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Aproximación al Jardín de Senderos que se Bifurcan Dos preguntas irresueltas El único propósito de este comentario es dar forma a mis perplejidades ante la lectura de un cuento publicado por Jorge Luis Borges en 1941, titulado “El jardín de senderos que se bifurcan” 1 . En particular haré referencia a dos intríngulis que, dadas las formas en que he logrado pensarlas, me parecen de momento tan solo parcialmente solubles. La primera, por fortuna, es irrelevante; la segunda en cambio, invita a cuestionarme si he logrado una comprensión suficiente del texto. El argumento es de tipo policial-metafísico --acaso no huelgue un resumen. Yu Tsun, otrora catedrático de inglés en una universidad alemana del puerto de Tsingtao, sirve como espía para el Imperio Alemán en Staffordshire. Conoce un secreto estratégico, el nombre del sitio en el que el Ejército Británico guarda su nuevo parque de artillería en Normandía. Descubre que el agente aliado Richard Madden, irlandés por más señas, ha capturado y dado muerte a su compañero de espionaje Viktor Runeberg; comprende que en seguida irá tras él. Idea en consecuencia un plan para transmitir el secreto a Berlín en las pocas horas que le quedan; encuentra en la guía telefónica la dirección de un hombre llamado Stephen Albert a quien visita –con Madden siempre tras sus talones-- para asesinarlo y generar, al mismo tiempo, un golpe noticioso y un mensaje cifrado: la ciudad en la que se aposta el contingente de artillería es Albert, en Somme. Tras cumplir su cometido es capturado inmediatamente por Madden y condenado a la horca; todos estos hechos integran su declaración oficial, “dictada, releída y firmada” antes del ajusticiamiento. Salvo sus dos páginas iniciales, conocemos íntegramente esta declaración gracias a una persona --cuya identidad no se revela-- que la transcribe pues juzga que “arroja una insospechada luz” sobre un pasaje del libro Historia de la Guerra Europea, escrito por el capitán inglés Liddell Hart, en el que se alude a la dilación de cinco días que sufrió una ofensiva británica de trece divisiones 1 Me sirvo de la versión que se haya en “Nueva antología personal”, ed. Bruguera, 1980.

Aproximación Al Jardín de Senderos Que Se Bifurcan

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Ensayo breve sobre el significado de este cuento de J.L. Borges

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Aproximación al Jardín de Senderos que se BifurcanDos preguntas irresueltas

El único propósito de este comentario es dar forma a mis perplejidades ante la lectura de un cuento publicado por Jorge Luis Borges en 1941, titulado “El jardín de senderos que se bifurcan” 1. En particular haré referencia a dos intríngulis que, dadas las formas en que he logrado pensarlas, me parecen de momento tan solo parcialmente solubles. La primera, por fortuna, es irrelevante; la segunda en cambio, invita a cuestionarme si he logrado una comprensión suficiente del texto.

El argumento es de tipo policial-metafísico --acaso no huelgue un resumen. Yu Tsun, otrora catedrático de inglés en una universidad alemana del puerto de Tsingtao, sirve como espía para el Imperio Alemán en Staffordshire. Conoce un secreto estratégico, el nombre del sitio en el que el Ejército Británico guarda su nuevo parque de artillería en Normandía. Descubre que el agente aliado Richard Madden, irlandés por más señas, ha capturado y dado muerte a su compañero de espionaje Viktor Runeberg; comprende que en seguida irá tras él. Idea en consecuencia un plan para transmitir el secreto a Berlín en las pocas horas que le quedan; encuentra en la guía telefónica la dirección de un hombre llamado Stephen Albert a quien visita –con Madden siempre tras sus talones-- para asesinarlo y generar, al mismo tiempo, un golpe noticioso y un mensaje cifrado: la ciudad en la que se aposta el contingente de artillería es Albert, en Somme. Tras cumplir su cometido es capturado inmediatamente por Madden y condenado a la horca; todos estos hechos integran su declaración oficial, “dictada, releída y firmada” antes del ajusticiamiento.

Salvo sus dos páginas iniciales, conocemos íntegramente esta declaración gracias a una persona --cuya identidad no se revela-- que la transcribe pues juzga que “arroja una insospechada luz” sobre un pasaje del libro Historia de la Guerra Europea, escrito por el capitán inglés Liddell Hart, en el que se alude a la dilación de cinco días que sufrió una ofensiva británica de trece divisiones apoyadas por mil cuatrocientas piezas de artillería en la batalla del Somme, a causa de unas lluvias torrenciales.

Resta referir lo más importante. Yu Tsun y Stephen Albert están en realidad íntimamente conectados. El espía y académico es nieto de Ts’ui Pên –alguna vez gobernador de una provincia china, que abandonó su cargo y privilegios para construir un laberinto y componer un libro. El laberinto jamás se halló y el libro resultó ser una ruma incoherente de manuscritos carentes de hilación lógica, que fue no obstante publicada merced a un albacea budista y pese a las protestas de los familiares del mandatario. Stephen Albert resulta ser un eximio sinólogo y revela a Yu Tsun una interpretación de la obra de su abuelo: libro y laberinto son la misma cosa; se trata de un laberinto “de tiempo y no de espacio”, desarrollado en una novela que ha recibido por título El Jardín de Senderos que se bifurcan. En ella se plantea una concepción del tiempo ramificada en la que se realizan todas las posibles consecuencias de un hecho; éstas se despliegan paralela o convergentemente y dan, luego, ocasión a nuevas bifurcaciones.

1 Me sirvo de la versión que se haya en “Nueva antología personal”, ed. Bruguera, 1980.

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La comprensión de este cuento exige, forzosamente, tomar opciones interpretativas. Una que supongo está al inicio de cualquier esfuerzo hermenéutico es la consideración de que las piezas de artillería que devela Yu Tsun y las que acompañan a las demoradas divisiones británicas aludidas por Lidell Hart son las mismas. Asumirlo, en principio aparentemente sensato y productivo, comporta una contradicción que provoca mi segunda pregunta irresuelta. Hacia el final de la declaración, Yu Tsun considera su sacrificio justificado dado que ha sido exitoso

“Abominablemente he vencido: he comunicado a Berlín el secreto nombre de la ciudad que deben atacar. Ayer la bombardearon; lo leí en los mismos periódicos que propusieron a Inglaterra el enigma de que el sabio sinólogo Stephen Albert muriera asesinado por un desconocido, Yu Tsun”

¿Cómo es entonces posible que las piezas de artillería guardadas en Albert, aniquiladas por el inclemente bombardeo de los Fokker E.I., hayan salido a combate luego, indemnes? La lluvia, torrencial por demás, es un hecho inquietante: impediría cualquier tentativa de un ataque aéreo. Pero entonces Lidell Hart y Yu Tsun han vivido dos hechos completamente distintos y ¿tiene ello sentido?; al menos lo tiene parcialmente.

Que la ontología planteada por Ts’ui Pên en su libro2 es una clave de lectura imprescindible para el cuento es una opinión ya lo suficientemente expuesta. Quisiera, a partir de ella, llamar la atención sobre situaciones en el texto que invitan a pensar en la convergencia de líneas temporales. Un editor3 polemiza por medio de una nota al pie con la versión de Yu Tsun respecto a la muerte de Viktor Runeberg; propone que Madden actuó en defensa propia tras un disparo del espía y que le generó heridas “que determinaron su muerte”; en contra de la escueta suposición de Yu Tsun de que el agente aliado, llanamente, le asesinó. En virtud de la idea expresada en la novela-laberinto debemos aceptar que ambos hechos ocurrieron y que, fortuitamente, acaso han convergido en la misma línea temporal: Viktor Runeberg ya no sirve más al Imperio Alemán.

La ejecución del plan de Tsun es un exitoso camino trazado al interior del laberinto: salva por fracciones de segundo de que Madden aborde su vagón, encuentra luego a unos muchachos cuyos rostros permanecen en penumbra, suerte de dei ex machina4 que le revelan toda la información que necesita para encontrar la casa de Stephen Albert. Estas victorias parciales y fortuitas deben ser consideradas como sitios de bifurcaciones, de todas ellas se separan hechos no narrados que concluirían en el fracaso del propósito de Yu Tsun.

Cualquier especulación metafísica consistente merece consideración, así sea como mera provocación a la inteligencia. Con todo, me parecen más interesantes aquellas que plantean una interpretación del mundo coherente con nuestra experiencia fenomenológica de él. Intentaré exponer que la doctrina del tiempo de Ts’ui Pên pertenece a esta categoría, o cuando menos la

2 Ficticio, si faltara agregar.3 Que supongo, dentro de la ficción, una voz distinta a la del narrador que transcribe la declaración y cita a Hart.4 Me perdone quien tenga la compasión si el plural latino está incorrecto

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idea de que distintas líneas de tiempo pueden converger hacia o bifurcarse a partir de un momento temporal: el presente.

Yu Tsun rememora en la declaración sus cavilaciones previas a la concepción del plan5

“Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí...”

Y sin embargo siempre a partir de este presente estamos imaginando futuros, constitutivamente inverificables y eventualmente numerosos6. Yu Tsun colige que la manera de llevar a cabo su plan, pese a su cobardía, es imaginar que su tarea ya ha sido concluida, “imponerse un futuro irrevocable”. Es demasiado evidente que la fórmula destacada constituye un oxímoron insostenible. Reservaríamos ese adjetivo con mucha mayor tranquilidad para el pasado, aún cuando cotidianamente experimentamos la necesidad de reconstruirlo por medio de la memoria y el cotejo. Creo que no sólo la polémica respecto a la muerte de Runeberg sino incluso la ausencia de las dos páginas iniciales de la declaración constituyen símbolos que enfatizan la misma intuición: el pasado no es algo sobre lo que no quepa abrigar dudas, antes bien abre la posibilidad de la enunciación de especulaciones varias que, en conformidad con nuestros recursos y razonamientos se mostrarán más o menos verosímiles. La verosimilitud no equivale a la verdad.

He leído a cierto crítico7 que juzga la lluvia torrencial referida por Liddell Hart como una mentira para encubrir una exitosa avanzada aérea alemana. Tal interpretación me parece deficiente. El pasado en el que Tsun consigue el bombardeo de Albert y aquel en el que las lluvias torrenciales lo frustran pertenecen a líneas temporales aparentemente incompatibles y, propongo, convergentes: ambas, debemos aceptar, concluyen en definitiva con la victoria de los aliados en el Somme.

Mi segunda pregunta irresuelta, entonces, asume estos razonamientos como correctos y se deja formular de este modo ¿cómo pueden documentos que atestiguan pasados intrínsecamente excluyentes llegar a las manos de quien transcribe la declaración?, ¿es suficiente la convergencia para aceptar la coexistencia en el mismo mundo de estos reflejos de dos pasados posibles?, ¿deberemos concebir, quizás, la posibilidad de que Yu Tsun pertenezca al mismo pasado en el que Liddell Hart combatió y sobre el que escribió, pero a modo de “un error, o un fantasma”?

La primera pregunta irresuelta es, como anunciaba desde el comienzo, irrelevante: ¿cómo supo Madden el camino a la casa de Stephen Albert? O presumimos que los muchachos en penumbra no tenían militancia en la Gran Guerra, o le acreditamos extrema pericia como cazador de hombres, ¿o qué?

5 Son esencialmente las mismas que Borges expone en el poema “El Instante”6 En otro cuento de Borges, “El milagro secreto”, el protagonista logra imaginar todos los futuros posibles a partir del momento en el que se encuentra. Con ello consigue detener el tiempo.7 Josefina Pantoja Meléndez, “El tiempo en un cuento de Borges: El jardín de senderos que se bifurcan’”. Thémata. Revista de Filosofía. Número 45. 2012

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Antes que frustración, veo en estas preguntas abiertas un motivo de fruición. Particularmente persuasiva me resulta la siguiente propuesta de Borges, expresada como conclusión de su breve ensayo La muralla y los libros, “Esta inminencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”.