre (Mt 15,1-20; Mc 7,5-23). En qu sentido, hermanos mos, salen esas cosas de la boca, sino es en cuanto salen del corazn, como dice el Seor mismo? Esas cosas no nos manchan cuando las hablamos. Pues, qu acontece si uno no habla, pero piensa el mal? Ser puro porque ninguna palabra sali de su boca? Dios, en cambio, ya oy lo que sali de su corazn. Fijaos, pues, hermanos; prestad atencin a lo que os digo. Nombro el hurto; acabo

de mencionar la palabra hurto; acaso me ha contaminado el hurto, por haber pronunciado la palabra? Ved que sali de mi boca, pero no me hizo inmundo. Sin embargo, el ladrn sale en la noche., no pronuncia palabra y con sus obras se hace inmundo. Y no slo no habla, sino que oculta el crimen en el mximo silencio; hasta tal punto teme que se oiga su voz, que evita hasta el ruido de sus pasos. Acaso es puro por el hecho de que calla de esa manera? An dir ms, hermanos mos. Imaginaos que an est acostado en su cama, que an no se ha levantado para cometer el hurto; est despierto esperando que los hombres cojan el sueo: ya grita a Dios, ya es ladrn, ya es inmundo, ya sali el crimen de su boca interior. Cundo sale el crimen de la boca? Cuando la voluntad se determina a obrar. Decidiste hacerlo: ya lo has dicho, ya lo has hecho. Si no llevas a cabo la accin en el exterior, quiz la vctima no mereca perder lo que t estabas dispuesto a quitarle; l nada perdi, pero t sers condenado por ladrn. Decidiste dar muerte a un hombre: lo dijiste en tu corazn, son el homicidio procedente de tu boca interior; el hombre vive an, pero t ya eres castigado como homicida. Se pregunta por lo que eres ante Dios, no por lo que apareces ante los hombres. En verdad sabemos y debemos conocer y retener que el corazn tiene boca y lengua. La misma boca se llena de gozo; en esa misma boca oramos interiormente a Dios, cuando, aunque tengamos cerrados los labios, est abierta nuestra conciencia. Hay silencio, pero grita el corazn. A qu odos? No a los del hombre, sino a los de Dios. Vive tranquilo; oye aquel que se compadece. Por el contrario, no te quedes tranquilo cuando salen de tu boca cosas malas, aunque no las oiga hombre alguno: las oye quien condena. A Susana no la oan los jueces inicuos; callaba, pero oraba. Los hombres no oan su voz, pero su corazn gritaba a Dios (Dn 13,35ss). Acaso no mereci ser escuchada, por el hecho de que su voz no sali por la boca del cuerpo? Fue escuchada, aunque ningn hombre supo cundo or. Por tanto, hermanos, considerad qu tenemos en la boca interior. Examinad vuestro interior para no decir nada malo all dentro, y as no hacer nada malo fuera. En efecto, el hombre no puede hacer exteriormente, sino lo que ha dicho en su interior. Guarda la boca del corazn del mal y sers inocente; ser inocente tu lengua corporal, sern inocentes tus manos; sern tambin inocentes tus pies, tus ojos, tus odos. Todos tus miembros servirn a la justicia, si posee tu corazn el emperador justo. Comentario al salmo 125,7-8.

Mc 7,31-37: Si hay un buen cantor hay un buen instrumento Una vida slo la hace buena un buen amor. Elimnese el oro de los asuntos humanos; mejor, haya oro a fin de que sirva de prueba para los asuntos humanos. Crtese la lengua humana, porque hay quienes blasfeman contra Dios. Cmo habr entonces quienes le alaben? Qu te hizo la lengua? Si hay un buen cantor hay un buen instrumento. Tenga la lengua un alma buena: hablar el bien, pondr de acuerdo a quienes no lo estn, consolar a los que lloran, corregir a los

derrochadores y pondr un freno a los iracundos; Dios ser alabado, Cristo ser recomendado, el alma se inflar de amor, pero divino, no humano; espiritual, no carnal. Todos estos bienes son producto de la lengua. Por qu? Porque es buena el alma de que se sirve la lengua. Tenga la lengua un hombre malo: aparecern los blasfemos, litigantes, calumniadores y delatores. Males todos que proceden de la lengua, porque es malo quien la utiliza. Sermn 311,11

Mc 9,37-42: Intentas sobornar a Cristo juez Nada has trado a este mundo, y por eso mismo nada podrs llevarte de l. Enva hacia arriba lo que has encontrado y no lo perders. Dselo a Cristo. l quiso recibir aqu abajo. Dndoselo a Cristo, vas a perderlo? No lo pierdes si lo confas a tu criado, y vas a perderlo si lo confas a Cristo? No pierdes, si lo confas a tu criado, lo que has adquirido, y vas a perder lo que has recibido de Dios? Cristo quiso padecer necesidad en este mundo, y todo por nosotros. Cristo pudo alimentar a cuantos pobres veis, del mismo modo que mediante el cuervo aliment a Elas. Sin embargo, tambin a l le quit el cuervo para que fuera alimentado por la viuda. El que fuera alimentado por la viuda no fue de provecho para Elas, sino para la viuda (3 Re 17,6). Luego cuando Dios empobrece a algunos, no queriendo que posean, lo hace para probar a los ricos. As est escrito: Los pobres y los ricos se encontraron. Dnde se encontraron? Aqu; en esta vida. Ambos nacieron, salieron al encuentro y se encontraron. Quin hizo a los dos? El Seor (Prov 22,2). Hizo al rico para que ayudara al pobre; al pobre para probar al rico. Cada cual obre segn sus posibilidades. No de modo que l mismo se halle en dificultad. No queremos esto. Lo que t tienes de superfluo es necesario a otro. Acabis de orlo cuando se lea el evangelio: Quienquiera que d un vaso de agua fra a uno de mis pqueos por causa ma, no quedar sin recompensa (Mt 10,42). Cristo puso en venta el reino de los cielos y cifr su precio en un vaso de agua fra. Cuando es un pobre quien da limosna, basta que d un vaso de agua fra. Quien ms tiene, ms d. As lo hizo la viuda de las dos monedas. Zaqueo dio la mitad de sus bienes y reserv la otra mitad para cancelar sus fraudes. La limosna aprovecha siempre a quienes cambiaron de gnero de vida. Das a Cristo pobre para redimir tus pecados pasados. Pero si el motivo de tu donacin es para poder seguir pecando impunemente, no slo alimentas a Cristo, sino que intentas sobornarlo en cuanto juez. Dad limosna, s; mas para que vuestras oraciones sean escuchadas y para que Dios os ayude a cambiar vuestra vida por otra mejor. Por lo tanto, los que cambiis de vida, cambiadla mejorndola. Por vuestras limosnas y oraciones brrense vuestros pecados pasados y lleguen a vosotros los sempiternos bienes futuros. Sermn 39,6

Mc 10,32-45: No fueron reprendidos en su deseo, pero s encaminados hacia un orden Dos discpulos de nuestro Seor, los santos y magnficos hermanos Juan y Santiago, segn leemos en el evangelio, desearon que el Seor les concediese el sentarse en su reino uno a la derecha y otro a la izquierda. No anhelaron ser reyes de la tierra, no desearon que les otorgase honores perecederos, ni que los colmase de riquezas; no desearon verse rodeados de numerosa familia, ni ser respetados por sbditos, ni ser halagados por aduladores; sino que pidieron algo grande y estable: ocupar unos asientos imperecederos en el reino de Dios. Gran cosa era la que desearon! No fueron reprendidos en su deseo, pero s encaminados hacia un orden. El Seor vio en ellos un deseo de grandeza y se dign ensearles el camino de la humildad, como dicindoles: Daos cuenta de lo que apetecis, daos cuenta de que yo estoy con vosotros; y yo, que os hice y descend hasta vosotros, llegu hasta humillarme por vosotros. Estas palabras que os narro, no aparecen en el evangelio; sin embargo expreso el sentido de lo que en l se lee. Os invito ahora a leer las palabras exactas que all se hallan, para que veis de dnde han salido las que os he dicho. Una vez que el Seor escuch la peticin de los hermanos, les dijo: Podis beber el cliz que yo he de beber? (Mt 20,22). Vosotros deseis sentaros a mi lado, pero debis contestarme antes a lo que os pregunto: Podis beber el cliz qu yo he de beber? No os resulta amargo el cliz de la humildad, a vosotros que buscis los puestos de grandeza? Donde se impone un precepto duro, hay siempre un gran consuelo. Los hombres se niegan a beber el cliz de la pasin, el cliz de la humillacin. Anhelan las cosas sublimes? Amen ante todo las humildes. Partiendo de lo humilde se llega a lo sublime. Nadie construye un edificio elevado, si no ha puesto bien los cimientos. Hermanos mos! Considerad tranquilamente estas cosas; instruos y afianzaos en la fe para que veis el camino que debis recorrer hasta alcanzar lo que deseis. Conozco y s sobradamente que ninguno de vosotros rechaza la inmortalidad, la eterna sublimidad, as como el llegar a conseguir la compaa de Dios. Todas lo deseamos. Veamos, pues, por dnde hemos de llegar hasta ellas, ya que amamos el lugar a donde nos encaminamos. Dije, pues: el que ha de edificar una casa de heno, temporal, no se preocupa de cavar un cimiento firme. Si, por el contrario, desea levantar un gran edificio, de gran consistencia y larga duracin, ante todo pone su mirada y atencin en los cimientos que ha de cavar y no a la altura que ha de alcanzar; y cuanto ms elevada haya de ser la cspide del edificio, tanto ms profundas han de ser las zanjas de los cimientos. Quin no quiere ver sus mieses altas? Antes de conseguirlas, debe remover la tierra profundamente para echar la simiente. El que ara surca las profundidades de la tierra. El que ara profundiza el surco para que crezca la mies. Cuanto ms altos y ms esbeltos son los rboles, tanto ms profundas tienen las races, porque toda altura procede de la profundidad. Oh hombre! T tenas miedo a soportar las afrentas de la humillacin. Te conviene

beber el cliz amargo de la pasin. Tus vsceras estn irritadas, tienes inflamadas las entraas. Bebe la amargura para conseguir la salud. La bebi el mdico sano, y no la quiere beber el enfermo debilitado? El Seor dijo a los hijos de Zebedeo: Podis beber el cliz? No les dijo: Podis beber el cliz de las afrentas, el cliz de la hiel, el cliz del vinagre, el cliz amargusimo, el cliz repleto de ponzoa, el cliz de toda clase de dolores?. De haberles dicho eso, los hubiera atemorizado en vez de animarlos. Donde hay participacin hay tambin consuelo. Por qu desdeas ese cliz, oh siervo!? El Seor lo bebi. Por qu lo desdeas, oh hombre dbil!? El sano lo bebi. Por qu lo desdeas, oh enfermo? El mdico lo bebi. Podis beber el cliz que yo he de beber? En aquel momento, ellos vidos de grandeza, ignorando sus fuerzas y prometiendo lo que todava no tenan, responden: Podemos. El Seor les replica: Beberis ciertamente mi cliz, ya que yo os concedo el que lo bebis, ya que os convertir de dbiles en fuertes, os concedo la gracia de padecer para que bebis el cliz de la humildad; pero no est en mi poder el sentaros a mi derecha o a mi izquierda, pues mi Padre lo ha dispuesto para otros (Mt 20,23). Si no se les concede a ellos, a quines otros se les concede? Si los apstoles no lo merecen, quin lo merece?... Para quines otros, oh Seor!? Si no lo recibi Juan que descans sobre el pecho del Seor; si no lo recibi el que traspas el mar, el aire, el cielo y lleg hasta la Palabra (Jn 1,1); el que traspas tantas cosas y consigui llegar hasta ti, en cuanto eres igual al Padre; si no recibi lo que pidi, quin lo recibir? El Seor es consciente de lo que haba dicho: Est dispuesto para otros. Para qu otros? Para los humildes, no para los soberbios; luego ser tambin para vosotros, si os hacis como esos otros, si deponis la soberbia y os vests de humildad. Sermn 20 A, 6-8.

Mc 10,35-45: Buscis a Cristo glorificado, volveos a l crucificado Escuchaste en el evangelio a los hijos del Zebedeo. Buscaban un lugar privilegiado, al pedir que uno de ellos se sentase a la derecha de tan gran Padre y el otro a la izquierda. Privilegiado, sin duda y muy privilegiado era el lugar que buscaban; pero dado que descuidaban el por dnde, el Seor retrae su atencin del adnde queran llegar, para que la detengan en el por dnde han de caminar. Qu les responde a quienes buscaban lugar tan privilegiado? Podis beber el cliz que yo he de beber? (Mt 20,22). Qu cliz, sino el de la pasin, el de la humildad, bebiendo el cual y haciendo suya nuestra debilidad dice al Padre: Padre, si es posible pase de m este cliz? (Mt 26,39). Ponindose en lugar de quienes rehusaban beber ese cliz y buscaban el lugar privilegiado, descuidando el camino de la humildad, dijo: Podis beber el cliz que he de beber yo? Buscis a Cristo glorificado; volveos a l crucificado. Queris reinar y ser glorificados junto al trono de Cristo; aprended antes a decir: Lejos de m el gloriarme, a no ser en la cruz de nuestro Seor Jesucristo! (Gl 6,14).

sta es la doctrina cristiana, el precepto y la recomendacin de la humildad: no gloriarse a no ser en la cruz de nuestro Seor Jesucristo. Pues no tiene nada de grande gloriarse en la sabidura de Cristo, pero s el hacerlo en la cruz. Donde encuentra el impo motivo para insultar, all ha de encontrar el piadoso su gloria. Sea idntico lo que provoca el insulto del soberbio y la gloria del cristiano. No te avergences de la cruz de Cristo; para eso recibiste su seal en la frente, la sede del pudor, por decirlo as. Piensa en tu frente para no temer la lengua ajena. Sermn 160,5.

Mc 10,46-52: Amad a Cristo; desead la luz que es Cristo Amad a Dios, puesto que nada encontraris mejor que l. Amis la plata porque es mejor que el hierro y el bronce; amis el oro ms todava, porque es mejor que la plata; amis an ms las piedras preciosas, porque superan incluso el precio del oro; amis, por ltimo esta luz que teme perder todo hombre que teme la muerte; amis, repito, esta luz igual que la deseaba con gran amor quien gritaba detrs de Jess: Ten compasin de m, hijo de David. Gritaba el ciego cuando pasaba Jess. Tema que pasara y no lo curara. Cmo gritaba? Hasta el punto de no callar, aunque se lo ordenaba la muchedumbre. Venci, oponindose a ella, y obtuvo al Salvador. Al vocear la muchedumbre y prohibirle gritar, se par Jess, lo llam y le dijo: Qu quieres que te haga? Seor -le dijo- que vea. Mira, tu fe te ha salvado (Lc 18,38-42). Amad a Cristo, desead la luz que es Cristo. Si aqul dese la luz corporal, cunto ms debis desear vosotros la del corazn! Gritemos ante l, no con la voz, sino con las costumbres. Vivamos santamente, despreciemos el mundo; consideremos como nulo todo lo que pasa. Si vivimos as nos reprendern, como si lo hicieran por amor nuestro, los hombres mundanos, amantes de la tierra, saboreadores del polvo, que nada traen del cielo, que no tienen ms aliento vital que el que respiran por la nariz, sin otro en el corazn. Sin duda, cuando nos vean despreciar estas cosas humanas y terrenas, nos han de recriminar y decir: Por qu sufres? Te has vuelto loco?. Es la muchedumbre que trata de impedir que el ciego grite. Y hasta son cristianos algunos de los que impiden vivir cristianamente; en efecto, tambin aquella turba caminaba al lado de Cristo y pona obstculos al hombre que vociferaba junto a Cristo y deseaba su luz como regalo del mismo Cristo. Hay cristianos as; pero venzmoslos, vivamos santamente; sea nuestra vida nuestro grito a Cristo. l se parar, puesto que ya est parado. Tambin aqu se encierra un gran misterio. Pasaba l cuando el ciego gritaba; para sanarlo se par. El pasar de Cristo ha de mantenernos atentos para gritar. Cul es el pasar de Cristo? Todo lo que sufri por nosotros es su pasar. Naci: pas; acaso nace todava? Creci: pas; acaso crece todava? Tom el pecho: acaso lo toma todava? Cansado se durmi, acaso duerme todava? Comi y bebi: lo hace todava? Finalmente fue apresado, encadenado, azotado, coronado de espinas,

abofeteado, cubierto de esputos, colgado del madero, muerto, herido con la lanza y, sepultado, resucit: todava pasa. Subi al cielo, est sentado a la derecha del Padre: se par. Grita cuanto puedas, que ahora te otorga la visin. En efecto, cuando era la Palabra junto a Dios estaba parado ciertamente, porque no sufra mutacin alguna. Y la Palabra era Dios y la Palabra se hizo carne (Jn 1,1.14). La Palabra hizo muchas cosas al pasar y tambin las sufri, mas la Palabra se mantuvo parada. La misma Palabra es la que ilumina el corazn, puesto que la carne que recibi recibe su honor de la Palabra. Elimina la Palabra, qu es su carne? Lo mismo que la tuya. Para que la carne de Cristo fuese honrada, la Palabra se hizo carne y habit entre nosotros. Gritemos, pues, y vivamos santamente. Sermn 349,5-6. Todo nuestro esfuerzo ha de tender a sanar el ojo del corazn con que ver a Dios Todo nuestro esfuerzo, hermanos, en esta vida ha de consistir en sanar el ojo del corazn con que ver a Dios. Con esta finalidad se celebran los sacrosantos misterios; con esta finalidad se predica la palabra de Dios; a esto van dirigidas las exhortaciones morales de la Iglesia, es decir, las que miran a corregir las costumbres, a enmendar las apetencias de la carne, a renunciar a este mundo, no slo de palabra, sino tambin con un cambio de vida; a esta finalidad va encaminado todo el actuar de las Escrituras divinas y santas, para que se purifique nuestro interior de lo que impide la contemplacin de Dios. Este ojo ha sido hecho para ver esta luz temporal y, aunque celeste, corporal y visible no slo al hombre, sino tambin a los animales ms viles -para eso fue, hecho: para ver esta luz-,sin embargo, si le cayera o le fuese arrojado algo que le estorbe, se aparta de la luz, y aunque ella lo invada con su presencia, l se retira y se hace ausente. No slo se hace ausente con su perturbacin a la luz presente, sino que hasta le resulta penosa la luz misma, para ver la cual ha sido hecho. De idntica manera, el ojo del corazn perturbado y daado se aparta de la luz de la justicia y ni se atreve ni es capaz de contemplarla. Qu es lo que perturba al ojo del corazn? La codicia, la avaricia, la iniquidad, la concupiscencia del mundo es lo que turba, cierra y ciega el ojo del corazn. Y como se busca el mdico cuando el ojo de la carne est daado; cmo no se difiere el abrir y purgar, para que sane lo que hace que veamos esta luz! Se corre, nadie descansa, nadie se retarda, aunque solo una pajita caiga en el ojo. Sin duda, fue Dios quien hizo el sol que queremos ver cuando los ojos estn sanos. Ciertamente es mucho ms brillante quien lo hizo, pero no es siquiera de este gnero de luz que corresponde al ojo de la mente. Aquella luz es la Sabidura eterna. Dios te hizo a ti, oh hombre, a su imagen. Dndote con qu ver el sol que l hizo, no te iba a dar con qu ver a quien te hizo, habindote hecho a su imagen? Tambin te dio esto; te dio lo uno y lo otro. Porque si mucho es lo que amas estos ojos exteriores, mucho tambin lo que descuidas aquel interior; lo llevas cansado y herido. Si quien te fabric quisiera mostrrsete, te causara dolor; es un tormento para tu ojo, antes de ser sanado y curado. Pues hasta en el paraso pec Adn y se escondi de la presencia de Dios. Mientras tena el corazn sano por la pureza de conciencia, se gozaba en la presencia de Dios; despus que, por el pecado, su ojo qued daado,

comenz a temer la luz divina, se refugi en las tinieblas y en la densidad del bosque, huyendo de la verdad y ansiando la oscuridad. Sermn 88,5-6

Mc 14,12-16.22-24: Comed el vnculo que os une, bebed vuestro precio Cristo nuestro Seor que en su pasin ofreci por nosotros lo que haba tomado de nosotros en su nacimiento, constituido prncipe de los sacerdotes para siempre, orden que se ofreciera el sacrificio que estis viendo, el de su cuerpo y sangre. En efecto, de su cuerpo, herido por la lanza, brot sangre y agua, mediante la cual borr los pecados del mundo. Recordando esta gracia, al hacer realidad la liberacin de vuestros pecados, puesto que es Dios quien la realiza en vosotros, acercaos con temor y, temblor a participar de este altar. Reconoced en el pan lo que colg del madero, y en el cliz lo que man del costado. En su mltiple variedad, aquellos antiguos sacrificios del pueblo de Dios figuraban a este nico sacrificio futuro. Cristo mismo es, a la vez, cordero por la inocencia y sencillez de su alma, y cabrito por su carne, semejante a la carne de pecado. Todo lo anunciado de muchas y variadas formas en los sacrificios del Antiguo Testamento se refiere a este nico sacrificio que ha revelado el Nuevo. Recibid, pues, y comed el cuerpo de Cristo, transformados ya vosotros mismos en miembros de Cristo, en el cuerpo de Cristo; recibid y bebed la sangre de Cristo. No os desvinculis, comed el vnculo que os une; no os estimis en poco, bebed vuestro precio. A la manera como se transforma en vosotros cualquier cosa que comis o bebis, transformaos tambin vosotros en el cuerpo de Cristo viviendo en actitud obediente y piadosa. Cuando se acercaba ya el momento de su pasin y estaba celebrando la pascua con sus discpulos, l bendijo el pan que tena en sus manos y dijo: Esto es mi cuerpo que ser entregado por vosotros (1 Cor 11,24). Igualmente les dio el cliz bendecido, diciendo: sta es mi sangre de la nueva alianza, que ser derramada por muchos para el perdn de los pecados (Mt 26,28). Estas cosas las leais en el evangelio o las escuchabais, pero ignorabais que esta eucarista era el Hijo; ahora, en cambio, rociado vuestro corazn con la conciencia limpia y lavado vuestro cuerpo con el agua pura, acercaos a l y seris iluminados y vuestros rostros no se avergonzarn (Sal 33,6). Si recibs santamente este sacramento que pertenece a la nueva alianza y os da motivo para esperar la herencia eterna, si guardis el mandamiento nuevo de amaros unos a otros, tendris vida en vosotros, pues recibs aquella carne de la que dice la Vida misma: El pan que yo dar es mi carne para la vida del mundo (Jn 6,52) y quien no coma mi carne y beba mi sangre, no tendr vida en s. Teniendo, pues, vida en l, seris una carne con l. En efecto, este sacramento no ofrece el cuerpo de Cristo de forma que conlleve el estar separados de l. El Apstol recuerda que esto se halla predicha ya en la Sagrada Escritura: Sern dos en una misma carne. Misterio grande es este, dice, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia

(Ef 5,31-32). En otro lugar dice tambin respecto a esta Eucarista: Siendo muchos, somos un nico pan, un nico cuerpo (1 Cor 10,17). Comenzis, pues, a recibir lo que ya habis comenzado a ser, si no lo recibis indignamente, para no comer y beber vuestra propia condenacin. Dice as. Quien come el pan y bebe el cliz del Seor indignamente, ser reo del cuerpo y de la sangre del Seor. Examnese el hombre a s mismo, y luego coma del pan y beba del cliz, pues quien come y bebe indignamente, come y bebe su condenacin (1 Cor 11,27-29). Lo recibis dignamente si os guardis del fermento de las doctrinas perversas, de forma que seis panes cimos de sinceridad y de verdad (1 Cor 5,8); o si conservis aquel fermento de la caridad que oculta la mujer en tres medidas de harina hasta que fermente toda la masa (Le 13,21). Esta mujer es la sabidura de Dios, aparecida en carne mortal gracias a una virgen, que sembr su evangelio en toda la tierra, que restaur despus del diluvio a partir de los tres hijos de No cual si fuesen las tres medidas dichas hasta que fermentase la totalidad. sta es la totalidad que en griego se dice holon, donde estaris si guardis el vnculo de la paz segn la totalidad, que en griego recibe el nombre de catholon, de donde viene el nombre de catlica. Sermn 228 B, 2-5

Mt 1,18-24: Jos padre de Jess, no por obra de la carne, sino por la del amor El que las generaciones se cuenten por la lnea de Jos y no por la de Mara no debe ser motivo de preocupacin. De ello ya se ha hablado bastante. Del mismo modo que ella fue madre sin concupiscencia carnal, as tambin l fue padre sin unin carnal. Por l pueden descender o ascender las generaciones. No lo apartemos porque le falt la concupiscencia carnal. Su mayor pureza reafirme su paternidad, no sea que nos lo reproche la misma santa Mara. Ella no quiso anteponer su nombre al del marido, sino que dijo: Tu padre y yo te estbamos buscando con dolor (Lc 2,48). No hagan, los perversos murmuradores lo que no hizo la casta esposa. Computemos, pues, por la lnea de Jos, porque como es marido casto, as es igualmente casto padre. Pero antepongamos el varn a la mujer segn el orden de la naturaleza y de la ley de Dios. Si, apartndole a l, ponemos a Mara en su lugar, dir y con razn: Por qu me habis separado? Por qu no suben o bajan por m las generaciones?. Acaso ha de respondrsele: Porque t no lo engendraste con la obra de tu carne? Pero l replicar: Acaso ella le dio a luz por la obra de la carne? La accin del Espritu Santo recay sobre los dos. Siendo, dice, un hombre justo. Justo era el varn, justa la mujer. El Espritu Santo que reposaba en la justicia de ambos, a ambos les dio el hijo. Pero obr en el sexo al que le corresponda dar a luz lo que al nacer sera tambin para el marido. As, pues, el ngel ordena a los dos que impongan el nombre al nio, con lo que se manifiesta que ambos tienen autoridad paterna. Pues estando todava mudo Zacaras, la madre

impuso el nombre al hijo que le haba nacido. Y cuando los all presentes preguntaron por seas al padre cmo quera que se llamase, tomando las tablillas escribi lo mismo que ella haba dicho. Se dice tambin a Mara: He aqu que vas a concebir a un hijo y le pondrs por nombre Jess (ib., 31). Y a Jos: Jos, hijo de David, no temas acoger a Mara como tu esposa, porque lo que en ella ha nacido es del Espritu Santo. Dar a luz un hijo al que pondrs por nombre Jess: l salvar a su pueblo de todos sus pecados (Mt 1,20.21). Se afirma tambin: Y le dio a luz un hijo (Lc 2,7), con lo que se le reconoce como padre, no por obra de la carne, sino por la del amor. De esta manera es l padre. Con suma cautela y prudencia, pues, cuentan los evangelistas las generaciones por su lnea, tanto Mateo descendiendo desde Abrahn hasta Cristo, como Lucas ascendiendo desde Cristo hasta Dios, pasando por Abrahn. Uno las cuenta en lnea ascendente, otro en lnea descendente, pero ambos pasan por Jos. Por qu? Porque era padre. Cmo es que era padre? Porque su paternidad era tanto ms autntica cuanto ms casta. Ciertamente era considerado como padre de nuestro Seor Jesucristo, pero de otra manera, es decir, no como los dems padres que engendran en la carne y reciben hijos por cauce distinto al solo afecto espiritual. Lucas dice tambin: Se le crea padre de Jess (ib. 3,23). Por qu se le crea as? Porque la opinin y juicio de los hombres se deja llevar por lo que suele suceder entre los hombres. Pero el Seor no naci de la sangre de Jos, aunque as se pensara; sin embargo, a la piedad y caridad de Jos le naci de la virgen Mara un hijo, Hijo a la vez de Dios. Sermn 51,30

Mt 2, 1-12: Tambin nosotros... La fecha me invita a hablaros, como todos los aos, de la solemnidad del da de hoy, conocida en todo el mundo; de lo que tiene de festivo para nosotros, y de lo que conmemoramos en esta celebracin anual. Epifana es un trmino griego que podemos traducir por manifestacin. Se nos dice que en este da adoraron al Seor los magos, advertidos por la aparicin de una estrella que iba delante guindoles. En el mismo da en que l naci vieron la estrella en oriente, y reconocieron quin era aquel cuyo nacimiento se les haba indicado. Desde aquel preciso da hasta el de hoy estuvieron en camino, aterrorizaron al rey con su proclama y se encontraron con los judos, quienes, con la Escritura proftica en la mano, les respondieron que Beln era la ciudad en que haba de nacer el Seor. Teniendo la misma estrella por gua, llegaron luego hasta el mismo Seor, y, cuando les fue mostrado, lo adoraron, le ofrecieron oro, incienso y mirra, y regresaron por otro camino. En el mismo da de su nacimiento se manifest a unos pastores advertidos por los ngeles, y en el mismo da, lejos, en el oriente, recibieron el anuncio los magos mediante una estrella; pero solamente en esta fecha fue adorado por ellos. Toda la Iglesia de la gentilidad ha aceptado celebrar

con la mxima devocin este da, pues qu otra cosa fueron aquellos magos, sino las primicias de los gentiles? Los pastores eran israelitas; los magos, gentiles; aqullos vinieron de cerca; stos, de lejos; pero unos y otros coincidieron en la piedra angular. Dice el Apstol: Cuando vino, nos anunci la paz a nosotros, que estbamos lejos, y a los que estaban cerca. l es, en efecto, nuestra paz, quien hizo de ambos pueblos uno solo, y constituy en s a los dos en un solo hombre nuevo, estableciendo la paz, y transform a los dos en un solo cuerpo para Dios, dando muerte en s mismo a las enemistades (Ef 2,11-22). ... Habiendo venido a destruir en todo el orbe, con la espada espiritual, el reino del diablo, Cristo, siendo an nio, arrebat estos primeros despojos a la dominacin de la idolatra. Apart de la peste de tal supersticin a los magos que se haban puesto en movimiento para adorarle, y, sin poder hablar todava en la tierra con la lengua, habl desde el cielo mediante la estrella, y mostr no con la voz de la carne, sino con el poder de la Palabra, quin era, de dnde y por quines haba venido. Esta Palabra que en el principio era Dios junto a Dios, hecha ya carne para habitar en medio de nosotros, haba venido hasta nosotros y permaneca junto al Padre: sin abandonar a los ngeles all arriba, por medio de ellos rene a los hombres junto a s aqu abajo. Resplandece por la verdad inmutable ante los habitantes del cielo en cuanto Palabra y yace en un pesebre a causa de la pequeez de la posada. l haca aparecer en el cielo una estrella que le indicaba en la tierra como merecedor de adoracin. Y, no obstante ser nio tan poderoso, tan grande, siendo an pequeo, llevado por sus padres, huy a Egipto debido a la hostilidad de Herodes; de esta manera hablaba, aunque no con la palabra, s con los hechos, y en silencio deca: Si os persiguen en una ciudad, huid a otra (Mt 10,23). Llevaba carne humana en la que nos prefiguraba y en la que haba de morir por nosotros en el momento oportuno. ste era el motivo por el que los magos le ofrecieron no slo oro e incienso, como seal de honor y adoracin, respectivamente, sino tambin mirra, en cuanto que haba de ser sepultado. A quin no llama la atencin el que los judos respondieran segn la Escritura a la pregunta de los magos, sobre el lugar en que haba de nacer Cristo y no fueran a adorarle con ellos? Qu significa esto? No estamos viendo que incluso ahora sucede lo mismo, cuando en los ritos a que est sometida su dureza no se manifiesta otra cosa que Cristo, en quien no quieren creer? Cuando matan el cordero y comen la pascua, no anuncian a Cristo a los gentiles, sin adorarlo ellos? Qu otra cosa muestra nuestro actuar a propsito de los testimonios de los profetas, en los que est anunciado Cristo? A los hombres que sospechan que tales testimonios fueron escritos por los cristianos, no cuando an eran futuros, sino despus de acontecidos los hechos, los emplazamos ante los cdices de los judos para confirmar sus nimos dudosos. Acaso los judos no muestran tambin entonces a los gentiles a Cristo, sin querer adorarlo en su compaa? Una vez conocido y adorado nuestro Seor y Salvador Jesucristo, quien, para consolarnos a nosotros, yaci entonces en un lugar estrecho y ahora est sentado en el cielo para elevarnos all; nosotros, de quienes eran primicias los magos; nosotros, heredad de Cristo hasta los confines de la tierra, a causa de quienes la ceguera entr parcialmente en Israel hasta que llegare la plenitud de los gentiles, anuncimosle, pues, en esta tierra, en este pas de nuestra carne, de manera que no volvamos por donde vinimos ni sigamos de nuevo las huellas de nuestra vida

antigua. Esto es lo que significa el que aquellos magos no volvieran por donde haban venido. El cambio de ruta es el cambio de vida. Tambin para nosotros proclamaron los cielos la gloria de Dios; tambin a nosotros nos condujo a adorar a Cristo, cual una estrella, la luz resplandeciente de la verdad; tambin nosotros hemos escuchado con odo fiel la profeca proclamada en el pueblo judo, cual sentencia contra ellos mismos que no nos acompaaron; tambin nosotros hemos honrado a Cristo rey, sacerdote y muerto por nosotros, cual si le hubisemos ofrecido oro, incienso y mirra; slo queda que para anunciarle a l tomemos la nueva ruta y no regresemos por donde vinimos. Sermn 202

Mt 3,1-12: El que es grano permanezca en la era, no se aleje de ella Y no os extrae la multitud de cristianos malos que llenan la Iglesia, que comulgan del mismo altar, que alaban a grandes voces al obispo o al presbtero, que hablan sobre las buenas costumbres. Gracias a ellos se cumple lo que predijo en el salmo quien nos ha congregado: Hice el anuncio, habl, y se multiplicaron por encima del nmero (Sal 39,6). Pueden estar con nosotros en la Iglesia en este tiempo, pero no les ser posible en aquella asamblea de santos que tendr lugar despus de la resurreccin. La Iglesia de este tiempo es igual a una era que tiene grano y paja mezclados, es decir, buenos y malos juntos. Despus del juicio, en cambio, tendr solamente buenos sin malo alguno. Esta era contiene la mies sembrada por los apstoles, regada hasta el presente por los buenos doctores que les han sucedido, y no poco trillada por las persecuciones de los enemigos, pero -y esto es lo nico que queda- an no purificada con la ltima bielda. Llegar, sin embargo, aquel de quien recitasteis en el Smbolo de la fe: De all vendr a juzgar a vivos y muertos y, como dice el evangelio, tomar el bieldo en su mano y limpiar su era; reunir su trigo en el granero, y a la paja, en cambi, la entregar a un fuego inextinguible (Mt 3,12). Tambin los bautizados tiempo atrs deben escuchar lo que estoy diciendo. El que es grano, gcese con temblor, permanezca en la era, no se aleje de ella. No intente desprenderse de lo que a su juicio es paja, puesto que, si desea separarse ahora de la paja, no podr permanecer en la era, y, cuando llegue quien sabe separar sin equivocarse, no conducir al granero lo que no encontr en la era. En vano se jactarn despus de la espiga que los cri quienes se han alejado ahora de la era. Aquel granero se llenar y luego ser cerrado; la llama destruir todo lo que quede fuera. Por tanto, amadsimos, el que es bueno soporte al malo; el que es malo imite al bueno. En esta era, efectivamente, los granos pueden volverse paja, y, a su vez, de la paja salir grano. Son cosas que acaecen a diario, hermanos mos; esta vida est llena de penas y consuelos. A diario caen y perecen quienes parecan buenos, y, al revs, se convierten y recobran vida quienes parecan malos. Dios no quiere la muerte del impo, sino que se convierta y viva (Ez 18,23).

Escuchadme, granos; odme los que sois lo que quiero que seis; escuchadme, granos. No os entristezca la mezcla de la paja: no os acompaar por siempre. Cunto pesa la paja? Gracias a Dios es leve. Preocupmonos slo de ser grano, y, por mucha que ella sea, no nos oprimir. Dios es fiel y no permitir que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas; al contrario, con la tentacin dar tambin la salida para que podis soportarla (Cf. 1 Cor 10,13). Esccheme tambin la paja; esccheme dondequiera que est. No quiero que se halle aqu; no obstante, me dirigir tambin a ella por si acaso est presente. Escchame, pues, paja, aunque, si me escuchas, ya no eres paja. Escucha, pues; sate de provecho la paciencia de Dios; que el contacto y la amonestacin del grano te convierta en grano. No te falta la lluvia de la palabra de Dios; no sea estril en vosotros el campo de Dios. Reverdeced, pues; granad, madurad. Quien os sembr quiere encontrar espigas, no espinas. Sermn 223,2

Mt 3,13-17: Bautice Pedro o Pablo o Judas, es Cristo quien bautiza Pues qu, hermanos mos? Quin no ve lo que no ven los donatistas? No os extrae que no quieran volver; se parecen al cuervo que sali del arca. Quin no ve lo que ellos no ven? Qu ingratos son para con el Espritu Santo! La paloma desciende sobre el Seor, pero sobre el Seor bautizado. Y all se manifest tambin la santa y verdadera Trinidad, que para nosotros es un nico Dios. Sali el Seor del agua, como leemos en el evangelio: Y he aqu que se le abrieron los cielos y vio descender al Espritu en forma de paloma y se pos sobre l, e inmediatamente le sigui una voz: T eres mi Hijo amado en quien me he complacido (Mt 3,16-17). Aparece claramente la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre y el Espritu en la paloma. Veamos lo que vemos y que extraamente ellos no ven, en esta Trinidad en cuyo nombre fueron enviados los apstoles. En realidad no es que no vean, sino que cierran los ojos a lo que les entra por ellos. Los discpulos son enviados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo por el mismo de quien se dice: ste es el que bautiza. Esto ha dicho a sus ministros quien se ha reservado para s la potestad de bautizar. Esto es lo que vio Juan en l y conoci lo que an no saba. No ignoraba que Jess era el Hijo de Dios, que era el Seor, el Cristo, el que haba de bautizar en el agua y el Espritu Santo; todo esto ya lo saba. Pero lo que le ensea la paloma es que Cristo se reserva esta potestad, que no trasmite a ninguno de sus ministros. Esta potestad que Cristo se reserva exclusivamente, sin transferirla a ninguno de sus ministros, aunque se sirva de ellos para bautizar, es el fundamento de la unidad de la Iglesia, de la que se dice: Mi paloma es nica, nica para su madre (Cant 6,8). Si, pues, como ya dije, hermanos mos, el Seor comunicase esta potestad al ministro, habra tantos bautismos como ministros, y se destruira as la unidad del bautismo.

Prestad atencin, hermanos. La paloma baj sobre nuestro Seor Jesucristo despus del bautismo. En ella conoci Juan algo propio del Seor, de acuerdo con las palabras: Aquel sobre quien vieres que desciende el Espritu en forma de paloma y que se posa sobre l, se es el que bautiza en el Espritu Santo (Jn 1,33). Juan saba que era l quien bautizaba en el Espritu Santo, antes de que nuestro Seor se presentara a ser bautizado. Pero entonces aprendi, por una gracia que recibi all, que la potestad de bautizar era tan personal que no la transfera a nadie. Cmo probamos que Juan saba ya antes que el Seor iba a bautizar en el Espritu Santo? De dnde se deduce que aprendi en la paloma que el Seor iba a bautizar en el Espritu Santo, de forma que esa potestad no era transferible a ningn hombre? Qu prueba tenemos? La paloma desciende cuando el Seor haba sido ya bautizado; mas est claro que Juan ya conoca al Seor antes de que se presentase al bautismo, por las palabras que dijo: Vienes t a que yo te bautice? Soy yo ms bien quien debe ser bautizado por ti. Luego saba ya que era el Seor, que era el Hijo de Dios. Cmo probamos que tambin saba que bautizaba en el Espritu Santo? Antes de que Jess se acercase al ro, viendo que venan muchos a l para ser bautizados, Juan les dijo: Yo ciertamente bautizo con agua; pero el que viene despus de m es mayor que yo, pues yo no soy digno de desatar siquiera la correa de su calzado. l os bautizar en el Espritu Santo y en el fuego (Mt 3,11). As, pues, tambin esto lo saba. Segn eso, qu fue lo que aprendi por la paloma, para no tacharle de mentiroso, de lo cual Dios nos libre? Aprendi que habra en Cristo una propiedad tal, en virtud de la cual, aunque fuesen muchos los ministros, santos o pecadores, la santidad del bautismo slo se otorgara a aquel sobre quien descendi la paloma, pues de l se dijo: ste es el que bautiza en el Espritu Santo. Bautice Pedro o Pablo o Judas, siempre es l quien bautiza. Porque si el bautismo es santo debido a la diversidad de los mritos, habr tantos bautismos cuantos mritos, y cada uno creer que recibe algo tanto mejor cuanto ms santo es quien lo da. Entre los mismos santos -entended esto, hermanos-, entre los que son buenos, entre los que son de la paloma y les cabe en suerte la ciudad aquella de Jerusaln, entre los que forman parte de la Iglesia, de quienes dice el Apstol: Conoce el Seor los que son suyos (2 Tim 2,19), hay diversidad de dones espirituales, diversidad de mritos: unos son ms santos, mejores, que otros. Supongamos que a uno le bautiza un ministro ms justo y santo y a otro quien es de mrito inferior a los ojos de Dios, menos perfecto, de continencia menos perfecta y vida menos santa, por qu reciben los dos lo mismo, sino porque es Cristo quien bautiza? Si bautizan dos, uno que es bueno y otro que es mejor, no por eso ste da una gracia mayor que aqul; antes bien, la gracia es la misma, no mejor en uno e inferior en otro, aunque los ministros sean unos mejores que otros. Lo mismo acaece si el que bautiza es indigno, bien por ignorancia de la Iglesia, bien por tolerancia -porque los malos o no se conocen, o se toleran, como se tolera la paja en la era hasta el momento de aventarla-. Lo que se da en este caso, es una misma e idntica gracia, no distinta, aunque los ministros sean desiguales, porque l es quien bautiza. Comentarios sobre el evangelio de San Juan 6,5-8

Mt 4,1-11: La tentacin de Cristo es enseanza para el cristiano Qu cosa se dijo, hermanos, qu cosa se dijo de nuestra Cabeza? T, Seor, eres mi esperanza; muy alto has colocado tu refugio. El mal no se te acercar ni el azote se aproximar a tu tienda (Sal 90,2-3). Es lo dicho hasta ahora. l ha mandado a tus ngeles que te guarden en todos tus caminos (Sal 90,1 l). Son las mismas palabras que acabis de or cuando se ley el evangelio. Prestad atencin. Despus de haber sido bautizado, el Seor ayun (Mt 4,2).Por qu quiso ser bautizado? Para que no desdesemos serlo nosotros. En efecto, cuando Juan deca al Seor: Vienes t a m para que te bautice? Soy yo ms bien quien debe ser bautizado por ti, el Seor le respondi: Deja eso ahora; conviene que se cumpla toda justicia (Mt 3,14-15). Quiso ejercitar la humildad, dejndose bautizar l que no tena mancha alguna. Con qu fin? Para salir al encuentro de la soberbia de los venideros. Sucede a veces que un catecmeno supere a muchos fieles en ciencia y buenas costumbres. Ve que muchos bautizados son ignorantes; que muchos otros no viven como l, es decir, con la misma castidad o continencia; mientras l es capaz de pasar sin la mujer, ve a veces a bautizados que, si no se entregan a la fornicacin, al menos usan de la propia sin moderacin alguna. Este catecmeno podra engrerse y decir: Qu necesidad tengo de ser bautizado? Lo ms que puedo recibir es lo que tiene este fiel al que ya supero por mis costumbres y mi ciencia. A tal soberbio dice el Seor: A quin eres superior? En qu medida eres superior? Acaso eres t superior respecto de l como yo respecto de ti? No es el siervo ms que su seor ni el discpulo ms que su maestro. Al siervo le basta ser como su seor y al discpulo como su maestro (Mt 10,24-25). No te engras hasta el punto de rehusar el bautismo! Busca el bautismo del Seor, como yo he buscado el del siervo. Ahora bien, el Seor fue bautizado; despus del bautismo fue tentado y, por ltimo, ayun durante cuarenta das, para cumplir un misterio del que os he hablado con frecuencia. No se puede decir todo a la vez, para no emplear un tiempo precioso. Despus de cuarenta das el Seor sinti hambre. Hubiera podido no sentirla nunca; pero, cmo hubiera podido ser tentado? Y si l no hubiese vencido al tentador, cmo hubieras aprendido t a luchar contra l? Sinti hambre; e inmediatamente se present el tentador: Si eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan (Mt 4,3). Acaso era gran cosa para el Seor convertir las piedras en pan? No fue l quien con cinco panes saci a tantos miles de personas? (Mt 14,17-21). En aquella ocasin cre el pan de la nada. De dnde sali tan gran cantidad de alimento que bast para saciar a tantos miles de personas? Las fuentes del pan estaban en las manos del Seor. Nada hay de extrao en ello; de hecho, quien de cinco panes sac tantos que pudieron saciarse aquellos miles de personas, es el mismo que cada da trasforma los pocos granos ocultos en la tierra en mieses inmensas. Tambin aqu nos hallamos ante un milagro del Seor, mas, como acaece cada da, pierde importancia para nosotros. Entonces, hermanos, era imposible para el Seor el convertir las piedras en pan? Fue capaz de hacer hombres de las piedras, como deca el mismo Juan Bautista: Poderoso es Dios para sacar de estas piedras

hijos de Abrahn (Mt 3,9). Por qu entonces, no hizo el milagro? Para ensearte cmo debes responder al tentador. Suponte que te hallas afligido. Se te acerca el tentador y te sugiere: Si fueras cristiano y en verdad pertenecieras a Cristo, te abandonara en este apuro? No te hubiese enviado su socorro?. Quiz el mdico est todava sajando, y por eso te abandona; pero no te abandona. De la misma manera Pablo no fue escuchado porque fue escuchado. En efecto, Pablo dice que no se le escuch a propsito del aguijn de su carne, el ngel de Satans, por quien deca que era abofeteado: Por lo cual rogu tres veces al Seor que me lo quitase y me respondi: Te basta mi gracia, pues la fortaleza llega a su plenitud en la debilidad (2 Cor 12,7-9). Es como si el enfermo dijera al mdico que le aplic una cataplasma: Este emplasto me molesta; te ruego que me lo quites. El mdico le respondera: No, es necesario que lo tengas an ms tiempo; de otro modo no podrs curar. El mdico no escuch al enfermo en ese deseo, porque le escuch en su ansia de salud. Por tanto, hermanos, sed fuertes. Si alguna vez os veis tentados por alguna estrechez, es Dios quien os azota para probaros, l que os ha preparado y os reserva la herencia eterna. No permitis que el diablo os diga: Si fueses justo, acaso no te mandara Dios el pan por medio de un cuervo como lo mand a Elas? (1 Re 17,6) Acaso no has ledo las palabras: Nunca he visto al justo abandonado, ni a su descendencia mendigar el pan? (Sal 36,25). Responde el diablo: Es verdad lo que dice la Escritura: Nunca he visto a un justo abandonado, ni a su descendencia mendigar el pan; de hecho, tengo un pan que t desconoces. Qu pan? Escucha al Seor: No slo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. No crees que la palabra de Dios es pan? Si no fuese pan la palabra de Dios, no dira el Seor: Yo soy el pan vivo, yo que he descendido del cielo (Jn 6,41). As, pues, has aprendido qu responder al tentador cuando te halles en estrecheces a causa del hambre. Y qu dirs si el diablo te tienta dicindote: Si t fueses cristiano haras milagros como muchos cristianos los hicieron. Engaado por esta perversa sugerencia, seras capaz de tentar al Seor tu Dios dicindole: Si soy cristiano, si lo soy ante tus ojos y me cuentas en el nmero de los tuyos, concdeme hacer algo semejante a lo que hicieron tus santos. Has tentado a Dios, pensando que no eres cristiano si no haces tales cosas... Qu debes, pues, responder para no tentar a Dios, si el diablo te tienta dicindote: Haz milagros? Responde lo mismo que el Seor. El diablo le dijo: Arrjate al suelo, porque est escrito que l ha mandado a sus ngeles que se ocupen de ti, que te tomen en sus manos, para que tu pie no tropiece en la piedra (Mt 4,6). Si te tiras, los ngeles te recogern. Poda suceder as, hermanos, de forma que si el Seor se hubiese arrojado, los ngeles hubiesen recogido devotamente su carne. Pero qu le respondi? Est escrito tambin: No tentars al Seor tu Dios (Mt 4,7). T me crees un hombre. Para esto precisamente se haba acercado el diablo, para probar si era o no el Hijo de Dios. l vea slo la carne, pero su majestad la manifestaban sus obras. Los ngeles haban dado su testimonio. El diablo, pues lo vea mortal y por eso lo tent; pero la tentacin de Cristo es gran enseanza para el cristiano. Qu est escrito, pues? No tentars al Seor tu Dios. No tentemos, pues, al Seor diciendo: Si pertenecemos a ti, concdenos el hacer milagros. Comentario al salmo 90, II 6-7

Mt 4,12-23: Mucho dej quien no slo dej lo que posea, sino tambin lo que deseaba poseer All anidarn los pjaros. La casa de la gallina de ro es gua para ellos (Sal 103,17). Dnde anidarn los pjaros? En los cedros del Lbano. Ya hemos odo qu son los cedros del Lbano: los nobles del mundo, los preclaros por su linaje, riquezas u honores. Tambin esos cedros se sacian, pero los que plant el Seor. En ellos anidarn los pjaros. Quines son los pjaros? A decir verdad, son pjaros las aves y los animales que vuelan por el cielo; pero se suelen llamar pjaros a los voladores pequeos. Hay, pues, ciertos espirituales que anidan en los cedros del Lbano; es decir, hay ciertos siervos de Dios que escuchan las palabras del evangelio: Deja todas tus cosas, o vende todos tus bienes y dalos a los pobres y tendrs un tesoro en el cielo; y ven y sgueme (Mt 19,21). Esto lo oyeron no slo los grandes; lo han escuchado tambin los pequeos; y tambin los pequeos quisieron cumplirlo y hacerse espirituales: no se unen en matrimonio, no se consumen con la preocupacin de los hijos, no tienen morada propia que les ligue, sino que eligen una forma de vida comn. Pero qu abandonaron estos pjaros? En efecto, los pjaros parecen los seres ms pequeos del mundo. Qu abandonaron? Qu dejaron que fuera grande? Un hombre se convirti, dej la pobre casa paterna, apenas un lecho y un arca. Pero se convirti, se hizo pjaro, busc los bienes espirituales. Bien, muy bien; no le insultemos ni le digamos: No has abandonado nada. Sabemos que Pedro era pescador; cuando sigui al Seor, qu pudo abandonar? Dgase lo mismo de su hermano Andrs, de los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tambin ellos eran pescadores (Mt 4,18.21). Y, con todo, qu le dijeron? He aqu que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido (Mt 19,27). El Seor no les replic: Has olvidado tu pobreza? Qu dejaste a cambio de recibir el mundo entero?. Mucho dej, hermanos mos, mucho dej, quien no slo dej lo que posea, sino tambin todo lo que deseaba poseer. Qu pobre, en efecto, no se exalta con sus esperanzas mundanas? Quin no desea a diario aumentar lo que posee? Tal ambicin ha sido cortada: creca desmesuradamente y se la ha contenido dentro de unos lmites, y no ha dejado nada? En verdad, Pedro dej el mundo entero y el mundo entero recibi. Como quien nada tiene y lo posee todo (2 Cor 5,10). Son muchos los que lo hacen; lo hacen quienes tienen poco, y vienen y se convierten en pjaros tiles. Parecen pequeos porque no poseen la altura de las dignidades seculares, pero hacen sus nidos en los cedros del Lbano. Mas he aqu que tambin los cedros del Lbano, los nobles y los ricos y los encumbrados en este mundo oyen con temor: Dichoso quien mira por el necesitado y el pobre (Sal 40,2); ponen la mirada en sus bienes, sus posesiones, todas sus riquezas superfluas que les hacen parecer encumbrados y las entregan a los siervos de Dios: donan campos, donan huertos, edifican iglesias, monasterios, recogen pjaros, para que stos aniden en los cedros del Lbano. As, pues, se sacian los

cedros del Libano que plant el Seor y en ellos anidan los pjaros. Echad una mirada a la tierra entera y ved si no es as. Al decir todo esto, no me guiaba slo por lo odo sino tambin por lo visto: la experiencia me lo ha hecho comprender. Preguntad a las extensas fincas que poseis y considerad en cuntos cedros del Lbano anidan aquellos pjaros de que he hablado. Comentario al salmo 103 111,16

Mt 5,1-12a: Los muchos modos de llegar a la vida feliz La solemnidad de la santa virgen (Ins) que dio testimonio de Cristo y mereci que Cristo lo diera de ella, virgen pblicamente martirizada y ocultamente coronada, nos invita a hablar a vuestra caridad de aquella exhortacin que poco ha nos haca el Seor en el evangelio, exponiendo los muchos modos de llegar a la vida feliz, cosa que todos desean. No puede encontrarse, en efecto, quien no quiera ser feliz. Pero ojal que los hombres que tan vivamente desean la recompensa no rehusaran la tarea que conduce a ella! Quin hay que no corra con alegra cuando se le dice: Vas a ser feliz? Mas ha de or tambin de buen grado lo que se dice a continuacin: Si esto hicieres. No se rehya el combate si se ama el premio. Enardzcase el nimo a ejecutar alegremente la tarea ante la recomendacin de la recompensa. Lo que queremos, lo que deseamos, lo que pedimos vendr despus. Lo que se nos ordena hacer con vistas a lo que vendr despus, hemos de realizarlo ahora. Comienza, pues, a traer a la memoria los dichos divinos, tanto los preceptos como los galardones evanglicos. Dichosos los pobres de espritu porque de ellos es el reino de los cielos. El reino de los cielos ser tuyo ms tarde; ahora s pobre de espritu. Quieres que sea tuyo el reino de los cielos ms tarde? Considera de quin eres t ahora. S pobre de espritu. Nadie que se infla es pobre de espritu; luego el humilde es el pobre de espritu.. El reino de los cielos est arriba, pero quien se humilla ser ensalzado (Lc 14,11). Pon atencin a lo que sigue: Bienaventurados los manso, porque ellos poseern la tierra. Ya ests pensando en poseer las tierra. Cuidado, no seas posedo por ella! La poseers si eres manso; de lo contrario, sers posedo. Al escuchar el premio que se te propone: el poseer la tierra, no abras el saco de la avaricia, que te impulsa a poseerla ya ahora t solo, excluido cualquier vecino. No te engae el pensamiento. Poseers verdaderamente la tierra cuando te adhieras a quien hizo el cielo y la tierra. En esto consiste el ser manso: en no poner resistencia a Dios, de manera que en lo bueno que haces sea l quien te agrade, no t mismo; y en lo malo que sufras no te desagrade l, sino t a ti mismo. No es poco agradarle a l, desagradndote a ti mismo, pues agradndote a ti le desagradaras a l. Presta atencin a la tercera bienaventuranza: Dichosos los que lloran, porque sern

consolados. El llanto significa la tarea; la consolacin, la recompensa. En efecto, qu consuelos reciben los que lloran en la carne? Consuelos molestos y temibles. El que llora encuentra consuelo all donde teme volver a llorar. A un padre, por ejemplo, le causa tristeza la prdida de un hijo, y alegra el nacimiento de otro; perdi aqul, recibi ste; el primero le produce tristeza, el segundo temor; en ninguno, por tanto, encuentra consuelo. Verdadero consuelo ser aquel por el que se da lo que nunca se perder ya. Quienes lloran ahora por ser peregrinos, luego se gozarn de ser consolados. Pasemos a lo que viene en cuarto lugar, tarea y recompensa: Dichosos quienes tienen hambre y sed de justicia, porque sern saciados. Ansias saciarte. Con qu? Si es la carne la que desea saciarse, una vez hecha la digestin, aunque hayas comido lo suficiente, volvers a sentir hambre. Y quien bebiere -dijo Jess- de este agua, volver a sentir sed (Jn 4,13). El medicamento que se aplica a la herida, si sta sana, ya no produce dolor; el remedio, en cambio, con que se ataca al hambre, es decir, el alimento, se aplica como alivio pasajero. Pasada la hartura, vuelve el hambre. Da a da se aplica el remedio de la saciedad, pero no sana la herida de la debilidad. Sintamos, pues, hambre y sed de justicia, para ser saturados de ella, de la que ahora estamos hambrientos y sedientos. Seremos saciados con aquello de lo que ahora sentimos hambre y sed. Sienta hambre y sed nuestro hombre interior, pues tambin l tiene su alimento y su bebida. Yo soy -dijo Jess- el pan que ha bajado del cielo (Jn 6,41). He aqu el pan adecuado al que tiene hambre. Desea tambin la bebida correspondiente: En ti se halla la fuente de la vida (Sal 35,10). Pon atencin a lo que sigue: Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendr misericordia de ellos. Hazla y se te har; hazla t con otro para que se te haga contigo, pues abundas y escaseas. Oyes que un mendigo, hombre tambin, te pide algo; t mismo eres mendigo de Dios. Te piden a ti y pides t tambin. Lo que hagas con quien te pide a ti, eso mismo har Dios con quien le pide a l. Ests lleno y ests vaco; llena de tu plenitud el vaco del pobre para que tu vaciedad se llene de la plenitud de Dios. Considera lo que viene a continuacin: Dichosos los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios. ste es el fin de nuestro amor: fin con que llegamos a la perfeccin no fin con el que nos acabamos. Se acaba el alimento, se acaba el vestido; el alimento se acaba porque se consume al ser comido; el vestido porque se concluye su tejedura. Una y otra cosa se acaban, pero un fin es de consuncin, otro de perfeccin. Todo lo que obramos, lo que obramos bien, nuestros esfuerzos, nuestras laudables ansias e inmaculados deseos, se acabarn cuando lleguemos a la visin de Dios. Entonces no buscaremos ms. Qu puede buscar quien tiene a Dios? O qu le puede bastar a quien no le basta Dios? Queremos ver a Dios, buscamos verlo y ardemos por conseguirlo. Quin no? Pero mira lo que se dijo: Dichosos los limpios de corazn porque ellos vern a Dios. Prepara tu corazn para llegar a ver. Hablando a lo carnal, cmo es que deseas la salida del sol, teniendo los ojos enfermos? Si los ojos estn sanos, la luz producir gozo; si no lo estn, ser un tormento. No se te permitir ver con el corazn impuro lo que no se ve sino con el corazn puro. Sers rechazado, alejado; no lo vers. Pues dichosos los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios. Cuntas veces ha repetido la palabra dichosos? Qu cosas producen esa felicidad? Cules son las

obras, los deberes, los mritos, los premios? Hasta ahora en ninguna bienaventuranza se ha dicho porque ellos vern a Dios... Hemos llegado a los limpios de corazn: a ellos se les prometi la visin de Dios. Y no sin motivo, pues all estn los ojos con que se ve a Dios. Hablando de ellos dice el apstol Pablo: Iluminados los ojos de vuestro corazn (Ef 1,18). Al presente, motivo a la debilidad, esos ojos son iluminados por la fe; luego, ya vigorosos, sern iluminados por la realidad misma. Sermn 53,1-6 (Sigue)

Mt 5,1-12 Los muchos modos de llegar a la vida feliz La solemnidad de la santa virgen (Ins) que dio testimonio de Cristo y mereci que Cristo lo diera de ella, virgen pblicamente martirizada y ocultamente coronada, nos invita a hablar a vuestra caridad de aquella exhortacin que poco ha nos haca el Seor en el evangelio, exponiendo los muchos modos de llegar a la vida feliz, cosa que todos desean. No puede encontrarse, en efecto, quien no quiera ser feliz. Pero ojal que los hombres que tan vivamente desean la recompensa no rehusaran la tarea que conduce a ella! Quin hay que no corra con alegra cuando se le dice: Vas a ser feliz? Mas ha de or tambin de buen grado lo que se dice a continuacin: Si esto hicieres. No se rehya el combate si se ama el premio. Enardzcase el nimo a ejecutar alegremente la tarea ante la recomendacin de la recompensa. Lo que queremos, lo que deseamos, lo que pedimos vendr despus. Lo que se nos ordena hacer con vistas a lo que vendr despus, hemos de realizarlo ahora. Comienza, pues, a traer a la memoria los dichos divinos, tanto los preceptos como los galardones evanglicos. Dichosos los pobres de espritu porque de ellos es el reino de los cielos. El reino de los cielos ser tuyo ms tarde; ahora s pobre de espritu. Quieres que sea tuyo el reino de los cielos ms tarde? Considera de quin eres t ahora. S pobre de espritu. Nadie que se infla es pobre de espritu; luego el humilde es el pobre de espritu. El reino de los cielos est arriba, pero quien se humilla ser ensalzado (Lc 14,11). Pon atencin a lo que sigue: Bienaventurados los mansos porque ellos poseern la tierra. Ya ests pensando en poseer la tierra. Cuidado, no seas posedo por ella! La poseers si eres manso; de lo contrario, sers posedo. Al escuchar el premio que se te propone: el poseer la tierra, no abras el saco de la avaricia, que te impulsa a poseerla ya ahora t solo, excluido cualquier vecino. No te engae el pensamiento. Poseers verdaderamente la tierra cuando te adhieras a quien hizo el cielo y la tierra. En esto consiste el ser manso: en no poner resistencia a Dios, de manera que en lo bueno que haces sea l quien te agrade, no t mismo; y en lo malo que sufras no te desagrade l, sino t a ti mismo. No es poco agradarle a l, desagradndote a ti mismo, pues agradndote a ti le desagradaras a l.

Presta atencin a la tercera bienaventuranza: Dichosos los que lloran, porque sern consolados. El llanto significa la tarea; la consolacin, la recompensa. En efecto, qu consuelos reciben los que lloran en la carne? Consuelos molestos y temibles. El que llora encuentra consuelo all donde teme volver a llorar. A un padre, por ejemplo, le causa tristeza la prdida de un hijo, y alegra el nacimiento de otro; perdi aqul, recibi ste; el primero le produce tristeza, el segundo temor; en ninguno, por tanto, encuentra consuelo. Verdadero consuelo ser aquel por el que se da lo que nunca se perder ya. Quienes lloran ahora por ser peregrinos, luego se gozarn de ser consolados. Pasemos a lo que viene en cuarto lugar, tarea y recompensa: Dichosos quienes tienen hambre y sed de justicia, porque sern saciados. Ansas saciarte. Con qu? Si es la carne la que desea saciarse, una vez hecha la digestin, aunque hayas comido lo suficiente, volvers a sentir hambre. Y quien bebiere -dijo Jess- de este agua, volver a sentir sed (Jn 4,13). El medicamento que se aplica a la herida, si sta sana, ya no produce dolor; el remedio, en cambio, con que se ataca al hambre, es decir, el alimento, se aplica como alivio pasajero. Pasada la hartura, vuelve el hambre. Da a da se aplica el remedio de la saciedad, pero no sana la herida de la debilidad. Sintamos, pues, hambre y sed de justicia, para ser saturados de ella, de la que ahora estamos hambrientos y sedientos. Seremos saciados con aquello de lo que ahora sentimos hambre y sed. Sienta hambre y sed nuestro hombre interior, pues tambin l tiene su alimento y su bebida. Yo soy -dijo Jess- el pan que ha bajado del cielo (Jn 6,41). He aqu el pan adecuado al que tiene hambre. Desea tambin la bebida correspondiente: En ti se halla la fuente de la vida (Sal 35,10). Pon atencin a lo que sigue: Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendr misericordia de ellos. Hazla y se te har; hazla t con otro para que se te haga contigo, pues abundas y escaseas. Oyes que un mendigo, hombre tambin, te pide algo; t mismo eres mendigo de Dios. Te piden a ti y pides t tambin. Lo que hagas con quien te pide a ti, eso mismo har Dios con quien le pide a l. Ests lleno y ests vaco; llena de tu plenitud el vaco del pobre para que tu vaciedad se llene de la plenitud de Dios. Considera lo que viene a continuacin: Dichosos los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios. ste es el fin de nuestro amor: fin con que llegamos a la perfeccin no fin con el que nos acabamos. Se acaba el alimento, se acaba el vestido; el alimento se acaba porque se consume al ser comido; el vestido porque se concluye su tejedura. Una y otra cosa se acaban, pero un fin es de consuncin, otro de perfeccin. Todo lo que obramos, lo que obramos bien, nuestros esfuerzos, nuestras laudables ansias e inmaculados deseos, se acabarn cuando lleguemos a la visin de Dios. Entonces no buscaremos ms. Qu puede buscar quien tiene a Dios? O qu le puede bastar a quien no le basta Dios? Queremos ver a Dios, buscamos verlo y ardemos por conseguirlo. Quin no? Pero mira lo que se dijo: Dichosos los limpios de corazn porque ellos vern a Dios. Prepara tu corazn para llegar a ver. Hablando a lo carnal, cmo es que deseas la salida del sol, teniendo los ojos enfermos? Si los ojos estn sanos, la luz producir gozo; si no lo estn, ser un tormento. No se te permitir ver con el corazn impuro lo que no se ve sino con el corazn puro. Sers rechazado, alejado; no lo vers. Pues dichosos los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios. Cuntas veces ha

repetido la palabra dichosos? Qu cosas producen esa felicidad? Cules son las obras, los deberes, los mritos, los premios? Hasta ahora en ninguna bienaventuranza se ha dicho porque ellos vern a Dios... Hemos llegado a los limpios de corazn: a ellos se les prometi la visin de Dios. Y no sin motivo, pues all estn los ojos con que se ve a Dios. Hablando de ellos dice el apstol Pablo: Iluminados los ojos de vuestro corazn (Ef 1,18). Al presente, motivo a la debilidad, esos ojos son iluminados por la fe; luego, ya vigorosos, sern iluminados por la realidad misma.

Mt 5,13-16: La obra de misericordia incluye una doble accin misericordiosa Cuando se muestran a los hombres las buenas obras, incluso las que se hacen por Dios, puesto que se trata de hombres piadosos y buenos, no se reclaman alabanzas humanas sino que se proponen para que se las imite. La obra de misericordia contiene una doble accin misericordiosa: una espiritual y otra corporal. Con la misericordia corporal se socorre a los hambrientos, a los sedientos, a los desnudos y peregrinos; pero cuando estas mismas obras son manifiestas, a la vez que provocan a la imitacin, alimentan tambin los espritus y las mentes. Uno se alimenta con la buena obra y el otro con el buen ejemplo, pues ambos tienen hambre. Uno quiere recibir con qu alimentarse y el otro quiere ver algo que imitar. La lectura del evangelio que acaba de leerse nos habla de esta verdad. A los cristianos, que creen en Dios, que obran el bien y mantienen la esperanza de la vida eterna como recompensa a las buenas obras se les dice: Vosotros sois la luz del mundo. Y a la Iglesia entera, difundida por doquier, se le dice: No puede esconderse una ciudad construida sobre un monte (Mt 5,14). En los ltimos tiempos -dice- ser manifiesto el monte del Seor, dispuesto en la cima de los montes (Is 2,2). Es el monte que creci a partir de una pequea piedra, y, al crecer, llen el mundo entero. Sobre l se edifica la Iglesia que no puede ocultarse. Ni se enciende una lmpara y se la pone bajo el celemn, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que estn en la casa (Mt 5,15). Muy oportuna ha cado esta lectura en el da que se consagran los candeleros, para que quien obra sea lmpara puesta en el candelero. En efecto, el hombre que obra el bien es una lmpara, pero qu es el candelero? Lejos de m el gloriarme, a no ser en la cruz de nuestro Seor Jesucristo. Por tanto, quien obra por Cristo y segn Cristo, para no ser alabado ms que en Cristo, es un candelero. Alumbre a todos, vean algo que imitar; no sean perezosos ni ridos; les es til el ver; no sean videntes con los ojos y ciegos en el corazn. Mas, quiz a alguno se le ocurra pensar que el Seor manda que las obras buenas sean como escondidas all donde dice: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrari, no tendris recompensa de vuestro Padre que est en los cielos (Mt 6,1). Esta dificultad ha de ser resuelta, para saber cmo hemos de obedecer al Seor, sin creer que es imposible cuando le escuchamos que ordena cosas contradictorias. En un sitio dice: Brillen vuestras

obras delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras (Mt 5,16) y en otro: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos (Mt 6,1). Queris saber cunto urge solucionar la dificultad, que, si no se hace, causa problemas? Ciertos hombres hacen el bien y temen ser vistos, poniendo todo su afn en encubrir todas sus obras buenas. Buscan la ocasin en que nadie los vea; entonces dan algo, por temor a chocar con aquel precepto que dice: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. Pero el Seor no mand que se ocultasen las buenas obras, sino que no se pensase en la alabanza humana al realizarlas. Adems, cuando dijo: Guardaos de realizar vuestra justicia delante de los hombres, cmo acab? Para ser vistos por ellos, es decir, que las hagan para ser vistos por los hombres, que sea este el fruto que busquen de sus buenas obras y se lleven, que no esperen ninguna otra recompensa ni deseen ningn otro bien superior y celestial. Si lo hacen slo para ser alabados, caen bajo la prohibicin del Seor: Guardaos de realizar. Cmo? Para ser vistos por ellos. Guardaos de realizar este fruto: el ser vistos por los hombres. Y, sin embargo, manda que nuestras obras se vean, diciendo: nadie enciende una candela y la pone bajo el celemn, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Y tambin: Brillen as vuestras buenas obras ante los hombres -dice- para que vean vuestras buenas acciones. Y no se par ah, sino que glorifiquen -aadi- a vuestro Padre que est en los cielos (Mt 5,15-16). Una cosa es buscar en la buena accin tu propia alabanza y otra buscar en el bien obrar la alabanza de Dios. Cuando buscas tu alabanza, te has quedado en la mirada de los hombres; cuando buscas la alabanza de Dios, has adquirido la gloria eterna. Obremos as, no para ser vistos por los hombres; es decir, obremos de tal manera que no busquemos la recompensa de la mirada humana. Al contrario, obremos de tal manera que busquemos la gloria de Dios en quienes nos vean y nos imiten, y caigamos en la cuenta de que si l no nos hubiera hecho as, nada seramos. Sermn 338

Mt 9,9-13: La medicina procura un dolor pasajero para que alcances la salud duradera Por la gracia de Dios somos liberados de nuestros pecados, que nos tienen enfermos. Suya, suya es la medicina que sana al alma, pues ella pudo herirse a si misma, pero no pudo sanarse. En efecto, incluso por lo que se refiere al cuerpo, el hombre tiene en su poder el enfermar, pero no el restablecerse. Si se excede en algo viviendo intemperantemente y hace lo que le es daoso y va contra la salud, le basta un da para caer enfermo; pero, una vez que ha cado, no se restablece con la misma facilidad. Para enfermar, l mismo se entreg a la destemplanza, mas para restablecerse recurre al mdico en busca de la curacin. Como dije, no puede tener en su poder el recuperar la salud, de la misma manera que tiene el poder

arruinarla. Dgase lo mismo con referencia al alma. Por su pecado, el hombre fue a caer en la muerte, de forma que el convertirse de inmortal en mortal y el someterse al diablo seductor dependi de su libre albedro. Obra del mismo fue el inclinarse a las cosas inferiores, abandonando las superiores, y prestar odo a la serpiente cerrndoselo a Dios. Puesto entre el preceptor y el seductor, acept obedecer al seductor antes que al preceptor. Sobre una misma cosa oy a Dios y al diablo. Por qu, pues, no dio crdito al mejor? En consecuencia, luego encontr que era verdad lo que haba dicho Dios, y falso lo que haba prometido el diablo. Este origen primero de todos nuestros males, esta raz de todas las miserias, esta semilla de muerte, procede de la propia y libre voluntad del primer hombre, quien fue hecho tal que, si obedeca a Dios, sera por siempre dichoso e inmortal; si, en cambio, descuidaba y despreciaba el precepto de quien quera mantener en l la salud perpetua, ira a parar en el morbo de la mortalidad. Pero el mdico fue despreciado por el sano, a quien ahora cura enfermo. Unas son, en efecto, las prescripciones mdicas para conservar la salud -se dan a los sanos para que no enfermen-, y otras las que reciben quienes ya estn enfermos, para que la recuperen una vez perdida. Era un bien para el hombre obedecer al mdico cuando an estaba sano, para no necesitar despus sus servicios. Pues no necesitan de mdico los sanos, sino los enfermos (Mt 9,12). Se llama mdico propiamente a aquel gracias al cual se recupera la salud. Era un bien para el hombre el conservar la salud indeficiente en que haba sido creado. Lo despreci, cometi abusos, y por su intemperancia cay en la enfermedad de esta mortalidad. Aunque sea ahora, escuche las prescripciones del mdico, para poder salir de la situacin en que se meti por su pecado. Hermanos, por lo que se refiere a la medicina, si el que est sano hace lo que prescribe la ciencia mdica, se mantiene sano; pero, cuando comienza a enfermar, comienza tambin a dar odo a sus prescripciones y a cumplirlas, si en verdad le interesa recuperar la salud plena e integra; mas no por el hecho de comenzar a cumplirlas sana de repente, sino que debe hacerlo durante un perodo de tiempo para recuperar la salud que perdi por falta de templanza. El haber comenzado a hacer caso de las prescripciones del mdico le sirve para que la enfermedad no progrese, y no slo para evitar el ponerse peor, sino tambin para que comience a mejorar quien poco a poco volver a ponerse sano. Cuando el hombre advierte que la enfermedad desaparece gradualmente, recobra la esperanza de la curacin total. De esta forma, en qu otra cosa consiste el vivir rectamente en esta vida, sino en escuchar y cumplir los preceptos de la ley? Entonces estn ya sanos todos los que cumplen sus preceptos? An no, pero los cumplen para estarlo. No desfallezcan en la empresa, porque lo que se perdi de golpe, slo se recupera poco a poco. Si el hombre volviese al instante al primitivo estado de bienaventuranza, el caer en la muerte por el pecado hubiese sido para l un juego... As vino a los afligidos y fatigados el mdico Cristo, que dijo: No tienen necesidad de mdico los sanos, sino los enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mt 9,12-13). Convoca a los pecadores a la paz, y a los enfermos a la curacin. Ordena la fe, la continencia, la templanza, la sobriedad; refrena el deseo de dinero; nos dice qu hemos de hacer, qu hemos de observar. De quien observa

sus preceptos ya puede decirse que vive de acuerdo con lo que ordena la medicina, pero que an no ha alcanzado aquella salud plena que promete Dios por boca del Apstol, al decir: Conviene que esto corruptible se vista de incorrupcin y esto mortal de inmortalidad. Entonces se cumplir la palabra que est escrita: La muerte ha sido absorbida por la victoria. Dnde est, ; oh muerte!, tu contienda? Dnde est, oh muerte!, tu aguijn? (1 Cor 15,53-55). Entonces la salud ser plena, y seremos iguales a los ngeles. Pero ahora, hermanos mos, antes de que eso llegue, cuando comencemos a observar las prescripciones del mdico, incluso cuando sufrimos algunas tentaciones y tribulaciones, no hemos de pensar que estamos perdiendo el tiempo al observarlas, porque parezca que aumentan el dolor. El sufrir esas tribulaciones est indicando la presencia de las manos del mdico cirujano, no la sentencia del juez que condena. Todo ello se hace con la mirada puesta en la curacin total: suframos y soportemos los dolores. Dulce es el pecado, pero esa dulzura perniciosa se digiere slo con la amargura de la tribulacin. El mal te deleitaba cuando lo cometiste, pero al cometerlo fuiste a dar a la enfermedad. La medicina acta al contrario: te procura un dolor pasajero para que alcances la salud duradera. Sermn 278, 1-5

Mt 9,36-10,8: Se apacientan a s mismos, no a las ovejas Veamos, pues, lo que haba propuesto tratar: si quita las ovejas a los pastores malos y se las da a los buenos. Veo que, efectivamente, quita las ovejas a los pastores malos. Por esto dice: He aqu que yo vengo sobre los pastores y reclamar mis ovejas de sus manos, los retirar para que no apacienten mis ovejas, y no se apacentarn ms a s mismos (Ez 34,10). Cuando les digo que apacienten mis ovejas, se apacientan a s mismos, no a mis ovejas. Los retirar, para que no apacienten mis ovejas. Cmo los retira para que no apacienten sus ovejas? Haced lo que dicen, pero no hagis lo que ellos hacen (Mt 23,3). Como si dijera: Dicen lo mo, hacen lo suyo. Poda haber dicho: Haced tranquilamente lo que hacen; a ellos los condenar por vivir mal, pero a vosotros os perdonar, porque habis seguido a quienes son vuestros pastores. Si hubiera dicho esto, repito, hubiese aterrado a los malos pastores, que se apacientan a s mismos, no a las ovejas. Pero infunde temor no slo al ciego que gua, sino tambin al ciego que le sigue, -pues no dice: Cae en la fosa el que gua, pero no cae el que le sigue, sino: Si un ciego gua a otro ciego, ambos caen en la fosa- (Mt 15,14); por eso advierte a las ovejas dicindoles: Haced lo que dicen; no hagis lo que ellos hacen. Cuando no hacis lo que hacen los malos pastores, entonces no os apacientan ellos; cuando hacis lo que dicen, yo os apaciento. Proclaman mis preceptos y no los cumplen. Con tranquilidad, dicen algunos, seguimos a nuestros obispos. Esto suelen decirlo frecuentemente los herejes, cuando son convencidos por la verdad manifiesta: Nosotros somos ovejas; ellos darn cuenta de nosotros. Ciertamente darn mala cuenta de vuestra muerte. El mal pastor dar mala cuenta de la muerte de la oveja

maligna. Acaso vive la oveja porque se presenta su piel? Se recrimina al pastor el haber descuidado a la oveja extraviada, por lo que cay en las fauces del lobo y fue devorada. De qu le aprovecha presentar la piel? Acaso podr mentir el pastor? Lo vea desde arriba quien luego lo juzgar; le cuenta las palabras, los hechos y ve sus pensamientos. D cuenta el mal pastor de la piel de la oveja muerta. Le anunci tus palabras, y no quiso seguirlas; me esforc para que no se extraviase del rebao y no me obedeci. Si dice esto y con ello dice la verdad -Dios sabe si dice la verdad-, da buena cuenta de la oveja mala. Si, por el contrario, ve Dios que descuid la oveja extraviada, que no busc a la que se perda, de qu le sirve haber encontrado la piel que poder presentar? Debera haberla reconducido al rebao para no tener que mostrar su piel, ya muerta. Si, pues, no dio buena cuenta quien no la busc cuando estaba extraviada, qu cuenta dar quien la extravi? Esto es lo que oigo: Si el obispo de la Iglesia catlica no da cuenta de la oveja, si no la busca cuando est extraviada del rebao de Dios, qu cuenta ha de dar el obispo hereje que no slo no la recondujo del extravo, sino que la impuls a l? Sermn 46,21

Mt 10,26-33: No temo, porque temo Las palabras divinas que nos han ledo nos animan a no temer temiendo y a temer no temiendo. Cuando se ley el evangelio, advertisteis que Dios nuestro Seor, antes de morir por nosotros, quiso que nos mantuviramos firmes; pero animndonos a no temer y exhortndonos a temer. Dijo, pues: No temis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (Mt 10,28). Ah nos anim a no temer. Ved ahora dnde nos exhort a temer: Pero temed a aquel -dijo- que puede matar el alma y el cuerpo en la gehenna (ib.). Por tanto, temamos para no temer. Parece que el temor va asociado a la cobarda; parece que el temor es propio de los dbiles, no de los fuertes. Pero ved lo que dice la Escritura: El temor del Seor es la esperanza de fortaleza (Prov 14,26). Temamos para no temer, esto es, temamos prudentemente, para no temer infructuosamente. Los santos mrtires... temiendo no temieron: temiendo a Dios, desdearon a los hombres. Qu ha de temer el hombre de parte de otros hombres? Y con qu puede aterrar un hombre a otro hombre? Le aterra dicindole: Te mato. Y no teme que quiz muera l antes, mientras amenaza. l dice: Te mato; pero quin lo dice y a quin lo dice? Escucho a dos, a uno que amenaza y a otro que teme; uno de ellos es poderoso, el otro dbil, pero ambos son mortales. Por qu se excede en el honor la hinchada potestad, que en la carne es igual debilidad? Intime confiado la muerte quien no la teme personalmente. Pero, si teme esa muerte con que amenaza, reflexione y comprese con aquel a quien amenaza. Descubra en l una condicin comn, y, juntamente con l, pida misericordia al Seor. Porque es un hombre y amenaza a un hombre, una criatura a una criatura; la una que se hincha ante su

Creador y la otra que huye hacia el Creador. Diga, pues, el valerossimo mrtir, como hombre que est ante otro hombre: No temo, porque temo. T no ejecutars tu amenaza, si l no quiere. En cambio, nadie impedir que l lleve a cabo la suya. Y, con todo, si l lo permite, qu puedes hacerme con esa amenaza? Puedes ensaarte con la carne, pero el alma est segura. No dars muerte a lo que ni ves, pues como visible aterras a otro visible. Ambos tenemos un Creador invisible, a quien debemos temer juntos. l cre al hombre de un elemento visible y de otro invisible: hizo al hombre visible de tierra, y anim el invisible con su aliento. Por consiguiente, la sustancia invisible, es decir, el alma que levant de la tierra la tierra postrada, no teme cuando hieres la tierra. Puedes herir la morada, pero puedes herir al morador? ste est atado, y si rompes su atadura, huye para ser coronado en lo oculto. Por qu amenazas, si nada puedes hacer al alma? Este cuerpo al que puedes daar resucitar gracias al alma a la que nada puedes hacer. Tambin la carne resucitar, por mrito del alma. Ser devuelta a su morador, no para caerse, sino para mantenerse. Estoy repitiendo las palabras del mrtir: Mira; no temo tus amenazas, ni siquiera pensando en la carne. La carne pende de una autorizacin, pero los cabellos de la cabeza estn contados para el Creador. Por qu he de temer perder la carne, si no pierdo ni un cabello? Cmo no atender a mi carne, quien conoce lo ms vil que tengo? El cuerpo mismo, que puede ser herido y muerto, ser ceniza por algn tiempo, pero en la eternidad ser inmortal. Y para quin ser? A quin se devolver para la vida eterna ese cuerpo muerto, magullado, destrozado? A quin se devolver? A aquel que no temi entregar su vida, ni teme cuando dan muerte a su carne. Sermn 65,1-3 (Sigue)

Mt 10,37-42: Deduce del amor que sientes por tus padres cunto has de amar a Dios y a la Iglesia En esta vida toda tentacin es una lucha entre dos amores: el amor del mundo y el amor de Dios; el que vence de los dos atrae hacia s, como por gravedad, a su amante. A Dios llegamos con el afecto, no con alas o con los pies. Y, al contrario, nos atan a la tierra los afectos contrarios, no nudos o cadena alguna corporal. Cristo vino a transformar el amor y a hacer de un amante de la tierra un amante de la vida celestial; por nosotros se hizo hombre quien nos hizo hombres: Dios asumi al hombre para hacer de los hombres dioses. He aqu el combate que tenemos delante: la lucha contra la carne, contra el diablo, contra el mundo. Pero tenemos confianza, porque quien concert el combate es espectador que aporta su ayuda y nos exhorta a que no presumamos de nuestras fuerzas. En efecto, quien presume de ellas, en cuanto hombre que es, presume de las fuerzas de un hombre y maldito todo el que pone su esperanza en el hombre (Jr 17,5). Los mrtires, inflamados en la llama de este piadoso y santo amor, hicieron arder el heno de su carne con el roble de su mente, pero llegaron ntegros en su espritu hasta aquel que les haba

prendido fuego. En la resurreccin de los cuerpos se otorgar el debido honor a la carne