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Gerhard Loltfink LA BIBLIA Ediciones PauIin(N

Ahora Entiendo La Biblia - Gerhard Lohfin x Brossa

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Gerhard Loltfink

LABIBLIA

Ediciones PauIin(N

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GERHARD LOHFINK

AHORA E,NTIENDOLA BIBLIA

Crítica de las formas

4." edición

EDICIONES PAULINAS

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INI) t ( ' l l

Introducción.

l. Las formas estereotipadas en la aida cotidiana y en

la literatura.

l. Carta a la tía Paula . .2. lJna receta culinaria de Catón el Viejo. . . . . '3. Las esquelas funerarias4. Un exordio de sermón en día de fiesta. . . . . .

5. Charlas después de lajornada laboral.. . . . . .

6. El saludo en el desierto árabe. .

7. De la poesía a la novela.

2. ¿Qué es la crítica de las formas?.

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l5l92l24283034

l. El descubrimiento de las formas estereo-tipadas. 39

2. La descripción de las formas 453. La intención literaria. 504. El <Sitz im Leben>. 53

39 '1

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l0ll l3t25139l5lló3180201 (<¡ l ¿t.tt,n(.\ I'uulinus 1977 (Protasio Gómez, l3-15. Madrid-27)

c ' V( ' r l ¡ rg Ñ¡r t l ro l rsthrs Biber lwert GmbH' Stut tgart , 1973

ff l r r f r r r r r tgt t r : t l : . l ( l¿ l verslehe ich die BibelI r ¡ ¡ t l r ¡ r r t l , r r lc l : t i t ' r t l ; t r l p<>r José Luis.Albizu

lSl tN: t l4. l l l5 06.19-9l)cpr is i to le¡ : r l : M. l t ( .17.1- l9tJ2

lmprcso crt At tes ( r t í l l tc i ts l 'a¡aro. Humanes (Madrid)

Imprcso cn l rsp;rñ4. l ' r rntcd in Spain

Las formas estereotipadas de la biblia.

l. Multitud y variedad de formas y géneros lite-rarios.

2. Laoveja del pobre.3. Jonás y su Dios.4. La saga del sacrificio de Isaac.5. La rebelión de Absalón. . :. . . . .6. Crónicas cortesanas y diar iosde viaje. . . . . . .7. El prendirniento de Jesús.. .8. La anunciación del nacimiento de Jesús. . . . .9. Un discurso de revelación. . . . . .

10. La sentencia sobre el divorcio

Cómo leer las formas bíblicas.

l . Ejercic iosI . . . . .2. Ejercicios lI.. . . .3. Ejercicios III. .. .

221

227239243

4.

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tN' t 'R() t ) t r ( 'c loN

Un niño dice a su madre: <¡Mira, mamá, alláarriba está el cielo!>. Y apunta con el índice alaire. <¿A qué cielo te refieres?> -le pregunta lamadre. <<Pues al cielo>, -responde el niño. <¿Terefieres al cielo que surcan las nubes y por donde vue-lan los aviones?> -le pregunta la madre con todapaciencia. <No -responde el niño-, al cielo deverdad, donde están los ángeles>>. Entonces le dicela madre: <<Mira, hijo mío, el cielo de que hablasestá donde está Dios. Y Dios está en todas par-tes. Por eso no está en un punto allí arriba, en-cima de nosotros; está en todas partes : arriba,abajo, a nuestro alrededor y en nosotros mismos.No podemos verlo por ahora, porque primero tieneque darnos Dios otros ojos y un nuevo corazón>.

Así o de forma semejante puede entablarse hoyel diálogo entre un hüo y una madre. Los padrescreyentes se hallan desde hace tiempo preparadospara hacer la distinción oportuna entre el cielode los aviones y de los astronautas y etr cielo dela fe cristiana. Están también generalmente prepa-rados para explicar a sus hijos que el cielo es unarealidad incomprensible y misteriosa, y que no puedepercibirse a través de intuiciones concretas.

Sin embargo, todo esto no debe considerarsecomo algo obvio y evidente. No siempre fue así.

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El desprendimiento de las viejas concepciones delmundo y de la simbología del más allá -que fuetambién el mundo de las imágenes y representa-ciones de la Biblia- se realizó entre enormes difi-cultades. En algunos puntos todavía no se ha aca-bado de efectuar este proceso de desprendimiento.De todos modos algo ge ha logrado. A ningúncristiano de mediana formación se le ocurre hoyimaginarse el cielo sobre las nubes o en algúnlugar allende la Via Láctea. ¿Es que por eso seha liquidado el concepto de <<cielo>> para el cris-tiano de hoy? ¡De ningún modo! Sólo que esteconcepto ya no es tan intuitivo y escénico como lofue generalmente en otros tiempos. Hemos com-prendido que no es un concepto tan superficial, ypor eso usamos con menos frecuencia la palabra<cielo> y hasta titubeamos al usarla. Sin embargo,también nosotros -por encima de todas las imá-genes- creemos en la misma realidad a la que nosreferíamos con las viejas representaciones del cie-lo. Antes como ahora decimos: <¡Gloria a Dios en lasalturasln, sabiendo que el concepto <<cielo> no loentendemos espacialmente, pero conscientes de quetiene un sentido. Nos servimos todavía de la ima-gen y nos apoyamos en ella, si bien sabemos quepodemos preguntatnos por su alcance con mayorprecisión y penetración que los cristianos de lossiglos pasados.

Pero volvamos a la madre de que hablábamosal principio. ¿Qué hará ella cuando un buen díael hijo le pida explicaciones sobre cómo el ángelGabriel bajó del cielo con un mensaje para Ma-ría? ¿Qué responderá cuando el niño le suelte todaclase de preguntas sobre la narración: de dóndevino el ángel, cóúo entró en la casa, qué aspéctotenía y, en fin, por qué no vienen hoy los ángeles?Esa madre, que tan correctamente ha sabido dis-

tinguir entre cielo y cielo, ¿sabrá dar esta vez larespuesta adecuada? ¿Tiene ella misma ideas clarassobre el carácter salvífico de la narración de sanLucas? ¿Sabe que se enfrenta con una forma denarración bíblica que no debe confundirse con unacrónica o simple información de hechos? ¿Es capazde distinguir también ahora entre las formas narra-tivas y expositivas y el contenido específico al quedichas formas se refieren?

Probablemente, no. La mayoría de los padrescristianos no están preparados para esta labor. Fren-te a narraciones como la de la Anunciación sesienten sumidos en la zozobra, sin haber encontradotodavía una posición firme. Lataz6n es clara: Eneste punto, el proceso de rementalización ha co-menzado para la gran mayoría de los cristianossólo hace unos años. Todavía no hace mucho tiem-po, cuando se explicaba el catecismo y se impartíala instrucción religiosa, las narraciones de estegénero se tomaban como relatos o crónicas dehechos. Y todo esto, evidentemente, no puede re-mediarse de la noche a la mañana. Sin embargo,llegará el tiempo en que los padres sepan discernir,en las narraciones bíblicas, lo que es una formaexterna de presentar o representar el mensaje y loque constituye su afirmación teológica, y lo dis-cernirán con la misma naturalidad con que desdehace tiempo distinguen entre el cielo de los astrolnautas y el cielo de Dios.

Ciertamente, esto supone el conocimiento de lasimágenes y formas de presentación de la Biblia y,por lo menos, algún atisbo de lo que la modernaciencia bíblica entiende por crítica de las formas.A este conocimiento pretende ayüdar la presenteobra. Intenta demostrar que la crítica de las formasno es una ciencia oculta y esotérica, reservada a losgrandes especialistas en la exégesis bíblica, y que el

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conocimiento de esta crítica de las formas no es unlujo, sino una necesidad vital e insoslayable parael cristiano. üQué es, pues, eso de la crítica de lasformas? No vamos a comenzar con definicionesabstractas. Comenzaremos por preguntarnos quésignifica en nuestro caso el término <<formo>. Y comopunto de partida tomaremos nuestra experiencia detodos los dias.

El cr i ¡ t iano de hoy¡¡bo do¡de hace tiem-po quo Dios no moraalló, ¡ncim¡ do las os-trcllm, Pcro no por osodrlr dc rrru: r¡Gloria¡ Dlor ¡n l¡r alturaslrtPor trnto. dlrtln¡ue enrl conccpto rcl¡lol laroprrrcntrclón lmr¡i-nrrhyhco¡¡mlrm¡.Prro ¿rrbr t ¡ ¡nblóndlrtln¡ult m l¡¡ n¡-rr¡clon¡¡ ülbllc¡r cn-tr¡ l¡ form¡ dc prc-sont¡r un! ldcr y hidoa mi¡m¡?

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I . - LAS Í 'ORMASLA VIDA COTIDIANA

ES'I 'ERI 'O'I ' I I 'ADA S ENY ¡]N T,A I , I ' I ' I ]RA'I 'TJRA

1. Carta a la tía Paula

Supongamos que uno escribe una carta y lacomienza del siguiente modo:

tla.l,e¿!, L lo./gt1

9u<r¿1,/o- JL ?*., {^:

Dir* f-- É.e ¿nacho ld-/"

f&c no

ly sírzrQ de vi/a-. S¿á,7/te Áq-

áe&)/o afr ' le y'a.z-&b ¡ noÁcy'¿n,Zo /-;,-/. !ú gez'Ér)fe .?e,z

#T_-o yf7 fu¡ aiiy ¿d ca¡e )r

7urerc 7bzeve¿Aar /o ontsrri L_'.o. ,hJrfu. '/'

1*Y.7? t'z / le'eo 7"+' /'/futna;) ¿ yti . ?+ u/u; A Á.-clo cr- frthY

/*f "/a"¿ro fu¿éni*y&6r.¿.

/*s'^^¿¿ ¿'2 fitn 3eán¿,Éa7> .

¿Has oscrito cartasparocidas?

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Guando Cicerónescrib¡a a su hermano.

l6

¡Bueno, dejemos aquí el dictado de esta apasio-nante carta a la tía Paula! Sólo la hemos aducidopara recordar que todos y cada uno de nosotrosempleamos generalmente en el comienzo de lascartas unas formas fijas, estereotipadas. Como lacarta a la tía Paula comienzan mil otras que a dia-rio se escriben en España.

El comienzo de este tipo de cartas se ajusta máso menos al siguiente esquema:

@ Indicación del lugar desde donde se escribe.

@ Indicación de la fecha.

O Saludo al destinatario (casi siempre con lapal lhra .c lrrer ic lo> o <querida>).

@ Disculpa por no haber escrito desde hace mu-cho t iempo.

O Afirmación del bienestar de quien escribe y. deseo del bienestar del destinatario.

Tenemos, pues, delante un ejemplo de <forma>>fija, estereotipada, y usada con suma frecuencia.Podría uno objetar: <<Sí, pero es algo completa-mente natural. ¿Cómo, si no, comenzat \na cafta?Lo que usted señala aquí como una forma este-reotipada ¿no está en la naturaleza misma de lacosa?>. Y, sin embargo, esta objeción no es con-cluyente. Es evidente que una carta puede comen-zarse de muchos otros modos.

Cuando Marco T'ulio Cicerón escribía a su her-mano Quintc, comenzaba sus cartas así: <Marcus

Quinto fratri salutem> (Marco saluda a su hermano

(.)rrrrr lo) . l )c cst¿r l i rn l r i r brervc y r i ¡ ¡ i t l i r conren¿¡rbiurtrrs i tod¿rs las c¡rr l l rs r lc l l r l rnt ig i icr l l r r l . lnclrrso scrrs i rb:r l¿r fórmula cscuct¿r: <( 'uyo ¡r ' l ' i lo>, y c l cs-r ' r ' i lor pasaba inmccl iatar lrcntc al ¿rsurt to dc l i r c¿rrt¿t.l r l saludo al dcst inatar io (<Quorida t ía Paula>),t¡rrc caracter iza nuestras cartas y resulta casi incl is-

¡rcnsable, brilla por su ausencia en las relacionescpistolares antiguas. Más todavía: En las cartasrrntiguas falta normalmente la indicación del lugar.Y I'alta asimismo con frecuencia la indicación de lal'ccha. Y si existe, no la vemos al comienzo de lacilrta, sino al fin. Pero lo que más llama la atencióny distingue las cartas antiguas de las nuestras esI¿r falta de la firma. Las cartas antiguas acaban conrun corto saludo: <<Vale> (Consérvate bien) escri-bían los romanos al fin de una carta privada. Podían'rhorrarse 1a f i rma. que aparecía ya, por así decir lo,cn el título o inscripción inicial (<Marco saluda asu hermano Quinto>). Chocamos. por tanto, en laantigüedad con un formulario epistolar que difierenotablemente del nuestro.

Pero tampoco entre nosotros se ajustan todaslas cartas al formulario de la carta a la tía Paula.Pensemos en los escritos oficiales o en las cartas denegocios. En contraste con las actuales cartas pri-vadas, observaremos en ellos una serie de detallesdiversos: al comienzo la dirección del destinatario:luego unas fórmulas misteriosas: <Su nota... Suescrito de... Nuestro escrito de... Nuestra nota...En lo tocante a.. .>>.

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PUIG Y SEGUI Fábrica de Pirotecnia

VALENCIA

8u nota¡

Nuestro Bscrrlto de!

Su escrito de¡

Nuestras notast

y supiera discernir la época, la función y elambicntcnocial de cada uno de ellos, sería capaz de cscribirunu historia de las formas de los exordios episto-lurcs. Semejante obra pondría en evidencia cl for-mulismo a que se ha sometido siempre, desde launtigüedad hasta nuestros días, la correspondenciacpistolar.

2. Una receta culinaria de Catón el Vieio

Avancemos un paso más. Observamos formascstereotipadas no sólo en las cartas, sino tambiéncn un sinnúmero de situaciones muy distintas.Marco Porcio Catón (234-149 a.C.) nos dejó ensu obra Sobre la agricultura -se trata del libro enprosa más antiguo y mejor conservado de la lite-ratura latina- toda una serie de recetas culinariassobre fritos y cocidos. En cuanto se echa un vis-tazo sobre ellas, se observa inmediatamente sucnorme parecido con la forma de las recetas ac-tuales. Así reza, por ejemplo, una receta de Catónel Viejo sobre los pasteles de queso:

Gartasds las cancillorlasen la úpoca bar¡oca.

L¡ cocin¡ do un ¡m¡de c¡sa modorna ¡¡distinta de una cocinado rom¡na ant igua.Las r¡cet¡s culin¡riasson t¡mb¡ón di¡tinta¡.Pe¡o ol modolo confor-mo al quo so rsdactanlas rocotas sigue casiinmut¡blo.

@!g: Cohetes y bunbas espBcleleg

En relacidn oon su atenta carte delI1.8r La Finna PUIG ha tomado not¡de su pedido y tenemos e1 honor dEoornunicarl.e que estamoe en oondicLdnde geryir le...

Po.r último, si recordamos las cartas que se es-cribían en las cancillerías de la época barroca, consus complicados saludos, su ampulosidad, su cor-tesía y zalameria, resulta bien claro que una cartano tiene que comenzar necesariamente como ladirigida a la tia Paula.

Los ejemplos aducidos ponen de relieve la va-riedad de formas estereotipadas que hay pára co-menzat una carta. Casi todas las cartas, conscienteo inconscientemente, se ajustan a alguna de lasfórmulas usuales. El que conoce a fondo estasfórmulas no sólo llega a adivinar en qué siglo seescribió una carta, sino que en seguida advierte sise trata de una carta privada, de una carta de ne-gocios o de otra especie cualquiera. Y, por supuesto,todo ello lo cgnoce no por el contenido, sino sen-ciliamente por el formulario.

Ahora bien, una persona que recopilara toda lavariedad de fbrmularios epistolares que ha habido,l8

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Gonsxión entrela roceta culina¡iay el modo de empleo.

((Se desmenuzan bien en el almirez dos libras dequeso. Una vez bien desmenuzado el queso, se leañade una libra de harina de trigo siligo o, si sequiere comer más fino, sólo media libra de lamisma harina, y se mezcla bien con el queso. Sele echa luego un huevo y se bate a fondo. Entoncesse hace un pastel con todo ello, se le ponen debajounas hojas (folia) y se cuece lentamente a hornocaliente en una fuente de barro>> (De agri cultura/)) .

Si prescindimos de que nuestras amas de casano emplean ya el almirez para rallar el queso nihojas para ponerlo encima, usando en su lugarláminas de aluminio, vemos que la receta del viejoCatón apenas ha envejecido a lo largo de 2.000años. Lo único que le falta es la conocida fórmula<Se toma...)), que es el esti lo usual de nuestrasrecetas culinarias. Tenemos, por tanto, a la vistauna forma literaria que no ha sufrido transforma-ciones y se ha mantenido tal cual a través de unlargo espacio de tiempo. Lo esencial en la forma deuna receta culinaria son los datos detallados de losingredientes del plato a lograr con una minuciosadescripción del orden, tiempo y mezcla, que cons-tituyen el proceso de la elaboración. La descripciónse atiene a un enunciado en serie y en breves pro-posiciones de lo que se ha de tomar y emplear.Cada proposición es una prescripción. En su es-tructura literaria. las recetas culinarias están ínti-mamente emparentadas con la forma del modo deempleo. Esta indicación es un tinglado de prescrip-ciones breves, cuyo orden no puede alterarse lamayoria de las veces (primero..., luego..., a esto... ,finalmente...). La receta culinaria y el modo deempleo son lo que garantiza y recomienda el pro-ducto en cuestión. Las prescripciones suscintas yen serie presuponen tácitamente que el producto

a que se refieren es bueno, ofrece todas las garantiasy el consumidor puede fiarse del resultado satisf ¿rc-torio.

3. Las esquelas funerarias

Hay otros muchos ejemplos de formas literariasque se presentan con una uniformidad sorpren-dente. Abrimos, por ejemplo, un periódico y leemosen determinada sección:

En el periódico se dan luego otras indicaciones.Después de la muletilla de <<sus desconsolados...>o de la <sensible pérdidu, viene una lista de nom-bres, el día y hora de la conducción del cadávery de los funerales, y tal vez el aviso de <No se re-ciben visitas>>. Tenemos, pues, otra forma estereo-tipada que fija los menores detalles y apenas hasufrido variaciones a través de siglos. Hace tres-cientos años un epitafio decía lo siguiente: 2l

DOn JOSE FERRER HERNANDEZ

Funcionario de Mutualidades laborales

Falleció en Madrid, a consecuencia de un accidente detráfrco, el 23 de enero de 1975 (a los 54 años de edad).

Habiendo recibido los auxilios espirituales

D. E. P.

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Un opitafiodel siglo XVll.

Año 1651, el domingo 27 de abril,entre l.as 12 de la nochey la 1 de lamadrugada

durmió piadosa y placidammte,en su Redentor Jesucrislo.

la uirtuosa señora Marla Bülgin,de la familia Waltmiinning,

a Ia edad de 22 años, 2 meses y 2 días.Dios reciba su alma. Amen.

Este texto pertenece a un epitafio que hay enel interior de la iglesia de Detwang, en Rothenburgde fauber. Se encuentra en la pared izquierda de laiglesia. Yo lo copié hace muóhos años en unaexcursión que hice por el valle del Tauber, y locopié porque me conmovió profundamente el len-guaje de la inscripción y la piedad que rezumaba.Mucho después, al hojear mi libro de notas, caísobre el texto una vez más y me llamó la atenciónla semejanza que presentaba con las esquelas fu-nerarias actuales. El lenguaje es distinto y la formade publicarlo es también radicalmente distinta. Pero,en su estructura fundamental, el texto se parecemucho al que anteriormente hemos copiado de unperiódico. Un análisis o crítica de las formas loevidencia con facilidad.

Común a los dos textos:

@ Nombre del (de la) finado (a).

@ Edad del (de la) finado (a).

@ Fecha de la muerte.

@ Breve descripción de la muerte.

@ Deseo de la salvación eterna del (de la) finado

Ca).

En virtud de esta concordancia, el texto de Det-wang, aunque es una inscripción, se clasificará,desde el punto de vista de la crítica de las formas,como esquela o epitafio funerario. Entre nosotroses hoy usual publicar la esquela en el periódicoo difundirla en forma de carta. En el siglo xvII, encambio, se podía también publicar la noticia delfallecimiento de una persona mediante una ins-uipción. Vemos clarísimamente en este ejemploque puede subsistir una forma determinada a pesardel cambio radical que sufra la manera de publi-carla.

Las observaciones de este tipo pueden resultarmuy importantes para las investigaciones de lacrítica de las formas. Así, por ejemplo, hasta en laforma <<narración> ha cambiado completamentela manera de publicarla. Hoy leemos las narracio-nes en los periódicos o los libros. Antes, en cambio,las narraciones se contaban, se narraban efectiva-mente. No se leían, sino que se escuchaban de vivavoz y por boca de quien dominaba la técnica de lanarración. Cuando nos encontramos con narra-ciones en la Biblia, se trata en muchos casos denarraciones auténticas, que fueron primero frutode una conformación y transmisión orales. Su fija-ción por escrito fue generalmente una obra rela-tivamente tardia.

Antiguamente,las narracionesse cantaban, senarraban realmonte.

22@ Breve caracterízación del (de la) finado (-a).

¿)

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lla sufrido un cambiono sólo la forma delprlpito sino tambiónol exo¡dio de los ser-monos. Ouion dominela historia do la predi-cación cristiana, po-dria oscribir la historiade las formas de losexordios de Ios sermo-nes,

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4. Un exordio de sermón en día de fiesta

Así, pues, las formas estereotipadas no son ex-clusivas de las manifestaciones humanas escritas.La comunicación oral adopta también con muchafrecuencia unas formas fijas y netamente acuñadas.Sólo hace unas décadas, por ejemplo, todavía sedaba el hecho de que un predicador comenzara susermón de Pentecostés del siguiente modo: ("Seprodujo de repente un ruido del cielo, como deviento impetuoso que pasa, y llenó toda la casadonde estaban". Palabras tomadas de los Hechosde los Apóstoles, capítulo 2, versículo 2. iAmadi-simos feligreses, reunidos aquí para celebrar lasacrosanta festividad de Pentecostés!>.

Esta forma de comenzar un sermón estuvo untiempo muy en boga. Contiene los siguientes ele-rnentos:

O Una sentencia (casi siempre de la Biblia).

@ Indicación del origen de la sentencia.

@ Apelación solemne a la concurrencia con men-ción de la ocasión del sermón.

Cuando el sermón comenzaba así, ya se sabíade antemano que no había de durar menos de mediahora. Un exordio solemne y la duración del sermónse correspondían. Hoy se predica más brevemente,se renuncia a la sentencia, y el comienzo es un sen-cillo <Queridos hermanos>.

Por consiguiBnte, también los exordios de losserfiiones se ajustan a formas fijas y también podríaescribirse una <<historia de las formas>>, es decir,una historia de las maneras usuales con que en

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Una historia de lasformas de los oxordiosempleados a travósde los tiempos.

cada época se comenzaban los sermones. Desdeluego, sería una historia altamente interesante.Haria ver el rango social y teológico que se atribuíaen los diversos tiempos al auditorio de los fieles.Descubriría, por ejemplo, que, en la Iglesia latinadel siglo rv, el predicador saludaba a la comunidadcon el título de (vuestra santidad> (sanctitas vestra),título que posteriormente no se aplicó a la comuni-dad o a la parroquia, sino que se reservó exclusi-vamente para el Papa.

Estas formas estereotipadas de dicción oral nose encuentran, naturalmente, sólo en los exordiosde los sermones, sino también en otros lugares delculto divino. Cabe decir sin exageración que todaliturgia, en el fondo, es un armazón de formasacuñadas de tipo oral. La razón es clara: todo len-guaje hurnano, que se repite periódicamente conintervalos determinados, y se dirige a los mismosoyentes, y encierra un contenido idéntico, tiende acristalizarse, a formalizarse. La mejor demostraciónde ello está eñ la oración romana. Originariamentela pronunciaba el presidente de la asamblea litúr-gica con una formulación libre; pero bien prontose apoderaron de esta oración unas estructurasfijas, un/s moldes que produjeron la clásica oraciónromand. Su forma es de una claridad y simplicidadmaravillosas; no hay traducción capaz de reflejarsu fluidez. Uno de los ejemplos más bellos lo tene-mos en la oración que antaño se recitaba el domingotercero después de Pentecostés:

OREMUS: Protector in te sperantium, Deus, sine quonihil est validum, nihil sanctum: multiplica super nosmisericordiam tuam, ut te rectore, tb duce, sic transeamusper bona terhporalia, ut non amittamus aeterna. perdominum nost¡um Jesum Christum filium tuum, quitecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti per omniasaecula saeculorum. Amen.

OREMOS: Oh Dios, protector de los que en ti espcran'sin ti nada es valioso, nada santo: multiplica sobrc nos-

otros tu misericordia, para que, bajo tu dirccción yguía, pasemos por los bienes temporales de sucrtc qucno perdamos los eternos. Por nuestro señor Jesucristo,tu Hijo, que contigo üve y reina en la unidad del Espi-ritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Se ve fácilmente la estructura de esta plegaria.La oración se desmembra en seis partes:

@ Exhortación a orar,

@ Invocación a Dios.

@ Ampliación de la invocación.

@ Súplica.

O Conclusión solemne.

@ Confirmación de la plegaria por la comunidad.

La estructura misma hace ver claramente el tipode oración de que se trata: la exhortación inicial(Oremos) y la confirmación final (Amén) carac-terizan al texto como plegaria de la comunidad.El presidente la recita como representante y ennombre de la comunidad. La frase <sin ti nada esvalioso. nada santoD es simplemente una amplia-ción de la invocación (en latín está unida a lainvocación como una oración de relativo). La parteprincipal de la plegaria propiamente dicha está enla petición siguiente. Esta oración la definimos comooración de súplica de Petición.

La estructura formal de la oración que acabamosde analizar se encuentra en la mayor parte de lasoraciones romanas. Desde el punto de vista de la26 27

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La oración romanadesda el punto de vistade la criticade las formas.

crítica de las formas, este tipo de oraciones se carac-teriza y define por la brevedad de la súplica, conuna invocación ampliada en forma de relativo, yuna conclusión solemne que recita el presidenteen nombre de la comunidad.

5. Charlas después de Ia jornada laboral

Formas estereotipadas de lenguaje oral las hayfuera del campo de la liturgia. Nuestra conversa-ción ordinaria puede estar sujeta a un esquemadeterminado, a menudo sin que nos demos cuentade ello. Un lenguaje así formalizado surge fácil-mente cuando nos vemos en unas situaciones repe-tidas y frecuentes. Kurt Tucholsky, que fue ungran observador en esta mater ia. descr ibió todauna seric dc situaciones típicas donde las conver-saciones discurren por cauces fijos: las charlas porteléfono, los diálogos entre gente de negocios, eldesarrollo de una trifulca familiar.

Pero la descripción más elocuente viene a ser elesquema que tazó del diálogo de los enamorados,que se juntan por la tarde y se explayan comuni-cándose las penas del trabajo del día:

<El va a buscarla al trabajo, o ella a é1. La parejaestira un poco las piernas. Después de estar todoel día sentado en la oficina hace bien el aire de latarde... Se cuentan lo que ha ocurrido durante eldía. ¿Y qué ha ocurrido? ¡Penas! Suele decirse que"hay que tragar saliva" y aguantarse.

¿Que una cosa no es verdad? Sí, pero de mo-mento tienes que morderte la lengua: no responderal iefe, no responder a la compañera, no responderal portero... Y esto, una y otra y otra vez..., hastalas seis de la tarde.. .

El le cuenta cómo le ha ido en el trabaio. Primero

cl informe del día. Naturalmente ha habiclo unaserie de choques. Quien lo cuenta es un moclclode calma y de bondad, pero el enemigo es tremcnclo,malo, un indiano maniático y colérico. Y el diálogose desenvuelve más o menos así:

-Le digo y repito, señor Pérez, que esto no searchiva así. (Y esto en el tono más pacífico delmundo, suave, claro, sin estridencia). El me replica:

-¡Yo lo archivo como me da la gana, señor mío!(Y esto con precipitación, violento, desmandadoy colérico). Vuelvo a la catga, pero, eso sí, yocompletamente tranquilo:

-Mire, señor Pérez, le digo que no podemosarchivar así porque, si no, vamos a mezclar toda lacorrespondencia C con la D...).

Sigue describiendo la pelea de la oficina, y cuandola descripción llega al punto culminante, viene eldesenlace con la pregunta: <¿Qué te parece?>>. Na-turalmente, a ella le parece escandaloso, y el es-cándalo de la novia le sirve de consuelo. Inmedia-tamente cambian los papeles. Ella cuenta lo suyo,lo que le ha ocurrido con su compañera. Y ahoraes él quien se escandaliza, y ella la que quedaconsolada. El equilibrio anímico se ha recuperado.Para esto precisamente se han contado las cuitas,y el fin se ha logrado. La forma de presentar loshechos (<Le digo y repito, señor Pérez, que estono se archiva así>) ha sido inconsciente, pero di-rigida a un fin, que es la justificación de la propiaconducta y la aprobación por parte de la amiga.Todo el discurso ha ido aparar al <¿Qué te parece?>.No ha sido otro el objetivo de la expansión, queha condicionado la forma de la descripción. Si elobjetivo de ambos hubiera sido analizar crítica-mente los hechos, el contenido de la charla seríadistinto, y lo sería sobre todo la forma de presentar-los. Todo hubiera parecido diferente'.

En situaciones t ipicas,que se repiten regular-mente, sl diálogo dis-curre según formasacuñadas, estereot¡-padas.

La fo¡ma de erponeruna idea dependesiempre del finbuscado.

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