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Are Sania

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Adems de ser una importante expresin artstica y cultural, la artesana es un producto esencial para el turismo, demandada ampliamente por turistas como recuerdos de sus viajes, es tambin un elemento singular en los planes de promocin turstica y para el establecimiento de estrategias de marca pas.No obstante la industria turstica del pas representar el sector ms dinmico de la economa, la actividad artesanal ha mostrado flaquezas e ineficiencias. Resulta paradjico que para poder atender la demanda de artesanas y souvenirs que generan los ms de cuatro millones de turistas que anualmente visitan el pas y cuyas compras se estiman en aproximadamente US$ 312 millones, se tenga que importar la mayora de estos productos. El costo de importacin de estas artesanas es alto y de pases distantes, perdiendo el pas oportunidades para fabricar localmente artculos comparables, crear oportunidades de empleos, as como el ahorro y generacin de divisas.Se hace la salvedad que esta cifra incluye la venta de pinturas tpicas, cigarros y ron, segn se reporta en las encuestas del gasto turstico que regularmente realiza el Banco Central. Pero veamos como la dejadez institucional, tanto pblica como privada, de no dar seguimiento a planes y programas de desarrollo artesanal, iniciados a mediados de los aos setenta, (anticipando el boom turstico) incentiv el lucrativo negocio de ofertar artesanas importadas a nuestro millonario mercado turstico. Tomando en cuenta que las ofertas de compras son un importante atractivo de un destino turstico, algunos comerciantes locales entendieron, que si se construyen ms hoteles y el "Todo incluido," pega, llegarn ms turistas que demandarn artesanas y souvenirs, que los artesanos nacionales no podrn suplir en cantidades y entregas confiables. Y por qu no importarlas y a un menor precio que la oferta disponible, para compensar el pago de aranceles y las comisiones que reciben los guas tursticos en las excursiones donde hay opciones para hacer compras. Haba que traer ms y otros tipos de artesanas para agregar a la naciente oferta de joyera de Larimar, que recin surga, conjuntamente con la de mbar que constituyen ambas, aunque ms el Larimar, los productos artesanales de mayor venta. Adems de Hait con sus magniicas tallas y pinturas naif, se importaron cermica de Colombia con sus emblemticas chivas (guaguas) y escenas de mercados y luego trajeron una variada artesana y souvenirs del Oriente, principalmente de Bali, Indonesia y de otros pases cuyos productos, muchos de ellos industriales, pudieran fcilmente vincularse con rasgos de la cultura y materiales autctonos del pas.Es preciso sealar que no debera prohibirse ni aumentar los aranceles de estas importaciones de artesanas, porque podra afectar los acuerdos de libre comercio que tiene el pas, as como perjudicar las exportaciones de artesana. Tampoco conviene regular o impedir que se traigan souvenirs del exterior porque el hecho de que no se fabriquen en el pas-destino que los ofertan, no les quita su valor. Lo que si se deber evitar es que se rotulen y vendan artesanas importadas como "hechas aqu" y la mejor forma de que esto suceda es que la oferta nacional logre tener igual o mejor calidad que la fornea y que realmente sea representativa de nuestra cultura e identidad. Un primer paso para iniciar estas gestiones, sera lograr acuerdos de colaboracin entre los Ministerios de Cultura y Turismo, la Asociacin Nacional de Hoteles y Restaurantes-ASONAHORES, los Clsters Tursticos y la activa participacin de asociaciones y grupos de artesanos, que faciliten consensuar estrategias para el desarrollo artesanal del pas, bajo el cual se atiendan aspectos puntuales de diseo y desarrollo de productos conforme a la demanda del mercado. Los proyectos a ejecutar ya estn planteados en los diversos estudios y diagnsticos que recientemente se han realizado.AMRICA LATINA EN LOS LTIMOS 50 AOS La historia de los ltimos cincuenta aos es la historia de la postguerra, y en cierto sentido mi propia historia, prximo ya a cumplir esa edad. Cada generacin ve la historia a partir de los acontecimientos particulares que han dado dramatismo a su existencia, es decir, aquellos acontecimientos que han desafiado la libertad, obligando a tomar opciones fundamentales que determinarn no slo el presente sino el mediano y largo plazo. Varias pticas se ofrecen para ordenar los acontecimientos: geopoltica, econmica, cientfica-educacional, poltica, religiosa, cultural. Privilegiar una sobre las otras podra llevar a consideraciones unilaterales. Pero es difcil, a la vez, realizar una sntesis de todos los aspectos. Aunque la historia tiene su propia coherencia interna, no todos los hechos apuntan a la realizacin de esa coherencia. La historia es tambin el espacio de la contingencia humana, de las decisiones libres de las personas. A pesar de todas estas dificultades, hay que intentar una visin de conjunto para discernir el sentido de las lneas de fuerzas en el presente y en el porvenir de Amrica Latina. El horizonte geopoltico. El ltimo cincuentenario se inaugura con el trmino de la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento de enormes proyecciones polticas, econmicas y tecnolgicas. Europa deja de ser el centro del mundo, como lo haba sido desde la expansin a ultramar en el siglo XVI, por el esfuerzo de Espaa y Portugal, al que sigui despus el de Inglaterra, Francia y Alemania. En su lugar, y a partir de la Conferencia de Yalta, el mundo se divide en dos grandes zonas de influencia, tanto desde el punto de vista econmico como de seguridad. La nueva tecnologa blica, que incorpora las armas nucleares y la cohetera, con su capacidad de destruir a gran escala, hace prcticamente inviable las posiciones neutrales desde el punto de vista de la seguridad. Se da inicio a la as llamada guerra fra entre las potencias poseedoras de capacidad blica suficiente para sostener conflictos fuera de sus fronteras, la que se complementa con las disposiciones en el mbito econmico: La Unin Sovitica liderar economas centralmente planificadas, mientras Estados Unidos impondr el dlar como divisa universal, creando tambin el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para favorecer la economa de mercado. El marco jurdico de la nueva reagrupacin geopoltica queda definido por la fundacin de la ONU, que consagra en su Consejo de Seguridad el derecho de veto de cinco pases: China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaa y la Unin Sovitica. En Amrica Latina se impone el panamericanismo. Durante el conflicto, los pases latinoamericanos ya no fueron neutrales, como algunos de ellos durante la Primera Guerra Mundial. En 1947 se firma en Ro de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recproca (TIAR) y en 1948 nace la Organizacin de Estados Americanos (OEA). Aunque el panamericanismo, como ideologa y poltica exterior norteamericana es mucho ms antiguo, los pases latinoamericanos haban resistido este marco de referencia, proclamando la integridad y vigencia de su cultura tradicional (barroca y mestiza, catlica, hispanolusitana). Desde comienzos de siglo (Rod y el arielismo) un conjunto importante de intelectuales y ensayistas latinoamericanos haban tratado de fundar un camino propio, en distincin y, en cierto sentido tambin, en contraposicin con el panamericanismo norteamericano. En el plano poltico, diferentes movimientos y gobiernos as llamados populistas, desde la revolucin mexicana en adelante, haban defendido explcitamente la tesis del camino propio, apoyndose en influencias culturales europeas del catolicismo social surgido al amparo de la Doctrina Social de la Iglesia, de las corrientes iluministas (masnicas) francesas, e incluso, tambin, de las tendencias fascistas y nacionalsocialistas sepultadas con el trmino de la guerra. La defensa de la tradicin europea en Amrica Latina haba sido un arma eficaz contra la imposicin cultural norteamericana en su rea de influencia, e incluso contra la propagacin del socialismo sovitico, evitando as tener que enfrentarse a la opcin entre el liberalismo anglosajn, del que siempre Amrica Latina ha sido culturalmente muy ajena, y el socialismo marxista, para el cual le faltaban las condiciones estructurales de su aplicacin (ausencia de clase obrera y pequea burguesa). Toda una generacin de ensayistas latinoamericanos que haban elaborado durante la primera mitad del siglo el proyecto de una Amrica Latina culturalmente independiente y polticamente integrada, quedaron rpidamente obsoletos con su planteamiento ante la nueva redefinicin geopoltica de postguerra. Ahora, se deba acomodar el marco de la reflexin a los trminos de la confrontacin de la guerra fra. El desarrollo deba plantearse con la cooperacin de Estados Unidos y la va propia qued reducida a la categora de una forma de aplicacin matizada del modelo norteamericano de modernizacin con aspectos propios de la tradicin cultural latinoamericana. La Cepal, rganos de las Naciones Unidas, fue la que recibi el encargo intelectual de superar la tradicin populista y proponer una modernizacin de acuerdo con la nueva posicin de Estados Unidos en el mundo. El cambio geopoltico afect de manera muy sustancial tambin a la Iglesia. Por una parte, S.S. Po XII decide ampliar el horizonte de la jerarqua de la Iglesia nombrando 32 nuevos cardenales, de los cuales haba cinco latinoamericanos (La Habana, Lima, Santiago de Chile, Rosario, San Pablo), e intensificando la tarea misionera en las jvenes Iglesias de ultramar. Su idea era acomodar la Iglesia al desplazamiento sufrido por Europa en la vida poltica internacional. En su famosos Radiomensaje de Navidad de 1945[*] sealaba: En otros tiempos, la vida de la Iglesia, en su aspecto visible, desplegaba su vigor preferentemente en los pases de la vieja Europa, desde donde se extenda, como ro majestuoso, a lo que poda llamarse la periferia del mundo: hoy da se presenta, al contrario, como un intercambio de vida y energa entre todos los miembros del Cuerpo Mstico de Cristo sobre la tierra... Como Cristo asumi una verdadera naturaleza humana, la Iglesia asume la plenitud de todo lo que es autnticamente humano y, elevndolo, hace de ello un manantial de fuerza sobrenatural, sea cual sea la forma en que lo encuentre. Cmo no ver en estas palabras un preanuncio de lo que sera el Concilio Vaticano II y particularmente Gaudium et spes con su afirmacin, en el n.1, de que nada hay de verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazn! Esta nueva orientacin eclesial da nueva fuerza a un proceso que se haba iniciado con el primer Concilio Plenario de Obispos Latinoamericanos celebrado en Roma en 1899, y que lleva a la jerarqua de este continente a asumir paulatinamente una mayor conciencia sobre la responsabilidad universal que le corresponde, tratndose de un continente ya evangelizado, a pesar de todas las deficiencias de la primera Evangelizacin. Pablo VI llama a Amrica Latina, en su viaje a Colombia, el continente de la esperanza, lo que no es un halago sino un llamado a asumir las responsabilidades pastorales no slo pensando en las iglesias locales sino en la Iglesia universal. La jerarqua latinoamericana reacciona ante el impulso de Po XII dando origen a un movimiento de comunicacin e integracin intereclesial que cristaliza con la fundacin del Celam y la realizacin de las conferencias episcopales de Ro, Madelln, Puebla y Santo Domingo, cuyas conclusiones pastorales trascienden el mbito de la Iglesia latinoamericana. En su etapa actual, este proceso ha llevado a que muchos prelados de Amrica Latina estn al frente de importantes dicasterios de la curia romana. El otro lado de la medalla de esta nueva orientacin asumida por el Papa Po XII es la recomposicin interna de la sociedad y de la Iglesia europea, tan fuertemente daada por la guerra. Una organizacin mundial de la Iglesia permite concentrar fuerzas para la reconstruccin de Europa occidental, que era la base tradicional del catolicismo mundial. Veinte aos despus se hace posible la celebracin del Concilio Vaticano II, concilio de orientacin netamente pastoral, que asume desde la tradicin de la Iglesia los nuevos desafos introducidos por la modernidad. Como han dicho algunos autores, se trata del ltimo concilio europeo y el primero mundial, reflejndose en l tanto la participacin de las Iglesias jvenes como tambin la reconstruccin y renovacin religiosa y cultural de Europa. Sin embargo, como han mostrado los acontecimientos posteriores, no slo se trat de la revitalizacin de la Iglesia de occidente, sino tambin de la que peregrina en Europa oriental, sometida a una persecucin sistemtica por parte de los regmenes comunistas. Nuevos carismas que integran en una sola experiencia eclesial a laicos y ministros, y formas ms seculares de la consagracin religiosa, han revitalizado muy profundamente la vida de la Iglesia europea. Puede ser que este proceso no alcance todava el impacto cultural de una evangelizacin masiva, y se deba hablar todava de una cultura europea neopagana, pero se ha logrado consolidar la semilla de una renovacin muy honda de la experiencia religiosa, la que se ha extendido a diversas partes del mundo donde estos carismas han echado races. Europa ha mostrado que el cristianismo es capaz de recomenzar siempre de nuevo y con mucha energa, a pesar de los acontecimientos devastadores representados por la guerra y el exterminio de personas y pueblos. Aunque sabemos, desde el horizonte de la fe, que Cristo prometi estar con su Iglesia todos los das y hasta el fin de los tiempos, desde un horizonte puramente humano, no era evidente que la Iglesia poda resurgir de nuevo en Europa tras la guerra. En cierto sentido, la cultura europea qued hipotecada durante un tiempo, puesto que se sospechaba de ella ser la responsable, en ltima instancia, de las tensiones y conflictos que desembocaron en la Segunda Guerra. Que a veinte aos de terminada la guerra se haya podido realizar el Concilio Vaticano II es un signo evidente de cmo la gracia es capaz de renovar el corazn humano cuando con seriedad se interroga acerca de los fundamentos, acerca de las preguntas ltimas de su naturaleza y condicin. La polmica de interpretaciones que sigui al inmediato postconcilio es un signo de que la Iglesia otra vez vuelve a ser signo de contradiccin. Pues bien, esta renovacin europea tampoco sera pensable sin la extensin de la responsabilidad de la conduccin pastoral de la Iglesia a los cinco continentes. Ambos aspectos se potencian y dinamizan mutuamente. En Amrica Latina, sin embargo, el nuevo contexto geopoltico inaugur una etapa de inhibicin muy importante de la reflexin y de la aplicacin de la Doctrina Social de la Iglesia que haba sido fuente inspiradora de muchos de los regmenes populistas. En su lugar aparece con relativa fuerza, por una parte, la influencia socialcristiana europea (italiana, alemana, belga), pero con cierta dificultad para diferenciarse de la tradicin populista latinoamericana, y por otra, una visin ms pragmtica y secularizada de los conflictos de la vida social y de su eventual solucin, la que viene propuesta a travs de las ciencias sociales (sociologa y economa). Mientras de parte del liberalismo recin en los ltimos aos ha habido algn intento de dilogo y de aprovechamiento crtico del magisterio social (M. Novak), el socialismo se interes ms tempranamente en el mismo, pero ms que para adoptar elementos propios de la tradicin cristiana, para intentar legitimar culturalmente los movimientos socialistas latinoamericanos. El desplazamiento de Europa del centro geopoltico haba dado inicio a un poderoso movimiento de liberacin nacional por parte de las antiguas colonias europeas, especialmente en Africa, la India y el sudeste asitico, vinculndose la opcin por el socialismo a la opcin por la independencia nacional en relacin a los antiguos centros de poder. Aunque Amrica Latina no se ve directamente envuelta en este proceso, incorpora parte de la ideologa de los no alineados y del tercer mundismo a sus antiguas tendencias antiimperialistas que haban caracterizado a varios regmenes populistas, plantendose explcitamente la convergencia entre socialismo y liberacin. Incluso a nivel de la Cepal comienza a cobrar fuerza a fines de los 60 y comienzo de los 70 la llamada teora de la dependencia, la que en su tesis central sostena que el desarrollo espontneo del norte produca correlativamente el subdesarrollo del sur. La inversin de esta tendencia requera, en consecuencia, que los pases de Amrica Latina llevaran a trmino la industrializacin incompleta iniciada en los aos 30 por la sustitucin de importaciones, para desvincular los efectos del crecimiento de los pases industrializados sobre los no industrializados. Como esta transformacin no poda hacerse sin un cambio bastante radical de orientacin en las formas de acumulacin del excedente, se asocia la lucha por el socialismo con la lucha por la superacin de la dependencia. Es en este contexto donde nace, en mi opinin, el movimiento de la teologa de la liberacin (que toma expresamente el concepto de liberacin del tercer mundismo y los movimientos de liberacin nacional iniciados en las ex colonias europeas), ms tarde los cristianos por el socialismo y el intento posterior de formacin de la Iglesia popular. Lo que me parece necesario resaltar, desde el punto de vista geopoltico, es que estos movimientos, aunque interesados en el contenido de la enseanza social de la Iglesia, intentan desligarla de su jerarqua con fines de movilizacin popular, y en casos extremos, ponerla contra ella, como si la Doctrina Social de la Iglesia no tuviese su origen en el magisterio ordinario de los pastores. Resulta evidente que el reconocimiento de este origen hubiese dificultado la aplicacin del concepto mismo de liberacin tal como ste se vena planteando en el plano internacional, que sugera ms bien que el socialismo era el clamor espontneo de los pueblos sometidos que, libres de las antiguas dependencias coloniales queran definir ahora con autonoma su propio futuro. Todo lo que viniese desde una autoridad constituida y reconocida en su jerarqua se asociaba mentalmente con dependencia antes que con liberacin. As se produce la paradoja de que, mientras la orientacin del Vaticano iniciada por Po XII se encaminaba hacia la sustentacin supranacional de la Iglesia llamando a las jerarquas de las Iglesias locales a asumir responsabilidades internacionales, las tendencias socialistas comienzan a valorizar al pueblo cristiano pero sin sus pastores o contra los mismos, dndole mayor importancia a la confrontacin ideolgica de la guerra fra que a la recuperacin del patrimonio cultural del catolicismo latinoamericano. El nivel de confrontacin ideolgica y la propagacin de las corrientes neoestructuralistas y neomarxistas de Europa occidental llevan paulatinamente en los aos 50, y sobre todo en los 60, a que la Doctrina Social sufra un profundo desprestigio, o bien sea ignorada, no slo por los lderes de opinin y los nuevos tcnicos del desarrollo, sino tambin por el propio personal eclesistico que comienza a radicalizarse hacia las posiciones ideolgicas del socialismo. Las posiciones ideolgicas andaban tras la bsqueda de modelos alternativos de sociedad y la Doctrina Social ofreca ms bien fundamentos, principios o experiencias. Lo ms parecido a un modelo, desde el horizonte catlico, haba sido la proposicin de Maritain de una nueva cristiandad como un ideal histrico concreto. Pero sea por su referencia a un mundo ya concluido y preindustrial, o porque su orientacin era excesivamente filosfica y no mostraba formas nuevas de organizacin social, el hecho es que en Amrica Latina no tuvo suficiente eco. Ser una contribucin mayor de las Conferencias de Medelln y Puebla el volver a situar el tema de la Doctrina Social de la Iglesia en un horizonte intelectual sugerente, a lo que se suma la inmensa novedad de la Encclica Laborem Excercens, que fue precedida de la concreta experiencia de los obreros polacos en su lucha al interior del rgimen socialista. Estados Unidos logr incluir en el nuevo contexto de la postguerra los esfuerzos de modernizacin y desarrollo de Amrica Latina hasta la crisis de Cuba, a comienzos de los sesenta, que coincide tambin con el trmino del gobierno de Kennedy y del proyecto Alianza para el progreso, que haba sido concebido como el instrumento al servicio del desarrollo e integracin de Amrica Latina. Con el gobierno de Johnson comienza la escalada de la guerra fra a nivel internacional, especialmente con la intensificacin de la guerra de Vietnam. Desde entonces Amrica Latina se ve sacudida por la disputa ideolgica de las potencias. La tesis del Che Guevara de transformar Amrica Latina en dos, tres, muchos Vietnams dio pie para el desarrollo de la Doctrina de la Seguridad Nacional en los ejrcitos del continente, producindose sucesivos golpes de Estado en Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Per y Chile. El caso de Chile adquiri especial notoriedad por el hecho de haberse producido contra un gobierno socialista que fue elegido democrticamente y por los procedimientos establecidos en el Estado de derecho. El gobierno de Salvador Allende ofreca un camino distinto al socialismo que el propugnado por Cuba y por los grupos guerrilleros, pero al poco andar se vio cun imposible era este experimento, transformndose por la va administrativa y las situaciones de excepcin, los fundamentos de la convivencia pacfica. La sociedad se vio obligada a vivir en permanente y cotidiana movilizacin para presionar a las autoridades por una demanda u otra. Ms all de la peculiaridad del caso, sin embargo, desde el punto de vista geopoltico la situacin era bastante anloga en los distintos pases latinoamericanos. Aunque la Conferencia Episcopal de Puebla incluye a la Doctrina de la Seguridad Nacional entre las ideologas, al lado del liberalismo y del marxismo, personalmente pienso que los gobiernos militares de Amrica Latina, tal vez con la excepcin del Per, no intentaron imponer una ideologa especfica (ms all de su antimarxismo, naturalmente), sino que se orientaron pragmticamente en torno a la solucin de los problemas de seguridad e institucionales generados por la tensin ideolgica. Como me hizo ver una vez un colega brasileo, los militares son fundamentalmente ingenieros con uniforme, y tanto su organizacin interna como su forma de operar son netamente funcional, es decir, orientadas a la resolucin de problemas. La ideologa propiamente requiere algo ms que una visin funcional sobre el desarrollo. Como busca legitimar un modelo de sociedad y un curso de accin para alcanzarlo, tiene que fundarse en valores, en criterios antropolgicos, en una cierta concepcin acerca del ser humano. El pragmatismo de los gobiernos militares recurri a distintas soluciones polticas, econmicas y sociales segn los pases, demostrando una amplia capacidad para aceptar y apoyar soluciones ideolgicamente contrarias e incluso contradictorias. El propio caso de la guerra de las Malvinas en 1982 corrobora esta hiptesis, puesto que al comprobarse por parte de Argentina que no funcionara el TIAR y que Estados Unidos tomara parte a favor de su aliado europeo, la guerra se llev a un rpido fin, a pesar del honor nacional comprometido y la movilizacin realizada apelando a los valores patrios. Con el caso chileno, que fue pionero en Amrica Latina en este aspecto, se inicia la etapa de la apertura de las economas al comercio internacional, al capital extranjero y a la competitividad en los distintos mercados del mundo, comenzndose un camino de desarrollo totalmente distinto al de los gobiernos populistas, y al recomendado por la Cepal, con lo que se anticipa la tendencia actual a la globalizacin de la sociedad y de la economa. Una nueva configuracin geopoltica mundial surge a fines de los 80 con la cada del muro de Berln y los llamados socialismos reales de Europa central y oriental. El xito de la poltica de Reagan contenida en la Iniciativa de Defensa Estratgica y la influencia religiosa, cultural y tambin poltica del pontificado de S.S. Juan Pablo II llevan al ocaso de la Unin Sovitica y al triunfo de Estados Unidos como nica potencia blica mundial. Puede sealarse a la Guerra del Golfo como el signo del inicio de esta nueva era, en la que no obstante se reconoce el papel de la Santa Sede respecto al trmino del socialismo, algunos no le perdonan su negativa a bendecir las armas para el Golfo. Se cuestiona la independencia y la no alineacin de la Santa Sede (Ahora se ha demostrado lo que siempre sabamos, que la Iglesia no pertenece al mundo occidental, escribe un airado redactor del diario La Repblica). Pasado el primer momento de euforia y de Triunfalismo basado en la confianza de la superioridad tecnolgica de los pases desarrollados, comienzan a desmoronarse los regmenes polticos que haban fundado su sobrevivencia en el conflicto este-oeste. Tal vez el caso ms pattico sea el italiano, que culmina ahora con la conciliacin de los grupos que haban sido antagonistas, aunque por cierto en condiciones totalmente distintas. Amrica Latina queda tambin liberada, por fin, de la confrontacin estratgica y se abre en los 90 una etapa de crecimiento y cooperacin internacional como no la haba tenido en el pasado. Los gobiernos militares pierden paulatinamente su razn de ser, puesto que la seguridad ya no est amenazada en trminos geopolticos y retornan los gobiernos democrticos, con nuevas figuras institucionales, a ocuparse de los problemas del desarrollo econmico y social. Mientras la Cepal llam a la dcada del 80 la dcada perdida del desarrollo latinoamericano, los 90 comienzan a revertir esa tendencia inicindose un perodo de crecimiento y expansin sobre la base de la apertura al comercio internacional, lo que genera innumerables oportunidades de incremento del comercio ( Nuevo tratado general de comercio), no slo con los socios comerciales tradicionales, sino con las potencias emergentes, incluidos los pases de Europa oriental y de Amrica Latina, que buscan la formacin de bloques y mercados integrados. Todo esto, sin embargo, a nivel global, se realiza bajo el primado del pragmatismo y de la bsqueda de la modernizacin tecnolgica, ponindose en tela de juicio este proceso cada vez que aparece, por alguna razn, el tema de las identidades culturales (ex Yugoslavia, Ulster, Mundo islmico, Africa subsahariana, etc.). Vivimos en la actualidad una fuerte presin hacia la globalizacin, pero sin considerar suficientemente el valor de las culturas regionales, sino que apoyando la ampliacin de los mercados en una cultura globalizada y de consumo, fundada en la entretencin y en el pensamiento dbil, como ha llamado G. Vattimo. Todo lo que agregue valor econmico es bien recibido, cualquiera sea la necesidad real que satisfaga. Por ello, merece una especial mencin a este respecto la formacin del Mercosur, al menos como promesa, que recupera la idea de la integracin latinoamericana, la que no slo incluye mercados y productos, sino fundamentalmente personas. Las anteriores propuestas de integracin haban fracasado, por la incompatibilidad de sistemas y orientaciones de poltica econmica, especialmente a nivel de los equilibrios macroeconmicos, y porque en el contexto de la guerra fra siempre se mantena vigente la hiptesis de conflicto entre pases vecinos. El Mercosur hace ms cercana la posibilidad de que este perodo de crecimiento y desarrollo que se ha iniciado pueda perdurar en el tiempo, especialmente cuando sobrevengan los momentos recesivos de los ciclos econmicos. No obstante, queda mucho por hacer para garantizar esta estabilidad, particularmente la reforma y modernizacin del Estado, no tanto en su aspecto poltico, cuanto en su gestin administrativa. El horizonte socioeconmico Los ltimos cincuenta aos de historia latinoamericana muestran una profunda transformacin de la sociedad en diversos aspectos. Intentaremos resumir brevemente algunos de ellos: La consolidacin de la vida urbana y el cambio del tamao relativo de la poblacin urbana en relacin a la poblacin agrcola. La tendencia general de Amrica Latina es que pocas ciudades, pero muy grandes (megpolis), concentran la mayor parte de la poblacin, as como las oportunidades de empleos ms calificados y de mayores ingresos. Estas ciudades han logrado tambin mejorar muy sustancialmente la calidad de los servicios que ofrecen en infraestructura y equipamiento urbano, vivienda, transporte, educacin, salud, seguridad. Pareciera no haber alternativa a esta macrotendencia, ya que los esforzados intentos de descentralizacin territorial y en la toma de decisiones realizados por los gobiernos, no han dado los frutos esperados. Me parece que la cuestin de fondo que plantea la modernidad a la sociedad es cmo garantizar la movilidad y parece no haber otra respuesta que la gran ciudad: espacial (transporte de personas, mercaderas y mensajes), temporal (velocidad en la toma de decisiones y en los intercambios: el tiempo es el factor productivo ms escaso), educacional (velocidad de adaptacin a nuevas tecnologas e innovaciones, creatividad), laboral (velocidad en el cambio de empleo hacia zonas de mayor rentabilidad o agregacin de valor), y crecimiento del sector servicios, que se ha transformado en el sector ms dinmico de la economa y que exige niveles altos de concentracin urbana. Reduccin de la fertilidad y del tamao de las familias. Este es un fenmeno asociado a la vida urbana, tanto por la escasez del espacio, y por tanto, del tamao de las viviendas (en Santiago las soluciones habitacionales populares que da el gobierno alcanza a los 23 metros cuadrados), por la necesidad de movilidad, que se facilita con las familias nucleares, como por la disposicin tecnolgica sobre el control de la fertilidad (mtodos anticonceptivos que se comercian masivamente desde mediados de los 60) que exigen una infraestructura de consultorios de salud que permitan la revisin peridica de las mujeres sometidas a estos procedimientos. Creciente participacin de la mujer en el mercado laboral remunerado. Este factor se explica, en parte, por la mayor cobertura educacional de la poblacin y tambin por el crecimiento del sector servicios que es donde encuentra mayores oportunidades de empleo. Esta participacin se ha vuelto imprescindible para muchos hogares porque representa un segundo ingreso remunerado, pero ha significado, al mismo tiempo, la contratacin de nuevos servicios sustitutivos de las labores domsticas. Este fenmeno ha modificado tambin profundamente la vida familiar. Han aumentado los hogares con padres ausentes y con nios que deben buscar sus propias maneras de educarse y de gastar su tiempo libre. La televisin ha venido a ocupar el papel de padre o madre sustituta. Ha facilitado tambin la ruptura de muchos matrimonios que se mantenan bajo la hiptesis de la dependencia econmica de la mujer que, al transformarse en independiente, ha podido decidir con mayor libertad acerca de su situacin matrimonial. As, han aumentado tambin los hogares cuyo jefe de hogar y sustento de la familia es, precisamente, la mujer, los que se encuentran, generalmente, entre los hogares de extrema pobreza. En los ltimos 20 aos se ha ido consolidando un cambio paulatino de las polticas econmicas, aunque con distinta velocidad segn los pases, desde el tradicional modelo populista de la sustitucin de importaciones y creacin de una industrializacin interna y protegida, a la actual orientacin hacia el fortalecimiento del sector exportador y la total apertura al comercio internacional. Quien derrot al modelo populista es la inflacin, la que impide el ahorro interno y la inversin, tanto nacional como extranjera, crea un sector pblico sobredimensionado e ineficiente, produce estancamiento econmico y aumento del desempleo. Parece existir un consenso cada vez mayor de que la apertura al comercio internacional y a situaciones de crecimiento sostenido del producto slo son posibles con altas tasas de inversin y ahorro (ejemplo dramtico de la situacin mexicana).Ello supone: control de la inflacin y estabilidad monetaria; creacin de un mercado de capitales (monetarizacin de la economa, con creciente influencia de los mercados a futuro y las expectativas econmicas); equilibrio de los gastos fiscales (el Estado no puede gastar ms de lo que recauda por impuestos); readecuacin del tamao del Estado a una capacidad de gasto compatible con el crecimiento de la economa; traspaso de los gastos de seguridad social a la poblacin (sistema de capitalizacin individual u otro mixto); participacin del sector privado en empresas estratgicas y en las inversiones en infraestructura. Este consenso en trminos de equilibrios macroeconmicos significa, sin embargo, romper con la tradicin de que el Estado tiene una capacidad ilimitada de atender las demandas sociales segn las urgencias polticas, lo que exige una nueva forma de legitimidad social que le asegure a los gobiernos una estabilidad por encima de los fenmenos de contingencia. El costo social de estas transformaciones ha sido muy alto, pues exige la reconversin industrial y el traslado de los trabajadores hacia sectores ms productivos, lo que no siempre es factible en trminos de capacitacin o de localizacin. Este costo no siempre se refleja en las tasas de desempleo que, en general, tienden a disminuir cuando hay crecimiento sostenido, sino ms bien en la segmentacin de los sectores de la sociedad que no tienen capacidad de agregar valor: los campesinos, los trabajadores no calificados, los jvenes, los prximos a la tercera edad. Un costo alto han debido pagar tambin los pensionados que, al reducirse el gasto pblico, han visto congeladas sus pensiones. La organizacin de la economa segn el criterio de agregacin de valor produce tambin una nueva estructura de remuneraciones. Estas ya no se rigen por el criterio de necesidades bsicas (cunto necesita una persona o un grupo familiar para vivir), sino por la competencia de modo que cualquiera sea la cantidad que se pague, si est por debajo del valor que agrega, es justificada (es el caso de los ejecutivos top en USA que ganan 75 millones de dlares anuales, o de los deportistas destacados, o de la gente del espectculo). Ello significa que se acenta la desigual distribucin del ingreso, llegando los extremos a una relacin de 1/100 o ms (en Mxico, al mismo tiempo que la poblacin en su conjunto perdi en los ltimos dos aos aproximadamente 40 por ciento del valor de sus ingresos, se anuncia en la revista Fortune que han ingresado varios mexicanos a la lista de las personas ms ricas del mundo). Tan profundo es este cambio, que lleva a alterar tambin el rol tradicional de la propiedad y del capital como fuente principal de ganancias o como medio de produccin: hoy en da el capital pasa a ser secundario en relacin a la capacidad de gestin (administracin), a la informacin y a la creatividad cientfico-tcnica. Se valora cada vez ms el costo de oportunidad y se impone paulatinamente el paradigma del just in time. Con estas nuevas orientaciones poltico-econmicas, la pobreza ha comenzado a consolidarse no slo en Amrica Latina sino en el mundo entero, incluso en los pases desarrollados. Deja de ser vista como un problema de solidaridad social y pasa a ser apreciada como un problema tcnico de focalizacin del gasto pblico. La experiencia muestra que los programas de erradicacin de la pobreza pueden ser exitosos si se miden en trminos de satisfaccin de las necesidades bsicas. Pero ello no elimina la creciente diferenciacin de los ingresos segn la capacidad de agregar valor. La educacin pasa a ser en este contexto una variable clave, pero no una educacin orientada a recuperar la memoria histrica o la sabidura de la humanidad, sino orientada ms bien hacia el uso de herramientas tecnolgicas que permitan interactuar y procesar eficientemente la informacin en torno a las oportunidades de negocios. Uno de los sectores sociales ms afectados por este cambio de paradigma es la clase obrera industrial o urbana. Su capacidad de movilizacin y de negociacin se fundaba en la existencia de un salario mnimo comn por la sola fuerza de trabajo, a partir del cual se agregaban incentivos o retribuciones segn el producto realizado. Al asociarse ahora el salario a la productividad y al diferenciarse, segn especializaciones tcnicas, se hace cada vez ms difcil tener una estructura comn de remuneraciones, dndose la tendencia a negociar el salario cada vez ms individualmente o por pequeos grupos afines. Se puede observar una creciente tendencia a la desafiliacin sindical, con una prdida tambin de las identidades gremiales o corporativas propias de los oficios. Aunque nunca logr desarrollarse en Amrica Latina una clase obrera como la de los pases desarrollados, dada la industrializacin incompleta y sustitutiva de importaciones, que alcanz muy escasamente el nivel de la industria de medios de produccin quedando ms bien el plano de la fabricacin de bienes finales, los pases ms industrializados como Brasil, Argentina y Mxico s tenan un universo de trabajadores con significacin social y con capacidad de movilizacin. Hoy en cambio la tendencia que se observa es que este sector pierda significacin y aumente en compensacin la clase media, pero cada vez ms diferenciada segn su incorporacin al multiforme universo de la industria de servicios. Una palabra, finalmente, al novedoso mundo de la realidad virtual. Pienso que estamos en los umbrales de una transformacin social muy importante en la medida que se generalice el uso de la Internet, cuyos usuarios crecen a una velocidad muy alta. Afectar especialmente al sector servicios, consolidando o ampliando incluso su importancia econmico-social. Lo que permite la red es disminuir el tiempo que media entre el estudio o anlisis, la toma de decisiones y la implementacin de esas decisiones, lo que puede hacerse cada vez en forma ms breve, sin perder en calidad o documentacin. Afectar tambin, de modo especial, a las instituciones educacionales, las que podrn tener estructuras ms flexibles y aprovechar la informacin y la capacidad docente de otras personas vinculadas a travs de la red. Como problema terico-filosfico de reflexin vale la pena sealar que la red es un sistema que no tiene ningn punto desde el cual pueda autoobservarse, lo que lo transforma en una entidad propiamente metafisica. 3. El horizonte religioso y eclesial Como ya se indicaba en la primera parte, estos cincuenta ltimos aos de historia han mostrado una Iglesia latinoamericana ms unida a nivel de su jerarqua, ms coordinada pastoralmente y tambin ms consciente del patrimonio religioso, histrico y cultural que ha significado su peregrinar de 500 aos acompaando a los pueblos de esta regin. Sin duda, los hitos ms significativos corresponden a las cuatro conferencias generales del episcopado en Ro, Medelln, Puebla y Santo Domingo que han tenido impacto ad intra y ad extra de la Iglesia. Hoy corresponde dar un nuevo y trascendental paso, el del Snodo de las Amricas, que tratar de tender un puente entre dos realidades histrico-culturales y eclesiales tan diferentes y poco conocidas entre s. Sabemos que esta reunin corresponde a un expreso deseo del Santo Padre para el impulso de la nueva evangelizacin en todo el Nuevo Mundo, y no a una iniciativa que haya surgido de las propias Iglesias americanas, lo que plantea la razonable duda de si estamos suficientemente preparados para este paso y cules podran ser las lneas pastorales ms convergentes y de mutuo provecho.De la Conferencia de Ro (1955) quisiera destacar que es el comienzo de la coordinacin pastoral intereclesial de Amrica Latina, que era prcticamente inexistente, y de modo particular, la creacin del Celam como organismo de servicio a las Conferencias Episcopales Nacionales, el cual ha jugado hasta el presente un importante rol, no slo en cuanto a sus aportes prcticos, sino tambin como testimonio vivo de una Iglesia que busca pensarse en un horizonte latinoamericano, puesto que as corresponde al horizonte cultural de nuestros pueblos. Que esta conciencia estaba apenas en forma incipiente en esos aos lo demuestra el hecho de que el principal promotor de la Conferencia no fue un latinoamericano sino Mons. Antonio Samor, que haba sido Nuncio en Colombia y perciba el desconocimiento y la descoordinacin pastoral entre las dicesis, como tambin el hecho de que el acuerdo de la Conferencia para crear el Celam estableca que su sede estara en Roma, a lo que se opuso la Santa Sede y pidi que estuviese en Amrica Latina. Entonces, los Obispos se decidieron por su actual sede en Bogot. De perodo que culmina en la Conferencia de Medelln (1968), quisiera destacar sobre todo tres aspectos. Primero, la venida de un Papa, por primera vez, a suelo americano, ratificando el deseo de sus predecesores de ampliar el horizonte de la Iglesia a nivel universal, y llamando a Amrica Latina el continente de la esperanza, tanto para la Iglesia como para el mundo entero, en cuanto en estas tierras ya evangelizadas podra florecer un nuevo estilo de convivencia y de resolucin de los problemas sociales. En segundo lugar quisiera mencionar el acento puesto en la promocin humana, el que ha caracterizado muy hondamente la pastoral de la Iglesia desde entonces. No es que este elemento sea nuevo, puesto que la historia de los 500 aos es inmensamente rica en obras de promocin social, comenzando por las Misiones, siguiendo por las escuelas y universidades, los hospicios y las obras de caridad. No es por acaso que la primera santa latinoamericana, Santa Rosa de Lima, haya sido una mujer enteramente entregada al servicio de los pobres. Pero en Medelln se pone esta tradicin al servicio ms amplio de la sociedad en su conjunto, especialmente de los planes de reforma social que en esa poca llevaban adelante los gobiernos de la regin. El tema de la justicia y la paz, y del desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres, haba sido una lnea orientadora de la Gaudium et spes, y del magisterio, tanto de Pablo VI como de Juan XXIII. Medelln intenta presentar los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia no como una ideologa tercerista, sino ms bien como un principio orientador de toda obra de autntico progreso humano, cualquiera fuese el contenido ideolgico de los proyectos polticos en disputa. En tercer lugar, quisiera destacar el enorme impulso pastoral dado por Medelln a la presencia y accin de los laicos en el mundo. En cierta manera, es una consecuencia evidente del punto anterior, que valoraba las acciones sociales emprendidas por los gobiernos movilizando a la sociedad entera. Pero fue tambin un intento de respuesta a la progresiva secularizacin del clero y de los religiosos que, en esos aos, haba llegado hasta la incorporacin de sacerdotes a los movimientos guerrilleros (el clebre caso de Camilo Torres en Colombia). Si esta secularizacin del clero se haba realizado, en cierta medida, en suplencia de la presencia laical en el mundo, canalizada ms a travs de los partidos polticos, que directamente e los movimientos sociales, el estmulo pastoral a la accin de los laicos poda volver a poner las cosas en su sitio. Sin embargo, este acento produjo paulatinamente tambin una mayor interaccin entre los laicos y el personal consagrado. Puede decirse que Medelln pone trmino n Amrica Latina (con la excepcin de algunos pases) al movimiento de la Accin Catlica, que haba sido el modo de la presencia laical en el mundo social, y que se caracterizaba por la realizacin laical de un encargo apostlico de la jerarqua. Medelln insiste en el derecho y el deber de los laicos de santificar el mundo y las realidades temporales en razn de su propio bautismo y e la ndole secular de su vocacin, reconociendo y estimulando la propia iniciativa laical en este mbito. El postmedelln abre en Amrica Latina la poca de mayor vigencia y creatividad de la llamada "teologa de la liberacin" que no es, en verdad, una teologa, sino ms bien un conjunto de reflexiones teolgicas apoyadas en esta nueva orientacin pastoral. Es imposible realizar aqu un balance ecunime del significado de la teologa de la liberacin, de sus aportes y de sus excesos o errores. Desde el punto de vista del magisterio eso ya fue realizado a travs de los dos informes de la Congregacin para la Doctrina de la Fe, aprobados por el Santo Padre. Slo puedo ofrecer un humilde y limitado punto de vista en relacin a su significacin histrica. Creo que la teologa de la liberacin testimonia la necesidad, a la vez que las dificulta, de la nueva articulacin entre la preocupacin social de la Iglesia, los partidos polticos y los movimientos sociales, una vez que concluye el perodo de vigencia de la Accin Catlica. Hay un deseo evidente de quienes siguen esta orientacin pastoral de situarse en la base, es decir, de participar de las dinmicas sociales de los grupos populares tal como ellas se producen en la situacin de vida que enfrentan y antes de que sean mediadas por las instituciones polticas formales. Este no es un invento intraeclesial. Toda la organizacin poltica de la sociedad andaba en esos aos en busca de algo similar. Los partidos polticos tradicionales, nacidos del siglo XIX, no eran populares, masivos, sino que recogan ms bien la sociabilidad de los salones y centros de tertulia de los grupos sociales ms ilustrados. Los primeros partidos populares haban sido los que sustentaron los gobiernos populistas. Pero, como ya se dijo, la estrategia de cambio sugerida por la Cepal y la Alianza para el Progreso requera la organizacin popular ms estable, no en torno a un lder (sin el cual se hace inentendible el fenmeno del populismo), sino en torno a las propias necesidades y capacidades de la poblacin para analizar sus problemas y proponer vas de solucin. Las exigencias de una transformacin global de los estilos de desarrollo as lo sugeran. Este es el contexto donde hay que entender tambin las comunidades eclesiales de base, que en muchas partes coincidan con la organizacin de base destinada a otros propsitos, como la articulacin de demandas sociales, y la movilizacin para conseguir su satisfaccin. La compatibilidad entre estas formas de organizacin y las de la tradicin institucional no fue fcil, vindose los partidos polticos e incluso el Estado mismo sobrepasado en sus decisiones por la presin de estas organizaciones que no tenan canales de representacin institucional. Me parece que la situacin vivida por la Iglesia fue, en cierto sentido, anloga a este proceso social descrito. La valorizacin de la base, de la participacin popular y del laicado, lleva a personas que antiguamente trabajaban en estructuras ms institucionalizadas de la Iglesia (como escuelas y parroquias, por ejemplo), a abandonarlas y a buscar una insercin directa en la base popular, compartiendo la vida con ellos y acomodndose a sus formas de organizacin. Esta opcin, aunque discutible en todos los casos con qu intenciones se realiz, llev a un progresivo extraamiento y posteriormente a diversas formas de conflicto con la institucionalidad de la Iglesia y, de modo particular, con la jerarqua. Aquello que se identificaba con la institucionalidad permanente de la Iglesia era considerado con sospecha e incluso desacreditado, y se sobrevaloraba, en cambio, la propia nueva forma descubierta como un camino alternativo. As, en un sentido positivo, los cristianos que siguieron este camino se sentan mucho ms cerca de las necesidades reales de las personas que no tenan representacin institucional en el sistema social, y podan realizar desde all la orientacin pastoral acerca de la promocin humana, tal como ella haba sido definida por la propia jerarqua. Pero la contracara de este fenmeno fue la adopcin de una actitud iconoclasta y desacralizada en relacin a la Iglesia, a su liturgia sacramental y a sus pastores. Esta disposicin, que segn insisto no tiene una base primariamente teolgica sino sociolgica, da pie para la bsqueda de una interpretacin teolgica adecuada a la situacin y que pone el acento en el tema de la liberacin de los marginados del sistema, en la transformacin sociopoltica de la sociedad, en la base popular como lugar teolgico desde el cual reflexionar y, en general, en todos los aspectos que cuestionan la institucionalidad de la Iglesia o muestran sus lmites. La preparacin de la Conferencia de Puebla mostr algunos importantes disensos en esta orientacin, especialmente entre aquellos telogos que, valorando la insercin popular, no compartan la tendencia iconoclasta y secularizadora de muchas corrientes, sino que rescataban, por el contrario, la dimensin sacral y de apertura al misterio que haba conformado la religiosidad popular a lo largo de la historia. De hecho, el Documento de Puebla, a mi juicio el ms completo y bien estructurado de las cuatro conferencias, presenta como novedad una alta valoracin de la religiosidad popular, de sus smbolos y tradiciones, como expresin de la memoria histrica de la primera evangelizacin. Puebla se estructura sobre la Evangelii nuntiandi de Pablo VI y sobre el discurso inaugural de Juan Pablo II, el que anticipa algunos elementos de su encclica-programa Redemptor hominis. Los dos documentos tienen carcter programtico hacia el horizonte de la nueva evangelizacin. El Documento de Puebla, junto con incorporar la dimensin antropolgica caracterstica del magisterio del actual pontfice, articula su anlisis teniendo como categora integradora la cultura, antes que la situacin social. Desde este punto de vista rescata el patrimonio histrico-cultural de la presencia de la Iglesia entre los pueblos latinoamericanos y define como el ncleo ms propio de la cultura la experiencia religiosa. A ella contrapone el secularismo y al atesmo, pero sobre todo la idolatra. Por ello, aunque en forma crtica y no ingenua, destaca la religiosidad popular como la forma histrica de expresin de la conciencia religiosa del pueblo. Medelln, en un sentido totalmente distinto, haba distinguido entre religin de masas y religin de elites. Puebla en cambio, al hablar de la religiosidad popular no se refiere a la de un determinado sector socioeconmico de la poblacin, sino a la que constituye el ncleo de la conciencia histrica t de la identidad cultural de los pueblos. En el plano pastoral, junto a la opcin preferencial por los pobres, se agrega la opcin por la familia, por los jvenes y por los constructores de la sociedad, queriendo abarcar con esta expresin a todos los actores sociales sin privilegiar alguna clase o grupo en especial. Pienso que Puebla sent las bases para la aclaracin definitiva del tema de la teologa de la liberacin, permitiendo ver sus aportes y sus errores. La calidad y coherencia del documento as lo permita, dndole a la experiencia popular el valor que mereca histricamente, pero reconociendo en ella un profundo sentido religioso vinculado estrechamente con el valor sacramental de la existencia y la peregrinacin constante hacia el centro del misterio divino. Los aspectos sociales de la pastoral no fueron eliminados u ocultados, sino puestos en un contexto mayor, en que la Iglesia asume la responsabilidad por sus cinco siglos de historia en medio de los pueblos latinoamericanos. Se afirma claramente que la cultura de Amrica Latina tiene un real sustrato catlico, que se manifiesta en los distintos mbitos de la vida, aun cuando quede mucho por evangelizar. Desde el horizonte de Puebla y del magisterio de Juan Pablo II, un grupo de catlicos peruanos comienzan a hablar de una teologa de la reconciliacin, como autntica expresin de la liberacin, mostrando que el modo de superar la esclavitud del pecado, que est en la base de las injusticias sociales, no es incrementando su conflictualidad, sino anunciando la reconciliacin en Cristo, de quien la Iglesia ha recibido el encargo de continuar en la historia con este ministerio reconciliador. Sobre la base de Puebla, la Iglesia prepara su camino hacia el jubileo de los 500 aos del inicio de la evangelizacin en el continente, con un seguimiento ms cercano del magisterio pontificio. Entre Puebla y Santo Domingo se produce la gran novedad de las continuas visitas pastorales de Juan Pablo II a los distintos pases latinoamericanos, pero hablando siempre desde cada pas al conjunto de Amrica Latina. En este sentido, se puede decir que en este perodo crece la familiaridad no slo de la jerarqua sino de toda la Iglesia y del pueblo latinoamericano con el Papa. A quien le repiten una y otra vez, en sus saludos de bienvenida, que lo sienten uno ms de ellos. La nica excepcin, relativamente extempornea, la representa el intento de construccin de la Iglesia popular en Nicaragua, ligada al gobierno y al sandinismo, que fracasa y no logra evitar convertirse en elemento de la propaganda internacional contra la Iglesia. La preparacin de Santo Domingo se vio abocada al tema de la evaluacin de los distintos aspectos histricos de la evangelizacin primera, destacando el tema del indigenismo. Este, unido a la preocupacin ecolgica, son prcticamente las nicas novedades temticas de la conferencia. Lo que en ciertos momentos amenaz con constituirse en una fuente de tensin y de divisin interna, logr finalmente ser considerado con ecuanimidad. Puebla ya haba sentado un amplio marco de interpretacin histrico-eclesial, donde tambin caba plantear la situacin de olvido y marginacin de la poblacin indgena. El Papa, por su parte, en su discurso inaugural, invit a la Iglesia a hacer un acto de contricin por las situaciones de injusticia que ella pudiese haber provocado en relacin a la poblacin aborigen, valorando, acto seguido, el inmenso aporte religioso, cultural y social de la evangelizacin en el continente. Con perspectiva de futuro, el Documento de Santo Domingo se estructura sobre la base de una confesin de fe Cristolgica y Trinitaria, mostrando que es Cristo el mayor tesoro que la Iglesia tiene para ofrecer a los pueblos de Amrica Latina y a todos los de la tierra. Ahora, prximos al inicio de un nuevo milenio, se cierra, por decir as, el captulo de una Amrica Latina pastoralmente autorreferida a s misma, y se abre el captulo del Snodo de las Amricas con una exigencia an mayor de integracin. Proyecciones pastorales No podra terminar este recuento histrico sin indicar lo que, a mi juicio, constituyen los principales desafos del futuro. El nuevo cuadro geopoltico descrito y la profunda transformacin econmica y social en curso, fruto de las nuevas tecnologas de la comunicacin y de la biotecnologa que apunta a la globalizacin funcional de las sociedades y la internacionalizacin de los mercados, presenta nuevos y profundos desafos a la fe de la Iglesia y a su pastoral. El centro de este desafo, segn me parece, es el olvido del hombre como signo del misterio y el olvido de su conciencia religiosa. El ser humano se encuentra por doquier subordinado a la dimensin funcional de la comunicacin de la cual participa. Esta subordinacin se extiende desde el mbito de la fecundacin asistida, en que el ser humano amenaza quedar reducido a ser un proveedor de material gentico, pasa por la familia, donde resulta cada vez ms intolerable el matrimonio indisoluble, puesto que representa la total autodonacin de la persona y no slo un aspecto funcional de ella, se extiende a la filiacin, que separndola de la conyugalidad, lleva a que resulte cada vez ms indiferente tener un hijo de una mujer o de otra, sigue a las asociaciones intermedias y culmina en el amplio mercado de productos reales o virtuales, donde hay oferta para todas las necesidades, reales o supuestas, y que el consumidor puede especificar segn sus preferencias y deseos. En este proceso, no slo el patrimonio cultural cristiano de Amrica Latina, sino de todos los pueblos, corre el peligro de ser arrastrado por una corriente de profunda descristianizacin. En un sentido genrico, se puede hablar de una cultura nihilista que pierde el sentido de la vida porque ya no sabe encontrar su fundamento. La clebre frase de Heidegger: Por qu hay ente y no ms bien nada?, fundamento, segn l, del pensar metafsico, se multiplica hoy da en todos los planos de la comunicacin y de la accin humana. La duda o la pregunta, se ha transformado en una opcin. La cultura global pareciera decir de s misma que ella est ms all de la metafsica y que es capaz de lograr la convivencia armnica de quienes creen que la realidad es algo y de los que creen que la realidad es nada, y que corresponde al pluralismo social adherir a una u otra visin. Si el nihilismo que acompa a la Segunda Guerra Mundial y al perodo que hemos analizado era ideolgico y militante, es decir, tena una propuesta histrica en la que haba algo por qu entregar la vida, el nihilismo actual asume un carcter ms bien libertino en que ya no existe nada por qu entregar la vida. En lugar de dar la vida se ofrece ms bien la alternativa de consumir la vida, en el instante, en la capacidad reactiva, en el instinto, en la imaginacin, en la opinin. Pero sin dejar huella o memoria, de modo que el instante siguiente no tenga el lastre de una opcin predeterminada, sino que se presente con la lozana de una nueva opcin autnoma a decidir. En el plano religioso, se presenta la fe como la confesin de que no es necesario buscar un fundamento objetivo de la existencia humana, sino slo una conviccin subjetiva, y mientras tanto se la desee o necesite. As, a travs del movimiento conocido como la New Age, se proclama que cada experiencia religiosa, cualquiera sea su origen o su pretensin, tiene una dimensin positiva que est en manos de cada uno evaluar y experimentar. Importa ms la tcnica que el contenido, la vivencia que su fundamento o su sentido. La tradicional distincin entre el culto al verdadero Dios y el culto a los dolos se proclama como intolerante, pues todos los dioses son dolos y detrs de cada uno algo se puede encontrar de utilizable y que satisfaga los deseos humanos. El nico principio metafsico reconocido es el sincretismo, la unidad de las oposiciones, la convivencia de lo distinto y de lo diferente. La moralidad que surge de este principio es la ley universal de no discriminar lo diferente, cualquiera que sea el plano en que se expresa. Pero tampoco se puede fundar la universalidad de esta ley, sino slo sealar que se correlaciona con la idea de mercado, que ha demostrado ser eficiente y flexible, aplicndose a toda clase de productos y deseos. Como lo reconocen los propios intelectuales no catlicos, se trata de una cultura del tedio, el cual puede ser superado momentneamente, para volver nuevamente a aparecer. Entretencin y tedio constituyen los dos polos de esta dialctica, cuyo verdadero supuesto es la concepcin de la libertad humana como la capacidad de elegir entre opciones indiferentes y que, por lo mismo, pueda revertirse sin costos dramticos en caso de insatisfaccin. Creo que despus de dcadas de activa accin pastoral, la Iglesia comienza a sucumbir tambin al tedio. Ya no encuentra fuerzas para presentar el anuncio de la presencia del Verbo encarnado en medio de la historia humana como un principio de realidad y no como un cuento para aplacar momentneamente el tedio. Y efectivamente, el anuncio de la Iglesia no puede seguir la ley del mercado. No puede tomar a la persona en una de sus dimensiones funcionales, sino en su totalidad. La fe es un principio de razn que considera todos los factores, y no slo algunos. Es expresin de la perplejidad y del estupor del hombre frente al misterio, es la conciencia de la desproporcin o sobreabundancia de la gracia, de la misericordia. El Papa ha invitado a la nueva evangelizacin proponiendo cruzar el umbral de la esperanza, el prtico de la segunda virtud como lo llamaba Peguy. No entretencin, sino esperanza, no trivialidad, sino dramaticidad, no la vida que se desvanece en el instante, sino la vida que busca la eternidad. Educar a la persona, a cada persona, y a cada familia, en esta esperanza, es el desafo de la hora actual. Quisiera resumirlo con esta frase de Redemptor hominis: En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama tambin cristianismo.voleyes un deporte donde dos equipos se enfrentan sobre un terreno de juego liso separados por una red central, tratando de pasar el baln por encima de la red hacia el suelo del campo contrario. El baln puede ser tocado o impulsado con golpes limpios, pero no puede ser parado, sujetado, retenido o acompaado. Cada equipo dispone de un nmero limitado de toques para devolver el baln hacia el campo contrario. Habitualmente el baln se golpea con manos y brazos, pero tambin con cualquier otra parte del cuerpo. Una de las caractersticas ms peculiares del voleibol es que los jugadores tienen que ir rotando sus posiciones a medida que van consiguiendo puntos.Existen diversas modalidades. Con el nombre de voleibol se identifica la modalidad que se juega en pista de interior, pero tambin es muy popular el vley playa que se juega sobre arena. El voleibol sentado, es una variante con creciente popularidad entre los deportes para discapacitados y la prctica del cachibol est extendida en las comunidades de mayores. La comunidad ecuatoriana repartida por el mundo practica la variante local, el ecuavley. La comunidad china de Norteamrica mantiene una liga de voleibol nueve (nine man volleyball). Con carcter ms informal existen otras variantes que son practicadas de forma popular en verano, en playas y zonas tursticas, como el futvley, el water vley o el bossaball.El voleibol es uno de los deportes donde mayor es la paridad entre las competiciones femeninas y masculinas, tanto por el nivel de la competencia como por la popularidad, presencia en los medios y pblico que sigue a los equipos.