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Aldabadas Victor Manuel Pinto El perro y la rana Ediciones del Ministerio de la Cultura Colección Cada Día un Libro - Poesía CONAC, 2005
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A mi padre
Víctor Manuel Pinto Silva
Él se encierra en su pieza
después del trabajo
fuma (aunque no debe)
y lee periódicos viejos
cuando está conmigo
lleva sus años a la boca
aconseja
pregunta por mamá
aunque no me deja contestar
besa su lumbre y mira fijo
yo me acerco a sus ademanes
prendí un cigarro
busqué mujer
pero no alcanzo
el rigor de sus dedos
aun no me parezco a su tos
su cama
cuando me llevo los platos
y le dejo sin voces
el perdona la oscuridad
reposa con sus ojos y el humo
que sube a engancharse en la viga
donde tiemblan las ropas de siempre
este es mi viejo
el que sabe descifrar la música
Se te va la edad en tos
buscas las mañas del samán
hablo de médicos y sonríes
el cuerpo se regala al monte
y los guarapos
de la mujer que todavía quiere
me han tocado la puerta
dice
y mi corazón
es un bombillo quemado
que parte algún niño
A mi abuela
Terminia Peña
Los pasos buscan sombra
entre un bufido de vocales
que mana de sus adentros
el viento arrancó los cueros
la noche de su pelo
y las vestiduras de las sillas
apenas vive la penumbra
que es de esa edad
la queja de cocoa viene esposada
a la luna
se divorcian sus ojos
de las cosas cuando piensa
ya la tarde no es para el amor
vestidos y plazas
sólo queda hacer guarapos
valeriana para las espinas de la noche
me han dicho que el frío
ronda estas sendas
que el carpintero
ha tenido mucho trabajo
tu eres de bien
no debes temerle
no mientras visite un corazón
a preguntar por la salud y los hijos
En verdad a uno lo cambian los años
se nos da un lomo de viento
y pisada de tierra
se deja de buscar otras tallas
mas yo aún deseo la de un samán
Reposa bajo el mango
tiene poses de caimán
todos lo conocen lo saludan
y él murmura algo
la silla inclinada son los días
sus pies hacen un nudo de colear toros
y su silbido regala hierbabuena
admiro su pausa
y el grito amanillo
que borra las cruces de la loma
así llega el sopor y la chicharra
a tejerse en la palma del sombrero
y baja la culebra
con ganas de morderle
pero él reza su oración
Las piernas
son chinchorros que se deshilan
ya no deseo oír misas sin dios
ni que se me pudra la carne
aunque se fue el talento de colibrí
llega un viento de medallas
que abre los caminos
como antes los muslos
y la brisa me respeta
Esta edad me descubre sentado
para ensayar las muecas del último dolor
una muchacha saluda
y pregunta por la suerte de nubes
le digo que no llueve
pero abre la sombrilla
y se escurre en la vereda
se saben cosas por que se han vivido
El Samán se agrieta de edad
no tiene niños
que jueguen béisbol a su ruedo
suelta fantasmas de cal
que de noche brincan las paredes
y se esconden en el níspero
hay uno que repite
el saco con parchos en los codos
un sombrero de fieltro
los dientes que atraparon
una luciérnaga
el arrojo del chimó
Se confiesa alto
un malestar de truenos
todos abren sus rosas impermeables
y sonrío
ya no me asustan
estos pucheros de tormenta
Acodarse en un guayabo
oír chasquear lo que sostuvo el cuerpo
comprar a las seis
el velón para las ánimas
encomendar los hijos a dios
hacer más
después de tanto sol
es presumir
Tengo bálsamo en las palabras
por el beso en tu frente
tomo los libros
y salgo a la calle a buscar transporte
pero el látigo de mayo
tiende adentro
piensa en la gracia
de tu vestido bajo el umbral
se abre un rocío
en la tarde que era buena
y no quiero saber más
cuando no vea sobre el hombro
la seña de cruces
tu encomienda
A doña Herminia
Tomaste la reja con fuerza última
para ahorcar el tiempo
a un reloj de arena
los actos de pujanza
fugaron cenizas
con el soplo de los años
para tu boca
no hay espaldas de lana
de chimó los besos
tu hombre se fue
con sus amistades de antes
tiene frente de cruz
Su divorcio
me llevó a restar los paltos
en la mesa
teñirme a la piel
de cuando nacen los bombillos
comer un día
la rabia con la madre
y beber al otro
la culpa con el hombre
me he convertido
en un intruso
que le da vueltas
a la casa
detrás de un cigarro
estudio lo callado
de una cerradura
cuando se tranca el pecho
los viejos se dejaron
no se alisarán
cuando les venga el sol
del vaivén de las mecedoras
Caen aldabadas
en la puerta de esta casa sin gente
cada una
es un golpe en el pecho de mi madre
cuando murmura en el altar
siento que todo este silencio
que ahora es el color de la paredes
es por mi culpa
por mi culpa
por mi gran culpa
Vengo a entregar el cuerpo a tu óvulo
con el perdón de no soltar avisos
pero no encuentro tu queja
ni el color del solar
que hilvana los labios del padre
¿adónde han ido las voces?
Un vitral de espíritus
encerró el sueño de los gatos
que tenía en una caja de cartón
alguien entró a desollar las cortinas
y las fotos
que ahora se desaguan
caigo en la excusa
de inventar un poema
para disimular tanto silencio
Frente a la casa
bato los brazos
en la ausencia del lenguaje
en esta tarde
mi cara es otra cuando tiembla
en los espejos rotos
un maullido
molesta al fantasma del perro
que pena en las sábilas
y muestra su sonrisa
agito los brazos
en la concordia de tufos
y ningún aroma
es el de los cuadros
la reja
ataja el silencio
a tus puertas
de espalda a los vestigios
A Carlos Osorio
El cuerpo busca un movimiento
aprendido del hombre
que se fue
la brisa preña cortinas
cura de polvo
la peinadora de mamá
que ya no aplaude al piso
con sus chancletas
busco figuras
caras de muertos
por donde resbala la luz de la calle
llega la hora
en que los vagos se silban
de esquina a esquina
La casa adelgazó
la purgaron matrimonios
y pleitos
las columnas empalidecen
los vestigios
se hacen menos junto al espacio
un vendaval se llevó los rezos
y la contra de sábila
detrás de la puerta
me asaltan primeras lunas
con el llamado de agua
de las chicharras
merodea el viento
Te encontré
hacías una genuflexión
ante los años
y el borrador de la lluvia
aquí estoy con mi palabra
para evitar el mapa de polvo
a nuestros pies
aun eres la misma
tus matas de mango
el cilantro y su perfume
bordeo tu cuerpo
vestido de tierra y sol
y la inocencia
que nunca deshabitó las manos
taconea en el ansia
de tu puerta de hierro
pero el recibirme como antes
no es oficio del montón de periódicos
la silla patas arriba
un eco avisa de soledad
pero ellas continúan con palpito
se entremeten por tu esqueleto
y corredores sin sombra
como si golpearan la arena
bajo el agua
La lluvia
hace que todos giremos las llaves
para tendernos en los cuartos
tras la ventana
se piensa en los amores
el agua
al escurrirse en la pared
intenta la silueta de ella
un tufo de flores marchitas
se mezcla con mi cigarro
esta tarde
no tiene voz la casa
Detrás de los surcos de luz
el mimbre macera la sangre
las manos que saben de cicatrices
llevan el aro del altar
el que degolló el vientre
y tiene culpa de los suspiros
Los relámpagos
se llevaron las sombras de la sala
hay mucho espacio en la mesa
mientras juego con mi sopa
el aire sobre las sillas
es la ausencia
Los hijos se marchan
con la ponzoña de las avispas
santiguarse frente a la iglesia
y una cruz de cuchillos
para negar el invierno
sus piernas
llevan un rasgo de tierra
y sólo vuelven
con el alfiler de la memoria
no tienen el vicio del sol
que sube a embriagarse en la montaña
se asfixia en los espejos
Te miro
desde lo entreabierto de tu cuarto
un trapo negro flota en el techo
y tus manos
que no saben de estar solas
buscan el clima de las misa
me conjugo a los anillos
y al vacío del matrimonio
no tengo ojos de estrujarte
no es la enfermedad
es que soy tu hijo
Después del regaño
a las patas del caimito
brotaba la horma caliente
de la correa sobre el cuerpo
pero todo pasaba
cuando el cielo hacía correr
una estrella
en el filo de la hojilla
una gota de sangre
que adornara las muñecas
era suficiente
para un respiro de alivio
Con una carrera
hicimos vibrar las charcas
embrujados por el perfume
del maíz y a lluvia
teníamos duendes al escondemos
la boca de la vecina
nos llevo al inocencia
hasta la edad del zamuro
hoy
ellos se resignan a la corbata
limpiar comederos
hacer inventarios en la memoria
a la sombra del mango
tengo el trajín del sol
mi sueldo
la reminiscencia de unos nombres
grabados en la acera
La sombra de la abuela
cruzaba el patio sin ojos ni boca
con un relámpago en la mano
la hornilla mutilaba su lengua de gas
cedía el pedestal del búho
que graznaba en el lumbre de mis ojos
era la leña roja
eran sus cuentos de muertos
que en el susto me apresaban a la cama
a techarme de cobijas
inundarme de sudor
Fue un diciembre
eso lo recuerdo
llorabas disfrazada de muerta
recité la petición
que a medias contestó papá
hubo silencio
el ventilador imitaba las abejas
te pensé afortunada
por los billetes que contabas
y contabas
sin olvidarte de gemir
insistí mi lengua
entre caldos ardientes
respondió el lenguaje de las tumbas
Se dormía el cacharro
con quejas mecánicas
la puerta cortaba la tarde
se advertían tus botas
de hierro y de noche
yo te esperaba
con un ósculo silencio
y entre la poca luz
trallas cara de urna
la bendición
quizás dios la contestó
yo seguía lujurioso
En el centro de la envergadura
teníamos imágenes de vapor
que escondieron la luz
desarmo las huellas de arena
paso la quebrada de un salto
apenas quedan oficios
atrapas canarios en la tina
concierne a otros corazones
para los demás
es más fácil una caja de cigarros
en la oscuridad del bar
las calles se comen al monte
mojo los dedos
en lo que no alcanzo el cemento
y la casa al aire no es igual
al menos
no crecimos en las fotos
El verano hambreaba
a los árboles del patio
de noche
estiraban sus manos de chamizas
para darme el sueño
de sus estampas frente a la luna
pero al cerrar los ojos
se acercaban a la ventana negra
para robarme
lo que guardaba en los labios
Veintiún años más tarde
vuelvo los ojos
al patio de esta casa
que se me va
aun me sorprende
el polvo
y la ordenanza del silencio
de los helechos
mientras los días
pasan y pasan
me quedo con al figura
de los soldados de plástico
esperando una guerra
que no llega