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Universidad Finis Terrae Escuela de Historia Chile Hispano (M) Análisis historiográfico sobre la Independencia (Moulián, Luis. La Independencia de Chile. Balance Historiográfico. Colección Historia y Sociedad. ) Profesor: Aldo Yávar

Análisis historiográfico sobre la Independencia (reseña crítica de Luis Moulián)

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Page 1: Análisis historiográfico sobre la Independencia (reseña crítica de Luis Moulián)

Universidad Finis Terrae

Escuela de Historia

Chile Hispano (M)

Análisis historiográfico sobre la Independencia(Moulián, Luis. La Independencia de Chile. Balance Historiográfico. Colección Historia y Sociedad. )

Profesor: Aldo Yávar

Ayudante: Sergio Estrada

Alumno: Nicolás Zeballos Fernández

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PRESENTACIÓN DEL AUTOR

Luis Moulián nace en el año 1945, en el seno de una familia de tendencias políticas de Izquierda. Sin ir más lejos, es hermano del reconocido intelectual de la Izquierda chilena Tomás Moulián. Académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, por sus tendencias políticas es exiliado a la República Democrática de Alemania, volviendo a nuestro país en 1990, recuperada la Democracia. Vuelve a la casa de Bello, dedicando una década más de su vida a la docencia, hasta el año 2001, año en que suicida desde el 7° piso de la Posta Central, luego de ser internado por una insuficiencia pulmonar por su adicción al cigarrillo.

PRESENTACIÓN DEL CONTENIDO

El objetivo que busca este trabajo de Moulián es hacer un balance historiográfico sobre el tema de la Independencia chilena, a través de la comprensión de las principales escuelas historiografías desarrolladas en nuestro país, que a la vez fueron reflejo, con el transcurso de los tres últimos siglos, del pensamiento occidental moderno.

El autor utiliza el enfoque marxista sobre la interpretación de realidades históricas, que establece que éstas están delimitadas o influenciadas de acuerdo a la estructura social, especialmente de clase, de la que son parte quienes realizan estas construcciones del relato histórico. De ahí que, en el prólogo, se explica este enfoque marxista entendiendo que “los hombres hacen la historia a partir de las circunstancias recibidas del pasado, sin tener plena conciencia de los resultados producidos. Sin embargo, elaboran el acontecer real desde distintas tomas de posición, provenientes de sus pertenencias de clase social, sustentos ideológicos y haceres políticos”1. Desde esta perspectiva, - y si se me permite, el prólogo cae un poco en la confusión a la hora de explicar este planteamiento- las sociedades continúan una línea de progreso, en el sentido de avance hacia el futuro, a partir de una herencia de la que no son responsables, sino sólo continuistas. Lo anterior no se entiende si no comprendemos la lógica de clase dominante y clase dominada de la tipología marxista, en la que la primera logra imponer un modelo de sociedad que alcanza el carácter de general. Quienes no están conformes con este modelo, y trabajan para imponer uno alternativo, son los llamados reformistas o revolucionaros, dependiendo del grado de acción y propuesta. Por su parte, quienes mantienen el estatus quo son los llamados, bajo esta lógica, conservadores. Volviendo al principio de esta explicación, las sociedades se van desarrollando, en un primer momento, por la continuidad de un pasado del que no son responsables, y por lo tanto no dimensionan las razones de sus resultados, hasta que 1 Moulián, Luis. La Independencia de Chile. Balance Historiográfico. Colección Historia y Sociedad. Pág 9.

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diversos sectores toman conciencia de éste, presentando alternativas que proponen un resultado distinto. Esto es, en definitiva según Luis Moulián, lo que sucede con la comprensión del proceso de independencia durante la gestación del Reino de Chile y posteriormente la República.

Sin embargo, dado lo dicho anteriormente, salta a la vista otro objetivo, quizás no tan explícito como el primero, pero no por ello menos interesante; de hecho, puede resultar ser un aporte mucho más valioso para el debate historiográfico chileno. Pues bien, pareciera ser que Moulián busca reflejar el pensamiento de diversos actores sociales de nuestro país, por cierto todos ellos influyentes -para no delimitarlo solamente a la clase dominante-, utilizando un elemento de estudio que, por la coyuntura temporal, urge desarrollar en profundidad. El autor, probablemente parte de la corriente historiográfica marxista que surge a partir de la década de los ’70 y que deja la historia socioeconómica de lado para abocarse a los estudios culturales o de mentalidades (Thompson, Hobwsbawn y Pierre Vilar principalmente)2, utiliza el tema de la Independencia para desmenuzar y explicar las construcciones ideológicas que han predominado el debate intelectual chileno durante trescientos años. Además de mostrar las conclusiones a las que se llegaron durante este periodo de tiempo sobre lo que es finalmente Chile, Moulián nos muestra lo que se “quiso” relatar y construir de Chile, es decir, lo que fue y es Chile, o su génesis, para distintos grupos sociales, algunos con los mismos intereses y guiados por los mismos ideales y valores, y otros con una visión crítica del desarrollo nacional.

En este escenario, entonces, el tema de la Independencia puede ser tomado desde dos perspectivas en este trabajo: por un lado, el que resulta más obvio, que el concepto de independencia sea el protagonista, entendiendo que lo que se busca es esclarecer su significado. Pero es igual de válido entender a este concepto como una herramienta, como un vehículo, para llegar una discusión mucho más profunda, es decir, la manera en que diversos actores, diferentes entre sí intelectualmente hablando, abordan un mismo hecho. En este último caso, el concepto de Independencia pasaría a un segundo plano. Lo principal, sería desde mi punto de vista siguiendo esta lógica, las distintas formas en que se ha planteado al ser humano y su vida en sociedad en la época moderna.

Por otra parte, es interesante destacar la visión misma de Luis Moulián sobre las razones de la Independencia de Chile:

El proceso de la Independencia entonces fue una Guerra separatista provocada por un crecimiento de la economía, y no, como sostiene Góngora, pro condiciones guerreristas de la estructura psicológica del chileno… Hay que insistir en que, a nuestro juicio, la problemática económica ejerce su determinación última instancia y que la política y la controversia ideológica ejercen un papel en el que se manifiesta esa determinación, pero donde se origina es en la economía.

2 Aurell, Jaume. Tendencias historiográficas del siglo XX. Globo Editores. Santiago de Chile, 2008. Pág. 62-63.

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La arena política es donde se producen los efectos pertinentes y la toma de decisiones de los sectores dominantes. El proceso de Independencia fue provocado por factores económicos, per la manera de expresarse de esos factores fueron en el ámbito de la política y el fuerte debate ideológico, como su expresión más radical, las guerras.3

ANÁLISIS CRÍTICO DE LA OBRA

CAPÍTULO I

Moulián da el punto de partida en las crónicas de Manuel Antonio Talavera y Fray Melchor Martínez, intelectuales ilustrados españoles que tomaron partido por éstos durante el proceso de Independencia, a pesar que ambos tuvieron una vida bastante comprometida con el desarrollo intelectual de nuestro país. Entonces, siguiendo la tesis directriz de este trabajo, el autor trata de explicar las reflexiones de ambos personajes a partir de la mentalidad propia de los ilustrados peninsulares:

Qué situación llevó a ambos, arraigados en América y Chile, a definirse por España y ser implacables contra la causa independentista nunca se sabrá; los verdaderos motivo dejan ver un distanciamiento con los patriotas chilenos, motivado por una especial concepción de la lealtad al Rey primero y luego a España, una adhesión también especial por el orden y contra la revolución separatista, identificada como equivalente a caos y subversión.4

A lo anterior, debemos agregar su profunda convicción religiosa conservadora, además de una razón bastante práctica: sus actividades comerciales, las que se veían beneficiadas por su red de contactos a nivel de autoridades.

Desde esta perspectiva, Talavera cuenta y analiza la génesis de la Primera Junta de Gobierno como el enfrentamiento a dos sectores de la elite en Chile, influenciado por factores coyunturales, como son el mala gestión gubernamental de García Carrasco, o las experiencias ilustradas de Estados Unidos y Francia.

3 Moulián, Op. Cit.724 Moulián, Op. Cit. 24

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Moulián destaca rápidamente una idea del cronista español que resulta muy interesante para comprender lo sucedido el 18 de septiembre de 1810: desde el mayo hasta octubre de ese año, se produce en Chile un enfrentamiento antagónico entre realistas y patriotas, lo que “echa al suelo muchas de las tesis que sostienen algunos historiadores respecto a la lealtad con el Rey cuando se crea la Junta de Gobierno en septiembre de 1810”5 . Talavera narra que en julio un grupo de 800 criollos protesta en las calles capitalinas y logra que España deponga a García Carrasco como gobernador, gatillado por un suceso político, imponiendo luego a Mateo de Toro y Zambrano. Luego, la agitación permanente de Santiago logra que se acepte la reforma al Cabildo, en la que los nacionales logran una ventaja en la repartición de poder de dicha institución. Comenzaba a notarse, entonces, un mayor sentimiento de autonomía en la elite criolla.

Lo interesante de la idea de Talavera, es que durante estos meses los conflictos políticos no sólo se dan entre instituciones, como sería el Cabildo o la Real Audiencia contra la administración peninsular, sino que es la población de Santiago, en este caso ejemplificado con los 800 vecinos de la ciudad, la que comienza a ser un actor de presión en el gobierno local. Así, al llegar el 18 de septiembre, habría un clima en Chile, aunque esté en la elite criolla casi exclusivamente, que sentaría las bases para el desarrollo político de la Independencia. De sectores populares, el cronista no hace referencia, adjudicando el desenlace del episodio a una lucha entre sectores de la clase dominante –aunque este concepto, obviamente, no es usado por Talavera-. Incluso, con tono de reproche, señala cómo la Junta Nacional es el resultado de los intereses de este sector, denunciado la falta de democracia en la formación de ésta6. De esto podemos notar, como sugiere Moulián, la toma de posición de Talavera ante el proceso del que es testigo, bastante crítica y sospechosa, mirándolo más bien como una acción guiada por intereses propios más que por una convicción que pudiese responder a motivaciones de índole intelectual.

Lo anterior demuestra lo complejo que significó para la sociedad criolla la formación de una Junta de Gobierno. No se trató de un trámite burocrático como tantos otros, sino que fue el escenario de disputa entre dos facciones de la elite chilena. A modo de ejemplo, Talavera describe cómo ese 18 de septiembre el lugar que daría lugar a este episodio estaría custodiado por fuerzas militares, atento a cualquier acción que pudiese parecer peligrosa. La polarización, en los días posteriores, se extendería a los medios de comunicación, donde patriotas y realistas harían una campaña mutua del terror, para legitimarse –o denostarse-, unos sobre los otros7. Es más, y la misma crónica del español, dice Moulián, está cargada de los juicios propios de alguien que es parte de uno u otro bando, en este caso el realista. La sola postura de Talavera, en el caso ya más simplificado, demuestra que la formación de la Primera Junta de Gobierno no fue un hecho consensuado ni pacífico en nuestro país.

5Moulián, Op. Cit 256 Moulián, Op. Cit 277 Moulián, Op. Cit 29

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Historiográficamente, Luis Moulián hace una reflexión similar, alabando el trabajo de Talavera como una fuente capaz de mostrar la reacción de los españoles ante los avances independentistas. Por otro lado, la recopilación y ordenación de los documentos de “El Diario” ha servido de base para el posterior trabajo que se ha hecho sobre la Independencia.

Razones similares tiene el trabajo de Fray Melchor Martínez para ser considerado un pilar fundamental de la historiografía chilena sobre la Independencia. Sin embargo, converge también con Talavera en la mirada hispanista que tiene sobre este proceso. Profesor de Teología y Filosofía, nacido en la península y parte de la elite en Santiago, no puede separarse de la mentalidad de su grupo, y mira lo sucedido con la sospecha de que la sociedad criolla no sabrá gobernarse sola, por lo que el peligro que se avecina no es menor8. Moulián habla incluso de una “visión apocalíptica y especialmente negativa de lo que estaba sucediendo”9. Así por lo menos, según Moulián, aborde Martínez el tema en su obra “Memoria Histórica sobre la revolución de Chile desde el cautiverio de Fernando VII hasta 1810”.

Es destacable en este autor la contundencia metodológica y teórica que propone en su obra, posiblemente influenciada por los trabajos de intelectuales europeos académicamente más modernos. Un tratamiento de causalidad de los hechos y de influencia de distintos factores, son un ejemplo de ello. Este trabajo, como también el de Talavera, no dejan de apuntar a lo esencial del proceso social. Además, Moulián defiende el estilo de crónicas como elemento de estudio válido para la época colonial.

CAPÍTULO II

Esta corriente corresponde a los intelectuales liberales del XIX, muy contrarios al conservadurismo triunfante tras las pugnas que desembocaron en la imposición de la Constitución de 1833. Profundamente influenciados por el pensamiento liberal decimonónico europeo, Barros Arana y Amunátegui plantean la necesidad de fundar la historia de Chile desde la perspectiva de fundar también la historia de una república, como forma de legitimar la noción de Estado-nación entre su elite. Para esto, Moulián señala que adhieren a las corrientes historiográficas positivistas propiciadas por Comte y Ranke10. Me parece que aquí hay que detenernos un momento para dar una explicación algo más amplia sobre el tema. En estricto rigor teórico, Ranke no es positivista, sino historicista, pensamiento filosófico que plantea que el estudio sistemático y profundo del pasado, poniendo los hechos tal cual fueron al análisis del historiador, podía entregar leyes o patrones de conducta sobre el hombre social. El positivista, por su parte, plantea que sólo

8 Moulián, Op. Cit 329 Moulián, Op. Cit 3310 Moulián, Op. Cit 36

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puede ser verdad objetiva aquello que pueda demostrarse de manera racional, como lo entendía el hombre moderno especialmente decimonónico, es decir, a través del método científico o empírico. Desde esta perspectiva, ambas Escuelas no serían lo mismo.

Sin embargo, la teoría comtiana trasciende el marco historiográfico, pues su teoría de los tres estadios, ya más de corte sociológico, postula que la sociedad vive tres etapas: el teológico (donde las sociedades se rigen por la religiosidad pagana); el metafísico (momento en que la religión converge con el racionalismo humano, cómo sucedió en la Edad Media); y, finalmente, la etapa positiva, donde la sociedad se rige por el pensamiento científico racional del hombre moderno, con todas las ventajas que significaba eso para la época11. Esta idea circuló por la Europa occidental, llegando también a los historicistas, quienes buscaban leyes en la historia que desembocarán en la idea de que el Estado moderno racional era un estadio superior en el transcurso de la historia.

Toda esta explicación me parece útil a partir de una reflexión hecha por la historiadora María Eugenia Horvitz, quien prologa este libro. Ella señala que, siendo precisos con la teoría, Barros Arana debe considerarse un historicista, pues su trabajo historiográfico estaba muy influenciado por la idea de hallar leyes en el pasado como potencial lección para el futuro. De ahí que es muy gráfica la cita que Moulián extrae de Barros Arana: “...la historia es la narración de los sucesos pasados hecha para la enseñanza del siglo presente y de los venideros”12. Nace de aquí su admirable labor de recopilador e investigador, base empírica para gran parte de la historiografía sobre nuestra historia. Pero también es cierto que, como también señala Horvitz, la obra de Barros Arana, Luis Amunátegui o Benjamin Vicuña Mackenna, está muy inspirada en la idea de que la República, como símbolo del Estado moderno racional13, es la cúspide de la civilización occidental, razón por la cual sus trabajos apuntan a recopilar lo más verídicamente la génesis de la sociedad chilena, que finalmente desemboca en un proyecto tan grande e importante como la formación de la república independiente, una que fuese contraria al sistema colonial pasado.

Dicho todo lo anterior, sólo me resta señalar que, siguiendo la tesis central de esta obra de Moulián, la comprensión del trabajo de estos historiadores liberales positivista debe hacerse entendiendo la concepción de hombre y sociedad antes desarrollada. Así,

Estas figuras intelectuales y políticas son demostrativas de que el proceso que termina con la Independencia de Chile produjo una “explosión”, como la generación de 1842 que tienen como ideario el liberalismo. Está todo por hacer, hay que romper las amararas del coloniaje con su casi nula expresión cultural, con la Universidad de San Felipe que imparte cursos con programas influenciados fuertemente por el conocimiento teológico y filosófico tomista[…]

11 Bourdé, Guy y Hervé Martin, Las escuelas históricas, Ediciones Akal, Madrid, 1992. Pág. 7912 Moulián, Op. Cit 37.13 María Eugenia Horvitz, Congreso CCEHS: "Chile: Visiones Críticas desde el Bicentenario". www.estudioshistoricos.cl. Conferencia disponible en http://www.youtube.com/watch?v=Yh7mpVGB4kA

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La Independencia es un acto fundacional y como tal, para Barros Arana, tiene una trascendencia enorme. Es el nacimiento de la Patria; se rompen cadenas que impedían expresar las tradiciones nacionales o mejor, conformarlas…14

Moulián señala que Barros Arana dedica cuatro tomos de sus 16 de la Historia General de Chile a narrar el proceso de Independencia. Sin embargo, lo califica como una narración lineal o plana, excesivamente detallada, aflorando sus opiniones antihispanistas. Ésta es una primera crítica hacia el historiador decimonónico. También es criticable su predilección por los hechos políticos, en desmedro de datos y análisis de otros ámbitos, pero esto es una reflexión que puede hacerse desde nuestra época, pues Barros Arana, como ya hemos dicho, realiza su estudio con un objetivo claramente político: consolidar el carácter republicano de nuestro Estado. Por esta razón, por ejemplo, son centrales los hechos bélicos en su narración. Del mismo modo, la confección de un relato donde se ven héroes y villanos, detallándose muy prolijamente las disputas entre ambos, marca la obra de este historiador. Claramente, los primeros son los patriotas, visión que se afianza a partir del tomo XI, cuando Barros Arana trabaja el periodo final de la Independencia, resaltando las batallas finales que dan el triunfo a los patriotas. Dada su visión positivista, “los factores internos y profundos son prácticamente soslayados y no tomados en cuenta. Las batallas y los héroes no son vistos como integradores de un proceso de desarrollo de la sociedad chilena en su conjunto, que entra en contradicción con las formas de dominio colonial”15. Situación muy similar ocurre en la obra “Historia General de la Independencia de Chile”. La idea de que no hay más verdad que la que podemos corroborar empíricamente, y que el desarrollo de la sociedad apunta hacia la formación de un Estado que garantice la libertad al ser humano, es el eje directriz de la obra de este historiador.

Igual de liberal, en lo filosófico y político, es Miguel Luis Amunátegui. En su obra “Los Precursores de la Independencia de Chile”, este autor propone la estrecha vida cultural, social y política de la población chilena como antecedente del proceso. En el segundo tomo –esto resulta interesante- explica como otro antecedente la independencia que lograron construir los indígenas respecto al dominio español. Es también interesante la propuesta realizada en la obra “La Dictadura de O’Higgins”, donde señala en su introducción en que plantea por qué en América no es factible un proyecto monárquico16.

Nuevamente, vemos cómo la obra de estos historiadores está profundamente determinada por su visión liberal. Profundamente contrarios a la Iglesia Católica y su poder en la sociedad chilena, desestiman su influencia en la conformación de la República, de la misma manera que desestiman el rol que pudiesen tener las clases populares en este proceso, algo muy propio del pensamiento liberal decimonónico, de carácter elitista.

14 Moulián, Op. Cit 38-3915 Moulián, Op. Cit 41-4216 Moulián, Op. Cit 45

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CAPÍTULO III

Moulián analiza la obra de Tomas Guevara para mostrar cómo se vio hace un siglo al indígena en el proceso independentista. Alabando la originalidad de la propuesta y la dedicación de Guevara a la resolución de la problemática, Moulián identifica las ideas que este profesor de castellano y miembro del ejército de la Guerra del Pacífico aporta en el marco de la conmemoración del centenario de vida republicana: la diferencia cultural que existía entre patriotas e indígenas, siendo el carácter laicizante de los primeros un antónimo a la mentalidad mística y religiosa de los primeros. También destacan factores económicos en la postura realista de algunos indígenas, pues la guerra significó una desestabilización de la realidad económica del sur del territorio, lo que gatilló en la desorganización de los asentamientos indígenas. Agrega además un factor social, el del inquilinaje y patronazgo, que movilizaba a muchos aborígenes según la posición que tomase el dueño de la tierra17.

Es importante destacar, como dice Moulián, que, a diferencia de lo que sucede con las obras de Barros Arana o Amunátegui, “no encontramos aquí la mirada de un superior respecto a un inferior, el civilizado frente al bárbaro, sino de un “especialista” en la historia de un pueblo distinto, con características propias”18. Sin embargo, el autor no entrega mayor detalle sobre el interés y la lucidez con que Guevara estudia a los indígenas, explicando que existe incluso admiración de parte de éste hacia los aborígenes, a sus relaciones sociales y culturales. Destacan en su obra las acciones heroicas del panteón indígena nacional como las de Lautaro, Caupolicán o Mariluán, pero pareciera ser que este hecho responde a una característica personal del personaje en cuestión más que a factores externos que determinen su posición hacia este actor en el proceso de la Independencia.

CAPÍTULO IV

La escuela Conservadora-Nacionalista se destaca por mirar con nostalgia los albores de la vida republicana, especialmente los decenios conservadores posteriores a Portales; este periodo es, para ellos, el de “consolidación y desarrollo del Estado en forma en Chile”19.

Partamos con Alberto Edwards. Miembro de una importante familia económica de nuestro país producto de la ola inmigratoria, es parte de la corriente nacionalista que ve en el autoritarismo presidencial el vehículo principal para dotar de orden a un pueblo. Llega a ser ministro de Carlos Ibañez del Campo, a quien ve como el hombre capaz de lograr este objetivo tras la nefasta experiencia parlamentaria de nuestro país. Tomando el enfoque marxista utilizado por Moulián, podemos decir de Edward que su pensamiento está

17 Moulián, Op. Cit 5018Moulián, Op. Cit 5119Moulián, Op. Cit 53

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determinado o influenciado por la tradición política, económica y cultural del grupo social al cual pertenece. Siendo parte de una familia inglesa que se consolidó en territorio nacional hasta convertirse en una de las más poderosas de la oligarquía criolla, desarrolló una visión de país que se veía amenazada por “el parlamentarismo estéril, el populismo de Arturo Alessandri y la agitación de las organizaciones sindicales y partidarias de los obreros, la rebeldía encubada en la organización estudiantil como la Fech20, todos éstos elementos que desembocan en la reacción de los sectores dominantes.

Edwards tiene el mérito, a diferencia de sus predecesores, de haber propuesto hipótesis claras para la interpretación de nuestra historia. Así, discute la tesis de Amunátegui de que existieron “precursores” de la Independencia, sosteniendo que más bien este hecho se produjo gracias a factores coyunturales, como la invasión napoleónica. Sustenta esta idea en la supuesta tradición de “respeto por el orden establecido que caracterizó a la revolución chilena de 1810, porque este rasgo ha subsistido en nuestro país a través de las vicisitudes de un siglo de vida republicana"21. Señala también la hegemonía que tiene la aristocracia para alzarse como clase dirigente; es una especie de continuidad con el sistema colonial, pues los gobiernos republicanos conservadores saben tomar aquella tradición autoritaria, a partir de Portales, para mantener el orden al que acostumbraba la sociedad chilena. Para este ensayista, Portales es el verdadero constructor de nuestra República; logra unificar a la aristocracia, clase gobernante por esencia, reflexión absolutamente rebatida por Moulián, como la importancia de Portales en general. Para el autor contemporáneo, la obra de este político-comerciante es parte de un pragmatismo propio de un hombre de negocios que necesita, al igual que el resto de su clase, un clima de orden y estabilidad para asegurar el buen funcionamiento de la estructura económica.

La diferencia con los historiadores decimonónicos es que estos últimos, aunque lo hicieran indirectamente, no buscaban interpretar la historia, sino sacar leyes generales o universales a la luz de la observación del pasado en su totalidad. Con Edwards, el objetivo es otro: generar una teoría que explicase el pasado en directa relación con el presente, y también con el futuro.

No muy distinta es la trayectoria de Francisco Encina, abogado, hombre de fundo y miembro del Partido Nacional. Mezcla teorías raciales, menospreciando la capacidad productiva de los españoles, con factores económicos, como la escaza industrialización en Chile, para explicar el lento desarrollo de nuestro país en comparación con otras naciones. En cuanto a la Independencia, sostiene que “hasta 1817, hubo una indefinición política que la elite chilena no sentía un fuerte deseo por independizarse”22, pues hasta esa fecha la elite nacional no tenía ninguna experiencia o tradición política, y que a lo más existía el

20 Moulián, Op. Cit 5421 Moulián, Op. Cit 5722 Moulián, Op. Cit 63

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deseo de un Congreso para limitar las atribuciones del poder Ejecutivo peninsular. Es más, pues postula que la Independencia nació como consecuencia, por una parte, del deseo de la aristocracia criolla de gobernarse a sí misma, y, por otra parte, del trastorno que significó la lucha entre realistas y patriotas; pero no existía una conciencia republicana ni democrática en el pueblo chileno. Por otra parte, desestima cualquier importancia que pueda tener la lucha entre liberales y conservadores, o federalistas y unitarios, entre 1823 a 1830.

Sin embargo, al igual que Edwards, rescata a Portales como el verdadero creador de la República de Chile, quien se alza ante la incertidumbre y la ignorancia de la aristocracia criolla.

Dentro de esta corriente historiográfica, debemos ubicar a Mario Góngora, uno de los intelectuales más potentes de nuestra historia republicana. Si bien no dedicó su trabajo al tema de la Independencia propiamente tal, es interesante su tesis de que el Estado nacional no es una construcción teórica ni por una constitución política ni por la formación de un sistema determinado de gobierno, sino que es una experiencia de más largo aliento, de larga duración; en otras palabras, el Estado, entendido como unidad territorial, social y cultural, es la que desemboca en la Nación, la nación republicana de Chile. Adhiere, además, a la idea de que un Estado se robustece y consolida a medida que vive la amenaza, la guerra, pues el momento en que su pueblo genera una conciencia de unidad y de compromiso y pertenencia con su territorio y lo que en él habita23. Esto es lo que, a su juicio, sucede en Chile, pues la Nación se consolida a través de episodios bélicos, en primer lugar la guerra de Independencia –chilenos contra españoles- y luego con la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Esta última tesis está también influida por el pensamiento del alemán Oswald Spengler.

Sin embargo, lo anterior es rebatido por Moulián, sosteniendo que es un gran error no considerar que el carácter bélico del siglo XIX tiene su raíz en los intereses de un sector particular del pueblo chileno, la elite criolla, sobre todo por la disputa de la hegemonía económica y las relaciones sociales, y no responde a un interés generalizado de la mayoría de los habitantes del territorio nacional. Para Moulián, la nación no es el resultado de una trayectoria heredada de la Colonia, sino que es la creación, e imposición, de una nueva clase dominante. Lo es, por ejemplo, la guerra contra la Confederación, en un intento de los conservadores de aglutinar a las fuerzas liberales con éstos cuando aún estaban vivos los fantasmas liberales en el mundo militar, además de una motivación económica respecto a la ruta del Pacífico.

CAPÍTULO V

23 Moulián, Op. Cit 68

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Moulián parte el análisis de esta escuela historiográfica con la obra de Jaime Eyzaguirre. Importante investigador y académico de la U. Católica, fue parte de los intelectuales conservadores que buscaron reivindicar la importancia de España en la formación de nuestra Nación, influenciados además por el renacer, a un gran costo en todos sus ámbitos, del país peninsular tras la Guerra Civil Española. Influye, además, en su pensamiento el hecho de que sea descendiente de un miembro de la Primera Junta de Gobierno, algo que probablemente lo hacía sentirse muy ligado a la tradición hispánica.

Como primer elemento, Moulián destaca el hecho que Eyzaguirre hable de “emancipación” y no “Independencia”, pues desde su punto de vista Chile estaba solamente bajo la tutela española, bajo su protección, por decirlo de una manera simple, y no bajo un sistema colonial. Esto lo fundamenta bajo la lógica isidoriana de la reciprocidad entre Rey y comunidad, situación que también se traslado a América luego del arbitrio papal. Bajo toda lógica, el historiador conservador trata de mostrar una sociedad armoniosa y libre, configurada bajo la voluntad divina mezclada con la del hombre.

Sin embargo, esta relación comienza a experimentar una crisis con la llegada de los Borbones al poder, quienes con su política extremadamente centralista, reformas económicas y oportunidades de ascenso para los criollos, determinan el comienzo de la Independencia24. Para éste, el absolutismo propio de los borbones se contrapone al equilibrio de legitimidad con que gozaban los reyes habsburgos. Así, durante el XVIII, los Cabildos comienzan a perder importancia, siendo revitalizados por los criollos tras la invasión napoleónica, como muestra de la aceptación que esta mentalidad tenía en la sociedad chilena durante la Colonia. La influencia separatista más extrema, desde su punto de vista, corresponde a una segunda etapa y viene de algunos personajes indeseables para él, como Fray Camilo Henríquez; sin embargo, la génesis de este proceso está en la misma jurisdicción española. En otras palabras, la Independencia de Chile nace gracias a lo heredado de los españoles, por lo que esta ruptura tiene también elementos de continuidad, ya que se parte de una base jurídico-política similar. Sin embargo, Moulián cuestiona esto radicalmente, señalando que es obvia la campaña española por no perder sus territorios, lo que no refleja una posible “continuidad”.

Eyzaguirre es un ferviente crítico de la modernidad: rechaza la secularización de la sociedad moderna, así como el pragmatismo y consumismo de la mentalidad anglosajona, muy contraria a la espiritualidad y caballerosidad del hombre español medieval. es entendible, entonces, que discuta las posturas de Barros Arana o Vicuña Mackenna sobre la importancia del catolicismo en la formación de la Nación, así como también es entendible que su obra tenga el objetivo de reivindicar estos elementos que la historiografía tradicional, tanto de liberales como de nacionalistas, habían menospreciado.

24 Moulián, Op. Cit 78

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Otro exponente de esta corriente es Néstor Meza. Sostiene que, a diferencia de lo señalado por los cronistas coloniales analizados al principio de este trabajo, existe una primera etapa del proceso independentista, el que desemboca en la formación de la Primera Junta de Gobierno, en el cual la elite criolla pretendía seguir ligada a la Corona española, idea muy similar a la planteada por Eyzaguirre25.

Finalmente, en esta corriente de pensamiento, se ubica Julio Alemparte, políticamente identificado con las corrientes liberales decimonónicas. Su visión con respeto a la Corona estaba determinada por la idea de que “Chile, por la forma especial de organización jurídico-político que tenía, no era aplastado por el peso de la autoridad monárquica y muchas de las órdenes envidas por la Metrópolis se ‘acatan pero no se cumplen’”26, es decir, Chile gozaba de cierta autonomía con respecto a las directrices peninsulares mucho antes de consolidada la Independencia. Por esto, la institución del Cabildo resulta clave para entender la relación que se comienza a dar entre Poder Real y la burguesía criolla, este “resquicio legal”, como señala Moulián, que permite la entrada de la influencia local sin salirse del marco jurídico impuesto por la Corona. Por esta razón, Alamparte afirma que

La guerra de la Independencia no fue por consiguiente, el alzamiento de los criollos contra una insoportable tiranía, sino la toma del poder por una clase que, en virtud a su alta situación se creía con derecho a una mayor –o total- injerencia en el gobierno. Y el que ese golpe encontrara resistencia en el seno de los propios criollos nos confirma que el régimen satisfacía, en general, a dicha clase y n era en el hecho despótico. Dicho de otro modo: fue, precisamente, la fuerza y madurez política de ciertos grupos criollos y no su inferioridad e inexperiencia, el factor más activo de la revolución27

Sin embargo, explica Moulián, lo rescatado por Alemparte es un tanto exagerado al no tomar en consideración las restricciones económicas impuestas desde siempre por la Corona, especialmente por el aislamiento de nuestra economía con respecto al sistema mundial, así como el absolutismo que los borbones trataron de importar a la Colonia eran razones suficientes para que la elite nacional quisiera emanciparse. Además, la autonomía del Cabildo le parece discutible a Moulián, señalando que el Gobernador siempre tenía la atribuciones por sobre el resto de las instituciones. Alemparte, al igual que los otros dos historiadores hispanistas, considera que la génesis de la Independencia la encontramos en la propia legislación española. Sería esta jurisdicción, de corte casi democrático, la que habría permitido rápidamente la organización de la elite criolla, aunque este proceso no estuvo exento de tensiones y violencia.

Es necesario, me parece antes de dar por terminado este punto, hacer una aclaración que no propone Moulián. A la luz de lo expuesto por este autor, me permito concluir –con

25 Op. Cit 8326 Op. Cit 8527 Op. Cit 86

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el riesgo de equivocarme, claro está- que sólo Jaime Eyzaguirre podría considerarse un hispanista de convicción, que revaloriza y defiende no solamente el rol de la Corona española en la Colonia, sino que también analiza este periodo con nostalgia y admiración por un modelo de vida complejo y duradero. Sin embargo, pareciera ser que el apelativo de hispanistas para Néstor Mesa o Julio Alemparte radica más en la sospecha con que miran la criminalización hecha por historiadores anteriores a la Corona y su modelo impuesto en la Colonia, que en una adhesión al sentimiento ultraconservador hispanista corporativista que estaba expandiéndose por Europa, y también el resto de Occidente, a partir de fines de los ’20. Desde mi punto de vista, que ambos hayan tratado de explicar el proceso de Indepedencia a partir de una herencia político-jurídica española, no necesariamente implica que se ubiquen en el mismo extremo ideológico que Jaime Eyzaguirre, que sí fundó prácticamente, como señala Moulián, un círculo de intelectuales identificados con el ultraconservadurismo nacional, de tendencia ultra católica, corporativista –por no decir fascista- y profundamente crítica de la modernidad del siglo XX.

CAPÍTULO VII: La escuela sobre la Independencia representativa de las capas medias. Sergio Villalobos.

Sergio Villalobos es parte del surgimiento de las capas medias como un sector social con un importante aporte al mundo intelectual del siglo XX. Formado en la Universidad de Chile, símbolo de la intelectualidad mesocrática y laica de nuestro país, es relacionado por Louis Moulián con el proyecto político de la Democracia Cristiana, fuerza política con un componente ideológico más complejo que el radicalismo, el otro partido mesocrático importante del siglo XX, que trasciende de la lógica de la lucha de clases para explicar el desarrollo de nuestra historia. Dentro de este pensamiento se envuelve la obra de Villalobos, que podríamos situarla, más específicamente dentro del plano historiográfico, dentro de la corriente “estructuralista”. Sus principales competidores durante los ’50 y ’60 fueron los intelectuales marxistas, ambos en un intento por ofrecer una alternativa a la construcción tradicional y conservadora del conocimiento en sus distintas áreas, y expresada en el conservadurismo hispanista y conservadurismo nacionalista en el plano de la historia. Sobre esto último, resulta interesante el debate en torno a la figura de Portales, de la cual Villalobos realiza una dura crítica, señalando la excesiva mistificación que de él han hecho conservadores nacionalistas, cuando en realidad se trata de una figura histórica sin mayores méritos intelectuales ni políticos.

Sobre el tema de la Independencia, hay dos obras de Villalobos que Moulián señala como trascendentales: “Tradición y reforma”, de 1961, y “El comercio y la crisis colonial: un mito de la Independencia”, de 1968, y que polemiza con la interpretación histórica de Ramírez Necochea, exponente de la Escuela Marxista Clásica, sobre el proceso. Así, Villalobos sostiene en “El comercio…” que no es la falta de libertad económica la que

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explica el proceso de Independencia, sino, por el contrario, la ausencia de regulación comercial que hubo en la Colonia luego de la saturación del mercado que significaron las reformas borbónicas y otras prácticas, especialmente el contrabando. En otras palabras, no podía haber anhelo de mayor libertad económica, pues, en la práctica, el monopolio de la Península era cada vez más reducido, lo que dificultaría, según Villalobos, encontrar demandas por la libertad de comercio durante el proceso inicial de la Independencia28.

Sobre la obra anterior, Moulián crítica la forma en que Villalobos construye su relato, lleno de datos y precisiones, muchas veces exagerados, que apuntan a defender su tesis principal, e impide que el autor analice otros factores también importantes. Podemos observar en esta crítica de Moulián la ausencia en Villalobos de una mentalidad más posmoderna en el ámbito historiográfico, especialmente en un país como Chile que siempre tarda más en modernizar su debate intelectual, ciñendo su trabajo histórico a la explicación única o exclusiva, algo muy propio de una sociedad polarizada, que creía tener en su ideología la explicación y solución de la realidad.

Además, debatiendo su tesis principal, Moulian crítica la simpleza con que Villalobos trata el tema de la saturación del mercado, sin detenerse a considerar la real magnitud de ésta. Señala que

La circulación de mercancías es dependiente de las relaciones de producción que los hombres han establecido en el ámbito de la producción. Este entorno de las relaciones da cuenta por qué los sectores dominantes son privilegiados en relación a labradores, inquilinos, peones y afuerinos en el consumir. También da cuenta de las características de las mercaderías importadas por el contrabando y comercio legal, que van a satisfacer a hacendados, mercaderes y empresarios mineros.29

En el fondo, la crítica de Moulián apunta a que Villalobos ve a la sociedad colonial de fines del XVIII prácticamente como consumidora de lo que importa, situación que resulta exagerada. Efectivamente, resultaría válido preguntarse hasta qué punto pudieron haber afectado al mercado nacional el ingreso de productos europeos que la población probablemente, por las relaciones de producción de nuestra sociedad, no hubiesen tenido acceso jamás; o si el contrabando saturaba el mercado de productos fundamentales de nuestra organización social y al que verdaderamente tenía acceso el grueso de la población nacional, como bienes alimenticios o manufacturas de baja elaboración, como para que sus productores hayan deseado mayor regulación comercial por parte de la Corona antes que una libertad a favor de ellos mismos para producir y comercializar en el territorio nacional y de la región.

En su otra obra importante, “Tradición y Reforma”, Villalobos plantea que el proceso iniciado en 1810 tuvo inspiraciones guiadas por un mayor deseo de participación política por parte de la elite criolla, pero también enmarcado en una tradición colonial y 28 Op. Cit. 10429 Op. Cit. 106

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católica. Sin embargo, para el autor esta mezcla de tradición y reforma no dura más allá de 1811, con las experiencias más extremas del proceso, como sucede con los Carrera 30. Señala, además, que hay factores coyunturales, muy del azar, que influyen en la génesis de este proceso. Para Moulián, lo medular de esta obra de Villalobos no difiera de las propuestas más tradicionales de nuestra historiografía sobre la temática.

Otra crítica importante hecha por Moulián a este autor es la periodización que realiza en sus obras sobre la Independencia. Efectivamente, mientras en “Tradición…” estudia el proceso hasta 1810, en “El comercio…” abarca hasta 1811, fecha en que Chile declara libertad de comercio, lo que le hace “no dar cuenta del proceso de la Independencia en sus distintas etapas, momentos, periodos y coyunturas”31, en desmedro de un lapso temporal más extenso, como el propuesto por el mismo Moulián, que va desde 1808 a 1833. Con lo anterior, señala, “obviamente se pierde la riqueza que da la perspectiva mediana y larga”32.

Sin embargo, nada de lo anterior desestima el importante legado que la escuela estructuralista de Villalobos ha dejado en la historiografía chilena, siendo actualmente una de las visiones de la historia de Chile más consensuadas por los sectores medios de nuestro país. Su tendencia a la discusión o debate de posturas acerca de determinado proceso es muy importante, pues es fiel reflejo de la manera en que él ve el oficio de la historia. Con respecto a los historiadores narrativistas, Villalobos señala que “aquel era un camino correcto en esos tiempos, pero que el conocimiento histórico ha avanzado en acumulación de fuentes documentales, para pasar a reflexionar e interpretar los hechos. Esa debe ser la tarea de historiador a finales del siglo XX”33. Puesto esto en relación con las palabras iniciales de este apartado sobre Villalobos, comprenderemos el interés del autor por ofrecer una interpretación de nuestra historia, pues su desarrollo intelectual se enmarca dentro del clima de debate y propuestas estructurales sobre la opción que debe tomar Chile para salir de su estancamiento como nación en todos sus ámbitos. No estamos aquí ante el paradigma del intelectual comprometido ni mucho menos, pero tampoco podemos obviar que, con un escenario tan ideologizado, cualquier hombre dedicado al desarrollo de conocimiento tiene siempre una postura con respeto a las alternativas que se ofrecen con respeto a su nación. La obra de Villalobos, desde mi punto de vista, tiene tanta validez en los sectores mesocráticos –hasta hace dos años al mando de la dirección del Estado- precisamente por eso: por interpretar el desarrollo de nuestra historia, con una mirada hacia el futuro, que no se inclina hacia ninguno de los dos extremos, el de la reacción y el de la revolución.

30 Óp. Cit. 10731 Op. Cit. 10832 Op. Cit. 10833 Op. Cit. 110

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CAPÍTULO VIII: La escuela sobre la Independencia marxista clásica: Hernán Ramírez Necochea y Luis Vitale.

El trabajo de Ramírez Necochea no se puede entender sin tener en cuenta su compromiso y dedicación al proyecto revolucionario del siglo XX. Miembro del Partido Comunista y académico de la Universidad de Chile y del Instituto Pedagógico, su pensamiento estuvo profundamente destinado a la colaboración del debate marxista nacional cuyo objetivo apuntaba a la transformación del sistema capitalista.

Sobre el proceso de Independencia, Moulián recoge los postulados de la obra “Antecedentes económicos de la Independencia de Chile”. Este libro tiene la pretensión de todo marxista clásico, es decir, analizar en la estructura económica la génesis de los procesos históricos que determinan el desarrollo de los hechos sociales y políticos. Sin embargo, como le propio Ramírez lo aclara, su intención no es caer en el simplismo teórico de pensar que su idea se basa solamente en sostener que los criollos deseaban libertad económica, pues, a su juicio, “nada más lejos de mis concepciones que el elemental economicismo histórico, expresión pobre y deformada o esquema caricaturesco e insuficiente de esa rica corriente interpretativa del acontecer humano que es el materialismo histórico”34.

Así, lo que se propone el autor es analizar el desarrollo económico chileno, para ver de qué manera la crisis experimentada a fines del XVIII repercute en la estructura económica y sociopolítica de la Colonia. Señala que, durante esta centuria, se genera la “crisis de crecimiento”, concepto que no tiene una connotación negativa, sino que hace referencia a la necesidad de transformar una estructura para tomar otra acorde a las exigencias de la realidad. Esto fue lo que sucedió a fines del XVIII, pues el desarrollo económico de Chile hizo madurar posturas ideológicas en la elite criolla que apuntaban a asumir una nueva etapa del proceso económico local. Para Ramírez, no hubo azar en el proceso de la Independencia, sino que fue el momento cúlmine de una evolución necesaria e inevitable –muy propio de la jerga marxista- del desarrollo de la humanidad. La acumulación de riqueza, así que como el desarrollo de las relaciones y medios de producción, desembocan en una necesidad de la expansión del espacio comercial que la Colonia ya no podía ofrecer, presentándose contradicciones entre la organización propuesta por la metrópoli y la que necesita el empresario o productor nacional para continuar con su desarrollo35. De la misma manera, este desarrollo económico gatilla en la creación de una conciencia de mayor autonomía no sólo en lo económico, sino que también en lo político, lo que genera cuestionamientos sobre los pilares del sistema sociopolítico que imperaba en la Colonia. En pocas palabras, de acuerdo a los conceptos propios del marxismo, “las condiciones objetivas estaban dadas, los factores gatillantes

34 Op. Cit. 117. 35 Op. Cit. 118

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podrían variar y el proceso igual se hubiera desatado”36. Para este autor, no se trata sólo de un deseo de los criollos por libertad económica, sino que es toda una estructura organizacional, económica y por ende sociopolítica, la que comienza a presentar contradicciones o choques con la realidad que se está desarrollando, y hace inevitable la mantención de esa estructura que impera.

Aclaremos que dentro de la tipología marxista, existen dos tipos de “condiciones” en las que puede desarrollarse un proceso revolucionario o de cambio radical. Por un lado, están las condiciones objetivas, que básicamente son las que se refieren a las contradicciones propias del sistema capitalista, como la situación extrema de explotación de una clase por otra, o el control de los medios de producción de una clase que comienza a perder su calidad de superior por sobre las otras. Pero también están las condiciones subjetivas, que son las que dicen relación, en palabras simples, con la creación de una conciencia de movilidad o de acción dentro de una clase explotada, conciencia que los lleva a organizarse y a actuar en pro de la obtención de una calidad superior a la que están relegadas.

Así, el análisis de Ramírez sobre la crisis de crecimiento de nuestra economía podría ser considerada como un factor objetivo a la hora de la Independencia. Pero si hablamos de condiciones objetivas en nuestra independencia, debemos hacerlo también de las subjetivas, y es ahí donde el autor plantea algo igual de interesante que lo anterior. Moulián señala que

Lo primero que se observa respecto al desarrollo de las condiciones subjetivas es que, aproximadamente hasta el momento anterior de constituirse la Junta de Gobierno de 1810, en la mentalidad de los individuos de la colonia no había “despertado” una conciencia emancipadora respecto a España”

Sin embargo, señala Ramírez Necochea, ya desde la gobernación de Manso de Velasco se produce el brote de una “conciencia de clase” (en la aristocracia criolla y en el insignificante germen de burguesía nacional) empezando a ser divulgada por los ideólogos políticos, sociales y económicos ingleses, franceses e incluso de la misma

España37

Ramírez Necochea habla de una conciencia de clase, pero en los términos comunes de obreros y patrones (la dicotomía más recurrente), sino que la contraposición aquí está dada entre españoles y criollos, siendo estos últimos aristócratas y la naciente clase empresarial nacional. El descontento, que sería el detonante del surgimiento de esta conciencia, fue gatillado aún más por el gobierno de García Carrasco. El autor observa esta confrontación, por ejemplo, en el debate político entre la Real Audiencia, que representa los intereses de los españoles, y el Cabildo, que aboga por la mayor partición de los criollos. En este debate se generaron hechos de carácter subjetivo –siguiendo con la 36 Op. Cit. 11837 Op. Cit. 119

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terminología de Ramírez- como la partición de la fuerza nacional en tres partidos: patriotas, moderados y realistas, además de elementos coyunturales, como la Revolución de Mayo en Buenos Aires o la formación del primer Congreso Nacional o el liderazgo de los Carrera.

En este sentido, una de las primeras defensas que Moulián hace del trabajo de este autor es el relativo al “mecanicismo” de su análisis, pues este apelativo “se invalida porque el texto mezcla en forma excelente el frío dato económico con los elementos subjetivos del proceso y se percibe que uno es dependiente del otro: lo económico y lo ideológico-político van unidos”38. Por eso, cuando aborda la polémica con Villalobos, aclara que para Ramírez lo que querían las colonias americanas era “producir un cambio de fondo en la política económica total, que hasta entonces había sido impuesta desde Madrid… No se trataba sólo de libertad para comerciar con todos los países, sino –y más que eso- se trataba de tener libertad para encarar y resolver los problemas económicos de todo tipo que gravitaban en cada país americano”39. Vemos en lo anterior la presencia ya para Ramírez de una conciencia de clase por parte de elite criolla, que disputa el control de los medios de producción con la metrópoli, de acuerdo a las exigencias que las condiciones presentan en la región. Era tiempo ya de decidir por ellos mismos.

Luis Vitale, por su parte, representa a lo más elevado del pensamiento troskysta latinoamericano de siglo XX. Su vida también estuvo dedicada al compromiso evolucionario, primero en Argentina y luego en Chile, país al que legó escapando de una dictadura allende los Andes. Participó, junto Clotario Blest Rifo, en la fundación de la CUT, a la vez que comienza a estudiar con mucha dedicación la historia de Chile, especialmente la relativa al nacimiento del movimiento obrero. Partidario siempre de posturas más radicales al izquierdismo tradicional de nuestro país, participa en Concepción en la fundación de MIR, una primera etapa de esta organización que no será la misma que el popular movimiento liderado por Miguel Enríquez. Tras el golpe militar, parte al exilio a Venezuela, donde termina de producir su obra “Interpretación marxista de la historia de Chile”.

Precisamente, en el tomo II y III de esta obra se encuentran sus postulados sobre la Independencia de Chile. Para él, la Independencia “no fue una revolución social sino una revolución política de carácter separatista”40, proceso en el que distingue cuatro periodos uno centrista o moderado, uno izquierdista, uno contrarrevolucionario y, finalmente, el de la consolidación de la Independencia. No fue una revolución burguesa, como a veces se señala, sino que fue solamente un cambio de gobierno, mientras que la estructura socioeconómica siguió siendo la misma que en la Colonia. Chile no pasó por una etapa feudal, como sí lo hizo Europa, sino que inmediatamente tras la conquista se inserta en el

38 Op. Cit. 12039 Op. Cit. 12340 Op. CIt. 126.

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modelo capitalista de metrópoli-satélite, pues lo que producía Chile, o parte importante de esto, se lo llevaba España, lo que cambia tras la Independencia pero solamente en lo referido al destinatario del excedente: ahora, la producción se la lleva Inglaterra. Por esto Vitale señala que no estamos frente a una Revolución Democrático-Burguesa, puesto que no hubo realmente una emancipación de los medios y relaciones de producción por parte de Chile respecto a España, sino que sólo cambio el país explotador, siguiendo el territorio nacional en calidad de subordinado. Llevándolo a una posición más extrema, podríamos considerar que para Vitale no hay realmente una Independencia nacional, sino que sólo cambia una forma de gobierno determinada, situación que, de todos modos, no deja de ser un hito importante.

La nueva dependencia de Chile a Inglaterra, para Vitale se da de manera casi inmediata al rompimiento con España, cuando O´Higgins recurre a un préstamo con la potencia anglosajona para financiar la Escuadra que partirá al Perú. Esto significó hipotecar las riquezas de Chile a otras metrópolis, lo que a la larga marcará la larga dependencia de nuestro país con otras potencias, ahora más en el plano económico ya que Inglaterra o Estados Unidos no necesitan controlar políticamente a Chile para mantener el equilibrio metrópoli-satélite41.

No deja de ser interesante la reflexión de Moulián sobre las diferencias entre los trabajos de Ramírez Necochea y los de Vitale. Destaca del primero la primacía del análisis económico en la explicación del proceso independentista, mientras que el segundo centra su análisis en el cambio político de este fenómeno. Estas posturas, con mucha razón a juicio personal, Moulián las sitúa dentro del debate ideológico de la misma Izquierda durante la segunda mitad del XX, pues tenemos aquí a dos historiadores marxistas que pertenecen a distintas líneas del pensamiento revolucionario de la época. Ramírez, de convicciones y militancia comunista durante toda su trayectoria, analiza el proceso de la Independecia dentro de su visión política de que es necesario realizar una nueva liberación o emancipación de la sociedad chilena, la que se logrará, según su pensamiento, bajo el cambio revolucionario democrático propiciado por el Partido Comunista, en lo que a partir de la década del ’50 se llamo Frente de Liberación Nacional. Así, Ramírez Necochea ve en el proceso de Independencia una revolución burguesa, debido al desarrollo económico del momento, una revolución que da una primera etapa de la liberación del pueblo chileno. Lo mismo, seguramente, pensaba que sucedería y se reforzaría con el triunfo democrático de las fuerzas de Izquierda y centro más progresistas ya en el siglo XX, que darían paso a la sociedad socialista. La Unidad Popular fue el símbolo de aquello. Vitale, por su parte, es mucho más extremo en su análisis y sospechoso de esta postura, pues considera que no hay efectivamente una libertad en la Independencia, como tampoco la habrá con un triunfo democrático de las fuerzas de Izquierda aliadas con el centro progresista. Sus ideas apuntan a desmentir la idea de que es posible una verdadera liberación del pueblo chileno cuando

41 Op. Cit. 129

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se trabaja con la burguesía, pues la misma Independencia refleja que la burguesía no hace más que contribuir al desarrollo y expansión del capitalismo en sus distintas fases. La revolución debe ser, para Vitale, exclusiva de los sectores populares.

Partiendo del objetivo del trabajo de Moulián, que es explicar las visiones sobre la Independencia a partir de las determinantes ideológicas de las que son parte los historiadores, resulta muy importante entender las motivaciones de ambos intelectuales marxistas que llevaron a proponer distintas reflexiones dentro de una misma corriente de pensamiento. En este caso, más que en Sergio Villalobos, nos encontramos ante dos intelectuales con un compromiso claro, donde su trabajo estaba claramente supeditado a la causa revolucionaria, y es imposible entender su trabajo si no es como herramienta para el debate de la Izquierda.

CAPÍTULO XIX: La Independencia y la idea de Modernidad: ¿El inicio de una nueva Escuela Historiográfica? Alfredo Jocelyn-Holt.

Podríamos decir que Jocelyn-Holt es hijo de lo que muchos llaman post-modernidad. Es, como señala Moulián

La época que vive Chile y el Mundo. Éste es un periodo de incertidumbres, de caída de los paradigmas, de perplejidad teórica, acentuación del relativismo, escasez de líderes que formen opinión y los sigan no como rebaño, del perfeccionamiento de los métodos propagandísticos respecto de productos casi siempre banales, lo que origina una sociedad consumista. Es también una época de desorientación de los sectores juveniles, que se marginan y no son tomados en cuenta por una elite autosatisfecha que se encuentra gozando del ejercicio del poder.42

Su obra “La Independencia de Chile: tradición, modernización y mito”, refleja estas tendencias de pensamiento, señalando Moulian, exageradamente, que no es posible ni siquiera establecer lo que el autor sostiene sobre determinado tema43. Sin embargo, es posible identificar que Jocelyn-Holt es un defensor de la modernidad como patrón de mentalidad de una época, y que la Independencia efectivamente se enmarca dentro de ésta, produciéndose un cambio efectivo en cuanto es la materialización de un nuevo conjunto de valores, que vienen apareciendo en la región a partir del reformismo borbónico. Afirma, por ejemplo, que “la elite tradicional comenzó a aceptar cuotas importantes de modernidad, produciéndose un juego de cooptación entre la elite tradicional y moderna”, idea muy discutida por Moulián, pues señala que fueron muy notorias las diferencias entre una elite más liberal y otra claramente conservadora, que no tenía influencias ideológicas modernas, las que se observan sobre todo en el debate sobre el modelo político a seguir: por un lado, “uno a tono con el liberalismo de la Revolución Francesa, y el otro con la

42 Óp. Cit. 13343 Op. Cit. 134

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recientemente formada Santa Alianza restauradora de la monarquía en los países europeos, que tanto aplaudían los conservadores chilenos”44.

Me parece en este punto interesante hacer una reflexión sobre la posición de Moulián, pues quizás su insistencia en la crítica a Jocelyn-Holt sobre la ausencia de una mentalidad moderna en la elite chilena, terminaría siendo un argumento no válido, pero que se legitima a la vez, contradictoriamente, por una falla de Jocelyn-Holt. Efectivamente, este último no parte su análisis haciendo una aclaración de lo que entiende por modernidad, lo que impide saber los aspectos que toma en cuenta durante la Independencia para hablar de modernidad. Esto lleva a Moulián a suponer que Jocelyn-Holt habla de modernidad en los mismos términos que él, que, por lo que expone en su crítica, tiene que ver con el grado de adhesión que los sectores políticos tienen de la República y la Democracia, como principios básicos de la organización social. Sin embargo, podemos también suponer que, para Jocelyn-Holt, la modernidad no se entiende exclusiva y necesariamente en el plano político, si para él el espíritu modernizador en Chile parte con los borbones. Aunque no se diga en el libro de Moulián, probablemente Jocelyn-Holt veía estas diferencias entre los sectores de la elite como diferencias dentro de la misma mentalidad moderna o en transición a ella, una influenciada por el modernismo ilustrado francés, mientras que el ala más conservadora seguramente estaba influenciada por el modernismo ilustrado español.

Jocelyn-Holt se ubica dentro del pensamiento neoliberal doctrinario, como señala Moulián, que revaloriza la libertad del ser humano como individuo a lo más alto, identificándose ideológicamente con la nueva derecha de corte más progresista en temas valóricos o religiosos. Se identifican con las ideas más profundas de la ilustración francesa y su revolución, principales pilares de la mentalidad burguesa, esto sin ningún sentido peyorativo, pero puestas en el contexto de fines del XX, donde el relativismo acentúa la individualidad del ser, no habiendo un modelo ideológico o paradigma lo suficientemente verdadero como para quitarle esa libertad individualizada al ser, lo que facilita los consensos o acuerdos entre las partes, pues se acepta que una postura es tan válida como la otra. Esta individualización se da siempre bajo el consenso una sociedad tolerante y garantizadora de ese espacio de libertad para todos. Por eso, su obra muestra la Independencia como el desarrollo de la Modernidad en Chile, con sus bases en las reformas borbónicas, las que fueron cimentando las bases de esta mentalidad liberal, que fue materializada en la Independencia, y que continuó en un progreso durante los siglos XIX y XX. Jocelyn Holt “quiere reflejar en el análisis de proceso de la Independencias acuerdos más que choque, confrontación o contradicciones: es el relativismo y las posturas consensuales…”45.

44 Op. Cit. 13945 Óp. Cit. 146

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CAPÍTULO X: Actores de la Independencia casi desconocidos: bandidos y guerrilleros vistos por Ana María Contador.

Esta historiadora tiene el mérito de abordar una temática poco explorada cuando se trabaja y se estudia la Independencia: el rol de los sectores populares. En este sentido, Contador analiza a los Pincheiras, el conocido grupo de bandidos de la época, pero ofreciendo datos de orden económico, social y político-ideológico del mundo popular del periodo. Para ella, el pueblo no fue una fuerza homogénea, sino más bien se dividió entre patriotas y realistas, siendo los últimos quienes más apoyo popular tuvieron.

Su estudio se centra en el campesinado de la zona centro-sur entre los años 1817 a 1832, es decir, el periodo en que se organiza y debate la configuración del Estado nacional. Así, define a los Pincheira como un movimiento del bandidaje social, diferente del bandolerismo típico del periodo, que “como hace decir la autora a Eric Hobsbawn, el bandolerismo social es la resistencia del campesinado a fuerzas que destruyen el orden tradicional de las cosas. El bandidaje social tiende a tener sus objetivos meridianamente claros, en el caso que nos ocupa, es la defensa de la causa del rey y de la religión”46. Estamos en presencia de un tipo de organización social por parte de miembros de los sectores populares que buscan mantener su libertad –el grado de libertad puede ser discutible- ante el cambio que significa un nuevo tipo de estructura. La autora lo define como “bandidaje social revolucionario de corte tradicionalista”47, concepto que Moulián rescata por su originalidad en la historiografía chilena y se lo atribuye exclusivamente a Contador. Para Moulián, el trabajo de la autora tiene gran validez dentro del estudio de los sectores populares, pues el tradicionalismo marxista de décadas pasadas había hecho análisis de estudio solamente al obrero o campesino organizado, como expresión de la dicotomía de lucha de clases. Otros sectores populares, organizados en formas alternativas, o simplemente no organizados, quedaron al margen del debate histórico. Sin embargo, la valoración de estos grupos en la época actual corresponde al surgimiento de grandes grupos marginales del sistema, no representados con las instituciones tradicionales de la sociedad moderna, pero que desde su marginación ejercen de igual modo presión como actores sociales en determinadas coyunturas. Este fenómeno es muy latente en Latinoamérica, donde los habitantes de villas miserias o poblaciones, totalmente desorganizados, así como movimientos juveniles identificados con elementos superficiales, comienzan a ser objetos de estudios por la relevancia que ocupan en la configuración social de la región.

Contador afirma que el fenómeno del bandidaje en Chile tiene su origen en el clima de opresión y estancamiento de las zonas rurales, que a la vez experimentaron un crecimiento demográfico, lo que desembocó en una situación de miseria para la población

46 Op. Cit. 14947 Op. Cit. 149

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mestiza48. Esta población era la que se encontraba en la posición social más discriminada, pues recibían la exclusión propia del no peninsular ni criollo, pero también quedaba excluida de los derechos propios del indígena, como la encomienda. De este modo, el mestizo debía vivir bajo sus propios medios, como mano de obra o tomando terrenos de otros, o también con un estilo de vida, como señala Leonardo León, que muchas veces se traducía sólo en sobrevivencia o en prácticas delictuales49.

En este contexto, durante el proceso de la Independencia, sectores marginales tomaron posturas contrarias o de rechazo a la elite, tanto patriotas como realistas, aunque Contador afirma que el rechazo fue más hacia los patriotas. Su tradición de apego a la sumisión y la religión los hizo rechazar el ingreso a las filas patriotas, recurriendo estos últimos a métodos coercitivos para formar su ejército. Esto aumentó más el rechazo de los marginales a la causa independentista. Este descontento fue recogido por la banda de los Pincheira, hermanos con una fuerte tradición católica –uno de ellos se educa en el colegio de los franciscanos de Chillán, donde adquiere el “odio al patriota”50- e hijos de un posible fusilado por republicanos, que organizan bajo el bandidaje-guerrilla a un número importante de rezagados de ejército realista de la zona centro sur del país, quienes quedaron en completa incertidumbre tras el triunfo patriota. Contador llega a sostiene que, entre Colchagua y Chillán, llegaron a conformar “un territorio liberado de las órdenes del Estado chileno”51.

Así, finamente Contador sostiene que la masa campesina no estuvo ajena al conflicto político y social de la Independencia, y que el debate político-ideológico sí tuvo una importancia notable en las posturas de los grupos, pues las ideas rupturistas de los patriotas despertaron el rechazo de un campesinado con una tradición cultural bastante reaccionaria. No lograban entender conceptos como Estado o Libertad, dice la autora, por la complejidad de su significado; les era más asimilable la idea de un Rey bueno y de una justicia administrada por Dios52. Así, el bandidaje-guerrilla es un fenómeno tanto social como político, pues, por una parte, existe una necesidad de agruparse en esta organización del ámbito de sobrevivencia, de no morirse de hambre en un sistema cada vez más en crisis. Pero también hay motivaciones ideológicas, que claramente no son abstracciones complejas ni mucho menos, pero tienen un componente político en cuanto este grupo rechaza las ideas de otro. Por esto, desestimar la importancia o el rol que tuvieron durante el proceso de la Independencia como agentes de movilización social sería un factor que dejaría el análisis incompleto.

48 Óp. Cit. 15149 León, Leonardo. “Entre la alegría y la tragedia. Los intersticios del mundo mestizo en la frontera”, en Historia de la vida privada en Chile, Tomo I, editado por Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri. 50 Moulián, Óp. Cit. 15251 Óp. Cit. 15352 Op. Cit. 153

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